EVANGELIO RESTAURADO SEGÚN MATEO

 

mateo

Introducción

Contexto histórico. La obra de Mateo nos sitúa en la segunda generación cristiana. Durante varias décadas, después de la muerte y resurrección de Yahshúa, sus seguidores forman un grupo más –los «nazarenos»– dentro de la gran familia religiosa judía de fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. Conviven con los demás grupos entre tensiones, tolerancia, indiferencia o sospecha. No faltan amagos y brotes de persecución. Así, hasta el año 70 en que sobreviene la catástrofe de Judea y Jerusalén, con la destrucción del Templo, en la guerra de los judíos contra los romanos.

De las ruinas materiales y la crisis espiritual emerge un grupo fariseo que unifica poderosamente la religiosidad bajo un férreo y normativo judaísmo, excluyendo cualquier tipo de pluralidad religiosa. De este modo, el rechazo a los cristianos o nazarenos cobra más intensidad hasta hacerse oficial en el sínodo judío de Yamnia (entre el año 85 y 90). Los judíos cristianos son excluidos formalmente de la sinagoga y deben comenzar a caminar solos.

 

Destinatarios. Mateo parece escribir principalmente para estas comunidades, conscientes ya de su propia identidad. Y afirma, como «el dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas» (13,52), la continuidad y la novedad del mensaje de Yahshúa respecto a sus raíces judías. Continuidad, porque en Él, que es el Mesías, se cumplen las profecías y alcanza su perfección la Ley. Novedad, porque la «Buena Noticia», el «Evangelio», desborda todas las expectativas: «el vino nuevo se echa en odres nuevos» (9,17). Por eso, entre otras cosas, cita con frecuencia textos del Antiguo Testamento que se cumplen en muchos acontecimientos de la vida de Yahshúa, además de entroncarlo en la genealogía de David y de Abrahán (1,1).

Yahshúa, superior a Moisés, aprueba los mandatos de la ley judía, pero también los corrige y los lleva a plenitud proponiendo sus bienaventuranzas (5,3-10). Después del momento escatológico de su muerte, investido de plenos poderes con la resurrección, lega su enseñanza como mandamientos a sus discípulos (28,16-20): en vez de la convergencia de las naciones hacia Israel, anunciada por los profetas, promueve la propagación de la Buena Noticia para todo el mundo. En vez de la circuncisión, instaura el bautismo como signo y realidad de pertenencia al nuevo pueblo de Dios.

 

Autor, fecha y lugar de composición. Una tradición muy antigua atribuyó este evangelio a Mateo, el apóstol publicano (9,9). Hoy en día, sin embargo, una serie de razones convincentes sugiere que su autor fue un cristiano de la segunda generación, proveniente del judaísmo de la diáspora. Compuso su obra en griego, utilizando los materiales de Marcos –el primer evangelio que se escribió–, e inspirándose también en otra tradición escrita, hoy perdida, conocida como «documento Q».

En cuanto a la fecha de su composición, el autor tiene conocimiento de la destrucción de Jerusalén (año 70) y experimenta muy de cerca la separación de los cristianos de la sinagoga judía (85-90); por eso, muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80.

En cuanto al lugar: Antioquía, la capital de Siria, es la hipótesis más aceptada.

 

Un evangelio para una Iglesia que comienza a caminar. Mateo es el evangelio más conocido, preferido y citado por la tradición antigua de la Iglesia (san Ignacio de Antioquía, hacia el año 110, ya lo cita en sus cartas), y ha llegado a ser, con el paso de los tiempos, algo así como el «evangelio eclesiástico» por excelencia.

Entre las razones que avalan esta afirmación, encontramos:

Su estilo literario. Sobrio y didáctico. Claridad de composición y del desarrollo de los acontecimientos. Los relatos están cuidadosamente elaborados. Todo ello hace que sea un evangelio para ser proclamado en asamblea.

Su carácter doctrinal. Aunque no es un tratado ni un catecismo, Mateo relata los hechos y milagros de la vida de Yahshúa teniendo presente a una comunidad cristiana de la segunda generación que comienza ya a organizarse y necesita ser instruida en la «nueva ley» que ha traído el Señor.

El Yahshúa que presenta. No es el Yahshúa visto con la espontaneidad del evangelio de Marcos, sino el Yahshúa que la fe de la comunidad vive y expresa en sus celebraciones litúrgicas: lleno de dignidad, majestuoso, y en el que se realizan las promesas de las Escrituras.

Los apóstoles. A diferencia del grupo asustadizo, terco y tardo en comprender que nos presenta Marcos sin paliativos, el retrato que nos brinda Mateo de los apóstoles es el que conviene a una comunidad que comienza a organizarse y que necesita del ejemplo, prestigio y la autoridad de sus responsables. Los apóstoles, según Mateo, a pesar de sus defectos, terminan comprendiendo las enseñanzas y las parábolas del Maestro (16,12); lo reconocen como Hijo de Dios (14,33). Cuando les habla del reinado de Dios y les pregunta si han entendido todo, ellos responden que sí, y a continuación los compara como a letrados expertos (13,51s). Más adelante los equipara a profetas, doctores y letrados (23,34). Es Mateo, también, el único de los evangelios sinópticos que nos relata el pasaje en el que Yahshúa confiere su autoridad y poder a Pedro, para ser base y fundamento de la Iglesia (16,18s).

El reino de Dios. Las comunidades de la segunda generación ya han comprendido que la instauración definitiva del reinado de Dios no es una realidad tan inminente, sino que les espera un largo camino por recorrer.

La Iglesia. Este reinado de Dios, en camino hacia su manifestación definitiva, ha tomado cuerpo en la comunidad cristiana, a la que Mateo llama «Iglesia», continuadora legítima del Israel histórico. Es el Israel auténtico que ha entrado ya en la etapa final. La comunidad no tiene que añorar el pasado ni renegar de él. Ahora se aglutina en su lealtad a Yahshúa, Mesías y Maestro, nuevo Moisés e Hijo de David. Es una comunidad consciente y organizada, en la que van cuajando normas de conducta, prácticas sacramentales y litúrgicas, y hasta una institución judicial. Una comunidad que se abre para anunciar su mensaje a judíos y paganos.

 

Sinopsis. Inicia el evangelio con una gran introducción: «el evangelio de la infancia», que tiene valor de relato programático sobre la falsilla de Moisés en Egipto y de ciertos anuncios proféticos (1s). Tras el bautismo (3), el cuerpo de la obra se reparte geográficamente entre el ministerio en Galilea (4–13) y en Jerusalén (14–25), donde Yahshúa va pronunciando sus famosos cinco discursos –a modo de un nuevo Pentateuco–: El sermón del monte (5–7), como contrafigura de la ley de Moisés; la misión presente de los apóstoles (10) que prefigura la futura; las parábolas (13) que explican cómo es el reinado de Dios; las instrucciones a la comunidad (18) y el discurso escatológico (24s). Sigue como desenlace la pasión, muerte y resurrección (26–28) sobre la falsilla del Sal 22 y otros textos del Antiguo Testamento.

 

 

Genealogía de Yahshúa

(cfr. Lc 3,23-38)

1

1Genealogía de Yahshúa el Mesías, hijo de David, hijo de Abrahán: 2Abrahán engendró a Isaac; Isaac engendró a Jacob; Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. 3Judá engendró, de Tamar, a Fares y Zará; Fares engendró a Esrón; Esrón engendró a Arán. 4Arán engendró a Aminadab; Aminadab engendró a Naasón; Naasón engendró a Salmón. 5Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé. 6Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la mujer de Urías, a Salomón. 7Salomón engendró a Roboán; Roboán engendró a Abías; Abías engendró a Asaf. 8Asaf engendró a Josafat; Josafat engendró a Jorán; Jorán engendró a Ozías. 9Ozías engendró a Joatán; Joatán engendró a Acaz; Acaz engendró a Ezequías. 10Ezequías engendró a Manasés; Manasés engendró a Amón; Amón engendró a Josías. 11Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en tiempos del destierro a Babilonia.

12Después del destierro a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel; Salatiel engendró a Zorobabel. 13Zorobabel engendró a Abiud; Abiud engendró a Eliacín; Eliacín engendró a Azor. 14Azor engendró a Sadoc; Sadoc engendró a Aquín; Aquín engendró a Eliud. 15Eliud engendró a Eleazar; Eleazar engendró a Matán; Matán engendró a Jacob. 16Jacob engendró a José, esposo de María, de la que nació Yahshúa, llamado el Mesías.

17De este modo, todas las generaciones de Abrahán a David son catorce; de David hasta el destierro a Babilonia, catorce; del destierro de Babilonia hasta el Mesías, catorce.

Nacimiento de Yahshúa

(cfr. Lc 2,1-7)

18El nacimiento de Yahshúa el Mesías sucedió así: su madre, María, estaba comprometida con José, y antes del matrimonio, quedó embarazada por obra del Espíritu Santo. 19José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, pensó abandonarla en secreto.

20Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo:

—José, hijo de David, no temas recibir a María como esposa tuya, pues la criatura que espera es obra del Espíritu Santo. 21Dará a luz un hijo, a quien llamarás Yahshúa, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.

22Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del profeta:

23Mira, la virgen está embarazada,

dará a luz a un hijo

que se llamará Emanuel,

que significa: Dios con nosotros.

24Cuando José se despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había ordenado y recibió a María como esposa. 25Y sin haber mantenido relaciones dio a luz un hijo, al cual llamó Yahshúa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Homenaje de los magos

(cfr. Lc 2,8-20)

2

1Yahshúa nació en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes. Por entonces sucedió que unos magos de oriente se presentaron en Jerusalén 2preguntando:

—¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella  en el oriente y venimos a adorarle.

3Al oírlo, el rey Herodes comenzó a temblar, y lo mismo que él toda Jerusalén. 4Entonces, reuniendo a todos los sumos sacerdotes y letrados del pueblo, les preguntó en qué lugar debía nacer el Mesías.

5Le contestaron:

—En Belén de Judea, como está escrito por el profeta:

6Tú, Belén, en territorio de Judá,

no eres ni mucho menos la última

de las poblaciones de Judá,

pues de ti saldrá un líder,

el pastor de mi pueblo Israel.

7Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos, les preguntó el tiempo exacto en que había aparecido la estrella; 8después los envió a Belén con este encargo:

—Averigüen con precisión lo referente al niño y cuando lo encuentren avísenme, para que yo también vaya a adorarle.

9Y habiendo escuchado el encargo del rey, se fueron. De pronto, la estrella que habían visto en oriente avanzó delante de ellos hasta detenerse sobre el lugar donde estaba el niño. 10Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría. 11Entraron en la casa, vieron al niño con su madre, María, y postrándose le adoraron; abrieron sus tesoros y le ofrecieron como regalos: oro, incienso y mirra.

12Después, advertidos por un sueño de que no volvieran a casa de Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.

 

Huida a Egipto y matanza de inocentes

13Cuando se fueron, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:

—Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y quédate allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.

14Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, 15donde residió hasta la muerte de Herodes.

Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta:

De Egipto llamé a mi hijo.

16Entonces Herodes, al verse burlado por los magos, se enfureció mucho y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores; según el tiempo que había averiguado por los magos.

17Así se cumplió lo que anunció el profeta Jeremías:

18Una voz se escucha en Ramá:

muchos llantos y sollozos;

es Raquel que llora a sus hijos

y no quiere que la consuelen

porque ya no viven.

Regreso de Egipto

19A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto 20y le dijo:

—Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño.

21Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel. 22Pero, al enterarse de que Arquelao había sucedido a su padre Herodes como rey de Judea, tuvo miedo de ir allí. Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea 23y se estableció en una población llamada Nazaret, para que se cumpliera lo anunciado por los profetas:

—Será llamado Nazareno.

 

 

 

Juan el Bautista

(Mc 1,2-4; Lc 3,3s; cfr. Jn 1,19-23)

3

1En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista en el desierto de Judea, 2proclamando:

—Arrepiéntanse, que está cerca el reino de los cielos.

3Éste es a quien había anunciado el profeta Isaías, diciendo:

Una voz grita en el desierto:

Preparen el camino al Señor,

enderecen sus senderos.

 

(Mc 1,5s)

4Juan llevaba un manto hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. 5Acudían a él de Jerusalén, de toda Judea y de la región del Jordán, 6y se hacían bautizar en el río Jordán por él, confesando sus pecados.

 

(Lc 3,7-9)

7Al ver que muchos fariseos y saduceos acudían a que los bautizara les dijo:

—¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? 8Muestren frutos de un sincero arrepentimiento 9y no piensen que basta con decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. 10El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego.

 

(Mc 1,7s; Lc 3,15s; cfr. Jn 1,24-28)

11Yo los bautizo con agua en señal de arrepentimiento; pero detrás de mí viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno de quitarle sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.

 

(Lc 3,17)

12Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha: reunirá el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga.

Bautismo de Yahshúa

(cfr. Mc 1,9-11; Lc 3,21s; Jn 1,29-34)

13Entonces fue Yahshúa desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.

14Juan se resistía diciendo:

—Soy yo quien necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?

15Yahshúa le respondió:

—Ahora haz lo que te digo pues de este modo conviene que realicemos la justicia plena.

Ante esto Juan aceptó.

16Después de ser bautizado, Yahshúa salió del agua y en ese momento se abrió el cielo y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y se posaba sobre él. 17Se escuchó una voz del cielo que decía:

—Éste es mi Hijo querido, mi predilecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La prueba en el desierto

(Lc 4,1-13; cfr. Mc 1,12s)

4

1Entonces Yahshúa, movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser tentado por el Diablo.

2Hizo un ayuno de cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre. 3Se acercó el Tentador y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.

4Él contestó:

—Está escrito:

No sólo de pan vive el hombre,

sino de toda palabra

que sale de la boca de Dios.

5Luego el Diablo se lo llevó a la Ciudad Santa, lo colocó en la parte más alta del templo 6y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues está escrito:

Ha dado órdenes

a sus ángeles sobre ti;

te llevarán en sus manos

para que tu pie

no tropiece en la piedra.

7Yahshúa respondió:

—También está escrito:

No pondrás a prueba

al Señor, tu Dios.

8De nuevo se lo llevó el Diablo a una montaña altísima y le mostró todos los reinos del mundo en su esplendor, 9y le dijo:

—Todo esto te lo daré si te postras para adorarme.

10Entonces Yahshúa le replicó:

—¡Aléjate, Satanás! Que está escrito:

Al Señor tu Dios adorarás,

a él sólo darás culto.

11De inmediato lo dejó el Diablo y unos ángeles vinieron a servirle.

 

 

Comienza su proclamación

(Mc 1,14s; Lc 4,14s)

12Al saber que Juan había sido arrestado, Yahshúa se retiró a Galilea, 13salió de Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí.

14Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías:

15Territorio de Zabulón

y territorio de Neftalí,

camino del mar,

al otro lado del Jordán,

Galilea de los paganos.

16El pueblo que vivía en tinieblas

vio una luz intensa,

a los que vivían

en sombras de muerte

les amaneció la luz.

17Desde entonces comenzó Yahshúa a proclamar:

—¡Arrepiéntanse que está cerca el reino de los cielos!

Llama a sus primeros discípulos

(Mc 1,16-20; cfr. Lc 5,1-11; Jn 1,35-51)

18Mientras caminaba junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos –Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano– que estaban echando una red al lago, pues eran pescadores.

19Les dijo:

—Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.

20De inmediato dejando las redes le siguieron.

21Un trecho más adelante vio a otros dos hermanos –Santiago de Zebedeo y Juan, su hermano– en la barca con su padre Zebedeo, arreglando las redes. Los llamó, 22y ellos inmediatamente, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

Resumen narrativo de la actividad de Yahshúa

23Yahshúa recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias.

24Su fama se difundió por toda Siria, de modo que le traían todos los que padecían diversas enfermedades o sufrían achaques: endemoniados, lunáticos, paralíticos y él los sanaba. 25Le seguía una gran multitud de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y Transjordania.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sermón del monte: las bienaventuranzas

5

1Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. 2Tomó la palabra y comenzó a enseñarles del siguiente modo:

(Lc 6,20-23)

3Felices los pobres de corazón,

         porque el reino de los cielos les pertenece.

4Felices los afligidos,

         porque serán consolados.

5Felices los desposeídos,

         porque heredarán la tierra.

6Felices los que tienen hambre y sed de justicia,

         porque serán saciados.

7Felices los misericordiosos,

         porque serán tratados con misericordia.

8Felices los limpios de corazón,

         porque verán a Dios.

9Felices los que trabajan por la paz,

         porque se llamarán hijos de Dios.

10Felices los perseguidos por causa del bien,

         porque el reino de los cielos les pertenece.

11Felices ustedes cuando los injurien, los persigan y los calumnien de todo por mi causa. 12Alégrense y estén contentos pues la paga que les espera en el cielo es abundante. De ese mismo modo persiguieron a los profetas anteriores a ustedes.

 

 

Imagen de los discípulos: sal y luz

(Mc 9,50; Lc 14,34s)

13Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá su sabor? Sólo sirve para tirarla y que la pise la gente.

14Ustedes son la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad construida sobre un monte.

 

(Lc 11,33)

15No se enciende una lámpara para meterla en un cajón, sino que se pone en el candelero para que alumbre a todos en la casa.

16Brille igualmente la luz de ustedes ante los hombres, de modo que cuando ellos vean sus buenas obras, glorifiquen al Padre de ustedes que está en el cielo.

 

Yahshúa y la Ley

17No piensen que he venido a abolir la ley o los profetas. No vine para abolir, sino para cumplir. 18Les aseguro que mientras duren el cielo y la tierra, ni una letra, ni una coma de la ley dejará de realizarse.

19Por tanto, quien quebrante el más mínimo de estos mandamientos y enseñe a otros a hacerlo será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero quien lo cumpla y lo enseñe será considerado grande en el reino de los cielos.

20Porque les digo que si el modo de obrar de ustedes no supera al de los letrados y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos.

Respecto a la ofensa

21Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: No matarás; el homicida responderá ante el tribunal. 22Pues yo les digo que todo el que se enoje contra su hermano responderá ante el tribunal. Quien llame a su hermano imbécil responderá ante el Consejo. Quien lo llame estúpido incurrirá en la pena del infierno de fuego.

23Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a llevar tu ofrenda.

 

(Lc 12,57-59)

25Con quien tienes pleito busca rápidamente un acuerdo, mientras vas de camino con él. Si no, te entregará al juez, el juez al comisario y te meterán en la cárcel. 26Te aseguro que no saldrás hasta haber pagado el último centavo.

Respecto al adulterio

27Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. 28Pues yo les digo que quien mira a una mujer deseándola ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.

29Si tu ojo derecho te lleva a pecar, sácatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que ser arrojado entero al infierno. 30Y si tu mano derecha te lleva a pecar, córtatela y tírala lejos de ti. Más te vale perder una parte de tu cuerpo que terminar entero en el infierno.

Respecto al divorcio

31Se dijo: Quien repudie a su mujer que le dé acta de divorcio. 32Pues yo les digo que quien repudia a su mujer –salvo en caso de concubinato– la induce a adulterio, y quien se case con una divorciada comete adulterio.

Respecto a los juramentos

33Ustedes, también, han oído que se dijo a los antiguos: No jurarás en falso y cumplirás tus juramentos al Señor. 34Pues yo les digo que no juren en absoluto: ni por el cielo, que es trono de Dios; 35ni por la tierra, que es tarima de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey; 36ni jures tampoco por tu cabeza, pues no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. 37Que la palabra de ustedes sea sí, sí; no, no. Lo que se añada luego procede del Maligno.

Respecto a la venganza

(Lc 6,29s)

38Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente. 39Pues yo les digo que no opongan resistencia al que les hace el mal. Antes bien, si uno te da una bofetada en [tu] mejilla derecha, ofrécele también la otra. 40Al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica déjale también el manto. 41Si uno te obliga a caminar mil pasos, haz con él dos mil. 42Da a quien te pide y al que te solicite dinero prestado no lo esquives.

 

(Lc 6,27s.32-36)

43Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. 44Pues yo les digo: Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores. 45Así serán hijos de su Padre del cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y hace llover sobre justos e injustos. 46Si ustedes aman sólo a quienes los aman, ¿qué premio merecen? También hacen lo mismo los recaudadores de impuestos. 47Si saludan sólo a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? También hacen lo mismo los paganos.

48Por tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el cielo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre la práctica de las obras buenas

6

1Cuídense de hacer obras buenas en público solamente para que los vean; de lo contrario no serán recompensados por su Padre del cielo.

Respecto a la limosna

2Cuando des limosna no hagas tocar la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles para que los alabe la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.

3Cuando tú hagas limosna, no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; 4de ese modo tu limosna quedará escondida, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Respecto a la oración

5Cuando ustedes oren no hagan como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Les aseguro que ya han recibido su paga.

6Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

7Cuando ustedes recen no sean charlatanes como los paganos, que piensan que por mucho hablar serán escuchados. 8No los imiten, pues el Padre de ustedes sabe lo que necesitan antes de que se lo pidan.

El Padrenuestro

(Lc 11,2-4)

9Ustedes oren así:

¡Padre nuestro

que estás en el cielo!

Santificado sea tu Nombre,

10venga tu reino,

hágase tu voluntad

en la tierra como en el cielo;

11danos hoy nuestro pan de cada día,

12perdona nuestras ofensas

como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden;

13no nos dejes caer en la tentación

y líbranos del mal.

 

(Mc 11,25s)

14Pues si perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los perdonará a ustedes, 15pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.

Respecto al ayuno

16Cuando ustedes ayunen no pongan cara triste como los hipócritas, que desfiguran la cara para hacer ver a la gente que ayunan. Les aseguro que ya han recibido su paga.

17Cuando tú ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, 18de modo que tu ayuno no lo vean los demás, sino tu Padre, que está escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

El verdadero tesoro

(cfr. Lc 12,33s)

19No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los destruyen, donde los ladrones perforan paredes y roban. 20Acumulen tesoros en el cielo, donde no roe la polilla ni destruye la herrumbre, donde los ladrones no abren brechas ni roban.

21Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.

Luz y tinieblas

(Lc 11,34-36)

22La lámpara del cuerpo es el ojo: por tanto, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz; 23pero si tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Y si tu fuente de luz está a oscuras, ¡cuánta oscuridad habrá!

Dios y el dinero

(Lc 16,13)

24Nadie puede estar al servicio de dos señores, pues odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No pueden estar al servicio de Dios y del dinero.

 

 

 

 

Confianza en Dios

(Lc 12,22-31)

25Por eso les digo que no anden angustiados por la comida [y la bebida] para conservar la vida o por la ropa para cubrir el cuerpo. ¿No vale más la vida que el alimento?, ¿el cuerpo más que la ropa?

26Miren las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre del cielo las alimenta. ¿No valen ustedes más que ellas? 27¿Quién de ustedes puede, por mucho que se inquiete, prolongar un poco su vida?

28¿Por qué se angustian por la vestimenta? Miren cómo crecen los lirios silvestres, sin trabajar ni hilar. 29Les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. 30Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¿no los vestirá mejor a ustedes, hombres de poca fe?

31En conclusión, no se angustien pensando: ¿qué comeremos?, ¿qué beberemos?, ¿con qué nos vestiremos? 32Todo eso buscan ansiosamente los paganos. Pero el Padre del cielo sabe que ustedes tienen necesidad de todo aquello. 33Busquen primero el reino [de Dios] y su justicia, y lo demás lo recibirán por añadidura.

34Por eso, no se preocupen del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El juicio a los demás

(Lc 6,37s)

7

1No juzguen y no serán juzgados. 2Del mismo modo que ustedes juzguen se los juzgará. La medida que usen para medir la usarán con ustedes.

 

(Lc 6,41s; cfr. Jn 8,1-11)

3¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? 4¿Cómo te atreves a decir a tu hermano: Déjame sacarte la pelusa del ojo, mientras llevas una viga en el tuyo? 5¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.

Las cosas santas

6No tiren las cosas santas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.

Perseverancia en la oración

(Lc 11,9-13; cfr. Jn 14,13s)

7Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, 8porque quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abrirá.

9¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? 10¿O si le pide pescado, le da una culebra? 11Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más dará el Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!

La regla de oro

(Lc 6,31)

12Traten a los demás como quieren que los demás los traten. En esto consiste la ley y los profetas.

La puerta estrecha

(Lc 13,24; cfr. Sal 1)

13Entren por la puerta estrecha; porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. 14¡Qué estrecha es la puerta!, ¡qué angosto el camino que lleva a la vida!, y son pocos los que lo encuentran.

Todo árbol se conoce por su fruto15Cuídense de los falsos profetas que se acercan disfrazados de ovejas y por dentro son lobos rapaces.

 

(Lc 6,43s)

16Por sus frutos los reconocerán. ¿Se cosechan uvas de los espinos o higos de los cardos? 17Un árbol sano da frutos buenos, un árbol enfermo da frutos malos. 18Un árbol sano no puede dar frutos malos ni un árbol enfermo puede dar frutos buenos. 19El árbol que no dé frutos buenos será cortado y echado al fuego. 20Así pues, por sus frutos los reconocerán.

 

No basta decir: ¡Señor, Señor!

(Lc 6,46)

21No todo el que me diga: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo.

 

(cfr. Lc 13,25-27)

 22Cuando llegue aquel día, muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre?

23Y yo entonces les declararé: Nunca los conocí; apártense de mí, ustedes que hacen el mal.

Roca y arena

(Lc 6,47-49)

24Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca. 25Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos y se abatieron sobre la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca.

26Quien escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a un hombre tonto que construyó su casa sobre arena. 27Cayó la lluvia, crecieron los ríos, soplaron los vientos, golpearon la casa y ésta se derrumbó. Fue una ruina terrible.

 

(Mc 1,22; Lc 4,32)

28Cuando Yahshúa terminó su discurso, la multitud estaba asombrada de su enseñanza; 29porque les enseñaba con autoridad, no como sus letrados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sana a un leproso

(Mc 1,40-45; Lc 5,12-16)

8

1Cuando bajaba del monte le seguía una gran multitud. 2Un leproso se le acercó, se postró ante él y le dijo:

—Señor, si quieres, puedes sanarme.

3Él extendió la mano y le tocó diciendo:

—Lo quiero, queda sano.

Y en ese instante se sanó de la lepra.

4Yahshúa le dijo:

—No se lo digas a nadie; ve a presentarte al sacerdote y, para que les conste, lleva la ofrenda establecida por Moisés.

 

 

Sana al criado de un centurión

(Lc 7,1-10; cfr. Jn 4,46-54)

5Al entrar en Cafarnaún, un centurión se le acercó y le suplicó:

6—Señor, mi muchacho está postrado en casa, paralítico, y sufre terriblemente.

7Yahshúa le contestó:

—Yo iré a sanarlo.

8Pero el centurión le replicó:

—Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo. Basta que digas una palabra y mi muchacho quedará sano. 9También yo tengo un superior y soldados a mis órdenes. Si le digo a éste que vaya, va; al otro que venga, viene; a mi sirviente que haga esto, y lo hace.

10Al oírlo, Yahshúa se admiró y dijo a los que le seguían:

—Les aseguro, que no he encontrado una fe semejante en ningún israelita. 11Les digo que muchos vendrán de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12Mientras que los ciudadanos del reino serán expulsados a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el crujir de dientes.

13Al centurión, Yahshúa le dijo:

—Ve y que suceda como has creído.

En aquel instante [su] muchacho quedó sano.

Sana y exorciza en torno a la casa

(Mc 1,29-34; Lc 4,38-41)

14Entrando Yahshúa en casa de Pedro, vio a su suegra acostada con fiebre. 15La tomó de la mano, y se le fue la fiebre; entonces ella se levantó y se puso a servirle.

16Al atardecer le trajeron muchos endemoniados. Él con una palabra expulsaba los demonios, y todos los enfermos sanaban.

17Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías:

Él tomó nuestras debilidades

y cargó con nuestras enfermedades.

 

Exigencias del seguimiento

(Lc 9,57-60)

18Al ver Yahshúa la multitud que lo rodeaba, dio orden de atravesar el lago. 19Entonces se acercó un letrado y le dijo:

—Maestro, te seguiré adonde vayas.

20Yahshúa le contestó:

—Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

21Otro discípulo le dijo:

—Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre.

22Yahshúa le contestó:

—Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.

 

Calma una tempestad

(Mc 4,35-41; Lc 8,22-25; cfr Sal 107,21-30)

23Cuando subía a la barca le siguieron los discípulos. 24De pronto se levantó tal tempestad en el lago que las olas cubrían la embarcación, mientras tanto, él dormía.

25Los discípulos se acercaron y lo despertaron diciendo:

—¡Señor, sálvanos, que morimos!

26Él les dijo:

—¡Qué cobardes y hombres de poca fe son!

Se levantó, increpó a los vientos y al lago, y sobrevino una gran calma.

27Los hombres decían asombrados:

—¿Quién es éste, que hasta los vientos y el lago le obedecen?

Exorciza en Gadara

(Mc 5,1-20; Lc 8,26-39)

28Al llegar a la otra orilla y entrar en territorio de Gadara, fueron a su encuentro dos endemoniados salidos de los sepulcros; eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. 29De pronto se pusieron a gritar:

—¡Hijo de Dios!, ¿qué tienes con nosotros? ¿Has venido antes de tiempo a atormentarnos?

30A cierta distancia había una gran piara de cerdos pastando. 31Los demonios le suplicaron:

—Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos.

32Él les dijo:

—Vayan.

Ellos salieron y se metieron en los cerdos. La piara en masa se lanzó por un acantilado al lago y se ahogó en el agua.

33Los pastores huyeron, llegaron al pueblo y contaron lo que había sucedido con los endemoniados. 34Toda la población salió al encuentro de Yahshúa y al verlo le suplicaban que se fuera de su territorio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sana a un paralítico

(Mc 2,1-12; Lc 5,17-26; cfr. Jn 5,1-18)

9

1Yahshúa subió a una barca, cruzó a la otra orilla y llegó a su ciudad. 2Le trajeron un paralítico tendido en una camilla. Al ver Yahshúa la fe que tenían, dijo al paralítico:

—¡Ánimo, hijo! Tus pecados te son perdonados.

3Entonces algunos letrados pensaron: Éste blasfema.

4Yahshúa, conociendo sus pensamientos, dijo:

—¿Por qué piensan mal? 5¿Qué es más fácil? ¿Decir: se te perdonan tus pecados; o decir: levántate y camina? 6Pues, para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados, dirigiéndose al paralítico, le dijo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

7Él se levantó y se fue a su casa. 8La multitud al verlo quedó atemorizada y daba gloria a Dios por haber dado tal autoridad a los hombres.

Llama a Mateo:

comparte la mesa con pecadores

(Mc 2,13-17; Lc 5,27-32)

9Cuando se iba de allí vio Yahshúa a un hombre llamado Mateo sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dijo:

—Sígueme.

Él se levantó y le siguió.

10Estando Yahshúa en casa, sentado a la mesa, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y se sentaron con él y sus discípulos. 11Al verlo, los fariseos dijeron a los discípulos:

—¿Por qué su maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?

12Él lo escuchó y contestó:

—No tienen necesidad del médico los sanos, sino los enfermos. 13Vayan a aprender lo que significa: Misericordia quiero y no sacrificios. No vine a llamar a justos, sino a pecadores.

 

 

Sobre el ayuno

(Mc 2,18-22; Lc 5,33-39; cfr. Is 58,1-12)

14Entonces se le acercaron los discípulos de Juan y le preguntaron:

—¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos [mucho] mientras que tus discípulos no ayunan?

15Yahshúa les respondió:

—¿Pueden los invitados a la boda estar tristes mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les arrebaten el novio y entonces ayunarán. 16Nadie usa un trozo de tela nueva para remendar un vestido viejo; porque lo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. 17Ni se echa vino nuevo en odres viejos, pues los odres reventarían, el vino se derramaría y los odres se echarían a perder. El vino nuevo se echa en odres nuevos y los dos se conservan.

Sana a una mujer y resucita a una niña

(Mc 5,21-43; Lc 8,40-56)

18Mientras les explicaba eso, se le acercó un jefe, se postró y le dijo:

—Mi hija acaba de morir. Pero ven a imponerle tu mano y ella recobrará la vida.

19Yahshúa se levantó y le siguió con sus discípulos.

20Entre tanto, una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, se le acercó por detrás y le tocó el borde de su manto. 21Pues se decía: Con sólo tocar su manto, quedaré sana.

22Yahshúa se volvió y al verla dijo:

—¡Ten ánimo, hija! Tu fe te ha sanado.

Al instante la mujer quedó sana.

23Yahshúa llegó a casa del jefe y al ver a los flautistas y el barullo de gente, 24dijo:

—Retírense; la muchacha no está muerta, sino dormida.

Se reían de él. 25Pero, cuando echaron a la gente, él entró, la tomó de la mano y la muchacha se levantó. 26El hecho se divulgó por toda la región.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sana a dos ciegos y exorciza a un mudo

27Cuando se iba de allí, dos ciegos le seguían dando voces:

—¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!

28Al entrar en casa, se le acercaron los ciegos y Yahshúa les dijo:

—¿Creen que puedo hacerlo?

Contestaron:

—Sí, Señor.

29Él les tocó los ojos diciendo:

—Que suceda como ustedes han creído.

30Se les abrieron los ojos, y Yahshúa les advirtió:

—¡Cuidado, que nadie lo sepa!

31Pero ellos se fueron y divulgaron su fama por toda la región.

32Mientras salían los ciegos, le trajeron un mudo endemoniado. 33Expulsó al demonio, y el mudo comenzó a hablar. La multitud comentaba asombrada:

—Nunca se vio tal cosa en Israel.

34Pero los fariseos decían:

—Expulsa demonios con el poder del jefe de los demonios.

Resumen narrativo de la actividad de Yahshúa

35Yahshúa recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias.

Compasión de Yahshúa

36Viendo a la multitud, se conmovió por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor.

 

(Lc 10,2)

37Entonces dijo a los discípulos:

—La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. 38Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los Doce

 (Mc 3,13-19; Lc 6,12-16)

10

1Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos, para expulsarlos y para sanar toda clase de enfermedades y dolencias.

2Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Santiago de Zebedeo y su hermano Juan; 3Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Santiago de Alfeo y Tadeo; 4Simón el cananeo y Judas Iscariote, el que incluso le traicionó.

Misión de los Doce

5A estos doce los envió Yahshúa con las siguientes instrucciones:

—No se dirijan a países de paganos, no entren en ciudades de samaritanos; 6vayan más bien a las ovejas descarriadas de la Casa de Israel. 7Y de camino proclamen que el reino de los cielos está cerca. 8Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente han recibido, gratuitamente deben dar.

 

(Lc 10,4-12)

9No lleven en el cinturón oro ni plata ni cobre, 10ni provisiones para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón. Que el trabajador tiene derecho a su sustento. 11Cuando entren en una ciudad o pueblo, pregunten por alguna persona respetable y quédense en su casa hasta que se vayan. 12Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz; 13si la casa lo merece, entrará en ella la paz; si no la merece, esa paz retornará a ustedes. 14Si alguien no los recibe ni escucha el mensaje de ustedes, al salir de aquella casa o ciudad, sacúdanse el polvo de los pies. 15Les aseguro que el día del juicio Sodoma y Gomorra serán tratadas con menos rigor que aquella ciudad.

 

Advertencia de persecuciones

16Miren, yo los envío como ovejas en medio de lobos: sean astutos como serpientes y sencillos como palomas.

 

 

(Mc 13,9; Lc 21,12s)

 17¡Cuidado con la gente!, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. 18Los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y los paganos.

 

(Mc 13,11; Lc 12,11s)

19Cuando los entreguen, no se preocupen por lo que van a decir; 20pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.

 

(Mc 13,12s)

21Un hermano entregará a la muerte a su hermano, un padre a su hijo; se rebelarán hijos contra padres y los matarán. 22Serán odiados por todos a causa de mi nombre. Quien resista hasta el final se salvará.

23Cuando los persigan en una ciudad, escapen a otra; les aseguro que no habrán recorrido todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.

 

(Lc 6,40; cfr. Jn 13,16; 15,20)

24No está el discípulo por encima del maestro ni el sirviente por encima de su señor. 25Al discípulo le basta ser como su maestro y al sirviente como su señor. Si al dueño de casa lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los miembros de su casa!

Exhortación al valor

(Lc 12,2-7)

26Por tanto no les tengan miedo. No hay nada encubierto que no se descubra, ni escondido que no se divulgue. 27Lo que les digo de noche díganlo en pleno día; lo que escuchen al oído grítenlo desde los techos. 28No teman a los que matan el cuerpo y no pueden matar el alma; teman más bien al que puede arrojar cuerpo y alma en el infierno.

29¿No se venden dos gorriones por pocas monedas? Sin embargo ni uno de ellos cae a tierra sin permiso del Padre de ustedes. 30En cuanto a ustedes, hasta los pelos de su cabeza están contados. 31Por tanto, no les tengan miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones.

Opción por Yahshúa

(Lc 12,8s)

32Al que me reconozca ante la gente yo lo reconoceré ante mi Padre del cielo. 33Pero al que me niegue ante la gente, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo.

Radicalidad del seguimiento

(cfr. Lc 12,51-53)

34No piensen que he venido a traer paz a la tierra. No vine a traer paz, sino espada. 35Vine a enemistar a un hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; 36y así el hombre tendrá por enemigos a los de su propia casa.

 

(Lc 14,26s)

37Quien ame a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; quien ame a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí. 38Quien no tome su cruz para seguirme no es digno de mí.

39Quien se aferre a la vida la perderá, quien la pierda por mí la conservará.

Recompensas

40El que los recibe a ustedes a mí me recibe; quien me recibe a mí recibe al que me envió.

41Quien recibe a un profeta por su condición de profeta tendrá paga de profeta; quien recibe a un justo por su condición de justo tendrá paga de justo.

 

(Mc 9,41)

42Quien dé a beber un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños por su condición de discípulo, les aseguro que no quedará sin recompensa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

11

1Cuando Yahshúa terminó de dar instrucciones a los doce discípulos, se fue de allí a enseñar y predicar por aquellas ciudades.

Sobre Juan el Bautista

(Lc 7,18-35)

2Juan oyó hablar en la cárcel de la actividad del Mesías y le envió este mensaje por medio de sus discípulos:

3—¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?

4Yahshúa respondió:

—Vayan a contar a Juan lo que ustedes ven y oyen: 5los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia; 6y, ¡feliz el que no tropieza por mi causa!

7Cuando se fueron, se puso Yahshúa a hablar de Juan a la multitud:

—¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 8¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten elegantemente habitan en los palacios reales. 9Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta.

10A éste se refiere lo que está escrito:

Mira, yo envío por delante

a mi mensajero

para que te prepare el camino.

11Les aseguro, de los nacidos de mujer no ha surgido aún alguien mayor que Juan el Bautista. Y sin embargo, el último en el reino de los cielos es mayor que él.

12Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora el reino de los cielos sufre violencia, y gente violenta intenta arrebatarlo. 13Hasta Juan todos los profetas y la ley eran profecía. 14Y, si ustedes están dispuestos a aceptarlo, él es Elías que debía venir. 15El que tenga oídos que escuche.

16¿Con qué compararé a esta generación? Son como niños sentados en la plaza que gritan a otros:

17Hemos tocado la flauta

y no bailaron,

hemos entonado cantos fúnebres

y no hicieron duelo.

18Vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: está endemoniado. 19Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: miren qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores de impuestos y pecadores.

Pero la sabiduría se conoce por sus obras.

Recrimina a las ciudades de Galilea

(Lc 10,13-15)

20Entonces se puso a recriminar a las ciudades donde había realizado la mayoría de sus milagros, porque no se habían arrepentido:

21—¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubiesen hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo habrían hecho penitencia vistiéndose humildemente y cubriéndose con ceniza. 22Pues yo les digo que el día del juicio será más llevadero para Tiro y Sidón que para ustedes.

23Y tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? Pues caerás hasta el abismo. Porque si los milagros que se han realizado en ti se hubiesen hecho en Sodoma, esa ciudad todavía existiría. 24Yo les digo que el día del juicio será más liviano para Sodoma que para ti.

 

El Padre y el Hijo

(Lc 10,21s)

25En aquella ocasión Yahshúa tomó la palabra y dijo:

—¡Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! 26Sí, Padre, ésa ha sido tu elección. 27Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo, sino el Padre; nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.

28Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. 29Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida. 30Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

 

Yahshúa y el sábado

(Mc 2,23-28; Lc 6,1-5)

12

1En cierta ocasión, Yahshúa atravesaba unos campos de trigo en día sábado. Sus discípulos, hambrientos, se pusieron a arrancar espigas y comérselas. 2Los fariseos le dijeron:

—Mira, tus discípulos están haciendo en sábado una cosa prohibida.

3Él les respondió:

—¿No han leído lo que hizo David y sus compañeros cuando estaban hambrientos? 4Entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes.

5¿No han leído en la ley que, en el templo y en sábado, los sacerdotes quebrantan el reposo sin incurrir en culpa? 6Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien mayor que el templo.

7Si comprendieran lo que significa: misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a los inocentes. 8Porque el Hijo del Hombre es Señor del sábado.

 

(Mc 3,1-6; Lc 6,6-11)

9Se dirigió a otro lugar y entró en su sinagoga. 10Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Le preguntaron, con intención de acusarlo, si era lícito sanar en sábado.

11Él respondió:

—Supongamos que uno de ustedes tiene una oveja y un sábado se le cae en un pozo: ¿no la agarraría y la sacaría? 12Ahora bien, ¡cuánto más vale un hombre que una oveja! Por tanto, está permitido en sábado hacer el bien.

13Entonces dijo al hombre:

—Extiende la mano.

Él la extendió y se le quedó tan sana como la otra. 14Los fariseos salieron y deliberaron cómo acabar con él.

15aPero Yahshúa se dio cuenta y se fue de allí.

Yahshúa, el Siervo de Dios

15bLe seguían muchos; sanaba a todos 16y les pedía encarecidamente que no lo divulgaran.

17Así se cumplió lo que anunció el profeta Isaías:

18Miren a mi siervo,

a mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él pondré mi Espíritu

para que anuncie

la justicia a las naciones.

19No gritará, no discutirá,

no voceará por las calles.

20No quebrará la caña débil,

no apagará la vela vacilante,

hasta que haga triunfar la justicia.

21Y en su nombre

esperarán las naciones.

Yahshúa y Satanás

(Mc 3,22-27; Lc 11,14-23)

22Entonces le llevaron un endemoniado ciego y mudo. Él lo sanó, de modo que recobró la vista y el habla. 23La multitud asombrada comentaba:

—¿No será éste el Hijo de David?

24Pero los fariseos al oírlo dijeron:

—Éste expulsa demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.

25Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:

—Un reino dividido internamente va a la ruina; una ciudad o casa dividida internamente no se mantiene en pie. 26Si Satanás expulsa a Satanás, ¿cómo se mantendrá su reino? 27Si yo expulso demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán. 28Pero si yo expulso los demonios con el Espíritu de Dios, es que ha llegado a ustedes el reino de Dios. 29¿Puede alguien acaso entrar en casa de un hombre fuerte y llevarse sus cosas si primero no lo ata? Sólo así podrá saquear la casa. 30El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.

 

(Mc 3,28s)

31Por eso les digo que cualquier pecado o blasfemia se les puede perdonar a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no tiene perdón. 32A quien diga algo contra el Hijo del Hombre se le puede perdonar; a quien lo diga contra el Espíritu Santo no se le perdonará ni en el presente ni en el futuro.

33Planten un árbol bueno y tendrán un fruto bueno; planten un árbol enfermo y tendrán un fruto dañado. Pues por el fruto conocerán al árbol.

 

(cfr. Lc 6,45)

34¡Raza de víboras! ¿Cómo podrán decir palabras buenas si son malos? De la abundancia del corazón habla la boca. 35El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro de bondad; el hombre malo saca cosas malas de su tesoro de maldad.

 36Les digo que el día del juicio los hombres deberán dar cuenta de cualquier palabra inconsiderada que hayan dicho. 37Porque por tus palabras te absolverán y por tus palabras serás condenado.

La señal de Jonás

(Lc 11,29-32)

38Entonces algunos letrados y fariseos le dijeron:

—Maestro, queremos verte hacer alguna señal.

39Él les contestó:

—Una generación malvada y adúltera reclama una señal, y no se le concederá más señal que la señal del profeta Jonás. 40Como estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en las entrañas de la tierra, tres días y tres noches. 41Durante el juicio se alzarán los habitantes de Nínive contra esta generación y la condenarán porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien mayor que Jonás. 42La reina del sur se alzará en el juicio contra esta generación y la condenará, porque ella vino del extremo de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien mayor que Salomón.

 

(Lc 11,24-26)

43Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, recorre lugares áridos buscando descanso, y no lo encuentra. 44Entonces dice: Me vuelvo a la casa de donde salí. Al volver, la encuentra deshabitada, barrida y arreglada. 45Entonces va, se asocia a otros siete espíritus peores que él, y se meten a habitar allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo. Así le sucederá a esta generación malvada.

La madre y los hermanos de Yahshúa

(Mc 3,31-35; Lc 8,19-21)

46Todavía estaba hablando a la multitud, cuando se presentaron su madre y sus hermanos, que estaban afuera, deseosos de hablar con él.

47[Uno le dijo:

—Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y desean hablar contigo.]

48Él contestó al que se lo decía:

—¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? 49Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo:

—¡Ahí están mi madre y mis hermanos! 50Cualquiera que haga la voluntad de mi Padre del cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parábola del sembrador

(Mc 4,1-12; Lc 8,4-10)

13

1Aquel día salió Yahshúa de casa y se sentó junto al lago. 2Se reunió junto a él una gran multitud, así que él subió a una barca y se sentó, mientras la multitud estaba de pie en la orilla. 3Les explicó muchas cosas con parábolas:

—Salió un sembrador a sembrar. 4Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino, vinieron las aves y se las comieron. 5Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad brotaron enseguida; 6pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se secaron. 7Otras cayeron entre espinos: crecieron los espinos y las ahogaron. 8Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.

9El que tenga oídos que escuche.

10Se le acercaron los discípulos y le preguntaron:

—¿Por qué les hablas contando parábolas?

11Él les respondió:

—Porque a ustedes se les ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos, pero a ellos no se les concede. 12Al que tiene le darán y le sobrará; al que no tiene le quitarán aun lo que tiene. 13Por eso les hablo contando parábolas: porque miran y no ven, escuchan y no oyen ni comprenden.

14Se cumple en ellos aquella profecía de Isaías:

Por más que escuchen,

no comprenderán,

por más que miren, no verán.

15Se ha endurecido

el corazón de este pueblo;

se han vuelto duros de oído,

se han tapado los ojos.

Que sus ojos no vean

ni sus oídos oigan,

ni su corazón entienda,

ni se conviertan

para que yo los sane.

 

(Lc 10,23s)

16Dichosos en cambio los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen. 17Les aseguro que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.

Explicación de la parábola del sembrador

(Mc 4,13-20; Lc 8,11-15)

18Escuchen entonces la explicación de la parábola del sembrador.

19Si uno escucha la palabra del reino y no la entiende, viene el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón; ése es como lo sembrado junto al camino.

20Lo sembrado en terreno pedregoso es el que escucha la palabra y la recibe enseguida con gozo; 21pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla.

22Lo sembrado entre espinos es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la riqueza la ahogan y no da fruto.

23Lo sembrado en tierra fértil es el que escucha la palabra y la entiende. Ése da fruto: cien o sesenta o treinta.

Parábola de la cizaña

24Les contó otra parábola:

—El reino de los cielos es como un hombre que sembró semilla buena en su campo. 25Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. 26Cuando el tallo brotó y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. 27Fueron entonces los sirvientes y le dijeron al dueño: Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde le viene la cizaña? 28Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los sirvientes: ¿Quieres que vayamos a arrancarla? 29Les contestó: No; porque, al arrancarla, van a sacar con ella el trigo. 30Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Cuando llegue el momento, diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña, y en atados échenla al fuego; luego recojan el trigo y guárdenlo en mi granero.

 

Parábola de la semilla de mostaza

(Mc 4,30-32; Lc 13,18s)

31Les contó otra parábola:

—El reino de los cielos se parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su campo. 32Es más pequeña que las demás semillas; pero, cuando crece es más alta que otras hortalizas; se hace un árbol, vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas.

Parábola de la levadura

(Lc 13,20s)

33Les contó otra parábola:

—El reino de los cielos se parece a la levadura: una mujer la toma, la mezcla con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.

 

(Mc 4,33s)

34Todo esto se lo expuso Yahshúa a la multitud con parábolas; y sin parábolas no les expuso nada.

35Así se cumplió lo que anunció el profeta:

Voy a abrir la boca

pronunciando parábolas,

profiriendo cosas ocultas

desde la creación [del mundo].

Explicación de la parábola de la cizaña

36Después, despidiendo a la multitud, entró en casa.

Se le acercaron los discípulos y le dijeron:

—Explícanos la parábola de la cizaña.

37Él les contestó:

—El que sembró la semilla buena es el Hijo del Hombre; 38el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los súbditos del Maligno; 39el enemigo que la siembra es el Diablo; la cosecha es el fin del mundo; los cosechadores son los ángeles. 40Como se junta la cizaña y se echa al fuego, así sucederá al fin del mundo: 41El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles que recogerán de su reino todos los escándalos y los malhechores; 42y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes. 43Entonces, en el reino de su Padre, los justos brillarán como el sol. El que tenga oídos que   escuche.

Parábola del tesoro escondido

44El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo.

Parábola de la perla fina

45El reino de los cielos se parece a un comerciante de perlas finas: 46al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra.

Parábola de la red

47El reino de los cielos se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. 48Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. 49Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos 50y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el crujir de dientes.

Lo nuevo y lo viejo

51¿Lo han entendido todo?

Le responden que sí, 52y él les dijo:

—Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.

En la sinagoga de Nazaret

(Mc 6,1-6; Lc 4,16.22-30)

53Cuando Yahshúa terminó estas parábolas, se fue de allí, 54se dirigió a su ciudad y se puso a enseñarles en su sinagoga.

Ellos preguntaban asombrados:

—¿De dónde saca éste su saber y sus milagros? 55¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? 56Sus hermanas, ¿no viven entre nosotros? ¿De dónde saca todo eso?

57Y esto era para ellos un obstáculo.

 Yahshúa les dijo:

—A un profeta sólo lo desprecian en su patria y en su casa.

58Y por su incredulidad, no hizo allí muchos milagros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Muerte de Juan el Bautista

(Mc 6,14-16; Lc 9,7-9)

14

1Por aquel tiempo oyó el tetrarca Herodes la fama de Yahshúa 2y dijo a sus servidores:

—Ése es Juan el Bautista que ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos.

 

(Mc 6,17-20; Lc 3,19s)

3Herodes había hecho arrestar a Juan, encadenarlo y meterlo en prisión por instigación de Herodías, esposa de su hermano Felipe. 4Juan le decía que no le era lícito tenerla. 5Herodes quería darle muerte, pero le asustaba la gente, que consideraba a Juan como profeta.

 

(Mc 6,21-29)

6Llegó el cumpleaños de Herodes y la hija de Herodías bailó en medio de todos. A Herodes le gustó tanto 7que juró darle lo que pidiera. 8Ella, inducida por su madre, pidió:

—Dame aquí, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.

9El rey se sintió muy mal; pero, por el juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran; 10y así mandó decapitar a Juan en la prisión.

11La cabeza fue traída en una bandeja y entregada a la joven; ella se la entregó a su madre. 12Vinieron sus discípulos, recogieron el cadáver y lo sepultaron; después fueron a contárselo a Yahshúa.

Da de comer a cinco mil

(Mc 6,30-44; Lc 9,10-17; cfr. Jn 6,1-15)

13Al enterarse, Yahshúa se fue de allí en barca, él solo, a un paraje despoblado. Pero lo supo la multitud y le siguió a pie desde los poblados. 14Yahshúa desembarcó y, al ver la gran multitud, se compadeció y sanó a los enfermos. 15Al atardecer los discípulos fueron a decirle:

—El lugar es despoblado y ya es tarde; despide a la multitud para que vayan a los pueblos a comprar algo de comer.

16[Yahshúa] les respondió:

—No hace falta que vayan; denle ustedes de comer.

17Respondieron:

—Aquí no tenemos más que cinco panes y dos pescados.

18Él les dijo:

—Tráiganlos.

19Después mandó a la multitud sentarse en la hierba, tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, dio gracias, partió el pan y se lo dio a sus discípulos; ellos se lo dieron a la multitud. 20Comieron todos, quedaron satisfechos, recogieron las sobras y llenaron doce canastos. 21Los que comieron eran cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

Camina sobre el agua

(Mc 6,45-52; cfr. Jn 6,16-21)

22Enseguida mandó a los discípulos embarcarse y pasar antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. 23Después de despedirla, subió él solo a la montaña a orar. Al anochecer, todavía estaba allí, solo. 24La barca se encontraba a buena distancia de la costa, sacudida por las olas, porque tenía viento contrario. 25Ya muy entrada la noche Yahshúa se acercó a ellos caminando sobre el lago. 26Al verlo caminar sobre el lago, los discípulos comenzaron a temblar y dijeron:

—¡Es un fantasma!

Y gritaban de miedo.

27Pero [Yahshúa] les dijo:

—¡Anímense! Soy yo, no teman.

28Pedro le contestó:

—Señor, si eres tú, mándame ir por el agua hasta ti.

29—Ven, le dijo.

Pedro saltó de la barca y comenzó a caminar por el agua acercándose a Yahshúa; 30pero, al sentir el [fuerte] viento, tuvo miedo, entonces empezó a hundirse y gritó:

—¡Señor, sálvame!

31Al momento Yahshúa extendió la mano, lo sostuvo y le dijo:

—¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32Cuando subieron a la barca, el viento amainó. 33Los de la barca se postraron ante él diciendo:

—Ciertamente eres Hijo de Dios.

 

Sanaciones en Genesaret

(Mc 6,53-56)

34Terminaron la travesía y atracaron en Genesaret.

35Los hombres del lugar lo supieron y difundieron la noticia por toda la región. Le llevaron todos los enfermos 36y le rogaban que les permitiese nada más rozar el borde de su manto, y los que lo tocaban quedaban sanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre la tradición

(Mc 7,1-13)

15

1Entonces unos fariseos y letrados de Jerusalén se acercaron a Yahshúa y le preguntaron:

2—¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los mayores? Pues no se lavan las manos antes de comer.

3Él les respondió:

—¿Y por qué ustedes quebrantan el precepto de Dios en nombre de su tradición?

4Pues Dios mandó: Sustenta a tu padre y a tu madre. El que abandona a su padre o su madre debe ser condenado a muerte. 5Ustedes, en cambio, dicen: Si uno comunica a su padre o su madre que los bienes que tenía para ayudarlos han sido ofrecidos al templo, 6queda libre de la obligación de sustentarlos. Y así en nombre de su tradición ustedes invalidan el precepto de Dios.

7¡Hipócritas! Qué bien profetizó de ustedes Isaías cuando dijo:

8Este pueblo me honra

con los labios,

pero su corazón está lejos de mí;

9el culto que me dan es inútil,

pues la doctrina que enseñan

son preceptos humanos.

Sobre la verdadera pureza

(Mc 7,14-23)

10Y llamando a la gente, les dijo:

—Escuchen atentamente: 11No contamina al hombre lo que entra por la boca, sino lo que sale de ella; eso es lo que realmente contamina al hombre.

12Entonces se le acercaron los discípulos y le dijeron:

—¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte hablar así?

13Él respondió:

—Toda planta que no plantó mi Padre del cielo será arrancada. 14Déjenlos: son ciegos y guían a otros ciegos. Y, si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en un pozo.

15Pedro contestó:

—Explícanos [esta] comparación.

16Él les dijo:

—¿También ustedes siguen sin entender? 17¿No ven que lo que entra por la boca pasa al vientre y luego es expulsado del cuerpo?

18En cambio, lo que sale por la boca brota del corazón; y eso sí que contamina al hombre. 19Porque del corazón salen malas intenciones, asesinatos, adulterios, fornicación, robos, falso testimonio, blasfemia. 20Esto es lo que hace impuro al hombre y no el comer sin lavarse las manos.

La fe de una mujer cananea

(Mc 7,24-30)

21Desde allí se fue a la región de Tiro y Sidón. 22Una mujer cananea de la zona salió gritando:

—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es atormentada por un demonio.

23Él no respondió una palabra. Se acercaron los discípulos y le suplicaron.

—Señor, atiéndela, para que no siga gritando detrás de nosotros.

24Él contestó:

—¡He sido enviado solamente a las ovejas perdidas de la Casa de Israel!

25Pero ella se acercó y se postró ante él diciendo:

—¡Señor, ayúdame!

26Él respondió:

—No está bien quitar el pan a los hijos para echárselo a los perritos.

27Ella replicó:

—Es verdad, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños.

28Entonces Yahshúa le contestó:

—Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumplan tus deseos.

Y en aquel momento, su hija quedó sana.

 

 

 

 

 

 

Múltiples sanaciones

29Desde allí se dirigió al lago de Galilea, subió a un monte y se sentó. 30Acudió una gran multitud que traía cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros muchos enfermos. Los colocaban a sus pies y él los sanaba. 31La gente quedaba admirada al ver que los mudos hablaban, los cojos caminaban, los lisiados quedaban sanados y los ciegos recobraban la vista. Y todos glorificaban al Dios de Israel.

Da de comer a cuatro mil

(Mc 8,1-10)

32Yahshúa llamó a los discípulos y les dijo:

—Me compadezco de esta gente, porque llevan tres días junto a mí y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino.

33Le dijeron los discípulos:

—¿Dónde podríamos, en un lugar tan despoblado como éste, conseguir suficiente pan para toda esta gente?

34Yahshúa les preguntó:

—¿Cuántos panes tienen?

Ellos le contestaron:

—Siete y algunos pescaditos.

35Él ordenó a la gente que se sentara en el suelo. 36Tomó los siete panes y los pescados, dio gracias, partió el pan y se lo dio a los discípulos; éstos se los dieron a la multitud. 37Comieron todos hasta quedar satisfechos; y con los restos llenaron siete canastos. 38Los que habían comido eran cuatro mil hombres, sin contar mujeres y niños.

39Luego despidió a la multitud, subió a la barca y se dirigió al territorio de Magadán.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Le piden una señal celeste

(Mc 8,11-13)

16

1Se acercaron los fariseos y saduceos y, para tentarlo, le pidieron que les mostrara una señal del cielo.

2Él les contestó:

[—Al atardecer ustedes dicen: va a hacer buen tiempo porque el cielo está rojo. 3Por la mañana dicen: hoy seguro llueve porque el cielo está rojo oscuro. Saben distinguir el aspecto del cielo y no distinguen las señales de los tiempos.] 4Esta generación perversa y adúltera reclama una señal; y no se le dará más señal que la de Jonás.

Los dejó y se fue.

Ceguera de los discípulos

(Mc 8,14-21)

5Al atravesar a la otra orilla, los discípulos se olvidaron de llevar pan. 6Yahshúa les dijo:

—¡Pongan atención y cuídense de la levadura de los fariseos y saduceos!

7Ellos comentaban: Se refiere a que no hemos traído pan.

8Cayendo en cuenta, Yahshúa les dijo:

—¿Qué comentan, hombres de poca fe? ¿Acaso no tienen pan? 9¿Todavía no entienden? ¿No se acuerdan de los cinco panes para los cinco mil y cuántos canastos sobraron? 10¿O de los siete panes para los cuatro mil y cuántas canastas sobraron? 11¿No se dan cuenta que no me refería a los panes? ¡Aléjense de la levadura de los fariseos y saduceos!

12Entonces entendieron que no hablaba de cuidarse de la levadura del pan, sino de la enseñanza de los fariseos y saduceos.

Confesión de Pedro

(Mc 8,27-30; Lc 9,18-21; cfr. Jn 6,67-71)

13Cuando llegó Yahshúa a la región de Cesarea de Felipe, preguntó a los discípulos:

—¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?

14Ellos contestaron:

—Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, que es Elías; otros, Jeremías o algún otro profeta.

15Él les dijo:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy?

16Simón Pedro respondió:

—Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.

17Yahshúa le dijo:

—¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre del cielo! 18Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá.

19A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo; lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

20Entonces les ordenó que no dijeran a nadie que él era el Mesías.

Primer anuncio

de la pasión y resurrección

(Mc 8,31-33; Lc 9,22)

21A partir de entonces Yahshúa comenzó a explicar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, padecer mucho por causa de los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, sufrir la muerte y al tercer día resucitar.

22Pedro se lo llevó aparte y se puso a reprenderlo:

—¡Dios no lo permita, Señor! No te sucederá tal cosa.

23Él se volvió y dijo a Pedro:

—¡Aléjate, Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios.

Condiciones para ser discípulo

(Mc 8,34–9,1; Lc 9,23-27)

24Entonces Yahshúa dijo a los discípulos:

—El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga. 25El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda la vida por mi causa la conservará. 26¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su vida?, ¿qué precio pagará por su vida? 27El Hijo del Hombre ha de venir con la gloria de su Padre y acompañado de sus ángeles. Entonces pagará a cada uno según su conducta.

28Les aseguro: hay algunos de los que están aquí que no morirán antes de ver al Hijo del Hombre venir en su reino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Transfiguración de Yahshúa

(Mc 9,2-10; Lc 9,28-36)

17

1Seis días más tarde llamó Yahshúa a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña elevada. 2Delante de ellos se transfiguró: su rostro resplandeció como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. 3De pronto se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él. 4Pedro tomó la palabra y dijo a Yahshúa:

—Señor, ¡qué bien se está aquí! Si te parece, armaré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

5Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa les hizo sombra y de la nube salió una voz que decía:

—Éste es mi Hijo querido, mi predilecto. Escúchenlo.

6Al oírlo, los discípulos cayeron boca abajo temblando de mucho miedo. 7Yahshúa se acercó, los tocó y les dijo:

—¡Levántense, no tengan miedo!

8Cuando levantaron la vista, sólo vieron a Yahshúa.

9Mientras bajaban de la montaña, Yahshúa les ordenó:

—No cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.

 

(Mc 9,11-13)

10Los discípulos le preguntaron:

—¿Por qué dicen los letrados que primero tiene que venir Elías?

11Yahshúa respondió:

—Elías tiene que venir a restablecer nuevamente el orden de todas las cosas. 12Pero les aseguro que Elías ya vino, no lo reconocieron y lo maltrataron. Del mismo modo el Hijo del Hombre va a sufrir a manos de ellos.

13Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.

Sana a un niño epiléptico

(Mc 9,14-29; Lc 9,37-43a)

14Cuando volvieron adonde estaba la gente, un hombre se le acercó, se arrodilló ante él 15y le dijo:

—Señor, ten compasión de mi hijo que es epiléptico y sufre horriblemente. Muchas veces se cae en el fuego o en el agua. 16Se lo he traído a tus discípulos y no han podido sanarlo.

17Respondió Yahshúa:

—¡Qué generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Tráiganmelo aquí.

18Yahshúa reprendió al demonio, y éste abandonó al muchacho que desde aquel momento quedó sano.

19Entonces los discípulos se acercaron a Yahshúa y le preguntaron aparte:

—¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?

20Él les contestó:

—Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza, dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría. Y nada sería imposible para ustedes. 21[[Pero esta clase sólo se expulsa con oración y ayuno.]]

Segundo anuncio de la pasión y resurrección

(Mc 9,30-32; Lc 9,43b-45)

22Mientras paseaban juntos por Galilea, Yahshúa les dijo:

—El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres 23que le darán muerte. Pero al tercer día resucitará.

Ellos se entristecieron profundamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre el impuesto del Templo

24Cuando llegaron a Cafarnaún, los recaudadores de impuestos se acercaron a Pedro y le dijeron:

—¿El maestro de ustedes no paga los impuestos?

25Pedro contestó:

—Sí.

Cuando entró en casa, Yahshúa se le adelantó y le preguntó:

—¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran impuestos?, ¿de los hijos o de los extraños?

26Contestó que de los extraños y Yahshúa le dijo:

—Eso quiere decir que los hijos quedan libres de pagar. 27Pero para no dar motivo de escándalo, ve al lago, echa un anzuelo y al primer pez que pique sácalo, ábrele la boca y encontrarás una moneda. Tómala y paga por mí y por ti.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Quién es el más importante?

(Mc 9,33-37; Lc 9,46-48)

18

1En aquel tiempo los discípulos se acercaron a Yahshúa y le preguntaron:

—¿Quién es el más grande en el reino de los cielos?

2Él llamó a un niño, lo colocó en medio de ellos 3y dijo:

—Les aseguro que si no se convierten y se hacen como los niños, no entrarán en el reino de los cielos. 4El que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. 5Y el que reciba en mi nombre a uno de estos niños a mí me recibe.

Radicalidad ante el pecado

(Mc 9,42; Lc 17,1s)

6Pero el que lleve a pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojaran al fondo del mar. 7¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos. Pero, ¡ay del hombre por quien viene el escándalo!

 

(Mc 9,43-48)

8Si tu mano o tu pie te lleva a pecar, córtatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida manco o cojo que con dos manos o dos pies ser arrojado al fuego eterno.

 9Si tu ojo te lleva a pecar, sácatelo y tíralo lejos de ti. Más te vale entrar en la vida tuerto que con dos ojos ser arrojado al infierno de fuego.

 

Parábola de la oveja perdida

(Lc 15,3-7)

10Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños. Pues les digo que sus ángeles en el cielo contemplan continuamente el rostro de mi Padre del cielo. 11[[Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.]]

12¿Qué les parece? Supongamos que un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una: ¿no dejará las noventa y nueve en el monte para ir a buscar la extraviada? 13Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve no extraviadas.

14Del mismo modo, el Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.

Sobre el perdón

(Lc 17,3s)

15Si tu hermano te ofende, ve y corrígelo, tú y él a solas. Si te escucha has ganado a tu hermano. 16Si no te hace caso, hazte acompañar de uno o dos, para que el asunto se resuelva por dos o tres testigos. 17Si no les hace caso, informa a la comunidad. Y si no hace caso a la comunidad considéralo un pagano o un recaudador de impuestos. 18Les aseguro que lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.

19Les digo también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir cualquier cosa, mi Padre del cielo se la concederá. 20Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy allí, en medio de ellos.

21Entonces se acercó Pedro y le preguntó:

—Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarle? ¿Hasta siete veces?

22Le contestó Yahshúa:

—No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Parábola sobre el perdón

23Por eso, el reino de los cielos se parece a un rey que decidió ajustar cuentas con sus sirvientes. 24Ni bien comenzó, le presentaron uno que le adeudaba diez mil monedas de oro. 25Como no tenía con qué pagar, mandó el rey que vendieran a su mujer, sus hijos y todas sus posesiones para pagar la deuda. 26El sirviente se arrodilló ante él suplicándole: ¡Ten paciencia conmigo, que todo te lo pagaré! 27Compadecido de aquel sirviente, el rey lo dejó ir y le perdonó la deuda.

28Al salir, aquel sirviente tropezó con un compañero que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y mientras lo ahogaba le decía: ¡Págame lo que me debes! 29Cayendo a sus pies, el compañero le suplicaba: ¡Ten paciencia conmigo y te lo pagaré! 30Pero el otro se negó y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda.

31Al ver lo sucedido, los otros sirvientes se sintieron muy mal y fueron a contarle al rey todo lo sucedido. 32Entonces el rey lo llamó y le dijo: ¡Sirviente malvado, toda aquella deuda te la perdoné porque me lo suplicaste! 33¿No tenías tú que tener compasión de tu compañero como yo la tuve de ti? 34E indignado, el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

35Así los tratará mi Padre del cielo si no perdonan de corazón a sus hermanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobre el divorcio

(Mc 10,1-12)?

19

1Cuando Yahshúa terminó este discurso, se trasladó de Galilea a Judea, al otro lado del Jordán. 2Le seguía una gran multitud, y él los sanaba allí. 3Se acercaron unos fariseos y, para ponerlo a prueba, le preguntaron:

—¿Puede un hombre separarse de su mujer por cualquier cosa?

4Él contestó:

—¿No han leído que al principio el Creador los hizo hombre y mujer? 5Y dijo: por eso abandona un hombre a su padre y a su madre, se une a su mujer y los dos se hacen una sola carne. 6De suerte que ya no son dos, sino una sola carne. Así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.

7Le replicaron:

—Entonces, ¿por qué Moisés mandó darle un acta de divorcio cuando uno se separa [de ella]?

8Les respondió:

—Moisés les permitió separarse de sus mujeres a causa de la dureza de sus corazones. Pero al principio no era así. 9Les digo que quien se divorcia de su mujer –si no es en caso de concubinato– y se casa con otra, comete adulterio.

10Los discípulos le dijeron:

—Si ésa es la condición del marido con la mujer, más vale no casarse.

11Y él les respondió:

—No todos pueden con [esto]; sólamente aquellos que reciben tal don. 12Porque hay eunucos que así nacieron desde el seno de su madre, hay eunucos hechos eunucos por los hombres y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por el reino de los cielos. El que pueda entender que lo entienda.

Bendice a unos niños

(Mc 10,13-16; Lc 18,15-17)

13Entonces le llevaron unos niños para que pusiera las manos sobre ellos y pronunciara una oración. Los discípulos los reprendían. 14Pero Yahshúa dijo:

—Dejen a los niños y no les impidan que se acerquen a mí, porque el reino de los cielos pertenece a los que son como ellos.

15Entonces impuso las manos sobre ellos y se fue.

 

El joven rico

(Mc 10,17-31; Lc 18,18-30)

16Luego se le acercó uno y le dijo:

—Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para alcanzar la vida eterna?

17Yahshúa le contestó:

—¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el bueno. Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos.

18El joven le preguntó:

—¿Cuáles?

Yahshúa le dijo:

No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, 19honra a tu padre y a tu madre, y amarás al prójimo como a ti mismo.

20El joven le dijo:

—Todo eso lo he cumplido, ¿qué me queda por hacer?

21Yahshúa le contestó:

—Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes, dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme.

22Al oírlo, el joven se fue triste, porque era muy rico.

23Yahshúa dijo a sus discípulos:

—Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 24Se los repito, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

25Al oírlo, los discípulos quedaron muy espantados y dijeron:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

26Yahshúa los quedó mirando y les dijo:

—Para los hombres eso es imposible, para Dios todo es posible.

27Entonces Pedro le respondió:

—Mira, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué será de nosotros?

28Yahshúa les dijo:

—Les aseguro que en el mundo nuevo, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, ustedes, los que me han seguido, se sentarán también en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29Y todo aquel que por mí deje casas, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o campos, recibirá cien veces más y heredará vida eterna.

30Muchos de los primeros serán los últimos y muchos de los últimos serán los primeros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parábola de los jornaleros de la viña

20

1El reino de los cielos se parece a un hacendado que salió de mañana a contratar trabajadores para su viña. 2Cerró trato con ellos en un denario al día y los envió a su viña. 3Volvió a salir a media mañana, vio en la plaza a otros que no tenían trabajo 4y les dijo: Vayan también ustedes a mi viña y les pagaré lo debido. 5Ellos se fueron. Volvió a salir a mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. 6Al caer de la tarde salió, encontró otros que no tenían trabajo y les dijo: ¿Qué hacen aquí ociosos todo el día sin trabajar? 7Le contestan: Nadie nos ha contratado. Y él les dice: Vayan también ustedes a mi viña.

8Al anochecer, el dueño de la viña dijo al capataz: Reúne a los trabajadores y págales su jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros.

9Pasaron los del atardecer y recibieron un denario. 10Cuando llegaron los primeros, esperaban recibir más; pero también ellos recibieron la misma paga. 11Al recibirlo, se quejaron contra el hacendado: 12Estos últimos han trabajado una hora y les has pagado igual que a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del día. 13Él contestó a uno de ellos: Amigo, no estoy siendo injusto; ¿no habíamos cerrado trato en un denario? 14Entonces toma lo tuyo y vete. Que yo quiero dar al último lo mismo que a ti. 15¿O no puedo yo disponer de mis bienes como me parezca? ¿Por qué tomas a mal que yo sea generoso?

16Así los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.

Tercer anuncio

de la pasión y resurrección

(Mc 10,32-34; Lc 18,31-34)

17Cuando Yahshúa subía hacia Jerusalén, tomó aparte a los Doce [discípulos] y por el camino les dijo:

18—Miren, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los sumos sacerdotes y letrados que lo condenarán a muerte. 19Lo entregarán a los paganos para que lo maltraten, lo azoten y lo crucifiquen. Al tercer día resucitará.

Contra la ambición

(Mc 10,35-45)

20Entonces se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacer una petición. 21Él le preguntó:

—¿Qué deseas?

Ella contestó:

—Manda que, cuando reines, estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda.

22Yahshúa le contestó:

—No saben lo que piden. ¿Son capaces de beber la copa que yo he de beber?

Ellos replicaron:

—Podemos.

23Yahshúa les dijo:

—Mi copa la beberán, pero sentarse a mi derecha e izquierda no me toca a mí concederlo; esos lugares son para quienes se los ha destinado mi Padre.

24Cuando los otros diez lo oyeron, se enojaron con los dos hermanos.

25Pero Yahshúa los llamó y les dijo:

—Saben que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos imponen su autoridad. 26No será así entre ustedes; más bien, quien entre ustedes quiera llegar a ser grande que se haga servidor de los demás; 27y quien quiera ser el primero, que se haga sirviente de los demás. 28Lo mismo que el Hijo del Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos.

Sana a dos ciegos

(Mc 10,46-52; Lc 18,35-43)

29Cuando se fueron de Jericó, un gran gentío le seguía. 30Dos ciegos, que estaban sentados al costado del camino, al oír que Yahshúa pasaba, se pusieron a gritar:

—¡[Señor,] Hijo de David, ten compasión de nosotros!

31La gente los reprendía para que se callasen. Pero ellos gritaban más fuerte:

—¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros!

32Yahshúa se detuvo y les habló:

—¿Qué quieren que haga por ustedes?

33Respondieron:

—Señor, que se nos abran los ojos.

34Compadecido, Yahshúa les tocó los ojos y al punto recobraron la vista y le siguieron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entrada triunfal en Jerusalén

(Mc 11,1-11; Lc 19,29-40; cfr. Jn 12,12-19)

21

1Al llegar cerca de Jerusalén, entraron en Betfagé, junto al monte de los Olivos. Entonces Yahshúa envió a dos discípulos 2diciéndoles:

—Vayan al pueblo de enfrente y enseguida encontrarán una burra atada y su cría junto a ella. Desátenla y tráiganla. 3Si alguien les dice algo, ustedes le dirán que el Señor las necesita. Y enseguida las devolverá.

4Esto sucedió para que se cumpliera lo anunciado por el profeta:

5Digan a la ciudad de Sión:

mira a tu rey que está llegando:

humilde, cabalgando una burra

y un burrito, hijo de asna.

6Fueron los discípulos y, siguiendo las instrucciones de Yahshúa, 7le llevaron la burra y su cría. Echaron los mantos sobre ellos y el Señor se montó. 8Una gran muchedumbre alfombraba con sus mantos el camino. Otros cortaban ramas de árbol y cubrían con ellas el camino. 9La multitud, delante y detrás de él, aclamaba:

¡Hosana al Hijo de David!

Bendito el que viene

en nombre del Señor.

¡Hosana en las alturas!

10Cuando entró en Jerusalén, toda la población conmovida preguntaba:

—¿Quién es éste?

11Y la multitud contestaba:

—Es el profeta Yahshúa, de Nazaret de Galilea.

Purifica el Templo

(Mc 11,15-19; Lc 19,45-48; cfr. Jn 2,13-16)

12Yahshúa entró en el templo y echó fuera a los que vendían y compraban en el templo, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas. 13Les dijo:

—Está escrito que mi casa será casa de oración, mientras que ustedes la han convertido en cueva de asaltantes.

14En el templo se le acercaron ciegos y cojos y él los sanó. 15Cuando los sumos sacerdotes y letrados vieron los milagros que hacía y a la gente gritando en el templo: ¡Hosana al Hijo de David!, se indignaron 16y le dijeron:

—¿Oyes lo que están diciendo?

Yahshúa les contestó:

—Sí, ¿acaso nunca han oído aquel pasaje:

sacaré una alabanza de la boca

de criaturas y niños de pecho?

17Dejándolos, salió de la ciudad y se dirigió a Betania, donde pasó la noche.

La higuera seca

(Mc 11,12-14.20-24)

18De mañana, cuando caminaba a la ciudad, sintió hambre, 19al ver una higuera junto al camino, se acercó, pero no encontró más que hojas.

Entonces le dijo:

—Jamás vuelvas a dar fruto.

En ese momento se secó la higuera.

20Al verlo, los discípulos decían asombrados:

—¿Cómo es que la higuera se ha secado repentinamente?

21Yahshúa les respondió:

—Les aseguro que, si tuvieran una fe firme, no sólo harían lo de la higuera, sino que podrían decir a ese monte que se quite de ahí y se tire al mar, y lo haría. 22Y todo lo que pidan con fe lo recibirán.

La autoridad de Yahshúa

(Mc 11,27-33; Lc 20,1-8)

23Entró en el templo y se puso a enseñar. Se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron:

—¿Con qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado tal autoridad?

24Yahshúa les contestó:

—Yo a mi vez les haré una pregunta, si me la responden, les diré con qué autoridad hago esto: 25El bautismo de Juan, ¿de dónde procedía?, ¿del cielo o de los hombres?

Ellos discutían la cuestión: Si decimos que del cielo, nos dirá que por qué no le creímos; 26si decimos que de los hombres, nos asusta la gente, porque todos tienen a Juan por profeta. 27Así que respondieron a Yahshúa:

—No sabemos.

Él les replicó:

—Entonces yo tampoco les digo con qué autoridad lo hago.

Parábola de los dos hijos

28—A ver, ¿qué les parece? Un hombre tenía dos hijos. Se dirigió al primero y le dijo: Hijo, quiero que hoy vayas a trabajar a mi viña. 29El hijo le respondió: No quiero; pero luego se arrepintió y fue. 30Acercándose al segundo le dijo lo mismo. Éste respondió: Ya voy, señor; pero no fue. 31¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?

Le dijeron:

—El primero.

Y Yahshúa les contestó:

—Les aseguro que los recaudadores de impuestos y las prostitutas entrarán antes que ustedes en el reino de Dios. 32Porque vino Juan, enseñando el camino de la justicia, y no le creyeron, mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas le creyeron. Y ustedes, aun después de verlo, no se han arrepentido ni le han creído.

Parábola de los viñadores malvados

(Mc 12,1-12; Lc 20,9-19)

33Escuchen otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la rodeó con una tapia, cavó un lagar y construyó una torre; después la arrendó a unos viñadores y se fue. 34Cuando llegó el tiempo de la cosecha, mandó a sus sirvientes para recoger de los viñadores el fruto que le correspondía. 35Pero los viñadores agarraron a los sirvientes y a uno lo golpearon, a otro lo mataron, y al tercero lo apedrearon. 36Envió otros sirvientes, más numerosos que los primeros, y los trataron de igual modo. 37Finalmente les envió a su hijo, pensando que respetarían a su hijo. 38Pero los viñadores, al ver al hijo, comentaron: Es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con la herencia. 39Agarrándolo, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. 40Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿cómo tratará a aquellos viñadores?

41Le respondieron:

—Acabará con aquellos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le entreguen su fruto a su debido tiempo.

42Yahshúa les dijo:

¿No han leído nunca en la Escritura:

La piedra

que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular;

es el Señor quien lo ha hecho

y nos parece un milagro?

43Por eso les digo que a ustedes les quitarán el reino de Dios y se lo darán a un pueblo que produzca sus frutos. 44[El que tropiece con esa piedra se hará trizas; al que le caiga encima lo aplastará.]

45Cuando los sumos sacerdotes y los fariseos oyeron sus parábolas, comprendieron que se refería a ellos. 46Intentaron arrestarlo, pero tuvieron miedo de la multitud, que lo tenía por profeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parábola del banquete de bodas

(Lc 14,15-24)

22

1Yahshúa tomó de nuevo la palabra y les habló con parábolas:

2El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. 3Envió a sus sirvientes para llamar a los invitados a la boda, pero éstos no quisieron ir. 4Entonces envió a otros sirvientes encargándoles que dijeran a los invitados: Tengo el banquete preparado, mis mejores animales ya han sido degollados y todo está a punto; vengan a la boda. 5Pero ellos se desentendieron: uno se fue a su campo, el otro a su negocio; 6otros agarraron a los sirvientes, los maltrataron y los mataron. 7El rey se indignó y, enviando sus tropas, acabó con aquellos asesinos e incendió su ciudad.

8Después dijo a sus sirvientes: El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no se lo merecían. 9Vayan a los cruces de caminos y a cuantos encuentren invítenlos a la boda. 10Salieron los sirvientes a los caminos y reunieron a cuantos encontraron, malos y buenos. El salón se llenó de convidados.

11Cuando el rey entró para ver a los invitados, observó a uno que no llevaba traje apropiado. 12Le dijo: Amigo, ¿cómo has entrado sin traje apropiado? Él enmudeció. 13Entonces el rey mandó a los guardias: Átenlo de pies y manos y échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el crujir de dientes. 14Porque son muchos los invitados pero pocos los elegidos.

Sobre el tributo al césar

(Mc 12,13-17; Lc 20,20-26)

15Entonces los fariseos se reunieron para buscar un modo de enredarlo con sus palabras. 16Le enviaron algunos discípulos suyos acompañados de herodianos, que le dijeron:

—Maestro, nos consta que eres sincero, que enseñas con fidelidad el camino de Dios y que no te fijas en la condición de las personas porque eres imparcial. 17Dinos tu opinión: ¿es lícito pagar tributo al césar o no?

18Yahshúa, adivinando su mala intención, les dijo:

—¿Por qué me tientan, hipócritas? 19Muéstrenme la moneda del tributo.

Le presentaron un denario.

20Y él les dijo:

—¿De quién es esta imagen y esta inscripción?

21Contestaron:

—Del césar.

Entonces les dijo:

—Den, pues, al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

22Al oírlo, se sorprendieron, lo dejaron y se fueron.

Sobre la resurrección

(Mc 12,18-27; Lc 20,27-40)

23En aquella ocasión se acercaron unos saduceos –que niegan la resurrección– y le dijeron:

24—Maestro, Moisés mandó que, cuando uno muera sin hijos, su hermano se case con la viuda para dar descendencia al hermano difunto. 25Pues bien, había en nuestra comunidad siete hermanos. El primero se casó, murió sin tener hijos y dejó la mujer a su hermano. 26Lo mismo pasó con el segundo y el tercero, hasta el séptimo. 27Después de todos murió la mujer. 28Cuando resuciten, ¿de cuál de los siete será mujer? Pues todos fueron maridos suyos.

29Les contestó Yahshúa:

—Están equivocados por no conocer la Escritura ni el poder de Dios. 30Cuando resuciten, no se casarán ni los hombres ni las mujeres, sino que serán como ángeles en el cielo. 31Y a propósito de la resurrección, ¿no han leído lo que les dice Dios:

32Yo soy el Dios de Abrahán,

el Dios de Isaac,

el Dios de Jacob?

No es Dios de muertos, sino de vivos.

33La multitud al oírlo estaba asombrada de su enseñanza.

Sobre el precepto más importante

(Mc 12,28-34; Lc 10,25-28)

34Al enterarse los fariseos de que había tapado la boca a los saduceos, se reunieron alrededor de él; 35y uno de ellos, [doctor en la ley] le preguntó maliciosamente:

36—Maestro, ¿cuál es el precepto más importante en la ley?

37Le respondió:

Amarás al Señor tu Dios

con todo tu corazón,

con toda tu alma,

y con toda tu mente.

38Éste es el precepto más importante; 39pero el segundo es equivalente:

Amarás al prójimo como a ti mismo.

40De estos dos mandamientos dependen la ley entera y los profetas.

Sobre el Mesías y David

(Mc 12,35-37; Lc 20,41-44)

41Estando reunidos los fariseos, Yahshúa les hizo esta pregunta:

42—¿Qué piensan acerca del Mesías? ¿De quién es hijo?

Ellos le responden:

—De David.

43Él les dijo:

—Entonces, ¿cómo David, inspirado, lo llama Señor, diciendo:

44Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi derecha

hasta que ponga a tus enemigos

debajo de tus pies?

45Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?

46Ninguno pudo darle una respuesta, y en adelante nadie se atrevió a hacerle preguntas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Invectiva contra los letrados y los fariseos

23

1Entonces Yahshúa, dirigiéndose a la multitud y a sus discípulos, 2dijo:

—En la cátedra de Moisés se han sentado los letrados y los fariseos. 3Ustedes hagan y cumplan lo que ellos digan, pero no los imiten; porque dicen y no hacen.

4Atan fardos pesados, [difíciles de llevar,] y se los cargan en la espalda a la gente, mientras ellos se niegan a moverlos con el dedo. 5Todo lo hacen para exhibirse ante la gente: llevan cintas anchas y flecos llamativos en sus mantos.

6Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; 7que los salude la gente por la calle y los llamen maestros.

8Ustedes no se hagan llamar maestros, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos. 9En la tierra a nadie llamen padre, pues uno solo es su Padre, el del cielo. 10Ni se llamen jefes, porque sólo tienen un jefe que es el Mesías. 11El mayor de ustedes que se haga servidor de los demás. 12Quien se alaba será humillado, quien se humilla será alabado.

13¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el reino de los cielos! ¡No entran ni dejan entrar a los que lo intentan!

14[[¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas, mientras hacen largas oraciones para que los tengan por justos! ¡La sentencia para ustedes será más severa!]]

15¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para ganar un partidario, y cuando lo consiguen, lo hacen doblemente más merecedor del infierno que ustedes!

16¡Ay de ustedes, guías ciegos, que dicen: Quien jura por el santuario no se compromete, quien jura por el oro del santuario queda comprometido! 17¡Tontos y ciegos!, ¿qué es más importante? ¿El oro o el santuario que consagra el oro? 18Dicen: Quien jura por el altar no se compromete, quien jura por la ofrenda que hay sobre el altar queda comprometido. 19¡Ciegos! ¿Qué es más importante? ¿La ofrenda o el altar que consagra la ofrenda? 20Porque quien jura por el altar jura por él y por cuanto hay sobre él; 21y quien jura por el santuario jura por él y por quien lo habita; 22y quien jura por el cielo jura por el trono de Dios y por el que está sentado en él.

23¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que pagan el impuesto de la menta, del anís y del comino, y descuidan lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe! ¡Eso es lo que hay que observar, sin descuidar lo otro! 24¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello!

25¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están llenos de inmoralidad y robos! 26¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa y así quedará limpia por fuera!

27¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: por fuera son hermosos, por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda clase de inmundicia! 28Así también son ustedes, por fuera parecen honrados delante de la gente, pero por dentro están llenos de hipocresía y maldad.

29¡Ay de ustedes, letrados y fariseos hipócritas, que construyen sepulcros grandiosos a los profetas y monumentos a los justos, 30mientras comentan: Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros antepasados, no habríamos participado en el asesinato de los profetas. 31Con lo cual reconocen que son descendientes de los que mataron a los profetas. 32Ustedes, pues, terminen de hacer lo que iniciaron sus antepasados. 33¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo evitarán el juicio del infierno?

34Miren, para eso les estoy enviando profetas, sabios y letrados: a unos los matarán y crucificarán, a otros los azotarán en las sinagogas y los perseguirán de ciudad en ciudad. 35Así recaerá sobre ustedes toda la sangre inocente derramada en la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, a quien ustedes mataron entre el santuario y el altar.

36Les aseguro que todo recaerá sobre esta generación.

Lamentación por Jerusalén

(Lc 13,34s)

37¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados! ¡Cuántas veces intenté reunir a tus hijos como la gallina reúne los pollitos bajo sus alas, y tú te negaste! 38Por eso, la casa de ustedes quedará desierta. 39Les digo que a partir de ahora no volverán a verme hasta que digan:

Bendito el que viene

en el nombre del Señor.

 

 

Sobre la destrucción del Templo

(Mc 13,1s; Lc 21,5s)

24

1Yahshúa salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron los discípulos y le señalaron las construcciones del templo. 2Él les contestó:

—¿Ven todo eso? Les aseguro que se derrumbará sin que quede piedra sobre piedra.

Comienzo de los dolores

(Mc 13,3-8; Lc 21,7-11)

3Estando sentado en el monte de los Olivos, se le acercaron los discípulos aparte y le preguntaron:

—Dinos cuándo sucederá eso y cuál es la señal de tu llegada y del fin del mundo.

4Yahshúa les respondió:

—¡Tengan cuidado, y que nadie los engañe! 5Porque muchos se presentarán en mi nombre, diciendo que son el Mesías, y engañarán a muchos. 6Oirán hablar de guerras y noticias de guerras. ¡Tengan cuidado y no se alarmen! Todo eso ha de suceder, pero todavía no es el final. 7Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino. Habrá carestías y terremotos en diversos lugares. 8Todo eso es el comienzo de los dolores de parto.

9Los entregarán para torturarlos y matarlos; todos los pueblos los odiarán a causa de mi nombre. 10Entonces muchos fallarán, se traicionarán y se odiarán mutuamente. 11Surgirán muchos falsos profetas que engañarán a muchos. 12Y, al crecer la maldad, se enfriará el amor de muchos. 13Pero el que aguante hasta el final se salvará.

 

(Mc 13,12)

14La Buena Noticia del reino se proclamará a todas las naciones, y entonces llegará el final.

La gran tribulación

(Mc 13,14-20; Lc 21,20-24)

15Cuando vean instalado en el lugar sagrado el ídolo abominable anunciado por el profeta Daniel –el lector que lo entienda–, 16entonces los que viven en Judea que escapen a los montes; 17el que esté en la azotea que no baje a recoger sus cosas; 18el que se encuentre en el campo que no vuelva a buscar el manto. 19¡Ay de las embarazadas y de las que tengan niños pequeños en aquellos días! 20Recen para que la huida no suceda en invierno o en sábado. 21Habrá una tribulación tan grande como no la hubo desde el comienzo del mundo hasta ahora, ni la habrá en el futuro. 22Si no se acortara aquel tiempo, no se salvaría ni uno. Pero, en atención a los elegidos, se acortará aquel tiempo.

 

(Mc 13,21-23)

23Entonces, si alguien les dice que el Mesías está aquí o allí, no le crean. 24Surgirán falsos mesías y falsos profetas, que harán milagros y prodigios, hasta el punto de engañar, si fuera posible, incluso a los elegidos. 25Miren que los he prevenido.

26Si les dicen: Miren, está en el desierto, no salgan; o: Miren, está en un lugar secreto, no hagan caso. 27Porque como el relámpago que aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la llegada del Hijo del Hombre. 28Donde esté el cadáver allí se reunirán los buitres.

La parusía

(Mc 13,24-27; Lc 21,25-28)

29Inmediatamente después de esa tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no irradiará su resplandor; las estrellas caerán del cielo y los ejércitos celestes temblarán. 30Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre. Todas las razas del mundo harán duelo y verán al Hijo del Hombre llegar en las nubes del cielo, con gloria y poder grande. 31Enviará a sus ángeles a reunir, con un gran toque de trompeta, a los elegidos de los cuatro vientos, de un extremo a otro del cielo.

El ejemplo de la higuera

(Mc 13,28-31; Lc 21,29-33)

32Aprendan el ejemplo de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, saben que está cerca la primavera. 33Lo mismo ustedes, cuando vean que sucede todo eso, sepan que el fin está cerca, a las puertas. 34Les aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso. 35Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.

Sobre el día y la hora

(Mc 13,32)

 36En cuanto al día y a la hora, no los conoce nadie, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; sólo los conoce el Padre.

 

(cfr. Lc 17,26-36)

37La llegada del Hijo del Hombre será como en tiempos de Noé: 38en [aquellos] días anteriores al diluvio la gente comía y bebía y se casaban, hasta que Noé se metió en el arca. 39Y ellos no se enteraron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos. Así será la llegada del Hijo del Hombre. 40Estarán dos hombres en un campo: a uno se lo llevarán, al otro lo dejarán; 41dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán, a la otra la dejarán. 42Por tanto estén prevenidos porque no saben el día que llegará su Señor.

 

(Lc 12,39s)

43Ustedes ya saben que si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, estaría vigilando y no permitiría que asalten su casa. 44Por tanto, estén preparados, porque el Hijo del Hombre llegará cuando menos lo esperen.

 

 

Vigilancia

(Lc 12,42-48; cfr. Mc 13,34-37)

45¿Quién es el sirviente fiel y prudente, encargado por su señor de repartir a sus horas la comida a los de casa? 46Dichoso el sirviente a quien su señor, al llegar, lo encuentre trabajando así. 47Les aseguro que le encomendará todas sus posesiones.

48En cambio, si un sirviente malo, pensando que su señor tardará, 49se pone a pegar a los compañeros, a comer y beber con los borrachos, 50vendrá el señor de aquel sirviente, el día y la hora menos pensada 51y lo castigará dándole el destino de los hipócritas. Allí será el llanto y el crujir de dientes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Parábola de las diez jóvenes

(cfr. Lc 12,35-40)

25

1Entonces el reino de los cielos será como diez muchachas que salieron con sus lámparas a recibir al novio. 2Cinco eran necias y cinco prudentes. 3Las necias tomaron sus lámparas pero no llevaron aceite. 4Las prudentes llevaban frascos de aceite con sus lámparas. 5Como el novio tardaba, les entró el sueño y se durmieron.

6A media noche se oyó un clamor: ¡Aquí está el novio, salgan a recibirlo! 7Todas las muchachas se despertaron y se pusieron a preparar sus lámparas. 8Las necias pidieron a las prudentes: ¿Pueden darnos un poco de aceite?, porque se nos apagan las lámparas. 9Contestaron las prudentes: No, porque seguramente no alcanzará para todas; es mejor que vayan a comprarlo a la tienda.

10Mientras iban a comprarlo, llegó el novio. Las que estaban preparadas entraron con él en la sala de bodas y la puerta se cerró. 11Más tarde llegaron las otras muchachas diciendo: Señor, Señor, ábrenos. 12Él respondió: Les aseguro que no las conozco.

13Por tanto, estén atentos, porque no conocen ni el día ni la hora.

Parábola de los talentos

(Lc 19,11-27)

14Es como un hombre que partía al extranjero; antes llamó a sus sirvientes y les encomendó sus posesiones. 15A uno le dio cinco bolsas de oro, a otro dos, a otro una; a cada uno según su capacidad. Y se fue.

16Inmediatamente el que había recibido cinco bolsas de oro negoció con ellas y ganó otras cinco. 17Lo mismo el que había recibido dos bolsas de oro, ganó otras dos. 18El que había recibido una bolsa de oro fue, hizo un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor.

19Pasado mucho tiempo se presentó el señor de aquellos sirvientes para pedirles cuentas. 20Se acercó el que había recibido cinco bolsas de oro y le presentó otras cinco diciendo: Señor, me diste cinco bolsas de oro; mira, he ganado otras cinco. 21Su señor le dijo: Muy bien, sirviente honrado y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pongo al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu señor.

22Se acercó el que había recibido dos bolsas de oro y dijo: Señor, me diste dos bolsas de oro; mira, he ganado otras dos. 23Su señor le dijo: Muy bien, sirviente honrado y cumplidor; has sido fiel en lo poco, te pondré al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu señor.

24Se acercó también el que había recibido una bolsa de oro y dijo: Señor, sabía que eres exigente, que cosechas donde no has sembrado y reúnes donde no has esparcido. 25Como tenía miedo, enterré tu bolsa de oro; aquí tienes lo tuyo. 26Su señor le respondió: Sirviente indigno y perezoso, si sabías que cosecho donde no sembré y reúno donde no esparcí, 27tenías que haber depositado el dinero en un banco para que, al venir yo, lo retirase con los intereses. 28Quítenle la bolsa de oro y dénsela al que tiene diez. 29Porque al que tiene se le dará y le sobrará, y al que no tiene se le quitará aun lo que tiene. 30Al sirviente inútil expúlsenlo a las tinieblas de fuera. Allí será el llanto y el crujir de dientes.

El juicio de las naciones

31Cuando el Hijo del Hombre llegue con majestad, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria 32y todas las naciones serán reunidas en su presencia. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. 33Colocará a las ovejas a su derecha y a las cabras a su izquierda.

34Entonces el rey dirá a los de la derecha: Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. 35Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, 36estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver.

37Los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber, 38emigrante y te recibimos, desnudo y te vestimos? 39¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y fuimos a visitarte?

40El rey les contestará: Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mí.

41Después dirá a los de su izquierda: Apártense de mí, malditos, vayan al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. 42Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, 43era emigrante y no me recibieron, estaba desnudo y no me vistieron, estaba enfermo y encarcelado y no me visitaron.

44Ellos replicarán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, emigrante o desnudo, enfermo o encarcelado y no te socorrimos?

45Él responderá: Les aseguro que lo que no hicieron a uno de estos más pequeños no me lo hicieron a mí. 46Éstos irán al castigo perpetuo y los justos a la vida eterna.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Complot para matar a Yahshúa

(Mc 14,1s; Lc 22,1s; cfr. Jn 11,47-57)

26

1Cuando terminó este discurso, Yahshúa dijo a sus discípulos:

2—Ya saben que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.

3Entonces se reunieron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo en casa del sumo sacerdote Caifás, 4y se pusieron de acuerdo para apoderarse de Yahshúa mediante un engaño y darle muerte. 5Pero añadieron que no debía ser durante las fiestas, para que no se amotinara el pueblo.

 

Unción en Betania

(Mc 14,3-9; cfr. Lc 7,36-50; Jn 12,1-8)

6Estando Yahshúa en Betania, en casa de Simón el Leproso, 7se le acercó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume de mirra carísimo y se lo derramó en la cabeza mientras estaba a la mesa. 8Al verlo, los discípulos dijeron indignados:

—¿Por qué este derroche? 9Se podía haber vendido bien caro para dar el producto a los pobres.

10Yahshúa se dio cuenta y les dijo:

—¿Por qué molestan a esta mujer? Ha hecho una obra buena conmigo. 11A los pobres los tendrán siempre cerca, a mí no siempre me tendrán. 12Al derramar el perfume sobre mi cuerpo, estaba preparando mi sepultura. 13Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará lo que ha hecho ella.

Traición de Judas

(Mc 14,10s; Lc 22,3-6)

14Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, se dirigió a los sumos sacerdotes 15y les propuso:

—¿Qué me dan si lo entrego a ustedes?

Ellos se pusieron de acuerdo en treinta monedas de plata. 16Desde aquel momento buscaba una ocasión para entregarlo.

 

 

Preparación de la cena pascual

(Mc 14,12-16; Lc 22,7-13)

17El primer día de los Ázimos se acercaron los discípulos a Yahshúa y le preguntaron:

—¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

18Él les contestó:

—Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: El maestro dice: mi hora está próxima; en tu casa celebraré la Pascua con mis discípulos.

19Los discípulos prepararon la cena de Pascua siguiendo las instrucciones de Yahshúa.

Anuncio de la traición

(Mc 14,17-21; cfr. Lc 22,21-23; Jn 13,21-30)

20Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. 21Mientras comían, les dijo:

—Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar.

22Muy tristes, empezaron a preguntarle uno por uno:

¿Soy yo, Señor?

23Él contestó:

—El que se ha servido de la misma fuente que yo, ése me entregará. 24El Hijo del Hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay de aquél por quien el Hijo del Hombre será entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido.

25Le dijo Judas, el traidor:

—¿Soy yo, maestro?

Le respondió Yahshúa:

—Tú lo has dicho.

Institución de la Eucaristía

(Mc 14,22-26; Lc 22,14-20;

cfr. Jn 6,51-59; 1Cor 11,23-25)

26Mientras cenaban, Yahshúa tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo:

—Tomen y coman, esto es mi cuerpo.

27Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo:

—Beban todos de ella, 28porque ésta es mi sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados. 29Les digo que en adelante no beberé de este fruto de la vid hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.

30Cantaron los salmos y salieron hacia el monte de los Olivos.

 

 

Anuncia el abandono de sus discípulos

(Mc 14,27-31; Lc 22,31-34; cfr. Jn 13,36-38)

31Entonces Yahshúa les dijo:

—Esta noche todos van a fallar por mi causa, como está escrito:

Heriré al pastor

y se dispersarán

las ovejas del rebaño.

32Pero cuando resucite, iré delante de ustedes a Galilea.

33Pedro le contestó:

—Aunque todos fallen esta noche, yo no fallaré.

34Yahshúa le respondió:

—Te aseguro que esta noche, antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces.

35Pedro le replicó:

—Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.

Lo mismo dijeron los demás discípulos.

Oración en el huerto

(Mc 14,32-42; cfr. Lc 22,39-46)

36Entonces Yahshúa fue con ellos a un lugar llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:

—Siéntense aquí mientras yo voy allá a orar.

37Tomó a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo y empezó a sentir tristeza y angustia.

38Les dijo:

—Siento una tristeza de muerte; quédense aquí, y permanezcan despiertos conmigo.

39Se adelantó un poco y, postrado su rostro en tierra, oró así:

—Padre, si es posible, que se aparte de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

40Volvió a donde estaban los discípulos. Los encontró dormidos y dijo a Pedro:

—¿Será posible que no han sido capaces de estar despiertos una hora conmigo? 41Estén atentos y oren para no caer en la tentación. El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.

42Por segunda vez se alejó a orar:

—Padre, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, que se haga tu voluntad.

43Volvió de nuevo y los encontró dormidos, porque tenían mucho sueño. 44Los dejó y se apartó por tercera vez repitiendo la misma oración. 45Después se acercó a los discípulos y les dijo:

—¡Todavía dormidos y descansando! Está próxima la hora en que el Hijo del Hombre será entregado en poder de los pecadores. 46Levántense, vamos; ¡miren! se acerca el que me entrega.

Arresto de Yahshúa

(Mc 14,43-50; Lc 22,47-53; cfr. Jn 18,1-11)

47Todavía estaba hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, acompañado de gente armada de espadas y palos, enviada por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. 48El traidor les había dado una contraseña: Al que yo bese, ése es; arréstenlo. 49Enseguida, acercándose a Yahshúa le dijo:

—¡Buenas noches, maestro!

Y le dio un beso. 50Yahshúa le dijo:

—Amigo, ¿a qué has venido?

Entonces se acercaron, le echaron mano y arrestaron a Yahshúa. 51Uno de los que estaban con Yahshúa desenvainó la espada y de un tajo cortó una oreja al sirviente del sumo sacerdote.

52Yahshúa le dijo:

—Envaina la espada: Quien a espada mata, a espada muere. 53¿Crees que no puedo pedirle al Padre que me envíe enseguida más de doce legiones de ángeles? 54Pero entonces, ¿cómo se cumplirá lo que está escrito, que esto tiene que suceder?

55Entonces Yahshúa dijo a la multitud:

—Como si se tratara de un asaltante han salido armados de espadas y palos para capturarme. Diariamente me sentaba en el templo a enseñar y no me arrestaron. 56Pero todo eso sucede para que se cumplan las profecías.

Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Yahshúa ante el Consejo

(Mc 14,53s; Lc 22,54s; cfr. Jn 18,12-16)

57Los que lo habían arrestado lo condujeron a casa del sumo sacerdote Caifás, donde se habían reunido los letrados y los ancianos. 58Pedro le fue siguiendo a distancia hasta el palacio del sumo sacerdote. Entró y se sentó con los empleados para ver en qué acababa aquello.

 

(Mc 14,55-61a)

59Los sumos sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban un testimonio falso contra Yahshúa que permitiera condenarlo a muerte. 60Y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no lo encontraron. Finalmente se presentaron dos 61que declararon:

—Éste ha dicho: Puedo derribar el santuario de Dios y reconstruirlo en tres días.

62El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:

—¿No respondes a lo que éstos declaran contra ti?

63aPero Yahshúa seguía callado.

 

(Mc 14,61b-64; Lc 22,66-71; cfr. Jn 18,19-21)

63bEl sumo sacerdote le dijo:

—Por el Dios vivo te conjuro para que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios.

64Yahshúa le respondió:

—Tú lo has dicho. Y añado que desde ahora verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y llegando en las nubes del cielo.

65Entonces el sumo sacerdote, rasgándose sus vestiduras, dijo:

—¡Ha blasfemado! ¿Qué falta nos hacen los testigos? Acaban de oír la blasfemia. 66¿Cuál es el veredicto de ustedes?

Respondieron:

—Reo de muerte.

 

(Mc 14,65; Lc 22,63-65; cfr. Jn 18,22s)

67Entonces le escupieron al rostro, le dieron bofetadas y lo golpeaban 68diciendo:

—Mesías, adivina quién te ha pegado.

 

Negaciones de Pedro

(Mc 14,66-68; Lc 22,56s; cfr. Jn 18,17s)

69Pedro estaba sentado fuera, en el patio. Se le acercó una sirvienta y le dijo:

—Tú también estabas con Yahshúa el Galileo.

70Él lo negó delante de todos:

—No sé lo que dices.

 

(Mc 14,69-72; Lc 22,58-62; cfr. Jn 18,25-27)

71Salió al portal, lo vio otra sirvienta y dijo a los que estaban allí:

—Éste estaba con Yahshúa el Nazareno.

72De nuevo lo negó jurando que no conocía a aquel hombre. 73Al poco tiempo se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:

—Realmente tú eres uno de ellos, el acento te delata.

74Entonces empezó a echar maldiciones y a jurar que no lo conocía. En ese momento cantó un gallo 75y Pedro recordó lo que había dicho Yahshúa: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo afuera, lloró amargamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Conducido a Pilato

(Mc 15,1; Lc 23,1; cfr. Jn 18,28)

27

1A la mañana siguiente los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron una deliberación para condenar a Yahshúa a muerte. 2Lo ataron, lo condujeron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

(cfr. Hch 1,18s)

3Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas a los sumos sacerdotes y ancianos, 4diciendo:

—He pecado entregando a un inocente a la muerte.

Le contestaron:

—Y a nosotros, ¿qué? Eso es problema tuyo.

5Arrojó el dinero en el santuario, se fue y se ahorcó. 6Los sumos sacerdotes, recogiendo el dinero, dijeron:

—No es lícito echarlo en la alcancía, porque es precio de una vida.

7Y, después de deliberar, compraron el Campo del Alfarero para sepultura de extranjeros. 8Por eso aquel campo se llama hasta hoy, Campo de Sangre.

9Así se cumplió lo que profetizó Jeremías:

Tomaron las treinta monedas,

precio del que fue tasado,

del que tasaron los israelitas,

10y con ello pagaron

el campo del alfarero;

según las instrucciones del Señor.

 

Yahshúa ante Pilato

(Mc 15,2-15; Lc 23,ss; cfr. Jn 18,33-38)

11Yahshúa fue llevado ante el gobernador, el cual lo interrogó:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Contestó Yahshúa:

—Tú lo has dicho.

12Pero, cuando lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos no respondía nada.

13Entonces le dijo Pilato:

—¿No oyes de cuántas cosas te acusan?

14Pero no respondió una palabra, con gran admiración del gobernador.

Condena de Yahshúa

(Mc 15,6-15; Lc 23,17-25; cfr. Jn 18,39–19,1.4-16)

15Por la Pascua acostumbraba el gobernador soltar a un prisionero, el que la gente quisiera. 16Tenía entonces un preso famoso llamado [Yahshúa] Barrabás. 17Cuando estaban reunidos, les preguntó Pilato:

—¿A quién quieren que les suelte? ¿A [Yahshúa] Barrabás o a Yahshúa, llamado el Mesías? 18Ya que le constaba que lo habían entregado por envidia.

19Estando él sentado en el tribunal, su mujer le envió un recado:

—No te metas con ese inocente, que esta noche en sueños he sufrido mucho por su causa.

20Mientras tanto los sumos sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud para que pidieran la libertad de Barrabás y la condena de Yahshúa.

21El gobernador tomó la palabra:

—¿A cuál de los dos quieren que les suelte?

Contestaron:

—A Barrabás.

22Respondió Pilato:

—¿Y qué hago con Yahshúa, llamado el Mesías?

Contestaron todos:

—Crucifícalo.

23Él les dijo:

—Pero, ¿qué mal ha hecho?

Sin embargo ellos seguían gritando:

—Crucifícalo.

24Viendo Pilato que no conseguía nada, al contrario, que se estaban amotinando, pidió agua y se lavó las manos ante la gente diciendo:

—No soy responsable de la muerte de este inocente. Es cosa de ustedes.

25El pueblo respondió:

—Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

26Entonces les soltó a Barrabás, y a Yahshúa lo hizo azotar y lo entregó para que lo crucificaran.

Burla de los soldados

(Mc 15,16-20; cfr. Jn 19,2s)

27Entonces los soldados del gobernador condujeron a Yahshúa al cuartel y reunieron en torno a él a toda la guardia. 28Lo desnudaron, lo envolvieron en un manto escarlata, 29trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la cabeza, y pusieron una caña en su mano derecha. Después, burlándose, se arrodillaban ante él y decían:

—¡Salud, rey de los judíos!

30Le escupían, le quitaban la caña y le pegaban con ella en la cabeza. 31Terminada la burla, le quitaron el manto y lo vistieron con su ropa. Después lo sacaron para crucificarlo.

Crucifixión y muerte de Yahshúa

(Mc 15,21-41; cfr. Lc 23,26-49; Jn 19,17-30)

32A la salida encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a cargar con la cruz. 33Llegaron a un lugar llamado Gólgota, es decir, Lugar de la Calavera, 34y le dieron a beber vino mezclado con hiel. Él lo probó, pero no quiso beberlo. 35Después de crucificarlo, se repartieron a suertes su ropa 36y se sentaron allí custodiándolo.

37Encima de la cabeza pusieron un letrero con la causa de la condena: Éste es Yahshúa, rey de los judíos. 38Con él estaban crucificados dos asaltantes, uno a la derecha y otro a la izquierda.

39Los que pasaban lo insultaban moviendo la cabeza 40y diciendo:

—El que derriba el santuario y lo reconstruye en tres días que se salve; si es Hijo de Dios, que baje de la cruz.

41A su vez, los sumos sacerdotes con los letrados y los ancianos se burlaban diciendo:

42—Salvó a otros, y no puede salvarse a sí mismo. Si es rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. 43Ha confiado en Dios: que lo libre ahora si es que lo ama. Pues ha dicho que es Hijo de Dios.

44También los asaltantes crucificados con él lo insultaban.

45A partir de mediodía se oscureció todo el territorio hasta media tarde.

46A media tarde Yahshúa gritó con voz potente:

Elí Elí lema sabactani, o sea: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

47Algunos de los presentes, al oírlo, comentaban:

—Está llamando a Elías.

48Enseguida uno de ellos corrió, tomó una esponja empapada en vinagre y con una caña le dio a beber.

49Los demás dijeron:

—Espera, a ver si viene Elías a salvarlo.

50Yahshúa, lanzando un nuevo grito, entregó su espíritu.

51El velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo, la tierra tembló, las piedras se partieron, 52los sepulcros se abrieron y muchos cadáveres de santos resucitaron. 53Y, cuando él resucitó, salieron de los sepulcros y se aparecieron a muchos en la Ciudad Santa.

54Al ver el terremoto y lo que sucedía, el centurión y la tropa que custodiaban a Yahshúa decían muy espantados:

—Realmente éste era Hijo de Dios.

55Estaban allí mirando a distancia muchas mujeres que habían acompañado y servido a Yahshúa desde Galilea. 56Entre ellas estaban María Magdalena, María, madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

 

Sepultura de Yahshúa

(Mc 15,42-47; Lc 23,50-56; cfr. Jn 19,38-42)

57Al atardecer llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Yahshúa. 58Se presentó ante Pilato y le pidió el cadáver de Yahshúa.

Pilato mandó que se lo entregaran. 59José lo tomó, lo envolvió en una sábana de lino limpia, 60y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había excavado en la roca; después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue.

61Estaban allí María Magdalena y la otra María sentadas frente al sepulcro.

Vigilancia del sepulcro

62Al día siguiente, el que sigue a la vigilia, se reunieron los sumos sacerdotes con los fariseos y fueron a Pilato 63a decirle:

—Señor, recordamos que aquel impostor dijo cuando aún vivía que resucitaría al tercer día. 64Manda que aseguren el sepulcro hasta el tercer día, no vayan a ir sus discípulos a robar el cadáver, para decir al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Este engaño sería peor que el primero.

65Les respondió Pilato:

—Ahí tienen una guardia: vayan y asegúrenlo como saben.

66Ellos aseguraron el sepulcro poniendo sellos en la piedra y colocando la guardia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Resurrección de Yahshúa

(Mc 16,1-8; Lc 24,1-12; cfr. Jn 20,1-10)

28

1Pasado el sábado, al despuntar el alba del primer día de la semana, fue María Magdalena con la otra María a examinar el sepulcro.

2De repente se produjo un fuerte temblor: Un ángel del Señor bajó del cielo, llegó e hizo rodar la piedra y se sentó encima. 3Su aspecto era como el de un relámpago y su vestido blanco como la nieve.

4Los de la guardia se pusieron a temblar de miedo y quedaron como muertos.

5El ángel dijo a las mujeres:

—Ustedes no teman. Sé que buscan a Yahshúa, el crucificado. 6No está aquí; ha resucitado como había dicho. Acérquense a ver el lugar donde yacía. 7Después vayan corriendo a anunciar a los discípulos que ha resucitado y que irá por delante a Galilea; allí lo verán. Éste es mi mensaje.

8Se alejaron rápidamente del sepulcro, llenas de miedo y gozo, y corrieron a dar la noticia a los discípulos.

Se aparece a las mujeres

(cfr. Mc 16,9-13; Jn 20,11-18)

9Yahshúa les salió al encuentro y les dijo:

—¡Alégrense!

Ellas se acercaron, se abrazaron a sus pies y se postraron ante él.

10Yahshúa les dijo:

—No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, donde me verán.

Informe de los vigilantes

11Mientras ellas caminaban, algunos de la guardia fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. 12Éstos se reunieron a deliberar con los ancianos y ofrecieron a los soldados una buena suma 13encargándoles:

—Digan que durante la noche, mientras ustedes dormían, llegaron los discípulos y robaron el cadáver. 14Si llega la noticia a oídos del gobernador, nosotros lo tranquilizaremos para que no los castigue.

15Ellos aceptaron el dinero y siguieron las instrucciones recibidas. Así se difundió ese cuento entre los judíos hasta [el día de] hoy.

Se aparece a los Once

(cfr. Mc 16,14; Lc 24,36s; Jn 20,19s)

16Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que les había indicado Yahshúa. 17Al verlo, se postraron, pero algunos dudaron.

Misión de los discípulos

(cfr. Mc 16,15-18; Lc 24,44-49; Jn 20,22s; Hch 1,7s)

 18Yahshúa se acercó y les habló:

—Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. 19Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, 20y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.

 

 

 

 

 

 

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