CARTA RESTAURADA A LOS ROMANOS
romanos
Introducción
La comunidad cristiana de
Roma. ¿Quién fue el misionero
anónimo que llevó la semilla cristiana a Roma? ¿Algún judío convertido de los
muchos que emigraban a la capital del imperio o que regresaba después de
peregrinar a Jerusalén para las grandes solemnidades de la Pascua? Es ésta una
pregunta que probablemente quedará sin respuesta. Lucas, en su afán
universalista, dice que entre los oyentes de Pentecostés había peregrinos
romanos (Hch 2,10). El mismo Lucas menciona a un matrimonio judío, Áquila y
Priscila (Hch 18,2), que tuvo que huir de Roma a Corinto a raíz del edicto de
expulsión de los judíos hecho por Claudio (año 49). Lo cierto es que en tiempos
de Pablo existía ya una importante comunidad cristiana en la ciudad, cuya
mayoría era de origen pagano y en parte de origen judío. Para el judío «apóstol
de los paganos», este dato era muy importante.
Motivación de la carta. ¿Qué motivos tenía Pablo para escribir una carta a una Iglesia
que no había fundado ni conocía personalmente? Y no una carta cualquiera, de
cortesía o de circunstancias, sino una carta doctrinal de envergadura, quizás
la más importante del Apóstol. He aquí otra pregunta a la que no es fácil dar
una respuesta satisfactoria y a gusto de todos los biblistas.
Una opinión minoritaria afirma que en su origen era una carta
circular y que el destino a Roma se le añadió después y prevaleció en la
tradición. Quizás la propuesta mejor sea la más obvia y sencilla, la sugerida
por la misma carta. Pablo es apóstol de los paganos y Roma es cabeza del mundo
pagano. A la capital del imperio, pues, dedicará su carta capital. Además, ve
en Roma, como antes en Antioquía y en Éfeso, una gran plataforma para la
difusión del Evangelio.
Lugar y fecha de
composición de la carta. La carta fue escrita
probablemente en Corinto, al final de su tercer viaje, hacia el año 57-58.
Pablo tiene pendiente un viaje a Palestina con el fin de llevar el dinero de la
colecta para la comunidad necesitada de Jerusalén. Considera acabada su tarea
misionera en Asia y Europa oriental y proyecta una nueva expansión hacia
occidente con una escala en Roma, corazón del imperio, y un viaje a España, el
último confín hacia el oeste del mundo conocido de aquel entonces.
Carácter y finalidad de la
carta. Al dirigirse a los
romanos, Pablo tiene ya en su haber una larga experiencia misionera que le
había llevado a enfrentarse, de palabra y por cartas, con las principales
dificultades y problemas por los que atravesaban las comunidades cristianas, ya
sean las fundadas por él mismo o las otras de las que tenía noticia por la
constante comunicación que existía entre las diversas Iglesias esparcidas por
el imperio. Antes de emprender una nueva aventura misionera hacia occidente,
parece como si el Apóstol sintiera la necesidad de recapitular y poner por
escrito una síntesis más elaborada y sistemática de los temas claves de su
predicación (su «Buena Noticia», como él lo llama en Rom 2,16; 16,25), sobre
todo en vistas al viaje previo que va a hacer a la Iglesia madre de Jerusalén donde
sospechaba –como así ocurrió– que encontraría serias resistencias a su labor de
apertura evangelizadora hacia los no judíos. El tema central de la carta es,
sin lugar a dudas, la salvación por la fe en Yahshúa el Mesías, muerto y
resucitado, ofrecida a todos los hombres y mujeres sin discriminación.
Ocasión de la carta. La situación que vivían las Iglesias en los años 57-58
necesitaba de una palabra autorizada y definitiva que pusiera fin a las
tensiones que ocasionaba la entrada imparable de los paganos en el seno de la
comunidad cristiana, y que estaba poniendo en peligro la unidad de la Iglesia.
El «nuevo pueblo de Dios» surgido del anuncio evangélico, ¿debía ser una
continuación del pueblo judío a cuya Ley tenían que someterse los paganos
convertidos? O, por el contrario, ¿se trataba de una Nueva Alianza que, sin
perder sus raíces históricas judías, estaba abierta a todos por igual, judíos y
paganos, con la sola condición de la fe en El Mesías?
Frente a esta oferta de salvación universal, ¿qué sentido tenía
ya la Ley, la circuncisión y demás prescripciones que habían mantenido al
pueblo judío en un gueto cerrado de elegidos y privilegiados? Es comprensible
que la Iglesia madre de Jerusalén se resistiera a romper con gran parte de ese
bagaje religioso y a perder su protagonismo a favor de una Iglesia que
comenzaba a ser ya ecuménica, desplazándose definitivamente más allá de las
fronteras geográficas, raciales y culturales del mundo judío. Por otra parte, y
dentro de este designio de salvación universal de Dios en Yahshúa el Mesías,
¿cuál era la función del pueblo judío? Y, sobre todo, ¿qué iba a suceder con la
mayoría de ellos que no habían aceptado el Evangelio?
Pablo responde a todos estos interrogantes haciendo una
relectura, con los ojos iluminados por la fe, de la historia religiosa de su
pueblo, descubriendo en ella el hilo conductor de la promesa que apuntaba a Yahshúa
como Mesías y Salvador, quien, cumpliendo con exceso lo anunciado y prometido,
pone fin a lo caduco e inaugura la nueva era definitiva, donde todas las
barreras que dividen a la familia humana quedan abolidas.
Actualidad de la carta. Quizás no exista otro libro del Nuevo Testamento que haya
suscitado tanta polémica de interpretación. Es irónico que la carta que nos
ofrece la más universal y ecuménica visión de la salvación se haya convertido
en la carta del «desencuentro» dentro de la familia cristiana, entre católicos
y protestantes. Pero esto es ya historia pasada. Hoy día se puede afirmar
justamente lo contrario: no sólo es la carta del «reencuentro» que está uniendo
de nuevo a una familia dividida, sino que es también una plataforma doctrinal
sin par para lanzar a la Iglesia hacia el diálogo con las otras religiones de
la tierra, haciéndonos descubrir su función histórica dentro del plan de
salvación universal de Dios.
Pablo nos trasmite a todos un mensaje de esperanza y gozo: el
amor infinito e incondicional de Dios en Yahshúa el Mesías abarca a toda la
familia humana en un abrazo salvador que nos trae la liberación presente como
promesa y arras de gloria eterna. Sólo pide de nosotros una respuesta de fe,
amor y de esperanza.
Saludo
1 |
1Pablo,
servidor de El Mesías Yahshúa, llamado a ser apóstol, elegido para anunciar la
Buena Noticia de Dios, 2quién
ya había prometido por medio de sus profetas en las sagradas Escrituras, 3acerca de su Hijo, nacido
por línea carnal del linaje de David, 4y
constituido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder a partir de la
resurrección: Yahshúa el Mesías, nuestro Señor. 5Por medio de él recibimos la gracia del apostolado,
para que todos los pueblos respondan con la obediencia de la fe para gloria de
su nombre; 6entre ellos
se encuentran también ustedes, llamados por Yahshúa el Mesías.
7A
todos los que Dios amó y llamó a ser consagrados, que se encuentran en Roma:
Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Yahshúa el
Mesías.
Deseos
de visitar la comunidad de Roma
8Ante
todo, por medio de Yahshúa el Mesías, doy gracias a mi Dios por todos ustedes,
porque su fe es alabada en el mundo entero. 9Tomo por testigo a Dios, a quien doy culto espiritual
anunciando la Buena Noticia de su Hijo, de que yo los recuerdo 10siempre en mis oraciones;
pidiendo que de una vez, si Dios quiere, pueda realizar mi viaje para visitarlos.
11Porque
tengo muchos deseos de verlos a fin de comunicarles algún don espiritual que
los fortalezca 12o más
bien para compartir con ustedes el mutuo consuelo de nuestra fe común.
13Quiero
que sepan, hermanos, que muchas veces me propuse ir a visitarlos para cosechar
entre ustedes algún fruto, como entre los demás pueblos; pero hasta ahora me he
visto impedido. 14Yo me
debo tanto a los griegos como a los que no lo son, a los sabios como a los
ignorantes; 15de ahí mi
propósito de anunciarles la Buena Noticia también a ustedes los que habitan en
Roma.
Perdón
y castigo: programa
16Yo
no me avergüenzo de la Buena Noticia, que es una fuerza divina de salvación
para todo el que cree –primero para el judío, después para el griego–. 17Esta Buena Noticia nos
manifiesta la justicia de Dios que libera exclusivamente por la fe. Según aquel
texto el justo vivirá por la fe.
18Desde
el cielo se revela la ira de Dios contra toda clase de hombres impíos e
injustos que por su injusticia esconden la verdad.
La
humanidad culpable
19Porque
lo que se puede conocer de Dios lo tienen a la vista, ya que él mismo se lo ha
dado a conocer. 20Lo
invisible de Dios, su poder eterno y su divinidad, se hacen reconocibles a la
razón, desde la creación del mundo por medio de sus obras.
Por
tanto no tienen excusa; 21ya
que, aunque conocieron a Dios, no le dieron gloria ni gracias, sino que se
extraviaron con sus razonamientos, y su mente ignorante quedó a oscuras. 22Alardeaban de sabios,
resultaron necios, 23cambiaron
la gloria del Dios incorruptible por imágenes de hombres corruptibles, de aves,
cuadrúpedos y reptiles.
24Por
eso Dios dejó que fueran dominados por sus malos deseos, que degradaban sus
propios cuerpos.
25Como
cambiaron la verdad de Dios por la mentira, veneraron y adoraron la criatura en
vez del Creador –bendito por siempre, amén–, 26por eso los entregó Dios a pasiones vergonzosas. Sus
mujeres sustituyeron las relaciones naturales con otras antinaturales. 27Lo mismo los hombres:
dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en deseo mutuo,
cometiendo infamias hombres con hombres y recibiendo en su persona la paga
merecida por su extravío.
28Y
como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a una mente
depravada, para que hicieran lo que no es debido. 29Están repletos de injusticia, maldad, codicia,
malignidad; están llenos de envidia, homicidios, discordias, fraudes,
perversión; son difamadores, 30calumniadores,
enemigos de Dios, soberbios, arrogantes, fanfarrones, ingeniosos para el mal,
rebeldes con sus padres, 31sin
juicio, desleales, crueles, despiadados. 32Y,
aunque conocen el veredicto de Dios, que declara dignos de muerte a los que
hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que aprueban a los que las
hacen.
El
juicio de Dios
2 |
1Por
tanto no tienes excusa, tú que juzgas, seas quien seas; pues al juzgar al otro,
tú te condenas; ya que tú haces lo mismo que condenas.
2Sabemos
que la sentencia de Dios contra los que obran así es justa. 3Y tú, que juzgas a los que
obran así y haces lo mismo, ¿piensas librarte del juicio de Dios? 4¿O desprecias su tesoro de
bondad, su paciencia y aguante, olvidando que su bondad quiere conducirte al
arrepentimiento? 5Con tu
cerrazón de mente y tu corazón impenitente estás juntando castigo para el día
del castigo, cuando se pronuncie la justa sentencia de Dios, 6que pagará a cada uno según
sus obras:
7Él
dará vida eterna a los que perseverando en las buenas obras buscan la gloria,
el honor y la inmortalidad. 8En
cambio castigará con la ira y la violencia a los que por egoísmo desobedecen a
la verdad y obedecen a la injusticia.
9Habrá
angustia y tribulación para todo el que obre mal –primero para el judío,
después para el griego–. 10Habrá
gloria y honor para todo el que obre bien –primero para el judío, después para
el griego–. 11Porque Dios
no hace diferencia entre unos y otros.
12Los
que pecaron sin tener la ley, sin la ley perecerán; los que pecaron bajo la
ley, según la ley serán juzgados. 13Porque
Dios no perdona a los que escuchan la ley, sino a los que la cumplen.
14Cuando
los paganos, que no tienen la ley, cumplen espontáneamente lo que exige la ley,
no teniendo ley, ellos son su ley, 15y
así demuestran que llevan la exigencia de la ley grabada en el corazón. Lo
demuestra también el testimonio de su propia conciencia que unas veces los
acusa y otras los disculpa 16hasta
el día en que, de acuerdo con mi Buena Noticia y por medio de El Mesías Yahshúa,
Dios juzgará lo oculto del hombre.
Los
judíos y la Ley
17Pero
tú, que te llamas judío, tú, que te apoyas en la ley, y te glorías de Dios, 18tú que dices conocer su
voluntad, e instruido por la ley pretendes discernir lo que es mejor, 19estás convencido de ser
guía de ciegos, luz de los que están a oscuras, 20maestro de necios, instructor de ignorantes, porque
tienes en la ley la suma del conocimiento de la verdad.
21Tú,
que enseñas a otros, ¿por qué no te enseñas a ti? Tú, que predicas que no se
robe, ¿por qué robas? 22Tú,
que prohíbes el adulterio, ¿por qué lo cometes? Tú, que aborreces los ídolos,
¿por qué saqueas sus templos? 23Si
pones tu orgullo en la ley, ¿por qué deshonras a Dios quebrantando la ley? 24Pues está escrito: Por culpa de ustedes el nombre de Dios es
blasfemado entre las naciones.
25La
circuncisión es útil si cumples la ley; si la quebrantas, tu circuncisión te
deja incircunciso. 26En
cambio, el que no está circuncidado pero guarda los preceptos de la ley, será
tenido por un verdadero circunciso. 27Uno
físicamente incircunciso que cumpla la ley te juzgará a ti que, con tu código y
tu circuncisión, quebrantas la ley.
28Ser
judío no consiste en tener señales visibles; la circuncisión no consiste en una
señal en la carne. 29El
verdadero judío lo es interiormente: la verdadera circuncisión es del corazón,
según el Espíritu y no según la ley escrita. A ése le corresponde la alabanza,
no de los hombres, sino de Dios.
Dios
es fiel
3 |
1Entonces,
¿qué ventaja tiene el judío o para qué sirve la circuncisión? 2Las ventajas son muchas y
en todos los aspectos. Primero, Dios confió su palabra a los judíos.
3Entonces,
¿qué pasa si algunos fueron infieles? ¿Anula su infidelidad la fidelidad de
Dios? 4¡De ningún modo!
Dios se mostrará fiel aunque todos los hombres sean falsos. Como está escrito: En la sentencia tendrás razón, del juicio
saldrás inocente.
5Pero
si nuestra culpa hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Que Dios es
injusto al aplicar el castigo? –hablando humanamente–. 6¡De ningún modo! De lo contrario, ¿cómo podrá Dios
juzgar al mundo? 7Pero si
mi falsedad hace resaltar la fidelidad de Dios, siendo así mayor su gloria,
¿por qué encima me condena como pecador? 8O
debemos hacer el mal para que resulte el bien –es lo que algunos calumniadores
me atribuyen; ellos sí merecen ser condenados–.
Todos
son pecadores
9En
conclusión, ¿llevamos ventaja los judíos? No en todo. Acabamos de demostrar que
todos, judíos y griegos, están sometidos al pecado.
10Como
está escrito:
No
hay uno honrado
11ni uno sensato que busque a Dios,
no hay uno que busque el bien.
12Todos se han extraviado y pervertido,
no hay quien haga el bien, ni uno solo.
13Su garganta es una tumba abierta:
mienten con sus lenguas,
sus labios esconden veneno de víboras,
14su boca está llena de maldiciones
hirientes.
15Sus pies corren para derramar sangre,
16sus caminos están sembrados de ruina y
destrucción.
17No conocen la ruta de la paz
18ni tienen el temor de Dios.
19Ahora
bien, las exigencias de la ley se dirigen a los súbditos de la ley; y así a
todos se les tapa la boca y el mundo entero queda sometido al juicio de Dios. 20Por eso nadie será
justificado ante Dios por haber cumplido la ley, ya que la ley se limita a
hacernos conocer el pecado.
Ahora
se revela la justicia de Dios
21Pero
ahora, independiente de la ley, aunque atestiguada por la ley y los profetas,
se da a conocer la justicia de Dios que salva 22por la fe en Yahshúa el Mesías; válida sin distinción
para cuantos creen.
23Todos
han pecado y están privados de la presencia de Dios. 24Pero son perdonados sin merecerlo, generosa-mente,
porque El Mesías Yahshúa los ha rescatado. 25Dios
lo destinó a ser con su sangre instrumento de expiación para los que creen.
Dios
mostraba así su justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados
cometidos en el pasado.
26Demuestra
su justicia en el presente siendo justo y haciendo justos a los que creen en Yahshúa.
27Y
ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda excluido. ¿En virtud de qué ley? ¿Por la
ley de las obras? Nada de eso, por la ley de la fe. 28Porque nosotros afirmamos que el hombre es justificado
por la fe, independientemente de las obras de la ley.
29¿Acaso
Dios es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Ciertamente,
también de los paganos; 30porque
no hay más que un solo Dios que justifica por medio de la fe a los judíos
circuncisos y a los paganos incircuncisos.
31¿Significa
eso que con la fe invalidamos la ley? ¡De ningún modo! Antes bien la
confirmamos.
El
ejemplo de Abrahán
4 |
1¿Y
qué diremos de Abrahán, nuestro padre según la carne? 2Si Abrahán fue justificado por las obras, podía estar
orgulloso; pero no delante de Dios. 3¿Qué
dice la Escritura? Creyó Abrahán a Dios y
esto le fue tenido en cuenta para su justificación. 4Al que trabaja le dan el salario como paga, no como
regalo. 5Al que no hace
nada, sino que se fía en el que hace justo al malvado, se le tiene en cuenta la
fe para su justificación.
6Por
eso David proclama la bienaventuranza del hombre a quien Dios tiene como justo
sin tomarle en cuenta las obras: 7Dichoso aquel a quien le han perdonado el
delito y le han sepultado sus pecados; 8dichoso aquel a quien el Señor no le tiene
en cuenta su pecado.
9Pero,
esa bienaventuranza, ¿vale sólo para el circunciso o también para el
incircunciso? Hemos afirmado que a Abrahán la
fe le fue tenida en cuenta para su justificación. 10¿En qué situación? ¿Antes o después de circuncidado?
Evidentemente antes y no después. 11Y
como señal de la justicia que, sin estar circuncidado, había recibido por
creer, recibió la circuncisión. De ese modo quedó constituido padre de ambos:
de los incircuncisos que tienen la fe que les es tenida en cuenta para su
justificación 12y de los
circuncisos que, no contentos con serlo, siguen las huellas de nuestro padre
Abrahán, que creyó sin estar circuncidado.
La
promesa de descendencia
13No
por la ley le prometieron a Abrahán o a su descendencia que heredarían el
mundo, sino por el mérito de la fe. 14Porque,
si los herederos lo son en virtud de la ley, la fe no tiene objeto y la promesa
es nula. 15Porque la ley
provoca la condena: donde no hay ley, no hay trasgresión. 16Por eso la promesa ha de basarse en la fe, como don; y
de este modo la promesa será válida para todos los descendientes de Abrahán,
tanto para sus hijos reconocidos por la ley como para sus hijos por la fe.
Porque
Abrahán es el padre de todos nosotros 17como
está escrito: Te haré padre de muchas
naciones; es padre de todos nosotros a los ojos de Dios, en quien creyó,
Aquel que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no
existen.
18Por
la fe, Abrahán siguió esperando cuando ya no había ninguna esperanza y así se
convirtió en padre de muchos pueblos,
según el dicho: así será tu descendencia.
19No vaciló su fe, aun
considerando su cuerpo ya sin vigor –era un centenario– y el seno estéril de
Sara. 20No dudó con
desconfianza de la promesa de Dios, sino que robustecido por la fe, glorificó a
Dios, 21convencido de que
podía cumplir lo prometido. 22Por
eso la fe le fue tenida en cuenta para su
justificación.
23Y
cuando dice la Escritura que Dios tuvo en cuenta su fe, no se escribió sólo por
él, 24sino también por
nosotros, que tenemos fe en el que resucitó de la muerte a Yahshúa, Señor
nuestro, 25que se entregó
por nuestros pecados y resucitó para hacernos justos.
Consecuencias
de la nueva justicia
5 |
1Pues
bien, ahora que hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por
medio de Yahshúa el Mesías Señor nuestro. 2También
por él –por la fe– hemos alcanzado la gracia en la que nos encontramos, y podemos
estar orgullosos esperando la gloria de Dios. 3No sólo eso, sino que además nos gloriamos de nuestras
tribulaciones; porque sabemos que la tribulación produce la paciencia, 4de la paciencia sale la fe
firme y de la fe firme brota la esperanza. 5Y
la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestro corazón por el don del Espíritu Santo.
6Cuando
todavía éramos débiles, en el tiempo señalado, El Mesías murió por los
pecadores. 7Por un
inocente quizás muriera alguien; por una persona buena quizás alguien se
arriesgara a morir. 8Ahora
bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aún pecadores, El Mesías murió
por nosotros.
9Con
mayor razón, ahora que su sangre nos ha hecho justos, nos libraremos por él de
la condena. 10Porque si
siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con
mayor razón, ahora ya reconciliados, seremos salvados por su vida.
11Y
esto no es todo: por medio de Yahshúa el Mesías, que nos ha traído la
reconciliación, ponemos nuestro orgullo en Dios.
Comparación entre Adán y El Mesías
(Gn
3)
12Así
como por un hombre penetró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así
también la muerte se extendió a toda la humanidad, ya que todos pecaron. 13Antes de llegar la ley, el
pecado ya estaba en el mundo; pero, como no había ley, el pecado no se tenía en
cuenta. 14Con todo, la
muerte reinó desde Adán hasta Moisés, también sobre los que no habían pecado
imitando la desobediencia de Adán –que es figura del que había de venir–.
15Pero
el don no es como el delito. Porque si por el delito de uno murieron todos,
mucho más abundantes se ofrecerán a todos el favor y el don de Dios, por el
favor de un solo hombre, Yahshúa el Mesías. 16El don no es equivalente al pecado de uno. Ya que por
un solo pecado vino la condena, pero por el don de Dios los hombres son
declarados libres de sus muchos pecados.
17En
efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte, con mayor razón, por
medio de uno, Yahshúa el Mesías, reinarán y vivirán los que reciben
abundantemente la gracia y el don de la justicia.
18Así
pues, como por el delito de uno se extiende la condena a toda la humanidad, así
por el acto de justicia de uno solo se extiende a todos los hombres la
sentencia que concede la vida. 19Como
por la desobediencia de uno todos resultaron pecadores, así por la obediencia
de uno todos resultarán justos. 20La
ley entró para que se multiplicara el delito; pero donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia.
21Así
como el pecado reinó produciendo la muerte, así la gracia reinará por medio de
la justicia para la vida eterna por medio de Yahshúa el Mesías Señor nuestro.
Muertos
al pecado, vivos con El Mesías
6 |
1¿Qué
diremos entonces? ¿Que debemos seguir pecando para que abunde la gracia? 2¡Ni pensarlo! Los que hemos
muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo en él?
3¿No
saben que cuantos fuimos bautizados en El Mesías Yahshúa, fuimos bautizados en
su muerte? 4Por el
bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como El Mesías
resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros
llevemos una vida nueva. 5Porque,
si nos hemos identificado con él por una muerte como la suya, también nos
identificaremos con él en la resurrección.
6Sabemos
que nuestra vieja condición humana ha sido crucificada con él, para que se
anule la condición pecadora y no sigamos siendo esclavos del pecado. 7Porque el que ha muerto ya
no es deudor del pecado. 8Si
hemos muerto con El Mesías, creemos que también viviremos con él.
9Sabemos
que El Mesías, resucitado de la muerte, ya no vuelve a morir, la muerte no
tiene poder sobre él. 10Muriendo
murió al pecado definitivamente; viviendo vive para Dios. 11Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y
vivos para Dios en El Mesías Yahshúa.
Liberados
del pecado, siervos de Dios
12No
permitan que el pecado reine en sus cuerpos mortales obedeciendo a sus bajos
deseos. 13No entreguen
sus miembros a disposición del pecado como instrumentos de injusticia, sino
pónganse a disposición de Dios, como resucitados de la muerte, y hagan de sus
miembros instrumentos de justicia al servicio de Dios. 14El pecado no tendrá dominio sobre ustedes, ya que no
viven sometidos a la ley, sino bajo la gracia.
15Entonces,
¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos sometidos a la ley, sino bajo la gracia?
¡De ningún modo! 16¿No
saben que si se ponen a obedecer como esclavos, son esclavos de aquel a quien
obedecen? Sea del pecado, que conduce a la muerte, sea de la obediencia, que
conduce a la justicia.
17Ustedes
eran esclavos del pecado; pero gracias a Dios se han sometido de corazón a la
doctrina de la fe que han recibido; 18y
libres del pecado, se hicieron esclavos de la justicia. 19Les hablo de una manera humana, teniendo en cuenta la
debilidad natural de ustedes.
Si
antes entregaron sus miembros, haciéndolos esclavos de la impureza y el
libertinaje, para hacer el mal, del mismo modo ofrezcan ahora sus miembros al
servicio de la justicia para que sean consagrados. 20Mientras eran esclavos del pecado, ustedes estaban
libres de la justicia. 21¿Y
qué sacaban en limpio? Resultados que ahora los avergüenzan, porque acaban en
la muerte.
22Pero
ahora, libres del pecado y esclavos de Dios, su fruto es una consagración que
desemboca en vida eterna.
23Porque
el salario del pecado es la muerte; mientras el don de Dios, por El Mesías Yahshúa
Señor nuestro, es la vida eterna.
Comparación
del matrimonio
7 |
1Les
hablo, hermanos, como a gente entendida en leyes: ¿Acaso ustedes ignoran que la
ley obliga al hombre sólo mientras vive? 2La
mujer casada está legalmente ligada al marido mientras éste vive. Si muere el
marido, queda libre de la ley que lo unía a él. 3Si se junta con otro mientras vive el marido, se la
considera adúltera. Cuando muere el marido, queda libre del vínculo legal y no
es adúltera si se une con otro.
4Del
mismo modo, hermanos, por la unión con el cuerpo de El Mesías ustedes han
muerto a la ley y pueden pertenecer a otro: al que resucitó de la muerte a fin
de que diéramos frutos para Dios.
5Mientras
vivíamos bajo el instinto, las pasiones pecaminosas, estimuladas por la ley,
actuaban en nuestros miembros y dábamos fruto para la muerte. 6Pero ahora, libres de la
ley, muertos a todo aquello que nos tenía esclavizados, servimos a Dios con un
espíritu nuevo, y no según una letra envejecida.
La
condición pecadora
7¿Qué
concluimos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Yo no hubiera conocido el
pecado si no fuera por la ley. No sabría de codicia si la ley no dijera: No codiciarás.
8Entonces
el pecado, aprovechándose del precepto, provocó en mí toda clase de codicias.
Porque donde no hay ley, el pecado está muerto.
9En
un tiempo yo vivía sin ley; llegó el precepto, revivió el pecado 10y yo morí; y así el
precepto destinado a darme vida me llevó a la muerte. 11Porque el pecado, aprovechándose de la oportunidad que
le daba el precepto, me sedujo y por medio del precepto me dio muerte. 12O sea que la ley es santa,
el precepto es santo y justo y bueno.
13Entonces
lo bueno, ¿fue para mí mortal? ¡De ningún modo! Antes bien, el pecado, para
delatar su naturaleza, usando el bien me provocó la muerte: así el pecado por
medio del precepto llegó a la plenitud de su malicia.
Dominados
por el pecado
14Nos
consta que la ley es espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al pecado. 15Lo que realizo no lo
entiendo, porque no hago lo que quiero, sino que hago lo que detesto. 16Pero si hago lo que no
quiero, con eso reconozco que la ley es excelente.
17Ahora
bien, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que habita en mí. 18Sé que nada bueno hay en
mí, es decir, en mis bajos instintos. El deseo de hacer el bien está a mi
alcance, pero no el realizarlo. 19No
hago el bien que quiero, sino que practico el mal que no quiero. 20Pero si hago lo que no
quiero, ya no soy yo quien lo ejecuta, sino el pecado que habita en mí.
21Y
me encuentro con esta fatalidad: que deseando hacer el bien, se me pone al
alcance el mal. 22En mi
interior me agrada la ley de Dios, 23en
mis miembros descubro otra ley que lucha con la ley de la razón y me hace prisionero
de la ley del pecado que habita en mis miembros. 24¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de esta
condición mortal? 25¡Gracias
a Dios por Yahshúa el Mesías Señor nuestro! En resumen, con la razón yo sirvo a
la ley de Dios, con mis bajos instintos a la ley del pecado.
Vida
por el Espíritu
8 |
1En
conclusión, no hay condena para los que pertenecen a El Mesías Yahshúa. 2Porque la ley del Espíritu
que da la vida, por medio de El Mesías Yahshúa, me ha librado de la ley del
pecado y de la muerte. 3Lo
que no podía hacer la ley, por la debilidad de la condición carnal, lo ha hecho
Dios enviando a su Hijo, en condición semejante a la del hombre pecador para
entendérselas con el pecado; en su carne ha condenado al pecado, 4para que la justa exigencia
de la ley la cumpliéramos los que no procedemos movidos por bajos instintos,
sino por el Espíritu.
5En
efecto, los que se dejan guiar por los bajos instintos tienden a lo bajo; los
que se dejan guiar por el Espíritu tienden a lo espiritual. 6Los bajos instintos tienden
a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y la paz. 7Porque la tendencia de los bajos instintos se opone a
Dios; ya que no se someten a la ley de Dios ni pueden hacerlo; 8y los que se dejan
arrastrar por ellos no pueden agradar a Dios. 9Pero ustedes no están animados por los bajos instintos,
sino por el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. Y si alguno
no tiene el Espíritu de El Mesías, no le pertenece.
10Pero
si El Mesías está en ustedes, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu
vivirá por la justicia. 11Y
si el Espíritu del que resucitó a Yahshúa de la muerte habita en ustedes, el
que resucitó a El Mesías de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el
Espíritu suyo que habita en ustedes.
12Hermanos,
no somos deudores de los bajos instintos para vivir a su manera. 13Porque, si viven de ese
modo, morirán; pero, si con el Espíritu dan muerte a las bajas acciones,
entonces vivirán.
14Todos
los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15Y ustedes no han recibido
un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos
adoptivos que nos permite llamar a Dios Abba, Padre.
16El
Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. 17Si somos hijos, también
somos herederos: herederos de Dios, coherederos con El Mesías; si compartimos
su pasión, compartiremos su gloria.
Esperanza
de gloria
18Estimo
que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria
que se ha de revelar en nosotros.
19La
humanidad aguarda ansiosamente que se revelen los hijos de Dios. 20Ella fue sometida al
fracaso, no voluntariamente, sino por imposición de otro; pero esta humanidad,
tiene la esperanza 21de
que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad
de los hijos de Dios.
22Sabemos
que hasta ahora la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto. 23Y no sólo ella; también
nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos por dentro esperando
la condición de hijos adoptivos, el rescate de nuestro cuerpo.
24Con
esa esperanza nos han salvado. Una esperanza que ya se ve, no es esperanza;
porque, lo que uno ve no necesita esperarlo. 25Pero, si esperamos lo que no vemos, aguardamos con
paciencia. 26De ese modo
el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad. Aunque no sabemos pedir
como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se
pueden expresar. 27Y el
que sondea los corazones sabe lo que pretende el Espíritu cuando suplica por
los consagrados de acuerdo con la voluntad de Dios.
El amor de Dios
28Sabemos
que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los
llamados según su designio. 29A
los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo
que fuera él el primogénito de muchos hermanos. 30A los que había destinado los llamó, a los que llamó
los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó. 31Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué podemos decir? Si
Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra? 32El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él? 33¿Quién acusará a los que
Dios eligió? Si Dios absuelve, 34¿quién
condenará? ¿Será acaso El Mesías Yahshúa, el que murió y después resucitó y
está a la diestra de Dios y suplica por nosotros?
35¿Quién
nos apartará del amor de El Mesías? ¿Tribulación, angustia, persecución,
hambre, desnudez, peligro, espada? 36Como
dice el texto: Por tu causa somos
entregados continuamente a la muerte, nos tratan como a ovejas destinadas al
matadero. 37En todas
esas circunstancias salimos más que vencedores gracias al que nos amó.
38Estoy
seguro que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro,
ni poderes 39ni altura ni
hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en El
Mesías Yahshúa Señor nuestro.
La
situación de Israel
9 |
1Les
voy a hablar sinceramente, como cristiano, sin mentir; y el Espíritu Santo
confirma el testimonio de mi conciencia. 2Siento
una pena muy grande, un dolor incesante en el alma: 3hasta desearía ser aborrecido de Dios y separado de El
Mesías si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi linaje. 4Ellos son israelitas,
adoptados como hijos de Dios, tienen su presencia, las alianzas, la ley, el
culto, las promesas, 5los
patriarcas; de su linaje carnal desciende El Mesías, Dios bendito por siempre,
que está sobre todo. Amén.
La
elección de Israel
6No
es que haya fallado la promesa de Dios. Porque no todos los que descienden de
Israel son israelitas; 7ni
todos los descendientes de Abrahán son verdaderamente sus hijos; sino que Dios
había dicho: De Isaac nacerá tu
descendencia. 8Es
decir, que los hijos de Dios no son los hijos carnales, sino la verdadera descendencia
son los hijos de la promesa. 9La
promesa dice así: Para esta misma fecha
volveré y Sara tendrá un hijo. 10Más
aún, también Rebeca concibió dos hijos de un solo hombre, de Isaac nuestro
patriarca. 11Antes de que
nacieran, antes que hicieran nada bueno o malo –para que el designio elegido
por Dios se cumpliera, 12no
por las obras, sino por la elección–, recibió Rebeca un oráculo: el mayor servirá al menor. 13Y así está escrito: Amé a Jacob, rechacé a Esaú.
14¿Qué
diremos? ¿Que Dios es injusto? ¡De ningún modo! 15A Moisés le dice: Yo
me apiado de quien quiero, me compadezco de quien quiero. 16O sea, que no depende del
querer o del esfuerzo del hombre, sino de la misericordia de Dios. 17El texto de la Escritura
le dice al Faraón: Para esto te he exaltado,
para mostrar en ti mi poder y para que se difunda mi fama por toda la tierra.
18O sea que Dios se
apiada del que quiere, y endurece al que él quiere.
19Objetarás:
¿Por qué, entonces se queja Dios, si nadie puede oponerse a su decisión? 20Y tú, hombre, ¿quién eres
para replicar a Dios? ¿Puede la obra reclamar al artesano por qué la hace así? 21¿No tiene el alfarero
libertad para hacer de la misma arcilla un objeto precioso y otro sin valor?
22Si
Dios quería dar un ejemplo de castigo y manifestar su poder aguantando con
mucha paciencia a aquellos que merecían el castigo y estaban destinados a la
destrucción; 23y si al
mismo tiempo quiso manifestar también la riqueza de su gloria en los que
recibieron su misericordia, en los que él predestinó para la gloria, 24en nosotros, a quienes
llamó, no sólo entre los judíos, sino también entre los paganos. ¿Qué podemos
reprocharle? 25Como dice
Oseas: Al que no era mi pueblo, lo
llamaré Pueblo-mío, y a la que no era mi amada, Amada mía; 26y donde antes les decía: No son mi pueblo, allí mismo serán llamados
hijos del Dios vivo. 27Acerca
de Israel, Isaías proclama: Aunque los
israelitas fueran numerosos como la arena del mar, sólo un resto se salvará.
28El Señor va a ejecutar en el país la destrucción decretada. 29El mismo Isaías predice: Si el Señor Todopoderoso no nos hubiera
dejado un resto, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra.
30Entonces,
¿qué diremos? Que los paganos, que no buscaban la justicia, la alcanzaron; se
entiende, la justicia por la fe. 31En
cambio Israel, que buscaba una ley de justicia, no la alcanzó. 32¿Por qué? Porque la
buscaban por las obras y no por la fe; y así tropezaron en la piedra de
tropiezo, 33según lo
escrito: Pondré en Sión una piedra de
tropiezo, una roca que hace caer; y también: Quien se apoye en ella no fracasará.
Salvación
universal
10 |
1Hermanos,
lo que deseo de corazón, lo que pido a Dios por ellos es que se salven. 2Doy testimonio a su favor
de que sienten fervor por Dios, aunque mal entendido. 3Porque no reconociendo la justicia de Dios y queriendo
afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios. 4Ya que el fin de la ley es El Mesías, para la
justificación de todos los que creen.
5Refiriéndose
a la justicia de la ley, Moisés escribe: El
que la cumpla vivirá por ella. 6En
cambio, la justicia que nace de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, es decir, con la
idea de hacer bajar a El Mesías; 7o:
¿Quién bajará al abismo?, es decir,
con la idea de hacer subir a El Mesías de entre los muertos.
8Pero,
¿qué es lo que dice la justicia? La
palabra está cerca de ti, en tu boca y tú corazón. Se refiere a la palabra
de la fe que proclamamos: 9si
confiesas con la boca que Yahshúa es Señor, si crees de corazón que Dios lo
resucitó de la muerte, te salvarás. 10Con
el corazón creemos para ser justos, con la boca confesamos para obtener la
salvación. 11Así lo
afirma la Escritura: Quien cree en él no
quedará confundido.
12Ya
no hay diferencia entre judíos y griegos; porque es el mismo, el Señor de
todos, generoso con todos los que lo invocan. 13Todo el que
invoque el nombre del Señor se salvará.
14Pero,
¿cómo lo invocarán si no han creído en él? ¿Cómo creerán si no han oído hablar
de él? ¿Cómo oirán si nadie les anuncia? 15¿Cómo
anunciarán si no los envían? Como está escrito: ¡Qué hermosos son los pasos de los mensajeros de buenas noticias! 16Sólo que no todos
responden a la Buena Noticia. Isaías dice: Señor,
¿quién creyó nuestro anuncio?
17La
fe nace de la predicación, y lo que se proclama es el mensaje de El Mesías. 18Pero pregunto: ¿Acaso no
oyeron? Desde luego que sí: Por toda la
tierra se extiende su voz, y sus palabras llegan hasta los confines del mundo.
19Insisto: ¿y no lo
entendió Israel? Ya lo dijo Moisés: Les
daré celos con un pueblo ilusorio, los provocaré con una nación insensata. 20E Isaías se atreve a
decir: Me encontraron los que no me
buscaban, me presenté a los que no preguntaban por mí. 21De Israel, en cambio dice: Todo el día tenía las manos extendidas hacia un pueblo rebelde y
desafiante.
El
resto de Israel
11 |
1Pregunto:
¿ha rechazado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Yo también soy israelita,
descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín. 2Dios no ha rechazado al pueblo que había elegido.
Ustedes conocen lo que cuenta la Escritura de Elías, cómo suplicó a Dios contra
Israel: 3Señor, han matado a tus profetas, han demolido tus
altares; quedo yo solo, y me buscan para matarme. 4¿Qué le responde el oráculo? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla a
Baal. 5Del mismo
modo, hoy queda un resto, por elección gratuita. 6Ahora bien, si es gratuita, no se debe a las obras,
porque entonces no sería gratuita.
7¿Qué
conclusión sacaremos de esto? Lo que Israel buscaba no lo alcanzó, aunque los
elegidos lo alcanzaron. Los demás se endurecieron, 8como está escrito: Dios
les dio un espíritu insensible, ojos que no ven, oídos que no oyen, hasta el
día de hoy. 9Y David
añade: Que su mesa se vuelva una trampa,
una red, un tropiezo, un castigo; 10que sus ojos se nublen y no vean, que su espalda siempre se encorve.
11Pregunto:
¿tropezaron hasta sucumbir? ¡De ningún modo! Sólo que su tropiezo ha provocado
la salvación de los paganos, despertando a su vez los celos de Israel. 12Ahora bien, si su tropiezo
representa una riqueza para el mundo, si su ruina representa la riqueza de los
paganos, cuánto más lo será su conversión en masa.
Salvación
de los paganos
13Ahora
me dirijo a ustedes, los paganos: Dado que soy apóstol de los paganos, hago
honor a mi ministerio, 14para
dar celos a mis hermanos de raza y salvar así a algunos. 15Porque, si su rechazo ha significado la reconciliación
del mundo, ¿qué será su aceptación, sino una especie de resurrección? 16Si la primicia está
consagrada, también lo está toda la masa; si la raíz es santa, también lo son
las ramas. 17Si algunas
ramas han sido cortadas, y tú, que eres un olivo silvestre, fuiste injertado en
su lugar y has participado de la raíz y la savia del olivo, 18no te consideres superior
a las otras ramas. Si lo haces, recuerda que no eres tú quien mantiene a la
raíz, sino la raíz a ti.
19Me
dirás: cortaron unas ramas para injertarme a mí. 20De acuerdo: a ellos los cortaron por no creer; tú, en
cambio, estás firme gracias a la fe. Pero, en vez de llenarte de orgullo, teme.
21Porque si Dios no
perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti. 22Mira más bien la bondad y la severidad de Dios: con
los que cayeron, Dios es severo; contigo, es bueno, siempre que te mantengas en
el ámbito de la bondad; porque también a ti te pueden cortar. 23Y si ellos no persisten en
la incredulidad, serán injertados. Porque Dios tiene poder para volver a
injertarlos. 24Si tú,
siendo olivo silvestre por naturaleza, fuiste cortado y, contra tu naturaleza,
fuiste injertado en el olivo, cuánto más ellos que son las ramas naturales
serán injertadas en su propio olivo.
La
conversión de Israel
25Quiero,
hermanos, que no ignoren este secreto, para que no se tengan por sabios: el
endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que la totalidad de los
paganos se incorpore. 26Entonces
todo Israel se salvará, según lo escrito: De
Sión saldrá el liberador para alejar los crímenes de Jacob. 27Y ésta será mi alianza con ellos cuando perdone sus pecados. 28En cuanto a la Buena
Noticia ellos son enemigos de Dios, y esto ocurre para bien de ustedes; pero
desde el punto de vista de la elección son amados, en atención a los
patriarcas. 29Porque los
dones y la llamada de Dios son irrevocables.
30En
efecto, ustedes antes eran enemigos de Dios, y ahora, por la desobediencia de
ellos, han alcanzado misericordia, 31de
la misma manera ahora que ustedes han alcanzado misericordia ellos desobedecen,
pero un día también ellos alcanzarán misericordia. 32Porque Dios ha encerrado a todos en la desobediencia
para apiadarse de todos.
33¡Qué
profunda es la riqueza, la sabiduría y prudencia de Dios! ¡Qué insondables sus
decisiones, qué incomprensibles sus caminos!
34¿Quién conoce la mente de Dios? ¿Quién fue su consejero?
35¿Quién le dio primero para recibir en cambio? 36De él, por él, para él existe todo. A él la gloria por
los siglos. Amén.
Normas
de vida cristiana
12 |
1Ahora,
hermanos, por la misericordia de Dios, los invito a ofrecerse como sacrificio
vivo, santo, aceptable a Dios: éste es el verdadero culto.
2No
se acomoden a este mundo, por el contrario transfórmense interiormente con una
mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y
aceptable y perfecto.
3En
virtud del don que he recibido, me dirijo a cada uno de ustedes: no tengan
pretensiones desmedidas, más bien, sean moderados en su propia estima, cada uno
según el grado de fe que Dios le haya asignado.
4Es
como en un cuerpo: tenemos muchos miembros, no todos con la misma función; 5así, aunque somos muchos,
formamos con El Mesías un solo cuerpo, y estamos unidos unos a otros como
partes de un mismo cuerpo.
6Tenemos
dones diversos según la gracia que Dios ha concedido a cada uno: por ejemplo,
si hemos recibido el don de la profecía debemos ejercerlo según la medida de la
fe, 7el que tenga el don
del servicio, sirviendo; el de enseñar, enseñando. 8El que exhorta, exhortando; el que reparte, hágalo con
generosidad; el que preside, con diligencia; el que alivia los sufrimientos, de
buen humor.
9Amen
con sinceridad: aborrezcan el mal y tengan pasión por el bien. 10En el amor entre hermanos
demuéstrense cariño, estimando a los otros como más dignos. 11Con celo incansable y
fervor de espíritu sirvan al Señor.
12Alégrense
en la esperanza, sean pacientes en el sufrimiento, perseverantes en la oración;
13solidarios con los
consagrados en sus necesidades, practiquen la hospitalidad. 14Bendigan a los que los
persiguen, bendigan y no maldigan nunca. 15Alégrense
con los que están alegres y lloren con los que lloran.
16Vivan
en armonía unos con otros. No busquen grandezas, pónganse a la altura de los
más humildes. No se tengan por sabios. 17A
nadie devuelvan mal por mal, procuren hacer el bien delante de todos los
hombres. 18En cuanto
dependa de ustedes, tengan paz con todos.
19No
hagan justicia por ustedes mismos, queridos hermanos, dejen que Dios sea el que
castigue; porque está escrito: Mía es la
venganza, yo retribuiré, dice el Señor. 20Pero, si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber, así le
sacarás los colores a la cara.
21No
te dejes vencer por el mal, por el contrario vence al mal haciendo el bien.
Obediencia
a las autoridades
13 |
1Que
cada uno se someta a las autoridades establecidas, porque toda autoridad
procede de Dios; y las que existen han sido establecidas por él. 2Por eso quien resiste a la
autoridad resiste al orden establecido por Dios. Y quienes se resisten cargarán
con su castigo.
3Los
gobernantes no están para causar miedo a los que obran bien, sino a los
malhechores. ¿Quieres no temer a la autoridad? Obra bien y tendrás su
aprobación, 4ya que la
autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero si obras mal, teme, que
no en vano tiene poder. La autoridad está al servicio de Dios para aplicar el
castigo al malhechor. 5Por
tanto, hay que someterse, y no sólo por miedo al castigo, sino por deber de
conciencia.
6Por
la misma razón pagan los impuestos: las autoridades son funcionarios al
servicio de Dios, encargados de cumplir este oficio.
7Den
a cada uno lo debido: al que se debe impuestos, impuestos; al que se debe
contribución, contribución; al que respeto, respeto; al que honor, honor.
8Que
la única deuda que tengan con los demás sea la del amor mutuo. Porque el que
ama al prójimo ya cumplió toda la ley.
9De
hecho, los mandamientos: no cometerás
adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro
precepto, se resumen en éste: Amarás al
prójimo como a ti mismo. 10Quien
ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento pleno de la ley.
La
venida de El Mesías
11Reconozcan
el momento en que viven, que ya es hora de despertar del sueño: ahora la
salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe.
12La
noche está avanzada, el día se acerca: abandonemos las acciones tenebrosas y
vistámonos con la armadura de la luz.
13Actuemos
con decencia, como de día: basta de banquetes y borracheras, basta de lujuria y
libertinaje, no más envidias y peleas. 14Revístanse
del Señor Yahshúa el Mesías y no se dejen conducir por los deseos del instinto.
Libertad
y caridad
14 |
1Comprendan
al que es débil en la fe sin discutir sus razonamientos. 2Uno tiene fe, y come de todo; otro es débil, y come
verduras. 3Quien come no
desprecie al que no come, quien no come no critique al que come, porque Dios
también lo ha recibido a éste. 4Y
tú, ¿quién eres para criticar a un empleado ajeno? Que esté en pie o caído es
asunto de su amo. Pero no se caerá, porque el Señor tiene poder para mantenerlo
en pie. 5Éste da más
importancia a un día que a otro, mientras que aquél los considera a todos iguales:
cada cual que siga su convicción.
6El
que distingue un día del otro lo hace por el Señor, el que come también lo hace
por el Señor, ya que da gracias a Dios. Y el que no come también lo hace por el
Señor y le da gracias.
Somos
del Señor
7Ninguno
vive para sí,
ninguno
muere para sí.
8Si
vivimos, vivimos para el Señor;
si
morimos, morimos para el Señor;
en
la vida y en la muerte
somos
del Señor.
9Para
eso murió El Mesías y resucitó:
para
ser Señor de muertos y vivos.
10Tú,
¿por qué juzgas a tu hermano? Tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Todos hemos
de comparecer ante el tribunal de Dios, 11como
está escrito: Juro –dice el Señor–, ante
mí se doblará toda rodilla, toda boca confesará a Dios. 12Por tanto, cada uno de
nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo ante Dios.
No
escandalizar
13Dejemos
de juzgarnos mutuamente. Procuren más bien no provocar el tropiezo o la caída
del hermano.
14Por
la enseñanza del Señor Yahshúa lo sé y estoy convencido de ello: nada es impuro
en sí, solamente lo es para quien lo considera impuro. 15Pero si lo que tú comes hace sufrir a tu hermano, ya
no obras de acuerdo con el amor.
No
destruyas por lo que comes a uno por quien El Mesías murió. 16No den lugar a que se
hable mal de la libertad que ustedes tienen. 17El reino de Dios no consiste en comidas ni bebidas,
sino en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo. 18Quien sirve así a El Mesías agrada a Dios y es
estimado de los hombres. 19Por
tanto, busquemos lo que fomenta la paz mutua y es constructivo.
20Por
un alimento no destruyas la obra de Dios. Todo es puro, pero es malo comer algo
que provoque la caída de otro. 21Lo
mejor es abstenerse de carne, de vino o de cualquier cosa que provoque la caída
del hermano. 22Guarda
para ti, delante de Dios, tu propia convicción. Feliz quien elige sin sentirse
culpable; 23pero quien
come dudando es culpable, porque no obra de acuerdo con lo que cree. Y todo lo
que no hacemos de acuerdo con lo que creemos, es pecado.
Contentar
a los demás
15 |
1Nosotros,
los fuertes, tenemos que cargar con las flaquezas de los débiles y no buscar
nuestra satisfacción. 2Que
cada uno trate de agradar al prójimo para el bien y la edificación común. 3Porque tampoco El Mesías
buscó su propia satisfacción, sino que, como está escrito: cayeron sobre mí los ultrajes de los que te agravian. 4Lo que entonces se escribió
fue para nuestra instrucción, para que por la paciencia y el consuelo de la
Escritura tengamos esperanza.
5El
Dios de la paciencia y el consuelo les conceda tener los unos para con los
otros los sentimientos de El Mesías Yahshúa, 6de modo que, con un
solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, Padre de nuestro Señor Yahshúa
el Mesías.
La
Buena Noticia para judíos y paganos
7Por
tanto, acójanse unos a otros, como El Mesías los acogió para gloria de Dios. 8Quiero decir que El Mesías
se hizo servidor de los circuncisos para confirmar la fidelidad de Dios,
cumpliendo las promesas de los patriarcas; 9mientras
que los paganos glorifican a Dios por su misericordia, como está escrito: Te confesaré ante los paganos y cantaré en
tu honor. 10Y en otro
lugar: Pueblos extranjeros, alégrense
junto con su pueblo. 11Y
de nuevo: Alaben al Señor todas las
gentes, que todos los pueblos lo glorifiquen. 12Isaías, por su parte, dice: Aparecerá el brote de Jesé, se levantará a gobernar las naciones: y
todos los pueblos pondrán en él su esperanza. 13El Dios de la paz los llene de gozo y paz en la fe,
para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desborden de esperanza.
Misión
de Pablo para los paganos
14Acerca
de ustedes, queridos hermanos, estoy convencido de que están llenos de bondad y
colmados de todo conocimiento y que también pueden aconsejarse mutuamente. 15Con todo, por la gracia
recibida de Dios 16de ser
ministro de El Mesías Yahshúa para los paganos y sacerdote de la Buena Noticia
de Dios, he tenido la audacia de escribirles y de refrescarles su memoria, para
que la ofrenda de los paganos sea aceptable y consagrada por el Espíritu Santo.
17Por
El Mesías Yahshúa puedo sentirme orgulloso ante Dios. 18Pero no hablaré si no es de lo que El Mesías ha
realizado por intermedio mío para la conversión de los paganos: de palabra y de
obra, 19con señales y
prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Partiendo de Jerusalén y su
región hasta Iliria he completado el anuncio de la Buena Noticia de El Mesías.
20Me
honra haber anunciado la Buena Noticia donde todavía no se había nombrado a El
Mesías, para no construir sobre cimiento ajeno; 21sino como está escrito: Lo verán los que no tenían noticia de él, y comprenderán los que no
habían oído hablar de él. 22Ese
motivo me ha impedido repetidas veces ir a visitarlos.
23Ahora
que ya no me queda tarea por estas regiones, y con las ganas que tengo desde
hace tiempo de visitarlos, 24espero
verlos de paso en mi viaje hacia España y confío que me ayudarán a proseguir mi
viaje, después de gozar un poco de su compañía.
25En
este momento me dirijo a Jerusalén para llevar una ayuda a esa comunidad. 26Porque los de Macedonia y
Acaya han decidido solidarizarse con los cristianos pobres de Jerusalén. 27Lo han decidido como era
su obligación: ya que si los paganos se beneficiaron de sus bienes
espirituales, es justo que ellos los socorran con bienes materiales. 28Cuando haya concluido este
asunto, garantizando la entrega de la colecta, me dirigiré a España pasando por
la tierra de ustedes. 29Y
sé que, cuando llegue a visitarlos, lo haré con todas las bendiciones de El
Mesías.
30Por
nuestro Señor Yahshúa el Mesías, [hermanos,] y por el amor que infunde el Espíritu,
les recomiendo que luchen a mi lado rezando por mí a Dios 31para que me libre en Judea de los que no creen y para
que mi misión entre los consagrados sea bien recibida. 32Así, Dios mediante, podré visitarlos con alegría, para
tomarme un descanso junto a ustedes. 33El
Dios de la paz esté con todos ustedes. Amén.
Saludos
finales
16 |
1Les
recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la Iglesia de Cencreas, 2para que la reciban, en
atención al Señor, como merece una persona consagrada, ayudándola en todo lo
que necesite de ustedes. Ella ha protegido a muchos, empezando por mí.
3Saludos
a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de El Mesías Yahshúa, 4que por salvarme la vida se
jugaron la suya; no sólo yo les estoy agradecido, sino toda la Iglesia de los
paganos. 5Saludos a la
comunidad que se reúne en su casa.
Saludos
a mi querido Epéneto, el primero de Asia que se convirtió a El Mesías.
6Saludos
a María, que tanto ha trabajado por ustedes.
7Saludos
a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que descuellan
entre los apóstoles y que llegaron a El Mesías antes que yo.
8Saludos
a Ampliato, mi amigo en el Señor.
9Saludos
a Urbano, mi colaborador en la obra de El Mesías, y a mi querido Eustaquio.
10Saludos
a Apeles, que ha dado pruebas de fidelidad a El Mesías.
Saludos
a la familia de Aristóbulo.
11Saludos
a mi pariente Herodión.
Saludos
a los de la familia de Narciso, quienes son del Señor.
12Saludos
a Trifena y Trifosa, que han trabajado por el Señor.
Saludos
a la querida Pérside, que ha trabajado mucho en el Señor.
13Saludos
a Rufo, elegido del Señor, y a su madre que es también mía.
14Saludos
a Asíncrito, Flegonte, Hermes, Patrobas, Hermas y a los de su comunidad.
15Saludos
a Filólogo y a Julia, a Nereo y su hermana Olimpas y a todos los consagrados de
su comunidad.
16Salúdense
con el beso santo. Todas las Iglesias cristianas les mandan saludos.
17Hermanos,
les recomiendo que vigilen a los que siembran discordias y tropiezos contra la
doctrina que ustedes han aprendido; aléjense de ellos.
18Esas
personas no sirven a El Mesías Señor nuestro, sino a su vientre, y con
discursos suaves y atractivos seducen a la gente sin malicia.
19La
fama de la fe de ustedes se difunde por todas partes, y esto me llena de alegría,
porque los quiero sabios para el bien y sin contagio del mal. 20Muy pronto el Dios de la
paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. La gracia de nuestro Señor Yahshúa
esté con ustedes.
21Les
manda saludos Timoteo, mi colaborador, y también Lucio, Jasón y Sosípatro, mis
parientes. 22Y yo,
Tercio, amanuense de esta carta, los saludo en nombre del Señor.
23También
los saludan Gayo, que me hospeda, con toda su comunidad; Erasto, tesorero de la
ciudad, y el hermano Cuarto.
[[24La
gracia de nuestro Señor Yahshúa el Mesías esté con todos ustedes. Amén.]] 25Al que tiene el poder de
confirmarlos según la Buena Noticia que yo anuncio proclamando a Yahshúa el
Mesías, según el secreto callado durante siglos 26y revelado hoy y, por disposición del Dios eterno,
manifestado a todos los paganos por medio de escritos proféticos para que
abracen la fe, 27a Dios,
el único sabio, por medio de Yahshúa el Mesías, sea dada la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
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