EVANGELIO RESTAURADO SEGÚN LUCAS
lucas
Introducción
Contexto histórico. La obra de Lucas nos sitúa en la segunda generación cristiana.
Los cristianos se van asentando y expandiendo cada vez más dentro del mundo
romano, aunque son vistos frecuentemente con recelo y sospecha. Urge, pues, presentar
el ideal cristiano como un ideal apto e inofensivo para la sociedad romana,
como una práctica religiosa que puede subvertir el mundo no con la violencia de
las armas ni de las guerras, sino con la fuerza del Espíritu que ya está
actuando y que va convirtiendo muchos corazones al Señor Yahshúa. Por otro
lado, en la medida que se radicaliza la ruptura entre la Iglesia cristiana y la
Sinagoga judía, va surgiendo en las comunidades cristianas cierto rechazo a la
historia de salvación precedente, y es necesario resaltar aquello que une el
cristianismo con el judaísmo. Éste es, quizás, el contexto en que Lucas escribe
su evangelio.
Autor, fecha y lugar de
composición. La tradición lo ha titulado
«según san Lucas», dando así su autoría al «médico querido» de Pablo (Col
4,14), que también aparece en Flm 24.
En cuanto a la fecha de su composición, el autor tiene noticia de
la destrucción de Jerusalén (año 70), pero no de la persecución de Domiciano
(año 90-95), y también parece vivir el rechazo oficial de la sinagoga a los
cristianos (entre el año 85 y 90); por eso muchos biblistas sugieren como fecha
probable la década de los 80.
En cuanto al lugar de su composición hay mucha conjetura. La tradición
habla tanto de Cesarea, Alejandría como del sur de Grecia, entre otros lugares.
Parte de un plan más
amplio. Constituye la primera parte de una obra mayor que continúa con
los Hechos de los Apóstoles, y ocupa una posición intermedia en el gran arco de
la historia de la salvación, que comprende: el tiempo de las promesas del
Antiguo Testamento; el tiempo de Yahshúa, realización de las promesas del
Antiguo Testamento; y el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la acción del
Espíritu Santo. La conexión entre estos «tres tiempos» de la historia de la
salvación es esencial para conocer la misión de Yahshúa tal como nos la
presenta Lucas en su evangelio. Los personajes de la infancia, especialmente
Simeón, encarnan esa tensión entre el pasado y el momento culminante que ha
llegado. No menos importante es la continuación de la obra de Yahshúa: la
expansión de la Iglesia. Como el Antiguo Testamento profetiza y prefigura a Yahshúa,
así Yahshúa profetiza y prefigura la misión de los apóstoles. Los forma a su
lado, los instruye, los previene, les da su Espíritu. Después, al contar sus
«Hechos», Lucas se complace en establecer paralelos, en ver en esos pioneros de
la primera evangelización el modelo de Yahshúa que sigue presente y actuando en
su Iglesia y en el mundo.
Visión histórica. Lucas se presenta como un historiador al mejor estilo griego:
cuidadoso en consultar sus fuentes y exponer los hechos. Sabe recoger y ordenar
los datos de los acontecimientos que le interesa narrar. Sin dejar de proclamar
la fe, intenta hacer una obra de historiador. Entrelaza su relato con fechas de
la historiografía secular, colocando así la misión de Yahshúa en el amplio
marco de los acontecimientos del imperio.
En su evangelio una comunidad de creyentes, autónoma y
consolidada vuelve la mirada hacia sus orígenes, hacia la vida de Yahshúa,
desde sus inicios hasta su ascensión al cielo. Y a la vez, una comunidad,
sanada ya de aguardar una parusía inminente, toma conciencia de su ser y de su
vocación histórica en el seno de la ordenación política y cultural de su
tiempo.
Jerusalén. Es el centro geográfico y teológico de su obra. Allí comienza y
concluye el itinerario de Yahshúa. De allí arranca la evangelización, en alas
del Espíritu, hasta el confín del mundo.
Yahshúa, movido por el
Espíritu, anuncia la liberación. Los «tres tiempos» de la
historia de la salvación se mueven en Lucas a impulso del Espíritu Santo. Es Él
el que inspira y guía a los profetas y las profetisas del Antiguo Testamento
hasta sus dos últimos representantes, Simeón y Ana (2,25-38). Es Él el que desciende
plena y definitivamente sobre Yahshúa de Nazaret (3,21s). Y es Él el que,
siendo ya el Espíritu del resucitado, inaugura el tiempo de la Iglesia en
Pentecostés, llevando la palabra de vida y liberación del Evangelio hasta los
confines del mundo y hasta el final de los tiempos.
El tema dominante de su evangelio arranca de la escena
programática en la que Yahshúa, movido por el Espíritu, da inicio a su
ministerio: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para
que dé la Buena Noticia a los pobres… la libertad a los cautivos… a los
oprimidos… para proclamar el año de gracia del Señor» (4,18s). Después vendrá
el viaje ascencional hacia Jerusalén (9,51), que llevará a Yahshúa junto a sus
discípulos hacia la cruz, hacia el cielo.
Por el camino va derramando la misericordia y el perdón,
acogiendo a los pecadores, buscando a los extraviados y ayudando a los pobres y
necesitados. Su predicación se abre a los paganos –incluso procura dejar bien
parados a varios personajes romanos–, a la vez que registra una creciente
oposición de las autoridades judías.
Las mujeres, minusvaloradas y despreciadas en su cultura,
desempeñan un papel sobresaliente en su ministerio. Como fruto de la
liberación, va dejando tras de sí una estela de gozo y de alegría. El Espíritu
comienza a actuar, preparando su acción dominante en los Hechos.
Con otra escena programática cierra Lucas su evangelio: Yahshúa
resucitado, en viaje hacia Emaús, propone la clave pascual del cumplimiento de
la profecía y la sella con una eucaristía (24,13-35).
Sinopsis. Empieza con una doble introducción, notable por su construcción
en bloques paralelos: infancia de Juan y de Yahshúa (1s). Continúa con el
bautismo y las tentaciones (3,1–4,13). El ministerio en Galilea se abre con la
fuerza del Espíritu (4,14) y se cierra con el poder del nombre de Yahshúa
actuando más allá del círculo de sus discípulos (9,49s). Sigue el gran viaje a
Jerusalén como cuadro narrativo (9,51–19,28) y concluye toda la obra en esta
ciudad: confrontación, pasión, muerte, resurrección y ascensión (19,29– 24,53).
Prólogo
(cfr.
Mc 1,1; Jn 1,1-18; Hch 1,1-5)
1 |
1Ya
que muchos emprendieron la tarea de relatar los sucesos que nos han acontecido,
2tal como nos lo
transmitieron los primeros testigos presenciales y servidores de la palabra, 3también yo he pensado,
ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el
principio; 4así
comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido.
Anuncio
del nacimiento de Juan el Bautista
5En
tiempo de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del grupo
de Abías; su mujer era descendiente de Aarón y se llamaba Isabel. 6Los dos eran rectos a los
ojos de Dios y vivían irreprochablemente de acuerdo con los mandatos y
preceptos del Señor. 7No
tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos eran de edad avanzada.
8Una
vez que, con los de su grupo, oficiaba ante Dios, 9según el ritual sacerdotal, le tocó entrar en el
santuario para ofrecer incienso. 10Mientras
todo el pueblo quedaba fuera orando durante la ofrenda del incienso, 11se le apareció un ángel
del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12Al verlo, Zacarías se asustó y quedó desconcertado.
13El
ángel le dijo:
—No
temas, Zacarías, que tu petición ha sido escuchada, y tu mujer Isabel te dará
un hijo, a quien llamarás Juan. 14Te
llenará de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento. 15Será grande a los ojos del
Señor; no beberá vino ni licor. Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre
materno 16y convertirá a
muchos israelitas al Señor su Dios. 17Irá
por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres
con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de los honrados; así preparará
para el Señor un pueblo bien dispuesto.
18Zacarías
respondió al ángel:
—¿Qué
garantía me das de eso? Porque yo soy
anciano y mi mujer de edad avanzada.
19Le
replicó el ángel:
—Yo
soy Gabriel, que sirvo a Dios en su presencia: me ha enviado a hablarte, a
darte esta Buena Noticia. 20Pero
mira, quedarás mudo y sin poder hablar hasta que eso se cumpla, por no haber
creído mis palabras que se cumplirán a su debido tiempo.
21El
pueblo aguardaba a Zacarías y se extrañaba de que se demorase en el santuario. 22Cuando salió, no podía
hablar, y ellos adivinaron que había tenido una visión en el santuario. Él les
hacía señas y seguía mudo.
23Cuando
terminó el tiempo de su servicio, volvió a casa.
24Algún
tiempo después concibió Isabel su mujer, y se quedó escondida cinco meses, en
ese tiempo pensaba:
25—Así
me ha tratado el Señor cuando dispuso que terminara mi humillación pública.
Anuncio
del nacimiento de Yahshúa
26El
sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27a una virgen prometida a
un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. 28Entró el ángel a donde
estaba ella y le dijo:
—Alégrate,
llena de gracia, el Señor está contigo.
29Al
oírlo, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué clase de saludo era aquél.
30El
ángel le dijo:
—No
temas, María, que gozas del favor de Dios. 31Mira,
concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Yahshúa. 32Será grande, llevará el
título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre,
33para que reine sobre la
Casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin.
34María
respondió al ángel:
—¿Cómo
sucederá eso si no convivo con un hombre?
35El
ángel le respondió:
—El
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su
sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. 36Mira, también tu pariente
Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de
seis meses. 37Pues nada
es imposible para Dios.
38Respondió
María:
—Yo
soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra.
El
ángel la dejó y se fue.
María
visita a Isabel
39Entonces
María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de
Judea. 40Entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. 41Cuando
Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre; Isabel,
llena de Espíritu Santo, 42exclamó
con voz fuerte:
—Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. 43¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?
44Mira, en cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. 45¡Dichosa tú que creíste!
Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.
46María
dijo:
Mi alma canta la grandeza del Señor,
47mi
espíritu festeja a Dios mi salvador,
48porque
se ha fijado en la humillación de su esclava
y en adelante me felicitarán todas las
generaciones.
49Porque
el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí,
su nombre es santo.
50Su
misericordia con sus fieles se extiende
de generación en generación.
51Despliega
la fuerza de su brazo,
dispersa a los soberbios en sus planes,
52derriba
del trono a los poderosos
y eleva a los humildes,
53colma
de bienes a los hambrientos
y despide vacíos a los ricos.
54Socorre
a Israel, su siervo,
recordando la lealtad,
55prometida
a nuestros antepasados,
en favor de Abrahán y su descendencia para
siempre.
56María
se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.
Nacimiento
de Juan el Bautista
57Cuando
a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo. 58Los vecinos y parientes,
al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta misericordia, se
alegraron con ella. 59Al
octavo día fueron a circuncidarlo y querían llamarlo como su padre, Zacarías.
60Pero
la madre intervino:
—No;
se tiene que llamar Juan.
61Le
decían que nadie en la parentela llevaba ese nombre. 62Preguntaron por señas al padre qué nombre quería
darle. 63Pidió una
pizarra y escribió: Su nombre es Juan.
Todos
se asombraron. 64En ese
instante se le soltó la boca y la lengua y se puso a hablar bendiciendo a Dios.
65Todos los vecinos
quedaron asombrados; lo sucedido se contó por toda la serranía de Judea 66y los que lo oían
reflexionaban diciéndose:
—¿Qué
va a ser este niño?
Porque
la mano del Señor lo acompañaba. 67Su
padre Zacarías, lleno de Espíritu Santo, profetizó:
68Bendito
el Señor, Dios de Israel,
porque
se ha ocupado de rescatar a su pueblo.
69Nos
ha dado un poderoso Salvador
en
la Casa de David, su siervo,
70como
había prometido desde antiguo
por
boca de sus santos profetas:
71para
salvarnos de nuestros enemigos,
y
del poder de cuantos nos odian,
72manifestando
su bondad a nuestros padres
y
recordando su alianza sagrada,
73lo
que juró a nuestro padre Abrahán,
que
nos concedería,
74ya
liberados del poder enemigo,
lo
sirvamos sin temor en su presencia,
75con
santidad y justicia toda la vida.
76Y
a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque
caminarás delante del Señor,
preparándole
el camino;
77anunciando
a su pueblo la salvación
por
el perdón de los pecados.
78Por
la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos
visitará desde lo alto un amanecer
79que
ilumina a los que habitan en tinieblas
y
en sombras de muerte,
que
endereza nuestros pasos
por
un camino de paz.
80El
niño crecía, se fortalecía espiritualmente y vivió en el desierto hasta el día
en que se presentó a Israel.
Nacimiento de Yahshúa
(cfr. Mt 1,18–2,12)
2 |
1Por
entonces se promulgó un decreto del emperador Augusto que ordenaba a todo el
mundo inscribirse en un censo. 2Éste
fue el primer censo, realizado siendo Quirino gobernador de Siria. 3Acudían todos a
inscribirse, cada uno en su ciudad. 4José
subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada
Belén –pues pertenecía a la Casa y familia de David–, 5a inscribirse con María, su esposa, que estaba
embarazada.
6Estando
ellos allí, le llegó la hora del parto 7y
dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un
pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada.
(cfr. Mt 2,1-12)
8Había
unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los rebaños a la intemperie. 9Un ángel del Señor se les
presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos sintieron un gran
temor. 10El ángel les
dijo:
—No
teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: 11Hoy les ha nacido en la
Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. 12Esto les servirá de señal: encontrarán un niño
envuelto en pañales y acostado en un pesebre.
13Al
ángel, en ese momento, se le juntó otra gran cantidad de ángeles, que alababan
a Dios diciendo:
14—¡Gloria
a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él!
15Cuando
los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían:
—Crucemos
hacia Belén, a ver lo que ha sucedido y nos ha comunicado el Señor.
16Fueron
rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. 17Al verlo, les contaron lo
que les habían dicho del niño. 18Y
todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. 19Pero María conservaba y
meditaba todo en su corazón.
20Los
pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían
oído y visto; tal como se lo habían anunciado.
Circuncisión
y presentación de Yahshúa
21Al
octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Yahshúa, como lo
había llamado el ángel antes de que fuera concebido.
22Y,
cuando llegó el día de su purificación, 23de
acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al
Señor, como manda la ley del Señor: Todo
primogénito varón será consagrado al Señor; 24además ofrecieron el sacrificio que manda la ley del
Señor: un par de tórtolas o dos pichones.
Bendición
de Simeón
25Había
en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba
la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. 26Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría
sin antes haber visto al Mesías del Señor. 27Conducido,
por el mismo Espíritu, se dirigió al templo. Cuando los padres introducían al
niño Yahshúa para cumplir con él lo mandado en la ley, 28Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
29Ahora,
Señor, según tu palabra,
puedes dejar que tu sirviente muera en paz
30porque
mis ojos han visto a tu salvación,
31que
has dispuesto
ante todos los pueblos
32como
luz para iluminar a los paganos
y como gloria de tu pueblo Israel.
33El
padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. 34Simeón los bendijo y dijo
a María, la madre:
—Mira,
este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten;
será signo de contradicción 35y
así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una
espada te atravesará el corazón.
Alabanza
de Ana
36Estaba
allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad
avanzada, casada en su juventud había vivido con su marido siete años, 37desde entonces había
permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo,
sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. 38Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y
hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén.
De
vuelta a Nazaret
39Cumplidos
todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de
Nazaret. 40El niño crecía
y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba.
El niño Yahshúa en el Templo
41Para
la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. 42Cuando cumplió doce años,
subieron a la fiesta según costumbre. 43Al
terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Yahshúa se quedó en
Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. 44Pensando
que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo
entre los parientes y los conocidos. 45Al
no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén. 46Luego de tres días lo encontraron en el templo,
sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles
preguntas. 47Y todos los
que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas. 48Al verlo, se quedaron desconcertados,
y su madre le dijo:
—Hijo,
¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
49Él
replicó:
—¿Por
qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?
50Ellos
no entendieron lo que les dijo. 51Regresó
con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas
estas cosas en su corazón.
52Yahshúa
crecía en [el] saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.
Juan
el Bautista
3 |
1El
año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio
Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y
Traconítida, y Lisanio tetrarca de Abilene, 2bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, la Palabra
del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
(Mt 3,1-3; Mc 1,2-4; cfr. Jn 1,19-23)
3Juan
recorrió toda [la] región del río Jordán predicando un bautismo de
arrepentimiento para perdón de los pecados, 4como está escrito en el libro del profeta Isaías:
Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino al Señor,
enderecen sus senderos.
5Todo barranco se rellenará,
montes y colinas se aplanarán,
lo torcido se enderezará
y lo disparejo será nivelado
6y todo mortal
verá la salvación de Dios.
(Mt 3,7-10)
7A
la multitud que había salido a que la bautizara le decía:
—¡Raza
de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? 8Muestren frutos de un
sincero arrepentimiento y no se conformen con decir: Nuestro padre es Abrahán;
pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. 9El hacha ya está apoyada en
la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado
al fuego.
10Entonces
le preguntaba la multitud:
—¿Qué
debemos hacer?
11Les
respondía:
—El
que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; otro tanto el que tenga comida.
12Fueron
también algunos recaudadores de impuestos a bautizarse y le preguntaban:
—Maestro,
¿qué debemos hacer?
13Él
les contestó:
—No
exijan más de lo que está ordenado.
14También
los soldados le preguntaban:
—Y
nosotros, ¿qué debemos hacer?
Les
contestó:
—No
maltraten ni denuncien a nadie y conténtense con su sueldo.
(Mt 3,11; Mc 1,7s; cfr. Jn 1,24-28)
15Como
el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no
sería el Mesías, 16Juan
se dirigió a todos:
—Yo
los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy
digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu
Santo y fuego.
(Mt 3,12)
17Ya
empuña la horquilla para limpiar su cosecha y reunir el trigo en el granero, y
quemará la paja en un fuego que no se apaga. 18Con otras muchas palabras anunciaba al pueblo la Buena
Noticia.
Encarcelamiento
de Juan el Bautista
(Mt
14,3-5; Mc 6,17-20)
19El
tetrarca Herodes, a quien Juan le había echado en cara el que conviviera con su
cuñada Herodías, además, de otros crímenes cometidos, 20llegó al colmo, metiendo a Juan en la cárcel.
Bautismo de Yahshúa
(Mt
3,13-17; Mc 1,9-11; cfr. Jn 1,29-34)
21Todo
el pueblo se bautizaba y también Yahshúa se bautizó; y mientras oraba, se abrió
el cielo, 22bajó sobre él
el Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó una voz del cielo:
—Tú
eres mi Hijo querido, mi predilecto.
Genealogía de Yahshúa
(cfr.
Mt 1,1-17)
23Cuando
Yahshúa empezó su ministerio tenía treinta años y pasaba por hijo de José, que
era hijo de Elí, 24Elí
hijo de Matat, Matat hijo de Leví, Leví hijo de Melquí, Melquí hijo de Janay,
Janay hijo de José, 25José
hijo de Matatías, Matatías hijo de Amós, Amós hijo de Nahún, Nahún hijo de
Esli, Esli hijo de Nagay, 26Nagay
hijo de Maat, Maat hijo de Matatías, Matatías hijo de Semeín, Semeín hijo de
Josec, Josec hijo de Jodá, 27Jodá
hijo de Joanán, Joanán hijo de Resá, Resá hijo de Zorobabel, Zorobabel hijo de
Salatiel, Salatiel hijo de Nerí, 28Nerí
hijo de Melquí, Melquí hijo de Adí, Adí hijo de Cosán, Cosán hijo de Elmadán,
Elmadán hijo de Er, 29Er
hijo de Yahshúa, Yahshúa hijo de Eliezer, Eliezer hijo de Jorín, Jorín hijo de
Matat, Matat hijo de Leví, 30Leví
hijo de Simeón, Simeón hijo de Judá, Judá hijo de José, José hijo de Joná, Joná
hijo de Eliacín, 31Eliacín
hijo de Meleá, Meleá hijo de Mená, Mená hijo de Matatá, Matatá hijo de Natán,
Natán hijo de David, 32David
hijo de Jesé, Jesé hijo de Jobed, Jobed hijo de Booz, Booz hijo de Salá, Salá
hijo de Naasón, 33Naasón
hijo de Aminadab, Aminadab hijo de Admín, Admín hijo de Arní, Arní hijo de
Esrón, Esrón hijo de Fares, Fares hijo de Judá, 34Judá hijo de Jacob, Jacob hijo de Isaac, Isaac hijo de
Abrahán, Abrahán hijo de Tara, Tara hijo de Nacor, 35Nacor hijo de Saruc, Saruc hijo de Ragau, Ragau hijo
de Fálec, Fálec hijo de Eber, Eber hijo de Salá, 36Salá hijo de Cainán, Cainán hijo de Arfaxad, Arfaxad
hijo de Sem, Sem hijo de Noé, Noé hijo de Lamec, 37Lamec hijo de Matusalén, Matusalén hijo de Henoc,
Henoc hijo de Jarec, Jarec hijo de Maleel, Maleel hijo de Cainán, 38Cainán hijo de Enós, Enós
hijo de Set, Set hijo de Adán, Adán hijo de Dios.
La prueba en el desierto
(Mt
4,1-11; cfr. Mc 1,12s)
4 |
1Yahshúa,
lleno de Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu
al desierto, 2donde
permaneció cuarenta días, siendo tentado por el Diablo. En ese tiempo no comió
nada, y al final sintió hambre. 3El
Diablo le dijo:
—Si
eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.
4Le
respondió Yahshúa:
—Está
escrito:
No sólo de pan vive el hombre.
5Después
lo llevó a un lugar muy alto y le mostró en un instante todos los reinos del
mundo. 6El Diablo le
dijo:
—Te
daré todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien
quiero. 7Por tanto, si te
postras ante mí, todo será tuyo.
8Le
replicó Yahshúa:
—Está
escrito:
Al Señor tu Dios adorarás,
a él solo darás culto.
9Entonces
lo condujo a Jerusalén, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo:
—Si
eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí, 10porque está escrito:
Ha dado órdenes
a sus ángeles
para que te cuiden
11y te llevarán en sus manos,
para que tu pie
no
tropiece en la piedra.
12Le
respondió Yahshúa:
—Está
dicho:
No pondrás a prueba
al Señor, tu Dios.
13Concluida
la tentación, el Diablo se alejó de él hasta otra ocasión.
Comienza
su proclamación
(Mt 4,12.17; Mc 1,14s)
14Impulsado
por el Espíritu, Yahshúa volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la
región. 15Enseñaba en sus
sinagogas, y era respetado por todos.
En
la sinagoga de Nazaret
(Mt 13,53-58; Mc 6,1-6)
16Fue
a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un sábado en la
sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. 17Le entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y
encontró el texto que dice:
18El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido
para que dé
la Buena Noticia a los pobres;
me ha enviado a anunciar
la libertad a los cautivos
y la vista a los ciegos,
para poner en libertad a los oprimidos,
19para proclamar
el año de gracia del Señor.
20Lo
cerró, se lo entregó al ayudante y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos
fijos en él. 21Él empezó
diciéndoles:
—Hoy,
en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje de la Escritura.
22Todos
lo aprobaban, y estaban admirados por aquellas palabras de gracia que salían de
su boca. Y decían:
—Pero,
¿no es éste el hijo de José?
23Él
les contestó:
—Seguro
que me dirán aquel refrán: médico, sánate
a ti mismo. Lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún, hazlo aquí, en tu
ciudad.
24Y
añadió:
—Les
aseguro que ningún profeta es aceptado en su patria. 25Ciertamente, les digo que había muchas viudas en
Israel en tiempo de Elías, cuando el cielo estuvo cerrado tres años y medio y
hubo una gran carestía en todo el país. 26A
ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a
una viuda de Sarepta en Sidonia. 27Muchos
leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno fue sanado,
sino Naamán el sirio.
28Al
oírlo, todos en la sinagoga se indignaron. 29Levantándose,
lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron a un barranco del monte sobre el
que estaba edificada la ciudad, con intención de despeñarlo. 30Pero él, abriéndose paso
entre ellos, se alejó.
Enseña
y exorciza en Cafarnaún
(Mc 1,21-28)
31Bajó
a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. 32Estaban asombrados de su
enseñanza porque hablaba con autoridad.
33Había
en la sinagoga un hombre poseído por el espíritu de un demonio inmundo, que se
puso a gritar:
34—¿Qué
tienes contra nosotros, Yahshúa de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién
eres: ¡el Consagrado de Dios!
35Yahshúa
le increpó diciendo:
—¡Calla
y sal de él!
El
demonio lo arrojó al medio y salió de él sin hacerle daño.
36Se
quedaron todos desconcertados y comentaban entre sí:
—¿Qué
significa esto? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.
37Su
fama se difundió por toda la región.
Sana
y exorciza en torno a la casa
(Mt 8,14-16; Mc 1,29-34)
38Salió
de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Pedro estaba con fiebre
muy alta y le suplicaban que hiciera algo por ella. 39Él se inclinó sobre ella, increpó a la fiebre y se le
fue. Inmediatamente se levantó y se puso a servirles.
40Al
ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias se los
llevaban. Él ponía las manos sobre cada uno y los sanaba. 41De muchos salían demonios gritando: ¡Tú eres el Hijo
de Dios! Él los increpaba y no los dejaba hablar, pues sabían que era el
Mesías.
Oración
y misión de Yahshúa
(Mc 1,35-39)
42Por
la mañana salió y se dirigió a un lugar despoblado. La multitud lo anduvo
buscando, y cuando lo alcanzaron, lo retenían para que no se fuese. 43Pero él les dijo:
—También
a las demás ciudades tengo que llevarles la Buena Noticia del reino de Dios,
porque para eso he sido enviado.
44Y
predicaba en las sinagogas de Judea.
Llama a sus primeros discípulos
(cfr.
Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Jn 1,35-51)
5 |
1La
gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba
a la orilla del lago de Genesaret.
2Vio
dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando
sus redes. 3Subiendo a
una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se
sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. 4Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
—Navega
lago adentro y echa las redes para pescar.
5Le
replicó Simón:
—Maestro,
hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices,
echaré las redes.
6Lo
hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. 7Hicieron señas a los socios
de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos
barcas, que casi se hundían.
8Al
verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Yahshúa y dijo:
—¡Apártate
de mí, Señor, que soy un pecador!
9Ya
que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad
de peces que habían pescado. 10Lo
mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Yahshúa
dijo a Simón:
—No
temas, en adelante serás pescador de hombres.
11Entonces,
amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.
Sana a un leproso
(Mt 8,1-4; Mc 1,40-45)
12Mientras
Yahshúa se encontraba en un pueblo se presentó un leproso; el cual, viendo a Yahshúa,
cayó rostro en tierra y le suplicaba:
—Señor,
si quieres, puedes sanarme.
13Extendió
la mano y le tocó, diciendo:
—Lo
quiero, queda sano.
Al
instante se le fue la lepra.
14Y
Yahshúa le ordenó:
—No
se lo digas a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva
la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.
15Su
fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a
sanarse de sus enfermedades. 16Pero
él se retiraba a lugares solitarios a orar.
Sana
a un paralítico
(Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; cfr. Jn 5,1-18)
17Un
día estaba enseñando y entre los asistentes había unos fariseos y doctores de
la ley llegados de los pueblos de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él
poseía fuerza del Señor para sanar.
18Unos
hombres, que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y
colocarlo delante de Yahshúa. 19Como
no encontraban por donde meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y,
por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Yahshúa.
20Viendo
su fe, le dijo:
—Hombre,
tus pecados te son perdonados.
21Los
fariseos y los letrados se pusieron a discurrir:
—¿Quién
es éste, que dice blasfemias? ¿Quién, fuera de Dios, puede perdonar pecados?
22Yahshúa,
leyendo sus pensamientos, les respondió:
—¿Qué
están pensando? 23¿Qué es
más fácil? ¿Decir: se te perdonan los pecados, o decir: levántate y
camina? 24Pero para que
sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados
–dijo al paralítico–, yo te digo: levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu
casa.
25Al
instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y
se fue a su casa dando gloria a Dios. 26El
asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios; sobrecogidos decían:
—Hoy
hemos visto cosas increíbles.
Llama
a Leví:
comparte la mesa con pecadores
(Mt 9,9-13; Mc 2,13-17)
27Al
salir vio a un recaudador de impuestos, llamado Leví, sentado junto a la mesa
de recaudación de los impuestos. Le dijo:
—Sígueme.
28Dejándolo
todo, se levantó y le siguió.
29Leví
le ofreció un gran banquete en su casa. Había un gran número de recaudadores de
impuestos y otras personas sentados a la mesa con ellos.
30Los
fariseos y letrados murmuraban y preguntaban a los discípulos:
—¿Cómo
es que comen y beben con recaudadores de impuestos y pecadores?
31Yahshúa
les replicó:
—No
tienen necesidad del médico los que tienen buena salud, sino los enfermos. 32No vine a llamar a justos,
sino a pecadores para que se arrepientan.
Sobre
el ayuno
(Mt 9,14-17; Mc 2,18-22)
33Ellos
le dijeron:
—Los
discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo
hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben.
34Yahshúa
les contestó:
—¿Pueden
los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? 35Llegará un día en que el
novio les será quitado, y aquel día ayunarán.
36Y
les propuso una comparación:
—Nadie
corta un trozo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque sería
arruinar el nuevo, y el trozo nuevo no quedará bien con el vestido viejo. 37Nadie echa vino nuevo en
odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres, se derramaría y los
odres se echarían a perder. 38El
vino nuevo se ha de echar en odres nuevos. 39Nadie
que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo; porque dice: el añejo es mejor.
Sobre
el sábado
(Mt 12,1-8; Mc 2,23-28)
6 |
1Un
sábado cuando atravesaba unos campos de trigo, sus discípulos arrancaban
espigas, las frotaban con las manos y comían el grano.
2Unos
fariseos les dijeron:
—¿Por
qué hacen en sábado una cosa prohibida?
3Yahshúa
les contestó:
—¿No
han leído lo que hizo David con sus compañeros cuando estaban hambrientos? 4Entró en la casa de Dios,
tomó los panes consagrados, que pueden comer sólo los sacerdotes, comió y los
compartió con sus compañeros.
5Y
añadió:
—El
Hijo del Hombre es Señor del sábado.
Sana
en sábado
(Mt 12,9-14; Mc 3,1-6)
6Otro
sábado entró en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano
derecha paralizada. 7Los
letrados y los fariseos lo espiaban para ver si sanaba en sábado, para tener
algo de qué acusarlo. 8Él,
leyendo sus pensamientos, dijo al hombre de la mano paralizada:
—Levántate
y ponte de pie en medio.
Él
se puso en pie. 9Después
se dirigió a ellos:
—Yo
les pregunto qué está permitido en sábado: ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar una
vida o destruirla?
10Después,
dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre:
—Extiende
la mano.
Lo
hizo y la mano quedó sana. 11Ellos
se pusieron furiosos y discutían qué hacer con Yahshúa.
Los
Doce
(Mt 10,1-4; Mc 3,13-19)
12Por
aquel tiempo subió a una montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. 13Cuando se hizo de día,
llamó a los discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó apóstoles: 14Simón, a quien llamó
Pedro; Andrés, su hermano; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; 15Mateo y Tomás; Santiago
hijo de Alfeo y Simón el rebelde; 16Judas
hijo de Santiago y Judas Iscariote, el traidor.
Una
gran multitud se le acerca
(Mc 3,7-12)
17Bajó
con ellos y se detuvo en un llano. Había un gran número de discípulos y un gran
gentío del pueblo, venidos de toda Judea, de Jerusalén, de la costa de Tiro y
Sidón, 18para escucharlo
y sanarse de sus enfermedades. Los atormentados por espíritus inmundos quedaban
sanos, 19y toda la gente
intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.
Sermón
del llano: dichosos y desdichados
(Mt 5,1-12)
20Dirigiendo
la mirada a los discípulos, les decía:
Felices
los pobres,
porque
el reino de Dios les pertenece.
21Felices
los que ahora pasan hambre,
porque
serán saciados.
Felices
los que ahora lloran,
porque
reirán.
22Felices
cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y desprecien su nombre
a causa del Hijo del Hombre. 23Alégrense
y llénense de gozo, porque el premio en el cielo es abundante. Del mismo modo
los padres de ellos trataron a los profetas.
24Pero,
¡ay de ustedes, los ricos!,
porque
ya tienen su consuelo.
25¡Ay
de ustedes,
los
que ahora están saciados!,
porque
pasarán hambre.
¡Ay
de los que ahora ríen!,
porque
llorarán y harán duelo.
26¡Ay
de ustedes cuando todos los alaben! Del mismo modo los padres de ellos trataron
a los falsos profetas.
Amor a los enemigos
(Mt
5,38-48)
27A
ustedes que me escuchan yo les digo:
—Amen
a sus enemigos, traten bien a los que los odian; 28bendigan a los que los maldicen, recen por los que los
injurian. 29Al que te
golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues
la túnica; 30da a todo el
que te pide, al que te quite algo no se lo reclames.
31Traten
a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. 32Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen?
También los pecadores aman a sus amigos. 33Si
hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los
pecadores lo hacen. 34Si
prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los
pecadores prestan para recobrar otro tanto.
35Por
el contrario amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a
cambio. Así será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, que es
generoso con ingratos y malvados.
36Sean
compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.
(Mt 7,1s)
37No
juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y
serán perdonados. 38Den y
se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante. Porque
con la medida que ustedes midan serán medidos.
Ciego,
guía de ciegos
39Y
añadió una comparación:
—¿Podrá
un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?
40El
discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su
maestro.
(Mt 7,3-5)
41¿Por
qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga
que hay en el tuyo? 42¿Cómo
puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando
no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces
podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.
El
árbol y sus frutos — Roca y arena
(Mt 7,16-27)
43No
hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. 44Cada árbol se reconoce por
sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los
espinos.
45El
hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo
malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.
46¿Por
qué me llaman: ¡Señor, Señor!, si no hacen lo que les digo?
47Les
voy a explicar a quién se parece el que acude a mí, escucha mis palabras y las
pone en práctica.
48Se
parece a uno que iba a construir una casa: cavó, ahondó y colocó un cimiento
sobre la roca. Vino una crecida, el caudal se precipitó contra la casa, pero no
pudo sacudirla porque estaba bien construida.
49En
cambio, el que escucha y no las pone en práctica se parece a uno que construyó
la casa sobre la arena, sin cimiento. Se precipitó el caudal y la casa se
derrumbó. Y fue una ruina colosal.
Sana
al sirviente de un centurión
(Mt 8,5-13; cfr. Jn 4,46-54)
7 |
1Cuando
concluyó su discurso al pueblo, entró en Cafarnaún. 2Un centurión tenía un sirviente a quien estimaba mucho,
que estaba enfermo, a punto de morir. 3Habiendo
oído hablar de Yahshúa, le envió unos judíos notables a pedirle que fuese a
sanar a su sirviente. 4Se
presentaron a Yahshúa y le rogaban insistentemente, alegando que se merecía ese
favor:
5—Ama
a nuestra nación y él mismo nos ha construido la sinagoga.
6Yahshúa
fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos
amigos a decirle:
—Señor,
no te molestes; no soy digno de que entres bajo mi techo. 7Por eso yo tampoco me consideré digno de acercarme a
ti. Pronuncia una palabra y mi muchacho quedará sano. 8Porque también yo tengo un superior y soldados a mis
órdenes. Si le digo a éste que vaya, va; al otro que venga, viene; a mi
sirviente que haga esto, y lo hace.
9Al
oírlo, Yahshúa se admiró y volviéndose dijo a la gente que le seguía:
—Una
fe semejante no la he encontrado ni en Israel.
10Cuando
los enviados volvieron a casa, encontraron sano al sirviente.
Resucita
al hijo de una viuda
11A
continuación se dirigió a una ciudad llamada Naín, acompañado de los discípulos
y de un gran gentío. 12Justo
cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a un muerto, hijo único de
una viuda; la acompañaba un grupo considerable de vecinos. 13Al verla, el Señor sintió compasión y le dijo:
—No
llores.
14Se
acercó, tocó el féretro, y los portadores se detuvieron.
Entonces
dijo:
—Muchacho,
yo te lo ordeno, levántate.
15El
muerto se incorporó y empezó a hablar. Yahshúa se lo entregó a su madre.
16Todos
quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios diciendo:
—Un
gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo. 17La noticia de lo que había
hecho se divulgó por toda la región y por Judea.
Sobre
Juan el Bautista
(Mt 11,2-15)
18Los
discípulos de Juan le informaron de todos estos sucesos. Juan llamó a dos de
ellos 19y los envió al
Señor a preguntarle:
—¿Eres
tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?
20Los
hombres se le presentaron y le dijeron:
—Juan
el Bautista nos ha enviado a preguntarte si eres tú el que había de venir o si
tenemos que esperar a otro.
21En
ese momento Yahshúa sanó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus;
y devolvió la vista a muchos ciegos.
22Después
les respondió:
—Vayan
a informar a Juan de lo que han visto y oído: los ciegos recobran la vista, los
cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia. 23Y dichoso el que no tropieza por mi causa.
24Cuando
se fueron los mensajeros de Juan, se puso a hablar de él a la multitud:
—¿Qué
salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25¿Qué salieron a ver? ¿Un
hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten con elegancia y disfrutan
de comodidades habitan en palacios reales. 26Entonces,
¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta.
27A
éste se refiere lo que está escrito:
Mira, envío por delante
a mi mensajero
para que te prepare el camino.
28Les
digo que entre los nacidos de mujer ninguno es mayor que Juan. Y, sin embargo,
el último en el reino de Dios es mayor que él.
29Todo
el pueblo que escuchó y hasta los recaudadores de impuestos, dieron la razón a
Dios aceptando el bautismo de Juan; 30en
cambio, los fariseos y los doctores de la ley rechazaron lo que Dios quería de
ellos, al no dejarse bautizar por él.
Niños
caprichosos
(Mt 11,16-19)
31¿Con
qué compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué se parecen? 32Son como niños sentados en
la plaza, que se dicen entre ellos:
Hemos
tocado la flauta
y
no bailaron,
hemos
entonado cantos fúnebres
y
no lloraron.
33Vino
Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dicen: está endemoniado. 34Vino el Hijo del Hombre,
que come y bebe, y dicen: miren qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores de
impuestos y pecadores.
35Pero
la Sabiduría ha sido reconocida por sus discípulos.
Perdona
a la pecadora
(cfr. Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Jn 12,1-8)
36Un
fariseo lo invitó a comer. Yahshúa entró en casa del fariseo y se sentó a la
mesa. 37En esto, una
mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo,
acudió con un frasco de perfume de mirra, 38se
colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y
a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. 39Al verlo, el fariseo que
lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de
mujer lo está tocando: una pecadora.
40Yahshúa
tomó la palabra y le dijo:
—Simón,
tengo algo que decirte.
Contestó:
—Dilo,
maestro.
41Le
dijo:
—Un
acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. 42Como no podían pagar, les
perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos lo amará más?
43Contestó
Simón:
—Supongo
que aquél a quien más le perdonó.
Le
replicó:
—Has
juzgado correctamente.
44Y
volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:
—¿Ves
esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies;
ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. 45Tú no me diste el beso de
saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. 46Tú no me ungiste la cabeza
con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. 47Por eso te digo que se le han perdonado numerosos
pecados, por el mucho amor que demostró. Pero al que se le perdona poco, poco
amor demuestra.
48Y
a ella le dijo:
—Tus
pecados te son perdonados.
49Los
invitados empezaron a decirse entre sí:
—¿Quién
es éste que hasta perdona pecados?
50Él
dijo a la mujer:
—Tu
fe te ha salvado. Vete en paz.
Mujeres
que siguen a Yahshúa
8 |
1A
continuación fue recorriendo ciudades y pueblos proclamando la Buena Noticia
del reino de Dios. Lo acompañaban los Doce 2y
algunas mujeres que había sanado de espíritus inmundos y de enfermedades: María
Magdalena, de la que habían salido siete demonios; 3Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y
otras muchas, que los atendían con sus bienes.
Parábola
del sembrador
(Mt 13,1-23; Mc 4,1-20)
4Se
reunió un gran gentío y se añadían los que iban acudiendo de una ciudad tras
otra. Entonces les propuso una parábola:
5—Salió
el sembrador a sembrar la semilla. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al
camino; las pisaron y las aves del cielo se las comieron. 6Otras cayeron sobre piedras; brotaron y se secaron por
falta de humedad. 7Otras
cayeron entre espinos, y al crecer los espinos con ellas, las ahogaron. 8Otras cayeron en tierra
fértil y dieron fruto al ciento por uno.
Dicho
esto, exclamó:
—El
que tenga oídos que escuche.
9Los
discípulos le preguntaron el sentido de la parábola, 10y él les respondió:
—A
ustedes se les concede conocer los secretos del reino de Dios; pero a los demás
se les habla en parábolas:
Para que viendo, no vean,
y escuchando, no comprendan.
11El
sentido de la parábola es el siguiente:
La
semilla es la Palabra de Dios. 12Lo
que cayó junto al camino son los que escuchan; pero enseguida viene el Diablo y
les arranca del corazón la palabra, para que no crean y se salven.
13Lo
que cayó entre piedras son los que al escuchar acogen con gozo la palabra, pero
no echan raíces; ésos creen por un tiempo, pero al llegar la prueba se echan
atrás.
14Lo
que cayó entre espinos son los que escuchan, pero con las preocupaciones, la
riqueza y los placeres de la vida se van ahogando y no maduran.
15Lo
que cae en tierra fértil son los que escuchan la palabra con un corazón bien
dispuesto, la retienen y dan fruto gracias a su perseverancia.
La
luz de la lámpara
(Mc 4,21)
16Nadie
enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la mete debajo de la cama,
sino que la coloca en el candelero para que los que entran vean la luz.
(Mt 10,26; Mc 4,22)
17No
hay nada encubierto que no se descubra algún día, ni nada escondido que no se
divulgue y se manifieste.
(Mt 13,12; 25;29; Mc 4,25)
18Presten
atención y oigan bien: porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le
quitará aun lo que parece tener.
La
madre y los hermanos de Yahshúa
(Mt 12,46-50; Mc 3,31-35)
19Se
le presentaron su madre y sus hermanos, pero no lograban acercarse por el
gentío. 20Le avisaron:
—Tu
madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.
21Él
les replicó:
—Mi
madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
Calma
una tempestad
(Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; cfr. Sal
107,21-30)
22Uno
de aquellos días subió él a una barca con los discípulos y les dijo:
—Vamos
a cruzar a la otra orilla del lago.
Zarparon
23y, mientras navegaban,
él se quedó dormido. Se precipitó un temporal sobre el lago, la barca se
llenaba de agua y peligraban. 24Entonces
fueron a despertarlo y le dijeron:
—¡Maestro,
que morimos!
Él
se despertó e increpó al viento y al oleaje; el lago se apaciguó y sobrevino la
calma.
25Les
dijo:
—¿Dónde
está la fe de ustedes?
Ellos
llenos de temor y admiración se decían:
—¿Quién
es éste que da órdenes al viento y al agua, y le obedecen?
Exorciza
en Gerasa
(Mt 8,28-34; Mc 5,1-20)
26Navegaron
hasta el territorio de los gerasenos, que queda enfrente de Galilea.
27Al
desembarcar, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, que estaba
endemoniado. Llevaba bastante tiempo sin ponerse una túnica y no vivía en una
casa, sino en los sepulcros. 28Al
ver a Yahshúa, dio un grito, se echó ante él y dijo gritando:
—¿Qué
tienes contra mí, Hijo del Dios Altísimo?, te suplico que no me atormentes.
29Es
que Yahshúa estaba mandando al espíritu inmundo salir de aquel hombre; ya que
muchas veces se apoderaba de él; y aunque lo ataban con cadenas y grillos,
rompía las cadenas y el demonio lo empujaba a lugares despoblados.
30Yahshúa
le preguntó:
—¿Cómo
te llamas?
Contestó:
—Legión, porque habían
entrado en él muchos demonios.
31Éstos
le rogaban que no los mandase ir al abismo. 32Había allí una piara numerosa de cerdos pastando en el
monte. Los demonios le suplicaron a Yahshúa que les permitiese entrar en los
cerdos. Él se lo concedió; 33y
los demonios, saliendo del hombre, se metieron en los cerdos. La piara,
entonces, se abalanzó por un acantilado al lago y se ahogó.
34Al
ver lo sucedido, los pastores escaparon y lo contaron en la ciudad y en los
campos. 35Los vecinos
salieron a ver lo sucedido y, llegando adonde estaba Yahshúa, encontraron al
hombre del que habían salido los demonios, vestido y sentado, a los pies de Yahshúa
y en su sano juicio. Y se asustaron. 36Los
que lo habían visto les contaron cómo se había librado el endemoniado.
37Entonces
todos los vecinos de la región de los gerasenos le rogaron a Yahshúa que se
marchase; porque estaban muy atemorizados.
Yahshúa
se embarcó de vuelta. 38El
hombre del que habían salido los demonios pidió quedarse con él. Pero Yahshúa
lo despidió diciendo:
39—Vuelve
a tu casa y cuenta lo que te ha hecho Dios.
Él
fue por toda la ciudad proclamando lo que había hecho Yahshúa.
Sana
a una mujer y resucita a una niña
(Mt 9,18-26; Mc 5,21-43)
40Cuando
volvió Yahshúa, lo recibió la gente, porque todos lo estaban esperando.
41En
esto se acercó un hombre, llamado Jairo, jefe de la sinagoga; cayendo a los
pies de Yahshúa, le rogaba que entrase en su casa, 42porque su hija única, de doce años, estaba muriéndose.
Mientras caminaba, la multitud lo apretujaba.
43Una
mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, [que había gastado en
médicos su entera fortuna] y que nadie le había podido sanar, 44se le acercó por detrás y
le tocó el borde de su manto. Al instante se le cortó la hemorragia.
45Yahshúa
preguntó:
—¿Quién
me ha tocado?
Y,
como todos lo negaban, Pedro dijo:
—Maestro,
la multitud te cerca y te apretuja.
46Pero
Yahshúa replicó:
—Alguien
me ha tocado, yo he sentido que una fuerza salía de mí.
47Viéndose
descubierta, la mujer se acercó temblando, se postró ante él y explicó delante
de todos por qué lo había tocado y cómo se había mejorado inmediatamente.
48Yahshúa
le dijo:
—Hija,
tu fe te ha salvado. Vete en paz.
49Aún
estaba hablando, cuando llegó uno de la casa del jefe de la sinagoga y le
anuncia:
—Tu
hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
50Lo
oyó Yahshúa y respondió:
—No
temas; basta que creas y se salvará.
51Cuando
llegó a la casa no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan, Santiago y los
padres de la muchacha. 52Todos
lloraban haciendo duelo por ella.
Pero
él dijo:
—No
lloren, que no está muerta, sino dormida.
53Se
reían de él, porque sabían que estaba muerta. 54Pero él, tomándola de la mano, le ordenó:
—Muchacha,
levántate.
55Le
volvió el aliento y enseguida se puso de pie. Yahshúa mandó que le dieran de
comer.
56Sus
padres quedaron sobrecogidos de admiración y él les encargó que no contaran a
nadie lo sucedido.
Misión
de los Doce
(Mc 6,7-13)
9 |
1Convocó
a los Doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar
enfermedades. 2Y los
envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos]. 3Les dijo:
—No
lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos
túnicas. 4En la casa en
que entren permanezcan hasta que se vayan. 5Si
no los reciben, al salir de la ciudad sacudan el polvo de los pies como prueba
contra ellos.
6Cuando
salieron, recorrieron los pueblos anunciando la Buena Noticia y sanando
enfermos por todas partes.
El
interés de Herodes
(Mt 14,1s; Mc 6,14-16)
7Herodes
se enteró de todo lo sucedido y estaba desconcertado; porque unos decían que
era Juan resucitado de entre los muertos, 8otros
que era Elías aparecido, otros que había surgido un profeta de los antiguos.
9Herodes
comentaba:
—A
Juan yo lo hice decapitar. ¿Quién será éste de quien oigo tales cosas?
Y
deseaba verlo.
Da
de comer a cinco mil
(Mt 14,13-22; Mc 6,30-45; cfr. Jn
6,1-15)
10Los
apóstoles volvieron y le contaron todo lo que habían hecho. Él los tomó aparte
y se retiró por su cuenta a una ciudad llamada Betsaida.
11Pero
la multitud se enteró y le siguió. Él los recibió y les hablaba del reino de
Dios y sanaba a los que lo necesitaban.
12Como
caía la tarde, los Doce se acercaron a decirle:
—Despide
a la gente para que vayan a los pueblos y campos de los alrededores y busquen
hospedaje y comida; porque aquí estamos en un lugar despoblado.
13Les
contestó:
—Denle
ustedes de comer.
Ellos
contestaron:
—No
tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros a
comprar comida para toda esa gente. 14–Los
varones eran unos cinco mil–.
Él
dijo a los discípulos:
—Háganlos
sentar en grupos de cincuenta.
15Así
lo hicieron y se sentaron todos. 16Entonces
tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, los bendijo,
los partió y se los fue dando a los discípulos para que se los sirvieran a la
gente. 17Comieron todos y
quedaron satisfechos, y recogieron los trozos sobrantes en doce canastas.
Confesión
de Pedro
(Mt 16,13-20; Mc 8,27-30; cfr. Jn
6,67-71)
18Estando
él una vez orando a so–las, se le acercaron los discípulos y él los interrogó:
—¿Quién
dice la multitud que soy yo?
19Contestaron:
—Unos
que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de
los antiguos.
20Les
preguntó:
—Y
ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
Respondió
Pedro:
—Tú
eres el Mesías de Dios.
21Él
les ordenó que no se lo dijeran a nadie.
Primer
anuncio
de la pasión y resurrección
(Mt 16,21-28; Mc 8,31—9,1)
22Y
añadió:
—El
Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos
sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer
día.
Condiciones
para ser discípulo
(Mt 16,24-28; Mc 8,34–9,1)
23Y
a todos les decía:
—El
que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame.
24El que quiera salvar su
vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí la salvará. 25¿De que le vale al hombre
ganar el mundo entero si se pierde o se malogra él?
26Si
uno se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de
él cuando venga con su gloria, la de su Padre y de los santos ángeles.
27Les
aseguro que algunos de los que están aquí presentes no sufrirán la muerte antes
de ver el reino de Dios.
Transfiguración
de Yahshúa
(Mt 17,1-9; Mc 9,2-10)
28Ocho
días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una
montaña a orar. 29Mientras
oraba, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. 30De pronto dos hombres
hablaban con él: eran Moisés y Elías, 31que
aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Yahshúa que se iba a consumar
en Jerusalén. 32Pedro y
sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos
hombres que estaban con él. 33Cuando
éstos se retiraron, dijo Pedro a Yahshúa:
—Maestro,
¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, una para Moisés
y una para Elías –no sabía lo que decía–.
34Apenas
lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron.
35Y se escuchó una voz
que decía desde la nube:
—Éste
es mi Hijo elegido. Escúchenlo.
36Al
escucharse la voz, se encontraba Yahshúa solo. Ellos guardaron silencio y por
entonces no contaron a nadie lo que habían visto.
Sana
a un niño epiléptico
(Mt 17,14-18; Mc 9,14-27)
37El
día siguiente, al bajar ellos de la montaña, les salió al encuentro un gran
gentío. 38Un hombre del
gentío gritó:
—Maestro,
te ruego que te fijes en mi hijo, que es único. 39Un espíritu lo agarra, de repente grita, lo retuerce,
lo hace echar espuma por la boca y a duras penas se aparta dejándolo molido. 40He pedido a tus discípulos
que lo expulsen y no han sido capaces.
41Yahshúa
contestó:
—¡Qué
generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y
soportarlos? Trae acá a tu hijo.
42El
muchacho se estaba acercando cuando el demonio lo tiró al suelo y lo retorció. Yahshúa
increpó al espíritu inmundo, sanó al muchacho y se lo entregó a su padre.
43aY
todos se maravillaron de la grandeza de Dios.
Segundo
anuncio
de la pasión y resurrección
(Mt 17,22s; Mc 9,30-32)
43bComo
todos se admiraban de lo que hacía, dijo a sus discípulos:
44—Presten
atención a estas palabras: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de
hombres.
45Pero
ellos no entendían este asunto; su sentido les resultaba encubierto; pero no se
atrevían a hacerle preguntas respecto a esto.
¿Quién
es el más importante?
(Mt 18,1-5; Mc 9,33-37)
46Surgió
una discusión entre ellos sobre quién era el más grande.
47Yahshúa,
sabiendo lo que pensaban, acercó un niño, lo colocó junto a sí 48y les dijo:
—Quien
recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y quien me recibe a mí recibe
al que me envió. El más pequeño de todos ustedes, ése es el mayor.
El exorcista anónimo
(Mc
9,38-40)
49Juan
le dijo:
—Maestro,
vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo,
porque no sigue con nosotros. 50Yahshúa
respondió:
—No
se lo impidan. Quien no está contra ustedes está con ustedes.
Camino
de Jerusalén
51Cuando
se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran al cielo, emprendió decidido
el viaje hacia Jerusalén, 52y
envió por delante unos mensajeros. Ellos fueron y entraron en un pueblo de
samaritanos para prepararle alojamiento. 53Pero
éstos no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. 54Al ver esto, Juan y Santiago, sus discípulos, dijeron:
—Señor,
¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo y acabe con ellos?
55Él
se volvió y los reprendió.
56Y
se fueron a otro pueblo.
Exigencias
del seguimiento
(Mt 8,19-22)
57Mientras
iban de camino, uno le dijo:
—Te
seguiré adonde vayas.
58Yahshúa
le contestó:
—Las
zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no
tiene dónde recostar la cabeza.
59A
otro le dijo:
—Sígueme.
Le
contestó:
—[Señor],
déjame primero ir a enterrar a mi padre.
60Le
dijo:
—Deja
que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reino de Dios.
61Otro
le dijo:
—Te
seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia.
62Yahshúa
[le] dijo:
—El
que ha puesto la mano en el arado y mira atrás no es apto para el reino de
Dios.
Misión
de los setenta y dos
10 |
1Después
de esto designó el Señor a otros setenta [y dos] y los envió por delante, de
dos [en dos], a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir.
(Mt 9,37s)
2Les
decía:
—La
cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los
campos que envíe trabajadores para su cosecha.
(Mt 10,9-16)
3Vayan,
que yo los envío como ovejas entre lobos. 4No
lleven bolsa ni alforja ni sandalias. Por el camino no saluden a nadie. 5Cuando entren en una casa,
digan primero: Paz a esta casa. 6Si
hay allí alguno digno de paz, la paz descansará sobre él. De lo contrario, la
paz regresará a ustedes. 7Quédense
en esa casa, comiendo y bebiendo lo que haya; porque el trabajador tiene
derecho a su salario. No vayan de casa en casa. 8Si entran en una ciudad y los reciben, coman de lo que
les sirvan.
9Sanen
a los enfermos que haya y digan a la gente: El reino de Dios ha llegado a
ustedes.
10Si
entran en una ciudad y no los reciben, salgan a las calles y digan: 11Hasta el polvo de esta
ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos y se lo devolvemos. Con
todo, sepan que ha llegado el reino de Dios. 12Les digo que aquel día la suerte de Sodoma será menos
rigurosa que la de aquella ciudad.
Recrimina
a las ciudades de Galilea
(Mt 11,20-24)
13¡Ay
de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre
ustedes se hubieran hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo habrían hecho penitencia
vistiéndose humildemente y sentándose sobre cenizas. 14Y así, el juicio será más llevadero para Tiro y Sidón
que para ustedes.
15Y
tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? Pues caerás hasta el abismo.
16Y
dijo a sus discípulos:
—El
que a ustedes escucha a mí me escucha; el que a ustedes desprecia a mí me
desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me envió.
Vuelven
los setenta y dos
17Volvieron
los setenta [y dos] muy contentos y dijeron:
—Señor,
en tu nombre hasta los demonios se nos sometían.
18Les
contestó:
—Estaba
viendo a Satanás caer como un rayo del cielo. 19Miren, les he dado poder para pisotear serpientes y
escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada los dañará. 20Con todo, no se alegren de
que los espíritus se les sometan, sino de que sus nombres están escritos en el
cielo.
El
Padre y el Hijo
(Mt 11,25-27)
21En
aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo:
—¡Te
alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los
sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa
ha sido tu elección. 22Todo
me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, y
quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.
(Mt 13,16s)
23Volviéndose
aparte a los discípulos, les dijo:
—¡Dichosos
los ojos que ven lo que ustedes ven! 24Les
digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo
vieron; escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.
Parábola
del buen samaritano
(cfr. Mt 22,34-40; Mc 12,28-34)
25En
esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó:
—Maestro,
¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
26Yahshúa
le contestó:
—¿Qué
está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?
27Respondió:
Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón,
con toda tu alma,
con todas tus fuerzas,
con toda tu mente, y
al prójimo como a ti mismo.
28Entonces
le dijo:
—Has
respondido correctamente: obra así y vivirás.
29Él,
queriendo justificarse, preguntó a Yahshúa:
—¿Y
quién es mi prójimo?
30Yahshúa
le contestó:
—Un
hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo
desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. 31Coincidió que bajaba por
aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. 32Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de
largo. 33Un samaritano
que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. 34Le echó aceite y vino en
las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a
una posada y lo cuidó. 35Al
día siguiente sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada y le encargó:
Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta.
36¿Quién
de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los
asaltantes?
37Contestó:
—El
que lo trató con misericordia.
Y
Yahshúa le dijo:
—Ve
y haz tú lo mismo.
Marta
y María
38Yendo
de camino, entró Yahshúa en un pueblo. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en
su casa. 39Tenía una
hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus
palabras; 40Marta ocupada
en los quehaceres de la casa dijo a Yahshúa:
—Maestro,
¿no te importa que mi hermana me deje sola en los quehaceres? Dile que me
ayude.
41El
Señor le respondió:
—Marta,
Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, 42cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor
parte y no se la quitarán.
La
oración: el Padrenuestro
(Mt 6,9-15)
11 |
1Una
vez estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió:
—Señor,
enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos.
2Yahshúa
les contestó:
—Cuando
oren, digan:
Padre,
santificado
sea tu nombre,
venga
tu reino;
3el
pan nuestro de cada día
danos
hoy;
4perdona
nuestros pecados
como
también
nosotros
perdonamos
a
todos los que nos ofenden;
no
nos dejes caer en la tentación.
5Y
les añadió:
—Supongamos
que uno tiene un amigo que acude a él a media noche y le pide: Amigo, préstame
tres panes, 6que ha
llegado de viaje un amigo mío y no tengo qué ofrecerle. 7El otro desde dentro le responde: No me vengas con
molestias; estamos acostados yo y mis niños; no puedo levantarme a dártelo. 8Les digo que, si no se
levanta a dárselo por amistad, se levantará a darle cuanto necesita para que
deje de molestarlo.
(Mt 7,7-11)
9Y
yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les
abrirá, 10porque quien
pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abre.
11¿Qué
padre entre ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? O, si le pide
pescado, ¿le dará en vez de pescado una culebra? 12O, si pide un huevo, ¿le dará un escorpión? 13Pues si ustedes, que son
malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará
el Espíritu Santo a los que se lo pidan!
Yahshúa
y Satanás
(Mt 12,22-30; Mc 3,20-27)
14Estaba
echando un demonio [que era] mudo. Cuando salió el demonio, habló el mudo; y la
multitud se admiró. 15Pero
algunos dijeron:
—Expulsa
los demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.
16Otros,
para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo.
17Él,
leyendo sus pensamientos, les dijo:
—Un
reino dividido internamente va a la ruina y se derrumba casa tras casa. 18Si Satanás está dividido
internamente, ¿cómo se mantendrá su reino? Porque ustedes dicen que yo expulso
los demonios con el poder de Belcebú. 19Si
yo expulso los demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan
los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán. 20Pero si [yo] expulso los demonios con el dedo de Dios,
es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.
21Mientras
un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro. 22Pero si llega uno más
fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes. 23El que no está conmigo
está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.
(Mt 12,43-45)
24Cuando
un espíritu inmundo sale de un hombre, recorre lugares áridos buscando
descanso, y no lo encuentra. [Entonces] dice: Volveré a mi casa, de donde salí.
25Al volver, la encuentra
barrida y arreglada. 26Entonces
va, toma consigo otros siete espíritus peores que él, y se meten a habitar
allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo.
27Cuando
decía esto, una mujer de la multitud alzó la voz y dijo:
—¡Dichoso
el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!
28Él
replicó:
—¡Dichosos,
más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!
La
señal de Jonás
(Mt 12,38-41)
29La
multitud se aglomeraba y él se puso a decirles:
—Esta
generación es malvada: reclama una señal, y no se le concederá más señal que la
de Jonás. 30Como Jonás
fue una señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del Hombre para esta
generación. 31El día del
juicio la reina del sur se alzará contra esta generación y la condenará; porque
ella vino del extremo de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y aquí
hay alguien mayor que Salomón. 32El
día del juicio los ninivitas se alzarán contra esta generación y la condenarán;
porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien
mayor que Jonás.
Luz
y tinieblas
(Mt 5,15)
33No
se enciende una lámpara para tenerla escondida [o bajo un cajón], sino que se
pone en el candelero para que los que entran vean la luz.
(Mt 6,22s)
34La
lámpara del cuerpo es el ojo: si tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está
lleno de luz; pero si está enfermo, también tu cuerpo está lleno de oscuridad. 35Procura que la luz que hay
en ti no se oscurezca. 36Si
el cuerpo entero está en la luz, sin nada de sombra, tendrá tanta luz, como
cuando una lámpara te ilumina con su resplandor.
Invectiva contra los fariseos y los doctores de la Ley
37Mientras
hablaba, un fariseo lo invitó a comer en su casa. Yahshúa entró y se sentó a la
mesa. 38El fariseo, que
lo vio, se extrañó que no se lavase antes de comer. 39Pero el Señor le dijo:
—Ustedes
los fariseos limpian por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de
robos y malicia. 40¡Insensatos!
El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? 41Den, más bien, como limosna lo que tienen y todo será
puro.
42¡Ay
de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la hierbabuena, de la ruda y de
toda clase de verduras y descuidan la justicia y el amor de Dios! Eso es lo que
hay que observar sin descuidar lo otro.
43¡Ay
de ustedes, fariseos, que buscan los asientos de honor en las sinagogas y los
saludos por la calle!
44¡Ay
de ustedes, porque son como sepulcros sin señalar, que los hombres pisan sin
darse cuenta!
45Un
doctor de la ley tomó la palabra y le contestó:
—Maestro,
al decir eso, nos ofendes.
46Yahshúa
contestó:
—¡Ay
de ustedes también, doctores de la ley, que imponen a los hombres cargas
insoportables pero ustedes ni siquiera mueven un dedo para llevarlas!
47¡Ay
de ustedes que construyen mausoleos a los profetas a quienes sus propios padres
han asesinado! 48Así se
convierten en testigos y cómplices de lo que hicieron sus padres; porque ellos
los mataron y ustedes construyen los mausoleos.
49Por
eso dice la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los
matarán y perseguirán. 50Así
se pedirá cuenta a esta generación de toda la sangre de profetas derramada
desde la creación del mundo: 51desde
la sangre de Abel hasta la de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario.
Sí,
les aseguro que a esta generación, se le pedirán cuentas de todo esto.
52¡Ay
de ustedes, doctores de la ley, que se han quedado con la llave del saber:
ustedes no han entrado y se lo impiden a los que quieren entrar!
53Cuando
salió de allí, los letrados y los fariseos se pusieron a atacarlo violentamente
y a hacerle preguntas malintencionadas. 54Le
acosaban para ver si lo atrapaban en alguna palabra salida de su boca.
Contra
la hipocresía
(Mt 16,6; Mc 8,15)
12 |
1Entre
tanto, miles de personas se agolpaban pisándose unos a otros. Él se dirigió
primero a los discípulos:
—Cuídense
de la levadura –o sea, de la hipocresía– de los fariseos.
(Mt 10,26s)
2Nada
hay encubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue. 3Porque lo que digan de
noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en el sótano se
proclamará desde las azoteas.
Exhortación al valor
(Mt
10,28-31)
4A
ustedes mis amigos les digo que no teman a los que matan el cuerpo y después no
pueden hacer nada más. 5Yo
les indicaré a quién deben temer: teman al que después de matar tiene poder
para arrojar al infierno.
Sí,
les repito, teman a ése. 6¿No
se venden cinco gorriones por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a
ninguno de ellos. 7En
cuanto a ustedes hasta los pelos de su cabeza están todos contados. No tengan
miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones.
Opción por Yahshúa
(Mt
10,32s)
8Les
aseguro que a quien me reconozca abiertamente ante los hombres, el Hijo del
Hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. 9Pero a quien me niegue ante los hombres, lo negará ante
los ángeles de Dios. 10Al
que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonará; al que blasfeme
contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
11Cuando
los conduzcan a las sinagogas, ante los jefes o autoridades, no se preocupen de
cómo se van a defender o qué van a decir; 12el
Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que hay que decir.
Contra
la ambición
13Uno
de la gente dijo:
—Maestro,
dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
14Yahshúa
le respondió:
—Amigo,
¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?
15Y
les dijo:
—¡Estén
atentos y cuídense de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida
no depende de los bienes!
16Y
les propuso una parábola:
—Las
tierras de un hombre dieron una gran cosecha. 17Él se dijo: ¿qué haré, si no tengo dónde guardar toda
la cosecha?
18Y
dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros mayores en
los cuales meteré mi trigo y mis bienes. 19Después
me diré: Querido amigo, tienes acumulados muchos bienes para muchos años;
descansa, come, bebe y disfruta.
20Pero
Dios le dijo: ¡Necio, esta noche te reclamarán la vida! Lo que has preparado,
¿para quién será?
21Así
le pasa al que acumula tesoros para sí y no es rico a los ojos de Dios.
Confianza
en Dios
(Mt 6,25-33)
22A
[sus] discípulos les dijo:
—Por
eso les digo que no anden angustiados por la comida para conservar la vida o
por la ropa para cubrir el cuerpo. 23La
vida vale más que la comida y el cuerpo más que la ropa.
24Miren
a los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen graneros ni despensas, y Dios
los alimenta. Cuánto más valen ustedes que las aves. 25¿Quién de ustedes puede, por mucho que se inquiete,
prolongar su vida un poco? 26Si
no tienen poder en lo más pequeño, ¿por qué se preocupan de lo demás?
27Miren
cómo crecen los lirios, sin trabajar ni hilar. Les aseguro que ni Salomón, en
el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. 28Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana
la echan al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a ustedes, hombres de poca
fe!
29No
anden buscando qué comer o qué beber; no se angustien. 30Todo eso son cosas que busca la gente del mundo. En
cuanto a ustedes el Padre sabe que las necesitan. 31Basta que busquen su reino y lo demás lo recibirán por
añadidura.
El
verdadero tesoro
32No
temas, pequeño rebaño, que el Padre de ustedes ha decidido darles el reino.
(Mt 6,19-21)
33Vendan
sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro
inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.
34Porque
donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.
Vigilancia
(cfr. Mt 25,1-13)
35Tengan
la ropa puesta y las lámparas encendidas. 36Sean
como aquellos que esperan que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto
llegue y llame. 37Dichosos
los sirvientes a quienes el amo, al llegar, los encuentre despiertos: les
aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentarse a la mesa y les irá
sirviendo. 38Y si llega a
medianoche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
(Mt 24,43s)
39Entiendan
bien esto, si el dueño de casa supiera a qué hora iba a llegar el ladrón, no le
dejaría abrir un boquete en su casa. 40Ustedes
también estén preparados, porque cuando menos lo piensen llegará el Hijo del
Hombre.
(Mt 24,45-51; cfr. Mc 13,33-37)
41Pedro
le preguntó:
—Señor,
¿dices esta parábola por nosotros o por todos?
42El
Señor contestó:
—¿Quién
es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su
personal, para que les reparta las raciones de comida a su tiempo? 43Dichoso aquel sirviente a
quien su señor, al llegar, lo encuentre actuando así. 44Les aseguro que le encomendará administrar todos sus
bienes.
45Pero
si aquel sirviente, pensando que su señor tarda en llegar, se pone a pegar a
los muchachos y muchachas, a comer y beber y emborracharse, 46llegará el señor de aquel
sirviente el día y la hora menos esperados, lo castigará y lo tratará como a
los traidores.
47Aquel
sirviente que, conociendo la voluntad de su señor, no prepara las cosas ni
cumple lo mandado, recibirá un castigo severo; 48pero aquel que sin saberlo, cometa acciones dignas de
castigo, será castigado con menos severidad. A quien mucho se le dio mucho se
le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá.
Radicalidad
del seguimiento
49Vine
a traer fuego a la tierra, y, ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo!
50Tengo
que pasar por un bautismo, y, ¡qué angustia siento hasta que esto se haya
cumplido!
(cfr. Mt 10,34-36)
51¿Piensan
que vine a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz sino la división.
52En
adelante en una familia de cinco habrá división: tres contra dos, dos contra
tres. 53Se opondrán padre
a hijo e hijo a padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a
suegra.
Las
señales del tiempo
(cfr. Mt 16,2s)
54A
la multitud le dijo:
—Cuando
ven levantarse una nube en oriente, enseguida dicen que lloverá, y así sucede. 55Cuando sopla el viento
sur, dicen que hará calor, y así sucede. 56¡Hipócritas!
Saben interpretar el aspecto de la tierra y el cielo, ¿cómo pues no saben
interpretar el momento presente?
Llegar
a acuerdos
(Mt 5,25s)
57¿Por
qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? 58Cuando acudas con tu rival al juez, procura lograr un
arreglo con él mientras vas de camino; no sea que te arrastre hasta el juez, el
juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. 59Te digo que no saldrás de
allí hasta haber pagado el último centavo.
Exhortación
al arrepentimiento
13 |
1En
aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos
cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.
2Él
contestó:
—¿Piensan
que aquellos galileos, sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los
demás galileos? 3Les digo
que no; y si ustedes no se arrepienten, acabarán como ellos. 4¿O creen que aquellos
dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató, eran más
culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? 5Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten acabarán
como ellos.
La
higuera sin higos
6Y
les propuso la siguiente parábola:
—Un
hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no
lo encontró.
7Dijo
al viñador:
—Hace
tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera y nunca encuentro nada.
Córtala, que encima está malgastando la tierra.
8Él
le contestó:
—Señor,
déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, 9a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.
Sana a una mujer encorvada
10Un
sábado estaba enseñando en una sinagoga, 11cuando
se presentó una mujer que llevaba dieciocho años padeciendo enfermedad por un
espíritu. Andaba encorvada, sin poder enderezarse completamente.
12Yahshúa,
al verla, la llamó y le dijo:
—Mujer,
quedas libre de tu enfermedad.
13Le
impuso las manos y al punto se enderezó y daba gloria a Dios.
14El
jefe de la sinagoga, indignado porque Yahshúa había sanado en sábado, intervino
para decir a la gente:
—Hay
seis días en que se debe trabajar: Vengan a hacerse sanar esos días y no en sábado.
15El
Señor le respondió:
—¡Hipócritas!
Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no suelta al buey o al asno del
pesebre para llevarlo a beber? 16Y
a esta hija de Abrahán, a quién Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no
había que soltarle las ataduras en sábado?
17Cuando
decía esto, sus adversarios se sentían confundidos, mientras que la gente se
alegraba de las maravillas que realizaba.
Parábola
de la semilla de mostaza
(Mt 13,31s; Mc 4,30-32)
18Les
decía:
—¿A
qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
19Se
parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto;
crece, se hace un arbusto y las aves anidan en sus ramas.
Parábola
de la levadura
(Mt 13,33)
20Añadió:
—¿A
qué compararé el reino de Dios?
21Se
parece a la levadura que una mujer toma y mezcla con tres medidas de masa,
hasta que todo fermenta.
La
puerta estrecha
(Mt 7,13s)
22Yahshúa
iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén.
23Uno
le preguntó:
—Señor,
¿son pocos los que se salvan?
Les
contestó:
24—Procuren
entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y
no podrán.
(Mt 7,22s)
25Apenas
se levante el dueño de casa y cierre la puerta, ustedes desde afuera se pondrán
a golpear diciendo: Señor, ábrenos. Él les contestará: No sé de dónde son
ustedes. 26Entonces
dirán: Hemos comido y bebido contigo, en nuestras calles enseñaste.
27Él
responderá: les digo que no sé de dónde son ustedes. Apártense de mí,
malhechores.
28Allí
será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y a
todos los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes sean expulsados. 29Vendrán de oriente y
occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.
30Porque,
hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.
Lamentación
por Jerusalén
31En
aquel momento se acercaron unos fariseos a decirle:
—Sal
y retírate de aquí, porque Herodes intenta matarte.
32Yahshúa
les contestó:
—Vayan
a decir a ese zorro: mira, hoy y mañana expulso demonios y realizo sanaciones;
pasado mañana terminaré. 33Con
todo, hoy y mañana y pasado tengo que seguir mi viaje, porque no puede ser que
un profeta muera fuera de Jerusalén.
(Mt 23,37-39)
34¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados, cuántas veces
quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas; y
tú no quisiste! 35Por
eso, la casa de ustedes quedará desierta. Les digo que no me verán hasta [el
momento] en que digan:
Bendito el que viene
en nombre del Señor.
Sana
a un hidrópico
14 |
1Un
sábado que entró a comer en casa de un jefe de fariseos, ellos lo vigilaban. 2Se le puso delante un
hidrópico. 3Yahshúa tomó
la palabra y preguntó a los doctores de la ley y fariseos:
—¿Está
permitido sanar en sábado o no?
4Ellos
callaron.
Yahshúa
tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió. 5Después
les dijo:
—Supongamos
que a uno de ustedes se le cae un hijo o un buey a un pozo: ¿acaso no lo sacará
enseguida, por más que sea sábado?
6Y
ellos no supieron qué responderle.
Los
primeros puestos
7Observando
cómo elegían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola:
8—Cuando
alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro
invitado más importante que tú 9y
el que los invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro.
Entonces, lleno de vergüenza, tendrás que ocupar el último puesto.
10Cuando
te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó,
te dirá: Amigo, acércate más. Y quedarás honrado en presencia de todos los
invitados.
11Porque
quien se engrandece será humillado, y quien se humilla será engrandecido.
12Al
que lo había invitado le dijo:
—Cuando
ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes
o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado.
13Cuando
des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. 14Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te
pagarán cuando resuciten los justos.
El
banquete de bodas
(Mt 22,1-10)
15Uno
de los invitados, al oírlo, dijo:
—¡Dichoso
el que se siente al banquete del reino de Dios!
16Yahshúa
le contestó:
—Un
hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos. 17Hacia la hora del banquete envió a su sirviente a
decir a los invitados: Vengan, ya todo está preparado. 18Pero todos, uno tras otro se fueron disculpando. El
primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me
disculpes. 19El segundo
dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me
disculpes. 20El tercero
dijo: Me acabo de casar y no puedo ir. 21El
sirviente volvió a informar al dueño de casa. Éste, irritado, dijo al
sirviente: Sal rápido a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres,
mancos, ciegos y cojos.
22Regresó
el sirviente y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra
lugar.
23El
señor dijo al sirviente: Ve a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta
que se llene la casa. 24Porque
les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete.
Presupuestos
para ser discípulo
(Mt 10,37s)
25Le
seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:
26—Si
alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus
hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi
discípulo. 27Quien no
carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.
28Si
uno de ustedes pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular
los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29No suceda que, habiendo echado los cimientos y no
pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él 30diciendo: éste empezó a
construir y no puede concluir.
31Si
un rey va a enfrentarse en batalla contra otro, ¿no se sienta primero a
deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte
mil?
32Si
no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la
paz.
33Lo
mismo cualquiera de ustedes: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi
discípulo.
(Mt 5,13; Mc 9,50)
34Buena
es la sal; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? 35Ya no sirve ni para el
campo ni para abono; hay que tirarla. El que tenga oídos para oír que escuche.
Parábola
de la oveja perdida
(Mt 18,12-14)
15 |
1Todos
los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar.
2Los
fariseos y los doctores murmuraban:
—Éste
recibe a pecadores y come con ellos.
3Él
les contestó con la siguiente parábola:
4—Si
uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y
nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? 5Al encontrarla, se la echa
a los hombros contento, 6se
va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque
encontré la oveja perdida.
7Les
digo que, de la misma manera habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se
arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten arrepentirse.
Parábola
de la moneda perdida
8Si
una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende una lámpara, barre la
casa y busca con mucho cuidado hasta encontrarla? 9Al encontrarla, llama a las amigas y vecinas y les
dice: Alégrense conmigo, porque encontré la moneda perdida.
10Les
digo que lo mismo se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se
arrepienta.
Parábola
del hijo pródigo
11Añadió:
—Un
hombre tenía dos hijos. 12El
menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él
les repartió los bienes.
13A
los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde
derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada. 14Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en
aquel país, y empezó a pasar necesidad. 15Fue
y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a
cuidar cerdos. 16Deseaba
llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las
daba. 17Entonces
recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras
yo me muero de hambre. 18Me
pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he
ofendido; 19ya no merezco
llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros.
20Y
se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo
divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó.
21El
hijo le dijo:
—Padre,
he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo.
22Pero
el padre dijo a sus sirvientes:
—Enseguida,
traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias
en los pies. 23Traigan el
ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. 24Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se
había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta.
25El
hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas 26y llamó a uno de los
sirvientes para informarse de lo que pasaba.
27Le
contestó:
—Es
que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque
lo ha recobrado sano y salvo.
28Irritado,
se negaba a entrar.
Su
padre salió a rogarle que entrara.
29Pero
él le respondió:
—Mira,
tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has
dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. 30Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado
tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado.
31Le
contestó:
—Hijo,
tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. 32Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba
muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.
Parábola
del administrador astuto
16 |
1A
los discípulos les decía:
—Un
hombre rico tenía un administrador. Le llegaron quejas de que estaba
derrochando sus bienes. 2Lo
llamó y le dijo:
—¿Qué
es lo que me han contado de ti? Dame cuentas de tu administración, porque ya no
podrás seguir en tu puesto.
3El
administrador pensó: ¿Qué voy a hacer ahora que el dueño me quita mi puesto?
Para cavar no tengo fuerzas, pedir limosna me da vergüenza. 4Ya sé lo que voy a hacer
para que, cuando me despidan, alguno me reciba en su casa.
5Fue
llamando uno por uno a los deudores de su señor y dijo al primero:
—¿Cuánto
debes a mi señor?
6Contestó:
—Cien
barriles de aceite.
Le
dijo:
—Toma
el recibo, siéntate enseguida y escribe cincuenta.
7Al
segundo le dijo:
—Y
tú, ¿cuánto debes?
Contestó:
—Cuarenta
toneladas de trigo.
Le
dice:
—Toma
tu recibo y escribe treinta.
8El
dueño alabó al administrador deshonesto por la astucia con que había actuado.
Porque
los hijos de este mundo son más astutos con sus semejantes que los hijos de la
luz.
El uso del dinero
9Y
yo les digo que con el dinero sucio se ganen amigos, de modo que, cuando se
acabe, ellos los reciban en la morada eterna.
10El
que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; el que es deshonesto en lo poco,
es deshonesto en lo mucho.
11Si
con el dinero sucio no han sido de confianza, ¿quién les confiará el legítimo?
12Si
con lo ajeno no han sido de confianza, ¿quién les confiará lo que les pertenece
a ustedes?
(Mt 6,24)
13Un
empleado no puede estar al servicio de dos señores: porque odiará a uno y amará
al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No pueden estar al servicio de
Dios y del dinero.
La
Ley y la Buena Noticia
14Los
fariseos, que eran muy amigos del dinero, oían todo esto y se burlaban de él.
15Él
les dijo:
—Ustedes
pasan por justos ante los hombres, pero Dios los conoce por dentro. Porque lo
que los hombres tienen por grande Dios lo aborrece.
16La
ley y los profetas duraron hasta Juan. A partir de entonces se anuncia la Buena
Noticia del reino de Dios y todos tienen que esforzarse para entrar en él.
17Es
más fácil que el cielo y tierra dejen de existir que deje de cumplirse una sola
letra de la ley.
18Quien
se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio; quien se casa con
una mujer divorciada comete adulterio.
El
rico y Lázaro
19Había
un hombre rico, que vestía de púrpura y lino y todos los días hacía espléndidos
banquetes.
20Echado
a la puerta del rico había un pobre cubierto de llagas llamado Lázaro, 21que ansiaba saciarse con
lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamerle sus heridas.
22Murió
el pobre y los ángeles lo llevaron junto a Abrahán. Murió también el rico y lo
sepultaron.
23Estando
en el lugar de los muertos, en medio de tormentos, alzó la vista y divisó a
Abrahán y a Lázaro a su lado.
24Lo
llamó y le dijo:
—Padre
Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro, para que moje la punta del dedo en
agua y me refresque la lengua; pues me torturan estas llamas.
25Respondió
Abrahán:
—Hijo,
recuerda que en vida recibiste bienes y Lázaro por su parte desgracias. Ahora
él es consolado y tú atormentado. 26Además,
entre ustedes y nosotros se abre un inmenso abismo; de modo que, aunque se
quiera, no se puede atravesar desde aquí hasta ustedes ni pasar desde allí
hasta nosotros.
27Insistió
el rico:
—Entonces,
por favor, envíalo a casa de mi padre, 28donde
tengo cinco hermanos; que les advierta no sea que también ellos vengan a parar
a este lugar de tormentos.
29Le
dice Abrahán:
—Tienen
a Moisés y los profetas: que los escuchen.
30Respondió:
—No,
padre Abrahán; si un muerto los visita, se arrepentirán.
31Le
dijo:
—Si
no escuchan a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite, no le harán
caso.
Instrucciones
a los discípulos
(Mt 18,6s.21s; Mc 9,42)
17 |
1A
sus discípulos les dijo:
—Es
inevitable que haya escándalos; pero, ¡ay del que los provoca! 2Más le valdría que le
ataran en el cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, antes que
escandalizar a uno de estos pequeños.
3Estén
en guardia: si tu hermano peca, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo. 4Si siete veces al día te
ofende y siete veces vuelve a ti diciendo que se arrepiente, perdónalo.
5Los
apóstoles dijeron al Señor:
—Auméntanos
la fe.
6El
Señor dijo:
—Si
tuvieran fe como una semilla de mostaza, dirían a [esta] morera: Arráncate de
raíz y plántate en el mar, y les obedecería.
El
deber del discípulo
7Supongamos
que uno de ustedes tiene un sirviente arando o cuidando los animales, cuando
éste vuelva del campo, ¿le dirá que pase en seguida y se ponga a la mesa? 8¿No le dirá más bien:
prepárame de comer, ponte el delantal y sírveme mientras como y bebo, después
comerás y beberás tú? 9¿Tendrá
aquel señor que agradecer al sirviente que haya hecho lo mandado? 10Así también ustedes:
cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: Somos simples sirvientes, solamente
hemos cumplido nuestro deber.
Sana
a diez leprosos
11Yendo
él de camino hacia Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaría.
12Al
entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a
cierta distancia 13y
alzando la voz, dijeron:
—Yahshúa,
Maestro, ten piedad de nosotros.
14Al
verlos, les dijo:
—Vayan
a presentarse a los sacerdotes.
Mientras
iban, quedaron sanos.
15Uno
de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta, 16y cayó a los pies de Yahshúa,
rostro en tierra, dándole gracias. Era samaritano.
17Yahshúa
tomó la palabra y dijo:
—¿No
recobraron la salud los diez? ¿Y los otros nueve dónde están? 18¿Ninguno volvió a dar
gloria a Dios, sino este extranjero?
19Y
le dijo:
—Ponte
de pie y vete, tu fe te ha salvado.
La
llegada del reino de Dios
20Los
fariseos le preguntaron cuándo iba a llegar el reino de Dios y él les
respondió:
—La
llegada del reino de Dios no está sujeta a cálculos; 21ni dirán: míralo aquí, míralo allí. Pues está entre
ustedes.
22Después
dijo a los discípulos:
—Llegarán
días en que ustedes desearán ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo
verán. 23Si les dicen:
Míralo aquí, míralo allá, no vayan ni les sigan.
24Porque
así como el relámpago brilla desde un extremo al otro del cielo, así será el
Hijo del Hombre [cuando llegue su día]. 25Pero
primero tiene que padecer mucho y ser rechazado por esta generación.
(cfr. Mt 24,37-42)
26Lo
que sucedió en tiempo de Noé sucederá en tiempo del Hijo del Hombre: 27comían, bebían, se
casaban, hasta que Noé entró en el arca, vino el diluvio y acabó con todos.
28O
como sucedió en tiempo de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban,
edificaban. 29Pero,
cuando Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.
30Así
será el día en que se revele el Hijo del Hombre. 31Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas
en la casa, no baje a buscarlas; lo mismo, si uno está en el campo, no vuelva
atrás. 32Acuérdense de la
mujer de Lot.
33Quien
trate de conservar la vida la perderá, pero quien la pierda la conservará. 34Les aseguro: esa noche
estarán dos en una cama: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán; 35habrá dos mujeres moliendo
juntas: a una la arrebatarán, a la otra la dejarán. 36[[Estarán dos en el campo: a uno lo arrebatarán, al
otro lo dejarán.]]
37Le
preguntaron:
—¿Dónde,
Señor?
Yahshúa
les contestó:
—Donde
está el cadáver se reúnen los buitres.
Parábola
del juez y la viuda
18 |
1Para
inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola:
2—Había
en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3Había en la misma ciudad
una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival.
4Por
un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a
los hombres, 5como esta
viuda me está fastidiando, le haré justicia, así no seguirá molestándome.
6El
Señor añadió:
—Fíjense
en lo que dice el juez injusto; 7y
Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Los hará
esperar?
8Les
digo que inmediatamente les hará justicia. Sólo que, cuando llegue el Hijo del
Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?
Parábola
del fariseo
y
el recaudador de impuestos
9Por
algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, les contó esta
parábola:
10—Dos
hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el otro recaudador de
impuestos.
11El
fariseo, de pie, oraba así en voz baja:
—Oh
Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, o como ese recaudador de impuestos. 12Ayuno dos veces por semana y pago diezmos de cuanto
poseo.
13El
recaudador de impuestos, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:
—Oh
Dios, ten piedad de este pecador.
14Les
digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se alaba será
humillado y quien se humilla será alabado.
Bendice
a unos niños
(Mt 19,13-15; Mc 10,13-16)
15Le
acercaron también unos niños para que los bendijera. Los discípulos al verlo
les reprendían.
16Pero
Yahshúa los llamó diciendo:
—Dejen
que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el reino de Dios
pertenece a los que son como ellos. 17Les
aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
El
joven rico
(Mt 19,16-30; Mc 10,17-31)
18Uno
de los jefes le preguntó:
—Maestro
bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
19Yahshúa
le contestó:
—¿Por
qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. 20Conoces los mandamientos:
no cometerás adulterio,
no matarás,
no robarás,
no darás falso testimonio,
honra a tu padre y a tu madre.
21Le
contestó:
—Todo
esto lo he cumplido desde la adolescencia.
22Al
oírlo, Yahshúa le dijo:
—Una
cosa te falta, vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro
en [el] cielo; después sígueme.
23Al
oírlo, se puso muy triste, porque era muy rico.
24Al
verlo [ponerse muy triste,] Yahshúa dijo:
—Difícilmente
entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas. 25Es más fácil que un camello entre por el ojo de una
aguja que un rico entre en el reino de Dios.
26Los
que lo oían dijeron:
—Entonces,
¿quién podrá salvarse?
27Él
contestó:
—Lo
que es imposible para los hombres es posible para Dios.
28Entonces
Pedro dijo:
—Mira,
nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.
29Les
contestó:
—Les
aseguro que nadie que haya dejado casa o mujer o hermanos o parientes o hijos
por el reino de Dios 30dejará
de recibir mucho más en esta vida y en la edad futura la vida eterna.
Tercer anuncio
de la pasión y resurrección
(Mt
20,17-19; Mc 10,32-34)
31Llevándose
aparte a los Doce, les dijo:
—Miren,
estamos subiendo a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo del Hombre todo lo que
escribieron los profetas: 32será
entregado a los paganos: se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán, 33lo azotarán y lo matarán;
y al tercer día resucitará.
34Ellos
no entendieron nada, el asunto les resultaba oscuro y no comprendían lo que
decía.
Sana
a un ciego
(Mt 20,29-34; Mc 10,46-52)
35Cuando
se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino pidiendo limosna.
36Al oír que pasaba la
gente, preguntó qué sucedía. 37Le
dijeron que pasaba Yahshúa de Nazaret.
38Él
gritó:
—¡Yahshúa,
Hijo de David, ten piedad de mí!
39Los
que iban delante lo reprendían para que callase. Pero él gritaba más fuerte:
—Hijo
de David, ten piedad de mí.
40Yahshúa
se detuvo y mandó que se lo acercasen. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:
41—¿Qué
quieres que te haga?
Contestó:
—Señor,
que recobre la vista.
42Yahshúa
le dijo:
—Recobra
la vista, tu fe te ha salvado.
43Al
instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios; y el pueblo, al
verlo, alababa a Dios.
Yahshúa
y Zaqueo
19 |
1Entró
en Jericó y atravesó la ciudad, 2allí
vivía un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores de impuestos y muy rico, 3intentaba ver quién era Yahshúa;
pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura. 4Se adelantó de una carrera
y se subió a un árbol para verlo, pues iba a pasar por allí.
5Cuando
Yahshúa llegó al sitio, alzó la vista y le dijo:
—Zaqueo,
baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.
6Bajó
rápidamente y lo recibió muy contento. 7Al
verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador.
8Pero
Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:
—Mira,
Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado
le devolveré cuatro veces más.
9Yahshúa
le dijo:
—Hoy
ha llegado la salvación a esta casa, ya que también él es hijo de Abrahán. 10Porque el Hijo del Hombre
vino a buscar y salvar lo perdido.
Parábola del dinero encargado
(Mt 25,14-30)
11Como
la gente lo escuchaba, añadió una parábola; porque estaban cerca de Jerusalén y
ellos creían que el reino de Dios se iba a revelar de un momento a otro. 12Él les dijo:
—Un
hombre noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver. 13Llamó a diez sirvientes
suyos, les entregó una gran cantidad de dinero y les encargó: Háganla producir
hasta que yo vuelva.
14Sus
compatriotas, que lo odiaban, enviaron tras él una comisión encargada de decir:
No queremos que ése sea nuestro rey.
15Volvió
una vez nombrado rey y llamó a los sirvientes a quienes había entregado el
dinero para ver cómo había negociado cada uno.
16Se
presentó el primero y dijo: Señor, tu dinero ha producido diez veces más. 17Le respondió: Muy bien,
sirviente diligente; por haber sido fiel en lo poco, administrarás diez
ciudades.
18Se
presentó el segundo y dijo: Señor, tu dinero ha producido cinco veces más. 19Le respondió: Pues tú
administrarás cinco ciudades.
20Se
presentó el tercero y dijo: Aquí tienes tu dinero, que he guardado en un
pañuelo. 21Te tenía miedo
porque eres riguroso: retiras lo que no has depositado, y cosechas lo que no
has sembrado.
22Él
le respondió: Por tu boca te condeno, sirviente indigno. Sabías que soy
riguroso, que retiro lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado. 23¿Por qué no pusiste mi
dinero en un banco, para que, al volver yo, lo cobrara con los intereses?
24Después
ordenó a los presentes: Quítenle el dinero y dénselo al que consiguió diez
veces más. 25Le
respondieron: Señor, ya tiene diez veces más. 26Yo les digo que a quien tiene se le dará y a quien no
tiene se le quitará aun lo que tiene.
27En
cuanto a esos enemigos, que no querían que fuera su rey, tráiganlos aquí y
mátenlos en mi presencia.
28Dicho
esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén.
Entrada
triunfal en Jerusalén
(Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; cfr. Jn
12,12-19)
29Cuando
se acercaban a Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos
discípulos 30diciéndoles:
—Vayan
al pueblo de enfrente; al entrar, encontrarán un burrito atado, que nadie ha
montado hasta ahora. Desátenlo y tráiganlo. 31Si alguien les pregunta para qué lo desatan, díganle
que el Señor lo necesita.
32Fueron
los enviados y lo encontraron como les había dicho. 33Mientras lo desataban, los dueños les dijeron:
—¿Por
qué desatan el burrito?
34Contestaron:
—Porque
el Señor lo necesita.
35Se
lo llevaron a Yahshúa, echaron sus mantos sobre el burrito y lo hicieron
montar.
36Mientras
avanzaba, la gente alfombraba con sus mantos el camino.
37Cuando
se acercaban a la cuesta del monte de los Olivos, los discípulos en masa y
llenos de alegría se pusieron a alabar en voz alta a Dios por todos los
milagros que habían presenciado.
38Y
decían:
Bendito sea el rey
que viene en nombre del Señor.
Paz
en el cielo, gloria al Altísimo.
39Algunos
fariseos de entre la gente le dijeron:
—Maestro,
reprende a tus discípulos.
40Pero
él respondió:
—Yo
les digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.
Lamentación
por Jerusalén
41Al
acercarse y divisar la ciudad, dijo llorando por ella:
42—Ojalá
tú también reconocieras hoy lo que conduce a la paz. Pero eso ahora está oculto
a tus ojos. 43Te llegará
un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te cercarán
por todas partes. 44Te
derribarán por tierra a ti y a tus hijos dentro de ti, y no te dejarán piedra
sobre piedra; porque no reconociste el momento en que fuiste visitada por Dios.
Purifica
el Templo
(Mt 21,12-17; Mc 11,15-19; cfr. Jn
2,13-16)
45Después
entró en el templo y se puso a echar a los mercaderes 46diciéndoles:
—Está
escrito que mi casa es casa de oración y
ustedes la han convertido en cueva de asaltantes.
47A
diario enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los jefes
del pueblo intentaban matarlo; 48pero
no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus
palabras.
La
autoridad de Yahshúa
(Mt 21,23-27; Mc 11,27-33)
20 |
1Un
día que estaba enseñando en el templo y anunciando la Buena Noticia al pueblo,
se presentaron los sumos sacerdotes y los letrados con los ancianos 2y le dijeron:
—¿Con
qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado esa autoridad?
3Yahshúa
les respondió:
—Yo
a mi vez les haré una pregunta para que me respondan. 4El bautismo de Juan, ¿procedía del cielo o de los
hombres?
5Ellos
discutían entre sí: Si decimos que del cielo, nos dirá que por qué no le
creímos; 6si decimos que
de los hombres, el pueblo entero nos apedreará, porque están convencidos de que
Juan era profeta. 7Por
eso le contestaron que no sabían de dónde procedía.
8Y
Yahshúa les replicó:
—Yo
tampoco les digo con qué autoridad lo hago.
Parábola
de los viñadores malvados
(Mt 21,33-46; Mc 12,1-12)
9Al
pueblo le contó la siguiente parábola:
—Un
hombre plantó una viña, se la arrendó a unos viñadores y se ausentó por
bastante tiempo. 10A su
debido tiempo envió un sirviente a los viñadores para que le entregasen la
parte de la cosecha que le correspondía. Pero los viñadores lo apalearon y lo
despidieron con las manos vacías. 11Envió
otro sirviente. Pero ellos lo apalearon, lo insultaron y lo despidieron con las
manos vacías. 12Envió un
tercero, y ellos lo dejaron malherido. 13Entonces
dijo el dueño de la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo querido; quizás a él lo
respeten. 14Pero los
viñadores, al verlo, deliberaban entre ellos: Es el heredero; vamos a matarlo
para quedarnos con la finca. 15Lo
echaron fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, ¿qué hará con ellos el dueño
de la viña? 16Irá,
acabará con aquellos viñadores y entregará la viña a otros.
Al
oírlo, dijeron:
—¡Dios
nos libre!
17Él,
mirándolos fijamente, les dijo:
—Entonces,
qué significa eso que está escrito:
La piedra
que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
18Quien
tropiece con esa piedra se estrellará, a quien le caiga encima lo aplastará.
19Los
letrados y sumos sacerdotes intentaron detenerlo en aquel momento, porque
habían comprendido que la parábola iba dirigida a ellos; pero temieron al
pueblo.
Sobre
el tributo al césar
(Mt 22,15-22; Mc 12,13-17)
20Así
que ellos comenzaron a acecharlo y le enviaron unos espías, que fingían ser
gente de bien, para atraparlo en sus palabras y poderlo entregar a la autoridad
y jurisdicción del gobernador.
21Le
preguntaron:
—Maestro,
nos consta que hablas y enseñas rectamente, que no eres parcial, sino que
enseñas sinceramente el camino de Dios. 22¿Tenemos
que pagar impuestos al césar o no?
23Adivinando
su mala intención, les dijo:
24—Muéstrenme
una moneda. ¿De quién lleva la imagen y la inscripción?
Le
contestaron:
—Del
césar.
25Y
él les dijo:
—Entonces
den al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.
26Y
no lograron atraparlo en sus palabras delante del pueblo; al contrario,
admirados de la respuesta, se callaron.
Sobre
la resurrección
(Mt 22,23-33; Mc 12,18-27)
27Se
acercaron entonces unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le
preguntaron:
28—Maestro,
Moisés nos ordenó que si un hombre casado
muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al
hermano difunto. 29Ahora
bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. 30Lo mismo el segundo 31y el tercero se casaron
con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos. 32Después murió la mujer. 33Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer?
Porque los siete fueron maridos suyos.
34Yahshúa
les respondió:
—Los
que viven en este mundo toman marido o mujer. 35Pero los que sean dignos de la vida futura y de la
resurrección de entre los muertos no tomarán marido ni mujer; 36porque ya no pueden morir
y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios.
37Y
que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando
llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de
Isaac y Dios de Jacob. 38No
es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.
39Intervinieron
algunos letrados y le dijeron:
—Maestro,
qué bien has hablado.
40Y
no se atrevieron a hacerle más preguntas.
Sobre
el Mesías y David
(Mt 22,41-46; Mc 12,35-37)
41Entonces
él les dijo:
—¿Cómo
dicen que el Mesías es Hijo de David? 42Porque
el mismo David dice en el libro de los Salmos:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
43hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies.
44Si
David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?
Invectiva
contra los letrados
(Mc 12,38-40)
45En
presencia de todo el pueblo dijo a [sus] discípulos:
46—Cuídense
de los letrados, que gustan de pasear con largas vestiduras, aman los saludos
por la calle y los primeros puestos en sinagogas y banquetes; 47que devoran las fortunas
de las viudas con pretexto de largas oraciones. Ellos serán juzgados con mayor
severidad.
La ofrenda de la viuda
(Mc 12,41-44)
21 |
1Levantando
la vista observó a unos ricos que depositaban sus donativos en el arca del
templo. 2Observó también,
a una viuda pobre que ponía unas moneditas; 3dijo:
—Les
aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos. 4Porque todos ésos han depositado donativos de lo que
les sobraba; pero ella en su pobreza, ha puesto cuanto tenía para vivir.
Sobre
la destrucción del templo
(Mt 24,1-14; Mc 13,1-13)
5A
unos que elogiaban las hermosas piedras del templo y la belleza de su
ornamentación les dijo:
6—Llegará
un día en que todo lo que ustedes contemplan será derribado sin dejar piedra
sobre piedra.
7Le
preguntaron:
—Maestro,
¿cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder?
8Respondió:
—¡Cuidado,
no se dejen engañar! Porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: Yo
soy; ha llegado la hora. No vayan tras ellos. 9Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se
asusten. Primero ha de suceder todo eso; pero el fin no llega en seguida.
10Entonces
les dijo:
—Se
alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino; 11habrá grandes terremotos, en diversas regiones habrá
hambres y pestes, y en el cielo señales grandes y terribles.
12Pero
antes de todo eso los detendrán, los perseguirán, los llevarán a las sinagogas
y las cárceles, los conducirán ante reyes y magistrados a causa de mi nombre, 13y así tendrán la
oportunidad de dar testimonio de mí. 14Háganse
el propósito de no preparar su defensa; 15yo
les daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni
refutar.
16Hasta
sus padres y hermanos, parientes y amigos los entregarán y algunos de ustedes
serán ajusticiados; 17y
todos los odiarán a causa de mi nombre.
18Sin
embargo no se perderá ni un pelo de su cabeza. 19Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
La
gran tribulación
(Mt 24,15-21; Mc 13,14-19)
20Cuando
vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que está cercana su destrucción.
21Entonces
los que estén en Judea escapen a los montes; los que estén dentro de la ciudad
salgan al campo; los que estén en el campo no vuelvan a la ciudad. 22Porque es el día de la
venganza, cuando se cumplirá todo lo que está escrito.
23¡Ay
de las embarazadas y de las que tengan niños de pecho aquel día! Sobre el país
vendrá una gran desgracia y sobre este pueblo soplará la ira de Dios. 24Caerán a filo de espada y
serán llevados prisioneros a todos los países.
Jerusalén
será pisoteada por paganos, hasta que la época de los paganos se termine.
La
parusía
(Mt 24,29-35; Mc 13,24-26)
25Habrá
señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los
pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. 26Los hombres desfallecerán
de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas
del universo se tambalearán.
27Entonces
verán al Hijo del Hombre que llega en una
nube con gran poder y gloria. 28Cuando
comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza, porque ha
llegado el día de su liberación.
29Y
les añadió una parábola:
—Observen
la higuera y los demás árboles: 30cuando
echan brotes, se dan cuenta de que el verano está cerca. 31Igual ustedes, cuando vean que sucede eso, sepan que
se acerca el reino de Dios. 32Les
aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso. 33Cielo y tierra pasarán,
mas mis palabras no pasarán.
Vigilancia
y oración
34Presten
atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones
de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, 35porque caerá como una
trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 36Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder
escapar de cuanto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del
Hombre.
37De
día enseñaba en el templo; de noche salía y se quedaba en el monte de los
Olivos. 38Y todo el
pueblo madrugaba para escucharlo en el templo.
Complot
para matar a Yahshúa
(Mt 26,1-5; Mc 14,1s; cfr. Jn
11,47-57)
22 |
1Se
acercaba la fiesta de los Ázimos, llamada Pascua. 2Los sumos sacerdotes y los letrados buscaban una forma
de terminar con él, pero temían al pueblo.
(Mt 26,14-16; Mc 14,10s)
3Satanás
entró en Judas, por sobrenombre Iscariote, uno de los Doce; 4quien acudió a discutir con
los sumos sacerdotes y los guardias un modo de entregarlo. 5Se alegraron y se comprometieron a darle dinero. 6Él aceptó y andaba buscando
una ocasión para entregárselo, lejos de la gente.
Pascua y Eucaristía
(Mt
26,17-19; Mc 14,12-16)
7Llegó
el día de los Ázimos, cuando había que sacrificar la víctima pascual. 8Yahshúa envió a Pedro y a
Juan encargándoles:
—Vayan
a preparar lo necesario para que celebremos la cena de Pascua.
9Le
dijeron:
—¿Dónde
quieres que te la preparemos?
10Él
les respondió:
—Cuando
entren en la ciudad, les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de
agua. Síganlo hasta la casa donde entre 11y
digan al dueño de casa: el Maestro manda preguntarte, que dónde está la sala en
la que comerá la cena de Pascua con sus discípulos. 12Él les mostrará un salón grande y amueblado en el piso
superior; preparen allí lo necesario.
13Fueron,
encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
(Mt
26,26-29; Mc 14,22-25;
cfr. Jn 6,51-59; 1 Cor 11,23-25)
14Cuando
llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles 15y les dijo:
—Cuánto
he deseado comer con ustedes esta Pascua antes de mi pasión. 16Les aseguro que no volveré
a comerla hasta que alcance su cumplimiento en el reino de Dios.
17Y
tomando la copa, dio gracias y dijo:
—Tomen
y compártanla entre ustedes. 18Les
digo que en adelante no beberé del fruto de la vid hasta que no llegue el reino
de Dios.
19Tomando
pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:
—Esto
es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.
20Igualmente
tomó la copa después de cenar y dijo:
—Ésta
es la copa de la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
ustedes.
(Mt 26,20-25; Mc 14,17-21; cfr. Jn
13,21-30)
21Pero,
¡cuidado!, que la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22El Hijo del Hombre sigue
el camino que se le ha fijado; pero, ¡ay de aquél que lo entrega!
23Ellos
comenzaron a preguntarse entre sí quién de ellos era el que iba a entregarlo.
Contra
la ambición
(Mt 20,24-28; Mc 10,41-45)
24Luego
surgió una disputa sobre quién de ellos se consideraba el más importante.
25Yahshúa
les dijo:
—Los
reyes de los paganos los tienen sometidos y los que imponen su autoridad se
hacen llamar benefactores. 26Ustedes
no sean así; al contrario, el más importante entre ustedes compórtese como si
fuera el último y el que manda como el que sirve.
27¿Quién
es mayor? ¿El que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es, acaso, el que está
a la mesa? Pero yo estoy en medio de ustedes como quien sirve.
28Ustedes
son los que han permanecido conmigo en las pruebas, 29por eso les encomiendo el reino como mi Padre me lo
encomendó: 30para que
coman y beban, a mi mesa, en mi reino, y se sienten en doce tronos para juzgar
a las doce tribus de Israel.
Anuncia la negación de Pedro
(Mt 26,31-35; Mc 14,27-31; cfr. Jn
13,36-38)
31—Simón,
Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos como se hace con el
trigo. 32Pero yo he
rezado por ti para que no falle tu fe. Y tú, una vez convertido, fortalece a
tus hermanos. 33Pedro le
respondió:
—Señor,
yo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte.
34Le
respondió Yahshúa:
—Te
digo, Pedro, que hoy antes de que cante el gallo habrás negado tres veces que
me conoces.
35Y
les dijo:
—Cuando
los envié sin bolsa ni alforja ni sandalias, ¿les faltó algo?
Contestaron:
—Nada.
36Les
dijo:
—Pero
ahora quien tenga bolsa lleve también alforja, quien no la tiene, venda el
manto y compre una espada. 37Les
digo que se ha de cumplir en mí lo escrito: fue
tenido por malhechor. Todo lo que se refiere a mí toca a su fin.
38Le
dijeron:
—Señor,
aquí hay dos espadas.
Les
contestó:
—Basta
ya.
Oración
en el huerto
(Mt 26,36-46; Mc 14,32-42)
39Salió
y se dirigió según costumbre al monte de los Olivos y le siguieron los
discípulos. 40Al llegar
al lugar, les dijo:
—Oren
para no caer en la tentación.
41Se
apartó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, se arrodilló y oraba:
42—Padre,
si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.
43[[Se
le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. 44Y, en medio de la angustia, oraba más intensamente. Le
corría el sudor como gotas de sangre cayendo al suelo.]]
45Se
levantó de la oración, se acercó a sus discípulos y los encontró dormidos de
tristeza; 46y les dijo:
—¿Por
qué están dormidos? Levántense y oren para no sucumbir en la tentación.
Arresto
de Yahshúa
(Mt 26,47-56; Mc 14,43-50; cfr. Jn
18,1-11)
47Todavía
estaba hablando, cuando llegó un gentío. El llamado Judas, uno de los Doce, se
les adelantó, se acercó a Yahshúa y le besó. 48Yahshúa le dijo:
—Judas,
¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49Viendo
lo que iba a pasar, los que estaban con él dijeron:
—Señor,
¿usamos la espada?
50Uno
de ellos dio un tajo al empleado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha.
51Yahshúa
le dijo:
—Ya
basta.
Y
tocándole la oreja, lo sanó. 52Después
dijo Yahshúa a los sumos sacerdotes, guardias del templo y ancianos que habían
venido a arrestarlo:
—¿Como
si se tratara de un asaltante, han salido armados de espadas y palos? 53Diariamente estaba con
ustedes en el templo y no me detuvieron. Pero ésta es la hora de ustedes, ahora
son las tinieblas las que dominan.
(Mt 26,57s; Mc 14,53s; cfr. Jn
18,12-16)
54Lo
arrestaron, lo condujeron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le
seguía a distancia. 55Habían
encendido fuego en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó
entre ellos.
Negaciones
de Pedro
(Mt 26,69s; Mc 14,66-68; cfr. Jn
18,17s)
56Una
sirvienta lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo:
—También
éste estaba con él.
57Pedro
lo negó diciendo:
—No
lo conozco, mujer.
(Mt 26,71-75; Mc 14,69-72; cfr. Jn
18,25-27)
58Poco
después otro lo vio y dijo:
—También
tú eres uno de ellos.
Pedro
respondió:
—No
lo soy, hombre.
59Como
una hora más tarde otro insistía:
—Realmente
éste estaba con él, además, también es galileo.
60Pedro
contestó:
—No
sé lo que dices, hombre.
En
ese momento, cuando aún estaba hablando, cantó el gallo. 61El Señor se volvió y miró a Pedro; éste recordó lo que
le había dicho el Señor: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres
veces. 62Salió afuera y
lloró amargamente.
Yahshúa
ante el Consejo
(Mt 26,67s; Mc 14,65; cfr. Jn
18,22s)
63Quienes
habían arrestado a Yahshúa se burlaban de él y lo golpeaban.
64Tapándole
los ojos le decían:
—Adivina
quién te ha pegado.
65Y
le decían otras muchas injurias.
(Mt 26,63b-66; Mc 14,61b-64; cfr. Jn
18,19-21)
66Al
hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y
letrados, lo condujeron ante el Consejo 67y
le dijeron:
—Dinos
si tú eres el Mesías.
Les
respondió:
—Si
se lo digo, no me creerán, 68y
si pregunto, no me responderán. 69Pero
en adelante el Hijo del Hombre estará
sentado a la derecha de la Majestad de Dios.
70Dijeron
todos:
—Entonces,
¿eres tú el Hijo de Dios?
Contestó:
—Tienen
razón: Yo soy.
71Ellos
dijeron:
—¿Qué
falta nos hacen los testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
Yahshúa
ante Pilato
(Mt 27,1s; Mc 15,1; cfr. Jn
18,28-32)
23 |
1Después
se levantó toda la asamblea y, lo condujeron ante Pilato. 2Y empezaron la acusación:
—Hemos
encontrado a éste incitando a la rebelión a nuestra nación, oponiéndose a que
paguen tributo al césar y declarándose Mesías rey.
(Mt 27,11-14; Mc 15,2-15; cfr. Jn
18,33-38)
3Pilato
le preguntó:
—¿Eres
tú el rey de los judíos?
Yahshúa
le respondió:
—Tú
lo dices.
4Pero
Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:
—No
encuentro culpa alguna en este hombre.
5Ellos
insistían: Está alborotando a todo el pueblo enseñando por toda Judea; empezó
en Galilea y ha llegado hasta aquí.
6Al
oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo; 7y, al saber que pertenecía a la jurisdicción de
Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba por entonces en Jerusalén.
Yahshúa
ante Herodes
8Herodes
se alegró mucho de ver a Yahshúa. Hacía tiempo que tenía ganas de verlo, por lo
que oía de él, y esperaba verlo hacer algún milagro. 9Le hizo muchas preguntas, pero él no le respondió.
10Los
sumos sacerdotes y los letrados estaban allí, insistiendo en sus acusaciones.
11Herodes
con sus soldados lo trataron con desprecio y burlas, y echándole encima un
manto espléndido, lo envió de vuelta a Pilato.
12Aquel
día Herodes y Pilato que hasta entonces habían estado enemistados,
establecieron buenas relaciones.
Condena
de Yahshúa
13Pilato
convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y 14les dijo:
—Me
han traído a éste acusándolo de agitar al pueblo. Miren, lo interrogué
personalmente delante de ustedes y no encuentro en este hombre ninguna culpa de
las que lo acusan. 15Tampoco
Herodes lo encontró culpable ya que me lo ha mandado de vuelta, como ven no ha
cometido nada que merezca la muerte. 16Le
daré un castigo y lo dejaré libre.
(Mt 27,15-26; Mc 15,6-15; cfr. Jn
18,39–19,1.4-16)
17[[Por
la fiesta tenía que soltarles a un preso.]] 18Pero ellos se pusieron a gritar:
—¡Que
muera este hombre! Déjanos libre a Barrabás.
19—Barrabás
estaba preso por un homicidio cometido en un disturbio en la ciudad.
20Pilato,
que quería dejar libre a Yahshúa, les dirigió de nuevo la palabra; 21pero ellos seguían
gritando:
—¡Crucifícalo,
crucifícalo!
22Por
tercera vez les habló:
—Pero,
¿qué delito ha cometido este hombre? No encuentro en él nada que merezca la
muerte. Le impondré un castigo y lo dejaré libre.
23Pero
ellos insistían a gritos pidiendo que lo crucificara; y el griterío se hacía
cada vez más violento.
24Entonces
Pilato decretó que se hiciera lo que el pueblo pedía. 25Dejó libre al que pedían, que estaba preso por motín y
homicidio, y entregó a Yahshúa al capricho de ellos.
Crucifixión y muerte de Yahshúa
(Mt
27,32-56; Mc 15,21-41; cfr. Jn 19,17-30)
26Cuando
lo conducían, agarraron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le
pusieron encima la cruz para que la llevara detrás de Yahshúa. 27Le seguía una gran
multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él.
28Yahshúa
se volvió y les dijo:
—Mujeres
de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29Porque llegará un día en
que se dirá: ¡Dichosas las estériles, los vientres que no concibieron, los
pechos que no amamantaron!
30Entonces
se pondrán a decir a los montes: Caigan
sobre nosotros; y a las colinas: Sepúltennos. 31Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué no harán con
el seco?
32Conducían
con él a otros dos malhechores para ejecutarlos. 33Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los
crucificaron a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda.
34[[Yahshúa
dijo:
—Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen.]]
Después
se repartieron su ropa sorteándola entre ellos. 35El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él
diciendo:
—Ha
salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de
Dios.
36También
los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre 37y le decían:
—Si
eres el rey de los judíos, sálvate.
38Encima
de él había una inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos.
39Uno
de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:
—¿No
eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros.
40Pero
el otro lo reprendió diciendo:
—¿No
tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? 41Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros
delitos; pero él, en cambio, no ha cometido ningún crimen.
42Y
añadió:
—Yahshúa,
cuando llegues a tu reino acuérdate de mí.
43Yahshúa
le contestó:
—Te
aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.
44Era
mediodía; se ocultó el sol y todo el territorio quedó en tinieblas hasta media
tarde. 45El velo del
santuario se rasgó por el medio.
46Yahshúa
gritó con voz fuerte:
Padre, en tus manos
encomiendo mi espíritu.
Dicho
esto, expiró. 47Al ver lo
que sucedía, el centurión glorificó a Dios diciendo:
—Realmente
este hombre era inocente.
48Toda
la multitud que se había congregado para el espectáculo, al ver lo sucedido, se
volvía dándose golpes de pecho. 49Sus
conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde
Galilea lo observaban todo.
Sepultura
de Yahshúa
(Mt 27,57-61: Mc 15,42-47; cfr. Jn
19,38-42)
50Había
un hombre llamado José, natural de Arimatea, ciudad de Judea. Pertenecía al
Consejo, era justo y honrado 51y
no había consentido en la decisión de los otros ni en su ejecución, y esperaba
el reino de Dios. 52Acudió
a Pilato y le pidió el cadáver de Yahshúa. 53Lo
descolgó, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro cavado en la
roca, en el que todavía no habían enterrado a nadie. 54Era el día de la preparación y estaba por comenzar el
sábado. 55Las mujeres que
lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás para observar el sepulcro y
cómo habían puesto el cadáver.
56Se
volvieron, prepararon aromas y ungüentos, pero el sábado guardaron el descanso
ordenado por la ley.
Resurrección
de Yahshúa
(Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; cfr. Jn
20,1-10)
24 |
1El
primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los perfumes
preparados. 2Encontraron
corrida la piedra del sepulcro, 3entraron,
pero no encontraron el cadáver del Señor Yahshúa. 4Estaban desconcertadas por el hecho, cuando se les
presentaron dos hombres con vestidos brillantes. 5Como las mujeres, llenas de temor, miraban al suelo,
ellos les dijeron:
—¿Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que les dijo
cuando todavía estaba en Galilea: 7El
Hijo del Hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y
al tercer día resucitará.
8Ellas
entonces recordaron sus palabras, 9se
volvieron del sepulcro y contaron todo a los Once y a todos los demás. 10Eran María Magdalena,
Juana y María de Santiago. Ellas y las demás se lo contaron a los apóstoles. 11Pero ellos tomaron el
relato de las mujeres por una fantasía y no les creyeron.
12Pedro,
en cambio, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y sólo vio las
sábanas; así que volvió a casa extrañado por lo ocurrido.
Camino
de Emaús
(cfr. Mc 16,12s)
13Aquel
mismo día, dos de ellos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, que está a unos
diez kilómetros de Jerusalén. 14En
el camino conversaban sobre todo lo sucedido.
15Mientras
conversaban y discutían, Yahshúa en persona los alcanzó y se puso a caminar con
ellos. 16Pero ellos
tenían los ojos incapacitados para reconocerlo.
17Él
les preguntó:
—¿De
qué van conversando por el camino?
Ellos
se detuvieron con rostro afligido, 18y
uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo:
—¿Eres
tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos
días?
19Yahshúa
preguntó:
—¿Qué
cosa?
Le
contestaron:
—Lo
de Yahshúa de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante
Dios y ante todo el pueblo. 20Los
sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a
muerte, y lo crucificaron. 21¡Nosotros
esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que
sucedió todo esto.
22Es
verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado; ellas fueron de
madrugada al sepulcro, 23y
al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos
ángeles asegurándoles que él está vivo.
24También
algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían
contado las mujeres; pero a él no lo vieron.
25Yahshúa
les dijo:
—¡Qué
duros de entendimiento!, ¡cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas! 26¿No tenía que padecer eso
el Mesías para entrar en su gloria?
27Y
comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en
toda la Escritura se refería a él.
28Se
acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él hizo ademán de seguir adelante.
29Pero
ellos le insistieron:
—Quédate
con nosotros, que se hace tarde y el día se acaba.
Entró
para quedarse con ellos; 30y,
mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo
dio.
31Entonces
se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.
32Se
dijeron uno al otro:
—¿No
sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos
explicaba la Escritura?
33Se
levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los
demás compañeros, 34que
afirmaban:
—Realmente
ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.
35Ellos
por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían
reconocido al partir el pan.
Se
aparece a los discípulos
(cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-18; Jn 20,19-23; Hch 1,7s)
36Estaban
hablando de esto, cuando se presentó Yahshúa en medio de ellos y les dijo:
—La
paz esté con ustedes.
37Espantados
y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma.
38Pero
él les dijo:
—¿Por
qué se asustan tanto? ¿Por qué tantas dudas? 39Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y
vean, un fantasma no tiene carne y hueso, como ven que yo tengo.
40Dicho
esto, les mostró las manos y los pies. 41Era
tal el gozo y el asombro que no acababan de creer.
Entonces
les dijo:
—¿Tienen
aquí algo de comer?
42Le
ofrecieron un trozo de pescado asado. 43Lo
tomó y lo comió en su presencia.
44Después
les dijo:
—Esto
es lo que les decía cuando todavía estaba con ustedes: que tenía que cumplirse
en mí todo lo escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
45Entonces
les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura.
46Y
añadió:
—Así
está escrito: que el Mesías tenía que padecer y resucitar de entre los muertos
al tercer día; 47que en
su nombre se predicaría penitencia y perdón de pecados a todas las naciones,
empezando por Jerusalén.
(cfr.
Hch 1,3-5)
48Ustedes
son testigos de todo esto. 49Yo
les enviaré lo que el Padre prometió. Por eso quédense en la ciudad hasta que
sean revestidos con la fuerza que viene desde el cielo.
Ascensión de Yahshúa
(Mc
16,19s; Hch 1,9-11)
50Después
los condujo [fuera,] hacia Betania y, alzando las manos, los bendijo. 51Y, mientras los bendecía,
se separó de ellos y fue llevado al cielo. 52Ellos
se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén muy contentos. 53Y pasaban el tiempo en el
templo bendiciendo a Dios.
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