LIBRO DE REVELACIONES (RESTAURADO)

 

apocalipsis

Introducción

Contexto histórico. El Apocalipsis es un libro que refleja con fidelidad los avatares del tiempo, particularmente la acometida del imperio romano contra la Iglesia naciente, en variadas formas de persecución o relegación. El autor ha visto en los signos de aquellos tiempos de ostracismo y persecución la antítesis de dos mundos irreconciliables, da testimonio de este enfrentamiento a muerte entre la Iglesia cristiana y el imperio romano y de la lucha permanente entre dos ciudades: la nueva Jerusalén y Babilonia.

 El Apocalipsis es el libro del testimonio cristiano: de los mártires, de los que no han adorado a la fiera ni a su imagen, de los que han sido excluidos, perseguidos y matados. Este libro comporta una denuncia contra la idolatría del imperio, que pretende erigirse como dios y exige la adoración a sus adeptos. Muchas de sus difíciles expresiones son inteligibles desde este trasfondo histórico. Sus frecuentes aclamaciones litúrgicas a Yahshúa el Mesías (6,8; 12,10; 13,10; 15,4) son una réplica cristiana a los himnos paganos que tributaban una gloria al emperador, concretamente a Domiciano (81-96), quien se creía un dios y exigía culto divino.

 

Autor. Quien escribe se llama a sí mismo Juan (1,1.4.9; 22,8) y dice estar confinado en una isla por confesar a Yahshúa el Mesías. Siendo tan frecuente el nombre de Juan, la cuestión de la autoría se presta a múltiples interpretaciones. En los primeros siglos se le identificó con el apóstol y evangelista. Pero ya en la segunda mitad del s. III se comenzó a dudar e incluso negar su autoría, atribuyendo el libro a otro Juan. En la actualidad seguimos uniendo este libro al «cuerpo joánico» (obras del apóstol Juan), pero son pocos los que atribuyen el libro al apóstol, aunque conserven como válido el nombre de otro Juan.

De una somera lectura, deducimos que el autor es de origen judío, mediano conocedor del griego, muy versado en el Antiguo Testamento, especialmente en los profetas, y conocedor de géneros literarios entonces en boga. Del género apocalíptico, además del nombre, tomó muchos recursos, pero se distanció en puntos fundamentales. Mientras otros autores apocalípticos se esconden en nombres ilustres del pasado –Enoc, Abrahán, Moisés, Isaías, Baruc–, y trasforman el pasado en predicción, nuestro autor se presenta con su propio nombre, se dice contemporáneo de los destinatarios y se ocupa declaradamente del presente (1,19).

 

Destinatarios, fecha y lugar de composición. Los destinatarios inmediatos son las siete Iglesias de la provincia romana de Asia, a las que el autor se siente particularmente ligado y a las que escribe para compartir sus penas y por el encargo «profético» recibido.   Como Pablo escribía desde la prisión, este Juan escribe desde el destierro o confinamiento a unas comunidades que ya saben de hostilidad y acoso, que ya han tenido mártires (2,13; 6,9) y que ahora se enfrentan a una gran persecución. El autor intenta prevenir y alentar a sus hermanos cristianos para la grave prueba que se avecina (3,10), cuando el emperador exigirá adoración y entrega (13,4.16s; 19,20). ¿A quién se refiere en concreto? Barajando los datos que proporciona el libro, es probable que el autor aluda al emperador Domiciano, quien exigió en todo el imperio honores divinos, «nuestro Dios y Señor», declaró delito capital el rehusar la adoración, y la leyenda lo miró como a un Nerón redivivo (13,3). En este caso, el libro habría sido escrito en la segunda parte de la década de los 90.

Pero su contenido no se agota en la referencia a la coyuntura histórica concreta. Con tal de no tomarlo a la letra ni como trampolín de especulaciones, el libro sigue trasmitiendo un mensaje ejemplar a todas las generaciones de la Iglesia. Las hostilidades comenzadas en el paraíso (Gn 3) no acabarán hasta que se cumpla el final del Apocalipsis, la manifestación plena de nuestro Señor: «Sí, vengo pronto. Amén» (22,20).

 

El Apocalipsis, memoria viva de nuestros mártires. El libro quiere mantener vivo el recuerdo de nuestros mártires (2,13; 6,9-11; 7,9-17; 11,7-10; 13,15; 16,5s; 17,6; 18,24; 20,4), quienes dieron testimonio de su fe al igual que el Cordero degollado; y vencieron gracias a la sangre del Cordero (12,11). El Apocalipsis suscita una tremenda actualidad en algunos contextos de nuestro mundo, especialmente en América Latina, Asia y África, tierras regadas por la sangre del testimonio cristiano. Hacer memoria viva de nuestros mártires constituye uno de los más hondos cometidos del libro. El primer mártir fue Yahshúa el Mesías: el Apocalipsis es el único libro del Nuevo Testamento que lo llama «testigo fidedigno» (1,5; 3,14), en estado absoluto; y tras de él y con él, multitud de mártires, quienes cumplen los preceptos de Dios y conservan el testimonio de Yahshúa (12,17b).

 

El Apocalipsis, un libro-compromiso. El Apocalipsis es una obra subversiva contra los poderes de todo imperio (el romano en la época en que fue escrito, y a continuación, todo imperio opresor y todo sistema imperialista), que persigue y masacra al pueblo empobrecido por no secundar los valores (o contra-valores) que engañosamente presenta. El Apocalipsis no es un escrito evasivo, apto para soñar y desentenderse de la realidad, sino para acrecentar el compromiso de nuestra fe, que debe ser lúcida, libre de esclavitudes y operante en el servicio del amor.

 

El Apocalipsis, el libro de la esperanza de la Iglesia ante el misterio de la iniquidad. El Apocalipsis cristiano no es un libro ingenuo, fantástico, para entretener la imaginación o para dar rienda suelta a los sueños. Está anclado en la más dura realidad; vive en la historia y la padece. El libro ofrece una lúgubre simbología que permite ver el dominio de las fuerzas del mal: la violencia, la injusticia social y la muerte cabalgan a lomos de caballos desbocados (6,3-8). También ofrece cuadros de pesadillas, como el de la plaga de las langostas (9,3-12) y la caballería infernal (9,13-21). Se asombra con pesar de la presencia devastadora del mal en la historia y descubre el origen demoníaco de tantas ramificaciones negativas.

La Iglesia sufre persecución, es martirizada en sus miembros; también la humanidad sufre la opresión de los poderosos. El Apocalipsis está escrito con la sangre de muchas víctimas. ¡Su lectura merece respeto sagrado! Es el libro de la consolación universal. La historia tiene un destino que no acaba ni en el caos, ni en la barbarie, sino felizmente, cumplidamente: el reino de Dios. El libro muestra que ese reino se va haciendo presente en esta tierra de fatigas e irrumpirá en todo su esplendor con el advenimiento de la nueva Jerusalén, y vendrá como don de Dios para premio y consuelo de la Iglesia de todos los tiempos.

 

Contenido. El libro comienza con una grandiosa autopresentación de Yahshúa el Mesías resucitado, Señor y dueño de la historia (1,17s) que tiene un mensaje para la Iglesia universal (20). Este mensaje está contenido en las cartas a las siete Iglesias de Asia (2s), en las que Yahshúa el Mesías conoce y reconoce, reprocha y amonesta, promete y cumple, pide atención e interpela: llamada solemne a la conversión ante la prueba que se avecina. Después de las siete cartas, el tema de conjunto (4–22) es la lucha de la Iglesia con los poderes hostiles. Juan despliega netamente los campos, como sucede en las guerras. El jefe de la Iglesia es Yahshúa el Mesías, tiene sus testigos, sus seguidores «servidores de nuestro Dios» (7,3). Enfrente está Satán que tiene su capital en Babilonia (símbolo de Roma, capital del imperio), con sus agentes y un poder limitado. La lucha va acompañada de impresionantes perturbaciones en el cielo y en la tierra. La concepción apocalíptica impone el dualismo dentro del mundo y de la historia, las antítesis, las oposiciones simétricas de personajes, figuras y escenas, como en un gran drama. La victoria de Yahshúa el Mesías y los suyos es segura, pero pasa por la pasión y la muerte. El Jefe, el Cordero, fue degollado; sus testigos, asesinados (11,1-12); sus siervos han de superar la gran tribulación (7,14). Pero llegará el juicio de la capital enemiga y su caída (17s), la batalla final (19,11-21) y el juicio universal (20,11-15). Después vendrá el final glorioso y gozoso, hacia el cual tiende el curso y el oleaje de la historia. El final de la obra tiene la forma de una boda del Mesías-Cordero con la Iglesia.

 

 

 


Introducción

1

1Revelación que Dios confió a Yahshúa el Mesías para que mostrase a sus siervos lo que va a suceder pronto. Él envió a su ángel para transmitírsela a su siervo Juan, 2quien atestigua que cuanto vio es Palabra de Dios y testimonio de Yahshúa el Mesías. 3Feliz el que lea y felices los que escuchen las palabras de esta profecía y observen lo escrito en ella, porque el tiempo está cerca.

Mensaje a las siete Iglesias: saludo

4De Juan a las siete Iglesias de Asia: les deseo el favor y la paz de parte de Aquel que es, que era y que será, de parte de los siete espíritus que están ante su trono 5y de parte de Yahshúa el Mesías, el testigo fidedigno, el primogénito de los muertos, el Señor de los reyes del mundo.

Al que nos ama y nos libró con su sangre de nuestros pecados, 6e hizo de nosotros un reino, sacerdotes de su Padre Dios, a él la gloria y el poder por los siglos [de los siglos] amén.

7Mira que llega entre las nubes:

todos los ojos lo verán,

también los que lo atravesaron;

y todas las razas del mundo

se darán golpes de pecho por él.

Así es, amén.

8Yo soy el alfa y la omega, dice el Señor Dios, Aquel que es, que era y que será, el Todopoderoso.

Visión de Yahshúa el Mesías

9Yo Juan, hermano de ustedes, con quienes comparto las pruebas, el reino y la paciencia por Yahshúa, me encontraba exilado en la isla de Patmos a causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Yahshúa. 10Un domingo, se apoderó de mí el Espíritu, y escuché detrás de mí una voz potente, como de trompeta, 11que decía: Lo que ves escríbelo en un libro y envíalo a las siete Iglesias: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. 12Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba y al volverme vi siete lámparas de oro 13y en medio de las lámparas una figura humana, vestida de larga túnica, el pecho ceñido de un cinturón de oro; 14cabeza y cabello blancos como la lana blanca o como nieve, los ojos como llama de fuego, 15los pies como de bronce brillante y acrisolado, la voz como el estruendo de aguas torrenciales. 16En su mano derecha sujetaba siete estrellas, de su boca salía una espada afilada de doble filo; su aspecto como el sol brillando con toda su fuerza. 17Al ver esto, caí a sus pies como muerto; pero él, poniéndome encima la mano derecha, me dijo:

—No temas. Yo soy el primero y el último, 18el que vive; estuve muerto y ahora ves que estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y el abismo. 19Escribe lo que viste: lo de ahora y lo que sucederá después. 20Éste es el símbolo de las siete estrellas que viste en mi mano derecha y de las siete lámparas de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete Iglesias, las siete lámparas son las siete Iglesias.


Mensaje a las siete Iglesias: contenido

 

A la Iglesia de Éfeso

2

1Al ángel de la Iglesia de Éfeso escríbele: Esto dice el que sujeta en la mano derecha las siete estrellas, el que camina entre las siete lámparas de oro: 2Conozco tus obras, tus fatigas, tu paciencia, que no toleras a los malvados, que has sometido a prueba a los que se dicen apóstoles sin serlo y has comprobado que son falsos; 3has soportado y aguantado por mi causa sin desfallecer. 4Pero tengo algo contra ti: que has abandonado tu amor del principio. 5Fíjate de dónde has caído, arrepiéntete y haz las obras del principio. De lo contrario, si no te arrepientes, vendré y removeré tu lámpara de su puesto.

6Sin embargo tienes a tu favor esto, que detestas la conducta de los nicolaítas como yo la detesto. 7El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias. Al vencedor le permitiré comer del árbol de la vida que está en el paraíso de Dios.

A la Iglesia de Esmirna

8Al ángel de la Iglesia de Esmirna escríbele: Esto dice el primero y el último, el que estaba muerto y revivió. 9Conozco tu aflicción y tu pobreza, pero eres rico; sé que te injurian los que se dicen judíos y son más bien la sinagoga de Satanás. 10No te asustes por lo que has de padecer; porque el Diablo va a meter en la cárcel a algunos de ustedes y sufrirán durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida. 11El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias. El vencedor no padecerá la segunda muerte.

A la Iglesia de Pérgamo

12Al ángel de la Iglesia de Pérgamo escríbele: Esto dice el que tiene la espada afilada de doble filo. 13Sé que donde tú habitas tiene su trono Satanás. A pesar de todo mantienes mi nombre sin renegar de mí, ni siquiera cuando Antipas, mi testigo fiel, fue asesinado en la ciudad de ustedes, donde habita Satanás. 14Pero tengo algo contra ti: que toleras allí a los que profesan la doctrina de Balaán, que indujo a Balac a poner un tropiezo a los israelitas empujándolos a comer víctimas idolátricas y a cometer inmoralidades sexuales. 15Lo mismo tú toleras a los que profesan la doctrina de los nicolaítas. 16Arrepiéntete; de lo contrario, iré pronto allá para luchar contra ellos con la espada de mi boca. 17El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido, le daré una piedra blanca y grabado en ella un nombre nuevo que sólo conoce el que lo recibe.

A la Iglesia de Tiatira

18Al ángel de la Iglesia de Tiatira escríbele: Esto dice el Hijo de Dios, el que tiene los ojos como llamas de fuego y los pies como bronce lustrado. 19Conozco tus obras, tu amor y tu fe, tu paciencia y tu honradez, tus obras recientes, mejores que las precedentes. 20Pero tengo contra ti que toleras a Jezabel, que se declara profetisa y engaña a mis siervos conduciéndolos a la inmoralidad sexual y a comer carne sacrificada a los ídolos. 21Le he dado tiempo para que se arrepienta, y no quiere arrepentirse de su prostitución. 22Mira, a ella la postraré en cama y a los que cometieron adulterio con ella, si no se arrepienten de su conducta, les enviaré sufrimientos terribles. 23Daré muerte a sus hijos, y sabrán todas las Iglesias que soy yo quien examina entrañas y corazones, para retribuir a cada uno según sus obras. 24A los demás de Tiatira les digo que, si no han aceptado esa doctrina ni aprendido los supuestos secretos de Satanás, no les impondré otra carga. 25Basta que conserven lo que ya tienen hasta que yo vuelva. 26Al vencedor, al que permanezca fiel hasta el final le daré poder sobre las naciones: 27los apacentará con vara de hierro, los quebrará como vaso de arcilla 28–es el poder que recibí de mi Padre–; y le daré la estrella matutina. 29El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias.


A la Iglesia de Sardes

3

1Al ángel de la Iglesia de Sardes escríbele: Así dice el que tiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas: Conozco tus obras: pasas por vivo y estás muerto. 2Vigila y robustece el resto que todavía no ha muerto; porque no encuentro tus obras justas a juicio de mi Dios. 3Recuerda lo que recibiste y escuchaste: obsérvalo y arrepiéntete. Si no estás en vela, vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora llegaré. 4Con todo, tienes en Sardes unos cuantos que no han contaminado sus vestiduras. Vestidos de blanco se pasearán conmigo, porque son dignos. 5También el vencedor se vestirá de blanco y no borraré su nombre del libro de la vida; lo confesaré ante mi Padre y ante mis ángeles. 6El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias.

A la Iglesia de Filadelfia

7Al ángel de la Iglesia de Filadelfia escríbele: Esto dice el Santo, el que dice la verdad, el que tiene la llave de David; el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir: 8Conozco tus obras. Mira, te he puesto delante una puerta abierta que nadie puede cerrar. Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has renegado de mí. 9Mira lo que haré a la sinagoga de Satanás, a los que se dicen judíos sin serlo, porque mienten: haré que salgan a postrarse a tus pies, reconociendo que yo te amo. 10Como tú guardaste mi encargo de perseverar, yo te guardaré en la hora de la prueba, que se echará sobre el mundo entero para probar a los habitantes de la tierra. 11Voy a llegar pronto: conserva lo que tienes para que nadie te arrebate la corona. 12Al vencedor lo haré columna en el templo de mi Dios y no volverá a salir; en ella grabaré el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, de la nueva Jerusalén que baja del cielo desde mi Dios, y mi nombre nuevo. 13El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias.

A la Iglesia de Laodicea

14Al ángel de la Iglesia de Laodicea escríbele: Así dice el Amén, el testigo fidedigno y veraz, el principio de la creación de Dios. 15Conozco tus obras, no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente; 16pero como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. 17Dices que eres rico, que tienes abundancia y no te falta nada; y no te das cuenta de que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo. 18Te aconsejo que me compres oro refinado para enriquecerte, vestidos blancos para cubrirte y no enseñar desnudas tus vergüenzas, y medicina para ungirte los ojos y poder ver. 19A los que amo yo los reprendo y corrijo. Sé fervoroso y arrepiéntete. 20Mira que estoy a la puerta llamando. Si uno escucha mi llamada y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. 21Al vencedor lo haré sentarse en mi trono junto a mí, igual que yo vencí y me senté junto a mi Padre en su trono. 22El que tenga oídos escuche lo que dice el Espíritu a las Iglesias.

 

 


Liturgia celeste

(Ez 1,26-28)

4

1Contemplé después una puerta abierta en el cielo y oí la voz de trompeta que me había hablado al principio: Sube acá y te enseñaré lo que va a suceder después. 2En ese momento se apoderó de mí el Espíritu. Vi un trono colocado en el cielo 3y en él sentado uno cuyo aspecto era de jaspe y cornalina; rodeando al trono brillaba un arco iris como de esmeralda. 4Alrededor del trono había veinticuatro tronos y sentados en ellos veinticuatro ancianos, con vestiduras blancas y coronas de oro en la cabeza. 5Del trono salían relámpagos y se escuchaban truenos. Siete antorchas de fuego ardían ante el trono, los siete espíritus de Dios. 6Delante del trono había como un mar transparente, como cristal. En el centro, rodeando el trono, estaban cuatro seres vivientes cubiertos de ojos por delante y por detrás. 7El primer ser viviente tenía figura de león, el segundo de toro, el tercero tenía rostro humano, el cuarto tenía figura de águila volando. 8Cada uno de los seres vivientes tenía seis alas, cubiertas por dentro y por fuera de ojos. No descansan ni de día ni de noche y dicen: Santo, santo, santo, Señor Dios Todopoderoso, el que era y es y será. 9Cada vez que los seres vivientes daban gloria y honor y gracias al que estaba sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, 10los veinticuatro ancianos se postraban ante el que estaba sentado en el trono, adoraban al que vive por los siglos de los siglos y ponían sus coronas delante del trono diciendo: 11Eres digno, Señor Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque creaste el universo y por tu voluntad fue creado y existió.


 

El Cordero y el libro

5

1A la derecha del que estaba sentado en el trono vi un rollo escrito por delante y por detrás y sellado con siete sellos. 2Vi un ángel poderoso que pregonaba con voz potente: ¿Quién es digno de abrir el rollo y romper sus sellos? 3Nadie en el cielo ni en la tierra ni bajo tierra podía abrir el rollo ni examinarlo. 4Yo lloraba mucho porque nadie era digno de abrir el rollo y examinarlo. 5Pero uno de los ancianos me dijo: No llores; que ha vencido el león de la tribu de Judá, retoño de David: él puede abrir el rollo de los siete sellos.

6Entre el trono y los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos vi que estaba en pie un cordero como sacrificado, con siete cuernos y siete ojos –los [siete] espíritus de Dios enviados por todo el mundo–. 7Se acercó a recibir el rollo de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. 8Cuando lo recibió, los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante el cordero. Cada uno tenía una cítara y una copa de oro llena de perfumes –las oraciones de los santos–. 9Cantaban un cántico nuevo:

Eres digno de recibir el rollo y romper sus sellos,

porque fuiste degollado

y con tu sangre compraste para Dios

hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación;

10hiciste de ellos el reino de nuestro Dios

y sus sacerdotes, y reinarán en la tierra.

11Me fijé y escuché la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los vivientes y los ancianos: eran millones y millones, 12y decían con voz potente:

Digno es el Cordero degollado

de recibir el poder,

la riqueza, el  saber,

la fuerza, el honor,

la gloria y la alabanza.

13Y escuché a todas las criaturas, cuanto hay en el cielo y en la tierra, bajo tierra y en el mar, que decían:

Al que está sentado en el trono y al Cordero

la alabanza y el honor y la gloria y el poder por los siglos de los siglos.

14Los cuatro vivientes respondían Amén y los ancianos se postraban adorando.


Los sellos

6

1Vi al Cordero que abría el primero de los siete sellos y oí a uno de los cuatro vivientes que decía con voz de trueno: Ven. 2Vi un caballo blanco y a su jinete con un arco; le pusieron una corona, y salió vencedor para seguir venciendo.

3Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo viviente que decía: Ven. 4Salió un caballo color fuego; al jinete le encargaron que retirase la paz de la tierra, de modo que los hombres se matasen. Le entregaron una espada enorme.

5Cuando abrió el tercer sello, oí al tercer viviente que decía: Ven. Vi salir un caballo negro y su jinete llevaba una balanza en la mano. 6Oí una voz que salía de entre los cuatro vivientes: Se vende una ración de trigo, por una moneda de plata y tres raciones de cebada también por una moneda de plata; pero no hagas daño al aceite ni al vino.

7Cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto viviente que decía: Ven. 8Vi salir un caballo amarillo; su jinete se llama muerte y los acompaña el que representa el reino de la muerte. Les han dado poder para matar a la cuarta parte de los habitantes del mundo, con la espada, el hambre, la peste y las fieras.

9Cuando abrió el quinto sello, vi con vida debajo del altar a los que habían sido asesinados por la Palabra de Dios y por el testimonio que habían dado. 10Gritaban con voz potente: Señor santo y verdadero, ¿cuándo juzgarás a los habitantes de la tierra y vengarás nuestra sangre? 11Entonces les dieron a cada uno una vestidura blanca y les dijeron que esperaran todavía un poco, hasta que se completase el número de sus hermanos que, en el servicio de El Mesías, iban a ser asesinados como ellos.

12Cuando se abrió el sexto sello, vi que sobrevino un violento terremoto, el sol se volvió negro como ropa de luto, la luna tomó color de sangre, 13las estrellas cayeron del cielo a la tierra, como caen los higos verdes de la higuera sacudida por el huracán. 14El cielo se retiró como un rollo que se enrolla, y todas las montañas e islas se desplazaron de sus puestos. 15Los reyes del mundo, los nobles y los generales, los ricos y poderosos, los esclavos y los hombres libres se escondieron en grutas y cuevas de montes, 16y decían a los montes y peñascos: Caigan sobre nosotros y ocúltennos de la mirada de aquel que se sienta en el trono y de la ira del Cordero. 17Porque ha llegado el día solemne de su ira y, ¿quién podrá resistir?


 

Los que se salvan

7

1Después vi cuatro ángeles de pie en los cuatro puntos cardinales, sujetando los cuatro vientos de la tierra para que no soplasen sobre la tierra, sobre el mar ni sobre los árboles. 2Vi otro ángel que subía desde oriente, con el sello del Dios vivo, y gritaba con voz potente a los cuatro ángeles encargados de hacer daño a la tierra y al mar: 3No hagan daño a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que no sellemos en la frente a los servidores de nuestro Dios. 4Oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil de todas las tribus de Israel:

5De la tribu de Judá doce mil,

de la tribu de Rubén doce mil,

de la tribu de Gad doce mil,

6de la tribu de Aser doce mil,

de la tribu de Neftalí doce mil,

de la tribu de Manasés doce mil,

7de la tribu de Simeón doce mil,

de la tribu de Leví doce mil,

de la tribu de Isacar doce mil,

8de la tribu de Zabulón doce mil,

de la tribu de José doce mil,

de la tribu de Benjamín doce mil marcados con el sello.

9Después vi una multitud enorme, que nadie podía contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua: estaban delante del trono y del Cordero, vestidos con túnicas blancas y con palmas en la mano. 10Gritaban con voz potente: La victoria es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero. 11Todos los ángeles se habían puesto en pie alrededor del trono, de los ancianos y de los cuatro vivientes. Se inclinaron con el rostro en tierra delante del trono y adoraron a Dios 12 diciendo: Amén. Alabanza y gloria, sabiduría y acción de gracias, honor y fuerza y poder a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.

13Uno de los ancianos se dirigió a mí y me preguntó: Los que llevan vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde vienen? Contesté: Tú lo sabes, señor. 14Me dijo: Éstos son los que han salido de la gran tribulación, han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero. 15Por eso están ante el trono de Dios, le dan culto día y noche en su templo, y el que se sienta en el trono habita entre ellos. 16No pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni el calor los molestará, 17porque el Cordero que está en el trono los apacentará y los guiará a fuentes de agua viva. Y Dios secará las lágrimas de sus ojos.


El séptimo sello y el incensario

8

1Cuando abrió el séptimo sello, se hizo en el cielo un silencio de media hora. 2Vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios: les entregaron siete trompetas. 3Otro ángel vino y se colocó junto al altar con un incensario de oro; le dieron incienso abundante para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro, delante del trono. 4De la mano del ángel subió el humo del incienso con las oraciones de los santos hasta la presencia de Dios. 5Después tomó el ángel el incensario, lo llenó con brasas del fuego del altar y lo arrojó a la tierra. Hubo truenos y estampidos, relámpagos y un terremoto.

 

Las siete trompetas

6Los siete ángeles con las siete trompetas se dispusieron a tocarlas. 7El primero dio un toque de trompeta: hubo granizo y fuego mezclados con sangre, que fue arrojado a la tierra. Se quemó la tercera parte de la tierra, junto con la tercera parte de los árboles y toda la hierba verde.

8El segundo ángel dio un toque de trompeta: una montaña enorme se desplomó ardiendo en el mar. La tercera parte del mar se volvió sangre, 9la tercera parte de los seres vivos marinos pereció, y la tercera parte de las naves naufragó.

10El tercer ángel dio un toque de trompeta: cayó del cielo una estrella gigantesca, ardiendo como una antorcha; cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre los manantiales de agua. 11La estrella se llama Ajenjo. Un tercio del agua se volvió ajenjo y muchos hombres que bebieron de esas aguas murieron, porque se habían vuelto amargas.

12El cuarto ángel dio un toque de trompeta: se oscureció la tercera parte del sol, de la luna y de las estrellas, de modo que una tercera parte de todo se oscureció; faltó una tercera parte de la luz del día y lo mismo sucedió con la noche. 13Vi un águila volando por lo más alto del cielo y oí que gritaba muy fuerte: ¡Ay, ay, ay de los habitantes de la tierra cuando suenen las trompetas que van a tocar los otros tres ángeles!


 

 

9

1El quinto ángel dio un toque de trompeta: vi un astro caído del cielo a la tierra, que recibió la llave del calabozo del abismo. 2Abrió el pozo del abismo y subió un humo del pozo, como humo de un horno gigante; el sol y el aire se oscurecieron con el humo del pozo. 3Del humo salieron langostas que se extendieron por la tierra. Y recibieron un poder como el que tienen los escorpiones de la tierra. 4Pero les prohibieron hacer daño a la hierba de la tierra o al pasto o a los árboles. Sólo les permitieron hacer daño a los hombres que no llevaban en la frente el sello de Dios; 5no para matarlos, sino para atormentarlos cinco meses. El tormento es como el de un hombre picado por un escorpión. 6En aquel tiempo los hombres buscarán en vano la muerte, desearán morir, y la muerte huirá de ellos. 7Las langostas se parecen a caballos preparados para la batalla; llevan en la cabeza coronas como de oro, tienen rostro como de hombres, 8cabello como de mujer, sus dientes como de león. 9Llevan corazas como de hierro. El rumor de sus alas es como el fragor de muchos carros de caballos corriendo a la batalla. 10Tienen colas como de escorpión, como aguijones, y en la cola poder para hacer daño a los hombres por cinco meses. 11Su rey es el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón y en griego Apolión. 12Pasó el primer ay; atención, que detrás llega el segundo.

13El sexto ángel dio un toque de trompeta: escuché una voz que salía de los cuatro salientes del altar de oro que está delante de Dios 14y decía al sexto ángel que tenía la trompeta: Suelta a los cuatro ángeles encadenados junto al río Grande –el Éufrates–. 15Soltaron a los cuatro ángeles, que estaban preparados para una hora de un día de un mes de un año, para matar a una tercera parte de la humanidad. 16Oí el número de los escuadrones de caballería: doscientos millones. 17Éste es el aspecto que vi de los caballos y sus jinetes: llevaban corazas de fuego, color jacinto, y azufre. Las cabezas de los caballos como de leones; de las bocas salía fuego y humo y azufre. 18Por esas tres plagas que salían de su boca, fuego y humo y azufre, pereció una tercera parte de la humanidad.

19Los caballos tienen su fuerza en la boca y en la cola. Sus colas parecen serpientes con cabezas y con ellas hieren. 20El resto de los hombres que no murieron por estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos: no dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata y bronce, de piedra y madera, que ni ven ni oyen ni caminan. 21No se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus brujerías, ni de sus inmoralidades sexuales ni de sus robos.


 

El pequeño libro

10

1Vi otro ángel poderoso bajando del cielo, envuelto en una nube, con el arco iris sobre la cabeza; su rostro como el sol, sus piernas como columnas de fuego. 2Tenía en la mano un pequeño libro abierto. Apoyó el pie derecho en el mar y el izquierdo en tierra firme 3y gritó con voz potente, como ruge un león. Cuando gritó, hablaron con su voz los siete truenos. 4Cuando los siete truenos hablaron, me dispuse a escribir. Pero oí una voz del cielo que me decía: Guarda en secreto lo que dijeron los siete truenos y no lo escribas. 5El ángel que vi de pie sobre el mar y la tierra firme alzó la mano derecha hacia el cielo 6y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y cuanto contiene, la tierra y cuanto contiene, el mar y cuanto contiene: que ya no queda tiempo; 7que, cuando suene el toque de trompeta del séptimo ángel, se cumplirá el plan secreto de Dios, como anunció a sus siervos los profetas.

8La voz celeste que había oído me dirigió de nuevo la palabra: Anda, toma el pequeño libro que tiene abierto en la mano el ángel plantado sobre el mar y la tierra firme.

9Me dirigí al ángel y le pedí que me entregara el pequeño libro. Me dice: Toma y cómelo, que en la boca te sabrá dulce como miel y amargo en el estómago. 10Tomé el pequeño libro de mano del ángel y lo comí: en la boca era dulce como miel; pero cuando lo tragué, sentí amargo el estómago. 11Me dicen: Tienes que profetizar de nuevo sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.


 

 

 

 

Los dos testigos

11

1Me entregaron una caña semejante a una vara de medir y me ordenaron: Levántate y mide el templo de Dios y el altar y cuenta a los que adoran en él. 2El atrio exterior del templo exclúyelo de la medida, porque se entrega a los paganos, que pisotearán la Ciudad Santa cuarenta y dos meses. 3 Enviaré a mis dos testigos, que, vestidos con hábitos de penitencia, profetizarán mil doscientos sesenta días. 4Son los olivos y las dos lámparas que están ante el Señor del mundo. 5Si alguien intenta hacerles daño, echarán por la boca un fuego que consumirá a sus enemigos. Así ha de morir quien intente hacerles daño. 6Ellos tienen poder para cerrar el cielo, de modo que no llueva mientras ellos profetizan, y poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y poder sobre la tierra para herirla con plagas cuando quieran. 7Cuando terminen su testimonio, la fiera que sube del abismo les declarará guerra, los derrotará y los matará. 8Sus cadáveres quedarán tendidos en la calle de la Gran Ciudad que lleva el nombre simbólico de Sodoma y Egipto, donde fue crucificado su Señor. 9Durante tres días y medio, gente de diversos pueblos, razas, lenguas y naciones vigilarán sus cadáveres y no permitirán que los sepulten. 10Los habitantes del mundo se alegrarán de su derrota, y lo festejarán enviándose mutuamente regalos, porque aquellos dos profetas atormentaban a los habitantes del mundo. 11Pasados los tres días y medio, el aliento de vida de Dios penetró en ellos, y se pusieron en pie. Los que lo vieron se llenaron de terror 12y oyeron una voz potente, del cielo, que les decía: Suban acá. Subieron en una nube al cielo mientras sus enemigos los miraban.

13En aquel momento sobrevino un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó y murieron en el terremoto siete mil personas. Los restantes se aterrorizaron y confesaron la gloria del Dios del cielo. 14Pasó el segundo ay; mira que pronto llega el tercero.

La séptima trompeta

15El séptimo ángel dio un toque de trompeta: voces potentes resonaron en el cielo: Ha llegado el reinado en el mundo de nuestro Señor y de su Mesías y reinará por los siglos de los siglos. 16Los veinticuatro ancianos sentados en sus tronos delante de Dios se inclinaron hasta el suelo y adoraron a Dios 17diciendo:

Te damos gracias, Señor, Dios Todopoderoso,

el que es y el que era,

porque has asumido el poder supremo y el reinado.

18Los paganos se habían enfurecido,

pero llegó el tiempo de tu ira,

la hora de juzgar a los muertos

y de dar el premio a tus siervos los profetas,

a los consagrados, a los que respetan tu Nombre, pequeños y grandes;

la hora de destruir a los que destruyen la tierra.

La mujer y el dragón

19En ese momento se abrió el templo de Dios que está en el cielo y apareció en el templo el arca de su alianza. Hubo relámpagos, estampidos, truenos, un terremoto y una fuerte granizada.


 

 

12

1Una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol, la luna bajo los pies y en la cabeza una corona de doce estrellas. 2Estaba encinta y gritaba de dolor en el trance del parto. 3Apareció otra señal en el cielo: un dragón rojo enorme, con siete cabezas y diez cuernos y siete turbantes en las cabezas. 4Con la cola arrastraba la tercera parte de los astros del cielo y los arrojaba a la tierra. El dragón estaba frente a la mujer que iba a dar a luz, dispuesto a devorar a la criatura en cuanto naciera. 5Dio a luz a un hijo varón, que ha de apacentar a todas las naciones con vara de hierro. El hijo fue arrebatado hacia Dios y hacia su trono. 6La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para sustentarla mil doscientos sesenta días.

7Se declaró la guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; el dragón luchaba asistido de sus ángeles; 8pero no vencía, y perdieron su puesto en el cielo. 9El dragón gigante, la serpiente primitiva, llamada Diablo y Satanás, que engañaba a todo el mundo, fue arrojado a la tierra con todos sus ángeles. 10Escuché en el cielo una voz potente que decía:

Ha llegado la victoria, el poder y el reinado de nuestro Dios

y la autoridad de su El Mesías;

porque ha sido expulsado el que acusaba a nuestros hermanos,

el que los acusaba día y noche ante nuestro Dios.

11Ellos lo derrotaron con la sangre del Cordero

y con su testimonio, porque despreciaron la vida hasta morir.

12Por eso que se alegren los cielos, y sus habitantes.

Pero, ¡Ay de la tierra y del mar!,

porque el Diablo ha bajado hasta ustedes,

enfurecido, porque sabe que le queda poco tiempo.

13Cuando vio el dragón que había sido arrojado en tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. 14A la mujer le dieron las dos alas del águila gigante, para que volase a su puesto en el desierto, donde la sustentarán un año y dos años y medio año, lejos de la serpiente. 15La serpiente echó por la boca agua como un río detrás de la mujer, para arrastrarla en la corriente. 16Pero la tierra auxilió a la mujer abriendo la boca y bebiendo el río que había echado por la boca el dragón. 17Enfurecido el dragón con la mujer, se alejó a pelear con el resto de sus descendientes, los que cumplen los preceptos de Dios y conservan el testimonio de Yahshúa. 18Y se detuvo a la orilla del mar.


 

Las dos fieras

(Dn 7)

13

1Vi salir del mar una fiera con diez cuernos y siete cabezas; en los cuernos diez turbantes y en las cabezas títulos blasfemos. 2La fiera de la visión parecía un leopardo, con patas como de oso y boca como de león. El dragón le delegó su poder, su trono y una autoridad grande. 3Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero la herida mortal se sanó. Todo el mundo admirado seguía a la fiera y adoraba al dragón que dio su autoridad a la fiera; 4y adoraban a la fiera diciendo: ¿Quién se mide con la fiera?, ¿quién podrá luchar con ella? 5Le permitieron decir cosas arrogantes y blasfemas, le dieron autoridad para actuar cuarenta y dos meses. 6Abrió la boca blasfemando de Dios, blasfemando de su Nombre y su morada y de los que habitan en el cielo. 7Le permitieron hacer la guerra a los santos y vencerlos; le dieron autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. 8La adorarán todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están registrados desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado. 9El que tenga oídos que escuche: 10El destinado al cautiverio irá cautivo, el destinado a la espada a espada morirá. ¡Aquí se pondrá a prueba la perseverancia y la fe de los santos!

11Vi subir de la tierra otra fiera, con dos cuernos como de cordero, que hablaba como un dragón. 12Ejercía toda la autoridad de la primera fiera en su presencia, y obligaba a todos los habitantes de la tierra a adorar a la primera fiera, cuya herida mortal se había sanado. 13Hace grandes señales: hace caer rayos del cielo a la tierra en presencia de los hombres. 14Engaña a los habitantes de la tierra con las señales que le permiten hacer delante de la fiera. Manda a los habitantes de la tierra fabricar una imagen de la fiera herida a espada y todavía viva. 15Le permitieron infundir aliento en la imagen de la fiera, de modo que la imagen de la fiera hablara e hiciera morir a los que no adoraban la imagen de la fiera. 16A todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, hace que les pongan una marca en la mano derecha o en la frente; 17de modo que el que no lleve la marca con el nombre de la fiera o con los numerales de su nombre no pueda comprar ni vender. 18¡Aquí se pondrá a prueba el talento! El que tenga inteligencia que calcule el número de la fiera; es número de una persona y equivale a 666.


 

Los salvados

14

1Vi al Cordero que estaba en el monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban su nombre y el nombre del Padre grabado en la frente. 2Oí un ruido en el cielo: como ruido de aguas torrenciales, como ruido de muchos truenos, el ruido que oí era como el de muchos arpistas tocando sus arpas. 3Cantan un cántico nuevo delante del trono, delante de los cuatro vivientes y de los ancianos. Nadie podía aprender el cántico fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil rescatados de la tierra. 4Son los que no se han contaminado con mujeres y se conservan vírgenes. Éstos acompañan al Cordero por donde vaya. Han sido rescatados de la humanidad como primicias para Dios y para el Cordero. 5En su boca no hubo mentira: son intachables.

 

La hora del juicio

6Vi otro ángel volando por lo más alto del cielo llevando la Buena Noticia eterna, para anunciarla a los que residen en la tierra, a toda nación, raza, lengua y pueblo. 7Él proclamaba con voz potente: Respeten a Dios y denle gloria, porque ha llegado la hora de su juicio. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales.

8Un segundo ángel lo acompañaba diciendo: Cayó, cayó la gran Babilonia, la que embriagaba a todas las naciones con el vino furioso de su prostitución.

9Un tercer ángel los acompañaba diciendo a grandes voces: El que adore a la fiera y a su imagen, el que acepte su marca en la frente o en la mano 10habrá de beber el vino de la cólera de Dios vertido sin mezcla en la copa de su ira; será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero. 11El humo del tormento se eleva por los siglos de los siglos. No tienen descanso de día ni de noche los que adoran a la fiera y a su imagen, los que reciben la marca de su nombre. 12¡Aquí está la constancia de los santos, que observan los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Yahshúa! 13Oí una voz celeste que decía: Escribe: Felices los que en adelante mueran fieles al Señor. Sí –dice el Espíritu– descansarán de sus fatigas porque sus obras los acompañan. 14Vi una nube blanca y en la nube sentada una figura humana, con una corona de oro en la cabeza y en la mano una hoz afilada.

15Salió otro ángel del templo y gritó en voz alta al que estaba sentado en la nube: Mete la hoz y siega porque llegó la hora de la siega, cuando la cosecha de la tierra está bien madura. 16El que estaba sentado en la nube metió la hoz en la tierra y la tierra quedó segada.

17Salió otro ángel del templo del cielo, también él con una hoz afilada.

18Salió otro ángel de junto al altar, el que controla el fuego, y dijo a grandes voces al de la hoz afilada: Mete la hoz afilada y vendimia las uvas de la vid de la tierra, porque los racimos están maduros. 19El ángel metió la hoz en la tierra y vendimió la vid de la tierra y echó las uvas en la cuba grande de la ira de Dios. 20Pisaron la cuba fuera de la ciudad y se desbordó la sangre de la cuba, que llegó a la altura del freno de los caballos en un radio de trescientos kilómetros.


 

Las siete últimas plagas

15

1Vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que llevan las siete últimas plagas, en las que se agota la ira de Dios. 2Vi una especie de mar transparente veteado de fuego. Los que habían vencido a la fiera, a su imagen y al número de su nombre estaban junto al mar transparente con las cítaras de Dios. 3Cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero:

Grandes y admirables son tus obras,

Señor Dios Todopoderoso;

justos y acertados tus caminos,

Rey de las naciones.

4¿Quién no te respetará, Señor,

quién no dará gloria a tu nombre?

Tú sólo eres santo,

y todas las naciones vendrán

a adorarte en tu presencia,

porque se han revelado

tus decisiones.

5Después vi cómo se abría el templo, la tienda del testimonio en el cielo. 6Del templo salieron los siete ángeles de las siete plagas, vestidos de lino puro resplandeciente, ceñida la cintura con cinturones de oro. 7Uno de los cuatro vivientes entregó a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios que vive por los siglos de los siglos. 8El templo se llenó de humo por la gloria y el poder de Dios, y nadie podía entrar en el templo hasta que se completaron las siete plagas de los siete ángeles.


 

Las copas de la ira

16

1Oí una voz potente que salía del templo y decía a los siete ángeles: Vayan a derramar a la tierra las siete copas de la ira de Dios.

2Salió el primero y derramó su copa en la tierra: a los que llevaban la marca de la fiera les salieron úlceras malignas y graves.

3El segundo derramó su copa en el mar: Se convirtió en sangre como de muerto, y murieron todos los seres vivientes del mar.

4El tercero derramó su copa en los ríos y manantiales y se convirtieron en sangre. 5Oí que el ángel de las aguas decía: Justa es tu sentencia, oh Santo, el que eres y el que eras, 6porque derramaron la sangre de santos y profetas; les darás a beber sangre como se merecen. 7Y oí decir al altar: Sí, Señor, Dios Todopoderoso, tus sentencias son justas y acertadas.

8El cuarto derramó su copa en el sol, y le permitieron quemar a los hombres con fuego. 9Los hombres se quemaron terriblemente y blasfemaron del nombre de Dios, que controla estas plagas; pero no se arrepintieron dando gloria a Dios.

10El quinto derramó su copa sobre el trono de la fiera: su reino quedó en tinieblas, y se mordían la lengua de dolor. 11Blasfemaron del Dios del cielo por sus úlceras y dolores; pero no se arrepintieron de sus acciones.

12El sexto derramó su copa en el río Grande –el Éufrates–: su agua se secó para abrir paso a los reyes de oriente. 13Vi salir de la boca del dragón, de la boca de la fiera y de la boca del falso profeta tres espíritus inmundos como sapos. 14Son los espíritus de demonios que hacen señales y se dirigen a los reyes del mundo y los reúnen para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso. 15¡Atención, que llego como ladrón! Dichoso el que vela y guarda sus vestidos; así no tendrá que pasear desnudo enseñando sus vergüenzas. 16Los reunió en un lugar llamado en hebreo Har-Maggedon.

17El séptimo derramó su copa en el aire. Del templo y del trono salió una voz potente que decía: ¡Se terminó! 18Hubo relámpagos, estampidos y truenos; hubo un gran terremoto como no lo ha habido desde que hay hombres en la tierra; así de violento era el terremoto. 19La Gran Ciudad se partió en tres y se derrumbaron las ciudades de las naciones. Dios se acordó de Babilonia la Grande y le hizo beber la copa de la ira de su cólera. 20Huyeron todas las islas y no quedaron montañas. 21Granizo gigantesco como talentos cayó del cielo sobre los hombres. Los hombres blasfemaron de Dios por la plaga de granizo, que era una plaga terrible.


 

El juicio de la gran prostituta

17

1Uno de los siete ángeles que tenían las siete copas se acercó a mí y me dirigió la palabra: Ven que te muestre el castigo de la gran prostituta, sentada a la orilla de los grandes ríos 2con la que fornicaron los reyes del mundo, y con el vino de su prostitución se embriagaron los habitantes del mundo. 3Me trasladó en éxtasis a un desierto. Allí vi una mujer cabalgando una fiera color escarlata, cubierta de títulos blasfemos, con siete cabezas y diez cuernos. 4La mujer vestía de púrpura y escarlata, enjoyada de oro, piedras preciosas y perlas. En la mano sostenía una copa de oro llena de las obscenidades e impurezas de su fornicación. 5En la frente llevaba un título secreto: Babilonia la Grande, madre de las prostitutas y las obscenidades de la tierra. 6Vi a la mujer emborrachada con la sangre de los santos y la sangre de los testigos de Yahshúa. Me llené de estupor a su vista.

7El ángel me dijo: ¿De qué te admiras? Te explicaré el secreto de la mujer y de la fiera que la soporta, la de las siete cabezas y los diez cuernos. 8La fiera que viste existió y ya no existe, pero va a subir del abismo para ser aniquilada. Los habitantes del mundo cuyos nombres no están escritos desde el principio del mundo en el libro de la vida se asombrarán al ver que la fiera existió y no existe y se va a presentar. 9¡Aquí se pondrá a prueba el talento del perspicaz! Las siete cabezas son siete colinas, donde está entronizada la mujer. Son también siete reyes: 10Cinco han caído, uno está reinando, otro no ha llegado aún; cuando venga, durará poco. 11La fiera que existía y no existe ocupa el octavo puesto, aunque es uno de los siete, y será destruido. 12Los diez cuernos que viste son diez reyes que todavía no reinan; pero durante una hora compartirán con la fiera la autoridad. 13Tienen un solo propósito y someten su poder y autoridad a la fiera. 14Lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los derrotará, porque es señor de señores y rey de reyes, y los que él ha llamado son elegidos y leales. 15Añadió: los ríos que viste, donde está sentada la prostituta, son pueblos, multitudes, naciones y lenguas. 16Los diez cuernos que viste y la fiera aborrecerán a la prostituta, la dejarán arrasada y desnuda, se comerán su carne y la quemarán. 17Porque Dios los ha movido a ejecutar su designio, aunando propósitos y sometiendo sus reinos a la fiera, hasta que se cumplan los planes de Dios. 18La mujer que viste es la gran capital, soberana de los reyes del mundo.


 

Caída de Babilonia

18

1Después vi bajar del cielo a otro ángel, con gran autoridad, y la tierra se deslumbró con su resplandor. 2Gritó con voz potente: ¡Cayó, cayó la Gran Babilonia! Se ha vuelto morada de demonios, guarida de toda clase de espíritus inmundos, guarida de toda clase de aves impuras y repugnantes, 3porque todas las naciones han bebido del vino furioso de su prostitución, y los reyes del mundo han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo fastuoso. 4Oí otra voz celeste que decía: Pueblo mío, salgan de ella, para no ser cómplice de sus pecados y no sufrir sus castigos. 5Porque sus pecados se apilan hasta el cielo, y el Señor tiene en cuenta sus crímenes. 6Páguenle en su misma moneda, denle el doble por sus acciones; la copa en que preparó sus mezclas llénenla el doble; 7cuanto fue su derroche y su lujo dénselo de pena y tormento. Se decía: Tengo un trono de reina; no quedaré viuda ni pasaré penalidades. 8Por eso, en un día le llegarán sus plagas: matanza, duelo y hambre, y la incendiarán; porque el Señor Dios que la condena es poderoso.

9Por ella llorarán y harán duelo los reyes del mundo que con ella fornicaron y se dieron al lujo, cuando vean el humo de su incendio, 10y desde lejos, por miedo a su tormento, dirán: ¡Ay, ay de la Gran Ciudad, Babilonia la poderosa, que en una hora se cumplió tu sentencia!

11Los comerciantes del mundo llorarán y harán duelo por ella, porque ya nadie compra su mercancía: 12oro y plata, piedras preciosas y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, maderas aromáticas, objetos de marfil, instrumentos de maderas preciosas, de bronce, hierro y mármol, 13canela y especias, perfumes, mirra e incienso, vino y aceite, flor de harina y trigo, vacas y ovejas, caballos, carros, esclavas y esclavos. 14La ganancia que codiciabas se te escapó, tu refinamiento y esplendor los has perdido y no los volverás a encontrar. 15Los comerciantes en esos productos, que se enriquecían con ella, se mantendrán a distancia por miedo a sus tormentos, llorarán y harán duelo 16diciendo: ¡Ay, ay de la Gran Ciudad, que se vestía de lino, púrpura y escarlata, que se enjoyaba con oro, piedras preciosas y perlas! 17Tanta riqueza arrasada en una hora.

Todos los pilotos y navegantes, marineros y traficantes marinos se quedarán lejos y, al ver el humo de su incendio, 18gritarán: ¿Quién como la Gran Ciudad? 19Se echarán polvo a la cabeza, llorarán y harán duelo gritando: ¡Ay, ay de la Gran Ciudad, de cuya abundancia se enriquecían los que navegan por el mar; que en una hora ha sido arrasada! 20Alégrense por ella, cielos, santos y apóstoles y profetas, porque, al condenarla a ella, Dios les ha hecho justicia.

21Después un ángel poderoso levantó una piedra como una rueda de molino y la arrojó al mar diciendo: Así será arrojada con ímpetu Babilonia, la Gran Ciudad, y no se la encontrará más. 22No se escuchará en ti sonido de cítaras, cantores, flautistas y trompetas; no habrá allí artesanos de ningún oficio; no se oirá en ti el ruido del molino 23ni brillará en ti la luz de la lámpara, ni se oirá en ti la voz del novio y de la novia. Tus mercaderes eran grandes del mundo, con tus hechicerías se extraviaron todas las naciones, 24en ella se derramó la sangre de profetas y santos y de todos los asesinados en el mundo.


 

 

19

1Después escuché en el cielo un rumor como de una gran multitud que decía: ¡Aleluya! A nuestro Dios corresponden la victoria y la gloria y el poder, 2porque son justas y acertadas sus sentencias. Porque ha condenado a la gran prostituta que corrompió al mundo con sus inmoralidades y le ha exigido cuentas de la sangre de sus servidores. 3Y repitieron: ¡Aleluya! El humo de ella asciende por los siglos de los siglos.

4Los veinticuatro ancianos y los cuatro vivientes se postraron y adoraron al Dios sentado en el trono y dijeron: ¡Amén, aleluya!

La boda del Cordero

5Del trono salió una voz que decía: Alaben a nuestro Dios, todos sus siervos y fieles, pequeños y grandes. 6Y escuché un rumor como de una gran multitud, como ruido de aguas torrenciales, como fragor de truenos muy fuertes: ¡Aleluya ya reina el Señor, Dios [nuestro] Todopoderoso! 7Alegrémonos, regocijémonos y demos gloria a Dios, porque ha llegado la boda del Cordero, y la novia está preparada. 8La han vestido de lino puro, resplandeciente –el lino son las obras buenas de los santos–.

9Me dijo: Escribe: Dichosos los convidados a las bodas del Cordero y añadió: Son palabras auténticas de Dios. 10Caí a sus pies en adoración. Pero me dijo: ¡No lo hagas! Soy siervo como tú y como tus hermanos que mantienen el testimonio de Yahshúa. A Dios has de adorar –el testimonio de Yahshúa es el espíritu profético–.

 

El jinete victorioso

(Is 63)

11Vi el cielo abierto y allí un caballo blanco. Su jinete [se llama] Fiel y Verdadero, Justo en el gobierno y en la guerra. 12Sus ojos son llama de fuego, en la cabeza lleva muchas diademas. Lleva grabado un nombre que solamente él conoce. 13Se envuelve en un manto empapado en sangre. Su nombre es la Palabra de Dios. 14Las tropas celestes lo siguen cabalgando blancos caballos, vestidos de lino blanco limpio. 15De su boca sale una espada afilada para herir a las naciones. Los apacentará con vara de hierro y pisará la cuba del vino de la ardiente ira de Dios Todopoderoso. 16En el manto y sobre el muslo lleva escrito un título: Rey de reyes y Señor de señores.

17Vi un ángel de pie sobre el sol, que gritaba a todas las aves que vuelan por el cielo: Vengan, reúnanse para el gran banquete de Dios. 18Comerán carne de reyes, carne de generales, carne de poderosos, carne de caballos con sus jinetes, carne de libres y esclavos, de pequeños y grandes. 19Vi que la fiera y los reyes del mundo con sus tropas se reunían para luchar contra el jinete y su tropa. 20Cayó prisionera la fiera y con ella el falso profeta que, haciendo señales ante ella, engañaba a los que aceptaban la marca de la fiera y a los que adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al foso de fuego y azufre ardiente. 21Los demás fueron ejecutados con la espada del jinete, la que sale de su boca. Y todas las aves se cebaron en sus carnes.


 

El gran milenio

20

1Vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del abismo y una enorme cadena en la mano. 2Sujetó al dragón, la serpiente primitiva, que es el Diablo y Satanás, lo encadenó por mil años 3y lo arrojó al abismo. Cerró y selló por fuera, para que no extravíe a las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después lo han de soltar por breve tiempo.

4Vi unos tronos, y sentados en ellos los encargados de juzgar; vi también las almas de los que habían sido decapitados por el testimonio de Yahshúa y la Palabra de Dios, los que no adoraron a la fiera ni su imagen, los que no aceptaron su marca ni en la frente ni en la mano. Vivieron y reinaron con El Mesías mil años. 5Los demás muertos no revivieron hasta pasados los mil años. Ésta es la resurrección primera. 6Dichoso y santo el que tome parte en la resurrección primera. No tendrá poder sobre ellos la muerte segunda, sino que serán sacerdotes de Dios y de El Mesías y reinarán con él mil años. 7Pasados los mil años soltarán de la prisión a Satanás, 8y saldrá a extraviar a las naciones en las cuatro partes del mundo, a Gog y a Magog. Los reunirá para la batalla, innumerables como la arena del mar. 9Avanzarán sobre la anchura de la tierra y cercarán la fortaleza de los santos y la ciudad amada. Pero caerá un rayo del cielo que los consumirá. 10El Diablo que los había engañado fue arrojado al foso de fuego y azufre, con la fiera y el falso profeta: allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

El juicio

11Vi un trono grande y blanco y a uno sentado en él. De su presencia huyeron la tierra y el cielo sin dejar rastro. 12Vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante el trono. Se abrieron los libros, y se abrió también el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados por sus obras, según lo escrito en los libros. 13El mar devolvió sus muertos. Muerte y abismo devolvieron sus muertos, y cada uno fue juzgado según sus obras. 14Muerte y abismo fueron arrojados al foso de fuego –ésta es la muerte segunda, el foso de fuego–. 15Quien no esté inscrito en el libro de la vida será arrojado al foso de fuego.


 

Cielo nuevo y tierra nueva

21

1Vi un cielo nuevo y una tierra nueva. El primer cielo y la primera tierra habían desaparecido, el mar ya no existe. 2Vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, bajando del cielo, de Dios, preparada como novia que se arregla para el novio. 3Oí una voz potente que salía del trono: Mira la morada de Dios entre los hombres: habitará con ellos; ellos serán su pueblo y Dios mismo estará con ellos. 4Les secará las lágrimas de los ojos. Ya no habrá muerte ni pena ni llanto ni dolor. Todo lo antiguo ha pasado. 5El que estaba sentado en el trono dijo: Mira, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, que estas palabras mías son verdaderas y dignas de fe. 6Y me dijo: Se terminó. Yo [soy] el alfa y la omega, el principio y el fin. Al sediento le daré a beber gratuitamente del manantial de la vida. 7El vencedor heredará todo esto. Yo seré su Dios y él será mi hijo. 8En cambio, los cobardes y desconfiados, los depravados y asesinos, los lujuriosos y hechiceros, los idólatras y embusteros de toda clase tendrán su lote en el foso de fuego y azufre ardiente –que es la muerte segunda–.

La nueva Jerusalén

(Is 54,11s; 60,10-18; Ez 40–48)

9Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas plagas y me habló así: Ven que te enseñaré la novia, la esposa del Cordero.

10Me trasladó en éxtasis a una montaña grande y elevada y me mostró la Ciudad Santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, de Dios, 11resplandeciente con la gloria de Dios. Brillaba como piedra preciosa, como jaspe cristalino. 12Tenía una muralla grande y alta, con doce puertas y doce ángeles en las puertas, y grabados [los nombres] de las doce tribus de Israel. 13A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, a occidente tres puertas. 14La muralla de la ciudad tiene doce piedras de cimiento, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15El que hablaba conmigo tenía una caña de medir de oro, para medir la ciudad y las puertas y la muralla. 16La ciudad tiene un trazado cuadrangular, igual de ancho que de largo. 17Midió con la caña la ciudad: doce mil estadios: igual en longitud, anchura y altura. Midió la muralla: ciento cuarenta y cuatro codos, en la medida humana que usaba el ángel. 18El aparejo de la muralla era de jaspe, la ciudad de oro puro, límpido como cristal. 19Los cimientos de la muralla de la ciudad están adornados con piedras preciosas. El primer cimiento de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de calcedonia, el cuarto de esmeralda, 20el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisopraso, el undécimo de turquesa, el duodécimo de amatista. 21Las doce puertas son doce perlas, cada puerta una sola perla. Las calles de la ciudad pavimentadas de oro puro, límpido como cristal. 22No vi en ella templo alguno, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo. 23La ciudad no necesita que la ilumine el sol ni la luna, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero. 24A su luz caminarán las naciones, y los reyes del mundo le llevarán sus riquezas. 25Sus puertas no se cerrarán de día. No existirá en ella la noche. 26Le traerán la riqueza y el esplendor de las naciones. 27No entrará en ella nada profano, ni depravados ni mentirosos; sólo entrarán los inscritos en el libro de la vida del Cordero.


 

22

1Me mostró un río de agua viva, brillante como cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. 2En medio de la plaza y en los márgenes del río crece el árbol de la vida, que da fruto doce veces: cada mes una cosecha, y sus hojas son medicinales para las naciones. 3No habrá allí nada maldito. En ella se encontrará el trono de Dios y del Cordero. Sus siervos lo adorarán 4y verán su rostro y llevarán en la frente su nombre. 5Allí no habrá noche. No les hará falta luz de lámpara ni luz del sol, porque los ilumina el Señor Dios, y reinarán por los siglos de los siglos.

Venida de El Mesías

6Me dijo: Estas palabras son verdaderas y fidedignas. El Señor, Dios de los espíritus proféticos, envió a su ángel para mostrar a sus siervos lo que ha de suceder en breve. 7Mira que llego pronto. Dichoso el que guarde las palabras proféticas de este libro.

8Yo soy Juan, el que ha oído y visto esto. Al escuchar y mirar, me postré a los pies del ángel que me lo enseñaba para adorarlo. 9Pero él me dijo: ¡No lo hagas! que soy siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que guardan las palabras de este libro. A Dios has de adorar. 10Me añadió: No ocultes las palabras proféticas de este libro, porque su plazo está próximo. 11El malvado que siga en su maldad y el impuro en su impureza, el honrado en su honradez y el santo en su santidad. 12Yo llegaré pronto llevando la paga para dar a cada uno lo que merecen sus obras. 13Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin. 14Dichosos los que lavan sus vestidos, porque tendrán a su disposición el árbol de la vida y entrarán por las puertas en la ciudad. 15Fuera quedarán los invertidos, hechiceros, lujuriosos, asesinos, idólatras, los que aman y practican la mentira. 16Yo, Yahshúa, envié a mi ángel a ustedes con este testimonio acerca de las Iglesias. Yo soy el retoño que desciende de David, el astro brillante de la mañana.

17El Espíritu y la novia dicen: Ven. El que escuche diga: Ven. Quien tenga sed venga, quien quiera recibirá sin que le cueste nada agua de vida. 18Yo amonesto a los que escuchan las palabras proféticas de este libro: Si alguien añade algo, Dios le añadirá las plagas escritas en este libro. 19Si alguien quita algo de las palabras proféticas de este libro, Dios le quitará su participación en el árbol de la vida y en la Ciudad Santa, que se describen en este libro.

20El que atestigua todo esto dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven, Señor Yahshúa. 21La gracia del Señor Yahshúa esté con todos. [[Amén.]]

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