CARTA RESTAURADA A LOS ROMANOS

 

romanos

Introducción

La comunidad cristiana de Roma. ¿Quién fue el misionero anónimo que llevó la semilla cristiana a Roma? ¿Algún judío convertido de los muchos que emigraban a la capital del imperio o que regresaba después de peregrinar a Jerusalén para las grandes solemnidades de la Pascua? Es ésta una pregunta que probablemente quedará sin respuesta. Lucas, en su afán universalista, dice que entre los oyentes de Pentecostés había peregrinos romanos (Hch 2,10). El mismo Lucas menciona a un matrimonio judío, Áquila y Priscila (Hch 18,2), que tuvo que huir de Roma a Corinto a raíz del edicto de expulsión de los judíos hecho por Claudio (año 49). Lo cierto es que en tiempos de Pablo existía ya una importante comunidad cristiana en la ciudad, cuya mayoría era de origen pagano y en parte de origen judío. Para el judío «apóstol de los paganos», este dato era muy importante.

 

Motivación de la carta. ¿Qué motivos tenía Pablo para escribir una carta a una Iglesia que no había fundado ni conocía personalmente? Y no una carta cualquiera, de cortesía o de circunstancias, sino una carta doctrinal de envergadura, quizás la más importante del Apóstol. He aquí otra pregunta a la que no es fácil dar una respuesta satisfactoria y a gusto de todos los biblistas.

Una opinión minoritaria afirma que en su origen era una carta circular y que el destino a Roma se le añadió después y prevaleció en la tradición. Quizás la propuesta mejor sea la más obvia y sencilla, la sugerida por la misma carta. Pablo es apóstol de los paganos y Roma es cabeza del mundo pagano. A la capital del imperio, pues, dedicará su carta capital. Además, ve en Roma, como antes en Antioquía y en Éfeso, una gran plataforma para la difusión del Evangelio.

 

Lugar y fecha de composición de la carta. La carta fue escrita probablemente en Corinto, al final de su tercer viaje, hacia el año 57-58. Pablo tiene pendiente un viaje a Palestina con el fin de llevar el dinero de la colecta para la comunidad necesitada de Jerusalén. Considera acabada su tarea misionera en Asia y Europa oriental y proyecta una nueva expansión hacia occidente con una escala en Roma, corazón del imperio, y un viaje a España, el último confín hacia el oeste del mundo conocido de aquel entonces.

 

Carácter y finalidad de la carta. Al dirigirse a los romanos, Pablo tiene ya en su haber una larga experiencia misionera que le había llevado a enfrentarse, de palabra y por cartas, con las principales dificultades y problemas por los que atravesaban las comunidades cristianas, ya sean las fundadas por él mismo o las otras de las que tenía noticia por la constante comunicación que existía entre las diversas Iglesias esparcidas por el imperio. Antes de emprender una nueva aventura misionera hacia occidente, parece como si el Apóstol sintiera la necesidad de recapitular y poner por escrito una síntesis más elaborada y sistemática de los temas claves de su predicación (su «Buena Noticia», como él lo llama en Rom 2,16; 16,25), sobre todo en vistas al viaje previo que va a hacer a la Iglesia madre de Jerusalén donde sospechaba –como así ocurrió– que encontraría serias resistencias a su labor de apertura evangelizadora hacia los no judíos. El tema central de la carta es, sin lugar a dudas, la salvación por la fe en Yahshúa el Mesías, muerto y resucitado, ofrecida a todos los hombres y mujeres sin discriminación.

 

Ocasión de la carta. La situación que vivían las Iglesias en los años 57-58 necesitaba de una palabra autorizada y definitiva que pusiera fin a las tensiones que ocasionaba la entrada imparable de los paganos en el seno de la comunidad cristiana, y que estaba poniendo en peligro la unidad de la Iglesia. El «nuevo pueblo de Dios» surgido del anuncio evangélico, ¿debía ser una continuación del pueblo judío a cuya Ley tenían que someterse los paganos convertidos? O, por el contrario, ¿se trataba de una Nueva Alianza que, sin perder sus raíces históricas judías, estaba abierta a todos por igual, judíos y paganos, con la sola condición de la fe en El Mesías?

Frente a esta oferta de salvación universal, ¿qué sentido tenía ya la Ley, la circuncisión y demás prescripciones que habían mantenido al pueblo judío en un gueto cerrado de elegidos y privilegiados? Es comprensible que la Iglesia madre de Jerusalén se resistiera a romper con gran parte de ese bagaje religioso y a perder su protagonismo a favor de una Iglesia que comenzaba a ser ya ecuménica, desplazándose definitivamente más allá de las fronteras geográficas, raciales y culturales del mundo judío. Por otra parte, y dentro de este designio de salvación universal de Dios en Yahshúa el Mesías, ¿cuál era la función del pueblo judío? Y, sobre todo, ¿qué iba a suceder con la mayoría de ellos que no habían aceptado el Evangelio?

Pablo responde a todos estos interrogantes haciendo una relectura, con los ojos iluminados por la fe, de la historia religiosa de su pueblo, descubriendo en ella el hilo conductor de la promesa que apuntaba a Yahshúa como Mesías y Salvador, quien, cumpliendo con exceso lo anunciado y prometido, pone fin a lo caduco e inaugura la nueva era definitiva, donde todas las barreras que dividen a la familia humana quedan abolidas.

 

Actualidad de la carta. Quizás no exista otro libro del Nuevo Testamento que haya suscitado tanta polémica de interpretación. Es irónico que la carta que nos ofrece la más universal y ecuménica visión de la salvación se haya convertido en la carta del «desencuentro» dentro de la familia cristiana, entre católicos y protestantes. Pero esto es ya historia pasada. Hoy día se puede afirmar justamente lo contrario: no sólo es la carta del «reencuentro» que está uniendo de nuevo a una familia dividida, sino que es también una plataforma doctrinal sin par para lanzar a la Iglesia hacia el diálogo con las otras religiones de la tierra, haciéndonos descubrir su función histórica dentro del plan de salvación universal de Dios.

Pablo nos trasmite a todos un mensaje de esperanza y gozo: el amor infinito e incondicional de Dios en Yahshúa el Mesías abarca a toda la familia humana en un abrazo salvador que nos trae la liberación presente como promesa y arras de gloria eterna. Sólo pide de nosotros una respuesta de fe, amor y de esperanza.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Saludo

1

1Pablo, servidor de El Mesías Yahshúa, llamado a ser apóstol, elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios, 2quién ya había prometido por medio de sus profetas en las sagradas Escrituras, 3acerca de su Hijo, nacido por línea carnal del linaje de David, 4y constituido por el Espíritu Santo Hijo de Dios con poder a partir de la resurrección: Yahshúa el Mesías, nuestro Señor. 5Por medio de él recibimos la gracia del apostolado, para que todos los pueblos respondan con la obediencia de la fe para gloria de su nombre; 6entre ellos se encuentran también ustedes, llamados por Yahshúa el Mesías.

7A todos los que Dios amó y llamó a ser consagrados, que se encuentran en Roma: Gracia y paz a ustedes de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Yahshúa el Mesías.

Deseos de visitar la comunidad de Roma

8Ante todo, por medio de Yahshúa el Mesías, doy gracias a mi Dios por todos ustedes, porque su fe es alabada en el mundo entero. 9Tomo por testigo a Dios, a quien doy culto espiritual anunciando la Buena Noticia de su Hijo, de que yo los recuerdo 10siempre en mis oraciones; pidiendo que de una vez, si Dios quiere, pueda realizar mi viaje para visitarlos.

11Porque tengo muchos deseos de verlos a fin de comunicarles algún don espiritual que los fortalezca 12o más bien para compartir con ustedes el mutuo consuelo de nuestra fe común.

13Quiero que sepan, hermanos, que muchas veces me propuse ir a visitarlos para cosechar entre ustedes algún fruto, como entre los demás pueblos; pero hasta ahora me he visto impedido. 14Yo me debo tanto a los griegos como a los que no lo son, a los sabios como a los ignorantes; 15de ahí mi propósito de anunciarles la Buena Noticia también a ustedes los que habitan en Roma.

Perdón y castigo: programa

16Yo no me avergüenzo de la Buena Noticia, que es una fuerza divina de salvación para todo el que cree –primero para el judío, después para el griego–. 17Esta Buena Noticia nos manifiesta la justicia de Dios que libera exclusivamente por la fe. Según aquel texto el justo vivirá por la fe.

18Desde el cielo se revela la ira de Dios contra toda clase de hombres impíos e injustos que por su injusticia esconden la verdad.

 

La humanidad culpable

19Porque lo que se puede conocer de Dios lo tienen a la vista, ya que él mismo se lo ha dado a conocer. 20Lo invisible de Dios, su poder eterno y su divinidad, se hacen reconocibles a la razón, desde la creación del mundo por medio de sus obras.

Por tanto no tienen excusa; 21ya que, aunque conocieron a Dios, no le dieron gloria ni gracias, sino que se extraviaron con sus razonamientos, y su mente ignorante quedó a oscuras. 22Alardeaban de sabios, resultaron necios, 23cambiaron la gloria del Dios incorruptible por imágenes de hombres corruptibles, de aves, cuadrúpedos y reptiles.

24Por eso Dios dejó que fueran dominados por sus malos deseos, que degradaban sus propios cuerpos.

25Como cambiaron la verdad de Dios por la mentira, veneraron y adoraron la criatura en vez del Creador –bendito por siempre, amén–, 26por eso los entregó Dios a pasiones vergonzosas. Sus mujeres sustituyeron las relaciones naturales con otras antinaturales. 27Lo mismo los hombres: dejando la relación natural con la mujer, se encendieron en deseo mutuo, cometiendo infamias hombres con hombres y recibiendo en su persona la paga merecida por su extravío.

28Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a una mente depravada, para que hicieran lo que no es debido. 29Están repletos de injusticia, maldad, codicia, malignidad; están llenos de envidia, homicidios, discordias, fraudes, perversión; son difamadores, 30calumniadores, enemigos de Dios, soberbios, arrogantes, fanfarrones, ingeniosos para el mal, rebeldes con sus padres, 31sin juicio, desleales, crueles, despiadados. 32Y, aunque conocen el veredicto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que aprueban a los que las hacen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El juicio de Dios

2

1Por tanto no tienes excusa, tú que juzgas, seas quien seas; pues al juzgar al otro, tú te condenas; ya que tú haces lo mismo que condenas.

2Sabemos que la sentencia de Dios contra los que obran así es justa. 3Y tú, que juzgas a los que obran así y haces lo mismo, ¿piensas librarte del juicio de Dios? 4¿O desprecias su tesoro de bondad, su paciencia y aguante, olvidando que su bondad quiere conducirte al arrepentimiento? 5Con tu cerrazón de mente y tu corazón impenitente estás juntando castigo para el día del castigo, cuando se pronuncie la justa sentencia de Dios, 6que pagará a cada uno según sus obras:

 7Él dará vida eterna a los que perseverando en las buenas obras buscan la gloria, el honor y la inmortalidad. 8En cambio castigará con la ira y la violencia a los que por egoísmo desobedecen a la verdad y obedecen a la injusticia.

9Habrá angustia y tribulación para todo el que obre mal –primero para el judío, después para el griego–. 10Habrá gloria y honor para todo el que obre bien –primero para el judío, después para el griego–. 11Porque Dios no hace diferencia entre unos y otros.

12Los que pecaron sin tener la ley, sin la ley perecerán; los que pecaron bajo la ley, según la ley serán juzgados. 13Porque Dios no perdona a los que escuchan la ley, sino a los que la cumplen.

14Cuando los paganos, que no tienen la ley, cumplen espontáneamente lo que exige la ley, no teniendo ley, ellos son su ley, 15y así demuestran que llevan la exigencia de la ley grabada en el corazón. Lo demuestra también el testimonio de su propia conciencia que unas veces los acusa y otras los disculpa 16hasta el día en que, de acuerdo con mi Buena Noticia y por medio de El Mesías Yahshúa, Dios juzgará lo oculto del hombre.

 

Los judíos y la Ley

17Pero tú, que te llamas judío, tú, que te apoyas en la ley, y te glorías de Dios, 18tú que dices conocer su voluntad, e instruido por la ley pretendes discernir lo que es mejor, 19estás convencido de ser guía de ciegos, luz de los que están a oscuras, 20maestro de necios, instructor de ignorantes, porque tienes en la ley la suma del conocimiento de la verdad.

21Tú, que enseñas a otros, ¿por qué no te enseñas a ti? Tú, que predicas que no se robe, ¿por qué robas? 22Tú, que prohíbes el adulterio, ¿por qué lo cometes? Tú, que aborreces los ídolos, ¿por qué saqueas sus templos? 23Si pones tu orgullo en la ley, ¿por qué deshonras a Dios quebrantando la ley? 24Pues está escrito: Por culpa de ustedes el nombre de Dios es blasfemado entre las naciones.

25La circuncisión es útil si cumples la ley; si la quebrantas, tu circuncisión te deja incircunciso. 26En cambio, el que no está circuncidado pero guarda los preceptos de la ley, será tenido por un verdadero circunciso. 27Uno físicamente incircunciso que cumpla la ley te juzgará a ti que, con tu código y tu circuncisión, quebrantas la ley.

28Ser judío no consiste en tener señales visibles; la circuncisión no consiste en una señal en la carne. 29El verdadero judío lo es interiormente: la verdadera circuncisión es del corazón, según el Espíritu y no según la ley escrita. A ése le corresponde la alabanza, no de los hombres, sino de Dios.


Dios es fiel

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1Entonces, ¿qué ventaja tiene el judío o para qué sirve la circuncisión? 2Las ventajas son muchas y en todos los aspectos. Primero, Dios confió su palabra a los judíos.

3Entonces, ¿qué pasa si algunos fueron infieles? ¿Anula su infidelidad la fidelidad de Dios? 4¡De ningún modo! Dios se mostrará fiel aunque todos los hombres sean falsos. Como está escrito: En la sentencia tendrás razón, del juicio saldrás inocente.

5Pero si nuestra culpa hace resaltar la justicia de Dios, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto al aplicar el castigo? –hablando humanamente–. 6¡De ningún modo! De lo contrario, ¿cómo podrá Dios juzgar al mundo? 7Pero si mi falsedad hace resaltar la fidelidad de Dios, siendo así mayor su gloria, ¿por qué encima me condena como pecador? 8O debemos hacer el mal para que resulte el bien –es lo que algunos calumniadores me atribuyen; ellos sí merecen ser condenados–.

 

Todos son pecadores

9En conclusión, ¿llevamos ventaja los judíos? No en todo. Acabamos de demostrar que todos, judíos y griegos, están sometidos al pecado.

10Como está escrito:

No hay uno honrado

                          11ni uno sensato que busque a Dios,

                          no hay uno que busque el bien.

  12Todos se han extraviado y pervertido,

                          no hay quien haga el bien, ni uno solo.

  13Su garganta es una tumba abierta:

                          mienten con sus lenguas,

                        sus labios esconden veneno de víboras,

                          14su boca está llena de maldiciones hirientes.

  15Sus pies corren para derramar sangre,

                          16sus caminos están sembrados de ruina y destrucción.

  17No conocen la ruta de la paz

                          18ni tienen el temor de Dios.

19Ahora bien, las exigencias de la ley se dirigen a los súbditos de la ley; y así a todos se les tapa la boca y el mundo entero queda sometido al juicio de Dios. 20Por eso nadie será justificado ante Dios por haber cumplido la ley, ya que la ley se limita a hacernos conocer el pecado.

 

Ahora se revela la justicia de Dios

21Pero ahora, independiente de la ley, aunque atestiguada por la ley y los profetas, se da a conocer la justicia de Dios que salva 22por la fe en Yahshúa el Mesías; válida sin distinción para cuantos creen.

23Todos han pecado y están privados de la presencia de Dios. 24Pero son perdonados sin merecerlo, generosa-mente, porque El Mesías Yahshúa los ha rescatado. 25Dios lo destinó a ser con su sangre instrumento de expiación para los que creen.

Dios mostraba así su justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados cometidos en el pasado.

26Demuestra su justicia en el presente siendo justo y haciendo justos a los que creen en Yahshúa.

27Y ahora, ¿dónde queda el orgullo? Queda excluido. ¿En virtud de qué ley? ¿Por la ley de las obras? Nada de eso, por la ley de la fe. 28Porque nosotros afirmamos que el hombre es justificado por la fe, independientemente de las obras de la ley.

29¿Acaso Dios es sólo de los judíos? ¿No lo es también de los paganos? Ciertamente, también de los paganos; 30porque no hay más que un solo Dios que justifica por medio de la fe a los judíos circuncisos y a los paganos incircuncisos.

31¿Significa eso que con la fe invalidamos la ley? ¡De ningún modo! Antes bien la confirmamos.

 

 

 

 

 

 

 

El ejemplo de Abrahán

4

1¿Y qué diremos de Abrahán, nuestro padre según la carne? 2Si Abrahán fue justificado por las obras, podía estar orgulloso; pero no delante de Dios. 3¿Qué dice la Escritura? Creyó Abrahán a Dios y esto le fue tenido en cuenta para su justificación. 4Al que trabaja le dan el salario como paga, no como regalo. 5Al que no hace nada, sino que se fía en el que hace justo al malvado, se le tiene en cuenta la fe para su justificación.

6Por eso David proclama la bienaventuranza del hombre a quien Dios tiene como justo sin tomarle en cuenta las obras: 7Dichoso aquel a quien le han perdonado el delito y le han sepultado sus pecados; 8dichoso aquel a quien el Señor no le tiene en cuenta su pecado.

9Pero, esa bienaventuranza, ¿vale sólo para el circunciso o también para el incircunciso? Hemos afirmado que a Abrahán la fe le fue tenida en cuenta para su justificación. 10¿En qué situación? ¿Antes o después de circuncidado? Evidentemente antes y no después. 11Y como señal de la justicia que, sin estar circuncidado, había recibido por creer, recibió la circuncisión. De ese modo quedó constituido padre de ambos: de los incircuncisos que tienen la fe que les es tenida en cuenta para su justificación 12y de los circuncisos que, no contentos con serlo, siguen las huellas de nuestro padre Abrahán, que creyó sin estar circuncidado.

La promesa de descendencia

13No por la ley le prometieron a Abrahán o a su descendencia que heredarían el mundo, sino por el mérito de la fe. 14Porque, si los herederos lo son en virtud de la ley, la fe no tiene objeto y la promesa es nula. 15Porque la ley provoca la condena: donde no hay ley, no hay trasgresión. 16Por eso la promesa ha de basarse en la fe, como don; y de este modo la promesa será válida para todos los descendientes de Abrahán, tanto para sus hijos reconocidos por la ley como para sus hijos por la fe.

Porque Abrahán es el padre de todos nosotros 17como está escrito: Te haré padre de muchas naciones; es padre de todos nosotros a los ojos de Dios, en quien creyó, Aquel que da vida a los muertos y llama a la existencia a las cosas que no existen.

18Por la fe, Abrahán siguió esperando cuando ya no había ninguna esperanza y así se convirtió en padre de muchos pueblos, según el dicho: así será tu descendencia. 19No vaciló su fe, aun considerando su cuerpo ya sin vigor –era un centenario– y el seno estéril de Sara. 20No dudó con desconfianza de la promesa de Dios, sino que robustecido por la fe, glorificó a Dios, 21convencido de que podía cumplir lo prometido. 22Por eso la fe le fue tenida en cuenta para su justificación.

23Y cuando dice la Escritura que Dios tuvo en cuenta su fe, no se escribió sólo por él, 24sino también por nosotros, que tenemos fe en el que resucitó de la muerte a Yahshúa, Señor nuestro, 25que se entregó por nuestros pecados y resucitó para hacernos justos.

 

 

 


Consecuencias de la nueva justicia

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1Pues bien, ahora que hemos sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de Yahshúa el Mesías Señor nuestro. 2También por él –por la fe– hemos alcanzado la gracia en la que nos encontramos, y podemos estar orgullosos esperando la gloria de Dios. 3No sólo eso, sino que además nos gloriamos de nuestras tribulaciones; porque sabemos que la tribulación produce la paciencia, 4de la paciencia sale la fe firme y de la fe firme brota la esperanza. 5Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo.

6Cuando todavía éramos débiles, en el tiempo señalado, El Mesías murió por los pecadores. 7Por un inocente quizás muriera alguien; por una persona buena quizás alguien se arriesgara a morir. 8Ahora bien, Dios nos demostró su amor en que, siendo aún pecadores, El Mesías murió por nosotros.

9Con mayor razón, ahora que su sangre nos ha hecho justos, nos libraremos por él de la condena. 10Porque si siendo enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con mayor razón, ahora ya reconciliados, seremos salvados por su vida.

11Y esto no es todo: por medio de Yahshúa el Mesías, que nos ha traído la reconciliación, ponemos nuestro orgullo en Dios.

 

Comparación entre Adán y El Mesías

(Gn 3)

12Así como por un hombre penetró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así también la muerte se extendió a toda la humanidad, ya que todos pecaron. 13Antes de llegar la ley, el pecado ya estaba en el mundo; pero, como no había ley, el pecado no se tenía en cuenta. 14Con todo, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, también sobre los que no habían pecado imitando la desobediencia de Adán –que es figura del que había de venir–.

15Pero el don no es como el delito. Porque si por el delito de uno murieron todos, mucho más abundantes se ofrecerán a todos el favor y el don de Dios, por el favor de un solo hombre, Yahshúa el Mesías. 16El don no es equivalente al pecado de uno. Ya que por un solo pecado vino la condena, pero por el don de Dios los hombres son declarados libres de sus muchos pecados.

17En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte, con mayor razón, por medio de uno, Yahshúa el Mesías, reinarán y vivirán los que reciben abundantemente la gracia y el don de la justicia.

18Así pues, como por el delito de uno se extiende la condena a toda la humanidad, así por el acto de justicia de uno solo se extiende a todos los hombres la sentencia que concede la vida. 19Como por la desobediencia de uno todos resultaron pecadores, así por la obediencia de uno todos resultarán justos. 20La ley entró para que se multiplicara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia.

21Así como el pecado reinó produciendo la muerte, así la gracia reinará por medio de la justicia para la vida eterna por medio de Yahshúa el Mesías Señor nuestro.


Muertos al pecado, vivos con El Mesías

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1¿Qué diremos entonces? ¿Que debemos seguir pecando para que abunde la gracia? 2¡Ni pensarlo! Los que hemos muerto al pecado, ¿cómo vamos a seguir viviendo en él?

3¿No saben que cuantos fuimos bautizados en El Mesías Yahshúa, fuimos bautizados en su muerte? 4Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como El Mesías resucitó de la muerte por la acción gloriosa del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva. 5Porque, si nos hemos identificado con él por una muerte como la suya, también nos identificaremos con él en la resurrección.

6Sabemos que nuestra vieja condición humana ha sido crucificada con él, para que se anule la condición pecadora y no sigamos siendo esclavos del pecado. 7Porque el que ha muerto ya no es deudor del pecado. 8Si hemos muerto con El Mesías, creemos que también viviremos con él.

9Sabemos que El Mesías, resucitado de la muerte, ya no vuelve a morir, la muerte no tiene poder sobre él. 10Muriendo murió al pecado definitivamente; viviendo vive para Dios. 11Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en El Mesías Yahshúa.

Liberados del pecado, siervos de Dios

12No permitan que el pecado reine en sus cuerpos mortales obedeciendo a sus bajos deseos. 13No entreguen sus miembros a disposición del pecado como instrumentos de injusticia, sino pónganse a disposición de Dios, como resucitados de la muerte, y hagan de sus miembros instrumentos de justicia al servicio de Dios. 14El pecado no tendrá dominio sobre ustedes, ya que no viven sometidos a la ley, sino bajo la gracia.

15Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos sometidos a la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo! 16¿No saben que si se ponen a obedecer como esclavos, son esclavos de aquel a quien obedecen? Sea del pecado, que conduce a la muerte, sea de la obediencia, que conduce a la justicia.

17Ustedes eran esclavos del pecado; pero gracias a Dios se han sometido de corazón a la doctrina de la fe que han recibido; 18y libres del pecado, se hicieron esclavos de la justicia. 19Les hablo de una manera humana, teniendo en cuenta la debilidad natural de ustedes.

Si antes entregaron sus miembros, haciéndolos esclavos de la impureza y el libertinaje, para hacer el mal, del mismo modo ofrezcan ahora sus miembros al servicio de la justicia para que sean consagrados. 20Mientras eran esclavos del pecado, ustedes estaban libres de la justicia. 21¿Y qué sacaban en limpio? Resultados que ahora los avergüenzan, porque acaban en la muerte.

22Pero ahora, libres del pecado y esclavos de Dios, su fruto es una consagración que desemboca en vida eterna.

23Porque el salario del pecado es la muerte; mientras el don de Dios, por El Mesías Yahshúa Señor nuestro, es la vida eterna.


Comparación del matrimonio

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1Les hablo, hermanos, como a gente entendida en leyes: ¿Acaso ustedes ignoran que la ley obliga al hombre sólo mientras vive? 2La mujer casada está legalmente ligada al marido mientras éste vive. Si muere el marido, queda libre de la ley que lo unía a él. 3Si se junta con otro mientras vive el marido, se la considera adúltera. Cuando muere el marido, queda libre del vínculo legal y no es adúltera si se une con otro.

4Del mismo modo, hermanos, por la unión con el cuerpo de El Mesías ustedes han muerto a la ley y pueden pertenecer a otro: al que resucitó de la muerte a fin de que diéramos frutos para Dios.

5Mientras vivíamos bajo el instinto, las pasiones pecaminosas, estimuladas por la ley, actuaban en nuestros miembros y dábamos fruto para la muerte. 6Pero ahora, libres de la ley, muertos a todo aquello que nos tenía esclavizados, servimos a Dios con un espíritu nuevo, y no según una letra envejecida.

La condición pecadora

7¿Qué concluimos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Yo no hubiera conocido el pecado si no fuera por la ley. No sabría de codicia si la ley no dijera: No codiciarás.

8Entonces el pecado, aprovechándose del precepto, provocó en mí toda clase de codicias. Porque donde no hay ley, el pecado está muerto.

9En un tiempo yo vivía sin ley; llegó el precepto, revivió el pecado 10y yo morí; y así el precepto destinado a darme vida me llevó a la muerte. 11Porque el pecado, aprovechándose de la oportunidad que le daba el precepto, me sedujo y por medio del precepto me dio muerte. 12O sea que la ley es santa, el precepto es santo y justo y bueno.

13Entonces lo bueno, ¿fue para mí mortal? ¡De ningún modo! Antes bien, el pecado, para delatar su naturaleza, usando el bien me provocó la muerte: así el pecado por medio del precepto llegó a la plenitud de su malicia.

 

Dominados por el pecado

14Nos consta que la ley es espiritual, pero yo soy carnal y estoy vendido al pecado. 15Lo que realizo no lo entiendo, porque no hago lo que quiero, sino que hago lo que detesto. 16Pero si hago lo que no quiero, con eso reconozco que la ley es excelente.

 17Ahora bien, no soy yo quien hace eso, sino el pecado que habita en mí. 18Sé que nada bueno hay en mí, es decir, en mis bajos instintos. El deseo de hacer el bien está a mi alcance, pero no el realizarlo. 19No hago el bien que quiero, sino que practico el mal que no quiero. 20Pero si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo ejecuta, sino el pecado que habita en mí.

21Y me encuentro con esta fatalidad: que deseando hacer el bien, se me pone al alcance el mal. 22En mi interior me agrada la ley de Dios, 23en mis miembros descubro otra ley que lucha con la ley de la razón y me hace prisionero de la ley del pecado que habita en mis miembros. 24¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de esta condición mortal? 25¡Gracias a Dios por Yahshúa el Mesías Señor nuestro! En resumen, con la razón yo sirvo a la ley de Dios, con mis bajos instintos a la ley del pecado.


Vida por el Espíritu

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1En conclusión, no hay condena para los que pertenecen a El Mesías Yahshúa. 2Porque la ley del Espíritu que da la vida, por medio de El Mesías Yahshúa, me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. 3Lo que no podía hacer la ley, por la debilidad de la condición carnal, lo ha hecho Dios enviando a su Hijo, en condición semejante a la del hombre pecador para entendérselas con el pecado; en su carne ha condenado al pecado, 4para que la justa exigencia de la ley la cumpliéramos los que no procedemos movidos por bajos instintos, sino por el Espíritu.

5En efecto, los que se dejan guiar por los bajos instintos tienden a lo bajo; los que se dejan guiar por el Espíritu tienden a lo espiritual. 6Los bajos instintos tienden a la muerte, el Espíritu tiende a la vida y la paz. 7Porque la tendencia de los bajos instintos se opone a Dios; ya que no se someten a la ley de Dios ni pueden hacerlo; 8y los que se dejan arrastrar por ellos no pueden agradar a Dios. 9Pero ustedes no están animados por los bajos instintos, sino por el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de El Mesías, no le pertenece.

10Pero si El Mesías está en ustedes, aunque el cuerpo muera por el pecado, el espíritu vivirá por la justicia. 11Y si el Espíritu del que resucitó a Yahshúa de la muerte habita en ustedes, el que resucitó a El Mesías de la muerte dará vida a sus cuerpos mortales, por el Espíritu suyo que habita en ustedes.

12Hermanos, no somos deudores de los bajos instintos para vivir a su manera. 13Porque, si viven de ese modo, morirán; pero, si con el Espíritu dan muerte a las bajas acciones, entonces vivirán.

14Todos los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. 15Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos, para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos adoptivos que nos permite llamar a Dios Abba, Padre.

16El Espíritu atestigua a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. 17Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios, coherederos con El Mesías; si compartimos su pasión, compartiremos su gloria.

Esperanza de gloria

18Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de revelar en nosotros.

19La humanidad aguarda ansiosamente que se revelen los hijos de Dios. 20Ella fue sometida al fracaso, no voluntariamente, sino por imposición de otro; pero esta humanidad, tiene la esperanza 21de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

22Sabemos que hasta ahora la humanidad entera está gimiendo con dolores de parto. 23Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos por dentro esperando la condición de hijos adoptivos, el rescate de nuestro cuerpo.

 24Con esa esperanza nos han salvado. Una esperanza que ya se ve, no es esperanza; porque, lo que uno ve no necesita esperarlo. 25Pero, si esperamos lo que no vemos, aguardamos con paciencia. 26De ese modo el Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad. Aunque no sabemos pedir como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no se pueden expresar. 27Y el que sondea los corazones sabe lo que pretende el Espíritu cuando suplica por los consagrados de acuerdo con la voluntad de Dios.

 

El amor de Dios

28Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que le aman, de los llamados según su designio. 29A los que escogió de antemano los destinó a reproducir la imagen de su Hijo, de modo que fuera él el primogénito de muchos hermanos. 30A los que había destinado los llamó, a los que llamó los hizo justos, a los que hizo justos los glorificó. 31Teniendo en cuenta todo esto, ¿qué podemos decir? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién estará en contra? 32El que no reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos va a regalar todo lo demás con él? 33¿Quién acusará a los que Dios eligió? Si Dios absuelve, 34¿quién condenará? ¿Será acaso El Mesías Yahshúa, el que murió y después resucitó y está a la diestra de Dios y suplica por nosotros?

35¿Quién nos apartará del amor de El Mesías? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? 36Como dice el texto: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte, nos tratan como a ovejas destinadas al matadero. 37En todas esas circunstancias salimos más que vencedores gracias al que nos amó.

38Estoy seguro que ni muerte ni vida, ni ángeles ni potestades, ni presente ni futuro, ni poderes 39ni altura ni hondura, ni criatura alguna nos podrá separar del amor de Dios manifestado en El Mesías Yahshúa Señor nuestro.


La situación de Israel

9

1Les voy a hablar sinceramente, como cristiano, sin mentir; y el Espíritu Santo confirma el testimonio de mi conciencia. 2Siento una pena muy grande, un dolor incesante en el alma: 3hasta desearía ser aborrecido de Dios y separado de El Mesías si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi linaje. 4Ellos son israelitas, adoptados como hijos de Dios, tienen su presencia, las alianzas, la ley, el culto, las promesas, 5los patriarcas; de su linaje carnal desciende El Mesías, Dios bendito por siempre, que está sobre todo. Amén.

 

La elección de Israel

6No es que haya fallado la promesa de Dios. Porque no todos los que descienden de Israel son israelitas; 7ni todos los descendientes de Abrahán son verdaderamente sus hijos; sino que Dios había dicho: De Isaac nacerá tu descendencia. 8Es decir, que los hijos de Dios no son los hijos carnales, sino la verdadera descendencia son los hijos de la promesa. 9La promesa dice así: Para esta misma fecha volveré y Sara tendrá un hijo. 10Más aún, también Rebeca concibió dos hijos de un solo hombre, de Isaac nuestro patriarca. 11Antes de que nacieran, antes que hicieran nada bueno o malo –para que el designio elegido por Dios se cumpliera, 12no por las obras, sino por la elección–, recibió Rebeca un oráculo: el mayor servirá al menor. 13Y así está escrito: Amé a Jacob, rechacé a Esaú.

14¿Qué diremos? ¿Que Dios es injusto? ¡De ningún modo! 15A Moisés le dice: Yo me apiado de quien quiero, me compadezco de quien quiero. 16O sea, que no depende del querer o del esfuerzo del hombre, sino de la misericordia de Dios. 17El texto de la Escritura le dice al Faraón: Para esto te he exaltado, para mostrar en ti mi poder y para que se difunda mi fama por toda la tierra. 18O sea que Dios se apiada del que quiere, y endurece al que él quiere.

19Objetarás: ¿Por qué, entonces se queja Dios, si nadie puede oponerse a su decisión? 20Y tú, hombre, ¿quién eres para replicar a Dios? ¿Puede la obra reclamar al artesano por qué la hace así? 21¿No tiene el alfarero libertad para hacer de la misma arcilla un objeto precioso y otro sin valor?

22Si Dios quería dar un ejemplo de castigo y manifestar su poder aguantando con mucha paciencia a aquellos que merecían el castigo y estaban destinados a la destrucción; 23y si al mismo tiempo quiso manifestar también la riqueza de su gloria en los que recibieron su misericordia, en los que él predestinó para la gloria, 24en nosotros, a quienes llamó, no sólo entre los judíos, sino también entre los paganos. ¿Qué podemos reprocharle? 25Como dice Oseas: Al que no era mi pueblo, lo llamaré Pueblo-mío, y a la que no era mi amada, Amada mía; 26y donde antes les decía: No son mi pueblo, allí mismo serán llamados hijos del Dios vivo. 27Acerca de Israel, Isaías proclama: Aunque los israelitas fueran numerosos como la arena del mar, sólo un resto se salvará. 28El Señor va a ejecutar en el país la destrucción decretada. 29El mismo Isaías predice: Si el Señor Todopoderoso no nos hubiera dejado un resto, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra.

30Entonces, ¿qué diremos? Que los paganos, que no buscaban la justicia, la alcanzaron; se entiende, la justicia por la fe. 31En cambio Israel, que buscaba una ley de justicia, no la alcanzó. 32¿Por qué? Porque la buscaban por las obras y no por la fe; y así tropezaron en la piedra de tropiezo, 33según lo escrito: Pondré en Sión una piedra de tropiezo, una roca que hace caer; y también: Quien se apoye en ella no fracasará.


Salvación universal

10

1Hermanos, lo que deseo de corazón, lo que pido a Dios por ellos es que se salven. 2Doy testimonio a su favor de que sienten fervor por Dios, aunque mal entendido. 3Porque no reconociendo la justicia de Dios y queriendo afirmar la propia, no se sometieron a la justicia de Dios. 4Ya que el fin de la ley es El Mesías, para la justificación de todos los que creen.

5Refiriéndose a la justicia de la ley, Moisés escribe: El que la cumpla vivirá por ella. 6En cambio, la justicia que nace de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, es decir, con la idea de hacer bajar a El Mesías; 7o: ¿Quién bajará al abismo?, es decir, con la idea de hacer subir a El Mesías de entre los muertos.

8Pero, ¿qué es lo que dice la justicia? La palabra está cerca de ti, en tu boca y tú corazón. Se refiere a la palabra de la fe que proclamamos: 9si confiesas con la boca que Yahshúa es Señor, si crees de corazón que Dios lo resucitó de la muerte, te salvarás. 10Con el corazón creemos para ser justos, con la boca confesamos para obtener la salvación. 11Así lo afirma la Escritura: Quien cree en él no quedará confundido.

12Ya no hay diferencia entre judíos y griegos; porque es el mismo, el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. 13Todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.

14Pero, ¿cómo lo invocarán si no han creído en él? ¿Cómo creerán si no han oído hablar de él? ¿Cómo oirán si nadie les anuncia? 15¿Cómo anunciarán si no los envían? Como está escrito: ¡Qué hermosos son los pasos de los mensajeros de buenas noticias! 16Sólo que no todos responden a la Buena Noticia. Isaías dice: Señor, ¿quién creyó nuestro anuncio?

17La fe nace de la predicación, y lo que se proclama es el mensaje de El Mesías. 18Pero pregunto: ¿Acaso no oyeron? Desde luego que sí: Por toda la tierra se extiende su voz, y sus palabras llegan hasta los confines del mundo. 19Insisto: ¿y no lo entendió Israel? Ya lo dijo Moisés: Les daré celos con un pueblo ilusorio, los provocaré con una nación insensata. 20E Isaías se atreve a decir: Me encontraron los que no me buscaban, me presenté a los que no preguntaban por mí. 21De Israel, en cambio dice: Todo el día tenía las manos extendidas hacia un pueblo rebelde y desafiante.

 

 


El resto de Israel

11

1Pregunto: ¿ha rechazado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Yo también soy israelita, descendiente de Abrahán, de la tribu de Benjamín. 2Dios no ha rechazado al pueblo que había elegido. Ustedes conocen lo que cuenta la Escritura de Elías, cómo suplicó a Dios contra Israel: 3Señor, han matado a tus profetas, han demolido tus altares; quedo yo solo, y me buscan para matarme. 4¿Qué le responde el oráculo? Me he reservado siete mil hombres que no han doblado la rodilla a Baal. 5Del mismo modo, hoy queda un resto, por elección gratuita. 6Ahora bien, si es gratuita, no se debe a las obras, porque entonces no sería gratuita.

7¿Qué conclusión sacaremos de esto? Lo que Israel buscaba no lo alcanzó, aunque los elegidos lo alcanzaron. Los demás se endurecieron, 8como está escrito: Dios les dio un espíritu insensible, ojos que no ven, oídos que no oyen, hasta el día de hoy. 9Y David añade: Que su mesa se vuelva una trampa, una red, un tropiezo, un castigo; 10que sus ojos se nublen y no vean, que su espalda siempre se encorve.

11Pregunto: ¿tropezaron hasta sucumbir? ¡De ningún modo! Sólo que su tropiezo ha provocado la salvación de los paganos, despertando a su vez los celos de Israel. 12Ahora bien, si su tropiezo representa una riqueza para el mundo, si su ruina representa la riqueza de los paganos, cuánto más lo será su conversión en masa.

 

Salvación de los paganos

13Ahora me dirijo a ustedes, los paganos: Dado que soy apóstol de los paganos, hago honor a mi ministerio, 14para dar celos a mis hermanos de raza y salvar así a algunos. 15Porque, si su rechazo ha significado la reconciliación del mundo, ¿qué será su aceptación, sino una especie de resurrección? 16Si la primicia está consagrada, también lo está toda la masa; si la raíz es santa, también lo son las ramas. 17Si algunas ramas han sido cortadas, y tú, que eres un olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y has participado de la raíz y la savia del olivo, 18no te consideres superior a las otras ramas. Si lo haces, recuerda que no eres tú quien mantiene a la raíz, sino la raíz a ti.

19Me dirás: cortaron unas ramas para injertarme a mí. 20De acuerdo: a ellos los cortaron por no creer; tú, en cambio, estás firme gracias a la fe. Pero, en vez de llenarte de orgullo, teme. 21Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti. 22Mira más bien la bondad y la severidad de Dios: con los que cayeron, Dios es severo; contigo, es bueno, siempre que te mantengas en el ámbito de la bondad; porque también a ti te pueden cortar. 23Y si ellos no persisten en la incredulidad, serán injertados. Porque Dios tiene poder para volver a injertarlos. 24Si tú, siendo olivo silvestre por naturaleza, fuiste cortado y, contra tu naturaleza, fuiste injertado en el olivo, cuánto más ellos que son las ramas naturales serán injertadas en su propio olivo.

La conversión de Israel

25Quiero, hermanos, que no ignoren este secreto, para que no se tengan por sabios: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que la totalidad de los paganos se incorpore. 26Entonces todo Israel se salvará, según lo escrito: De Sión saldrá el liberador para alejar los crímenes de Jacob. 27Y ésta será mi alianza con ellos cuando perdone sus pecados. 28En cuanto a la Buena Noticia ellos son enemigos de Dios, y esto ocurre para bien de ustedes; pero desde el punto de vista de la elección son amados, en atención a los patriarcas. 29Porque los dones y la llamada de Dios son irrevocables.

30En efecto, ustedes antes eran enemigos de Dios, y ahora, por la desobediencia de ellos, han alcanzado misericordia, 31de la misma manera ahora que ustedes han alcanzado misericordia ellos desobedecen, pero un día también ellos alcanzarán misericordia. 32Porque Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para apiadarse de todos.

33¡Qué profunda es la riqueza, la sabiduría y prudencia de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones, qué incomprensibles sus caminos!

34¿Quién conoce la mente de Dios? ¿Quién fue su consejero? 35¿Quién le dio primero para recibir en cambio? 36De él, por él, para él existe todo. A él la gloria por los siglos. Amén.


Normas de vida cristiana

12

1Ahora, hermanos, por la misericordia de Dios, los invito a ofrecerse como sacrificio vivo, santo, aceptable a Dios: éste es el verdadero culto.

2No se acomoden a este mundo, por el contrario transfórmense interiormente con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto.

3En virtud del don que he recibido, me dirijo a cada uno de ustedes: no tengan pretensiones desmedidas, más bien, sean moderados en su propia estima, cada uno según el grado de fe que Dios le haya asignado.

4Es como en un cuerpo: tenemos muchos miembros, no todos con la misma función; 5así, aunque somos muchos, formamos con El Mesías un solo cuerpo, y estamos unidos unos a otros como partes de un mismo cuerpo.

6Tenemos dones diversos según la gracia que Dios ha concedido a cada uno: por ejemplo, si hemos recibido el don de la profecía debemos ejercerlo según la medida de la fe, 7el que tenga el don del servicio, sirviendo; el de enseñar, enseñando. 8El que exhorta, exhortando; el que reparte, hágalo con generosidad; el que preside, con diligencia; el que alivia los sufrimientos, de buen humor.

9Amen con sinceridad: aborrezcan el mal y tengan pasión por el bien. 10En el amor entre hermanos demuéstrense cariño, estimando a los otros como más dignos. 11Con celo incansable y fervor de espíritu sirvan al Señor.

12Alégrense en la esperanza, sean pacientes en el sufrimiento, perseverantes en la oración; 13solidarios con los consagrados en sus necesidades, practiquen la hospitalidad. 14Bendigan a los que los persiguen, bendigan y no maldigan nunca. 15Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran.

16Vivan en armonía unos con otros. No busquen grandezas, pónganse a la altura de los más humildes. No se tengan por sabios. 17A nadie devuelvan mal por mal, procuren hacer el bien delante de todos los hombres. 18En cuanto dependa de ustedes, tengan paz con todos.

19No hagan justicia por ustedes mismos, queridos hermanos, dejen que Dios sea el que castigue; porque está escrito: Mía es la venganza, yo retribuiré, dice el Señor. 20Pero, si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber, así le sacarás los colores a la cara.

21No te dejes vencer por el mal, por el contrario vence al mal haciendo el bien.

 

 

 

 

 


Obediencia a las autoridades

13

1Que cada uno se someta a las autoridades establecidas, porque toda autoridad procede de Dios; y las que existen han sido establecidas por él. 2Por eso quien resiste a la autoridad resiste al orden establecido por Dios. Y quienes se resisten cargarán con su castigo.

3Los gobernantes no están para causar miedo a los que obran bien, sino a los malhechores. ¿Quieres no temer a la autoridad? Obra bien y tendrás su aprobación, 4ya que la autoridad es un instrumento de Dios para tu bien. Pero si obras mal, teme, que no en vano tiene poder. La autoridad está al servicio de Dios para aplicar el castigo al malhechor. 5Por tanto, hay que someterse, y no sólo por miedo al castigo, sino por deber de conciencia.

6Por la misma razón pagan los impuestos: las autoridades son funcionarios al servicio de Dios, encargados de cumplir este oficio.

7Den a cada uno lo debido: al que se debe impuestos, impuestos; al que se debe contribución, contribución; al que respeto, respeto; al que honor, honor.

8Que la única deuda que tengan con los demás sea la del amor mutuo. Porque el que ama al prójimo ya cumplió toda la ley.

9De hecho, los mandamientos: no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no codiciarás, y cualquier otro precepto, se resumen en éste: Amarás al prójimo como a ti mismo. 10Quien ama no hace mal al prójimo, por eso el amor es el cumplimiento pleno de la ley.

La venida de El Mesías

11Reconozcan el momento en que viven, que ya es hora de despertar del sueño: ahora la salvación está más cerca que cuando abrazamos la fe.

12La noche está avanzada, el día se acerca: abandonemos las acciones tenebrosas y vistámonos con la armadura de la luz.

13Actuemos con decencia, como de día: basta de banquetes y borracheras, basta de lujuria y libertinaje, no más envidias y peleas. 14Revístanse del Señor Yahshúa el Mesías y no se dejen conducir por los deseos del instinto.


Libertad y caridad

14

1Comprendan al que es débil en la fe sin discutir sus razonamientos. 2Uno tiene fe, y come de todo; otro es débil, y come verduras. 3Quien come no desprecie al que no come, quien no come no critique al que come, porque Dios también lo ha recibido a éste. 4Y tú, ¿quién eres para criticar a un empleado ajeno? Que esté en pie o caído es asunto de su amo. Pero no se caerá, porque el Señor tiene poder para mantenerlo en pie. 5Éste da más importancia a un día que a otro, mientras que aquél los considera a todos iguales: cada cual que siga su convicción.

6El que distingue un día del otro lo hace por el Señor, el que come también lo hace por el Señor, ya que da gracias a Dios. Y el que no come también lo hace por el Señor y le da gracias.

Somos del Señor

7Ninguno vive para sí,

ninguno muere para sí.

8Si vivimos, vivimos para el Señor;

si morimos, morimos para el Señor;

en la vida y en la muerte

somos del Señor.

9Para eso murió El Mesías y resucitó:

para ser Señor de muertos y vivos.

10Tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? Tú, ¿por qué desprecias a tu hermano? Todos hemos de comparecer ante el tribunal de Dios, 11como está escrito: Juro –dice el Señor–, ante mí se doblará toda rodilla, toda boca confesará a Dios. 12Por tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo ante Dios.

No escandalizar

13Dejemos de juzgarnos mutuamente. Procuren más bien no provocar el tropiezo o la caída del hermano.

14Por la enseñanza del Señor Yahshúa lo sé y estoy convencido de ello: nada es impuro en sí, solamente lo es para quien lo considera impuro. 15Pero si lo que tú comes hace sufrir a tu hermano, ya no obras de acuerdo con el amor.

No destruyas por lo que comes a uno por quien El Mesías murió. 16No den lugar a que se hable mal de la libertad que ustedes tienen. 17El reino de Dios no consiste en comidas ni bebidas, sino en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo. 18Quien sirve así a El Mesías agrada a Dios y es estimado de los hombres. 19Por tanto, busquemos lo que fomenta la paz mutua y es constructivo.

20Por un alimento no destruyas la obra de Dios. Todo es puro, pero es malo comer algo que provoque la caída de otro. 21Lo mejor es abstenerse de carne, de vino o de cualquier cosa que provoque la caída del hermano. 22Guarda para ti, delante de Dios, tu propia convicción. Feliz quien elige sin sentirse culpable; 23pero quien come dudando es culpable, porque no obra de acuerdo con lo que cree. Y todo lo que no hacemos de acuerdo con lo que creemos, es pecado.

 

 


Contentar a los demás

15

1Nosotros, los fuertes, tenemos que cargar con las flaquezas de los débiles y no buscar nuestra satisfacción. 2Que cada uno trate de agradar al prójimo para el bien y la edificación común. 3Porque tampoco El Mesías buscó su propia satisfacción, sino que, como está escrito: cayeron sobre mí los ultrajes de los que te agravian. 4Lo que entonces se escribió fue para nuestra instrucción, para que por la paciencia y el consuelo de la Escritura tengamos esperanza.

5El Dios de la paciencia y el consuelo les conceda tener los unos para con los otros los sentimientos de El Mesías Yahshúa, 6de modo que, con un  solo corazón y una sola voz, glorifiquen a Dios, Padre de nuestro Señor Yahshúa el Mesías.

La Buena Noticia para judíos y paganos

7Por tanto, acójanse unos a otros, como El Mesías los acogió para gloria de Dios. 8Quiero decir que El Mesías se hizo servidor de los circuncisos para confirmar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas de los patriarcas; 9mientras que los paganos glorifican a Dios por su misericordia, como está escrito: Te confesaré ante los paganos y cantaré en tu honor. 10Y en otro lugar: Pueblos extranjeros, alégrense junto con su pueblo. 11Y de nuevo: Alaben al Señor todas las gentes, que todos los pueblos lo glorifiquen. 12Isaías, por su parte, dice: Aparecerá el brote de Jesé, se levantará a gobernar las naciones: y todos los pueblos pondrán en él su esperanza. 13El Dios de la paz los llene de gozo y paz en la fe, para que, por la fuerza del Espíritu Santo, desborden de esperanza.

 

Misión de Pablo para los paganos

14Acerca de ustedes, queridos hermanos, estoy convencido de que están llenos de bondad y colmados de todo conocimiento y que también pueden aconsejarse mutuamente. 15Con todo, por la gracia recibida de Dios 16de ser ministro de El Mesías Yahshúa para los paganos y sacerdote de la Buena Noticia de Dios, he tenido la audacia de escribirles y de refrescarles su memoria, para que la ofrenda de los paganos sea aceptable y consagrada por el Espíritu Santo.

17Por El Mesías Yahshúa puedo sentirme orgulloso ante Dios. 18Pero no hablaré si no es de lo que El Mesías ha realizado por intermedio mío para la conversión de los paganos: de palabra y de obra, 19con señales y prodigios, con la fuerza del Espíritu de Dios. Partiendo de Jerusalén y su región hasta Iliria he completado el anuncio de la Buena Noticia de El Mesías.

20Me honra haber anunciado la Buena Noticia donde todavía no se había nombrado a El Mesías, para no construir sobre cimiento ajeno; 21sino como está escrito: Lo verán los que no tenían noticia de él, y comprenderán los que no habían oído hablar de él. 22Ese motivo me ha impedido repetidas veces ir a visitarlos.

23Ahora que ya no me queda tarea por estas regiones, y con las ganas que tengo desde hace tiempo de visitarlos, 24espero verlos de paso en mi viaje hacia España y confío que me ayudarán a proseguir mi viaje, después de gozar un poco de su compañía.

25En este momento me dirijo a Jerusalén para llevar una ayuda a esa comunidad. 26Porque los de Macedonia y Acaya han decidido solidarizarse con los cristianos pobres de Jerusalén. 27Lo han decidido como era su obligación: ya que si los paganos se beneficiaron de sus bienes espirituales, es justo que ellos los socorran con bienes materiales. 28Cuando haya concluido este asunto, garantizando la entrega de la colecta, me dirigiré a España pasando por la tierra de ustedes. 29Y sé que, cuando llegue a visitarlos, lo haré con todas las bendiciones de El Mesías.

30Por nuestro Señor Yahshúa el Mesías, [hermanos,] y por el amor que infunde el Espíritu, les recomiendo que luchen a mi lado rezando por mí a Dios 31para que me libre en Judea de los que no creen y para que mi misión entre los consagrados sea bien recibida. 32Así, Dios mediante, podré visitarlos con alegría, para tomarme un descanso junto a ustedes. 33El Dios de la paz esté con todos ustedes. Amén.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Saludos finales

16

1Les recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la Iglesia de Cencreas, 2para que la reciban, en atención al Señor, como merece una persona consagrada, ayudándola en todo lo que necesite de ustedes. Ella ha protegido a muchos, empezando por mí.

3Saludos a Prisca y Áquila, mis colaboradores en la obra de El Mesías Yahshúa, 4que por salvarme la vida se jugaron la suya; no sólo yo les estoy agradecido, sino toda la Iglesia de los paganos. 5Saludos a la comunidad que se reúne en su casa.

Saludos a mi querido Epéneto, el primero de Asia que se convirtió a El Mesías.

6Saludos a María, que tanto ha trabajado por ustedes.

7Saludos a Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión, que descuellan entre los apóstoles y que llegaron a El Mesías antes que yo.

8Saludos a Ampliato, mi amigo en el Señor.

9Saludos a Urbano, mi colaborador en la obra de El Mesías, y a mi querido Eustaquio.

10Saludos a Apeles, que ha dado pruebas de fidelidad a El Mesías.

Saludos a la familia de Aristóbulo.

11Saludos a mi pariente Herodión.

Saludos a los de la familia de Narciso, quienes son del Señor.

12Saludos a Trifena y Trifosa, que han trabajado por el Señor.

Saludos a la querida Pérside, que ha trabajado mucho en el Señor.

13Saludos a Rufo, elegido del Señor, y a su madre que es también mía.

14Saludos a Asíncrito, Flegonte, Hermes, Patrobas, Hermas y a los de su comunidad.

15Saludos a Filólogo y a Julia, a Nereo y su hermana Olimpas y a todos los consagrados de su comunidad.

16Salúdense con el beso santo. Todas las Iglesias cristianas les mandan saludos.

17Hermanos, les recomiendo que vigilen a los que siembran discordias y tropiezos contra la doctrina que ustedes han aprendido; aléjense de ellos.

18Esas personas no sirven a El Mesías Señor nuestro, sino a su vientre, y con discursos suaves y atractivos seducen a la gente sin malicia.

19La fama de la fe de ustedes se difunde por todas partes, y esto me llena de alegría, porque los quiero sabios para el bien y sin contagio del mal. 20Muy pronto el Dios de la paz aplastará a Satanás bajo los pies de ustedes. La gracia de nuestro Señor Yahshúa esté con ustedes.

21Les manda saludos Timoteo, mi colaborador, y también Lucio, Jasón y Sosípatro, mis parientes. 22Y yo, Tercio, amanuense de esta carta, los saludo en nombre del Señor.

23También los saludan Gayo, que me hospeda, con toda su comunidad; Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto.

[[24La gracia de nuestro Señor Yahshúa el Mesías esté con todos ustedes. Amén.]] 25Al que tiene el poder de confirmarlos según la Buena Noticia que yo anuncio proclamando a Yahshúa el Mesías, según el secreto callado durante siglos 26y revelado hoy y, por disposición del Dios eterno, manifestado a todos los paganos por medio de escritos proféticos para que abracen la fe, 27a Dios, el único sabio, por medio de Yahshúa el Mesías, sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

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