CARTA RESTAURADA A LOS HEBREOS

 

HEBREOS

Introducción

Carta. Más que una carta, este escrito parece una homilía pronunciada ante unos oyentes o un tratado doctrinal que interpela a sus lectores. No cuenta con la clásica introducción epistolar compuesta por el saludo, la acción de gracias y la súplica; su conclusión es escueta y muy formal. Su autor ha empleado recursos de una elegante oratoria, como las llamadas de atención y el cuidadoso movimiento entre el sujeto plural y el singular en la exhortación, características propias de un discurso entonado.

 

De Pablo. Ya en la antigüedad se dudó sobre su autenticidad paulina y tardó en imponerse como carta salida de la pluma del Apóstol. Las dudas persistieron, no obstante, hasta convertirse hoy en la casi certeza de que el autor no es Pablo, sino un discípulo anónimo suyo. Las razones son muchas: faltan, por ejemplo, las referencias personales; el griego que utiliza es más puro y elegante, como si fuera la lengua nativa del autor; el estilo es sosegado, expositivo, y carece de la pasión, movimiento y espontaneidad propios del Apóstol.

 

A los hebreos. La tradición ha afirmado que los destinatarios eran los «hebreos», o sea, los judíos convertidos al cristianismo. Y ésa sigue siendo la opinión más aceptada hoy en día. La carta cita y comenta continuamente el Antiguo Testamento; a veces alude a textos que supone conocidos. En ella se puede apreciar a una comunidad que atraviesa un momento de desaliento ante el ambiente hostil de persecución que la rodea. El entusiasmo primero se ha enfriado y, con ello, la práctica cristiana. La nostalgia del esplendor de la liturgia del Templo de Jerusalén, que se desarrolla alrededor del sacerdocio judío, está poniendo en peligro una vuelta al judaísmo, a sus instituciones y a su culto.  

 

Fecha y lugar de composición de la carta. La fecha de composición es discutida. Algunos piensan que la carta es anterior a la destrucción de Jerusalén (año 70), pues el autor parece insinuar que el culto judío todavía se desarrolla en el Templo (10,1-3). Otros apuntan a una fecha posterior, cuyo tope sería el año 95, año en que la carta es citada por Clemente. En cuanto al lugar, la incertidumbre es completa.

 

Contenido de la carta. Esta carta-tratado alterna la exposición con la exhortación. Desde su sublime altura doctrinal, el autor contempla admirables y grandiosas correspondencias. La primera, entre las instituciones del Antiguo Testamento y la nueva realidad cristiana. La segunda media entre la realidad terrestre y la celeste, unidas y armonizadas por la resurrección y glorificación de El Mesías. Su tema principal, provocado por la situación de los destinatarios, es el sacerdocio de El Mesías y el consiguiente culto cristiano.

 

El sacerdocio de El Mesías. A la nostalgia de una compleja institución y práctica judías opone el autor, no otra institución ni otra práctica, sino una persona: Yahshúa, Hijo de Dios, hermano de los hombres. Él es el gran mediador, superior a Moisés; es el «sumo sacerdote», que ya barruntaba la figura excepcional y misteriosa de Melquisedec.

El autor lo explica comentando el Sal 110 y su trasfondo de Gn 14. Yahshúa no era de la tribu levítica, ni ejerció de sacerdote de la institución judía, era un laico. Su muerte no tuvo nada de litúrgico, fue simplemente un crimen cometido contra un inocente. Si el autor llama «sacerdote» a El Mesías –el único lugar del Nuevo Testamento donde esto ocurre– lo hace rompiendo todos los moldes y esquemas, dando un sentido radicalmente nuevo, profundo y alto a su sacerdocio, y por consiguiente al sacerdocio de la Iglesia.

Yahshúa es el mediador de una alianza nueva y mejor, anunciada ya por Jeremías (cfr. Jr 31). Su sacrificio, insinuado en el Sal 40, es diverso, único y definitivo; inaugura, ya para siempre, la perfecta mediación de quien es, por una parte, verdadero Hijo de Dios y, por otra, verdadero hombre que conoce y asume la fragilidad humana en su condición mortal.

Su sacerdocio consiste en su misma vida ofrecida como don de amor a Dios su Padre, a favor y en nombre de sus hermanos y hermanas. Una vida marcada por la obediencia y solidaridad hasta el último sacrificio. Dios transformó esa muerte en resurrección, colocando esa vida ofrecida y esa sangre derramada por nosotros en un «ahora» eterno que abarca la totalidad de la historia humana con la mediación de su poder salvador.

El sacerdocio de los cristianos. Los cristianos participan en este sacerdocio de El Mesías. Es la misma vida del creyente la que, por el bautismo y su incorporación a la muerte y resurrección del Señor, se convierte en culto agradable a Dios, o lo que es lo mismo, en un cotidiano vivir en solidaridad y amor, capaces de trasformar el mundo. En esta peregrinación de fe y de esperanza del nuevo pueblo sacerdotal de Dios hacia el reposo prometido, El Mesías nos acompaña como mediador, guía e intercesor.

 

Actualidad de la carta. Ha sido el Concilio Vaticano II el que ha puesto la Carta a los Hebreos como punto obligado de referencia para comprender el significado del sacerdocio dentro de la Iglesia, tanto el de los ministros ordenados, como el sacerdocio de los fieles. Toda la Iglesia, continuadora de la obra de El Mesías, es sacerdotal. Todos y cada uno de los bautizados, hombres y mujeres, participan del único sacerdocio de El Mesías, con todas las consecuencias de dignidad y protagonismo en la misión común. El sacramento del ministerio ordenado –obispos, presbíteros y diáconos–, ha sido instituido por el Señor en función y al servicio del sacerdocio de los fieles. Estamos sólo en los comienzos del gran cambio que revolucionará a la Iglesia y cuyos fundamentos puso ya el autor de esta carta.

El Hijo

1

1En el pasado muchas veces y de muchas formas habló Dios a nuestros padres por medio de los profetas.

2En esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo, a quien nombró heredero de todo, y por quien creó el universo. 3Él es reflejo de su gloria, la imagen misma de lo que Dios es, y mantiene el universo con su Palabra poderosa. Él es el que purificó al mundo de sus pecados, y tomó asiento en el cielo a la derecha del trono de Dios.

4Así llegó a ser tan superior a los ángeles, cuanto incomparablemente mayor es el Nombre que ha heredado. 5¿Acaso dijo Dios alguna vez a un ángel: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy? Y en otro lugar: Yo seré para él un padre, él será para mí un hijo. 6Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: Que todos los ángeles de Dios lo adoren. 7Hablando de los ángeles dice: Hace de los vientos sus ángeles, de las llamas de fuego sus ministros.

8Al Hijo, en cambio, le dice: Tu trono, oh Dios, permanece para siempre, cetro de rectitud es tu cetro real. 9Amaste la justicia, odiaste la iniquidad; por eso te ha ungido Dios, tu Dios, con perfume de fiesta, prefiriéndote a tus compañeros. 10Y también dice: Tú al principio, Señor, cimentaste la tierra, y los cielos son obras de tus manos; 11ellos perecerán, tú permaneces; todos se gastarán como la ropa, 12los enrollarás como un manto, se mudarán como ropa. Tú, en cambio, eres el mismo, y tus años no acaban.

13¿A cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies? 14¿Acaso no son todos ellos espíritus al servicio de Dios, enviados en ayuda de los que han de heredar la salvación?

 

 

 

 

 

 

 

 

 


El Mesías, Hijo de Dios y hombre glorificado

2

1Por tanto, para no ir a la deriva, debemos prestar más atención a lo que hemos oído. 2Porque si la ley promulgada por medio de los ángeles tuvo vigencia, de modo que cualquier transgresión o desobediencia recibió el castigo merecido, 3¿cómo nos libraremos nosotros si rechazamos semejante salvación? Fue anunciada primero por el Señor, nos lo confirmaron los que la habían escuchado 4y Dios añadió su testimonio con señales y portentos, con toda clase de milagros y dones del Espíritu repartidos según su voluntad.

5Porque Dios no sometió a los ángeles el mundo futuro del que hablamos, 6como atestigua alguien cuando dice: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él o el ser humano para que te ocupes de él? 7Lo hiciste poco menos que los ángeles, lo coronaste de gloria y honor, 8todo lo sometiste bajo sus pies. Al someterle todo, no deja nada sin someter. De hecho, ahora no vemos aún que todo le esté sometido. 9Vemos, en cambio, a Yahshúa, que por la pasión y muerte fue algo inferior a los ángeles, coronado de gloria y honor. Así, por la gracia de Dios, padeció la muerte por todos.

Pionero de la salvación y Sumo Sacerdote

10En efecto, convenía que Dios, por quien y para quien todo existe, queriendo conducir a la gloria a muchos hijos, llevara a la perfección por el sufrimiento al jefe y salvador de todos ellos.

11El que consagra y los consagrados tienen todos un mismo origen por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12cuando dice: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré, 13y también: He puesto en él mi confianza, yo y los hijos que Dios me dio.

14Así como los hijos de una familia tienen una misma carne y sangre, también Yahshúa participó de esa condición, para anular con su muerte al que controlaba la muerte, es decir, al Diablo, 15y para liberar a los que, por miedo a la muerte, pasan la vida como esclavos. 16Está claro que no vino en auxilio de los ángeles, sino de los descendientes de Abrahán. 17Por eso tenía que ser en todo semejante a sus hermanos: para poder ser un sumo sacerdote compasivo y fiel en el servicio de Dios para expiar los pecados del pueblo. 18Como él mismo sufrió la prueba, puede ayudar a los que son probados.


Yahshúa y Moisés

3

1Por tanto, hermanos, ustedes que han sido consagrados y participan de una misma vocación celestial, piensen en Yahshúa el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confesión.

2Él es fiel ante Dios que lo nombró para este servicio, como lo fue Moisés entre [todos] los de su casa. 3Más digno de gloria que Moisés, como es más estimado el constructor que la casa. 4Toda casa es construida por alguien, pero el constructor de todo es Dios. 5Entre todos los de su casa, Moisés era un servidor fiel, para garantizar lo que Dios iba a decir. 6El Mesías, en cambio, como Hijo, está a cargo de la casa; y esa casa somos nosotros si mantenemos la confianza y nos gloriamos de la esperanza.

El hoy de Dios

(Sal 95,7-11)

7En consecuencia, como dice el Espíritu Santo: Si hoy escuchan su voz, 8no endurezcan el corazón como cuando lo irritaron, el día de la prueba en el desierto, 9cuando sus padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis acciones 10durante cuarenta años. Por eso me indigné contra aquella generación y dije: Su mente siempre se extravía y no reconoce mis caminos. 11Por eso, airado, juré: No entrarán en mi descanso. 12Cuidado, hermanos: que ninguno de ustedes tenga un corazón perverso e incrédulo, que lo haga desertar del Dios vivo. 13Antes bien, anímense unos a otros cada día, mientras dura este hoy, para que nadie se endurezca seducido por el pecado. 14Porque, si mantenemos firme hasta el fin nuestra posición del principio, seremos compañeros de El Mesías.

15Cuando dice: Si hoy escuchan su voz, no endurezcan el corazón, como cuando lo irritaron.

16¿Quiénes, aunque oyeron, lo irritaron? Ciertamente, todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés.

17¿Con quiénes se indignó durante cuarenta años? Ciertamente, con los pecadores, cuyos cadáveres cayeron en el desierto.

18¿A quiénes juró que no entrarían en su descanso? Ciertamente a los rebeldes; 19y así vemos que por su incredulidad no pudieron entrar.


El descanso

4

1Mientras se mantiene en pie la promesa de entrar en el descanso de Dios, debemos tener cuidado, para que ninguno de ustedes quede excluido; 2porque también a nosotros, como a ellos, nos anunciaron la Buena Noticia.

Pero el mensaje que ellos oyeron no les valió porque no se unieron por la fe con aquellos que la aceptaron. 3Nosotros, en cambio, los que hemos creído, entraremos en ese descanso, como queda dicho: Juré airado que no entrarán en mi descanso.

Las obras de Dios, por cierto, concluyeron con la creación del mundo, 4como se dice en un texto sobre el séptimo día: El séptimo día descansó Dios de todas sus tareas, 5y en este otro: no entrarán en mi descanso.

6Ahora bien, como quedan algunos por entrar en ese lugar de descanso, y los que recibieron primero la Buena Noticia, por su rebeldía no entraron, 7Dios señala otro día, un hoy, pronunciando mucho después por medio de David, el texto antes citado: Si hoy escuchan su voz, no endurezcan el corazón. 8Si Josué les hubiera dado el descanso, no se hablaría después de otro día.

9Luego queda un descanso sabático para el pueblo de Dios. 10Uno que entró en su descanso descansa de sus tareas, lo mismo que Dios de las suyas. 11Por tanto, esforcémonos por entrar en aquel descanso, para que ninguno caiga imitando aquel ejemplo de rebeldía.

12Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que espada de dos filos; penetra hasta la separación de alma y espíritu, articulaciones y médula, y discierne sentimientos y pensamientos del corazón.

13No hay criatura oculta a su vista, todo está desnudo y expuesto a sus ojos. A ella rendiremos cuentas.

Yahshúa, Sumo Sacerdote

14Ya que tenemos en Yahshúa, el Hijo de Dios, un sumo sacerdote excelente que penetró en el cielo, mantengámonos firmes en nuestra confesión de fe.

15El sumo sacerdote que tenemos no es insensible a nuestra debilidad, ya que, como nosotros, ha sido probado en todo excepto el pecado. 16Por tanto, acerquémonos confiados al trono de nuestro Dios, para obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.


Yahshúa, Sacerdote sufriente

5

1Todo sumo sacerdote es elegido entre los hombres y nombrado su representante ante Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados. 2Puede ser indulgente con ignorantes y extraviados, porque también él está sujeto a la debilidad humana, 3y a causa de ella tiene que ofrecer sacrificios por sus propios pecados, lo mismo que por los del pueblo. 4Y nadie puede tomar tal dignidad para sí mismo si no es llamado por Dios, como Aarón.

5Del mismo modo El Mesías no se atribuyó el honor de ser sumo sacerdote, sino que lo recibió del que le dijo: Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy; 6y en otro pasaje: tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

7Durante su vida mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que podía librarlo de la muerte, y por esa cautela fue escuchado. 8Y aunque era Hijo de Dios, aprendió sufriendo lo que es obedecer, 9así alcanzó la perfección y llegó a ser para cuantos le obedecen causa de salvación eterna, 10y Dios lo proclamó sumo sacerdote según el orden de Melquisedec.

 

Una llamada a la madurez y a la perseverancia

11Sobre este tema tenemos mucho que decir, y es difícil explicarlo porque ustedes son lentos para entender. 12Después de tanto tiempo ustedes deberían ser maestros, en cambio hace falta que se les enseñe nuevamente las primeras nociones del mensaje de Dios; están necesitados de leche y no de alimento sólido. 13Quien vive de leche es una criatura y es incapaz de juzgar rectamente. 14El alimento sólido es para los maduros, que con la práctica y el entrenamiento de los sentidos, saben distinguir el bien del mal.

 


 

6

1Por eso dejaremos lo elemental de la doctrina cristiana y nos ocuparemos de lo maduro. No vamos a echar otra vez los cimientos, o sea: el arrepentimiento de las obras que llevan a la muerte, la fe en Dios, 2las enseñanzas sobre el bautismo y la imposición de manos, la resurrección de muertos y el juicio definitivo. 3Eso lo haremos, si Dios nos lo permite.

4Porque los que una vez han sido iluminados y han gustado el don celestial, los que han participado del Espíritu Santo, 5los que han saboreado la Palabra buena de Dios y las maravillas del mundo venidero; 6si después apostatan, ya no se les puede hacer volver a Dios, porque ellos mismos están crucificando de nuevo y exponiendo a la burla de todos al Hijo de Dios. 7Una tierra que bebe la lluvia frecuente y produce plantas útiles para los que la cultivan recibe una bendición de Dios; 8pero si da cardos y espinas, es inútil y poco menos que maldita, y terminará quemada.

9Queridos hermanos, aunque hayamos hablado así creemos que ustedes se encuentran en una situación mejor, la que conduce a la salvación; 10ya que Dios es justo y no olvida sus obras ni el amor que mostraron en su Nombre sirviendo antes y ahora a los consagrados. 11Pero deseamos que cada uno de ustedes muestre hasta el final el mismo entusiasmo, para alcanzar lo que esperan. 12No queremos que se vuelvan perezosos, sino imitadores de los que, por la fe y la paciencia, heredan las promesas.

13Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, como no tenía nadie más grande que él por quien jurar, juró por sí mismo 14diciendo: Te he de bendecir, he de multiplicar tu descendencia.

15Abrahán tuvo paciencia y alcanzó lo prometido. 16Los hombres juran por alguien más grande, y el juramento confirma y deja de lado cualquier discusión. 17Así Dios, queriendo probar abundantemente a los herederos de la promesa que su decisión era definitiva, interpuso un juramento.

18Así, tenemos dos realidades seguras, promesa y juramento, en las que Dios no puede mentir. En ellas, los que hemos buscado refugio agarrándonos a la esperanza que se nos ofrece, tenemos un consuelo válido. 19Esta esperanza es como un ancla firme y segura del alma, que penetra más allá de la cortina del Templo, 20allí donde Yahshúa entró por nosotros, como precursor, nombrado sumo sacerdote perpetuo según el orden de Melquisedec.


Melquisedec y Yahshúa

(Gn 14; Sal 110,4 )

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1Este Melquisedec que era rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abrahán, cuando volvía de derrotar a los reyes, y lo bendijo; 2y Abrahán le dio un décimo de todo el botín. El nombre de Melquisedec quiere decir en primer lugar Rey de Justicia, después, Rey de Salem, que significa Rey de Paz. 3Figura sin padre ni madre, sin genealogía, sin principio ni fin de su vida, y así, a semejanza del Hijo de Dios, sigue siendo sacerdote por siempre. 4Fíjense ahora lo importante que sería, que el patriarca Abrahán le dio un décimo del botín.

5Los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen orden de cobrar legalmente diezmos al pueblo, es decir, a sus hermanos, que descienden también de Abrahán. 6En cambio, Melquisedec que no era descendiente de Leví cobra diezmos a Abrahán y bendice al titular de la promesa. 7Nadie duda que el menor es bendecido por el mayor. 8Además los hijos de Leví que reciben diezmos, son hombres que han de morir, en cambio en el caso de Melquisedec es uno de quien se declara que vive. 9Por decirlo así: el mismo Leví, el que cobra diezmos, pagó los suyos a Melquisedec en la persona de Abrahán 10porque, en cierto sentido, ya estaba en las entrañas de su antepasado Abrahán cuando le salió al encuentro Melquisedec.

11Ahora bien, si por el sacerdocio levítico se podía alcanzar la perfección –ya que por su mediación el pueblo recibía la ley–, ¿qué falta hacía nombrar otro sacerdote en la línea de Melquisedec y no en la línea de Aarón? 12Porque un cambio de sacerdocio significa necesariamente un cambio de ley.

13Yahshúa, de quien se habla aquí, pertenece a otra tribu, de la cual nadie ha oficiado en el altar. 14Es sabido que nuestro Señor procede de Judá, una tribu que no menciona Moisés cuando habla de sacerdotes.

15Y resulta aún más claro, ya que este nuevo sacerdote es nombrado a semejanza de Melquisedec, 16y recibe el título, no en virtud de una ley de sucesión carnal, sino por la fuerza de una vida indestructible.

17De él han declarado: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. 18De este modo queda cancelado el mandato anterior por inútil e ineficaz, 19porque la ley no llevó a la perfección; en cambio ahora se introduce una esperanza más valiosa, por la cual nos acercamos a Dios.

20Además esto ha sido confirmado con un juramento, mientras los descendientes de Leví recibían el sacerdocio sin juramento, 21Yahshúa lo recibe con el juramento del que le dijo: Lo ha jurado el Señor y no se vuelve atrás: tú eres sacerdote para siempre. 22Por lo tanto es más valiosa la alianza que Yahshúa garantiza. 23Aquellos sacerdotes eran numerosos porque la muerte les impedía continuar. 24Éste, en cambio, como permanece siempre, tiene un sacerdocio que no pasa. 25Así puede salvar plenamente a los que por su medio acuden a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.

26Él es el sumo sacerdote que necesitábamos: santo, inocente sin mancha, apartado de los pecadores, ensalzado sobre el cielo. 27Él no necesita, como los otros sumos sacerdotes, ofrecer cada día sacrificios, primero por sus pecados y después por los del pueblo; esto lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.

28La ley nombra sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra a un Hijo que llegó a ser perfecto para siempre.


La nueva Alianza

(Jr 31,31-34)

8

1Llego al punto central de mi exposición. Tenemos un sumo sacerdote que tomó asiento en el cielo a la derecha del trono de Dios. 2Él es el ministro del santuario y de la verdadera morada, construida por el Señor y no por hombres.

3Todo sumo sacerdote es nombrado para ofrecer dones y sacrificios; luego también éste necesitaba algo que ofrecer. 4Si Yahshúa estuviera en la tierra, no sería sacerdote, ya que hay otros que ofrecen legalmente dones. 5Pero el culto que ellos ofician es una figura y sombra de las realidades celestiales, como dice el oráculo que recibió Moisés para fabricar la tienda: Atención, haz todo según el modelo que te mostraron en el monte.

6Ahora bien, él ha recibido un ministerio superior, ya que es mediador de una alianza mejor, fundada sobre promesas mejores. 7Porque si la primera Alianza hubiera sido irreprochable, no habría lugar para la segunda.

8Pero él pronuncia un reproche: Miren que llegan días –oráculo del Señor– en que haré una alianza nueva con la Casa de Israel y con la Casa de Judá; 9no será como la alianza que hice con sus padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto; ya que ellos no permanecieron fieles a mi alianza y yo me desentendí de ellos –dice el Señor–. 10Así será la alianza que haré con la Casa de Israel en el futuro –oráculo del Señor–: Pondré mi ley en su conciencia, la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. 11No tendrá que instruir uno a su prójimo, otro a su hermano, diciendo: tienes que conocer al Señor; porque todos, grandes y pequeños me conocerán. 12Porque yo perdonaré sus culpas y olvidaré sus pecados. 13Al decir nueva, declara vieja la primera. Y lo que envejece y queda anticuado está a punto de desaparecer.


El sacrificio de El Mesías

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1La primera alianza contenía disposiciones sobre el culto y el santuario terrestre. 2En él se instaló un primer recinto, llamado El Santo, en el que estaban el candelabro y la mesa de los panes presentados. 3Detrás de la segunda cortina había otro recinto llamado El Santísimo, 4allí estaban el altar de oro y el arca de la alianza, revestida toda de oro, que encerraba una jarra de oro con maná, la vara florecida de Aarón y las tablas de la alianza. 5Encima de ella estaban los querubines de la Gloria dando sombra a la placa expiatoria. No hace falta explicarlo ahora en detalle.

6Una vez instalado todo, los sacerdotes entran continuamente en el primer recinto para oficiar allí. 7En el segundo entra sólo el sumo sacerdote, una vez al año, llevando la sangre que ofrece por sus faltas y por las inadvertencias del pueblo. 8Con lo cual el Espíritu Santo nos da a entender que, mientras esté en pie el primer recinto, no está abierto el acceso al santuario. 9Éstos son símbolos del tiempo presente: los dones y sacrificios que allí se ofrecen a Dios no pueden llevar a la perfección a quienes los ofrecen; 10se trata solamente de comidas, bebidas y ciertas ceremonias de purificación que son disposiciones humanas válidas hasta el momento en que Dios cambie las cosas.

11En cambio, El Mesías, ha venido como sumo sacerdote de los bienes futuros. Él a través de una morada mejor y más perfecta, no hecha a mano, es decir, no de este mundo creado, 12llevando no sangre de cabras y becerros, sino su propia sangre, entró de una vez para siempre en el santuario y logró el rescate definitivo. 13Porque si la sangre de cabras y toros y la ceniza de becerra rociada sobre los profanos los santifica con una pureza corporal, 14cuánto más la sangre de El Mesías, que por el Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestras conciencias de las obras que conducen a la muerte, para que demos culto al Dios vivo. 15Por eso es mediador de una nueva alianza, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos durante la primera alianza, puedan los llamados recibir la herencia eterna prometida.

16Para que se cumpla un testamento tiene que comprobarse primero la muerte del testador, 17ya que el testamento entra en vigor con la muerte y no rige mientras vive el testador. 18Por eso tampoco la primera alianza se instituyó sin sangre. 19Cuando Moisés terminó de recitar al pueblo todos los mandamientos de la ley, tomó lana roja y una rama de hisopo las mojó en la sangre de los becerros [y cabras], mezclada con agua y roció el libro de la ley y a todo el pueblo, 20diciendo: Ésta es la sangre de la alianza que Dios establece con ustedes. 21Igualmente con sangre roció la morada con todo el ajuar del culto. 22Según la ley, casi todo se purifica con sangre, y sin derramar sangre no hay perdón.

El santuario

23De manera que, si era necesario purificar las cosas que no son más que símbolos de las realidades divinas, estas mismas realidades divinas necesitan sacrificios superiores. 24Ahora bien, El Mesías entró, no en un santuario hecho por los hombres, copia del auténtico, sino en el cielo mismo; y ahora se presenta ante Dios a favor nuestro.

25No es que tenga que ofrecerse repetidas veces, como el sumo sacerdote, que entra todos los años en el santuario con sangre ajena; 26en tal caso tendría que haber padecido muchas veces desde la creación del mundo.

Ahora en cambio, al final de los tiempos, ha aparecido para destruir de una sola vez con su sacrificio los pecados. 27Y así como el destino de los hombres es morir una vez y después ser juzgados, 28así también El Mesías se ofreció una vez para quitar los pecados de todos y aparecerá por segunda vez, ya no en relación con el pecado, sino para salvar a los que lo esperan.

 

 

Eficacia del sacrificio de El Mesías y el sacerdocio de los creyentes

10

1La ley es sombra de los bienes futuros, no su presencia verdadera. Con los mismos sacrificios ofrecidos periódicamente cada año, la ley nunca puede hacer perfectos a los que se acercan. 2Porque si los hubiera purificado definitivamente, al no tener conciencia de pecado, los que rinden culto habrían dejado de ofrecerlos.

3Por el contrario, estos sacrificios sirven para hacerles recordar sus pecados cada año, 4ya que la sangre de toros y cabras no puede perdonar pecados. 5Por eso, al entrar en el mundo dijo: No quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo. 6No te agradaron holocaustos ni sacrificios expiatorios. 7Entonces dije: Aquí estoy, he venido para cumplir, oh Dios, tu voluntad –como está escrito de mí en el libro de la ley–. 8Primero dice que no ha querido ni le han agradado ofrendas, sacrificios, holocaustos ni sacrificios expiatorios que se ofrecen legalmente; 9después añade: Aquí estoy para cumplir tu voluntad. Así declara abolido el primer régimen para establecer el segundo. 10Y en virtud de esa voluntad, quedamos consagrados por la ofrenda del cuerpo de Yahshúa, hecha de una vez para siempre.

11Todo sacerdote se presenta a oficiar cada día y ofrece muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar pecados. 12El Mesías, en cambio, después de ofrecer un único sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la derecha de Dios 13y se queda allí esperando a que pongan a sus enemigos como estrado de sus pies.

14Porque con un solo sacrificio llevó a perfección definitiva a los consagrados. 15También el Espíritu Santo nos lo atestigua, al decir: 16Ésta es la alianza que haré con ellos en el futuro –oráculo del Señor–: pondré mis leyes en su corazón y las escribiré en su conciencia. 17Me olvidaré de sus pecados y delitos.

18Ahora bien, si son perdonados, ya no hace falta ofrenda por el pecado.

Exhortación

19Por la sangre de Yahshúa, hermanos, tenemos libre acceso al santuario; 20por el camino nuevo y vivo que inauguró para nosotros a través del velo del templo, a saber, de su cuerpo. 21Tenemos un sacerdote ilustre a cargo de la casa de Dios. 22Por tanto, acerquémonos con corazón sincero, llenos de fe, purificados por dentro de la mala conciencia y lavados por fuera con agua pura. 23Mantengamos sin desviaciones la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.

24Ayudémonos los unos a los otros para incitarnos al amor y a las buenas obras. 25No faltemos a las reuniones, como hacen algunos, antes bien animémonos mutuamente tanto más cuanto que vemos acercarse el día del Señor. 26Porque si, después de recibir el conocimiento de la verdad, pecamos deliberadamente, ya no queda otro sacrificio por el pecado, 27sino la espera angustiosa de un juicio y el fuego voraz que consumirá a los rebeldes.

28Quien quebrantaba la ley de Moisés, era ejecutado sin compasión por el testimonio de dos o tres testigos. 29Cuánto más será castigado, entonces, quien pisotee al Hijo de Dios, profane la sangre de la alianza que lo consagró y afrente al Espíritu de la gracia.

30Conocemos al que dijo: Mía es la venganza, a mí me toca retribuir, y también: El Señor juzgará a su pueblo. 31Qué terrible es caer en manos del Dios vivo.

32Recuerden los primeros días, cuando, recién iluminados, sostuvieron el duro combate de los padecimientos: 33unos expuestos públicamente a injurias y malos tratos, otros solidarios de los que así eran tratados. 34Compartieron las penas de los encarcelados, aceptaron gozosos que los privaran de sus bienes, sabiendo que poseían bienes mayores y permanentes. 35Por tanto, no pierdan la confianza, que ella les traerá una gran recompensa. 36A ustedes les hace falta paciencia para cumplir la voluntad de Dios y obtener lo prometido. 37Todavía un poco, muy poco, y el que ha de venir vendrá sin tardanza. 38Mi justo vivirá por la fe; pero si se echa atrás, no me agradará. 39Nosotros no pereceremos por echarnos atrás, sino que salvaremos nuestra vida por la fe.


La fe – esperanza

11

1La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. 2Por ella nuestros antepasados fueron considerados dignos de aprobación. 3Por la fe comprendemos que el mundo fue formado por la Palabra de Dios, lo visible a partir de lo invisible.

4Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, por ella lo declararon justo y Dios aprobó sus dones; por ella, aunque muerto, sigue hablando.

5Por la fe Enoc fue trasladado sin pasar por la muerte, y no lo encontraron porque Dios se lo había llevado; y recibió testimonio que antes de su traslado había agradado a Dios. 6Sin fe es imposible agradarle. Quien se acerca a Dios ha de creer que existe y que recompensa a los que lo buscan.

7Por la fe recibió Noé aviso de lo que aún no se veía, y cauteloso construyó un arca para que se salvase su familia. La fe de Noé condenó al mundo y él alcanzó la justicia que da la fe.

8Por fe obedeció Abrahán a la llamada de salir hacia el país que habría de recibir en herencia; y salió sin saber adónde iba. 9Por fe se trasladó como forastero al país que le habían prometido y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa. 10Porque esperaba la ciudad construida sobre cimientos cuyo arquitecto y constructor es Dios.

11Por fe también Sara, aun pasada la edad, recibió vigor para concebir, porque pensó que era fiel el que lo prometía. 12Así, de uno solo, y ya cercano a la muerte, nació una multitud como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.

13Con esa fe murieron todos ésos sin haber recibido lo prometido, aunque viéndolo y saludándolo de lejos y confesándose peregrinos y forasteros en la tierra.

14Quienes así razonan demuestran que están buscando una patria. 15Pero si hubieran sentido nostalgia de la que abandonaron, podrían haber vuelto allá. 16Por el contrario, aspiraban a una mejor, es decir, a la patria celestial. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios, porque les había preparado una ciudad.

17Por fe, Abrahán, cuando Dios lo puso a prueba, tomó a Isaac, para ofrecerlo en sacrificio. Ofreció a su hijo único, el que era la garantía de la promesa, 18eso que le habían dicho: Isaac continuará tu descendencia; 19pero pensó que Dios tiene poder para resucitar de la muerte. Y así lo recobró como un símbolo.

20Por fe, bendijo Isaac el futuro de Jacob y Esaú.

21Por fe, Jacob moribundo bendijo a los dos hijos de José y se postró apoyándose en el extremo del bastón.

22Por fe, José, al final de la vida, hizo alusión al éxodo de los israelitas y dio instrucciones acerca de sus restos.

23Por fe, cuando nació Moisés, sus padres, viendo que era un niño hermoso, y sin temer el decreto real, lo ocultaron tres meses.

24Por fe, Moisés, ya crecido, renunció al título de hijo de la hija del faraón, 25y antes que el disfrute pasajero del pecado, prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios; 26pensando que la humillación de El Mesías valía más que los tesoros de Egipto, ya que tenía puestos los ojos en la recompensa que Dios le habría de dar.

27Por fe, abandonó Egipto sin temer la cólera del rey, porque se aferraba a lo invisible como si fuera visible.

28Por fe, celebró la Pascua y roció con sangre, para que el destructor no tocase a sus primogénitos.

29Por fe, los israelitas atravesaron el Mar Rojo como por tierra firme, mientras que los egipcios al intentarlo se ahogaron.

30Por fe, la muralla de Jericó, tras ser rodeada durante siete días, se derrumbó.

31Por fe, la prostituta Rajab acogió amistosamente a los espías y no pereció con los rebeldes.

32¿A qué seguir? Me falta tiempo para contar la historia de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David y Samuel y los profetas; 33los cuales por fe conquistaron reinos, administraron justicia, vieron cumplidas las promesas, cerraron la boca a leones, 34extinguieron el ardor del fuego, evitaron el filo de la espada, se restablecieron de la enfermedad, fueron valerosos en la guerra, rechazaron ejércitos extranjeros.

35Algunas mujeres recobraron resucitados a sus maridos.

Otros, torturados, rehusaron librarse, prefiriendo una resurrección de más valor.

36Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, de cadenas y cárcel. 37Fueron apedreados, destrozados, pasados a cuchillo; vagaban cubiertos con pieles de cabras y ovejas, necesitados, atribulados, maltratados. 38El mundo no era digno de ellos. Vagaban por desiertos, montañas, grutas y cavernas.

39Ninguno de ellos, aunque fueron aprobados por la fe que tenían, alcanzó lo prometido, 40porque Dios nos reservaba un plan mejor: que aquellos no cumplieran su destino sin nosotros.


Yahshúa, el testigo supremo de la fe

12

1Por lo tanto, nosotros, rodeados de una nube tan densa de testigos, desprendámonos de cualquier carga y del pecado que nos acorrala; corramos con constancia la carrera que nos espera, 2fijos los ojos en el que inició y consumó la fe, en Yahshúa. El cual, por la dicha que le esperaba, sufrió la cruz, despreció la humillación y se ha sentado a la derecha del trono de Dios.

3Piensen en aquel que soportó tal oposición por parte de los pecadores, y no se desalentarán. 4Todavía no han tenido que resistir hasta derramar la sangre en su lucha contra el pecado.

Dios, educador paternal

5¿Han olvidado ya la exhortación que Dios les dirige como a hijos? Hijo mío, no desprecies la corrección del Señor ni te desanimes si te reprende; 6porque el Señor corrige a quien ama y azota a los hijos que reconoce. 7Aguanten, es por su educación, que Dios los trata como a hijos.

¿Hay algún hijo a quien su padre no castigue? 8Si no los castigan como a los demás, es que son bastardos y no hijos. 9Más aún: a nuestros padres corporales que nos castigaban los respetábamos; ¿no habrá más razones para someternos al Padre de nuestras almas y así tener vida?

10Aquéllos nos educaban por breve tiempo, como juzgaban conveniente; éste para nuestro bien, para que participemos de su santidad. 11Ninguna corrección, cuando es aplicada, resulta agradable, más bien duele; pero más tarde produce en los que fueron corregidos frutos de paz y de justicia. 12Por tanto, fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes, 13enderecen las sendas para sus pies, de modo que el rengo no caiga, sino que se sane.

La gracia de Dios

14Busquen la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie puede ver a Dios. 15Estén atentos para que nadie sea privado de la gracia de Dios; para que ninguna raíz amarga crezca y dañe y contagie a los demás. 16No haya impúdicos ni profanadores como Esaú, que por una comida vendió sus derechos de primogénito. 17Saben que más tarde, cuando intentó recobrar la bendición testamentaria, fue descalificado y, aunque lo pidió con lágrimas, no consiguió cambiar la decisión.

18Ustedes no se han acercado a algo tangible: fuego ardiente, oscuridad, tiniebla, tempestad, 19ni oyeron el toque de trompetas ni una voz hablando que, al oírla, pedían que no continuase, 20porque no podían soportar aquella orden: el que toque el monte, aunque sea un animal, será apedreado. 21Ese espectáculo era tan terrible que Moisés comentó: estoy temblando de miedo.

22Ustedes en cambio se han acercado a Sión, monte y ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celeste con sus millares de ángeles, a la congregación 23y asamblea de los primogénitos inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a los espíritus de los justos consumados, 24a Yahshúa, mediador de la nueva alianza, a una sangre rociada que grita más fuerte que la de Abel.

25Atención, no rechacen al que habla. Porque si aquéllos, por rechazar al que pronunciaba oráculos en la tierra, no escaparon, ¿cómo podremos escapar nosotros, si nos apartamos del que habla desde el cielo? 26Si su voz entonces hizo temblar la tierra, ahora proclama lo siguiente: Otra vez haré temblar la tierra y también el cielo. 27Al decir otra vez, muestra que serán quitadas las cosas creadas, lo que puede ser movido, para que permanezca lo que es inconmovible. 28Así, al recibir un reino inconmovible, seamos agradecidos, sirviendo a Dios como a él le agrada, con respeto y reverencia. 29Porque nuestro Dios es un fuego devorador.

 

 

 

Exhortaciones finales: el sacerdocio de los cristianos

13

1Que el amor fraterno sea duradero. 2No olviden la hospitalidad, por la cual algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles. 3Acuérdense de los presos como si ustedes estuvieran presos con ellos; y de los maltratados, como si ustedes estuvieran en sus cuerpos. 4Que el matrimonio sea respetado por todos y el lecho matrimonial esté sin mancha; porque Dios juzgará a lujuriosos y adúlteros. 5Sean desinteresados en su conducta y conténtense con lo que tienen; porque él dijo: no te dejaré ni te abandonaré. 6Por lo cual podemos decir confiados: El Señor me auxilia y no temo: ¿qué podrá hacerme un hombre?

7Acuérdense de quienes los dirigían, ellos les transmitieron la Palabra de Dios; miren cómo acabaron sus vidas e imiten su fe. 8Yahshúa es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

9No se dejen llevar por doctrinas diversas y extrañas. Conviene fortalecer el corazón con la gracia, no con reglas sobre alimentos que no aprovecharon a los que las observaban. 10Tenemos un altar del que no están autorizados a comer los ministros de la antigua alianza. 11Porque el sumo sacerdote introduce la sangre de los animales sacrificados en el santuario como ofrenda para expiar los pecados y los cuerpos se queman fuera del campamento. 12Por eso Yahshúa, para consagrar con su sangre al pueblo, padeció fuera de las puertas. 13Salgamos, también nosotros fuera del campamento, para ir hacia él, cargando con sus afrentas; 14porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la futura.

15Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre.

16No se olviden de hacer el bien y de ser solidarios: ésos son los sacrificios que agradan a Dios.

17Obedezcan y sométanse a sus guías, porque ellos cuidan constantemente de ustedes como quien tiene que dar cuenta; así lo harán contentos y sin lamentarse, porque lamentarse no les traería ningún provecho.

18Recen por nosotros. Creemos tener la conciencia limpia y deseos de proceder en todo honradamente.

19Pero insisto en rogarles que recen, para que me devuelvan a ustedes cuanto antes. 20El Dios de la paz, que sacó de la muerte al gran pastor del rebaño, a Yahshúa nuestro Señor, por la sangre de una alianza eterna, 21los haga a ustedes buenos en todo para que cumplan su voluntad. Que él haga en nosotros lo que le agrada, por medio de Yahshúa.

A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

22Les encargo, hermanos, que reciban con paciencia estas palabras de aliento. 23Sepan que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad. Si llega pronto, me acompañará cuando los visite.

24Saluden a todos sus dirigentes y a todos los consagrados. Los hermanos de Italia les envían saludos. 25La gracia los acompañe a todos.

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