EVANGELIO RESTAURADO SEGÚN JUAN
juan
Introducción
El más puro y radical de
los evangelios. El originalísimo libro de
Juan es también un evangelio y si «evangelio» es proclamar la fe en Yahshúa
para provocar la fe del oyente, éste es el más puro y radical. En el Antiguo
Testamento la existencia del pueblo de Israel se decidía frente a la ley de
Dios (cfr. Dt 29); en el evangelio de Juan, es toda la existencia humana la que
se decide frente a Yahshúa: por Él o contra Él, fe o incredulidad.
Yahshúa, camino que conduce al Padre. La persona de Yahshúa ocupa el centro del mensaje de Juan. Su
estilo descriptivo es intencionalmente realista, quizás como reacción contra
los que negaban la realidad humana del Hijo de Dios –docetismo–. Juan nos lleva
a «ver y palpar» a su protagonista. Pero su realismo es simbólico, cargado de
sentido, que la fe descubre y la contemplación asimila. El evangelio de Juan
nos conduce desde el primer momento a la contemplación de Yahshúa el Mesías en
su misterio de eternidad y de trascendencia (1,1). A él le debemos la atrevida
afirmación teológica: «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros»
(1,14). Una constante búsqueda contemplativa marca la índole interna de su
estructura desde el principio hasta al final. Al comienzo, Yahshúa pregunta a
sus discípulos: «¿Qué buscan?» (1,38). Con las mismas palabras se dirigirá a
María Magdalena después de su resurrección: «¿A quién buscas?» (20,15). Esta
cuestión se plantea a todo lector del evangelio, quien es invitado a dar una
respuesta lúcida y llena de fe.
Si en Marcos Yahshúa se
revela como Hijo de Dios a partir de su bautismo, y en Mateo y Lucas a partir
de su concepción, Juan se remonta a su preexistencia en el seno de la Trinidad.
Desde allí, desciende y entra en la historia humana con la misión primaria de
revelar al Padre. No resulta sorprendente constatar que este evangelio haya
ejercido una atracción e influencia decisivas entre aquellas personas que se
deciden a leerlo con sinceridad y perseverancia. Así lo ha registrado la voz
unánime de la tradición. El gran Orígenes manifiesta con ardor su plena estima
y veneración: «No es atrevido decir que, de todas las Escrituras, los
evangelios son las primicias, y que, de entre los evangelios, las primicias son
el evangelio de Juan, cuyo sentido nadie puede captar si no se ha reclinado en
el pecho de Yahshúa y no ha recibido de Yahshúa a María como madre» (Comentario
a san Juan 1,23).
El camino histórico de Yahshúa. Para captar el alcance de la misión histórica de Yahshúa que nos
presenta Juan, hay que sumergirse en el mundo simbólico de las Escrituras: luz,
tinieblas, agua, vino, bodas, camino, palabra, paloma… Pero, por encima de
todo, resuena en su evangelio el «Yo soy» del Dios del Antiguo Testamento que Yahshúa
se apropia reiteradamente. Sobre este trasfondo de símbolos, Juan hace emerger
con dramatismo, utilizando sus materiales y recursos con libertad y dominio, la
progresiva revelación del misterio de la persona de Yahshúa, luz y vida de la
humanidad, hasta su «hora» suprema en que se manifestará con toda su grandeza. Simultáneamente,
junto a la adhesión de fe, titubeante a veces, de algunos pocos seguidores,
surge y crece en intensidad la incredulidad que provoca esta revelación. La luz
y las tinieblas se ven así confrontadas hasta esa «hora», la muerte, en la que
la aparente victoria de las tinieblas se desvanece ante la luz gloriosa de la
resurrección. Entonces, el Padre y el Hijo, por medio del Espíritu, abren su
intimidad a la contemplación del creyente.
Aspectos literarios. El evangelio posee un estilo único, pleno de vigor y vitalidad.
Algunas piezas resultan admirables, auténticas obras de arte. Pueden destacarse
al menos cuatro: el relato de la samaritana, el ciego de nacimiento, la
resurrección de Lázaro, y el drama de la pasión. Si nos fijamos en la manera concreta
en que está redactado, habría que calificar a su estilo como de «oleadas».
Habla con la profundidad y la paciencia del mar: refiere una afirmación, la
reitera, la vuelve a repetir con mayor énfasis, la subraya con otra
entonación... así va progresando el discurso. De una manera lenta,
parsimoniosa. Sus frases se asemejan a olas repetidas que poco a poco van
cubriendo la orilla. El mar no se cansa nunca. La obra es imponente en su
unidad de concepción y en el vigor de su síntesis teológica. Texto literariamente
pletórico de belleza y fuerza dramática. Pero el evangelio no se recrea en la
forma. Esta belleza contribuye a presentar la novedad absoluta del mensaje que
transmite: la gloria de Yahshúa el Mesías, desplegada en nuestra historia, que
Juan, el testigo, ha contemplado y que ahora la narra en su evangelio.
Es generalmente aceptada
la propuesta según la cual su redacción y composición se ha desarrollado a
través de cinco estratos:
1. La predicación oral de
Juan, hijo de Zebedeo. Este material de tradición oral abarca las obras y
palabras de Yahshúa.
2. Los discípulos de Juan,
en una gran labor de escuela teológica, meditan, seleccionan, elaboran y
presentan la predicación y los recuerdos de su maestro, el apóstol Juan,
durante un largo tiempo que cubre varios decenios. Intervienen varias manos,
que muestran la diversidad de estilo manifiesta por ejemplo en el capítulo 21.
En este estrato se realiza la soldadura o fusión entre «señal» y «discurso».
3. Primera redacción del
evangelio. Alguien que llamamos evangelista, un discípulo de la escuela de
Juan, reúne todo el material evangélico precedente, y le da una impronta
unitaria, coherente y autónoma, a saber, un evangelio.
4. Segunda redacción del
evangelio. Una edición posterior que pretende responder a las nuevas
situaciones y conflictos originados en la Iglesia. La existencia de los
seguidores de Juan el Bautista quienes ponían la autoridad de su maestro por
encima de la de Yahshúa. La situación de los cristianos, oriundos del judaísmo,
que eran expulsados de las sinagogas por confesar a Yahshúa (cfr. 9,22; 16,22).
El relato entero del ciego de nacimiento es aplicado a la nueva situación de
los años 90, cuando los cristianos eran expulsados de la sinagoga.
5. Redacción última y
definitiva, hecha por una persona distinta del tercer y cuarto estrato. Este
redactor era amigo íntimo o discípulo cercano al evangelista, y ciertamente
pertenecía a la escuela de Juan. Ha insertado en la obra ya existente algunos
materiales de Juan que él conocía. El añadido de 6,51-58 a 6,35-50. Algunas
inserciones sin contextos: 3,31-36 y 12,44-50 (son pasajes que interrumpen el
hilo narrativo). Algunos capítulos los ha cambiado de orden: la resurrección de
Lázaro aparece como determinante de la muerte de Yahshúa. Para ello ha debido
adelantar la expulsión de los vendedores del templo (que en los sinópticos
aparece como causa de la muerte de Yahshúa) al comienzo de la vida pública
(2,13-22) y ha reagrupado los grandes discursos de Yahshúa en el discurso de
despedida (15–17). También se le atribuyen algunos textos de contenido
sacramental (Jn 3,5a; 6,51c-58), la conclusión del capítulo 21 y la
denominación de «discípulo amado» a quien había sido su maestro.
Esta redacción se situaría
en Éfeso, a finales de los años 90, teniendo como destinatarios a cristianos
provenientes, en su mayoría, del judaísmo y separados de éste no por razones de
observancia sino por la fe en Yahshúa. Es una comunidad preparada ya para
caminar en la historia entre dificultades y persecuciones esperando la venida
definitiva del Señor. El evangelista deje entrever a unos cristianos y
cristianas que viven la presencia de Yahshúa en los sacramentos, como el
Bautismo –cfr. el diálogo con Nicodemo y los símbolos del agua (3)–; la
Eucaristía –cfr. el milagro y discurso de los panes (6,1-58) y el lavatorio de
los pies (13,1-17)–; el sacramento de la Reconciliación –cfr. el poder de
perdonar pecados (20,22s)–.
La comunidad Joánica. Tras la gran guerra judía con los romanos (año 70), un grupo de
piadosos judíos se retira a Yamnia, bajo la dirección de Yohanan ben Zakkay.
Allí reconstruyen la herencia del pueblo. Puesto que ya no existe templo, se
hace de la Ley el objetivo exclusivo de toda la existencia de Israel. Pero este
judaísmo que renace de sus cenizas (nunca mejor dicho, pues aún estaban
humeantes las ruinas del templo de Jerusalén, destruido por el general romano
Tito) debe afirmar su identidad. Su firmeza disciplinaria está a la medida de
su fragilidad. Tiene que consolidarse y hacerse fuerte, incluso intolerante, a
fin de poder sobrevivir. No puede aceptar claudicaciones, ni desviaciones.
Ortodoxia pura y dura es el principio rector que les anima.
En estas circunstancias, a
partir de los años 80, aparece la «Birkat ha-minim», o la «Bendición de los
excluidos». Bajo la autoridad del Rabí Gamaliel II, Semuel el Menor introdujo
una bendición (eufemismo para indicar una verdadera maldición). Corresponde a
la duodécima de la célebre oración «Dieciocho Bendiciones», también llamada
«Tefilá». En ella se condenaba a los herejes, incluyendo sobre todo a los
cristianos. Éste es el texto de la famosa «duodécima bendición»:
No
haya esperanza para los apóstatas,
Destruye
pronto el reino de la tiranía;
y
perezcan en un instante los ha-minim (los herejes).
Sean
borrados del libro de la vida
y
no queden inscritos con los justos.
Con la inclusión de esta
«bendición» se conseguía descubrir a los «herejes», ya que se les exigía
recitarla en voz alta en la sinagoga. Tenían, pues, que maldecirse a sí mismos,
excluirse y marginarse. Se convertían ellos mismos en sus propios delatores.
Tal era la sutil artimaña de esta práctica. Los cristianos, oriundos del
judaísmo, son excluidos de la sinagoga. Sobrevino una ruptura que escindió a
las dos comunidades pertenecientes originalmente a un mismo pueblo. El
evangelio de Juan registra la expulsión de los cristianos de la sinagoga. El
relato del ciego de nacimiento (capítulo 9) representa un reflejo dramático de
tan grave conflicto. El evangelio emplea un vocablo típico («aposynagogoi» o
«excluidos de la sinagoga»: 12,42; 16,2); y refiere también el miedo que los
judíos esgrimen para prohibir toda confesión pública de la nueva fe en Yahshúa
(7,13; 19,38; 20,19).
Los fariseos que están en
el poder expulsan a los cristianos cuya mayoría es de extracción judía. Estos
cristianos se encuentran literalmente «echados fuera, a la calle» (cfr. Jn
9,34: «Y lo echaron fuera»); se hallan de improviso al margen de su comunidad
de origen, familiar, social y religiosa. El trauma resulta de una dureza, para
nosotros, difícilmente imaginable. El evangelio de Juan está escrito desde este
drama, y sangra por esta herida abierta entre hermanos drásticamente separados.
Las relaciones de las comunidades joánicas con la sinagoga farisaica nos
muestran sin rodeos que las Iglesias de Juan han nacido no en un espacio
paradisíaco, sino en los conflictos, en las polémicas, en las lágrimas y las
rupturas.
Pero la comunidad no sólo
padece la persecución externa, también sufre en su seno las separaciones y
divisiones. Las cartas de san Juan se hacen eco de este drama: dentro de la
comunidad surge el cisma y las herejías. «Muchos antiel Mesíass ya han
venido... Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros» (1 Jn
2,18s), confiesa con pesar el autor de las cartas. La comunidad, sacudida en
sus cimientos por el desgaste externo y la controversia dentro de su mismo
seno, tuvo que aferrarse a su fe en «El Mesías Yahshúa» para descubrir una
razón con la que poder sobrevivir. Los recuerdos de Yahshúa, transmitidos por
el discípulo amado, serán al mismo tiempo su consuelo y su fortaleza: la única
verdad o revelación de Dios, la plenitud de vida y de sentido, y el camino
seguro para retornar hasta el Padre. En medio de su orfandad, la comunidad
encontraba protección en Yahshúa quien les aseguraba su presencia salvadora:
«Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Jn 14,6).
Plan del evangelio: la «hora de Yahshúa». Es ésta «hora» la que aglutina y estructura todo el evangelio de
Juan, marcando el ritmo de la vida de Yahshúa en un movimiento de descenso y de
retorno. El evangelista comienza con un prólogo (1,1-18) en que presenta a su
protagonista, la Palabra Eterna de Dios, que desciende a la historia humana,
haciéndose carne en Yahshúa de Nazaret, con la misión de revelar al mundo el
misterio salvador de Dios. Esta misión es su «hora». A este prólogo sigue la
primera parte de la obra, el llamado «libro de los signos» (2,12) que describe
el comienzo de la misión de Yahshúa. A través de siete milagros, a los que el
evangelista llama «signos», y otros relatos va apareciendo la novedad radical
de la presencia del Señor en la humanidad: el «vino de la Nueva Alianza»
(2,1-11); el «Nuevo Templo» de su cuerpo sacrificado (2,13-22); el nuevo
«renacer» (3,1-21); el «agua viva» (4,1-42); el «pan de vida» (6,35); la «luz
del mundo» (8,12); la «resurrección y la vida» (11, 25). A continuación, viene
la segunda parte de la obra, el llamado «libro de la pasión o de la gloria»
(13–21). Ante la inminencia de su «hora», provocada por la hostilidad creciente
de sus enemigos, Yahshúa prepara el acontecimiento con el gesto de lavar los
pies a sus discípulos (13,1-11), gesto preñado de significado: purificación
bautismal, eucaristía, anuncio simbólico de la humillación de la pasión. Luego
realiza una gran despedida a los suyos en la última cena (13,12–17,26) en que
retoma y ahonda los principales temas de su predicación. Por fin, el
cumplimiento de su «hora» y el retorno al Padre a través de su pasión, muerte y
resurrección (18–21).
Prólogo
1 |
1Al
principio existía la Palabra
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
2Ella
existía al principio junto a Dios.
3Todo
existió por medio de ella,
y sin ella nada existió de cuanto
existe.
4En
ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
5la
luz brilló en las tinieblas,
y las tinieblas no la comprendieron.
6—Apareció
un hombre enviado por Dios, llamado Juan, 7que
vino como testigo, para dar testimonio de la luz, de modo que todos creyeran
por medio de él.
8Él
no era la luz, sino un testigo de la luz.
9La
luz verdadera
que ilumina a todo hombre
estaba viniendo al mundo.
10En
el mundo estaba,
el mundo existió por ella,
y el mundo no la reconoció.
11Vino
a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
12Pero
a los que la recibieron,
a los que creen en ella,
los hizo capaces de ser hijos de Dios:
13ellos
no han nacido de la sangre
ni del deseo de la carne,
ni del deseo del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
14La
Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y
nosotros hemos contemplado su gloria,
gloria que recibe del Padre como Hijo
único,
lleno de gracia y verdad.
15Juan
grita dando testimonio de él: Éste es aquél del que yo decía: El que viene
detrás de mí, es más importante que yo, porque existía antes que yo.
16De
su plenitud hemos recibido todos:
gracia tras gracia.
17Porque
la ley se promulgó
por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad
se realizaron por Yahshúa el Mesías.
18Nadie
ha visto jamás a Dios;
el Hijo único, Dios,
que estaba al lado del Padre.
Él nos lo dio a conocer.
Testimonio
de Juan el Bautista
(cfr.
Mt 3,1-12; Mc 1,1-8; Lc 3,1-18)
19Éste
es el testimonio de Juan, cuando los judíos [le] enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. 20Él confesó y no negó; confesó que no era el Mesías.
21Le
preguntaron:
—Entonces, ¿eres Elías?
Respondió:
—No lo soy.
—¿Eres el profeta?
Respondió:
—No.
22Le
dijeron:
—¿Quién eres? Tenemos que llevar una
respuesta a quienes nos enviaron; ¿qué dices de ti?
23Respondió:
—Yo soy la voz
del
que grita en el desierto:
Enderecen
el camino del Señor,
según dice el profeta Isaías.
24Algunos
de los enviados eran fariseos 25y
volvieron a preguntarle:
—Si no eres el Mesías ni Elías ni el
profeta, ¿por qué bautizas?
26Juan
les respondió:
—Yo bautizo con agua. Entre ustedes hay
alguien a quien no conocen, 27que
viene detrás de mí; y [yo] no soy digno de soltarle la correa de su sandalia.
28Esto
sucedía en Betania, junto al Jordán, donde Juan bautizaba.
(cfr. Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; Lc
3,21s)
29Al
día siguiente Juan vio acercarse a Yahshúa y dijo:
—Ahí está el Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo. 30De
él yo dije: Detrás de mí viene un hombre que es más importante que yo, porque
existía antes que yo. 31Yo
no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que él fuera manifestado a
Israel.
32Juan
dio este testimonio:
—Contemplé al Espíritu, que bajaba del
cielo como una paloma y se posaba sobre él. 33Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar me
había dicho: Aquél sobre el que veas bajar y posarse el Espíritu es el que ha
de bautizar con Espíritu Santo. 34Yo
lo he visto y atestiguo que él es el Hijo de Dios.
Llama
a sus primeros discípulos
(cfr. Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Lc
5,1-11)
35Al
día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. 36Viendo pasar a Yahshúa, dice:
—Ahí está el Cordero de Dios.
37Los
discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Yahshúa. 38Yahshúa se volvió y, al ver que le seguían, les dice:
—¿Qué buscan?
Respondieron:
—Rabí
–que significa maestro–, ¿dónde vives?
39Les
dice:
—Vengan y vean.
Fueron, vieron dónde vivía y se
quedaron con él aquel día. Eran las cuatro de la tarde.
40Uno
de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Yahshúa era Andrés,
hermano de Simón Pedro. 41Andrés
encuentra primero a su hermano Simón y le dice:
—Hemos encontrado al Mesías –que
traducido significa El Mesías–.
42Y
lo condujo a Yahshúa. Yahshúa lo miró y dijo:
—Tú eres Simón, hijo de Juan; te
llamarás Cefas –que significa Pedro–.
43Al
día siguiente Yahshúa decidió partir para Galilea, encuentra a Felipe y le
dice:
—Sígueme.
44Felipe
era de Betsaida, ciudad de Andrés y Pedro. 45Felipe
encuentra a Natanael y le dice:
—Hemos encontrado al que describen
Moisés en la ley y los profetas: Yahshúa, hijo de José, el de Nazaret.
46Responde
Natanael:
—¿Acaso puede salir algo bueno de
Nazaret?
Le dice Felipe:
—Ven y verás.
47Viendo
Yahshúa acercarse a Natanael, le dice:
—Ahí tienen un israelita de verdad, sin
falsedad.
48Le
pregunta Natanael:
—¿De qué me conoces?
Yahshúa le contestó:
—Antes de que te llamara Felipe, te vi
bajo la higuera.
49Respondió
Natanael:
—Maestro, tú eres el Hijo de Dios, el
rey de Israel.
50Yahshúa
le contestó:
—¿Crees porque te dije que te vi bajo
la higuera? Cosas más grandes que éstas verás.
51Y
añadió:
—Les aseguro que verán el cielo abierto
y los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.
La
boda de Caná
2 |
1Tres
días después se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba la madre de Yahshúa.
2También Yahshúa y sus
discípulos estaban invitados a la boda. 3Se
acabó el vino, y la madre de Yahshúa le dice:
—No tienen vino.
4Yahshúa
le responde:
—¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha
llegado mi hora.
5La
madre dice a los que servían:
—Hagan lo que él les diga.
6Había
allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los
judíos, con una capacidad de setenta a cien litros cada una. 7Yahshúa les dice:
—Llenen de agua las tinajas.
Las llenaron hasta el borde. 8Les dice:
—Ahora saquen un poco y llévenle al
encargado del banquete para que lo pruebe.
Se lo llevaron. 9Cuando el encargado del banquete probó el agua
convertida en vino, sin saber de dónde procedía, aunque los servidores que
habían sacado el agua lo sabían, se dirige al novio 10y le dice:
—Todo el mundo sirve primero el mejor
vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio
has guardado hasta ahora el vino mejor.
11En
Caná de Galilea hizo Yahshúa esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron
en él los discípulos. 12Después,
bajó a Cafarnaún con su madre, sus hermanos y discípulos, y se detuvo allí
varios días.
Purifica
el templo
(cfr. Mt 21,12-17; Mc 11,15-19; Lc
19,45-48)
13Como
se acercaba la Pascua judía, Yahshúa subió a Jerusalén. 14Encontró en el recinto del templo a los vendedores de
bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero sentados. 15Se hizo un látigo de
cuerdas y expulsó a todos del templo, ovejas y bueyes; esparció las monedas de
los que cambiaban dinero y volcó las mesas; 16a los que vendían palomas les dijo:
—Saquen eso de aquí y no conviertan la
casa de mi Padre en un mercado.
17Los
discípulos se acordaron de aquel texto: El
celo por tu casa me devora.
18Los
judíos le dijeron:
—¿Qué señal nos presentas para actuar
de ese modo?
19Yahshúa
les contestó:
—Derriben este santuario y en tres días
lo reconstruiré.
20Los
judíos dijeron:
—Cuarenta y seis años ha llevado la
construcción de este santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
21Pero
él se refería al santuario de su cuerpo. 22Y
cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos recordaron que había dicho
eso y creyeron en la Escritura y en las palabras de Yahshúa.
Reacciones
ante Yahshúa
23Estando
en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él al ver las
señales que hacía. 24Pero
Yahshúa no se confiaba de ellos porque los conocía a todos; 25no necesitaba informes de
nadie, porque él sabía lo que hay en el interior del hombre.
Yahshúa y Nicodemo
3 |
1Había
un hombre del partido fariseo, llamado Nicodemo, una autoridad entre los
judíos. 2Fue a visitarlo
de noche y le dijo:
—Maestro,
sabemos que vienes de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede hacer las
señales que tú haces si Dios no está con él.
3Yahshúa
le respondió:
—Te aseguro que, si uno no nace de
nuevo, no puede ver el reino de Dios.
4Le
responde Nicodemo:
—¿Cómo puede un hombre nacer siendo
viejo? ¿Podrá entrar de nuevo en el vientre materno para nacer?
5Le
contestó Yahshúa:
—Te aseguro que, si uno no nace del
agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6De la carne nace carne, del Espíritu nace espíritu. 7No te extrañes si te he
dicho que hay que nacer de nuevo. 8El
viento sopla hacia donde quiere: oyes su rumor, pero no sabes de dónde viene ni
adónde va. Así sucede con el que ha nacido del Espíritu.
9Le
respondió Nicodemo:
—¿Cómo puede suceder esto?
10Yahshúa
le respondió:
—Tú eres maestro de Israel, ¿y no
entiendes estas cosas? 11Te
lo aseguro: nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que
hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. 12Si no creen cuando les hablo de las cosas de la
tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? 13Nadie ha subido al cielo
si no es el que bajó del cielo: el Hijo del Hombre. 14Como Moisés en el desierto levantó la serpiente, así
ha de ser levantado el Hijo del Hombre, 15para
que quien crea en él tenga vida eterna. 16Tanto
amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no
muera, sino tenga vida eterna. 17Dios
no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por medio de él. 18El
que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en
el Hijo único de Dios. 19El
juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron
las tinieblas a la luz. Y es que sus acciones eran malas. 20Quien obra mal detesta la luz y no se acerca a la luz,
para que no delate sus acciones. 21En
cambio el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz para que se vea
claramente que todo lo hace de acuerdo con la voluntad de Dios.
Testimonio
final del Bautista
22Después
de esto, Yahshúa fue con sus discípulos a Judea; allí se quedó con ellos y se
puso a bautizar. 23También
Juan bautizaba, en Ainón, cerca de Salín, donde había agua abundante. La gente
acudía y se bautizaba. 24Todavía
no habían metido a Juan en la cárcel. 25Surgió
una discusión de los discípulos de Juan con un judío a propósito de las
purificaciones. 26Buscaron
a Juan y le dijeron:
—Maestro, el que estaba contigo en la
otra orilla del Jordán, del que diste testimonio, está bautizando, y todo el
mundo acude a él.
27Respondió
Juan:
—No puede un hombre recibir nada si no
se lo concede del cielo. 28Ustedes
son testigos de que dije: Yo no soy el Mesías, sino que me han enviado por
delante de él. 29Quien se
lleva a la novia es el novio. El amigo del novio que está escuchando se alegra
de oír la voz del novio. Por eso mi gozo es perfecto. 30Él debe crecer y yo disminuir.
Preeminencia de Yahshúa
31Quien
viene de arriba está por encima de todos. Quien viene de la tierra es terreno y
habla de cosas terrenas. Quien viene del cielo [está por encima de todos]. 32Él atestigua lo que ha
visto y oído, y nadie acepta su testimonio. 33Quien acepta su testimonio certifica que Dios es
veraz. 34El enviado de
Dios habla de las cosas divinas, porque Dios le da el Espíritu sin medida. 35El Padre ama al Hijo y
todo lo pone en sus manos. 36Quien
cree en el Hijo tiene vida eterna. Quien no cree al Hijo, no verá la vida,
porque lleva encima la ira de Dios.
Yahshúa
y la samaritana
4 |
1Los
fariseos se enteraron de que Yahshúa tenía más discípulos y bautizaba más que
Juan; 2si bien eran sus
discípulos los que bautizaban, no él personalmente. Cuando Yahshúa lo supo, 3abandonó Judea y se dirigió
de nuevo a Galilea. 4Tenía
que atravesar Samaría. 5Llegó
a un pueblo de Samaría llamado Sicar, cerca del terreno que Jacob dio a su hijo
José. 6Allí se encuentra
el pozo de Jacob. Yahshúa, cansado del camino, se sentó tranquilamente junto al
pozo. Era mediodía. 7Una
mujer de Samaría llegó a sacar agua.
Yahshúa le dice:
—Dame de beber.
8Los
discípulos habían ido al pueblo a comprar comida. 9Le responde la samaritana:
—¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides
de beber a mí, que soy samaritana? Los judíos no se tratan con los samaritanos.
10Yahshúa le contestó:
—Si conocieras el don de Dios y quién
es el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva.
11Le
dice [la mujer]:
—Señor, no tienes con qué sacar el agua
y el pozo es profundo, ¿dónde vas a conseguir agua viva? 12¿Eres, acaso, más poderoso que nuestro padre Jacob,
que nos dio este pozo, del que bebían él, sus hijos y sus rebaños?
13Le
contestó Yahshúa:
—El que bebe de esta agua vuelve a
tener sed; 14quien beba
del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, porque el agua que le daré se
convertirá dentro de él en manantial que brota dando vida eterna.
15Le
dice la mujer:
—Señor, dame de esa agua, para que no
tenga sed y no tenga que venir acá a sacarla.
16Le
dice:
—Ve, llama a tu marido y vuelve acá.
17Le
contestó la mujer:
—No tengo marido.
Le dice Yahshúa:
—Tienes razón al decir que no tienes
marido; 18porque has
tenido cinco hombres, y el que tienes ahora tampoco es tu marido. En eso has
dicho la verdad.
19Le
dice la mujer:
—Señor, veo que eres profeta. 20Nuestros padres daban culto
en este monte; ustedes en cambio dicen que es en Jerusalén donde hay que dar
culto.
21Le
dice Yahshúa:
—Créeme, mujer, llega la hora en que ni
en este monte ni en Jerusalén se dará culto al Padre. 22Ustedes dan culto a lo que no conocen, nosotros damos
culto a lo que conocemos; porque la salvación procede de los judíos. 23Pero llega la hora, ya ha
llegado, en que los que dan culto auténtico adorarán al Padre en espíritu y en
verdad. Porque esos son los adoradores que busca el Padre. 24Dios es Espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en
espíritu y verdad.
25Le
dice la mujer:
—Sé que vendrá el Mesías –es decir, El
Mesías–. Cuando él venga, nos lo explicará todo.
26Yahshúa
le dice:
—Yo soy, el que habla contigo.
27En
esto llegaron sus discípulos y se maravillaron de verlo hablar con una mujer.
Pero ninguno le preguntó qué buscaba o por qué hablaba con ella. 28La mujer dejó el cántaro,
se fue al pueblo y dijo a los vecinos:
29—Vengan
a ver un hombre que me ha contado todo lo que yo hice: ¿no será el Mesías?
30Ellos
salieron del pueblo y acudieron a él. 31Entretanto
los discípulos le rogaban:
—Come Maestro.
32Él
les dijo:
—Yo tengo un alimento que ustedes no
conocen.
33Los
discípulos comentaban:
—¿Le habrá traído alguien de comer?
34Yahshúa
les dice:
—Mi alimento es hacer la voluntad del
que me envió y concluir su obra. 35¿No
dicen ustedes que faltan cuatro meses para la cosecha? Pero yo les digo:
levanten los ojos y observen los campos que ya están madurando para la cosecha.
36El segador ya está
recibiendo su salario y cosechando fruto para la vida eterna; así lo celebran
sembrador y segador. 37De
ese modo se cumple el refrán: uno siembra y otro cosecha. 38Yo los he enviado a cosechar donde no han trabajado.
Otros han trabajado y ustedes recogen el fruto de sus esfuerzos.
39En
aquel pueblo muchos creyeron en él por las palabras de la mujer que
atestiguaba: Me ha dicho todo lo que hice. 40Los
samaritanos acudieron a él y le rogaban que se quedara con ellos. Se quedó allí
dos días, 41y muchos más
creyeron en él, a causa de su palabra; 42y
le decían a la mujer:
—Ya no creemos por lo que nos has
contado, porque nosotros mismos lo hemos escuchado y sabemos que éste es
realmente el salvador del mundo.
43Pasados
los dos días se trasladó de allí a Galilea. 44Yahshúa mismo había declarado que un profeta no recibe
honores en su patria. 45Cuando
llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien porque habían visto todo lo
que hizo en Jerusalén durante las fiestas; ya que también ellos habían estado
allá.
Sana al hijo de un funcionario real
(cfr.
Mt 8,5-13; Lc 7,1-10)
46Fue
de nuevo a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había allí
un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. 47Al oír que Yahshúa había llegado de Judea a Galilea,
fue a visitarlo y le suplicaba que bajase a sanar a su hijo moribundo. 48Yahshúa le dijo:
—Si no ven signos y prodigios, ustedes
no creen.
49Le
dice el funcionario real:
—Señor, baja antes de que muera mi
muchacho.
50Yahshúa
le dice:
—Regresa tranquilo, que tu hijo sigue
vivo.
El hombre creyó lo que le decía Yahshúa
y se puso en camino. 51Iba
ya bajando, cuando sus sirvientes le salieron al encuentro para anunciarle que
su muchacho estaba sano. 52Les
preguntó a qué hora se había puesto bien, y le dijeron que el día anterior a la
una se le había pasado la fiebre. 53Comprobó
el padre que era la hora en que Yahshúa le había dicho que su hijo seguía vivo.
Y creyó en él con toda su familia. 54Ésta
fue la segunda señal que hizo Yahshúa cuando se trasladó de Judea a Galilea.
Sana
a un enfermo en la piscina de Betesda
(cfr.
Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; Lc 5,17-26)
5 |
1Pasado
algún tiempo, celebraban los judíos una fiesta, y Yahshúa subió a Jerusalén. 2Hay en Jerusalén, junto a
la puerta de los Rebaños, una piscina llamada en hebreo Betesda, que tiene
cinco pórticos. 3Yacía en
ellos una multitud de enfermos, ciegos, cojos y lisiados, que aguardaban a que
se removiese el agua. 4[[De
vez en cuando bajaba el ángel del Señor a la piscina y agitaba el agua, y el
primero que se metía apenas agitada el agua, se sanaba de cualquier enfermedad
que padeciese.]] 5Había
allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. 6Yahshúa lo vio acostado y, sabiendo que llevaba así
mucho tiempo, le dice:
—¿Quieres sanarte?
7Le
contestó el enfermo:
—Señor, no tengo a nadie que me meta en
la piscina cuando se agita el agua. Cuando yo voy, otro se ha metido antes.
8Le
dice Yahshúa:
—Levántate, toma tu camilla y camina.
9Al
instante aquel hombre quedó sano, tomó su camilla y empezó a caminar. Pero
aquel día era sábado; 10por
lo cual los judíos dijeron al que se había sanado:
—Hoy es sábado, no puedes transportar
tu camilla.
11Les
contestó:
—El que me sanó me dijo que tomara mi
camilla y caminara.
12Le
preguntaron:
—¿Quién te dijo que la tomaras y
caminaras?
13Pero
el hombre sanado lo ignoraba, porque Yahshúa se había retirado de aquel lugar
tan concurrido.
14Más
tarde lo encuentra Yahshúa en el templo y le dice:
—Mira que has sanado. No vuelvas a
pecar, no te vaya a suceder algo peor.
15El
hombre fue y dijo a los judíos que era Yahshúa quien lo había sanado.
Autoridad de Yahshúa
16Por
ese motivo perseguían los judíos a Yahshúa, por hacer tales cosas en sábado. 17Pero [Yahshúa] les dijo:
—Mi Padre trabaja siempre y yo también
trabajo.
18Por
eso los judíos tenían aún más deseos de matarlo, porque no sólo violaba el
sábado, sino además llamaba Padre suyo a Dios, igualándose a Él.
19Yahshúa
tomó la palabra y les dijo:
—Les aseguro:
El Hijo no hace nada por su cuenta
si
no se lo ve hacer al Padre.
Lo que aquél hace lo hace igualmente el Hijo.
20Porque
el Padre ama al Hijo
y
le muestra todo lo que hace;
y
le mostrará obras más grandes aún
para
que ustedes queden maravillados.
21Como
el Padre resucita a los muertos y les da la vida,
del
mismo modo el Hijo da vida a los que él quiere.
22El
Padre no juzga a nadie
sino
que encomienda al Hijo la tarea de juzgar,
23para
que todos honren al Hijo
como
honran al Padre.
Quien no honra al Hijo
no
honra al Padre que lo envió.
24Les
aseguro que quien oye mi palabra
y
cree en aquel que me ha enviado
tiene
vida eterna y no es sometido a juicio,
sino
que ha pasado de la muerte a la vida.
25Les
aseguro que se acerca la hora, ya ha llegado,
en
que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios,
y
los que la oigan vivirán.
26Así
como el Padre posee vida en sí,
del
mismo modo hace que el Hijo posea vida en sí;
27y,
puesto que es el Hijo del Hombre,
le
ha confiado el poder de juzgar.
28No
se extrañen de esto:
llega
la hora en que todos los que están en el sepulcro oirán su voz:
29los
que hicieron el bien resucitarán para vivir,
los
que hicieron el mal resucitarán para ser juzgados.
30Yo
no puedo hacer nada por mi cuenta;
juzgo
por lo que oigo, y mi sentencia es justa,
porque
no pretendo hacer mi voluntad,
sino
la voluntad del que me envió.
El testimonio de Dios legitima a Yahshúa
31Si
yo diera testimonio de mí mismo,
mi
testimonio no sería válido.
32Otro
atestigua a mi favor,
y
yo sé que su testimonio a mi favor es verdadero.
33Ustedes
enviaron una delegación a Juan
y
él dio testimonio de la verdad.
34Y,
aunque yo no me apoyo en testimonio humano,
digo
esto para la salvación de ustedes.
35Él
era una lámpara que ardía y alumbraba,
y
ustedes quisieron disfrutar un rato de su luz.
36Yo
tengo un testimonio más valioso que el de Juan:
las
obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago
atestiguan
de mí que el Padre me ha enviado.
37También
el Padre que me envió da testimonio de mí.
Ustedes nunca han escuchado su voz, ni han
visto su rostro,
38y
su palabra no permanece en ustedes,
porque
al que él envió no le creen.
39Estudian
la Escritura pensando que encierra vida eterna,
porque
ella da testimonio de mí;
40pero
ustedes no quieren venir a mí para tener vida.
41Yo
no recibo honores de los hombres;
42además
yo sé que ustedes no poseen el amor de Dios.
43Yo
he venido en nombre de mi Padre, y no me reciben;
si
otro viniera en nombre propio, lo recibirían.
44¿Cómo
pueden creer,
si
viven pendientes del honor que se dan unos a otros,
en
lugar de buscar el honor que sólo viene de Dios?
45No
piensen que seré yo el que los acuse ante el Padre;
los
acusará Moisés, en quien confían.
46Porque
si creyeran a Moisés, también creerían en mí,
ya
que él escribió acerca de mí.
47Y
si no creen lo que él escribió,
¿cómo
creerán en mis palabras?
Da
de comer a cinco mil
(cfr. Mt 14,13-22; Mc 6,30-45; Lc
9,10-17)
6 |
1Después
de esto pasó Yahshúa a la otra orilla del lago de Galilea –el Tiberíades–. 2Le seguía un gran gentío,
porque veían las señales que hacía con los enfermos. 3Yahshúa se retiró a un monte y allí se sentó con sus
discípulos. 4Se acercaba
la Pascua, la fiesta de los judíos. 5Levantando
la vista y viendo el gentío que acudía a él, Yahshúa dice a Felipe:
—¿Dónde compraremos pan para darles de
comer? 6Lo decía para
ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
7Felipe
le contestó:
—Doscientas monedas de pan no bastarían
para que a cada uno le tocase un pedazo.
8Uno
de los discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dice:
9—Aquí
hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados; pero, ¿qué es
eso para tantos?
10Yahshúa
dijo:
—Hagan que la gente se siente.
Había hierba abundante en el lugar. Se
sentaron. Los hombres eran cinco mil. 11Entonces
Yahshúa tomó los panes, dio gracias y los repartió a los que estaban sentados.
Lo mismo hizo con los pescados: dándoles todo lo que quisieron. 12Cuando quedaron
satisfechos, dice Yahshúa a los discípulos:
—Recojan las sobras para que no se
desaproveche nada.
13Las
recogieron y, con los trozos de los cinco panes de cebada que habían sobrado a
los comensales, llenaron doce canastas. 14Cuando
la gente vio la señal que había hecho, dijeron:
—Éste es el profeta que había de venir
al mundo.
15Yahshúa,
conociendo que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de
nuevo al monte, él solo.
Camina
sobre el agua
(cfr. Mt 14,23-33; Mc 6,46-52)
16Al
atardecer los discípulos bajaron hasta el lago. 17Subieron a la barca y atravesaron el lago hacia
Cafarnaún. Había oscurecido y Yahshúa no los había alcanzado aún. 18Soplaba un fuerte viento y
el lago se encrespaba. 19Cuando
habían remado unos cinco o seis kilómetros, ven a Yahshúa que se acercaba al
barco caminando sobre el agua, y se asustaron. 20Él les dice:
—Yo soy, no teman.
21Quisieron
subirlo a bordo, y enseguida la barca tocó tierra, en el lugar al que se
dirigían.
Discurso
eucarístico
Yahshúa, alimento que no perece
22A
la mañana siguiente la gente que se había quedado en la otra orilla vio que
allí no había más que un bote, siendo así que los discípulos se habían ido
solos y Yahshúa no se había ido con ellos. 23Desde
Tiberíades llegaron otras barcas y atracaron cerca del lugar donde el Señor dio
gracias y ellos comieron el pan. 24Cuando
la gente vio que ni Yahshúa ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron en
los botes y se dirigieron a Cafarnaún en busca de Yahshúa. 25Lo encontraron a la otra orilla del lago y le
preguntaron:
—Maestro, ¿cuándo llegaste aquí?
26Yahshúa
les respondió:
—Les aseguro que no me buscan por las
señales que han visto, sino porque se han hartado de pan. 27Trabajen no por un alimento que perece, sino por un
alimento que dura y da vida eterna; el que les dará el Hijo del Hombre. En él
Dios Padre ha puesto su sello.
Yahshúa, pan bajado del cielo
28Le
preguntaron:
—¿Qué tenemos que hacer para trabajar
en las obras de Dios?
29Yahshúa
les contestó:
—La obra de Dios consiste en que
ustedes crean en aquel que él envió.
30Le
dijeron:
—¿Qué señal haces para que veamos y
creamos? ¿En qué trabajas? 31Nuestros
padres comieron el maná en el desierto, como está escrito:
Les
dio a comer pan del cielo.
32Les
respondió Yahshúa:
—Les aseguro, no fue Moisés quien les
dio pan del cielo; es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. 33El pan de Dios es el que
baja del cielo y da vida al mundo.
34Le
dijeron:
—Señor, danos siempre de ese pan.
35Yahshúa
les contestó:
—Yo soy el pan de la vida: el que viene
a mí no pasará hambre, el que cree en mí no pasará nunca sed. 36Pero ya les he dicho:
ustedes [me] han visto y sin embargo no creen. 37Los que el Padre me ha confiado vendrán a mí, y al que
venga a mí no lo echaré afuera; 38porque
no bajé del cielo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39Y ésta es la voluntad del
que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió, sino que los
resucite [en] el último día. 40Porque
ésta es la voluntad de mi Padre, que todo el que contempla al Hijo y cree en él
tenga vida eterna, y yo lo resucitaré [en] el último día.
Yahshúa, pan de vida
41Los
judíos murmuraban porque había dicho que era el pan bajado del cielo; 42y decían:
—¿No es éste Yahshúa, el hijo de José?
Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo dice que ha bajado del cielo?
43Yahshúa
les dijo:
—No murmuren entre ustedes. 44Nadie puede venir a mí si
no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré el último día. 45Los profetas han escrito
que todos serán discípulos de Dios.
Quien escucha al Padre y aprende vendrá a mí. 46No es que alguien haya visto al Padre, sino el que
está junto al Padre; ése ha visto al Padre. 47Les aseguro que quien cree tiene vida eterna. 48Yo soy el pan de la vida. 49Sus padres comieron el
maná en el desierto y murieron. 50Éste
es el pan que baja del cielo, para que quien coma de él no muera. 51Yo soy el pan vivo bajado
del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la
vida del mundo es mi carne.
La carne y la sangre de Yahshúa,
alimento y bebida de salvación
(cfr. Mt 26,26-29; Mc 14,22-25; Lc
22,14-20; 1 Cor 11,23-25)
52Los
judíos se pusieron a discutir:
—¿Cómo puede éste darnos de comer [su]
carne?
53Les
contestó Yahshúa:
—Les aseguro que si no comen la carne y
beben la sangre del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes. 54Quien come mi carne y bebe
mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. 55Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida. 56Quien
come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. 57Como el Padre que me envió vive y yo vivo por el
Padre, así quien me come vivirá por mí. 58Éste
es el pan bajado del cielo y no es como el que comieron sus padres, y murieron.
Quien come este pan vivirá siempre.
59Esto
dijo enseñando en la sinagoga de Cafarnaún.
Consecuencias del discurso
60Muchos
de los discípulos que lo oyeron comentaban:
—Este discurso es bien duro: ¿quién
podrá escucharlo?
61Yahshúa,
conociendo por dentro que los discípulos murmuraban, les dijo:
—¿Esto los escandaliza? 62¿Qué será cuando vean al
Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? 63El Espíritu es el que da vida, la carne no vale nada.
Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. 64Pero hay algunos de ustedes que no creen. Desde el
comienzo sabía Yahshúa quiénes no creían y quién lo iba a traicionar. 65Y añadió:
—Por eso les he dicho que nadie puede
venir a mí si el Padre no se lo concede.
Confesión de Pedro
(cfr. Mt 16,13-20; Mc 8,27-30; Lc
9,18-21)
66Desde
entonces muchos de sus discípulos lo abandonaron y ya no andaban con él.
67Así
que Yahshúa dijo a los Doce:
—¿También ustedes quieren abandonarme?
68Simón
Pedro le contestó:
—Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de vida eterna. 69Nosotros
hemos creído y reconocemos que tú eres el Consagrado de Dios.
70Yahshúa
les respondió:
—¿No soy yo, acaso, el que los eligió a
ustedes, los Doce? Sin embargo uno de ustedes es un diablo. 71Lo decía por Judas
Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar.
Yahshúa,
luz y vida del mundo
Incredulidad y rechazo hacia Yahshúa
7 |
1Algún
tiempo después recorría Yahshúa la Galilea, y no quería recorrer la Judea
porque los judíos intentaban darle muerte. 2Se
acercaba la fiesta judía de las Chozas, 3y
sus hermanos le dijeron:
—Trasládate de aquí a Judea para que
también tus discípulos vean las obras que realizas. 4Porque cuando uno quiere hacerse conocer no actúa a
escondidas. Ya que haces tales cosas, date a conocer al mundo.
5Efectivamente
ni sus propios parientes creían en él. 6Yahshúa
les dice:
—Aún no ha llegado mi hora, mientras
que para ustedes cualquier tiempo es bueno. 7El mundo no tiene por qué odiarlos a ustedes; a mí me
odia porque le echo en cara que sus acciones son malas. 8Suban ustedes a la fiesta, que yo no subo a esta
fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.
9Después
de decir esto, se quedó en Galilea.
10Cuando
ya habían subido sus parientes a la fiesta, subió también él, no en público,
sino a escondidas. 11Durante
la fiesta lo buscaban los judíos y preguntaban:
—¿Dónde está ése?
12Entre
la multitud se murmuraba mucho de él. Unos decían que era bueno; otros que no,
que engañaba a la gente. 13Pero
nadie hablaba en público de él por miedo a los judíos.
14A
mediados de la semana de la fiesta subió Yahshúa al templo a enseñar. 15Los judíos comentaban
sorprendidos:
—¿Cómo tiene ése tal cultura si no
tiene instrucción?
16Yahshúa
les contestó:
—Mi enseñanza no es mía, sino del que
me envió. 17Si uno está
dispuesto a cumplir la voluntad de aquél, podrá distinguir si mi enseñanza
procede de Dios o me la invento yo. 18El
que habla por cuenta propia busca su gloria; pero el que busca la gloria del
que lo envió, ése dice la verdad y no procede con injusticia. 19¿No fue Moisés quien les
dio la ley? Pero ninguno de ustedes la cumple. ¿Por qué entonces intentan
matarme?
20Respondió
la gente:
—Estás endemoniado, ¿quién intenta
matarte?
21Yahshúa
les contestó:
—Por una obra que realicé todos están
maravillados. 22Como
Moisés les mandó practicar el rito de la circuncisión —no es que proceda de
Moisés, sino de los patriarcas—, ustedes circuncidan al hombre aunque sea en
sábado. 23Ahora bien, si
se circuncida a un hombre en sábado para no quebrantar la ley de Moisés, ¿por
qué ustedes se enojan conmigo porque he sanado por completo a un hombre en
sábado? 24No juzguen
según las apariencias, sino conforme a la justicia.
Yahshúa y el Mesías
25Algunos
de Jerusalén comentaban:
—¿No es éste el que intentaban matar? 26Resulta que habla
públicamente y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido realmente las autoridades
que éste es el Mesías? 27Sólo
que de éste sabemos de dónde viene; cuando venga el Mesías nadie sabrá de dónde
viene.
28Entonces
Yahshúa, que enseñaba en el templo, exclamó:
—A mí me conocen y saben de dónde
vengo. Yo no vengo por mi cuenta, sino que me envió el que dice la verdad.
Ustedes no lo conocen; 29yo
lo conozco porque vengo de él y él me envió.
30Intentaron
detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque no había llegado su hora.
31Muchos
de la gente creyeron en él, y decían:
—Cuando venga el Mesías, ¿hará más
señales que éste?
La verdadera libertad
32Se
enteraron los fariseos de los comentarios de la gente. Entonces los sumos
sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para detenerlo.
33Pero
Yahshúa dijo:
—Poco tiempo estaré aún con ustedes;
después volveré al que me envió. 34Me
buscarán y no me encontrarán, porque donde yo voy, ustedes no podrán ir.
35Los
judíos comentaban entre sí:
—¿Dónde piensa ir éste para que no lo
encontremos? ¿Pensará ir a reunirse con los judíos dispersos entre los paganos,
para ir a enseñarles? 36¿Qué
significa esa frase: Me buscarán y no [me] encontrarán, porque donde yo voy,
ustedes no podrán ir?
Yahshúa, fuente de vida
37El
último día, el más solemne de la fiesta, Yahshúa se puso de pie y exclamó:
—Quien tenga sed venga a mí; y beba 38quien crea en mí. Así dice
la Escritura: De sus entrañas brotarán ríos de agua viva. 39Se refería al Espíritu que debían recibir los que
creyeran en él. El Espíritu todavía no había sido dado, porque Yahshúa aún no
había sido glorificado.
Cisma dentro del pueblo
40Algunos
de la gente, al oír estas palabras, decían:
—Éste es realmente el profeta.
41Otros
decían:
—Éste es el Mesías.
Otros preguntaban:
—¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? 42¿No dice la Escritura que
el Mesías vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de David?
43La
gente estaba dividida a causa de él. 44Algunos
intentaban arrestarlo, pero nadie se atrevió a hacerlo.
Actitud de los dirigentes
45Cuando
los guardias volvieron, los sumos sacerdotes y los fariseos les preguntaron:
—¿Por qué no lo han traído?
46Ellos
contestaron:
—Jamás hombre alguno habló como habla
este hombre.
47Replicaron
los fariseos:
—¿También ustedes se han dejado
engañar? 48¿Quién de los
jefes o de los fariseos ha creído en él? 49Sólo
esa maldita gente, que no conoce la ley.
50Nicodemo,
uno de ellos, que había acudido a Yahshúa en otra ocasión, les dijo:
51—¿Acaso
nuestra ley condena a alguien sin haberlo escuchado antes para saber lo que
hizo?
52Le
contestaron:
—¿También tú eres galileo? Estudia y
verás que de Galilea no salen profetas.
53[[Y
cada uno se marchó por su lado.
Yahshúa y la mujer adúltera
8 |
1Yahshúa
se dirigió al monte de los Olivos. 2Por
la mañana volvió al templo. Todo el mundo acudía a él y, sentado, los instruía.
3Los letrados y fariseos
le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro, 4y le dijeron:
—Maestro, esta mujer ha sido
sorprendida en adulterio. 5La
ley de Moisés ordena que mujeres como ésta sean apedreadas; tú, ¿qué dices?
6Decían
esto para ponerlo a prueba, para tener de qué acusarlo. Yahshúa se agachó y con
el dedo se puso a escribir en el suelo. 7Como
insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo:
—El que no tenga pecado, tire la
primera piedra.
8De
nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. 9Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando
por los más ancianos hasta el último. Yahshúa quedó solo con la mujer, que
permanecía allí en el centro. 10Yahshúa
se incorporó y le dijo:
—Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?
11Ella
contestó:
—Nadie, señor.
Yahshúa le dijo:
—Tampoco yo te condeno. Ve y en
adelante no peques más.]]
Yahshúa, luz del mundo
12De
nuevo les habló Yahshúa:
—Yo soy la luz del mundo, quien me siga
no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
13Le
dijeron los fariseos:
—Tú das testimonio a tu favor: tu
testimonio no es válido.
14Yahshúa
les contestó:
—Aunque doy testimonio a mi favor, mi
testimonio es válido, porque sé de dónde vengo y adónde voy; en cambio ustedes
no saben de dónde vengo ni a dónde voy. 15Ustedes
juzgan según criterios humanos, yo no juzgo a nadie. 16Y si juzgase, mi juicio sería válido, porque no juzgo
yo solo, sino con el Padre que me envió. 17Y
en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. 18Yo soy testigo en mi causa
y es testigo también el Padre que me envió.
19Le
preguntaron:
—¿Dónde está tu padre?
Yahshúa contestó:
—Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi
Padre. Si me conocieran a mí, conocerían a mi Padre.
20Estas
palabras las pronunció junto al lugar del tesoro, cuando enseñaba en el templo.
Nadie lo detuvo, porque no había llegado su hora.
Origen y meta de Yahshúa
21En
otra ocasión les dijo:
—Yo me voy, ustedes me buscarán y
morirán en su pecado. A donde yo voy ustedes no pueden venir.
22Comentaron
los judíos:
—¿Será que se piensa matar y por eso
dice que no podemos ir a donde él va?
23Les
dijo:
—Ustedes son de aquí abajo, yo soy de
lo alto; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. 24Yo les dije que morirían
por sus pecados. Si no creen que Yo soy, morirán por sus pecados.
25Le
preguntaron:
—¿Tú quién eres?
Yahshúa les contestó:
—Esto es lo que les estoy diciendo
desde el principio. 26Tengo
mucho que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió dice la verdad, y lo
que escuché de él es lo que digo al mundo.
27No
comprendieron que se refería al Padre. 28Yahshúa
añadió:
—Cuando hayan levantado al Hijo del
Hombre, comprenderán que Yo soy y que no hago nada por mi cuenta, sino que
hablo como mi Padre me enseñó. 29El
que me envió está conmigo y no me deja solo, porque yo hago siempre lo que le
agrada.
30Por
estas palabras muchos creyeron en él.
La verdad libera
31A
los judíos que habían creído en él Yahshúa les dijo:
—Si se mantienen fieles a mi palabra,
serán realmente discípulos míos, 32conocerán
la verdad y la verdad los hará libres.
33Le
contestaron:
—Somos descendientes de Abrahán y nunca
hemos sido esclavos de nadie. ¿Por qué dices que seremos libres?
34Yahshúa
les contestó:
—Les aseguro que quien peca es esclavo;
35y el esclavo no
permanece siempre en la casa, mientras que el hijo permanece siempre. 36Por tanto, si el Hijo les
da la libertad, serán realmente libres. 37Yo
se que ustedes son descendientes de Abrahán; pero tratan de matarme porque no
aceptan mi palabra. 38Yo
digo lo que he visto junto a mi Padre; ustedes hacen lo que han oído a su
padre.
Los verdaderos hijos de Dios
39Le
contestaron:
—Nuestro padre es Abrahán.
Replicó Yahshúa:
—Si fueran hijos de Abrahán, harían las
obras de Abrahán. 40Pero
ahora intentan matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de
Dios. Eso no lo hacía Abrahán. 41Pero
ustedes obran como su padre.
[Entonces] le responden:
—Nosotros no somos hijos bastardos;
tenemos un solo padre, que es Dios.
42Yahshúa
les replicó:
—Si Dios fuera su padre, ustedes me
amarían, porque yo vine de parte de Dios y aquí estoy. No vine por mi cuenta,
sino que él me envió. 43¿Por
qué no entienden mi lenguaje? Porque no son capaces de escuchar mi palabra. 44El padre de ustedes es el
Diablo y ustedes quieren cumplir los deseos de su padre. Él era homicida desde
el principio; no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando
dice mentiras, habla su lenguaje, porque es mentiroso y padre de la mentira. 45Pero a mí no me creen,
porque les digo la verdad. 46¿Quién
de ustedes probará que tengo pecado? Si les digo la verdad, ¿por qué no me
creen? 47El que viene de
Dios escucha las palabras de Dios. Por eso ustedes no escuchan, porque no son
de Dios.
Unidad de Yahshúa con Dios
48Le
contestaron los judíos:
—¿No tenemos razón al decir que eres
samaritano y estás endemoniado?
49Yahshúa
contestó:
—No estoy endemoniado, sino que honro a
mi Padre y ustedes me deshonran a mí. 50Yo
no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51Les aseguro que quien cumpla mi palabra no sufrirá
jamás la muerte.
52[Entonces]
le dijeron los judíos:
—Ahora sí estamos seguros de que estás
endemoniado. Abrahán murió, lo mismo los profetas, y tú dices que quien cumpla
tu palabra no sufrirá jamás la muerte. 53¿Por
quién te tienes?
54Contestó
Yahshúa:
—Si yo me glorificara a mí mismo, mi
gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, el mismo que ustedes
llaman nuestro Dios, 55aunque
no lo conocen. Yo en cambio lo conozco. Si dijera que no lo conozco, sería
mentiroso como ustedes. Pero lo conozco y cumplo su palabra. 56Abrahán, el padre de
ustedes disfrutaba esperando ver mi día: lo vio y se llenó de alegría.
57Le
replicaron los judíos:
—No has cumplido cincuenta años, ¿y has
conocido a Abrahán?
58Yahshúa
les dijo:
—Les aseguro, antes de que existiera
Abrahán, existo yo.
59Recogieron
piedras para apedrearlo; pero Yahshúa se escondió y salió del templo.
Sana
a un ciego de nacimiento
9 |
1Al
pasar vio un hombre ciego de nacimiento. 2Los
discípulos le preguntaron:
—Maestro, ¿quién
pecó para que naciera ciego? ¿Él o sus padres?
3Yahshúa
contestó:
—Ni él pecó ni sus padres; ha sucedido
así para que se muestre en él la obra de Dios. 4Mientras es de día, tienen que trabajar en las obras
del que me envió. Llegará la noche, cuando nadie puede trabajar. 5Mientras estoy en el mundo,
soy la luz del mundo.
6Dicho
esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva, se lo puso en los ojos 7y le dijo:
—Ve a lavarte a la piscina de Siloé –que significa enviado–.
Fue, se lavó y al regresar ya veía. 8Los vecinos y los que antes
lo habían visto pidiendo limosna comentaban:
—¿No es éste el que se sentaba a pedir
limosna?
9Unos
decían:
—Es él.
Otros decían:
—No es, sino que se le parece.
Él respondía:
—Soy yo.
10Así
que le preguntaron:
—¿Cómo [pues] se te abrieron los ojos?
11Contestó:
—Ese hombre que se llama Yahshúa hizo
barro, lo puso sobre mis ojos y me dijo que fuera a lavarme a la fuente de Siloé. Fui, me lavé y recobré la vista.
12Le
preguntaron:
—¿Dónde está él?
Responde:
—No sé.
13Llevaron
ante los fariseos al que había sido ciego. 14Era
sábado el día que Yahshúa hizo barro y le abrió los ojos. 15Los fariseos le preguntaron otra vez cómo había
recobrado la vista.
Les respondió:
—Me aplicó barro a los ojos, me lavé, y
ahora veo.
16Algunos
fariseos le dijeron:
—Ese hombre no viene de parte de Dios,
porque no observa el sábado.
Otros decían:
—¿Cómo puede un pecador hacer tales
milagros?
Y estaban divididos. 17Preguntaron de nuevo al
ciego:
—Y tú, ¿qué dices del que te abrió los
ojos?
Contestó:
—Que es profeta.
18Los
judíos no terminaban de creer que había sido ciego y había recobrado la vista;
así que llamaron a los padres del que había recobrado la vista 19y les preguntaron:
—¿Es éste su hijo, el que ustedes dicen
que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
20Contestaron
sus padres:
—Sabemos que éste es nuestro hijo y que
nació ciego; 21pero cómo
es que ahora ve, no lo sabemos; quién le abrió los ojos, no lo sabemos.
Pregúntenle a él, que es mayor de edad y puede dar razón de sí.
22Sus
padres dijeron esto por temor a los judíos; porque los judíos ya habían
decidido que quien lo confesara como Mesías sería expulsado de la sinagoga. 23Por eso dijeron los padres
que tenía edad y que le preguntaran a él. 24Llamaron
por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron:
—Da gloria a Dios. A nosotros nos
consta que aquél es un pecador.
25Les
contestó:
—Si es pecador, no lo sé; de una cosa
estoy seguro, que yo era ciego y ahora veo.
26Le
preguntaron de nuevo:
—¿Cómo te abrió los ojos?
27Les
contestó:
—Ya se lo dije y no me creyeron; ¿para
qué quieren oírlo de nuevo? ¿No será que también ustedes quieren hacerse
discípulos suyos?
28Lo
insultaron diciendo:
—¡Tú serás discípulo de ese hombre
nosotros somos discípulos de Moisés! 29Sabemos
que Dios le habló a Moisés; en cuanto a ése, no sabemos de dónde viene.
30Les
respondió:
—Eso es lo extraño, que ustedes no
saben de dónde viene y a mí me abrió los ojos. 31Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino que
escucha al que es piadoso y cumple su voluntad. 32Jamás se oyó contar que alguien haya abierto los ojos
a un ciego de nacimiento. 33Si
ese hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.
34Le
contestaron:
—Tú naciste lleno de pecado, ¿y quieres
darnos lecciones?
Y lo expulsaron.
35Oyó
Yahshúa que lo habían expulsado y, cuando lo encontró, le dijo:
—¿Crees en el Hijo del Hombre?
36Contestó:
—¿Quién es, Señor, para que crea en él?
37Yahshúa
le dijo:
—Lo has visto: es el que está hablando
contigo.
38Respondió:
—Creo, Señor.
Y se postró ante él.
39Yahshúa
dijo:
—He venido a este mundo para un juicio,
para que los ciegos vean y los que vean queden ciegos.
40Algunos
fariseos que se encontraban con él preguntaron:
—Y nosotros, ¿estamos ciegos?
41Les
respondió Yahshúa:
—Si estuvieran ciegos, no tendrían
pecado; pero, como dicen que ven, su pecado permanece.
El
buen pastor
10 |
1Les
aseguro: el que no entra por la puerta al corral de las ovejas, sino saltando
por otra parte, es un ladrón y asaltante. 2El
que entra por la puerta es el pastor del rebaño. 3El cuidador le abre, las ovejas oyen su voz, él llama a
las suyas por su nombre y las saca. 4Cuando
ha sacado a todas las suyas, camina delante de ellas y ellas le siguen; porque
reconocen su voz. 5A un
extraño no le siguen, sino que escapan de él, porque no reconocen la voz de los
extraños.
6Ésta
es la parábola que Yahshúa les propuso, pero ellos no entendieron a qué se
refería. 7Entonces, les
habló otra vez:
—Les aseguro que yo soy la puerta del
rebaño. 8Todos los que
vinieron [antes de mí] eran ladrones y asaltantes; pero las ovejas no los
escucharon. 9Yo soy la
puerta: quien entra por mí se salvará; podrá entrar y salir y encontrar pastos.
10El ladrón no viene más
que a robar, matar y destrozar. Yo vine para que tengan vida, y la tengan en
abundancia. 11Yo soy el
buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. 12El asalariado, que no es pastor ni dueño de las
ovejas, cuando ve venir al lobo, escapa abandonando las ovejas, y el lobo las
arrebata y dispersa. 13Como
es asalariado no le importan las ovejas. 14Yo
soy el buen pastor: conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí, 15como el Padre me conoce y
yo conozco al Padre; y doy la vida por las ovejas. 16Tengo otras ovejas que no pertenecen a este corral; a
ésas tengo que guiarlas para que escuchen mi voz y se forme un solo rebaño con
un solo pastor. 17Por eso
me ama el Padre, porque doy la vida, para después recobrarla. 18Nadie me la quita, yo la
doy voluntariamente. Tengo poder para darla y para después recobrarla. Éste es
el encargo que he recibido del Padre.
19Estas
palabras provocaron una nueva división entre los judíos. 20Muchos decían:
—Está endemoniado y loco, ¿por qué lo
escuchan?
21Otros
decían:
—Esas palabras no son de un
endemoniado. ¿Puede un endemoniado abrir los ojos a los ciegos?
En
la fiesta de la Dedicación
22Se
celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación y era invierno. 23Yahshúa paseaba en el
templo, en el pórtico de Salomón.
24Lo
rodearon los judíos y le preguntaron:
—¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso?
Si eres el Mesías, dilo claramente.
25Yahshúa
les contestó:
—Ya se lo dije y no creen. Las obras
que yo hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí. 26Pero ustedes no creen porque no son de mis ovejas. 27Mis ovejas escuchan mi
voz, yo las conozco y ellas me siguen; 28yo
les doy vida eterna y jamás perecerán, y nadie las arrancará de mi mano. 29Mi Padre que me las ha
dado es más que todos y nadie puede arrancar nada de las manos de mi Padre. 30El Padre y yo somos uno.
31Los
judíos tomaron piedras para apedrearlo.
32Yahshúa
les dijo:
—Por encargo del Padre les hice ver
muchas obras buenas: ¿por cuál de ellas me apedrean?
33Le
contestaron los judíos:
—Por ninguna obra buena te apedreamos,
sino por la blasfemia, porque siendo hombre te haces Dios.
34Yahshúa
les contestó:
—¿No está escrito en la ley de ustedes:
Yo les digo: son dioses? 35Si la ley llama dioses a
aquéllos a quienes se dirigió la Palabra de Dios, y la Escritura no puede
fallar, 36¿cómo dicen: Tú
blasfemas al que el Padre consagró y envió al mundo, porque dijo que es Hijo de
Dios? 37Si no hago las
obras de mi Padre, no me crean. 38Pero
si las hago, crean en las obras aunque no me crean a mí, así reconocerán y
sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre.
39[Entonces]
intentaron arrestarlo de nuevo, pero él se les escapó de las manos. 40Pasó de nuevo a la otra
orilla del Jordán, donde Juan bautizaba en otro tiempo, y se quedó allí. 41Acudieron muchos a él y
decían:
—Aunque Juan no hizo señal alguna, todo
lo que dijo de éste era verdad.
42Y
allí, muchos creyeron en él.
Resucita
a Lázaro
11 |
1Había
un enfermo llamado Lázaro, de Betania, el pueblo de María y su hermana Marta. 2María era la que había
ungido al Señor con perfumes y le había secado los pies con sus cabellos. Su
hermano Lázaro estaba enfermo. 3Las
hermanas le enviaron un mensaje:
—Señor, tu amigo está enfermo.
4Al
oírlo, Yahshúa comentó:
—Esta enfermedad no ha de terminar en
la muerte; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por
ella.
5Yahshúa
era amigo de Marta, de su hermana y de Lázaro. 6Sin embargo cuando oyó que estaba enfermo, prolongó su
estadía dos días en el lugar. 7Después
dice a los discípulos:
—Vamos a volver a Judea.
8Le
dicen los discípulos:
—Maestro, hace poco intentaban
apedrearte los judíos, ¿y quieres volver allá?
9Yahshúa
les contestó:
—¿No tiene el día doce horas? Quien
camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10quien camina de noche tropieza, porque no tiene luz.
11Dicho
esto, añadió:
—Nuestro amigo Lázaro está dormido; voy
a despertarlo.
12Contestaron
los discípulos:
—Señor, si está dormido, sanará.
13Pero
Yahshúa se refería a su muerte, mientras que ellos creyeron que se refería al
sueño. 14Entonces Yahshúa
les dijo abiertamente:
—Lázaro ha muerto. 15Y me alegro por ustedes de no haber estado allí, para
que crean. Vayamos a verlo.
16Tomás
–que significa mellizo– dijo a los demás discípulos:
—Vamos también nosotros a morir con él.
17Cuando
Yahshúa llegó, encontró que llevaba cuatro días en el sepulcro. 18Betania queda cerca de
Jerusalén, a unos tres kilómetros. 19Muchos
judíos habían ido a visitar a Marta y María para darles el pésame por la muerte
de su hermano. 20Cuando
Marta oyó que Yahshúa llegaba, salió a su encuentro, mientras María se quedaba
en casa. 21Marta dijo a Yahshúa:
—Si hubieras estado aquí, Señor, mi
hermano no habría muerto. 22Pero
yo sé que lo que pidas, Dios te lo concederá.
23Le
dice Yahshúa:
—Tu hermano resucitará.
24Le
dice Marta:
—Sé que resucitará en la resurrección
del último día.
25Yahshúa
le contestó:
—Yo soy la resurrección y la vida.
Quien cree en mí, aunque muera, vivirá; 26y
quien vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Lo crees?
27Le
contestó:
—Sí, Señor, yo creo que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.
28Dicho
esto, se fue, llamó en privado a su hermana María y le dijo:
—El Maestro está aquí y te llama.
29Al
oírlo, se levantó rápidamente y se dirigió hacia él. 30Yahshúa no había llegado aún al pueblo, sino que
estaba en el lugar donde lo encontró Marta. 31Los judíos que estaban con ella en la casa
consolándola, al ver que María se levantaba de repente y salía, fueron detrás
de ella, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. 32Cuando María llegó a donde estaba Yahshúa, al verlo,
cayó a sus pies y le dijo:
—Si hubieras estado aquí, Señor, mi
hermano no habría muerto.
33Yahshúa
al ver llorar a María y también a los judíos que la acompañaban, se estremeció
por dentro 34y dijo muy
conmovido:
—¿Dónde lo han puesto?
Le dicen:
—Ven, Señor, y lo verás.
35Yahshúa
se echó a llorar. 36Los
judíos comentaban:
—¡Cómo lo quería!
37Pero
algunos decían:
—El que abrió los ojos al ciego, ¿no
pudo impedir que éste muriera?
38Yahshúa,
estremeciéndose de nuevo, se dirigió al sepulcro. Era una caverna con una
piedra adelante. 39Yahshúa
dice:
—Retiren la piedra.
Le dice Marta, la hermana del difunto:
—Señor, huele mal, ya lleva cuatro días
muerto.
40Le
contesta Yahshúa:
—¿No te dije que si crees, verás la
gloria de Dios?
41Retiraron
la piedra. Yahshúa alzó la vista al cielo y dijo:
—Te doy gracias, Padre, porque me has
escuchado. 42Yo sé que
siempre me escuchas, pero lo he dicho por la gente que me rodea, para que crean
que tú me enviaste.
43Dicho
esto, gritó con fuerte voz:
—Lázaro, sal afuera.
44Salió
el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en
un sudario.
Yahshúa les dijo:
—Desátenlo para que pueda caminar.
45Muchos
judíos que habían ido a visitar a María y vieron lo que hizo creyeron en él. 46Pero algunos fueron y
contaron a los fariseos lo que había hecho Yahshúa.
(cfr. Mt 26,1-5; Mc 14,1s; Lc 22,1s)
47Los
sumos sacerdotes y los fariseos reunieron entonces el Consejo y dijeron:
—¿Qué hacemos? Este hombre está
haciendo muchos milagros. 48Si
lo dejamos seguir así, todos creerán en él, entonces vendrán los romanos y nos
destruirán el santuario y la nación.
49Uno
de ellos, llamado Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
—No entienden nada. 50¿No ven que es mejor que
muera uno solo por el pueblo y no que muera toda la nación?
51No
lo dijo por cuenta propia, sino que, siendo sumo sacerdote aquel año, profetizó
que Yahshúa moriría por la nación. 52Y
no sólo por la nación, sino para reunir en la unidad a los hijos de Dios que
estaban dispersos. 53Así,
a partir de aquel día, resolvieron darle muerte. 54Por eso Yahshúa ya no andaba públicamente entre los
judíos, sino que se marchó a una región próxima al desierto, a un pueblo
llamado Efraín, y se quedó allí con los discípulos.
55Se
acercaba la Pascua judía y muchos subían del campo a Jerusalén para purificarse
antes de la fiesta. 56Buscaban
a Yahshúa y, de pie en el templo, comentaban entre sí:
—¿Qué les parece? ¿Vendrá a la fiesta o
no?
57Los
sumos sacerdotes y los fariseos habían dado órdenes para que quien conociese su
paradero lo denunciase, de modo que pudieran arrestarlo.
Unción
en Betania
(cfr. Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Lc
7,36-50)
12 |
1Seis
días antes de la Pascua Yahshúa fue a Betania, donde estaba Lázaro, al que
había resucitado de entre los muertos. 2Le
ofrecieron un banquete. Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. 3María tomó una libra de
perfume de nardo puro, muy costoso, ungió con él los pies a Yahshúa y se los
enjugó con los cabellos. La casa se llenó del olor del perfume. 4Judas Iscariote, uno de los
discípulos, el que lo iba a entregar, dijo:
5—¿Por
qué no han vendido ese perfume en trescientas monedas para repartirlas a los
pobres?
6Lo
decía no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón; y, como
llevaba la bolsa, robaba de lo que ponían en ella. 7Yahshúa contestó:
—Déjala que lo guarde para el día de mi
sepultura. 8A los pobres
los tendrán siempre entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.
9Un
gran gentío de judíos supo que estaba allí y acudieron, no sólo por Yahshúa,
sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los muertos. 10Los sumos sacerdotes
habían decidido dar muerte también a Lázaro, 11porque por su causa muchos judíos iban y creían en Yahshúa.
Entrada
triunfal en Jerusalén
(cfr. Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; Lc
19,29-40)
12Al
día siguiente, un gran gentío que había llegado para la fiesta, al saber que Yahshúa
se dirigía a Jerusalén, 13tomaron
ramas de palma y salieron a su encuentro gritando:
—¡Hosana,
bendito
el que viene
en
nombre del Señor,
el
rey de Israel!
14Yahshúa
encontró un burrito y montó en él. Como está escrito:
15No temas, joven Sión:
mira
que llega tu rey cabalgando
una cría de asno.
16Esto
no lo entendieron los discípulos en aquel momento. Pero, cuando Yahshúa fue
glorificado, se acordaron de que todo lo que le había sucedido era lo que
estaba escrito acerca de él.
17La
gente que había asistido cuando llamó a Lázaro y lo resucitó de entre los
muertos contaba el hecho. 18Por
eso la gente salió a su encuentro, porque se enteraron de la señal que había
realizado. 19En cambio,
los fariseos comentaban entre sí:
—Ya ven que así no vamos a conseguir
nada; todo el mundo se va con él.
Los
griegos y Yahshúa
20Había
unos griegos que habían subido para los cultos de la fiesta. 21Se acercaron a Felipe, el
de Betsaida de Galilea, y le pidieron:
—Señor, queremos ver a Yahshúa.
22Felipe
va y se lo dice a Andrés; Felipe y Andrés van y se lo dicen a Yahshúa.
23Yahshúa
les contesta:
—Ha llegado la hora de que el Hijo del
Hombre sea glorificado. 24Les
aseguro que, si el grano de trigo caído en tierra no muere, queda solo; pero si
muere, da mucho fruto. 25El
que se aferra a la vida la pierde, el que desprecia la vida en este mundo la
conserva para una vida eterna. 26El
que quiera servirme, que me siga, y donde yo estoy estará mi servidor; si uno
me sirve, lo honrará el Padre. 27Ahora
mi espíritu está agitado, y, ¿qué voy a decir? ¿Que mi Padre me libre de este
trance? No; que para eso he llegado a este trance. 28Padre, da gloria a tu Nombre.
Vino una voz del cielo:
—Lo he glorificado y de nuevo lo
glorificaré.
29La
gente que estaba escuchando decía:
—Ha sido un trueno.
Otros decían:
—Le ha hablado un ángel.
30Yahshúa
respondió:
—Esa voz no ha sonado por mí, sino por
ustedes. 31Ahora comienza
el juicio de este mundo y el príncipe de este mundo será expulsado. 32Cuando yo sea elevado de
la tierra, atraeré a todos hacia mí.
33Lo
decía indicando de qué muerte iba a morir.
34La
gente le contestó:
—Hemos oído en la ley que el Mesías
permanecerá para siempre; ¿cómo dices tú que el Hijo del Hombre tiene que ser
levantado? ¿Quién es este Hijo del Hombre?
35Yahshúa
les dijo:
—La luz está todavía entre ustedes,
pero por poco tiempo. Caminen mientras tengan luz, para que no los sorprendan
las tinieblas. Quien camina a oscuras no sabe adónde va. 36Mientras tengan luz, crean en la luz y serán hijos de
la luz.
Así habló Yahshúa; después se apartó de
ellos y se escondió.
Fin
del ministerio público de Yahshúa
37A
pesar de las muchas señales que había realizado en su presencia no creían en
él. 38Así se cumplió lo
que dijo el profeta Isaías:
Señor,
¿quién creyó nuestro anuncio?
¿A
quién se reveló
el
poder del Señor?
39Así
que no podían creer, como dice también Isaías:
40Él ha cegado sus ojos,
y
ha endurecido su mente:
para
que sus ojos no vean
y
su mente no entienda,
para
que no se conviertan,
de modo que yo los sane.
41Eso
dijo Isaías porque vio su gloria y habló de él.
42Con
todo, muchos creyeron en él, aún entre los jefes; pero por miedo a los fariseos
no lo decían, para que no los expulsaran de la sinagoga. 43Prefirieron la gloria de los hombres a la gloria de
Dios.
44Yahshúa
exclamó:
—El que cree en mí, en realidad no cree
en mí, sino en aquel que me envió; 45y
el que me ve, ve al que me envió. 46Yo
soy la luz y he venido al mundo, para que quien crea en mí no se quede a
oscuras. 47Al que escucha
mis palabras y no las cumple yo no lo juzgo; porque no he venido a juzgar al
mundo, sino a salvarlo. 48Quien
me desprecia y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo
he dicho lo juzgará el último día. 49Porque
yo no hablé por mi cuenta; el Padre que me envió me encarga lo que debo decir y
hablar. 50Y sé que su
encargo es vida eterna. Lo que digo lo digo como me lo ha dicho el Padre.
Lava
los pies a los discípulos
13 |
1Antes
de la fiesta de Pascua, sabiendo Yahshúa que llegaba la hora de pasar de este
mundo al Padre, después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo. 2Durante
la cena, cuando el Diablo había sugerido a Judas Iscariote que lo entregara, 3sabiendo que todo lo había
puesto el Padre en sus manos, que había salido de Dios y volvía a Dios, 4se levanta de la mesa, se
quita el manto, y tomando una toalla, se la ató a la cintura. 5Después echa agua en un
recipiente y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la
toalla que llevaba en la cintura. 6Llegó
a Simón Pedro, el cual le dice:
—Señor, ¿tú me vas a lavar los pies?
7Yahshúa
respondió:
—Lo que yo hago no lo entiendes ahora,
más tarde lo entenderás.
8Replica
Pedro:
—No me lavarás los pies jamás.
Le respondió Yahshúa:
—Si no te lavo, no tienes nada que ver
conmigo.
9Le
dice Simón Pedro:
—Señor, si es así, no sólo los pies,
sino las manos y la cabeza.
10Le
responde Yahshúa:
—El que se ha bañado no necesita
lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Y ustedes están
limpios, aunque no todos.
11Conocía
al que lo iba a entregar y por eso dijo que no todos estaban limpios.
12Después
de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:
—¿Comprenden lo que acabo de hacer? 13Ustedes me llaman maestro
y señor, y dicen bien. 14Pero
si yo, que soy maestro y señor, les he lavado los pies, también ustedes deben
lavarse los pies unos a otros. 15Les
he dado ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes. 16Les aseguro que el
sirviente no es más que su señor, ni el enviado más que el que lo envía. 17Serán felices si, sabiendo
estas cosas las cumplen. 18No
hablo de todos ustedes, porque sé a quiénes he elegido. Pero se ha de cumplir
aquello de la Escritura:
El
que compartía mi pan
se
levantó contra mí.
19Se
lo digo ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy. 20Les aseguro: quien reciba
al que yo envíe me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me envió.
Anuncia
la traición
(cfr. Mt 26,20-25; Mc 14,17-21; Lc
22,21-23)
21Dicho
esto, Yahshúa se estremeció por dentro y declaró:
—Les aseguro que uno de ustedes me
entregará.
22Los
discípulos se miraban unos a otros sin saber por quién lo decía.
23Uno
de los discípulos, el más amigo de Yahshúa, estaba reclinado a su derecha. 24Simón Pedro le hace un
gesto y le dice:
—Averigua a quién se refiere.
25Él
se inclinó hacia el costado de Yahshúa y le dijo:
—Señor, ¿quién es?
26Le
responde Yahshúa:
—Aquél a quien le dé un trozo de pan
remojado.
Remojó el pan, lo tomó y se lo dio a
Judas el de Simón Iscariote. 27Detrás
del bocado Satanás entró en él. Yahshúa le dice:
—Lo que tienes que hacer hazlo pronto.
28Ninguno
de los comensales comprendió por qué lo decía. 29Algunos pensaron que, como Judas tenía la bolsa, Yahshúa
le había encargado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres.
30Y enseguida, después de
recibir el bocado, Judas salió. Era de noche.
El
amor fraterno
31Cuando
salió, dijo Yahshúa:
—Ahora ha sido glorificado el Hijo del
Hombre y Dios ha sido glorificado por él. 32[Si
Dios ha sido glorificado por él,] también Dios lo glorificará por sí, y lo hará
pronto. 33Hijitos,
todavía estaré un poco con ustedes; me buscarán y, como dije a los judíos
también lo digo ahora, a donde yo voy ustedes no pueden venir. 34Les doy un mandamiento
nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros. 35En eso conocerán todos que
son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros.
(cfr. Mt 26,30-35; Mc 14,26-31; Lc
22,31-34)
36[Le]
dice Simón Pedro:
—Señor, ¿adónde vas?
Le respondió Yahshúa:
—A donde yo voy no puedes seguirme por
ahora, me seguirás más tarde.
37Le
dice Pedro:
—Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora?
Daré mi vida por ti.
38Le
contesta Yahshúa:
—¿Que darás la vida por mí? Te aseguro
que antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.
Yahshúa,
camino hacia el Padre
14 |
1No
se inquieten. Crean en Dios y crean en mí. 2En
la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría
dicho, porque voy a prepararles un lugar.
3Cuando
haya ido y les tenga preparado un lugar, volveré para llevarlos conmigo, para
que donde yo esté, estén también ustedes. 4Ya
conocen el camino para ir a donde [yo] voy.
5Le
dice Tomás:
—Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo
podemos conocer el camino?
6Le
dice Yahshúa:
—Yo soy el camino, la verdad y la vida:
nadie va al Padre si no es por mí.
7Si
me conocieran a mí, conocerían también al Padre.
En realidad, ya lo conocen y lo han
visto.
8Le
dice Felipe:
—Señor, enséñanos al Padre y nos basta.
9Le
responde Yahshúa:
—Felipe, hace tanto tiempo que estoy
con ustedes ¿y todavía no me conocen? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre:
¿cómo pides que te enseñe al Padre? 10¿No
crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo les digo
no las digo por mi cuenta; el Padre que está en mí es el que hace las obras. 11Créanme que yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí; si no, créanlo por las mismas obras. 12Les aseguro: quien cree en
mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores, porque yo voy al Padre;
13y yo haré todo lo que
pidan en mi nombre, para que por el Hijo se manifieste la gloria del Padre. 14Si ustedes piden algo en
mi nombre, yo lo haré.
15Si
me aman, cumplirán mis mandamientos; 16y
yo pediré al Padre que les envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: 17el Espíritu de la verdad,
que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo
conocen, porque él permanece con ustedes y estará en ustedes. 18No los dejo huérfanos,
volveré a visitarlos. 19Dentro
de poco el mundo ya no me verá; ustedes, en cambio, me verán, porque yo vivo y
ustedes vivirán. 20Aquel
día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes. 21Quien recibe y cumple mis
mandamientos, ése sí que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo
lo amaré y me manifestaré a él.
22Le
dice Judas –no el Iscariote–:
—Señor, ¿por qué te vas a manifestar a
nosotros y no al mundo?
23Yahshúa
le contestó:
—Si alguien me ama cumplirá mi palabra,
mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él. 24Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra
que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. 25Les he dicho esto mientras estoy con ustedes. 26El Defensor, el Espíritu
Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo
lo que [yo] les he dicho. 27La
paz les dejo, les doy mi paz, y no como la da el mundo. No se inquieten ni se
acobarden. 28Oyeron que
les dije que me voy y volveré a visitarlos. Si me amaran, se alegrarían de que
vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. 29Les he dicho esto ahora, antes de que suceda, para que
cuando suceda, crean. 30Ya
no hablaré mucho con ustedes, porque está llegando el príncipe del mundo. No
tiene poder sobre mí, 31pero
el mundo tiene que saber que yo amo al Padre y hago lo que el Padre me encargó.
¡Levántense! Vámonos de aquí.
La
vid verdadera
15 |
1Yo
soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. 2Él corta los sarmientos que en mí no dan fruto; los que
dan fruto los poda, para que den aún más.
3Ustedes
ya están limpios por la palabra que les he anunciado.
4Permanezcan
en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto
por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en
mí.
5Yo
soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho
fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada.
6Si
uno no permanece en mí, lo tirarán afuera como el sarmiento y se secará: los
toman, los echan al fuego y se queman.
7Si
permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pedirán lo que quieran y
lo obtendrán.
8Mi
Padre será glorificado si dan fruto abundante y son mis discípulos.
9Como
el Padre me amó así yo los he amado: permanezcan en mi amor. 10Si cumplen mis
mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11Les
he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices.
12Éste
es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. 13Nadie tiene amor más
grande que el que da la vida por los amigos. 14Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. 15Ya no los llamo sirvientes,
porque el sirviente no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he llamado
amigos porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre. 16No me eligieron ustedes a
mí; yo los elegí a ustedes y los destiné para que vayan y den fruto, un fruto
que permanezca; así, lo que pidan al Padre en mi nombre él se lo concederá. 17Esto es lo que les mando,
que se amen unos a otros.
El
odio del mundo
18Si
el mundo los odia, sepan que primero me odió a mí.
19Si
ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya.
Pero, como no son del mundo, sino que
yo los elegí sacándolos del mundo, por eso el mundo los odia.
20Recuerden
lo que les dije: Un sirviente no es más que su señor. Si a mí me han
perseguido, también a ustedes los perseguirán; si cumplieron mi palabra,
también cumplirán la de ustedes.
21Los
tratarán así a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
22Si
no hubiera venido y no les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no
tienen excusa de su pecado.
23Quien
me odia a mí odia al Padre.
24Si
no hubiera hecho ante ellos obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado.
Pero ahora, aunque las han visto, nos
odian a mí y a mi Padre.
25Así
se cumple lo escrito en la ley acerca de ellos: me odiaron sin causa.
El testimonio del Espíritu y de los
discípulos
26Cuando
venga el Defensor que yo les enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de
mí;
27y
ustedes también darán testimonio, porque han estado conmigo desde el principio.
16 |
1Les
he dicho todo esto para que no fallen. 2Los
expulsarán de la sinagoga. Incluso más, llegará un tiempo en que el que los
mate pensará que está dando culto a Dios.
3Y
eso lo harán porque no conocen al Padre ni a mí.
4Esto
se lo digo para que, cuando llegue su momento, se acuerden que ya se lo había
dicho.
No les dije estas cosas desde el
principio porque yo estaba con ustedes.
5Ahora
me vuelvo al que me envió y nadie me pregunta adónde voy.
La
obra del Espíritu
6Lo
que les he dicho los ha llenado de tristeza; 7pero les digo la verdad: les conviene que yo me vaya.
Si no me voy, no vendrá a ustedes el Defensor, pero si me voy, lo enviaré a
ustedes. 8Cuando él
venga, convencerá al mundo de un pecado, de una justicia, y de una sentencia:
9El
pecado, que no han creído en mí.
10La
justicia, que yo voy al Padre y no me verán más.
11La
sentencia, que el príncipe de este mundo ya ha sido condenado.
12Muchas
cosas me quedan por decirles, pero ahora no pueden comprenderlas.
13Cuando
venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena. Porque no
hablará por su cuenta, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará el futuro.
14Él
me dará gloria porque recibirá de lo mío y se lo explicará a ustedes.
15Todo
lo que tiene el Padre es mío, por eso les dije que recibirá de lo mío y se lo
explicará a ustedes.
Alegría
tras la pena
16Dentro
de poco ya no me verán, y poco después me volverán a ver.
17Los
discípulos comentaban entre sí:
—¿Qué es lo que dice? Dentro de poco ya
no me verán, y poco después me volverán a ver; y qué significa eso de: Voy al
Padre.
18Decían:
—¿A qué poco se refiere? No entendemos
lo que dice.
19Yahshúa
comprendió que querían preguntarle y les dijo:
—Ustedes discuten entre sí qué
significan mis palabras: dentro de poco ya no me verán y poco después me
volverán a ver.
20Les
aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán mientras el mundo se divierte;
estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.
21Cuando
una mujer va a dar a luz, está triste, porque le llega su hora. Pero, cuando ha
dado a luz a la criatura, no se acuerda de la angustia, por la alegría que
siente de haber traído un hombre al mundo.
22Así
ustedes ahora están tristes; pero los volveré a visitar y se llenarán de
alegría, y nadie les quitará su alegría. 23Aquel
día no me preguntarán nada.
Les aseguro que todo lo que pidan a mi
Padre, él se lo concederá en mi nombre.
24Hasta
ahora no han pedido nada en mi nombre; pidan y recibirán, para que su alegría
sea completa.
25Les
he dicho esto en parábolas; pero llega la hora en que ya no les hablaré en
parábolas, sino que les hablaré claramente de mi Padre.
26Aquel
día pedirán en mi nombre, y no será necesario que yo pida al Padre por ustedes,
27ya que el Padre mismo
los ama, porque ustedes me han amado y han creído que yo vine de parte de Dios.
28Salí del Padre y he
venido al mundo; ahora dejo el mundo y vuelvo al Padre.
29Le
dicen los discípulos:
—Ahora sí que hablas claramente, sin
usar parábolas. 30Ahora
sabemos que lo sabes todo y que no hace falta que nadie te pregunte; por eso
creemos que vienes de Dios.
31Yahshúa
les contestó:
—¿Ahora creen? 32Miren, llega la hora, ya ha llegado, en que ustedes se
dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo. Pero yo no estoy solo,
porque el Padre está conmigo.
33Les
he dicho esto para que gracias a mí tengan paz.
En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo.
Oración
sacerdotal de Yahshúa
17 |
1Así
habló Yahshúa. Después, levantando la vista al cielo, dijo:
—Padre, ha llegado
la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria; 2ya que le has dado autoridad
sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado. 3En esto consiste la vida
eterna: en conocerte a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Yahshúa el
Mesías. 4Yo te he dado
gloria en la tierra cumpliendo la tarea que me encargaste hacer. 5Ahora tú, Padre, dame
gloria junto a ti, la gloria que tenía junto a ti, antes de que hubiera mundo.
6He
manifestado tu nombre a los hombres que separaste del mundo para confiármelos:
eran tuyos y me los confiaste y han cumplido tus palabras. 7Ahora comprenden que todo lo que me confiaste procede
de ti. 8Las palabras que
tú me comunicaste yo se las comuniqué; ellos las recibieron y comprendieron
realmente que vine de tu parte, y han creído que tú me enviaste.
9Yo
ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me has confiado, pues
son tuyos. 10Todo lo mío
es tuyo y lo tuyo es mío: en ellos se revela mi gloria. 11Ya no estoy en el mundo, mientras que ellos están en
el mundo; yo voy hacia ti, Padre Santo, cuida en tu nombre, a los que me diste,
para que sean uno como nosotros. 12Mientras
estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste; los custodié, y
no se perdió ninguno de ellos; excepto el destinado a la perdición, para
cumplimiento de la Escritura. 13Ahora
voy hacia ti; y les digo esto mientras estoy en el mundo para que mi gozo sea
el de ellos y su gozo sea perfecto.
14Yo
les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió, porque no son del mundo, igual
que yo no soy del mundo. 15No
pido que los saques del mundo, sino que los libres del Maligno. 16No son del mundo, igual
que yo no soy del mundo.
17Conságralos
con la verdad: tu palabra es verdad. 18Como
tú me enviaste al mundo, yo los envié al mundo. 19Por ellos me consagro, para que queden consagrados con
la verdad. 20No sólo
ruego por ellos, sino también por los que han de creer en mí por medio de sus
palabras.
21Que
todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean
uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.
22Yo
les di la gloria que tú me diste para que sean uno como lo somos nosotros.
23Yo
en ellos y tú en mí, para que sean plenamente uno; para que el mundo conozca
que tú me enviaste y los amaste como me amaste a mí.
24Padre,
quiero que los que me confiaste estén conmigo, donde yo estoy; para que
contemplen mi gloria; la que me diste, porque me amaste antes de la creación
del mundo.
25Padre
justo, el mundo no te ha conocido; yo te he conocido y éstos han conocido que
tú me enviaste.
26Les
di a conocer tu nombre y se lo daré a conocer, para que el amor con que tú me
amaste esté en ellos, y yo en ellos.
Arresto
de Yahshúa
(cfr.
Mt 26,47-56; Mc 14,43-52; Lc 22,47-53)
18 |
1Dicho
esto, salió Yahshúa con los discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde
había un huerto; allá entró él con sus discípulos. 2Judas, el traidor, conocía el lugar, porque Yahshúa
muchas veces se había reunido allí con sus discípulos. 3Entonces Judas tomó un destacamento y algunos empleados
de los sumos sacerdotes y los fariseos, y se dirigió allá con antorchas,
linternas y armas.
4Yahshúa,
sabiendo todo lo que le iba a pasar, se adelantó y les dice:
—¿A quién buscan?
5Le
respondieron:
—A Yahshúa, el Nazareno.
Les dice:
—Yo soy.
También Judas, el traidor, estaba con
ellos. 6Cuando les dijo:
Yo soy, retrocedieron y cayeron al suelo.
7Les
preguntó de nuevo:
—¿A quién buscan?
Le respondieron:
—A Yahshúa, el Nazareno.
8Contestó
Yahshúa:
—Ya les dije que yo soy, pero, si me
buscan a mí, dejen ir a éstos.
9Así
se cumplió lo que había dicho: No he perdido ninguno de los que me has
confiado.
10Simón
Pedro, que iba armado de espada, la desenvainó, dio un tajo al sirviente del
sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El sirviente se llamaba Malco.
11Yahshúa
dijo a Pedro:
—Envaina la espada: ¿Acaso no beberé la
copa que me ha ofrecido mi Padre?
12El
destacamento, el comandante y los agentes de los judíos arrestaron a Yahshúa,
lo ataron 13y se lo
llevaron primero a Anás que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel
año.
14Caifás
era el mismo que había dicho a los judíos, que era mejor para ellos que un solo
hombre muriese por el pueblo.
Yahshúa
ante Anás – Negaciones de Pedro
(cfr. Mt 26,57-75; Mc 14,53-72; Lc
22,54-71)
15Seguían
a Yahshúa Simón Pedro y otro discípulo. Como ese discípulo era conocido del sumo
sacerdote, entró con Yahshúa en el palacio del sumo sacerdote, 16mientras Pedro se quedaba
afuera, en la puerta.
Salió el otro discípulo, el conocido
del sumo sacerdote, habló a la portera y ésta dejó entrar a Pedro.
17La
sirvienta de la portería dice a Pedro:
—¿No eres tú también discípulo de ese
hombre?
Contesta él:
—No lo soy.
18Como
hacía frío, los sirvientes y los guardias habían encendido fuego y se
calentaban. Pedro estaba con ellos protegiéndose del frío.
19El
sumo sacerdote interrogó a Yahshúa sobre sus discípulos y su enseñanza.
20Yahshúa
le contestó:
—Yo he hablado públicamente al mundo;
siempre enseñé en sinagogas o en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y
no he dicho nada en secreto. 21¿Por
qué me interrogas? Interroga a los que me han oído hablar, que ellos saben lo
que les dije.
22Apenas
Yahshúa dijo aquello, uno de los guardias presentes le dio una bofetada y le
dijo:
—¿Así respondes al sumo sacerdote?
23Yahshúa
contestó:
—Si he hablado mal, demuéstrame la
maldad; pero si he hablado bien, ¿por qué me golpeas?
24Anás
lo envió atado al sumo sacerdote Caifás.
25Simón
Pedro seguía junto al fuego. Le preguntan:
—¿No
eres tú también discípulo suyo?
Él lo negó:
—No lo soy.
26Uno
de los sirvientes del sumo sacerdote, pariente de aquél a quien Pedro había
cortado la oreja, insistió:
—¿Acaso no te vi yo con él en el
huerto?
27Pedro
volvió a negarlo y en ese momento cantó el gallo.
Yahshúa ante Pilato
(cfr. Mt 27,1s.11-14; Mc 15,1-5; Lc 23,1-5)
28Desde
la casa de Caifás llevaron a Yahshúa al cuartel. Era temprano. Ellos no
entraron en el cuartel para evitar contaminarse y poder comer la Pascua. 29Pilato salió afuera, a
donde estaban, y les preguntó:
—¿De qué acusan a este hombre?
30Le
contestaron:
—Si éste no fuera malhechor, no te lo
habríamos entregado.
31Les
replicó Pilato:
—Entonces, tómenlo y júzguenlo según la
legislación de ustedes.
Los judíos le dijeron:
—No nos está permitido dar muerte a
nadie.
32Así
se cumplió lo que Yahshúa había dicho sobre la manera en que tendría que morir.
33Entró de nuevo Pilato
en el pretorio, llamó a Yahshúa y le preguntó:
—¿Eres tú el rey de los judíos?
34Yahshúa
respondió:
—¿Eso lo preguntas por tu cuenta o
porque te lo han dicho otros de mí?
35Pilato
respondió:
—¡Ni que yo fuera judío! Tu nación y
los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
36Contestó
Yahshúa:
—Mi reino no es de este mundo; si mi
reino fuera de este mundo, mis soldados habrían peleado para que no me
entregaran a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
37Le
dijo Pilato:
—Entonces, ¿tú eres rey?
Yahshúa contestó:
—Tú lo dices. Yo soy rey: para eso he
nacido, para eso he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Quien
está de parte de la verdad escucha mi voz.
38aLe
dice Pilato:
—¿Qué es la verdad?
Condena a muerte
(cfr.
Mt 27,15-31; Mc 15,6-20; Lc 23,13-25)
38bDicho
esto, salió de nuevo a donde estaban los judíos y les dijo:
—No encuentro en él culpa alguna. 39Y ya que ustedes tienen la
costumbre de que ponga en libertad a un preso durante la fiesta de la Pascua. ¿Quieren
que suelte al rey de los judíos?
40Volvieron
a gritar:
—A ése no, suelta a Barrabás.
Barrabás era un asaltante.
19 |
1Entonces
Pilato se hizo cargo de Yahshúa y lo mandó azotar. 2Los soldados entrelazaron una corona de espinas y se la
pusieron en la cabeza; lo revistieron con un manto rojo, 3y acercándose a él le decían:
—¡Salud, rey de los judíos!
Y le pegaban en la cara. 4Salió otra vez Pilato
afuera y les dijo:
—Miren, lo saco afuera para que sepan
que no encuentro en él culpa alguna.
5Salió
Yahshúa afuera, con la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dice:
—Aquí tienen al hombre.
6Cuando
los sumos sacerdotes y los policías del templo lo vieron, gritaron:
—¡Crucifícalo, crucifícalo!
Les dice Pilato:
—Tómenlo ustedes y crucifíquenlo, que
yo no encuentro en él ningún motivo de condena.
7Le
replicaron los judíos:
—Nosotros tenemos una ley, y según esa
ley debe morir, porque se ha hecho pasar por hijo de Dios.
8Cuando
Pilato oyó aquellas palabras, se asustó mucho. 9Entró en el cuartel y dice de nuevo a Yahshúa:
—¿De dónde eres?
Yahshúa no le dio respuesta. 10Le dice Pilato:
—¿No quieres hablarme? ¿No sabes que
tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?
11[Le]
contestó Yahshúa:
—No tendrías poder contra mí si no te
lo hubiera dado el cielo. Por eso el que me entrega es más culpable.
12A
partir de entonces, Pilato procuraba soltarlo, mientras los judíos gritaban:
—Si sueltas a ése, no eres amigo del
césar. El que se hace rey va contra el césar.
13Al
oír aquello, Pilato sacó afuera a Yahshúa y se sentó en el tribunal, en el
lugar llamado Enlosado, en hebreo Gábbata.
14Era la víspera de
Pascua, al mediodía. Dice a los judíos:
—Ahí tienen a su rey.
15Ellos
gritaron:
—¡Afuera, afuera, crucifícalo!
Les dice Pilato:
—¿Voy a crucificar a su rey?
Los sumos sacerdotes contestaron:
—No tenemos más rey que el césar.
16aEntonces
se lo entregó para que fuera crucificado.
Crucifixión
y muerte de Yahshúa
(cfr. Mt 27,32-56; Mc 15,21-41; Lc
23,26-49)
16bSe
lo llevaron; 17y Yahshúa
salió cargando él mismo con la cruz, hacia un lugar llamado La Calavera, en
hebreo Gólgota. 18Allí lo crucificaron con otros dos: uno a cada lado y
en medio Yahshúa. 19Pilato
había hecho escribir un letrero y clavarlo en la cruz. El escrito decía: Yahshúa
el Nazareno, rey de los Judíos.
20Muchos
judíos leyeron el letrero, porque el lugar donde Yahshúa fue crucificado
quedaba cerca de la ciudad. Además, el letrero estaba escrito en hebreo, latín
y griego. 21Los sumos
sacerdotes dijeron a Pilato:
—No escribas: Rey de los judíos, sino:
Éste ha dicho: Soy rey de los judíos.
22Pilato
contestó:
—Lo escrito, escrito está.
23Después
que los soldados crucificaron a Yahshúa, tomaron su ropa y la dividieron en
cuatro partes, una para cada soldado; tomaron también la túnica. Era una túnica
sin costuras, tejida de arriba abajo, de una pieza. 24Así que se dijeron:
—No la rasguemos; vamos a sortearla,
para ver a quien le toca.
Así se cumplió lo escrito: Se repartieron mi ropa y se sortearon mi
túnica. Es lo que hicieron los soldados.
25Junto
a la cruz de Yahshúa estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás
y María Magdalena. 26Yahshúa,
viendo a su madre y al lado al discípulo amado, dice a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27Después
dice al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento el discípulo se
la llevó a su casa.
28Después,
sabiendo que todo había terminado, para que se cumpliese la Escritura, Yahshúa
dijo:
—Tengo sed.
29Había
allí un jarro lleno de vinagre. Empaparon una esponja en vinagre, la sujetaron
a una caña y se la acercaron a la boca. 30Yahshúa
tomó el vinagre y dijo:
—Todo se ha cumplido.
Dobló la cabeza y entregó el espíritu.
31Era
la víspera del sábado, el más solemne de todos; los judíos pidieron a Pilato
que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus
cuerpos para que no quedaran en la cruz durante el sábado.
32Fueron
los soldados y quebraron las piernas a los dos crucificados con él. 33Al llegar a Yahshúa,
viendo que estaba muerto, no le quebraron las piernas; 34sino que un soldado le abrió el costado con una lanza.
En seguida brotó sangre y agua.
35El
que lo vio lo atestigua y su testimonio es verdadero; él sabe que dice la
verdad, para que también ustedes crean.
36Esto
sucedió de modo que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ni un hueso; 37y
otro pasaje de la Escritura dice: Mirarán
al que ellos mismos atravesaron.
Sepultura
de Yahshúa
(cfr. Mt 27,57-61; Mc 15,42-47; Lc
23,50-56)
38Después
de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Yahshúa, por miedo
a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cadáver de Yahshúa.
Pilato se lo concedió.
Él fue y se llevó el cadáver. 39Fue también Nicodemo, el
que lo había visitado en una ocasión de noche, llevando cien libras de una
mezcla de mirra y áloe.
40Tomaron
el cadáver de Yahshúa y lo envolvieron en lienzos con los perfumes, según la
costumbre de sepultar que tienen los judíos.
41En
el lugar donde había sido crucificado había un huerto y en él un sepulcro
nuevo, en el que nadie había sido sepultado. 42Como era la víspera de la fiesta judía y como el
sepulcro estaba cerca, colocaron allí a Yahshúa.
Resurrección de Yahshúa(cfr.
Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12)
20 |
1El
primer día de la semana, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, María
Magdalena va al sepulcro y observa que la piedra está retirada del sepulcro.
2Llega
corriendo a donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que era muy amigo
de Yahshúa, y les dice:
—Se han llevado del sepulcro al Señor y
no sabemos dónde lo han puesto.
3Salió
Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. 4Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría
más que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5Inclinándose
vio las sábanas en el suelo, pero no entró.
6Después
llegó Simón Pedro, que le seguía y entró en el sepulcro. Observó los lienzos en
el suelo 7y el sudario
que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado
en lugar aparte.
8Entonces
entró el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
9Todavía no habían
entendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos. 10Los discípulos se
volvieron a casa.
Se
aparece a María Magdalena
(cfr. Mc 16,9-11)
11María
estaba afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó hacia el
sepulcro 12y ve dos
ángeles vestidos de blanco, sentados: uno a la cabecera y otro a los pies del
lugar donde había estado el cadáver de Yahshúa. 13Le dicen:
—Mujer, ¿por qué lloras?
María responde:
—Porque se han llevado a mi señor y no
sé dónde lo han puesto.
14Al
decir esto, se dio media vuelta y ve a Yahshúa de pie; pero no lo reconoció.
15Yahshúa
le dice:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién
buscas?
Ella, creyendo que era el jardinero, le
dice:
—Señor, si tú te lo has llevado, dime
dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo.
16Yahshúa
le dice:
—¡María!
Ella se vuelve y le dice en hebreo:
—Rabbuni
–que significa maestro–.
17Le
dice Yahshúa:
—Déjame, que todavía no he subido al
Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes, a mi
Dios, el Dios de ustedes.
18María
Magdalena fue a anunciar a los discípulos:
—He visto al Señor y me ha dicho esto.
Se
aparece a los discípulos
(cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-20)
19Al
atardecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos con las
puertas bien cerradas, por miedo a los judíos.
Llegó Yahshúa, se colocó en medio y les
dice:
—La paz esté con ustedes.
20Después
de decir esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron al
ver al Señor. 21Yahshúa
repitió:
—La paz esté con ustedes. Como el Padre
me envió, así yo los envío a ustedes.
22Al
decirles esto, sopló sobre ellos y añadió:
—Reciban el Espíritu Santo. 23A quienes les perdonen los
pecados les quedarán perdonados; a quienes se los retengan les quedarán
retenidos.
24Tomás,
llamado Mellizo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Yahshúa.
25Los
otros discípulos le decían:
—Hemos visto al Señor.
Él replicó:
—Si no veo en sus manos la marca de los
clavos, si no meto el dedo en el lugar de los clavos, y la mano por su costado,
no creeré.
26A
los ocho días estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa y Tomás con
ellos.
Se presentó Yahshúa a pesar de estar
las puertas cerradas, se colocó en medio y les dijo:
—La paz esté con ustedes.
27Después
dice a Tomás:
—Mira mis manos y toca mis heridas;
extiende tu mano y palpa mi costado, en adelante no seas incrédulo, sino hombre
de fe.
28Le
contestó Tomás:
—Señor mío y Dios mío.
29Le
dice Yahshúa:
—Porque me has visto, has creído;
felices los que crean sin haber visto.
30Otras
muchas señales hizo Yahshúa en presencia de sus discípulos, que no están
relatadas en este libro. 31Éstas
quedan escritas para que crean que Yahshúa es el Mesías, el Hijo de Dios, y
para que creyendo tengan vida por medio de él.
Se
aparece junto al lago
21 |
1Después
Yahshúa se apareció de nuevo a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se
apareció así: 2Estaban
juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea, los
Zebedeos y otros dos discípulos. 3Les
dice Simón Pedro:
—Voy a pescar.
Le responden:
—Nosotros también vamos.
Salieron, y subieron a la barca; pero
aquella noche no pescaron nada. 4Al
amanecer Yahshúa estaba en la playa; pero los discípulos no reconocieron que era
Yahshúa. 5Les dice Yahshúa:
—Muchachos, ¿tienen algo de comer?
Ellos contestaron:
—No.
6Les
dijo:
—Tiren la red a la derecha de la barca
y encontrarán.
Tiraron la red y era tanta la
abundancia de peces que no podían arrastrarla. 7El discípulo amado de Yahshúa dice a Pedro:
—Es el Señor.
Al oír Pedro que era el Señor, se ciñó
la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. 8Los demás discípulos se
acercaron en el bote, arrastrando la red con los peces, porque no estaban lejos
de la orilla, apenas unos cien metros. 9Cuando
saltaron a tierra, ven unas brasas preparadas y encima pescado y pan. 10Les dice Yahshúa:
—Traigan algo de lo que acaban de
pescar.
11Pedro
subió a la barca y arrastró hasta la playa la red repleta de peces grandes:
ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, la red no se rompió. 12Les dice Yahshúa:
—Vengan a comer.
Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. 13Yahshúa se acercó, tomó pan y se lo repartió e hizo lo
mismo con el pescado. 14Ésta
fue la tercera aparición de Yahshúa, ya resucitado, a sus discípulos.
Misión
de Simón Pedro
15Cuando
terminaron de comer, dice Yahshúa a Simón Pedro:
—Simón hijo de Juan, ¿me quieres más
que éstos?
Él le responde:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Yahshúa le dice:
—Apacienta mis corderos.
16Le
pregunta por segunda vez:
—Simón hijo de Juan, ¿me quieres?
Él le responde:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Yahshúa le dice:
—Apacienta mis ovejas.
17Por
tercera vez le pregunta:
—Simón hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro se entristeció de que le
preguntara por tercera vez si lo quería y le dijo:
—Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que
te quiero.
Yahshúa le dice:
—Apacienta mis ovejas. 18Te lo aseguro, cuando eras
joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías; cuando seas viejo,
extenderás las manos, otro te atará y te llevará a donde no quieras.
19Lo
decía indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después de hablar
así, añadió:
—Sígueme.
20Pedro
se volvió y vio que le seguía el discípulo amado de Yahshúa, el que se había
apoyado sobre su costado durante la cena y le había preguntado quién era el
traidor.
21Viéndolo,
Pedro pregunta a Yahshúa:
—Señor, y de éste, ¿qué?
22Le
responde Yahshúa:
—Si quiero que se quede hasta que yo vuelva,
¿a ti qué? Tú sígueme.
23Así
se corrió el rumor entre los discípulos de que aquel discípulo no moriría. Pero
no le dijo Yahshúa que no moriría, sino: Si quiero que se quede hasta que yo
vuelva [a ti qué].
24Éste
es el discípulo que da testimonio de estas cosas y lo ha escrito; y nos consta
que su testimonio es verdadero.
25Quedan
otras muchas cosas que hizo Yahshúa. Si quisiéramos escribirlas una por una,
pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo.
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