CARTA RESTAURADA A LOS HEBREOS
HEBREOS
Introducción
Carta. Más que una carta, este escrito parece una homilía pronunciada
ante unos oyentes o un tratado doctrinal que interpela a sus lectores. No
cuenta con la clásica introducción epistolar compuesta por el saludo, la acción
de gracias y la súplica; su conclusión es escueta y muy formal. Su autor ha
empleado recursos de una elegante oratoria, como las llamadas de atención y el
cuidadoso movimiento entre el sujeto plural y el singular en la exhortación,
características propias de un discurso entonado.
De Pablo. Ya en la antigüedad se dudó sobre su autenticidad paulina y tardó
en imponerse como carta salida de la pluma del Apóstol. Las dudas persistieron,
no obstante, hasta convertirse hoy en la casi certeza de que el autor no es
Pablo, sino un discípulo anónimo suyo. Las razones son muchas: faltan, por
ejemplo, las referencias personales; el griego que utiliza es más puro y
elegante, como si fuera la lengua nativa del autor; el estilo es sosegado,
expositivo, y carece de la pasión, movimiento y espontaneidad propios del
Apóstol.
A los hebreos. La tradición ha afirmado que los destinatarios eran los
«hebreos», o sea, los judíos convertidos al cristianismo. Y ésa sigue siendo la
opinión más aceptada hoy en día. La carta cita y comenta continuamente el
Antiguo Testamento; a veces alude a textos que supone conocidos. En ella se
puede apreciar a una comunidad que atraviesa un momento de desaliento ante el
ambiente hostil de persecución que la rodea. El entusiasmo primero se ha
enfriado y, con ello, la práctica cristiana. La nostalgia del esplendor de la
liturgia del Templo de Jerusalén, que se desarrolla alrededor del sacerdocio
judío, está poniendo en peligro una vuelta al judaísmo, a sus instituciones y a
su culto.
Fecha y lugar de composición
de la carta. La fecha de composición es
discutida. Algunos piensan que la carta es anterior a la destrucción de
Jerusalén (año 70), pues el autor parece insinuar que el culto judío todavía se
desarrolla en el Templo (10,1-3). Otros apuntan a una fecha posterior, cuyo
tope sería el año 95, año en que la carta es citada por Clemente. En cuanto al
lugar, la incertidumbre es completa.
Contenido de la carta. Esta carta-tratado alterna la exposición con la exhortación.
Desde su sublime altura doctrinal, el autor contempla admirables y grandiosas
correspondencias. La primera, entre las instituciones del Antiguo Testamento y
la nueva realidad cristiana. La segunda media entre la realidad terrestre y la
celeste, unidas y armonizadas por la resurrección y glorificación de El Mesías.
Su tema principal, provocado por la situación de los destinatarios, es el
sacerdocio de El Mesías y el consiguiente culto cristiano.
El sacerdocio de El Mesías. A la nostalgia de una compleja institución y práctica judías
opone el autor, no otra institución ni otra práctica, sino una persona: Yahshúa,
Hijo de Dios, hermano de los hombres. Él es el gran mediador, superior a
Moisés; es el «sumo sacerdote», que ya barruntaba la figura excepcional y
misteriosa de Melquisedec.
El autor lo explica comentando el Sal 110 y su trasfondo de Gn
14. Yahshúa no era de la tribu levítica, ni ejerció de sacerdote de la
institución judía, era un laico. Su muerte no tuvo nada de litúrgico, fue
simplemente un crimen cometido contra un inocente. Si el autor llama
«sacerdote» a El Mesías –el único lugar del Nuevo Testamento donde esto ocurre–
lo hace rompiendo todos los moldes y esquemas, dando un sentido radicalmente
nuevo, profundo y alto a su sacerdocio, y por consiguiente al sacerdocio de la
Iglesia.
Yahshúa es el mediador de una alianza nueva y mejor, anunciada ya
por Jeremías (cfr. Jr 31). Su sacrificio, insinuado en el Sal 40, es diverso,
único y definitivo; inaugura, ya para siempre, la perfecta mediación de quien
es, por una parte, verdadero Hijo de Dios y, por otra, verdadero hombre que
conoce y asume la fragilidad humana en su condición mortal.
Su sacerdocio consiste en su misma vida ofrecida como don de amor
a Dios su Padre, a favor y en nombre de sus hermanos y hermanas. Una vida
marcada por la obediencia y solidaridad hasta el último sacrificio. Dios
transformó esa muerte en resurrección, colocando esa vida ofrecida y esa sangre
derramada por nosotros en un «ahora» eterno que abarca la totalidad de la
historia humana con la mediación de su poder salvador.
El sacerdocio de los
cristianos. Los cristianos participan
en este sacerdocio de El Mesías. Es la misma vida del creyente la que, por el
bautismo y su incorporación a la muerte y resurrección del Señor, se convierte
en culto agradable a Dios, o lo que es lo mismo, en un cotidiano vivir en
solidaridad y amor, capaces de trasformar el mundo. En esta peregrinación de fe
y de esperanza del nuevo pueblo sacerdotal de Dios hacia el reposo prometido, El
Mesías nos acompaña como mediador, guía e intercesor.
Actualidad de la carta. Ha sido el Concilio Vaticano II el que ha puesto la Carta a los
Hebreos como punto obligado de referencia para comprender el significado del
sacerdocio dentro de la Iglesia, tanto el de los ministros ordenados, como el
sacerdocio de los fieles. Toda la Iglesia, continuadora de la obra de El Mesías,
es sacerdotal. Todos y cada uno de los bautizados, hombres y mujeres,
participan del único sacerdocio de El Mesías, con todas las consecuencias de
dignidad y protagonismo en la misión común. El sacramento del ministerio
ordenado –obispos, presbíteros y diáconos–, ha sido instituido por el Señor en
función y al servicio del sacerdocio de los fieles. Estamos sólo en los
comienzos del gran cambio que revolucionará a la Iglesia y cuyos fundamentos
puso ya el autor de esta carta.
El
Hijo
1 |
1En
el pasado muchas veces y de muchas formas habló Dios a nuestros padres por
medio de los profetas.
2En
esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero
de todo, y por quien creó el universo. 3Él
es reflejo de su gloria, la imagen misma de lo que Dios es, y mantiene el
universo con su Palabra poderosa. Él es el que purificó al mundo de sus
pecados, y tomó asiento en el cielo a la derecha del trono de Dios.
4Así
llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor es el
Nombre que ha heredado. 5¿Acaso
dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres
mi hijo, yo te he engendrado hoy? Y
en otro lugar: Yo seré para él un padre,
él será para mí un hijo. 6Asimismo,
cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren. 7Hablando de los ángeles dice: Hace de los vientos sus ángeles, de las llamas de fuego sus ministros.
8Al
Hijo, en cambio, le dice: Tu trono, oh
Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real. 9Amaste la justicia, odiaste la iniquidad; por eso te ha ungido Dios, tu
Dios, con perfume de fiesta, prefiriéndote a tus compañeros. 10Y también dice: Tú al principio, Señor, cimentaste la
tierra, y los cielos son obras de tus manos; 11ellos perecerán,
tú permaneces; todos se gastarán como la ropa, 12los enrollarás
como un manto, se mudarán como ropa. Tú, en cambio, eres el mismo, y tus años
no acaban.
13¿A
cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate
a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies? 14¿Acaso
no son todos ellos espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de los que
han de heredar la salvación?
El
Mesías, Hijo de Dios y hombre glorificado
2 |
1Por
tanto, para no ir a la deriva, debemos prestar más atención a lo que hemos
oído. 2Porque si la ley
promulgada por medio de los ángeles tuvo vigencia, de modo que cualquier
transgresión o desobediencia recibió el castigo merecido, 3¿cómo nos libraremos nosotros si rechazamos semejante
salvación? Fue anunciada primero por el Señor, nos lo confirmaron los que la
habían escuchado 4y Dios
añadió su testimonio con señales y portentos, con toda clase de milagros y
dones del Espíritu repartidos según su voluntad.
5Porque
Dios no sometió a los ángeles el mundo futuro del que hablamos, 6como atestigua alguien
cuando dice: ¿Qué es el hombre para que
te acuerdes de él o el ser humano para que te ocupes de él? 7Lo hiciste poco menos que los ángeles, lo coronaste de gloria y honor, 8todo lo sometiste bajo sus pies. Al someterle todo, no deja nada
sin someter. De hecho, ahora no vemos
aún que todo le esté sometido. 9Vemos,
en cambio, a Yahshúa, que por la pasión y muerte fue algo inferior a los
ángeles, coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, padeció la
muerte por todos.
Pionero
de la salvación y Sumo Sacerdote
10En
efecto, convenía que Dios, por quien y para quien todo existe, queriendo
conducir a la gloria a muchos hijos, llevara a la perfección por el sufrimiento
al jefe y salvador de todos ellos.
11El
que consagra y los consagrados tienen todos un mismo origen por lo cual no se
avergüenza de llamarlos hermanos, 12cuando
dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré, 13y
también: He puesto en él mi confianza, yo
y los hijos que Dios me dio.
14Así
como los hijos de una familia tienen una misma carne y sangre, también Yahshúa
participó de esa condición, para anular con su muerte al que controlaba la
muerte, es decir, al Diablo, 15y
para liberar a los que, por miedo a la muerte, pasan la vida como esclavos. 16Está claro que no vino en
auxilio de los ángeles, sino de los descendientes de Abrahán. 17Por eso tenía que ser en
todo semejante a sus hermanos: para poder ser un sumo sacerdote compasivo y
fiel en el servicio de Dios para expiar los pecados del pueblo. 18Como él mismo sufrió la
prueba, puede ayudar a los que son probados.
Yahshúa
y Moisés
3 |
1Por
tanto, hermanos, ustedes que han sido consagrados y participan de una misma
vocación celestial, piensen en Yahshúa el apóstol y sumo sacerdote de nuestra
confesión.
2Él
es fiel ante Dios que lo nombró para este servicio, como lo fue Moisés entre
[todos] los de su casa. 3Más
digno de gloria que Moisés, como es más estimado el constructor que la casa. 4Toda casa es construida por
alguien, pero el constructor de todo es Dios. 5Entre todos los de su casa, Moisés era un servidor
fiel, para garantizar lo que Dios iba a decir. 6El Mesías, en cambio, como Hijo, está a cargo de la
casa; y esa casa somos nosotros si mantenemos la confianza y nos gloriamos de
la esperanza.
El hoy de Dios
(Sal
95,7-11)
7En
consecuencia, como dice el Espíritu Santo: Si
hoy escuchan su voz, 8no endurezcan el corazón como cuando lo
irritaron, el día de la prueba en el desierto, 9cuando sus padres
me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis acciones 10durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y
dije: Su mente siempre se extravía y no reconoce mis caminos. 11Por eso, airado, juré: No entrarán en mi descanso. 12Cuidado, hermanos: que ninguno
de ustedes tenga un corazón perverso e incrédulo, que lo haga desertar del Dios
vivo. 13Antes bien,
anímense unos a otros cada día, mientras dura este hoy, para que nadie se
endurezca seducido por el pecado. 14Porque,
si mantenemos firme hasta el fin nuestra posición del principio, seremos
compañeros de El Mesías.
15Cuando
dice: Si hoy escuchan su voz, no
endurezcan el corazón, como cuando lo irritaron.
16¿Quiénes,
aunque oyeron, lo irritaron? Ciertamente, todos los que salieron de Egipto
guiados por Moisés.
17¿Con
quiénes se indignó durante cuarenta años? Ciertamente, con los pecadores, cuyos
cadáveres cayeron en el desierto.
18¿A
quiénes juró que no entrarían en su descanso? Ciertamente a los rebeldes; 19y así vemos que por su
incredulidad no pudieron entrar.
El
descanso
4 |
1Mientras
se mantiene en pie la promesa de entrar en el descanso de Dios, debemos tener
cuidado, para que ninguno de ustedes quede excluido; 2porque también a nosotros, como a ellos, nos anunciaron
la Buena Noticia.
Pero
el mensaje que ellos oyeron no les valió porque no se unieron por la fe con
aquellos que la aceptaron. 3Nosotros,
en cambio, los que hemos creído, entraremos en ese descanso, como queda dicho: Juré airado que no entrarán en mi descanso.
Las
obras de Dios, por cierto, concluyeron con la creación del mundo, 4como se dice en un texto
sobre el séptimo día: El séptimo día
descansó Dios de todas sus tareas, 5y
en este otro: no entrarán en mi descanso.
6Ahora
bien, como quedan algunos por entrar en ese lugar de descanso, y los que
recibieron primero la Buena Noticia, por su rebeldía no entraron, 7Dios señala otro día, un hoy, pronunciando mucho después por
medio de David, el texto antes citado: Si
hoy escuchan su voz, no endurezcan el corazón. 8Si Josué les hubiera dado el descanso, no se hablaría
después de otro día.
9Luego
queda un descanso sabático para el pueblo de Dios. 10Uno que entró en su descanso descansa de sus tareas,
lo mismo que Dios de las suyas. 11Por
tanto, esforcémonos por entrar en aquel descanso, para que ninguno caiga
imitando aquel ejemplo de rebeldía.
12Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y
más cortante que espada de dos filos; penetra hasta la separación de alma y
espíritu, articulaciones y médula, y discierne sentimientos y pensamientos del corazón.
13No
hay criatura oculta a su vista, todo está desnudo y expuesto a sus ojos. A ella
rendiremos cuentas.
Yahshúa,
Sumo Sacerdote
14Ya
que tenemos en Yahshúa, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote excelente que
penetró en el cielo, mantengámonos firmes en nuestra confesión de fe.
15El
sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como
nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado. 16Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro
Dios, para obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.
Yahshúa,
Sacerdote sufriente
5 |
1Todo
sumo sacerdote es elegido entre los hombres y nombrado su representante ante
Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. 2Puede ser indulgente con ignorantes y extraviados,
porque también él está sujeto a la debilidad humana, 3y a causa de ella tiene que ofrecer sacrificios por sus
propios pecados, lo mismo que por los del pueblo. 4Y nadie puede tomar tal dignidad para sí mismo si no es
llamado por Dios, como Aarón.
5Del
mismo modo El Mesías no se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo
recibió del que le dijo: Tú eres mi hijo,
yo te he engendrado hoy; 6y
en otro pasaje: tú eres sacerdote para
siempre, según el orden de Melquisedec.
7Durante
su vida mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que
podía librarlo de la muerte, y por esa cautela fue escuchado. 8Y aunque era Hijo de Dios,
aprendió sufriendo lo que es obedecer, 9así
alcanzó la perfección y llegó a ser para cuantos le obedecen causa de salvación
eterna, 10y Dios lo
proclamó sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.
Una
llamada a la madurez y a la perseverancia
11Sobre
este tema tenemos mucho que decir, y es difícil explicarlo porque ustedes son
lentos para entender. 12Después
de tanto tiempo ustedes deberían ser maestros, en cambio hace falta que se les
enseñe nuevamente las primeras nociones del mensaje de Dios; están necesitados
de leche y no de alimento sólido. 13Quien
vive de leche es una criatura y es incapaz de juzgar rectamente. 14El alimento sólido es para
los maduros, que con la práctica y el entrenamiento de los sentidos, saben
distinguir el bien del mal.
6 |
1Por
eso dejaremos lo elemental de la doctrina cristiana y nos ocuparemos de lo
maduro. No vamos a echar otra vez los cimientos, o sea: el arrepentimiento de
las obras que llevan a la muerte, la fe en Dios, 2las enseñanzas sobre el bautismo y la imposición de
manos, la resurrección de muertos y el juicio definitivo. 3Eso lo haremos, si Dios nos lo permite.
4Porque
los que una vez han sido iluminados y han gustado el don celestial, los que han
participado del Espíritu Santo, 5los
que han saboreado la Palabra buena de Dios y las maravillas del mundo venidero;
6si después apostatan, ya
no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando de
nuevo y exponiendo a la burla de todos al Hijo de Dios. 7Una tierra que bebe la lluvia frecuente y produce
plantas útiles para los que la cultivan recibe una bendición de Dios; 8pero si da cardos y espinas,
es inútil y poco menos que maldita, y terminará quemada.
9Queridos
hermanos, aunque hayamos hablado así creemos que ustedes se encuentran en una
situación mejor, la que conduce a la salvación; 10ya que Dios es justo y no olvida sus obras ni el amor
que mostraron en su Nombre sirviendo antes y ahora a los consagrados. 11Pero deseamos que cada uno
de ustedes muestre hasta el final el mismo entusiasmo, para alcanzar lo que
esperan. 12No queremos
que se vuelvan perezosos, sino imitadores de los que, por la fe y la paciencia,
heredan las promesas.
13Cuando
Dios hizo la promesa a Abrahán, como no tenía nadie más grande que él por quien
jurar, juró por sí mismo 14diciendo:
Te he de bendecir, he de multiplicar tu
descendencia.
15Abrahán
tuvo paciencia y alcanzó lo prometido. 16Los
hombres juran por alguien más grande, y el juramento confirma y deja de lado
cualquier discusión. 17Así
Dios, queriendo probar abundantemente a los herederos de la promesa que su
decisión era definitiva, interpuso un juramento.
18Así,
tenemos dos realidades seguras, promesa y juramento, en las que Dios no puede
mentir. En ellas, los que hemos buscado refugio agarrándonos a la esperanza que
se nos ofrece, tenemos un consuelo válido. 19Esta
esperanza es como un ancla firme y segura del alma, que penetra más allá de la
cortina del Templo, 20allí
donde Yahshúa entró por nosotros, como precursor, nombrado sumo sacerdote
perpetuo según el orden de Melquisedec.
Melquisedec
y Yahshúa
(Gn 14; Sal 110,4 )
7 |
1Este
Melquisedec que era rey de Salem,
sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abrahán, cuando volvía de
derrotar a los reyes, y lo bendijo; 2y Abrahán le dio un décimo de todo el botín.
El nombre de Melquisedec quiere decir en primer lugar Rey de Justicia, después,
Rey de Salem, que significa Rey de Paz. 3Figura
sin padre ni madre, sin genealogía, sin principio ni fin de su vida, y así, a
semejanza del Hijo de Dios, sigue siendo sacerdote por siempre. 4Fíjense ahora lo importante
que sería, que el patriarca Abrahán le dio un décimo del botín.
5Los
descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen orden de cobrar
legalmente diezmos al pueblo, es decir, a sus hermanos, que descienden también
de Abrahán. 6En cambio,
Melquisedec que no era descendiente de Leví cobra diezmos a Abrahán y bendice
al titular de la promesa. 7Nadie
duda que el menor es bendecido por el mayor. 8Además los hijos de Leví que reciben diezmos, son
hombres que han de morir, en cambio en el caso de Melquisedec es uno de quien
se declara que vive. 9Por
decirlo así: el mismo Leví, el que cobra diezmos, pagó los suyos a Melquisedec
en la persona de Abrahán 10porque,
en cierto sentido, ya estaba en las entrañas de su antepasado Abrahán cuando le
salió al encuentro Melquisedec.
11Ahora
bien, si por el sacerdocio levítico se podía alcanzar la perfección –ya que por
su mediación el pueblo recibía la ley–, ¿qué falta hacía nombrar otro sacerdote
en la línea de Melquisedec y no en la línea de Aarón? 12Porque un cambio de sacerdocio significa
necesariamente un cambio de ley.
13Yahshúa,
de quien se habla aquí, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha oficiado en
el altar. 14Es sabido que
nuestro Señor procede de Judá, una tribu que no menciona Moisés cuando habla de
sacerdotes.
15Y
resulta aún más claro, ya que este nuevo sacerdote es nombrado a semejanza de
Melquisedec, 16y recibe
el título, no en virtud de una ley de sucesión carnal, sino por la fuerza de
una vida indestructible.
17De
él han declarado: Tú eres sacerdote para
siempre según el orden de Melquisedec. 18De
este modo queda cancelado el mandato anterior por inútil e ineficaz, 19porque la ley no llevó a
la perfección; en cambio ahora se introduce una esperanza más valiosa, por la
cual nos acercamos a Dios.
20Además
esto ha sido confirmado con un juramento, mientras los descendientes de Leví
recibían el sacerdocio sin juramento, 21Yahshúa
lo recibe con el juramento del que le dijo: Lo
ha jurado el Señor y no se vuelve atrás: tú eres sacerdote para siempre. 22Por lo tanto es más
valiosa la alianza que Yahshúa garantiza. 23Aquellos
sacerdotes eran numerosos porque la muerte les impedía continuar. 24Éste, en cambio, como
permanece siempre, tiene un sacerdocio que no pasa. 25Así puede salvar plenamente a los que por su medio
acuden a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.
26Él
es el sumo sacerdote que necesitábamos: santo, inocente sin mancha, apartado de
los pecadores, ensalzado sobre el cielo. 27Él
no necesita, como los otros sumos sacerdotes, ofrecer cada día sacrificios,
primero por sus pecados y después por los del pueblo; esto lo hizo de una vez
para siempre, ofreciéndose a sí mismo.
28La
ley nombra sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento de Dios, que
fue hecho después de la ley, nombra a un Hijo que llegó a ser perfecto para
siempre.
La
nueva Alianza
(Jr 31,31-34)
8 |
1Llego
al punto central de mi exposición. Tenemos un sumo sacerdote que tomó asiento
en el cielo a la derecha del trono de Dios. 2Él es el ministro del santuario y de la verdadera
morada, construida por el Señor y no por hombres.
3Todo
sumo sacerdote es nombrado para ofrecer dones y sacrificios; luego también éste
necesitaba algo que ofrecer. 4Si
Yahshúa estuviera en la tierra, no sería sacerdote, ya que hay otros que
ofrecen legalmente dones. 5Pero
el culto que ellos ofician es una figura y sombra de las realidades
celestiales, como dice el oráculo que recibió Moisés para fabricar la tienda: Atención, haz todo según el modelo que te
mostraron en el monte.
6Ahora
bien, él ha recibido un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza
mejor, fundada sobre promesas mejores. 7Porque
si la primera Alianza hubiera sido irreprochable, no habría lugar para la
segunda.
8Pero
él pronuncia un reproche: Miren que
llegan días –oráculo del Señor– en que haré una alianza nueva con la Casa de
Israel y con la Casa de Judá; 9no será como la alianza que hice con sus
padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; ya que ellos no
permanecieron fieles a mi alianza y yo me desentendí de ellos –dice el Señor–. 10Así será la alianza que haré con la Casa de Israel en el futuro
–oráculo del Señor–: Pondré mi ley en su conciencia, la escribiré en su
corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 11No tendrá que
instruir uno a su prójimo, otro a su hermano, diciendo: tienes que conocer al
Señor; porque todos, grandes y pequeños me conocerán. 12Porque yo
perdonaré sus culpas y olvidaré sus pecados. 13Al decir nueva, declara
vieja la primera. Y lo que envejece y queda anticuado está a punto de
desaparecer.
El
sacrificio de El Mesías
9 |
1La
primera alianza contenía disposiciones sobre el culto y el santuario terrestre.
2En él se instaló un
primer recinto, llamado El Santo, en el que estaban el candelabro y la mesa de
los panes presentados. 3Detrás
de la segunda cortina había otro recinto llamado El Santísimo, 4allí estaban el altar de
oro y el arca de la alianza, revestida toda de oro, que encerraba una jarra de
oro con maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza. 5Encima de ella estaban los
querubines de la Gloria dando sombra a la placa expiatoria. No hace falta
explicarlo ahora en detalle.
6Una
vez instalado todo, los sacerdotes entran continuamente en el primer recinto
para oficiar allí. 7En el
segundo entra sólo el sumo sacerdote, una vez al año, llevando la sangre que
ofrece por sus faltas y por las inadvertencias del pueblo. 8Con lo cual el Espíritu Santo nos da a entender que,
mientras esté en pie el primer recinto, no está abierto el acceso al santuario.
9Éstos son símbolos del
tiempo presente: los dones y sacrificios que allí se ofrecen a Dios no pueden
llevar a la perfección a quienes los ofrecen; 10se trata solamente de comidas, bebidas y ciertas
ceremonias de purificación que son disposiciones humanas válidas hasta el
momento en que Dios cambie las cosas.
11En
cambio, El Mesías, ha venido como sumo sacerdote de los bienes futuros. Él a
través de una morada mejor y más perfecta, no hecha a mano, es decir, no de
este mundo creado, 12llevando
no sangre de cabras y becerros, sino su propia sangre, entró de una vez para siempre
en el santuario y logró el rescate definitivo. 13Porque si la sangre de cabras y toros y la ceniza de
becerra rociada sobre los profanos los santifica con una pureza corporal, 14cuánto más la sangre de El
Mesías, que por el Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará
nuestras conciencias de las obras que conducen a la muerte, para que demos
culto al Dios vivo. 15Por
eso es mediador de una nueva alianza, a fin de que, habiendo muerto para
redención de los pecados cometidos durante la primera alianza, puedan los
llamados recibir la herencia eterna prometida.
16Para
que se cumpla un testamento tiene que comprobarse primero la muerte del
testador, 17ya que el
testamento entra en vigor con la muerte y no rige mientras vive el testador. 18Por eso tampoco la primera
alianza se instituyó sin sangre. 19Cuando
Moisés terminó de recitar al pueblo todos los mandamientos de la ley, tomó lana
roja y una rama de hisopo las mojó en la sangre de los becerros [y cabras],
mezclada con agua y roció el libro de la ley y a todo el pueblo, 20diciendo: Ésta es la sangre de la alianza que Dios
establece con ustedes. 21Igualmente
con sangre roció la morada con todo el ajuar del culto. 22Según la ley, casi todo se purifica con sangre, y sin
derramar sangre no hay perdón.
El
santuario
23De
manera que, si era necesario purificar las cosas que no son más que símbolos de
las realidades divinas, estas mismas realidades divinas necesitan sacrificios
superiores. 24Ahora bien,
El Mesías entró, no en un santuario hecho por los hombres, copia del auténtico,
sino en el cielo mismo; y ahora se presenta ante Dios a favor nuestro.
25No
es que tenga que ofrecerse repetidas veces, como el sumo sacerdote, que entra
todos los años en el santuario con sangre ajena; 26en tal caso tendría que haber padecido muchas veces
desde la creación del mundo.
Ahora
en cambio, al final de los tiempos, ha aparecido para destruir de una sola vez
con su sacrificio los pecados. 27Y
así como el destino de los hombres es morir una vez y después ser juzgados, 28así también El Mesías se
ofreció una vez para quitar los pecados de todos y aparecerá por segunda vez,
ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.
Eficacia del sacrificio de El Mesías y el sacerdocio de los
creyentes
10 |
1La
ley es sombra de los bienes futuros, no su presencia verdadera. Con los mismos
sacrificios ofrecidos periódicamente cada año, la ley nunca puede hacer
perfectos a los que se acercan. 2Porque
si los hubiera purificado definitivamente, al no tener conciencia de pecado,
los que rinden culto habrían dejado de ofrecerlos.
3Por
el contrario, estos sacrificios sirven para hacerles recordar sus pecados cada
año, 4ya que la sangre de
toros y cabras no puede perdonar pecados. 5Por
eso, al entrar en el mundo dijo: No
quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. 6No te agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. 7Entonces dije: Aquí estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad
–como está escrito de mí en el libro de la ley–. 8Primero dice que no ha querido ni le han agradado
ofrendas, sacrificios, holocaustos ni sacrificios expiatorios que se ofrecen
legalmente; 9después
añade: Aquí estoy para cumplir tu
voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo.
10Y en virtud de esa
voluntad, quedamos consagrados por la ofrenda del cuerpo de Yahshúa, hecha de
una vez para siempre.
11Todo
sacerdote se presenta a oficiar cada día y ofrece muchas veces los mismos
sacrificios, que nunca pueden quitar pecados. 12El Mesías, en cambio, después de ofrecer un único
sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la derecha de Dios 13y se queda allí esperando
a que pongan a sus enemigos como estrado de sus pies.
14Porque
con un solo sacrificio llevó a perfección definitiva a los consagrados. 15También el Espíritu Santo
nos lo atestigua, al decir: 16Ésta es la alianza que haré con ellos en el
futuro –oráculo del Señor–: pondré mis leyes en su corazón y las escribiré en
su conciencia. 17Me olvidaré de sus pecados y delitos.
18Ahora
bien, si son perdonados, ya no hace falta ofrenda por el pecado.
Exhortación
19Por
la sangre de Yahshúa, hermanos, tenemos libre acceso al santuario; 20por el camino nuevo y vivo
que inauguró para nosotros a través del velo del templo, a saber, de su cuerpo.
21Tenemos un sacerdote
ilustre a cargo de la casa de Dios. 22Por
tanto, acerquémonos con corazón sincero, llenos de fe, purificados por dentro
de la mala conciencia y lavados por fuera con agua pura. 23Mantengamos sin desviaciones la confesión de nuestra
esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.
24Ayudémonos
los unos a los otros para incitarnos al amor y a las buenas obras. 25No faltemos a las
reuniones, como hacen algunos, antes bien animémonos mutuamente tanto más
cuanto que vemos acercarse el día del Señor. 26Porque si, después de recibir el conocimiento de la
verdad, pecamos deliberadamente, ya no queda otro sacrificio por el pecado, 27sino la espera angustiosa
de un juicio y el fuego voraz que consumirá a los rebeldes.
28Quien
quebrantaba la ley de Moisés, era ejecutado sin compasión por el testimonio de
dos o tres testigos. 29Cuánto
más será castigado, entonces, quien pisotee al Hijo de Dios, profane la sangre
de la alianza que lo consagró y afrente al Espíritu de la gracia.
30Conocemos
al que dijo: Mía es la venganza, a mí me
toca retribuir, y también: El Señor juzgará a su pueblo. 31Qué terrible es caer en
manos del Dios vivo.
32Recuerden
los primeros días, cuando, recién iluminados, sostuvieron el duro combate de
los padecimientos: 33unos
expuestos públicamente a injurias y malos tratos, otros solidarios de los que
así eran tratados. 34Compartieron
las penas de los encarcelados, aceptaron gozosos que los privaran de sus
bienes, sabiendo que poseían bienes mayores y permanentes. 35Por tanto, no pierdan la confianza, que ella les
traerá una gran recompensa. 36A
ustedes les hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y obtener lo
prometido. 37Todavía un poco, muy poco, y el que ha de
venir vendrá sin tardanza. 38Mi justo vivirá por la fe; pero si se echa
atrás, no me agradará. 39Nosotros
no pereceremos por echarnos atrás, sino que salvaremos nuestra vida por la fe.
La
fe – esperanza
11 |
1La fe es la
garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. 2Por ella nuestros
antepasados fueron considerados dignos de aprobación. 3Por la fe comprendemos que el mundo fue formado por la
Palabra de Dios, lo visible a partir de lo invisible.
4Por
la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, por ella lo
declararon justo y Dios aprobó sus dones; por ella, aunque muerto, sigue
hablando.
5Por
la fe Enoc fue trasladado sin pasar por la muerte, y no lo encontraron porque Dios se lo había llevado; y recibió
testimonio que antes de su traslado había
agradado a Dios. 6Sin
fe es imposible agradarle. Quien se acerca a Dios ha de creer que existe y que
recompensa a los que lo buscan.
7Por
la fe recibió Noé aviso de lo que aún no se veía, y cauteloso construyó un arca
para que se salvase su familia. La fe de Noé condenó al mundo y él alcanzó la
justicia que da la fe.
8Por
fe obedeció Abrahán a la llamada de salir hacia el país que habría de recibir
en herencia; y salió sin saber adónde iba. 9Por
fe se trasladó como forastero al país que le habían prometido y habitó en
tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa. 10Porque esperaba la ciudad
construida sobre cimientos cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11Por
fe también Sara, aun pasada la edad, recibió vigor para concebir, porque pensó
que era fiel el que lo prometía. 12Así,
de uno solo, y ya cercano a la muerte, nació una multitud como las estrellas
del cielo y como la arena incontable de las playas.
13Con
esa fe murieron todos ésos sin haber recibido lo prometido, aunque viéndolo y
saludándolo de lejos y confesándose peregrinos y forasteros en la tierra.
14Quienes
así razonan demuestran que están buscando una patria. 15Pero si hubieran sentido nostalgia de la que
abandonaron, podrían haber vuelto allá. 16Por
el contrario, aspiraban a una mejor, es decir, a la patria celestial. Por eso
Dios no tiene reparo en llamarse su Dios, porque les había preparado una
ciudad.
17Por
fe, Abrahán, cuando Dios lo puso a prueba, tomó a Isaac, para ofrecerlo en
sacrificio. Ofreció a su hijo único, el que era la garantía de la promesa, 18eso que le habían dicho: Isaac continuará tu descendencia; 19pero pensó que Dios tiene
poder para resucitar de la muerte. Y así lo recobró como un símbolo.
20Por
fe, bendijo Isaac el futuro de Jacob y Esaú.
21Por
fe, Jacob moribundo bendijo a los dos hijos de José y se postró apoyándose en el extremo del bastón.
22Por
fe, José, al final de la vida, hizo alusión al éxodo de los israelitas y dio
instrucciones acerca de sus restos.
23Por
fe, cuando nació Moisés, sus padres, viendo que era un niño hermoso, y sin
temer el decreto real, lo ocultaron tres meses.
24Por
fe, Moisés, ya crecido, renunció al título de hijo de la hija del faraón, 25y antes que el disfrute
pasajero del pecado, prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios; 26pensando que la humillación
de El Mesías valía más que los tesoros de Egipto, ya que tenía puestos los ojos
en la recompensa que Dios le habría de dar.
27Por
fe, abandonó Egipto sin temer la cólera del rey, porque se aferraba a lo
invisible como si fuera visible.
28Por
fe, celebró la Pascua y roció con sangre, para que el destructor no tocase a
sus primogénitos.
29Por
fe, los israelitas atravesaron el Mar Rojo como por tierra firme, mientras que
los egipcios al intentarlo se ahogaron.
30Por
fe, la muralla de Jericó, tras ser rodeada durante siete días, se derrumbó.
31Por
fe, la prostituta Rajab acogió amistosamente a los espías y no pereció con los
rebeldes.
32¿A
qué seguir? Me falta tiempo para contar la historia de Gedeón, Barac, Sansón,
Jefté, David y Samuel y los profetas; 33los
cuales por fe conquistaron reinos, administraron justicia, vieron cumplidas las
promesas, cerraron la boca a leones, 34extinguieron
el ardor del fuego, evitaron el filo de la espada, se restablecieron de la
enfermedad, fueron valerosos en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros.
35Algunas
mujeres recobraron resucitados a sus maridos.
Otros,
torturados, rehusaron librarse, prefiriendo una resurrección de más valor.
36Otros
sufrieron la prueba de burlas y azotes, de cadenas y cárcel. 37Fueron apedreados,
destrozados, pasados a cuchillo; vagaban cubiertos con pieles de cabras y
ovejas, necesitados, atribulados, maltratados. 38El mundo no era digno de ellos. Vagaban por desiertos,
montañas, grutas y cavernas.
39Ninguno
de ellos, aunque fueron aprobados por la fe que tenían, alcanzó lo prometido, 40porque Dios nos reservaba
un plan mejor: que aquellos no cumplieran su destino sin nosotros.
Yahshúa,
el testigo supremo de la fe
12 |
1Por lo tanto,
nosotros, rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de
cualquier carga y del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la
carrera que nos espera, 2fijos
los ojos en el que inició y consumó la fe, en Yahshúa. El cual, por la dicha
que le esperaba, sufrió la cruz, despreció la humillación y se ha sentado a la
derecha del trono de Dios.
3Piensen
en aquel que soportó tal oposición por parte de los pecadores, y no se
desalentarán. 4Todavía no
han tenido que resistir hasta derramar la sangre en su lucha contra el pecado.
Dios,
educador paternal
5¿Han
olvidado ya la exhortación que Dios les dirige como a hijos? Hijo mío, no desprecies la corrección del
Señor ni te desanimes si te reprende; 6porque el Señor corrige a quien ama y azota
a los hijos que reconoce. 7Aguanten,
es por su educación, que Dios los trata como a hijos.
¿Hay
algún hijo a quien su padre no castigue? 8Si
no los castigan como a los demás, es que son bastardos y no hijos. 9Más aún: a nuestros padres
corporales que nos castigaban los respetábamos; ¿no habrá más razones para
someternos al Padre de nuestras almas y así tener vida?
10Aquéllos
nos educaban por breve tiempo, como juzgaban conveniente; éste para nuestro
bien, para que participemos de su santidad. 11Ninguna corrección, cuando es aplicada, resulta
agradable, más bien duele; pero más tarde produce en los que fueron corregidos
frutos de paz y de justicia. 12Por
tanto, fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, 13enderecen las sendas para
sus pies, de modo que el rengo no caiga, sino que se sane.
La
gracia de Dios
14Busquen
la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie puede ver a Dios. 15Estén atentos para que
nadie sea privado de la gracia de Dios; para que ninguna raíz amarga crezca y
dañe y contagie a los demás. 16No
haya impúdicos ni profanadores como Esaú, que por una comida vendió sus
derechos de primogénito. 17Saben
que más tarde, cuando intentó recobrar la bendición testamentaria, fue
descalificado y, aunque lo pidió con lágrimas, no consiguió cambiar la
decisión.
18Ustedes
no se han acercado a algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tiniebla,
tempestad, 19ni oyeron el
toque de trompetas ni una voz hablando que, al oírla, pedían que no continuase,
20porque no podían
soportar aquella orden: el que toque el
monte, aunque sea un animal, será apedreado. 21Ese espectáculo era tan terrible que Moisés comentó: estoy temblando de miedo.
22Ustedes
en cambio se han acercado a Sión, monte y ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén
celeste con sus millares de ángeles, a la congregación 23y asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo,
a Dios, juez de todos, a los espíritus de los justos consumados, 24a Yahshúa, mediador de la
nueva alianza, a una sangre rociada que grita más fuerte que la de Abel.
25Atención,
no rechacen al que habla. Porque si aquéllos, por rechazar al que pronunciaba
oráculos en la tierra, no escaparon, ¿cómo podremos escapar nosotros, si nos
apartamos del que habla desde el cielo? 26Si
su voz entonces hizo temblar la tierra, ahora proclama lo siguiente: Otra vez haré temblar la tierra y también el
cielo. 27Al decir
otra vez, muestra que serán quitadas las cosas creadas, lo que puede ser
movido, para que permanezca lo que es inconmovible. 28Así, al recibir un reino inconmovible, seamos
agradecidos, sirviendo a Dios como a él le agrada, con respeto y reverencia. 29Porque nuestro Dios es un
fuego devorador.
Exhortaciones
finales: el sacerdocio de los cristianos
13 |
1Que el amor
fraterno sea duradero. 2No
olviden la hospitalidad, por la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles.
3Acuérdense de los presos
como si ustedes estuvieran presos con ellos; y de los maltratados, como si
ustedes estuvieran en sus cuerpos. 4Que
el matrimonio sea respetado por todos y el lecho matrimonial esté sin mancha;
porque Dios juzgará a lujuriosos y adúlteros. 5Sean desinteresados en su conducta y conténtense con lo
que tienen; porque él dijo: no te dejaré
ni te abandonaré. 6Por
lo cual podemos decir confiados: El Señor
me auxilia y no temo: ¿qué podrá hacerme un hombre?
7Acuérdense
de quienes los dirigían, ellos les transmitieron la Palabra de Dios; miren cómo
acabaron sus vidas e imiten su fe. 8Yahshúa
es el mismo ayer, hoy y por los siglos.
9No
se dejen llevar por doctrinas diversas y extrañas. Conviene fortalecer el
corazón con la gracia, no con reglas sobre alimentos que no aprovecharon a los
que las observaban. 10Tenemos
un altar del que no están autorizados a comer los ministros de la antigua
alianza. 11Porque el sumo
sacerdote introduce la sangre de los animales sacrificados en el santuario como
ofrenda para expiar los pecados y los cuerpos se queman fuera del campamento. 12Por eso Yahshúa, para
consagrar con su sangre al pueblo, padeció fuera de las puertas. 13Salgamos, también nosotros
fuera del campamento, para ir hacia él, cargando con sus afrentas; 14porque no tenemos aquí
ciudad permanente, sino que buscamos la futura.
15Por
medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es
decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.
16No
se olviden de hacer el bien y de ser solidarios: ésos son los sacrificios que
agradan a Dios.
17Obedezcan
y sométanse a sus guías, porque ellos cuidan constantemente de ustedes como
quien tiene que dar cuenta; así lo harán contentos y sin lamentarse, porque
lamentarse no les traería ningún provecho.
18Recen
por nosotros. Creemos tener la conciencia limpia y deseos de proceder en todo
honradamente.
19Pero
insisto en rogarles que recen, para que me devuelvan a ustedes cuanto antes. 20El Dios de la paz, que
sacó de la muerte al gran pastor del rebaño, a Yahshúa nuestro Señor, por la
sangre de una alianza eterna, 21los
haga a ustedes buenos en todo para que cumplan su voluntad. Que él haga en
nosotros lo que le agrada, por medio de Yahshúa.
A
él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
22Les
encargo, hermanos, que reciban con paciencia estas palabras de aliento. 23Sepan que nuestro hermano
Timoteo ha sido puesto en libertad. Si llega pronto, me acompañará cuando los
visite.
24Saluden
a todos sus dirigentes y a todos los consagrados. Los hermanos de Italia les
envían saludos. 25La
gracia los acompañe a todos.
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