EVANGELIO RESTAURADO SEGÚN MARCOS
MARCOS
Introducción
Contexto histórico. La obra de Marcos nos sitúa en la segunda generación cristiana.
El Evangelio ya ha traspasado las fronteras religiosas del mundo judío y se ha
abierto también a los paganos, llegando incluso a la misma ciudad de Roma,
centro geográfico económico y político del poder imperial romano. Allí el
cristianismo muy pronto es catalogado como movimiento sospechoso y es duramente
perseguido y castigado. Es en este contexto en el que probablemente Marcos
escribe su evangelio: «la Buena Noticia de Yahshúa el Mesías. Hijo de Dios»
(1,1).
En cuanto a la fecha de su
composición, según la tradición, Marcos escribió su evangelio después de la
muerte de Pedro (año 64); y según las pistas que nos ofrece su evangelio, antes
de la destrucción de Jerusalén en la rebelión de los judíos contra Roma (año 70);
por eso, muchos biblistas sugieren como fechas probables los años entre el 65 y
70.
En cuanto al lugar de
composición, Roma es la hipótesis más aceptada, no sólo porque así lo avala la
tradición, sino también por ciertas referencias que el mismo evangelio
presenta, como la explicación de palabras arameas, las alusiones al sufrimiento
y a la persecución, y la relativa frecuencia de palabras y locuciones
latinizadas.
Un evangelio por mucho tiempo desconocido… y
hoy de sorprendente actualidad. Hasta finales del s. XIX
apenas se prestó atención al evangelio de Marcos. La tradición de la Iglesia lo
había relegado a un segundo plano en comparación con los demás sinópticos, ya
sea por su estilo parco: pobre de vocabulario, monótono y repetitivo; o porque
apenas ofrecía nada nuevo que no se encontrase mejor elaborado en Mateo o
Lucas. O quizás, porque la misma Iglesia aún no estaba preparada para captar en
toda su grandeza descarnada su mensaje inconformista.
Todo comenzó a cambiar
cuando a finales del s. XIX, y sobre todo durante el s. XX, la crítica
histórica lo descubrió como el primer evangelio escrito del Nuevo Testamento y
que sirvió incluso de inspiración para la redacción de los evangelios de Mateo
y de Lucas. El interés ha ido en aumento hasta nuestros días, al irse
desvelando poco a poco lo que pretendía: confrontar a sus oyentes y lectores
con el sorprendente misterio de la identidad de Yahshúa de Nazaret, misterio
que sigue fascinando al hombre y a la mujer de hoy, tanto como hace 2.000 años.
¿Quién es Yahshúa de Nazaret para Marcos? El tema de su evangelio es la persona de Yahshúa y la reacción de
la gente a su paso. Marcos escribe su evangelio a la luz de la resurrección,
pero no abusa de ella; al contrario, se empeña en presentar a Yahshúa crucificado
más que resucitado, y a la gente (discípulos incluidos) cegada y deslumbrada
más que iluminada.
Ya al principio de su
obra, a modo de introducción, declara que Yahshúa es ante todo «Hijo de Dios» y
que el relato de su vida es una «Buena Noticia» (1,1). Complementa esto con: la
declaración solemne que hace el Padre sobre su identidad (1,11) y la presencia
del Espíritu que le empuja al desierto para luchar con Satanás (1,12), y cuya
victoria se manifiesta en la convivencia con las fieras y en el servicio de los
ángeles (1,13).
Es entonces cuando
presenta a Yahshúa anunciando la inminente llegada del reino de Dios (1,15).
Pero este anuncio provoca una confrontación dramática. A Yahshúa no lo
comprende su familia (3,21) ni sus paisanos (6,1-6), tampoco sus discípulos
(4,41; 6,51s). Los fariseos (poder religioso) y los partidarios de Herodes
(poder político) deciden eliminarlo (3,6). Con todo, algunos paganos reconocen
su poder (5,18-20; 7,24-30). Los discípulos están ciegos, no comprenden el
anuncio de su pasión; pero Yahshúa, que puede sanar a los ciegos (8,22-26),
también puede sanar a sus discípulos. No sería una aberración decir que en este
evangelio Yahshúa no facilita la comprensión de su persona. Manifiesta su poder
milagroso, pero a la vez impone silencio; se aleja de los suyos, pero siempre
está pendiente de ellos; revela su gloria en la transfiguración, pero impone
reserva hasta su resurrección. Marcos evoca una figura desconcertante ante un
auditorio desconcertado.
¿Quién es el seguidor de Yahshúa para Marcos? Paralelamente al desconcertante misterio de la identidad de Yahshúa,
Marcos desarrolla en su evangelio la no menos desconcertante condición del
discípulo; parece como si el primer plano de su narración lo ocupara dicha
relación, que se desarrolla como una catequesis progresiva. Siempre están
juntos, pues para eso los eligió: «para que convivieran con él» (3,14). Todo lo
hace en presencia de ellos. Estos discípulos, desde la perspectiva del
evangelista, simbolizan a los destinatarios, de aquel entonces y de ahora, a
quienes dirige su evangelio. Es esta relación la que estructura el plan de su
obra.
En la primera parte
(1,1–8,30), Yahshúa va implacablemente desmantelando todas las ideas
preconcebidas que tenían de Dios y del Mesías prometido. El trabajo es arduo.
No entienden sus parábolas (4,13); tienen miedo ante su poder (4,41); tampoco
entienden sus milagros (6,52; 7,37). Parece como si todas sus instrucciones
cayeran en saco roto (8,17-21).
La sanación del ciego de
Betsaida (8,22-26) da comienzo a la sanación de la ceguera de sus propios
discípulos, dramatizada en la confesión de Pedro (8,27-30). Ambas escenas
ocupan el quicio del evangelio. A partir de entonces, la catequesis de Yahshúa
se centra en la condición sufriente del Mesías, una cruz que debe cargar el
discípulo que quiera seguirle (8,34). Les anuncia tres veces su próxima pasión,
muerte y resurrección. Ellos siguen sin comprender, pero el camino está ya
despejado para que sea su misma muerte silenciosa en la cruz la que desvele definitivamente
el misterio de su identidad.
Así llega Marcos al punto
culminante de su relato, en la confesión de un centurión: «realmente este
hombre era hijo de Dios» (15,39). Esta confesión es como la respuesta a la voz
del Padre al principio de su evangelio: «Tú eres mi Hijo querido, mi
predilecto» (1,11). El centurión representa a Roma, el poder pagano de aquel
entonces, que por la cruz llegará a la fe. Pero también representa a todos los
hombres y mujeres de todos los tiempos a quienes el Mesías, Yahshúa el Mesías,
sale a su encuentro y les invita a descubrirlo y a reconocerlo como Hijo de
Dios y Salvador del mundo en situaciones de cruz, de muerte y de desesperanza.
Para ellos y ellas escribió Marcos su evangelio.
Sinopsis. Inicia el evangelio con una pequeña introducción que prepara a Yahshúa
para su ministerio (1,1-13). Sigue a esta introducción la actividad que realiza
en Galilea (1,14–7,23). Tras un intermedio en Fenicia y Cesarea (7,24–8,26),
sucede el cambio decisivo, con la confesión de Pedro, la transfiguración, el
anuncio de la pasión, y el camino hacia Jerusalén (8,27–10,52). En Jerusalén, Yahshúa
es presentado como profeta y Mesías (11–13), cuyos contenidos y características
se desarrollan en el relato de la pasión y resurrección (14,1–16,8). Hasta aquí
la obra de Marcos. Posteriormente, alguien le añadió un apéndice (16,9-20) para
paliar un poco su final desconcertante.
Prólogo
(cfr. Lc 1,1-4; Jn 1,1-18)
1 |
1Comienzo
de la Buena Noticia de Yahshúa el Mesías. [Hijo de Dios.]
Juan
el Bautista
(Mt 3,1-3; Lc 3,3s; cfr. Jn 1,19-23)
2Tal
como está escrito en la profecía de Isaías:
Mira, envío por delante
a mi mensajero
para que te prepare el camino.
3Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino al Señor,
enderecen sus senderos.
4Así
se presentó Juan en el desierto, bautizando y predicando un bautismo de
arrepentimiento para el perdón de los pecados.
(Mt 3,4-6)
5Toda
la población de Judea y de Jerusalén acudía a él, y se hacía bautizar por él en
el río Jordán, confesando sus pecados. 6Juan
llevaba un manto hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la
cintura, y comía saltamontes y miel silvestre.
(Mt 3,11; Lc 3,15s; cfr. Jn 1,24-28)
7Y
predicaba así:
—Detrás
de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de agacharme para
soltarle la correa de sus sandalias. 8Yo
los he bautizado con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
Bautismo de Yahshúa
(cfr. Mt 3,13-17; Lc 3,21s; Jn 1,29-34)
9En
aquel tiempo vino Yahshúa desde Nazaret de Galilea y se hizo bautizar por Juan
en el Jordán.
10En
cuanto salió del agua, vio el cielo abierto y al Espíritu bajando sobre él como
una paloma. 11Se escuchó
una voz del cielo que dijo:
—Tú
eres mi Hijo amado, en quien me complazco.
La prueba en el desierto
(cfr.
Mt 4,1-11; Lc 4,1-13)
12Inmediatamente
el Espíritu lo llevó al desierto, 13donde
pasó cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía con las fieras y los
ángeles le servían.
Comienza
su proclamación
(Mt 4,12.17; Lc 4,14s)
14Cuando
arrestaron a Juan, Yahshúa se dirigió a Galilea a proclamar la Buena Noticia de
Dios. 15Decía:
—Se
ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Arrepiéntanse y crean en
la Buena Noticia.
Llama
a sus primeros discípulos
(Mt 4,18-22; cfr. Lc 5,1-11; Jn
1,35-51)
16Caminando
junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban las
redes al lago, pues eran pescadores.
17Yahshúa
les dijo:
—Vengan
conmigo y los haré pescadores de hombres.
18Inmediatamente,
dejando las redes, le siguieron.
19Un
trecho más adelante vio a Santiago de Zebedeo y a su hermano Juan, que
arreglaban las redes en la barca. 20Inmediatamente
los llamó. Y ellos dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros,
se fueron con él.
Enseña
y exorciza en Cafarnaún
(Lc 4,31-37)
21Llegaron
a Cafarnaún y el sábado siguiente entró en la sinagoga a enseñar. 22La gente se asombraba de
su enseñanza porque lo hacía con autoridad, no como los letrados. 23Precisamente en aquella
sinagoga había un hombre poseído por un espíritu inmundo, que gritó:
24—¿Qué
tienes contra nosotros, Yahshúa de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién
eres tú: ¡el Consagrado de Dios!
25Yahshúa
le increpó:
—¡Calla
y sal de él!
26El
espíritu inmundo sacudió al hombre, dio un fuerte grito y salió de él.
27Todos
se llenaron de estupor y se preguntaban:
—¿Qué
significa esto? ¡Una enseñanza nueva, con autoridad. Hasta a los espíritus
inmundos les da órdenes y le obedecen.
28Su
fama se divulgó rápidamente por todas partes, en toda la región de Galilea.
Sana y exorciza en torno a la casa
(Mt
8,14-16; Lc 4,38-41)
29Después
salió de la sinagoga y con Santiago y Juan se dirigió a casa de Simón y Andrés.
30La suegra de Simón
estaba en cama con fiebre, y se lo hicieron saber enseguida. 31Él se acercó a ella, la
tomó de la mano y la levantó. Se le fue la fiebre y se puso a servirles.
32Al
atardecer, cuando se puso el sol, le llevaron toda clase de enfermos y
endemoniados. 33Toda la
población se agolpaba a la puerta. 34Él
sanó a muchos enfermos de dolencias diversas y expulsó a numerosos demonios, a
los que no les permitía hablar, porque lo conocían.
Oración y misión de Yahshúa
(Lc
4,42-44)
35Muy
de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y se dirigió a un
lugar despoblado, donde estuvo orando.
36Simón
y sus compañeros lo buscaron 37y
cuando lo encontraron, le dijeron:
—Todos
te están buscando.
38Les
respondió:
—Vámonos
de aquí a los pueblos vecinos, para predicar también allí, pues a eso he
venido.
39Y
fue predicando en sus sinagogas y expulsando demonios por toda Galilea.
Sana
a un leproso
(Mt
8,1-4; Lc 5,12-16)
40Se
le acercó un leproso y [arrodillándose] le suplicó:
—Si
quieres, puedes sanarme.
41Él
se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo:
—Lo
quiero, queda sano.
42Al
instante se le fue la lepra y quedó sano. 43Después
lo despidió advirtiéndole enérgicamente:
44—Cuidado
con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste,
lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
45Pero
al salir, aquel hombre se puso a proclamar y divulgar más el hecho, de modo que
Yahshúa ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se
quedaba fuera, en lugares despoblados. Y aun así, de todas partes acudían a él.
Sana
a un paralítico
(Mt 9,1-8; Lc 5,17-26; cfr. Jn 5,1-18)
2 |
1Después
de unos días volvió a Cafarnaún y la gente se enteró de que estaba en casa. 2Se reunieron tantos, que no
quedaba sitio ni siquiera junto a la puerta. Y él les anunciaba la Palabra.
3Entonces,
llegaron unos trayendo a un paralítico entre cuatro; 4y, como no lograban acercárselo por el gentío,
levantaron el techo encima de donde estaba Yahshúa, y por el boquete que
hicieron descolgaron la camilla en que yacía el paralítico.
5Viendo
Yahshúa la fe que tenían, dijo al paralítico:
—Hijo,
tus pecados te son perdonados.
6Estaban
allí sentados unos letrados que discurrían en su interior: 7¿Cómo puede éste hablar así? Blasfema. ¿Quién puede
perdonar pecados, sino sólo Dios?
8Pero,
de inmediato, Yahshúa supo lo que pensaban, y les dijo:
—¿Por
qué piensan así en su interior? 9¿Qué
es más fácil? ¿Decir al paralítico que se le perdonan sus pecados o decirle que
cargue con su camilla y camine? 10Pero
para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para
perdonar pecados –dijo al paralítico–: 11Yo
te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.
12Se
levantó de inmediato, tomó su camilla y salió delante de todos. De modo que
todos se asombraron y glorificaban a Dios diciendo:
—Nunca
vimos cosa semejante.
Llama
a Leví:
comparte la mesa con pecadores
(Mt 9,9-13; Lc 5,27-32)
13Salió
de nuevo a la orilla del lago. Toda la gente acudía a él y él les enseñaba.
14Al
pasar vio a Leví de Alfeo, sentado junto a la mesa de recaudación de los
impuestos, y le dijo:
—Sígueme.
Él
se levantó y le siguió.
15Mientras
estaba comiendo en su casa, muchos recaudadores de impuestos y pecadores
estaban a la mesa con Yahshúa y sus discípulos, pues muchos eran ya sus
seguidores. 16Los
letrados del partido fariseo, viéndolo comer con aquéllos, dijeron a los
discípulos:
—¿Por
qué come con recaudadores de impuestos y pecadores?
17Lo
escuchó Yahshúa y respondió:
—No
tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos. No vine a llamar a
justos, sino a pecadores.
Sobre
el ayuno
(Mt 9,14-17; Lc 5,33-39; cfr. Is 58,1-12)
18Un
día que los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno fueron a decirle
a Yahshúa:
—¿Por
qué los discípulos de Juan y de los fariseos ayunan y tus discípulos no ayunan?
19Yahshúa
les respondió:
—¿Pueden
los invitados a la boda ayunar mientras el novio está con ellos? Mientras
tienen al novio con ellos no pueden ayunar. 20Llegará un día en que el novio les será quitado, y
aquel día ayunarán. 21Nadie
usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo; porque lo nuevo
añadido tira del vestido viejo, y la rotura se hace más grande. 22Nadie echa vino nuevo en
odres viejos; porque el vino revienta los odres y se echan a perder odres y
vino. A vino nuevo, odres nuevos.
Sobre el sábado
(Mt 12,1-8; Lc 6,1-5)
23Un
sábado mientras atravesaba unos campos de trigo, sus discípulos se pusieron a
arrancar espigas.
24Los
fariseos le dijeron:
—Mira
lo que hacen en sábado: ¡Algo prohibido!
25Les
respondió:
—¿No
han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros pasaban necesidad y
estaban hambrientos? 26Entró
en la casa de Dios, siendo sumo sacerdote Abiatar, y comió los panes
consagrados, que sólo pueden comer los sacerdotes, y los compartió con sus
compañeros. 27Y añadió:
—El
sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado. 28De manera que el Hijo del
Hombre es Señor también del sábado.
Sana en sábado
(Mt 12,9-14; Lc 6,6-11)
3 |
1Entró
de nuevo en la sinagoga, estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada. 2Algunos lo vigilaban para
ver si lo sanaba en sábado, y así acusarlo. 3Dijo Yahshúa al hombre de la mano paralizada:
—Levántate
y ponte en medio.
4Y
les preguntó a ellos:
—¿Qué
está permitido en sábado? ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar la vida o dar
muerte?
Ellos
callaban. 5Entonces los
miró indignado, aunque entristecido por la dureza de sus corazones y dijo al
hombre:
—Extiende
la mano.
El
hombre la extendió y su mano quedó sanada. 6Los
fariseos salieron inmediatamente y deliberaron con los herodianos cómo acabar
con él.
Una
gran multitud se le acerca
7Yahshúa
se retiró con sus discípulos junto al lago. [Le seguía] una gran multitud desde
Galilea, Judea, 8Jerusalén,
Idumea, Transjordania y del territorio de Tiro y Sidón. Una gran multitud que
al oír lo que hacía, acudía a él.
9Entonces
dijo a sus discípulos que le tuvieran preparada una barca, para que el gentío
no lo apretujara. 10Ya
que, como sanaba a muchos, los que sufrían achaques se le tiraban encima para
tocarlo. 11Los espíritus
inmundos al verlo caían a sus pies gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios! 12Pero él los reprendía severamente
para que no lo descubrieran.
Los Doce
(Mt
10,1-4; Lc 6,12-16)
13Subió
a la montaña, fue llamando a los que él quiso y se fueron con él.
14Nombró
a doce [a quienes llamó apóstoles] para que convivieran con él y para enviarlos
a predicar 15con poder
para expulsar demonios.
16[Nombró,
pues, a los Doce]. A Simón lo llamó Pedro;
17a Santiago de Zebedeo y
a su hermano Juan, a quienes llamó Boanerges,
que significa: Hijos del trueno; 18a
Andrés y Felipe; a Bartolomé y Mateo; a Tomás, Santiago de Alfeo y Tadeo; a
Simón el cananeo 19y a
Judas Iscariote, el que incluso le traicionó.
Yahshúa
y Satanás
20Entró
en casa, y se reunió tal gentío que no podían ni comer. 21Sus familiares, que lo oyeron, salieron a sujetarlo,
pues decían que estaba fuera de sí.
(Mt
12,22-29; Lc 11,14-22)
22Los
letrados que habían bajado de Jerusalén decían:
—Lleva
dentro a Belcebú y expulsa los demonios con el poder del jefe de los demonios.
23Él
los llamó y por medio de comparaciones les explicó:
—¿Cómo
puede Satanás expulsarse a sí mismo? 24Un
reino dividido internamente no puede sostenerse. 25Una casa dividida internamente tampoco. 26Si Satanás se levanta
contra sí mismo y se divide, no puede mantenerse en pie, antes perece. 27Nadie puede entrar en la
casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas si primero no lo ata. Sólo así,
podrá saquear, luego, la casa.
(Mt 12,31)
28Les
aseguro que a los hombres se les pueden perdonar todos los pecados y las
blasfemias que pronuncien. 29Pero
el que blasfeme contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón; será culpable
para siempre.
30Yahshúa
dijo esto porque ellos decían que tenía dentro un espíritu inmundo.
La
madre y los hermanos de Yahshúa
(Mt 12,46-50; Lc 8,19-21)
31Llegaron
su madre y sus hermanos, se detuvieron fuera y lo mandaron llamar. 32La gente estaba sentada en
torno a él y le dijeron:
—Mira,
tu madre y tus hermanos [y hermanas] están fuera y te buscan.
33Él
les respondió:
—¿Quién
es mi madre y [mis] hermanos?
34Y
mirando a los que estaban sentados en círculo alrededor de él, dijo:
—Miren,
éstos son mi madre y mis hermanos. 35[Porque]
el que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Parábola
del sembrador
(Mt 13,1-9; Lc 8,4-8)
4 |
1En
otra ocasión se puso a enseñar a orillas del lago. Se reunió en torno a él tal
gentío que tuvo que subirse a una barca que estaba en el agua y sentarse en
ella, mientras toda la gente quedaba en tierra, junto al lago.
2Les
enseñaba muchas cosas con parábolas, esto es lo que les decía:
3—¡Escuchen
con atención! Salió un sembrador a sembrar. 4Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino;
vinieron las aves y se las comieron. 5Otras
cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron
enseguida; 6pero, al
salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron. 7Otras cayeron entre
espinos: crecieron los espinos y las ahogaron, y no dieron fruto. 8Otras cayeron en tierra
fértil: brotaron, crecieron y dieron fruto; produjeron: unas treinta, otras
sesenta, otras cien.
9Y
añadió: El que tenga oídos para oír que escuche.
Propósito
de las parábolas
(Mt 13,10-14; Lc 8,9s)
10Cuando
se quedó a solas, los que estaban a su alrededor junto con los Doce le
preguntaron acerca de las parábolas.
11Él
les dijo:
—A
ustedes se les comunica el secreto del reino de Dios; pero a los de fuera todo
se les propone en parábolas 12de
modo que:
por más que miren, no vean;
por más que escuchen,
no comprendan;
no sea que se conviertan
y sean perdonados.
Explicación
de la parábola del sembrador
(Mt 13,18-23; Lc 8,11-15)
13Y
les añadió:
—Si
no entienden esta parábola, ¿cómo van a entender las demás?
14El
que siembra, siembra la Palabra. 15Los
que están junto al camino donde se siembra la Palabra son los que en cuanto la
escuchan, llega Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos.
16Otros
son como lo sembrado en terreno pedregoso: cuando escuchan la Palabra, la
reciben con gozo; 17pero
no tienen raíces, son inconstantes. Llega una tribulación o persecución por
causa de la Palabra, e inmediatamente fallan.
18Otros
son como la semilla que cae entre espinos: escuchan la Palabra, 19pero las preocupaciones
del mundo, la seducción de las riquezas y los demás deseos ahogan la Palabra y
no la dejan dar fruto.
20Y
otros son lo sembrado en tierra fértil: escuchan la Palabra, la reciben y dan
fruto al treinta o sesenta o ciento por uno.
Diversas
sentencias
(Lc 8,16-18)
21Y
les dijo además:
—¿Acaso
se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón o debajo de la cama?
¿No se coloca en el candelero? 22Nada
hay oculto que no se descubra, nada encubierto que no se divulgue. 23El que tenga oídos para
oír que escuche.
24Les
dijo también:
—Atiendan
esto que escuchan: la medida con que midan la usarán con ustedes, y aún más. 25Porque al que tiene se le
dará; pero al que no tiene se le quitará aun lo que tiene.
Parábola
de la vitalidad de la semilla
26Les
dijo:
—El
reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: 27de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla
germina y crece sin que él sepa cómo. 28La
tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después
el grano en la espiga. 29En
cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
Parábola
de la semilla de mostaza
(Mt 13,31s; Lc 13,18s)
30Dijo
también:
—¿Con
qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos? 31Con una semilla de
mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas; 32después de sembrada crece
y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las
aves del cielo pueden anidar a su sombra.
Uso
de las parábolas
(Mt 13,34)
33Con
muchas parábolas como éstas les exponía la Palabra, conforme a lo que podían
comprender. 34Sin
parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo.
Calma una tempestad
(Mt 8,23-27; Lc 8,22-25; cfr. Sal
107,21-30)
35Aquel
día al atardecer les dijo:
—Pasemos
a la otra orilla.
36Ellos
despidieron a la gente y lo recogieron en la barca tal como estaba; otras
barcas lo acompañaban. 37Se
levantó un viento huracanado, las olas rompían contra la barca que se estaba
llenando de agua. 38Él
dormía en la popa sobre un cojín.
Lo
despertaron y le dijeron:
—Maestro,
¿no te importa que muramos?
39Se
levantó, increpó al viento y ordenó al lago:
—¡Calla,
enmudece!
El
viento cesó y sobrevino una gran calma.
40Y
les dijo:
—¿Por
qué son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?
41Llenos
de miedo se decían unos a otros:
—¿Quién
es éste, que hasta el viento y el lago le obedecen?
Exorciza
en Gerasa
(Mt 8,28-34; Lc 8,26-39)
5 |
1Pasaron
a la otra orilla del lago, al territorio de los gerasenos. 2Al desembarcar, le salió al encuentro desde un
cementerio un hombre poseído por un espíritu inmundo. 3Habitaba en los sepulcros. Nadie podía sujetarlo, ni
con cadenas; 4en muchas
ocasiones lo habían sujetado con cadenas y grillos y él los había roto. Y nadie
podía con él. 5Se pasaba
las noches y los días en los sepulcros o por los montes, dando gritos e
hiriéndose con piedras. 6Al
ver de lejos a Yahshúa, se puso a correr, se postró ante él, 7y, dando un fuerte grito,
dijo:
—¿Qué
tienes contra mí, Yahshúa, Hijo del Dios Altísimo? ¡Por Dios te conjuro que no
me atormentes! 8–Porque
le decía: ¡Espíritu inmundo, sal de este hombre!–.
9Yahshúa
le preguntó:
—¿Cómo
te llamas?
Contestó:
—Me
llamo Legión, porque somos muchos. 10Y le suplicaba con
insistencia que no los echase de la región.
11Había
allí una gran piara de cerdos pastando en la ladera del monte.
12Le
suplicaron:
—Envíanos
a los cerdos para que entremos en ellos.
13Y
él los permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y se metieron en los
cerdos. La piara se precipitó al lago por el acantilado y unos dos mil cerdos
se ahogaron en el agua.
14Los
pastores huyeron, y lo contaron en la ciudad y en los campos; y la gente vino a
ver lo que había sucedido. 15Se
acercaron a Yahshúa y al ver al endemoniado, sentado, vestido y en su sano
juicio, al mismo que había tenido dentro la legión, se asustaron. 16Los testigos les
explicaban lo que había pasado con el endemoniado y los cerdos. 17Y empezaron a suplicarle
que se marchara de su territorio.
18Cuando
se embarcaba, el que había estado endemoniado le pidió que le permitiese
acompañarlo. 19Pero no se
lo permitió, sino que le dijo:
—Ve
a tu casa y a los tuyos y cuéntales todo lo que el Señor, por su misericordia,
ha hecho contigo.
20Se
fue y se puso a proclamar por la Decápolis lo que Yahshúa había hecho con él, y
todos se maravillaban.
Sana
a una mujer y resucita a una niña
(Mt 9,18-26; Lc 8,40-56)
21Yahshúa
cruzó, de nuevo [en la barca], al otro lado del lago, y se reunió junto a él un
gran gentío. Estando a la orilla 22llegó
un jefe de la sinagoga llamado Jairo, y al verlo se postró a sus pies 23y le suplicó
insistentemente:
—Mi
hijita está agonizando. Ven e impón las manos sobre ella para que sane y
conserve la vida.
24Se
fue con él. Le seguía un gran gentío que lo apretaba por todos lados.
25Una
mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, 26que había sufrido mucho en manos de distintos médicos
gastando todo lo que tenía, sin obtener mejora alguna, al contrario, peor se
había puesto, 27al
escuchar hablar de Yahshúa, se mezcló en el gentío, y por detrás le tocó el
manto. 28Porque pensaba:
Con sólo tocar su manto, quedaré sana. 29Al
instante desapareció la hemorragia, y sintió en su cuerpo que había quedado
sana. 30Yahshúa,
consciente de que una fuerza había salido de él, se volvió a la gente y
preguntó:
—¿Quién
me ha tocado el manto?
31Los
discípulos le decían:
—Ves
que la gente te está apretujando, y preguntas ¿quién te ha tocado?
32Él
miraba alrededor para descubrir a la que lo había tocado.
33La
mujer, asustada y temblando, porque sabía lo que le había pasado, se acercó, se
postró ante él y le confesó toda la verdad.
34Él
le dijo:
—Hija,
tu fe te ha sanado. Vete en paz y sigue sana de tu dolencia.
35Aún
estaba hablando cuando llegaron algunos de la casa del jefe de la sinagoga y
dijeron:
—Tu
hija ha muerto. No sigas molestando al Maestro.
36Yahshúa,
sin hacer caso de lo que decían, dijo al jefe de la sinagoga:
—No
temas, basta que tengas fe.
37Y
no permitió que lo acompañara nadie, salvo Pedro, Santiago y su hermano Juan. 38Llegaron a casa del jefe
de la sinagoga, vio el alboroto y a los que lloraban y gritaban sin parar.
39Entró
y les dijo:
—¿A
qué viene este alboroto y esos llantos? La muchacha no está muerta, sino
dormida.
40Se
reían de él. Pero él, echando afuera a todos, tomó al padre, a la madre y a sus
compañeros y entró adonde estaba la muchacha. 41Sujetando a la niña de la mano, le dijo:
Talitha qum,
que significa: Chiquilla, te lo digo a ti, ¡levántate!
42Al
instante la muchacha se levantó y se puso a caminar –tenía doce años–. Ellos
quedaron fuera de sí del asombro. 43Entonces
les encargó encarecidamente que nadie se enterara de esto. Después dijo que le
dieran de comer.
En
la sinagoga de Nazaret
(Mt 13,53-58; Lc 4,16.22-30)
6 |
1Saliendo
de allí, se dirigió a su ciudad acompañado de sus discípulos. 2Un sábado se puso a enseñar
en la sinagoga. Muchos al escucharlo comentaban asombrados:
—¿De
dónde saca éste todo eso? ¿Qué clase de sabiduría se le ha dado? Y, ¿qué hay de
los grandes milagros que realiza con sus manos? 3¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano
de Santiago y José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus
hermanas?
Y
esto era para ellos un obstáculo. 4Yahshúa
les decía:
—A
un profeta sólo lo desprecian en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
5Y
no pudo hacer allí ningún milagro, salvo sanar a unos pocos enfermos a quienes
impuso las manos. 6Y se
asombraba de su incredulidad.
Después
recorría los pueblos vecinos enseñando.
Misión
de los Doce
(Lc 9,1-6)
7Llamó
a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus
inmundos. 8Les encargó
que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero
en la faja, 9que calzaran
sandalias pero que no llevaran dos túnicas.
10Les
decía:
—Cuando
entren en una casa, quédense allí hasta que se marchen. 11Si en un lugar no los reciben ni los escuchan, salgan
de allí y sacudan el polvo de los pies como protesta contra ellos.
12Se
fueron y predicaban que se arrepintieran; 13expulsaban
muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los sanaban.
Muerte
de Juan el Bautista
(Mt 14,1s; Lc 9,7-9)
14El
rey Herodes se enteró de Yahshúa porque su fama se había hecho célebre. Algunos
decían que Juan el Bautista había resucitado de entre los muertos y por eso
tenía poderes milagrosos. 15Pero
otros decían que era Elías y otros que era un profeta como los antiguos
profetas.
16Sin
embargo, Herodes decía:
—Juan,
a quien yo hice decapitar, ha resucitado.
(Mt 14,3-5; cfr. Lc 3,19s)
17Herodes
había mandado arrestar a Juan y lo había encarcelado, por instigación de
Herodías, esposa de su hermano Felipe, con la que se había casado. 18Juan le decía a Herodes
que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. 19Por eso Herodías le tenía rencor y quería darle
muerte; pero no podía, 20porque
Herodes respetaba a Juan. Sabiendo que era hombre honrado y santo, lo protegía;
hacía muchas cosas aconsejado por él y lo escuchaba con agrado.
(Mt 14,6-12)
21Llegó
la oportunidad cuando, para su cumpleaños, Herodes ofreció un banquete a sus
dignatarios, a sus comandantes y a la gente principal de Galilea. 22Entró la hija de Herodías,
bailó y gustó a Herodes y a los convidados. El rey dijo a la muchacha:
—Pídeme
lo que quieras, que te lo daré.
23Y
juró [demasiado]:
—Aunque
me pidas la mitad de mi reino, te lo daré.
24Ella
salió y preguntó a su madre:
—¿Qué
le pido?
Le
respondió:
—La
cabeza de Juan el Bautista.
25Entró
enseguida, se acercó al rey y le pidió:
—Quiero
que me des inmediatamente, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
26El
rey se puso muy triste; pero, por el juramento y por los convidados, no quiso
contrariarla. 27Y envió
inmediatamente a un verdugo con orden de traer la cabeza de Juan. Éste fue y lo
decapitó en la prisión, 28trajo
en una bandeja la cabeza y se la entregó a la muchacha; y ella se la entregó a
su madre.
29Sus
discípulos, al enterarse, fueron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.
Da de comer a cinco mil
(Mt 14,13-21; Lc 9,10-17; cfr. Jn
6,1-14)
30Los
apóstoles se reunieron con Yahshúa y le contaron todo lo que habían hecho y
enseñado. 31Él les dijo:
—Vengan
ustedes solos, a un paraje despoblado, a descansar un rato. Porque los que iban
y venían eran tantos, que no les quedaba tiempo ni para comer.
32Así
que se fueron solos en barca a un paraje despoblado. 33Pero muchos los vieron marcharse y se dieron cuenta.
De todos los poblados fueron corriendo a pie hasta allá y se les adelantaron. 34Al desembarcar, vio un
gran gentío y se compadeció, porque eran como ovejas sin pastor. Y se puso a
enseñarles muchas cosas. 35Como
se hacía tarde, los discípulos fueron a decirle:
—El
lugar es despoblado y ya es muy tarde; 36despídelos
para que vayan a los campos y a los pueblos vecinos a comprar algo para comer.
37Él
les respondió:
—Denle
ustedes de comer.
Replicaron:
—Tendríamos
que comprar pan por doscientos denarios para darles de comer.
38Les
contestó:
—¿Cuántos
panes tienen? Vayan a ver.
Lo
averiguaron y le dijeron:
—Cinco
panes y dos pescados.
39Ordenó
que los hicieran recostarse en grupos sobre la hierba verde. 40Se sentaron en grupos de
cien y de cincuenta. 41Tomó
los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, bendijo y partió
los panes y se los fue dando a [sus] discípulos para que los sirvieran; y
repartió también los pescados entre todos. 42Comieron
todos y quedaron satisfechos. 43Recogieron
las sobras de los panes y los pescados y llenaron doce canastas. 44Los que comieron [los
panes] eran cinco mil hombres.
Camina
sobre el agua
(Mt 14,22-33; cfr. Jn 6,15-21)
45Enseguida
obligó a sus discípulos a que se embarcaran y lo precedieran a la otra orilla,
a Betsaida, mientras él despedía a la gente. 46Después de esto, subió al monte a orar. 47Anochecía y la barca
estaba en medio del lago y él a solas en la costa. 48Viéndolos fatigados de remar, porque tenían viento
contrario, hacia la madrugada se acercó a ellos caminando sobre el agua,
intentando adelantarlos. 49Al
verlo caminar sobre el lago, creyeron que era un fantasma y gritaron, 50porque todos lo habían
visto y estaban espantados. Pero él inmediatamente les habló y les dijo:
—¡Anímense!
Soy yo, no teman.
51Subió
a la barca con ellos y el viento cesó. Ellos estaban [absolutamente] pasmados; 52ya que no habían entendido
lo de los panes, pues tenían la mente cerrada.
Sanaciones
en Genesaret
(Mt 14,34-36)
53Terminada
la travesía, tocaron tierra en Genesaret y atracaron. 54Cuando desembarcaron, la gente lo reconoció. 55Recorriendo toda la
región, le fueron llevando en camillas todos los enfermos, hasta el lugar donde
habían oído que se encontraba. 56En
cualquier pueblo, ciudad, o campo por donde pasaba, colocaban a los enfermos en
la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos el borde de su manto. Y los
que lo tocaban se sanaban.
Sobre
la tradición
(Mt 15,1-9)
7 |
1Se
reunieron junto a él los fariseos y algunos letrados venidos de Jerusalén. 2Vieron que algunos de sus
discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavárselas 3–porque los fariseos y los
judíos, en general, no comen sin antes lavarse cuidadosamente las manos,
observando la tradición de sus mayores; 4y
si vuelven del mercado, no comen si no se lavan totalmente; y observan otras
muchas reglas tradicionales, como el lavado de copas, jarras y ollas [y
mesas]–. 5De modo que los
fariseos y los letrados le preguntaron:
—¿Por
qué no siguen tus discípulos la tradición de los mayores, sino que comen con
manos impuras?
6Les
respondió:
—Qué
bien profetizó Isaías de la hipocresía de ustedes cuando escribió:
Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí;
7el culto que me dan es inútil,
ya que la doctrina que enseñan
son preceptos humanos.
8Ustedes
descuidan el mandato de Dios y mantienen la tradición de los hombres.
9Y
añadió:
—¡Cómo
dejan de lado el mandato de Dios para mantener su propia tradición! 10Pues Moisés dijo: Sustenta a tu padre y a tu madre, y
también: El que abandona a su padre o su
madre debe ser condenado a muerte. 11Ustedes
en cambio dicen: Si uno comunica a su padre o su madre que la ayuda que debía
darles es corbán, es decir, ofrenda
sagrada, 12entonces le
está permitido no ayudarlos. 13Y
así invalidan el precepto de Dios en nombre de su tradición. Y como ésas hacen
muchas otras cosas.
Sobre
la verdadera pureza
(Mt 15,10-20)
14Llamando
de nuevo a la gente, les dijo:
—Escuchen
todos y entiendan. 15No
hay nada afuera del hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo. Lo que lo
hace impuro, es lo que sale de él. 16[[El
que tenga oídos para oír que escuche.]]
17Cuando
se apartó de la gente y entró en casa, le preguntaban los discípulos el sentido
de la comparación.
18Y
él les dijo:
—¿Conque
también ustedes siguen sin entender? ¿No comprenden que lo que entra en el
hombre desde afuera no puede contaminarlo, 19porque
no le entra en el corazón, sino en el vientre y después es expulsado del
cuerpo? –Con lo cual declaraba puros todos los alimentos–.
20Y
añadió:
—Lo
que sale del hombre es lo que contamina al hombre. 21De dentro, del corazón del hombre salen los malos
pensamientos, fornicación, robos, asesinatos, 22adulterios, codicia, malicia, fraude, desenfreno,
envidia, blasfemia, arrogancia, desatino. 23Todas
estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre.
La
fe de una mujer cananea
(Mt 15,21-28)
24Desde
allí se puso en camino y se dirigió a la región de Tiro. Entró en una casa con
intención de pasar inadvertido pero no lo logró. 25Una mujer que tenía a su hija poseída por un espíritu
inmundo se enteró de su llegada, acudió y se postró a sus pies. 26La mujer era pagana,
natural de la Fenicia siria. Le pedía que expulsase de su hija al demonio.
27Yahshúa
le respondió:
—Deja
que primero se sacien los hijos. No está bien quitar el pan a los hijos para
echárselo a los perritos.
28Ella
replicó:
—Señor,
también los perritos, debajo de la mesa, comen de las migas que dejan caer los
niños.
29Le
dijo:
—Por
eso que has dicho, puedes irte, que el demonio ha salido de tu hija.
30Se
volvió a casa y encontró a su hija acostada en la cama; el demonio había
salido.
Sana
a un sordomudo
31Después
salió de la región de Tiro, pasó de nuevo por Sidón y se dirigió al lago de
Galilea atravesando la región de la Decápolis. 32Le llevaron un hombre sordo y tartamudo y le
suplicaban que impusiera las manos sobre él. 33Lo tomó, lo apartó de la gente y, a solas, le metió
los dedos en los oídos; después le tocó la lengua con saliva; 34levantó la vista al cielo,
suspiró y le dijo:
Effatá,
que significa ábrete.
35[Al
momento] se le abrieron los oídos, se le soltó el impedimento de la lengua y
hablaba normalmente. 36Les
mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más insistía, más lo pregonaban. 37Llenos de asombro
comentaban: Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Da
de comer a cuatro mil
(Mt 15,32-39)
8 |
1En
aquellos días se reunió otra vez mucha gente y no tenían qué comer. Llamó a los
discípulos y les dijo:
2—Me
compadezco de esta gente, ya llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer.
3Si los despido a casa en
ayunas, desfallecerán por el camino; y algunos han venido de lejos.
4Le
contestaron los discípulos:
—¿De
dónde sacaríamos panes para alimentarlos aquí, en despoblado?
5Les
preguntó:
—¿Cuántos
panes tienen?
Respondieron:
—Siete.
6Ordenó
a la gente que se recostara en el suelo. Tomó los siete panes, dio gracias, los
partió y se los dio a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los
sirvieron a la gente. 7Tenían
también unos pocos pescaditos. Los bendijo y mandó que los sirvieran. 8Comieron hasta quedar
satisfechos, y recogieron las sobras en siete canastas. 9Eran unos cuatro mil.
Los
despidió 10y enseguida
embarcó con los discípulos y se dirigió al territorio de Dalmanuta.
Le
piden una señal celeste
(Mt 16,1-4)
11Salieron
los fariseos y se pusieron a discutir con él, pidiéndole, para ponerlo a
prueba, una señal del cielo.
12Él
suspiró profundamente y dijo:
—¿Para
qué pide una señal esta generación? Les aseguro que a esta generación no se le
dará ninguna señal. 13Dejándolos,
se embarcó de nuevo y pasó a la otra orilla.
Ceguera
de los discípulos
(Mt 16,5-12)
14Los
discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían en la barca más que
uno. 15Él les daba esta
recomendación:
—¡Estén
atentos! Cuídense de la levadura de los fariseos y de la de Herodes.
16Ellos
discutían porque no tenían pan. 17Dándose
cuenta, Yahshúa les dijo:
—¿Por
qué discuten que no tienen pan? ¿Todavía no entienden ni comprenden? ¿Tienen
acaso la mente cerrada? 18Tienen
ojos, ¿y no ven?; tienen oídos, ¿y no oyen? ¿No se acuerdan? 19Cuando repartí los cinco
panes entre los cinco mil, ¿cuántas canastas llenas de sobras recogieron?
Le
contestaron:
—Doce.
20—Y
cuando repartí los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos canastos de sobras
recogieron?
[Le]
respondieron:
—Siete.
21Entonces
les dijo:
—¿Todavía
no comprenden?
El
ciego de Betsaida
22Cuando
llegaron a Betsaida, le llevaron un ciego y le pidieron que lo tocase. 23Tomando al ciego de la
mano, lo sacó a las afueras del pueblo, luego de ponerle saliva en los ojos, le
impuso las manos y le preguntó:
—¿Ves
algo?
24Y
mientras recobraba la vista dijo:
—Veo
hombres; los veo como árboles, pero caminando.
25De
nuevo le impuso las manos a los ojos. El ciego afinó la mirada, fue sanado y
distinguía todo con claridad. 26Yahshúa
lo envió a casa y le dijo:
—¡Ni
se te ocurra entrar en el pueblo!
Confesión
de Pedro
(Mt 16,13-20; Lc 9,18-21; cfr. Jn
6,67-71)
27Yahshúa
emprendió el viaje con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Felipe.
Por el camino preguntó a los discípulos:
—¿Quién
dice la gente que soy yo?
28Le
respondieron:
—Unos
que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que uno de los profetas.
29Él
les preguntó a ellos:
—Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Respondió
Pedro:
—Tú
eres el Mesías.
30Entonces
les ordenó que a nadie hablaran de esto.
Primer
anuncio
de la pasión y resurrección
(Mt 16,21-23; Lc 9,22)
31Y
empezó a explicarles que el Hijo del Hombre tenía que padecer mucho, ser
rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los letrados, sufrir la
muerte y después de tres días resucitar. 32Les
hablaba con franqueza. Pero Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo. 33Mas él se volvió y, viendo
a los discípulos, reprendió a Pedro:
—¡Aléjate
de mi vista, Satanás! Tus pensamientos son los de los hombres, no los de Dios.
Condiciones para ser discípulo
(Mt 16,24-28; Lc 9,23-27)
34Y
llamando a la gente con los discípulos, les dijo:
—El
que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. 35El que quiera salvar su
vida, la perderá; quien la pierda por mí y por la Buena Noticia, la salvará. 36¿De qué le vale al hombre
ganar todo el mundo si pierde su vida?, 37¿qué
precio pagará el hombre por ella?
38Si
uno se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y
pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la gloria de
su Padre y acompañado de sus santos ángeles.
9 |
1Y
añadió:
—Les aseguro que
algunos de los que están aquí presentes no sufrirán la muerte antes de que vean
llegar el reino de Dios con poder.
Transfiguración
de Yahshúa
(Mt 17,1-8; Lc 9,28-36)
2Seis
días más tarde tomó Yahshúa a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llevó aparte
a una montaña elevada. Delante de ellos se transfiguró: 3su ropa se volvió de una blancura resplandeciente, tan
blanca como nadie en el mundo sería capaz de blanquearla. 4Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Yahshúa.
5Pedro tomó la palabra y
dijo a Yahshúa:
—Maestro,
¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías 6–No
sabía lo que decía, porque estaban llenos de miedo–.
7Entonces
vino una nube que les hizo sombra, y salió de ella una voz:
—Éste
es mi Hijo querido. Escúchenlo.
8De
pronto miraron a su alrededor y no vieron más que a Yahshúa solo con ellos.
9Mientras
bajaban de la montaña les encargó que no contaran a nadie lo que habían visto,
hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. 10Ellos cumplieron aquel
encargo pero se preguntaban qué significaría resucitar de entre los muertos.
(Mt 17,10-12)
11Y
le preguntaron:
—¿Por
qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?
12Él
les respondió:
—Elías
vendrá primero y restaurará todo. Pero, ¿por qué está escrito que el Hijo del
Hombre ha de padecer mucho y ser despreciado? 13Yo les digo que Elías ya vino y lo trataron a su antojo,
tal como está escrito.
Sana
a un niño epiléptico
(Mt 17,14-21; Lc 9,37-43a)
14Cuando
volvieron adonde estaban los discípulos, vieron un gran gentío y unos letrados
discutiendo con ellos. 15En
cuanto la gente lo vio, quedaron sorprendidos y corrieron a saludarlo.
16Él
les preguntó:
—¿De
qué están discutiendo?
17Uno
de la gente le contestó:
—Maestro,
te he traído a mi hijo, poseído por un espíritu que lo deja mudo. 18Cada vez que lo ataca, lo
tira al suelo; él echa espuma por la boca, rechina los dientes y se queda
rígido. He pedido a tus discípulos que lo expulsaran y no han podido.
19Él
les contestó:
—¡Qué
generación incrédula! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hasta cuándo
tendré que soportarlos? Tráiganmelo.
20Se
lo llevaron; y, en cuanto el espíritu lo vio, sacudió con violencia al
muchacho, que cayó a tierra y se revolcaba echando espuma por la boca.
21Yahshúa
preguntó al padre:
—¿Desde
cuándo le sucede esto?
Contestó:
—Desde
niño. 22Y muchas veces
incluso lo tira al agua o al fuego para acabar con él. Por eso, si puedes hacer
algo, compadécete de nosotros y ayúdanos.
23Yahshúa
le respondió:
—¿Que
si puedo? Todo es posible para quien cree.
24Inmediatamente
el padre del muchacho exclamó:
—Creo;
pero socorre mi falta de fe.
25Viendo
Yahshúa que la gente se agolpaba sobre ellos, reprendió al espíritu inmundo:
—Espíritu
sordo y mudo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas a entrar en él.
26Dando
un grito y sacudiéndolo fuertemente, salió.
El
muchacho quedó como un cadáver, tanto que muchos decían que estaba muerto. 27Pero Yahshúa, tomándolo de
la mano, lo levantó y el muchacho se puso en pie.
28Cuando
Yahshúa entró en casa, los discípulos le preguntaban aparte:
—¿Por
qué nosotros no pudimos expulsarlo?
29Respondió:
—Esa
clase sólo sale a fuerza de oración.
Segundo
anuncio
de la pasión y resurrección
(Mt 17,22s; Lc 9,43b-45)
30Desde
allí fueron recorriendo Galilea, y no quería que nadie lo supiera.
31A
los discípulos les explicaba:
—El
Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de hombres que le darán muerte;
después de morir, al cabo de tres días, resucitará.
32Ellos,
aunque no entendían el asunto, no se atrevían a preguntarle.
¿Quién
es el más importante?
(Mt 18,1-5; Lc 9,46-48)
33Llegaron
a Cafarnaún y, ya en casa, les preguntó:
—¿De
qué hablaban por el camino?
34Se
quedaron callados, porque por el camino habían estado discutiendo quién era el
más importante.
35Se
sentó, llamó a los Doce, y les dijo:
—El
que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos.
36Después
llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo:
37—Quien
reciba a uno de estos niños en mi nombre, a mí me recibe. Quien me recibe a mí,
no es a mí a quién recibe, sino al que me envió.
El
exorcista anónimo
(Lc 9,49s)
38Juan
le dijo:
—Maestro,
vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo
porque no nos sigue.
39Yahshúa
respondió:
—No
se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal
de mí. 40Quien no está
contra nosotros, está a nuestro favor.
(Mt 10,42)
41Quien
les dé a beber un vaso de agua en atención a que ustedes son del Mesías les
aseguro que no quedará sin recompensa.
Radicalidad
ante el pecado
(Mt 18,6s; Lc 17,1s)
42Si
alguien lleva a pecar a uno de estos pequeños que creen [en mí], más le valdría
que le atasen una piedra de molino en el cuello y lo arrojaran al mar.
(Mt 18,8s)
43Si
tu mano te lleva a pecar, córtatela. Más te vale entrar manco en la vida que
con las dos manos ir a parar al infierno, al fuego inextinguible. 44[[Donde el gusano no muere
y el fuego no se apaga.]]
45Si
tu pie te lleva a pecar, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la vida que con
los dos pies ser arrojado al infierno. 46[[Donde
el gusano no muere y el fuego no se apaga.]]
47Si
tu ojo te lleva a pecar, sácatelo. Más te vale entrar con un solo ojo en el
reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno, 48donde el gusano no muere y
el fuego no se apaga.
49Todos
serán sazonados al fuego.
(cfr. Mt 5,13; Lc 14,34s)
50La
sal es buena; pero si la sal pierde el sabor, ¿con qué la sazonarán? Ustedes
tengan sal y estén en paz con los demás.
Sobre
el divorcio
(Mt 19,1-9)
10 |
1Desde
allí se encaminó al territorio de Judea, al otro lado del Jordán. De nuevo se
acercó a él una multitud y, según su costumbre, se puso a enseñar. 2Llegaron unos fariseos y,
para ponerlo a prueba, le preguntaron:
—¿Puede
un hombre separarse de su mujer?
3Les
contestó:
—¿Qué
les mandó Moisés?
4Respondieron:
—Moisés
permitió escribir el acta de divorcio y
separarse.
5Yahshúa
les dijo:
—Porque
son duros de corazón Moisés escribió ese precepto. 6Pero al principio de la creación Dios los hizo hombre y mujer, 7y por eso abandona un hombre a su padre y a
su madre, [se une a su mujer] 8y los dos se hacen una sola carne. De
suerte que ya no son dos, sino una sola carne. 9Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el
hombre.
10Una
vez en casa, los discípulos le
preguntaron de nuevo acerca de aquello.
11Él
les dijo:
—El
que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio contra la
primera. 12Si ella se
divorcia del marido y se casa con otro, comete adulterio.
Bendice
a unos niños
(Mt 19,13-15; Lc 18,15-17)
13Le
traían niños para que los tocara, y los discípulos los reprendían.
14Yahshúa,
al verlo, se enojó y dijo:
—Dejen
que los niños se acerquen a mí; no se lo impidan, porque el reino de Dios
pertenece a los que son como ellos. 15Les
aseguro, el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16Y
los acariciaba y bendecía imponiendo las manos sobre ellos.
El
joven rico
(Mt 19,16-30; Lc 18,18-30)
17Cuando
se puso en camino, llegó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó:
—Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar vida eterna?
18Yahshúa
le respondió:
—¿Por
qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. 19Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no jurarás en falso, no
defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.
20Él
le contestó:
—Maestro,
todo eso lo he cumplido desde mi juventud.
21Yahshúa
lo miró con cariño y le dijo:
—Una
cosa te falta: ve, vende cuanto tienes y dáselo a [los] pobres y tendrás un
tesoro en el cielo; después sígueme.
22Ante
estas palabras, se llenó de pena y se marchó triste; porque era muy rico.
23Yahshúa
mirando alrededor dijo a sus discípulos:
—Difícilmente
entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas.
24Los
discípulos se asombraron de lo que decía.
Pero
Yahshúa insistió:
—¡Qué
difícil es entrar en el reino de Dios! 25Es
más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar
en el reino de Dios.
26Ellos
llenos de asombro y temor se decían:
—Entonces,
¿quién puede salvarse?
27Yahshúa
los quedó mirando y les dijo:
—Para
los hombres es imposible, pero no para Dios; porque para Dios todo es posible.
28Pedro
entonces le dijo:
—Mira,
nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
29Yahshúa
le contestó:
—Les
aseguro que todo el que deje casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos
o campos por mí y por la Buena Noticia 30ha
de recibir en esta vida cien veces más en casas y hermanos y hermanas y madres
e hijos y campos, en medio de las persecuciones, y en el mundo futuro la vida
eterna.
31Porque
muchos primeros serán los últimos y muchos últimos serán los primeros.
Tercer anuncio
de la pasión y resurrección
(Mt 20,17-19; Lc 18,31-34)
32Iban
de camino, subiendo hacia Jerusalén. Yahshúa iba adelante, los que le seguían
estaban sorprendidos y con miedo. Él reunió otra vez a los Doce y se puso a
anunciarles lo que le iba a suceder:
33—Miren,
estamos subiendo a Jerusalén: el Hijo del Hombre será entregado a los sumos
sacerdotes y los letrados, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los
paganos, 34que se
burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y le darán muerte, y luego de tres
días resucitará.
Contra la ambición
(Mt 20,20-24)
35Se
le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
—Maestro,
queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.
36Les
preguntó:
—¿Qué
quieren de [mí]?
37Le
respondieron:
—Concédenos
sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda.
38Yahshúa
replicó:
—No
saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo he de beber o recibir el
bautismo que yo voy a recibir?
39Ellos
respondieron:
—Podemos.
Yahshúa
les dijo:
—La
copa que yo voy a beber también la beberán ustedes, el bautismo que yo voy a
recibir también lo recibirán ustedes; 40pero
sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es
para quienes está reservado.
41Cuando
los otros lo oyeron, se enojaron con Santiago y Juan.
(Mt 20,25-28; Lc 22,25-27)
42Pero
Yahshúa los llamó y les dijo:
—Saben
que entre los paganos los que son tenidos por gobernantes dominan a las
naciones como si fueran sus dueños y los poderosos imponen su autoridad. 43No será así entre ustedes;
más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor
de los demás; 44y quien
quiera ser el primero que se haga sirviente de todos. 45Porque el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino
a servir y a dar su vida como rescate por muchos.
Sana
a un ciego
(Mt 20,29-34; Lc 18,35-43)
46Llegaron
a Jericó. Y cuando salía de allí con sus discípulos y un gentío considerable,
Bartimeo, hijo de Timeo, un mendigo ciego, estaba sentado al costado del
camino. 47Al oír que era Yahshúa
de Nazaret, se puso a gritar:
—¡Yahshúa,
Hijo de David, compadécete de mí!
48Muchos
lo reprendían para que se callase. Pero él gritaba más fuerte:
—¡Hijo
de David, compadécete de mí!
49Yahshúa
se detuvo y dijo:
—Llámenlo.
Llamaron
al ciego diciéndole:
—¡Ánimo,
levántate, que te llama!
50Él
dejó el manto, se puso en pie y se acercó a Yahshúa. 51Yahshúa le preguntó:
—¿Qué
quieres de mí?
Contestó
el ciego:
—Maestro,
que recobre la vista.
52Yahshúa
le dijo:
—Vete,
tu fe te ha salvado.
Al
instante recobró la vista y lo seguía por el camino.
Entrada
triunfal en Jerusalén
(Mt 21,1-11; Lc 19,29-40; cfr. Jn
12,12-19)
11 |
1Cuando
se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos,
envió a dos discípulos 2diciéndoles:
—Vayan
al pueblo de enfrente y, al entrar, encontrarán un burrito atado, que aún nadie
ha montado. Desátenlo y tráiganlo. 3Y
si alguien les pregunta por qué hacen eso, le dirán que le hace falta al Señor
y que se lo devolverá muy pronto.
4Fueron
y encontraron el burrito atado junto a una puerta, por fuera, en la calle. Lo
soltaron. 5Algunos de los
allí presentes les dijeron:
—¿Por
qué sueltan el burrito?
6Contestaron
como les había encargado Yahshúa, y les permitieron llevarlo.
7Llevaron
el burrito a Yahshúa, le echaron encima sus mantos, y Yahshúa se montó. 8Muchos alfombraban el
camino con sus mantos, otros con ramos cortados en el campo. 9Los que iban delante y
detrás gritaban:
¡Hosana!
Bendito el que viene
en nombre del Señor.
10Bendito
el reino
de
nuestro padre David que llega.
¡Hosana en las alturas!
11Entró
en Jerusalén y se dirigió al templo. Después de inspeccionarlo todo, como era
tarde, volvió con los Doce a Betania.
Maldice
la higuera
(Mt 21,18s)
12Al
día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. 13Al ver de lejos una higuera frondosa, se acercó para
ver si encontraba algo; pero no encontró más que hojas, pues no era el tiempo
de los higos. 14Entonces
le dijo:
—Nunca
jamás nadie coma frutos tuyos.
Los
discípulos lo estaban escuchando.
Purifica
el Templo
(Mt 21,12-17; Lc 19,45-48; cfr. Jn
2,13-16)
15Llegaron
a Jerusalén y, entrando en el templo, se puso a echar a los que vendían y
compraban en el templo; volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los
que vendían palomas, 16y
no dejaba a nadie transportar objetos por el templo.
17Y
les explicó:
—Está
escrito: Mi casa será casa de oración
para todas las naciones; en cambio ustedes la han convertido en cueva de
asaltantes.
18Lo
oyeron los sumos sacerdotes y los letrados y buscaban la forma de acabar con
él; pero le tenían miedo, porque toda la gente admiraba su enseñanza. 19Cuando anocheció, salió de
la ciudad.
La higuera seca
(Mt 21,20-22)
20Por
la mañana, pasando junto a la higuera, vieron que se había secado de raíz. 21Pedro se acordó y le dijo:
—Maestro,
mira, la higuera que maldijiste se ha secado.
22Yahshúa
le respondió:
—Tengan
fe en Dios. 23Les aseguro
que si uno, sin dudar en su corazón, sino creyendo que se cumplirá lo que dice,
manda a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, lo conseguirá. 24Por tanto les digo que,
cuando oren pidiendo algo, crean que se les concederá, y así sucederá.
(Mt 6,14s)
25Cuando
se pongan a orar, perdonen lo que tengan contra otros, y el Padre del cielo
perdonará sus culpas. 26[[Pero
si no perdonan a los demás, tampoco el Padre del cielo los perdonará a
ustedes.]]
La
autoridad de Yahshúa
(Mt 21,23-27; Lc 20,1-8)
27Volvieron
a Jerusalén y, mientras caminaba por el templo, se le acercaron los sumos
sacerdotes, los letrados y los ancianos 28y
le dijeron:
—¿Con
qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado tal autoridad para hacerlo?
29Yahshúa
respondió:
—Les
haré una pregunta, si ustedes me responden yo les diré con qué autoridad lo
hago. 30El bautismo de
Juan, ¿procedía del cielo o de los hombres? Respóndanme.
31Ellos
discutían entre sí: Si afirmamos que del cielo, nos dirá que, por qué no le
creímos. 32¿Vamos a decir
que de los hombres? –Tenían miedo a la gente, porque todos consideraban a Juan
un profeta auténtico–. 33Así
que respondieron:
—No
sabemos.
Y
Yahshúa les dijo:
—Entonces
yo tampoco les digo con qué autoridad lo hago.
Parábola
de los viñadores malvados
(Mt 21,33-46; Lc 20,9-19)
12 |
1Se
puso a hablarles con parábolas: Un hombre plantó una viña, la rodeó con una
tapia, cavó un lagar y construyó una torre; se la arrendó a unos viñadores y se
marchó.
2A
su debido tiempo, envió un sirviente a los viñadores para cobrar su parte del
fruto de la viña. 3Ellos
lo agarraron, lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías.
4Les
envió un segundo sirviente; y ellos lo maltrataron y lo injuriaron.
5Envió
un tercero, y lo mataron; y a otros muchos: a unos los apalearon, a otros los
mataron.
6Le
quedaba uno, su hijo querido, y lo envió en último término, pensando que
respetarían a su hijo. 7Pero
los viñadores se dijeron: Es el heredero. Lo matamos y la herencia será
nuestra. 8Así que lo
mataron y lo arrojaron fuera de la viña.
9Ahora
bien, ¿qué hará el dueño de la viña? Irá, acabará con los viñadores y entregará
la viña a otros.
10¿No
han leído aquel texto de la Escritura:
La piedra
que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular;
11es el Señor quien lo ha hecho;
y nos parece un milagro?
12Intentaron
arrestarlo, porque comprendieron que la parábola era para ellos. Pero, como
tenían miedo a la gente, lo dejaron y se fueron.
Sobre el tributo al césar
(Mt
22,15-22; Lc 20,20-26)
13Después
le enviaron unos fariseos y herodianos para ponerle una trampa con las
palabras.
14Se
acercaron y le dijeron:
—Maestro,
nos consta que eres sincero e imparcial porque no juzgas según la apariencia de
la gente, sino que enseñas con verdad el camino de Dios. ¿Es lícito pagar
tributo al césar o no? ¿Lo pagamos o no?
15Dándose
cuenta de su hipocresía, les dijo:
—¿Por
qué me ponen a prueba? Tráiganme una moneda, que la vea.
16Se
la llevaron y les preguntó:
—¿De
quién es esta imagen y esta inscripción?
Le
contestaron:
—Del
césar.
17Y
Yahshúa replicó:
—Entonces
den al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.
Y
quedaron sorprendidos de su respuesta.
Sobre
la resurrección
(Mt 22,23-33; Lc 20,27-40)
18Se
acercaron unos saduceos, quienes niegan la resurrección, y le dijeron:
19Maestro,
Moisés nos dejó escrito que si alguien
muere y deja a su mujer sin hijos, su
hermano debería casarse con la mujer para así dar descendencia a su hermano
difunto. 20Eran siete
hermanos: el primero se casó y murió sin descendencia; 21el segundo tomó a la viuda y murió sin descendencia;
lo mismo el tercero. 22Ninguno
de los siete dejó descendencia. Después de todos murió la mujer. 23En la resurrección,
[cuando resuciten,] ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete
estuvieron casados con ella.
24Yahshúa
les respondió:
—¿No
están equivocados por esto, por no conocer las Escrituras ni el poder de Dios? 25Cuando resuciten de entre
los muertos, los hombres y las mujeres no se casarán, sino que serán como
ángeles en el cielo. 26Y
a propósito de que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés
el episodio de la zarza? Dios le dijo:
Yo soy el Dios de Abrahán,
el Dios de Isaac,
el Dios de Jacob.
27No
es un Dios de muertos, sino de vivos. Ustedes están muy equivocados.
Sobre
el precepto más importante
(Mt 22,34-40; Lc 10,25-28)
28Un
letrado que escuchó la discusión y al ver lo acertado de la respuesta, se
acercó y le preguntó:
—¿Cuál
es el precepto más importante?
29Yahshúa
respondió:
—El
más importante es:
Escucha, Israel,
el Señor nuestro Dios es uno solo.
30Amarás al Señor, tu Dios
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con toda tu mente,
con todas tus fuerzas.
31El
segundo es:
Amarás al prójimo
como a ti mismo.
No
hay mandamiento mayor que éstos.
32El
letrado le respondió:
—Muy
bien, maestro; es verdad lo que dices: el
Señor es uno solo y no hay otro fuera de él. 33Que amarlo con todo el corazón, con toda la
inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale
más que todos los holocaustos y sacrificios.
34Al
ver Yahshúa que había respondido acertadamente, le dijo:
—No
estás lejos del reino de Dios.
Y
nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Sobre
el Mesías y David
(Mt 22,41-46; Lc 20,41-44)
35Cuando
enseñaba en el templo, Yahshúa tomó la palabra y dijo:
—¿Por
qué dicen los letrados que el Mesías es Hijo de David? 36Si el mismo David, inspirado por el Espíritu Santo,
dijo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies.
37David
mismo lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?
La
multitud escuchaba a Yahshúa con gusto.
Invectiva
contra los letrados
(Lc 20,45-47)
38Y
él, instruyéndolos, dijo:
—Cuídense
de los letrados. Les gusta pasear con largas túnicas, que los saluden por la
calle, 39buscan los
primeros asientos en las sinagogas y los mejores puestos en los banquetes. 40Con pretexto de largas
oraciones, devoran los bienes de las viudas. Ellos recibirán una sentencia más
severa.
La
ofrenda de la viuda
(Lc 21,1-4)
41Sentado
frente a las alcancías del templo, observaba cómo la gente depositaba su
limosna.
Muchos
ricos daban en abundancia. 42Llegó
una viuda pobre y echó unas moneditas de muy poco valor.
43Yahshúa
llamó a los discípulos y les dijo:
—Les
aseguro que esa pobre viuda ha dado más que todos los demás. 44Porque todos han dado de
lo que les sobra; pero ésta, en su indigencia, ha dado cuanto tenía para vivir.
Sobre
la destrucción del Templo
(Mt 24,1s; Lc 21,5s)
13 |
1Cuando
salía del templo, le dijo uno de sus discípulos:
—Maestro, mira qué piedras y qué
construcciones.
2Yahshúa
le contestó:
—¿Ven
esos grandes edificios? Pues se derrumbarán sin que quede piedra sobre piedra.
Comienzo
de los dolores
(Mt
24,3-8; Lc 21,7-11)
3Estaba
sentado en el monte de los Olivos, enfrente del templo. Pedro y Santiago, Juan
y Andrés le preguntaron aparte:
4—¿Cuándo
sucederá todo eso? ¿Cuál es la señal de que todo está para acabarse?
5Yahshúa
empezó a decirles:
—¡Cuidado,
que nadie los engañe! 6Se
presentarán muchos en mi nombre diciendo: Soy yo, y engañarán a muchos. 7Cuando oigan ruido de
guerras y noticias de ellas, no se alarmen. Todo eso ha de suceder, pero
todavía no es el final. 8Porque
se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino. Habrá terremotos en
diversos lugares, habrá carestías. Es el comienzo de los dolores de parto.
(Mt 10,17s; Lc 21,12s)
9Ocúpense
de ustedes mismos. Los entregarán a los tribunales, los apalearán en las
sinagogas, y por mi causa comparecerán ante magistrados y reyes para dar
testimonio ante ellos.
(Mt 24,14)
10Pero
antes se ha de anunciar en todas las naciones la Buena Noticia.
(Mt
10,19s; Lc 12,11s)
11Cuando
los conduzcan para entregarlos, no se preocupen por lo que tendrán que decir;
lo que Dios les inspire en aquel momento es lo que dirán. Porque no serán
ustedes los que hablen, sino el Espíritu Santo.
(Mt 10,21s)
12Un
hermano entregará a su hermano a la muerte, un padre a su hijo; se levantarán
hijos contra padres y les darán muerte. 13Serán
odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que aguante hasta el final se
salvará.
La
gran tribulación
(Mt 24,15-22; Lc 21,20-24)
14Cuando
vean el ídolo abominable instalado donde no debe –el lector que lo entienda–,
entonces los que viven en Judea que escapen a los montes. 15El que esté en la azotea no baje ni entre en casa a
recoger algo; 16el que se
encuentre en el campo no vuelva a buscar el manto. 17¡Ay de las embarazadas y de las que tengan niños de
pecho en aquellos días! 18Recen
para que no suceda en invierno. 19Aquellos
días habrá una tribulación tan grande como no la hubo desde que Dios creó el
mundo hasta ahora, ni la habrá en el futuro. 20Y si el Señor no abreviara aquella etapa, no se
salvaría ni uno. Pero, acortará esos días a causa de los que quiere salvar.
(Mt 24,23-25)
21Entonces,
si alguien les dice que el Mesías está aquí o allí, no le crean. 22Porque surgirán falsos
mesías y falsos profetas, que harán milagros y prodigios, hasta el punto de
engañar, si fuera posible, a los elegidos.
23Ustedes
estén atentos, que yo los he prevenido de todo.
La
parusía
(Mt 24,29-31; Lc 21,25-28)
24En
aquellos días, después de esa tribulación el sol se oscurecerá, la luna no
irradiará su resplandor, 25las
estrellas caerán del cielo y los ejércitos celestes temblarán. 26Entonces verán llegar al Hijo del Hombre entre nubes,
con gran poder y gloria. 27Y
enviará a los ángeles para reunir a [sus] elegidos desde los cuatros vientos,
de un extremo de la tierra a un extremo del cielo.
El
ejemplo de la higuera
(Mt 24,32-35; Lc 21,29-33)
28Aprendan
del ejemplo de la higuera: cuando las ramas se ablandan y brotan las hojas,
saben que está cerca la primavera. 29Lo
mismo ustedes, cuando vean suceder aquello, sepan que el fin está cerca, a las
puertas. 30Les aseguro
que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso. 31El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Sobre
el día y la hora
(Mt 24,36)
32En
cuanto al día y la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles en el cielo, ni el
hijo; sólo los conoce el Padre.
(Mt
25,13)
33¡Estén
atentos y despiertos, porque no conocen el día ni la hora!
(cfr.
Mt 25,14)
34Será
como un hombre que se va de su casa y se la encarga a sus sirvientes,
distribuye las tareas, y al portero le encarga que vigile.
(cfr. Mt 24,42; Lc 12,36-38)
35Así
pues, estén atentos porque no saben cuándo va a llegar el dueño de casa, si al
anochecer o a medianoche o al canto del gallo o de mañana; 36que, al llegar de repente, no los sorprenda dormidos.
37Lo
que les digo a ustedes se lo digo a todos: ¡Estén atentos!
Complot para matar a Yahshúa
(Mt 26,1-5; Lc 22,1s; cfr. Jn 11,45-57)
14 |
1Faltaban
dos días para la fiesta de la Pascua y de los Ázimos. Los sumos sacerdotes y
los letrados buscaban apoderarse de él mediante un engaño para darle muerte. 2Pero decían que no debía
ser durante las fiestas, para que no se amotinase el pueblo.
Unción en Betania
(Mt
26,6-13; cfr. Lc 7,36-50; Jn 12,1-8)
3Estando
él en Betania, invitado en casa de Simón el Leproso, llegó una mujer con un
frasco de perfume de nardo puro muy costoso. Quebró el frasco y se lo derramó
en la cabeza. 4Algunos
comentaban indignados:
—¿A
qué viene este derroche de perfume? 5Se
podía haberlo vendido por trescientos denarios para dárselos a los pobres.
Y
la reprendían.
6Pero
Yahshúa dijo:
—Déjenla,
¿por qué la molestan? Ha hecho una obra buena conmigo. 7A los pobres los tendrán siempre entre ustedes y podrán
socorrerlos cuando quieran; pero a mí no siempre me tendrán. 8Ha hecho lo que podía: se ha
adelantado a preparar mi cuerpo para la sepultura. 9Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se
proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho.
Traición de Judas
(Mt
26,14-16; Lc 22,3-6)
10Judas
Iscariote, uno de los Doce, se dirigió a los sumos sacerdotes para
entregárselo. 11Al oírlo
se alegraron y prometieron darle dinero. Y él se puso a buscar una oportunidad
para ello.
Preparación
de la cena pascual
(Mt 26,17-19; Lc 22,7-13)
12El
primer día de los Ázimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, le dijeron los
discípulos:
—¿Dónde
quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
13Él
envió a dos discípulos encargándoles:
—Vayan
a la ciudad y les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua.
Síganlo 14y donde entre,
digan al dueño de casa: Dice el Maestro que dónde está la sala en la que va a
comer la cena de Pascua con sus discípulos. 15Él les mostrará un salón en el piso superior,
preparado con divanes. Preparen allí la cena.
16Salieron
los discípulos, se dirigieron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y
prepararon la cena de Pascua.
Anuncio
de la traición
(Mt 26,20-25; cfr. Lc 22,21-23; Jn
13,21-30)
17Al
atardecer llegó con los Doce. 18Se
pusieron a la mesa y, mientras comían, dijo Yahshúa:
—Les
aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que come conmigo.
19Entristecidos,
empezaron a preguntarle uno por uno:
—¿Soy
yo?
20Les
respondió:
—Uno
de los Doce, que moja el pan conmigo en la fuente. 21El Hijo del Hombre se va, como está escrito de él;
pero, ¡ay de aquel por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría
a ese hombre no haber nacido.
Institución
de la Eucaristía
(Mt 26,26-30; Lc 22,14-20;
cfr. Jn 6,51-59; 1 Cor 11,23-25)
22Mientras
cenaban, tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
—Tomen,
esto es mi cuerpo.
23Y
tomando la copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y bebieron todos de
ella. 24Les dijo:
—Ésta
es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. 25Les aseguro que no volveré
a beber el fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el reino
de Dios.
26Después
cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos.
Anuncia
el abandono de sus discípulos
(Mt 26,31-35; Lc 22,31-34; cfr. Jn
13,36-38)
27Yahshúa
les dijo:
—Todos
van a fallar, como está escrito:
Heriré al pastor
y se dispersarán las ovejas.
28Pero,
cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.
29Pedro
le contestó:
—Aunque
todos fallen, yo no.
30Le
dijo Yahshúa:
—Te
aseguro que tú hoy mismo, esta noche, antes de que el gallo cante dos veces, me
habrás negado tres.
31Él
insistió:
—Aunque
tenga que morir contigo, no te negaré.
Lo
mismo decían los demás.
Oración
en el huerto
(Mt 26,36-46; cfr. Lc 22,39-46)
32Llegados
al lugar llamado Getsemaní, dijo a sus discípulos:
—Siéntense
aquí mientras yo voy a orar.
33Llevó
con él a Pedro, Santiago y Juan y empezó a sentir tristeza y angustia. 34Entonces les dijo:
—Siento
una tristeza de muerte; quédense aquí y permanezcan despiertos.
35Se
adelantó un poco, se postró en tierra y oraba que, si era posible, se alejara
de él aquella hora. 36Decía:
Abba,
Padre, tú lo puedes todo, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya.
37Volvió,
y los encontró dormidos. Dijo a Pedro:
—Simón,
¿duermes? ¿No has sido capaz de estar despierto una hora? 38Permanezcan despiertos y oren para no caer en la
tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
39Se
retiró otra vez y oró repitiendo las mismas palabras. 40Al volver, los encontró otra vez dormidos, porque los
ojos se les cerraban de sueño; y no supieron qué contestar.
41Volvió
por tercera vez y les dijo:
—¡Todavía
dormidos y descansando! Basta, ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre
será entregado en poder de los pecadores. 42Vamos,
levántense, se acerca el traidor.
Arresto
de Yahshúa
(Mt 26,47-56; Lc 22,47-53; cfr. Jn
18,1-11)
43Todavía
estaba hablando cuando se presentó Judas, uno de los Doce, y con él gente
armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes, los letrados y los
ancianos. 44El traidor
les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arréstenlo y llévenlo
con cuidado.
45Enseguida,
acercándose a Yahshúa, le dijo: ¡Maestro!, y le dio un beso.
46Los
otros se le tiraron encima y lo arrestaron.
47Uno
de los presentes desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al sirviente
del sumo sacerdote.
48Yahshúa
se dirigió a ellos:
—Como
si se tratara de un asaltante, han salido armados de espadas y palos para
capturarme. 49Diariamente
estaba con ustedes enseñando en el templo y no me arrestaron. Pero se ha de
cumplir la Escritura.
50Y
todos lo abandonaron y huyeron.
Un
joven anónimo
51Le
seguía, también, un muchacho cubierto sólo por una sábana. Lo agarraron; 52pero él, soltando la
sábana, se les escapó desnudo.
Yahshúa
ante el Consejo
(Mt 26,57s; Lc 22,54s; cfr. Jn
18,12-16)
53Condujeron
a Yahshúa a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes
con los ancianos y los letrados. 54Pedro
le fue siguiendo a distancia hasta entrar en el palacio del sumo sacerdote. Se
quedó sentado con los empleados, calentándose junto al fuego.
(Mt 26,59-63a)
55El
sumo sacerdote y el Consejo en pleno buscaban un testimonio contra Yahshúa que
permitiera condenarlo a muerte, y no lo encontraban, 56ya que aunque muchos testimoniaban en falso contra él,
sus testimonios no concordaban.
57Algunos
se levantaron y declararon en falso contra él:
58—Le
hemos oído decir: Yo he de destruir este santuario, construido por manos
humanas, y en tres días construiré otro, no edificado con manos humanas.
59Pero
tampoco en este punto concordaba el testimonio de ellos.
60Entonces
el sumo sacerdote se puso de pie en medio y preguntó a Yahshúa:
—¿No
respondes nada a lo que éstos declaran contra ti?
61aÉl
callaba y no respondía nada.
(Mt 26,63b-66; Lc 22,66-71; cfr. Jn
18,19-21)
61bDe
nuevo le preguntó el sumo sacerdote:
—¿Eres
tú el Mesías, el Hijo del Bendito?
62Yahshúa
respondió:
—Yo
soy. Verán al Hijo del Hombre sentado a
la derecha del Todopoderoso y llegando entre las nubes del cielo.
63El
sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo:
—¿Qué
falta nos hacen los testigos? 64Ustedes
mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?
Todos
sentenciaron que era reo de muerte.
(Mt 26,67; Lc 22,63-65; cfr. Jn
18,22s)
65Algunos
se pusieron a escupirle, a taparle los ojos y darle bofetadas diciendo:
—¡Adivina
quién fue!
También
los empleados le daban bofetadas.
Negaciones
de Pedro
(Mt 26,69s; Lc 22,56s; cfr. Jn
18,17s)
66Estaba
Pedro abajo en el patio, cuando una sirvienta del sumo sacerdote, 67viendo que se calentaba,
se le quedó mirando y le dijo:
—También
tú estabas con el Nazareno, con Yahshúa.
68Él
lo negó:
—Ni
sé ni entiendo lo que dices.
Salió
al vestíbulo [y un gallo cantó].
(Mt 26,71-75; Lc 22,58-62; cfr. Jn
18,25-27)
69La
sirvienta lo vio y empezó a decir otra vez a los presentes:
—Éste
es uno de ellos.
70De
nuevo lo negó.
Al
poco tiempo también los presentes decían a Pedro:
—Realmente
eres de ellos, porque eres galileo.
71Entonces
empezó a echar maldiciones y a jurar que no conocía al hombre del que hablaban.
72Al instante cantó por
segunda vez el gallo. Pedro recordó lo que le había dicho Yahshúa: Antes de que
el gallo cante dos veces me habrás negado tres. Y se puso a llorar.
Yahshúa ante Pilato
(Mt 27,1s; Lc 23,1; cfr. Jn 18,28-32)
15 |
1Ni
bien amaneció, el Consejo en pleno, sumos sacerdotes, ancianos y letrados se
pusieron a deliberar. Ataron a Yahshúa, lo condujeron y se lo entregaron a
Pilato.
(Mt 27,11-14;
Lc 23,3s; cfr. Jn 18,33-38)
2Pilato
lo interrogó:
—¿Eres
tú el rey de los judíos?
Contestó:
—Tú
lo dices.
3Los
sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
4Pilato
lo interrogó de nuevo:
—¿No
respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
5Pero
Yahshúa no le contestó, con gran admiración de Pilato.
Condena
de Yahshúa
(Mt 27,15-26; Lc 23,17-25; cfr. Jn
18,39–19,1.4-16)
6Para
la fiesta solía dejarles libre un preso, el que pedían. 7Un tal Barrabás estaba encarcelado con otros amotinados
que en una revuelta habían cometido un homicidio. 8La gente subió y empezó a pedirle el indulto
acostumbrado.
9Pilato
les respondió:
—¿Quieren
que les suelte al rey de los judíos? 10Pues
comprendía que los sumos sacerdotes lo habían entregado por envidia.
11Pero
los sumos sacerdotes incitaron a la gente para que pidieran más bien la
libertad de Barrabás.
12Pilato
respondió otra vez:
—¿Y
qué [quieren] que haga con el [que llaman] rey de los judíos?
13Gritaron:
—¡Crucifícalo!
14Pilato
dijo:
—Pero,
¿qué mal ha hecho?
Ellos
gritaban más fuerte:
—¡Crucifícalo!
15Pilato,
decidido a dejar contenta a la gente, les soltó a Barrabás y a Yahshúa lo
entregó para que lo azotaran y lo crucificaran.
Burla de los soldados
(Mt
27,27-31; cfr. Jn 19,2s)
16Los
soldados se lo llevaron dentro del palacio, al pretorio, y convocaron a toda la guardia. 17Lo vistieron de púrpura, trenzaron una corona de
espinas y se la colocaron. 18Y
se pusieron a hacerle una reverencia:
—¡Salud,
rey de los judíos!
19Le
golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y doblando la rodilla le rendían
homenaje. 20Terminada la
burla, le quitaron la púrpura, lo vistieron con su ropa y lo sacaron para
crucificarlo.
Crucifixión
y muerte de Yahshúa
(Mt 27,32-56; cfr. Lc 23,26-49; Jn
19,17-30)
21Pasaba
por allí de vuelta del campo un tal Simón de Cirene, padre de Alejandro y Rufo,
y lo forzaron a cargar con la cruz. 22Lo
condujeron al Gólgota, que significa
Lugar de la Calavera. 23Le
ofrecieron vino con mirra, pero él no lo tomó. 24Lo crucificaron y se repartieron su ropa, echando a
suertes lo que le tocara a cada uno.
25Eran
las nueve de la mañana cuando lo crucificaron.
26La
inscripción que indicaba la causa de la condena decía: El rey de los judíos. 27Con él crucificaron a dos
asaltantes, uno a la derecha y otro a la izquierda. 28[[Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado
entre los malhechores.]]
29Los
que pasaban lo insultaban moviendo la cabeza y decían:
—El
que derriba el santuario y lo reconstruye en tres días, 30sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
31A
su vez los sumos sacerdotes, burlándose entre sí, comentaban con los letrados:
—Ha
salvado a otros pero a sí mismo no se puede salvar. 32El Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz
para que lo veamos y creamos.
Y
también lo insultaban los que estaban crucificados con él.
33Al
mediodía se oscureció todo el territorio hasta media tarde. 34A esa hora Yahshúa gritó
con voz potente:
Eloi eloi lema sabaktani,
que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por
qué me has abandonado?
35Algunos
de los presentes, al oírlo, comentaban:
—Está
llamando a Elías.
36Uno
empapó una esponja en vinagre, la sujetó a una caña y le ofreció de beber
diciendo:
—¡Quietos!
A ver si viene Elías a librarlo.
37Pero
Yahshúa, lanzando un grito, expiró.
38El
velo del santuario se rasgó en dos de arriba abajo. 39El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo expiró,
dijo:
—Realmente
este hombre era Hijo de Dios.
40Estaban
allí mirando a distancia unas mujeres, entre ellas María Magdalena, María,
madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, 41quienes, cuando estaba en Galilea, le habían seguido y
servido; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Sepultura
de Yahshúa
(Mt 27,57-61; Lc 23,50-56; cfr. Jn
19,38-42)
42Ya
anochecía; y como era el día de la preparación, víspera de sábado, 43José de Arimatea,
consejero respetado, que esperaba el reino de Dios, tuvo la osadía de
presentarse a Pilato a pedirle el cuerpo de Yahshúa.
44Pilato
se extrañó de que ya hubiera muerto. Llamó al centurión y le preguntó si ya
había muerto. 45Informado
por el centurión, le concedió el cuerpo a José.
46Éste
compró una sábana, lo bajó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo colocó en
un sepulcro excavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del
sepulcro.
47María
Magdalena y María de José observaban dónde lo habían puesto.
Resurrección de Yahshúa
(Mt
28,1-8; Lc 24,1-12; cfr. Jn 20,1-10)
16 |
1Cuando
pasó el sábado, María Magdalena, María de Santiago y Salomé compraron perfumes
para ir a ungirlo.
2El
primer día de la semana, muy temprano, cuando amanecía, llegaron al sepulcro.
3Se
decían:
—¿Quién
nos moverá la piedra de la entrada del sepulcro?
4Alzaron
la vista y observaron que la piedra estaba movida. Era muy grande. 5Al entrar al sepulcro,
vieron un joven vestido con un hábito blanco, sentado a la derecha; y quedaron
sorprendidas.
6Les
dijo:
—No
tengan miedo. Ustedes buscan a Yahshúa Nazareno, el crucificado. No está aquí,
ha resucitado. Miren el lugar donde lo habían puesto. 7Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que irá
delante de ellos a Galilea. Allí lo verán, como les había dicho.
8Ellas
salieron corriendo del sepulcro, asustadas y fuera de sí. Y de puro miedo, no
dijeron nada a nadie.
Se aparece a María Magdalena
(cfr.
Mt 28,9s; Jn 20,11-18)
9[[El
primer día de la semana por la mañana resucitó Yahshúa y se apareció a María
Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. 10Ella fue a contárselo a los suyos, que estaban
llorando y haciendo duelo. 11Ellos,
al escuchar que estaba vivo y se le había aparecido, no le creyeron.
Se aparece a dos discípulos
(cfr.
Lc 24,13-35)
12Después
se apareció con otro aspecto a dos de ellos que iban caminando por el campo. 13Ellos fueron a contárselo
a los demás, pero tampoco a ellos les creyeron.
Se aparece a los Once
(cfr. Mt 28,16s; Lc 24,36s; Jn 20,19s)
14Por
último se apareció a los Once cuando estaban a la mesa. Les reprendió su
incredulidad y obstinación por no haber creído a los que lo habían visto
resucitado.
Misión
de los discípulos
(cfr.
Mt 28,18-20; Lc 24,44-49;
Jn 20,22s; Hch 1,7s)
15Y
les dijo:
—Vayan
por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad. 16Quien crea y se bautice se
salvará; quien no crea se condenará. 17A
los creyentes acompañarán estas señales: en mi nombre expulsarán demonios,
hablarán lenguas nuevas, 18agarrarán
serpientes; si beben algún veneno, no les hará daño; impondrán las manos sobre
los enfermos y se sanarán.
Ascensión de Yahshúa
(cfr.
Lc 24,50-53; Hch 1,9-11)
19El
Señor Yahshúa, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a
la derecha de Dios. 20Ellos
salieron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba la
Palabra con las señales que la acompañaban.]]
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