EVANGELIO RESTAURADO SEGÚN LUCAS

 

lucas

Introducción

Contexto histórico. La obra de Lucas nos sitúa en la segunda generación cristiana. Los cristianos se van asentando y expandiendo cada vez más dentro del mundo romano, aunque son vistos frecuentemente con recelo y sospecha. Urge, pues, presentar el ideal cristiano como un ideal apto e inofensivo para la sociedad romana, como una práctica religiosa que puede subvertir el mundo no con la violencia de las armas ni de las guerras, sino con la fuerza del Espíritu que ya está actuando y que va convirtiendo muchos corazones al Señor Yahshúa. Por otro lado, en la medida que se radicaliza la ruptura entre la Iglesia cristiana y la Sinagoga judía, va surgiendo en las comunidades cristianas cierto rechazo a la historia de salvación precedente, y es necesario resaltar aquello que une el cristianismo con el judaísmo. Éste es, quizás, el contexto en que Lucas escribe su evangelio.

 Destinatarios. Por los datos que nos brinda el evangelio, se trataría de una comunidad de cristianos mayoritariamente de origen pagano y geográficamente distante de Palestina. Ella estaría llamada a ser testigo del plan liberador de Dios en el mundo, plan liberador que difiere en todo al plan del imperio, pues no se basa en las armas, sino en el poder de Dios que actúa en la Iglesia. Plan que ya estaba presente en la historia a través de los profetas del Antiguo Testamento y que ahora por medio del Espíritu de Yahshúa se va realizando en la Iglesia, nuevo pueblo de Dios.

 

Autor, fecha y lugar de composición. La tradición lo ha titulado «según san Lucas», dando así su autoría al «médico querido» de Pablo (Col 4,14), que también aparece en Flm 24.

En cuanto a la fecha de su composición, el autor tiene noticia de la destrucción de Jerusalén (año 70), pero no de la persecución de Domiciano (año 90-95), y también parece vivir el rechazo oficial de la sinagoga a los cristianos (entre el año 85 y 90); por eso muchos biblistas sugieren como fecha probable la década de los 80.

En cuanto al lugar de su composición hay mucha conjetura. La tradición habla tanto de Cesarea, Alejandría como del sur de Grecia, entre otros lugares.

 Un evangelio que forma parte de una gran obra singular. A pesar de su fuerte dependencia de Marcos y del hipotético documento Q, Lucas presenta un evangelio muy peculiar que le distingue notablemente de los demás.

Parte de un plan más amplio. Constituye la primera parte de una obra mayor que continúa con los Hechos de los Apóstoles, y ocupa una posición intermedia en el gran arco de la historia de la salvación, que comprende: el tiempo de las promesas del Antiguo Testamento; el tiempo de Yahshúa, realización de las promesas del Antiguo Testamento; y el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la acción del Espíritu Santo. La conexión entre estos «tres tiempos» de la historia de la salvación es esencial para conocer la misión de Yahshúa tal como nos la presenta Lucas en su evangelio. Los personajes de la infancia, especialmente Simeón, encarnan esa tensión entre el pasado y el momento culminante que ha llegado. No menos importante es la continuación de la obra de Yahshúa: la expansión de la Iglesia. Como el Antiguo Testamento profetiza y prefigura a Yahshúa, así Yahshúa profetiza y prefigura la misión de los apóstoles. Los forma a su lado, los instruye, los previene, les da su Espíritu. Después, al contar sus «Hechos», Lucas se complace en establecer paralelos, en ver en esos pioneros de la primera evangelización el modelo de Yahshúa que sigue presente y actuando en su Iglesia y en el mundo.

Visión histórica. Lucas se presenta como un historiador al mejor estilo griego: cuidadoso en consultar sus fuentes y exponer los hechos. Sabe recoger y ordenar los datos de los acontecimientos que le interesa narrar. Sin dejar de proclamar la fe, intenta hacer una obra de historiador. Entrelaza su relato con fechas de la historiografía secular, colocando así la misión de Yahshúa en el amplio marco de los acontecimientos del imperio.

En su evangelio una comunidad de creyentes, autónoma y consolidada vuelve la mirada hacia sus orígenes, hacia la vida de Yahshúa, desde sus inicios hasta su ascensión al cielo. Y a la vez, una comunidad, sanada ya de aguardar una parusía inminente, toma conciencia de su ser y de su vocación histórica en el seno de la ordenación política y cultural de su tiempo.

Jerusalén. Es el centro geográfico y teológico de su obra. Allí comienza y concluye el itinerario de Yahshúa. De allí arranca la evangelización, en alas del Espíritu, hasta el confín del mundo.

 

Yahshúa, movido por el Espíritu, anuncia la liberación. Los «tres tiempos» de la historia de la salvación se mueven en Lucas a impulso del Espíritu Santo. Es Él el que inspira y guía a los profetas y las profetisas del Antiguo Testamento hasta sus dos últimos representantes, Simeón y Ana (2,25-38). Es Él el que desciende plena y definitivamente sobre Yahshúa de Nazaret (3,21s). Y es Él el que, siendo ya el Espíritu del resucitado, inaugura el tiempo de la Iglesia en Pentecostés, llevando la palabra de vida y liberación del Evangelio hasta los confines del mundo y hasta el final de los tiempos.

El tema dominante de su evangelio arranca de la escena programática en la que Yahshúa, movido por el Espíritu, da inicio a su ministerio: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres… la libertad a los cautivos… a los oprimidos… para proclamar el año de gracia del Señor» (4,18s). Después vendrá el viaje ascencional hacia Jerusalén (9,51), que llevará a Yahshúa junto a sus discípulos hacia la cruz, hacia el cielo.

Por el camino va derramando la misericordia y el perdón, acogiendo a los pecadores, buscando a los extraviados y ayudando a los pobres y necesitados. Su predicación se abre a los paganos –incluso procura dejar bien parados a varios personajes romanos–, a la vez que registra una creciente oposición de las autoridades judías.

Las mujeres, minusvaloradas y despreciadas en su cultura, desempeñan un papel sobresaliente en su ministerio. Como fruto de la liberación, va dejando tras de sí una estela de gozo y de alegría. El Espíritu comienza a actuar, preparando su acción dominante en los Hechos.

Con otra escena programática cierra Lucas su evangelio: Yahshúa resucitado, en viaje hacia Emaús, propone la clave pascual del cumplimiento de la profecía y la sella con una eucaristía (24,13-35).

 

Sinopsis. Empieza con una doble introducción, notable por su construcción en bloques paralelos: infancia de Juan y de Yahshúa (1s). Continúa con el bautismo y las tentaciones (3,1–4,13). El ministerio en Galilea se abre con la fuerza del Espíritu (4,14) y se cierra con el poder del nombre de Yahshúa actuando más allá del círculo de sus discípulos (9,49s). Sigue el gran viaje a Jerusalén como cuadro narrativo (9,51–19,28) y concluye toda la obra en esta ciudad: confrontación, pasión, muerte, resurrección y ascensión (19,29– 24,53).

 

 

 

 

Prólogo

(cfr. Mc 1,1; Jn 1,1-18; Hch 1,1-5)

1

1Ya que muchos emprendieron la tarea de relatar los sucesos que nos han acontecido, 2tal como nos lo transmitieron los primeros testigos presenciales y servidores de la palabra, 3también yo he pensado, ilustre Teófilo, escribirte todo por orden y exactamente, comenzando desde el principio; 4así comprenderás con certeza las enseñanzas que has recibido.

Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista

5En tiempo de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías; su mujer era descendiente de Aarón y se llamaba Isabel. 6Los dos eran rectos a los ojos de Dios y vivían irreprochablemente de acuerdo con los mandatos y preceptos del Señor. 7No tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos eran de edad avanzada.

8Una vez que, con los de su grupo, oficiaba ante Dios, 9según el ritual sacerdotal, le tocó entrar en el santuario para ofrecer incienso. 10Mientras todo el pueblo quedaba fuera orando durante la ofrenda del incienso, 11se le apareció un ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. 12Al verlo, Zacarías se asustó y quedó desconcertado.

13El ángel le dijo:

—No temas, Zacarías, que tu petición ha sido escuchada, y tu mujer Isabel te dará un hijo, a quien llamarás Juan. 14Te llenará de gozo y alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento. 15Será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor. Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre materno 16y convertirá a muchos israelitas al Señor su Dios. 17Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de los honrados; así preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto.

18Zacarías respondió al ángel:

—¿Qué garantía me das de eso? Porque yo soy anciano y mi mujer de edad avanzada.

19Le replicó el ángel:

—Yo soy Gabriel, que sirvo a Dios en su presencia: me ha enviado a hablarte, a darte esta Buena Noticia. 20Pero mira, quedarás mudo y sin poder hablar hasta que eso se cumpla, por no haber creído mis palabras que se cumplirán a su debido tiempo.

21El pueblo aguardaba a Zacarías y se extrañaba de que se demorase en el santuario. 22Cuando salió, no podía hablar, y ellos adivinaron que había tenido una visión en el santuario. Él les hacía señas y seguía mudo.

23Cuando terminó el tiempo de su servicio, volvió a casa.

24Algún tiempo después concibió Isabel su mujer, y se quedó escondida cinco meses, en ese tiempo pensaba:

25—Así me ha tratado el Señor cuando dispuso que terminara mi humillación pública.

Anuncio del nacimiento de Yahshúa

26El sexto mes envió Dios al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27a una virgen prometida a un hombre llamado José, de la familia de David; la virgen se llamaba María. 28Entró el ángel a donde estaba ella y le dijo:

—Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

29Al oírlo, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué clase de saludo era aquél.

30El ángel le dijo:

—No temas, María, que gozas del favor de Dios. 31Mira, concebirás y darás a luz un hijo, a quien llamarás Yahshúa. 32Será grande, llevará el título de Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, 33para que reine sobre la Casa de Jacob por siempre y su reino no tenga fin.

34María respondió al ángel:

—¿Cómo sucederá eso si no convivo con un hombre?

35El ángel le respondió:

—El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el consagrado que nazca llevará el título de Hijo de Dios. 36Mira, también tu pariente Isabel ha concebido en su vejez, y la que se consideraba estéril está ya de seis meses. 37Pues nada es imposible para Dios.

38Respondió María:

—Yo soy la esclava del Señor: que se cumpla en mí tu palabra.

El ángel la dejó y se fue.

 

 

María visita a Isabel

39Entonces María se levantó y se dirigió apresuradamente a la serranía, a un pueblo de Judea. 40Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espíritu Santo, 42exclamó con voz fuerte:

—Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. 43¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. 45¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.

46María dijo:

Mi alma canta la grandeza del Señor,

  47mi espíritu festeja a Dios mi salvador,

  48porque se ha fijado en la humillación de su esclava

     y en adelante me felicitarán todas las generaciones.

  49Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí,

     su nombre es santo.

  50Su misericordia con sus fieles se extiende

     de generación en generación.

  51Despliega la fuerza de su brazo,

     dispersa a los soberbios en sus planes,

  52derriba del trono a los poderosos

     y eleva a los humildes,

  53colma de bienes a los hambrientos

     y despide vacíos a los ricos.

  54Socorre a Israel, su siervo,

     recordando la lealtad,

  55prometida a nuestros antepasados,

     en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.

56María se quedó con ella tres meses y después se volvió a casa.

 

Nacimiento de Juan el Bautista

57Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo. 58Los vecinos y parientes, al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta misericordia, se alegraron con ella. 59Al octavo día fueron a circuncidarlo y querían llamarlo como su padre, Zacarías.

60Pero la madre intervino:

—No; se tiene que llamar Juan.

61Le decían que nadie en la parentela llevaba ese nombre. 62Preguntaron por señas al padre qué nombre quería darle. 63Pidió una pizarra y escribió: Su nombre es Juan.

Todos se asombraron. 64En ese instante se le soltó la boca y la lengua y se puso a hablar bendiciendo a Dios. 65Todos los vecinos quedaron asombrados; lo sucedido se contó por toda la serranía de Judea 66y los que lo oían reflexionaban diciéndose:

—¿Qué va a ser este niño?

Porque la mano del Señor lo acompañaba. 67Su padre Zacarías, lleno de Espíritu Santo, profetizó:

  68Bendito el Señor, Dios de Israel,

        porque se ha ocupado de rescatar a su pueblo.

  69Nos ha dado un poderoso Salvador

        en la Casa de David, su siervo,

  70como había prometido desde antiguo

        por boca de sus santos profetas:

  71para salvarnos de nuestros enemigos,

        y del poder de cuantos nos odian,

  72manifestando su bondad a nuestros padres

        y recordando su alianza sagrada,

  73lo que juró a nuestro padre Abrahán,

        que nos concedería,

  74ya liberados del poder enemigo,

        lo sirvamos sin temor en su presencia,

  75con santidad y justicia toda la vida.

  76Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,

        porque caminarás delante del Señor,

        preparándole el camino;

  77anunciando a su pueblo la salvación

        por el perdón de los pecados.

  78Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,

        nos visitará desde lo alto un amanecer

  79que ilumina a los que habitan en tinieblas

        y en sombras de muerte,

        que endereza nuestros pasos

        por un camino de paz.

80El niño crecía, se fortalecía espiritualmente y vivió en el desierto hasta el día en que se presentó a Israel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

Nacimiento de Yahshúa

(cfr. Mt 1,18–2,12)

2

1Por entonces se promulgó un decreto del emperador Augusto que ordenaba a todo el mundo inscribirse en un censo. 2Éste fue el primer censo, realizado siendo Quirino gobernador de Siria. 3Acudían todos a inscribirse, cada uno en su ciudad. 4José subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada Belén –pues pertenecía a la Casa y familia de David–, 5a inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.

6Estando ellos allí, le llegó la hora del parto 7y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada.

 

(cfr. Mt 2,1-12)

8Había unos pastores en la zona que cuidaban por turnos los rebaños a la intemperie. 9Un ángel del Señor se les presentó. La gloria del Señor los cercó de resplandor y ellos sintieron un gran temor. 10El ángel les dijo:

—No teman. Miren, les doy una Buena Noticia, una gran alegría para todo el pueblo: 11Hoy les ha nacido en la Ciudad de David el Salvador, el Mesías y Señor. 12Esto les servirá de señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.

13Al ángel, en ese momento, se le juntó otra gran cantidad de ángeles, que alababan a Dios diciendo:

14—¡Gloria a Dios en lo alto y en la tierra paz a los hombres amados por él!

15Cuando los ángeles se fueron al cielo, los pastores se decían:

—Crucemos hacia Belén, a ver lo que ha sucedido y nos ha comunicado el Señor.

16Fueron rápidamente y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. 17Al verlo, les contaron lo que les habían dicho del niño. 18Y todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. 19Pero María conservaba y meditaba todo en su corazón.

20Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto; tal como se lo habían anunciado.

Circuncisión y presentación de Yahshúa

21Al octavo día, al tiempo de circuncidarlo, le pusieron por nombre Yahshúa, como lo había llamado el ángel antes de que fuera concebido.

22Y, cuando llegó el día de su purificación, 23de acuerdo con la ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para presentárselo al Señor, como manda la ley del Señor: Todo primogénito varón será consagrado al Señor; 24además ofrecieron el sacrificio que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones.

Bendición de Simeón

25Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que esperaba la liberación de Israel y se guiaba por el Espíritu Santo. 26Le había comunicado el Espíritu Santo que no moriría sin antes haber visto al Mesías del Señor. 27Conducido, por el mismo Espíritu, se dirigió al templo. Cuando los padres introducían al niño Yahshúa para cumplir con él lo mandado en la ley, 28Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

  29Ahora, Señor, según tu palabra,

     puedes dejar que tu sirviente muera en paz

  30porque mis ojos han visto a tu salvación,

  31que has dispuesto

     ante todos los pueblos

  32como luz para iluminar a los paganos

     y como gloria de tu pueblo Israel.

33El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño. 34Simeón los bendijo y dijo a María, la madre:

—Mira, este niño está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levanten; será signo de contradicción 35y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos. En cuanto a ti, una espada te atravesará el corazón.

Alabanza de Ana

36Estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad avanzada, casada en su juventud había vivido con su marido siete años, 37desde entonces había permanecido viuda y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del templo, sirviendo noche y día con oraciones y ayunos. 38Se presentó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a cuantos esperaban la liberación de Jerusalén.

De vuelta a Nazaret

39Cumplidos todos los preceptos de la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba.

El niño Yahshúa en el Templo

41Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. 42Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre. 43Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Yahshúa se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran. 44Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos. 45Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén. 46Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. 47Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas. 48Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:

—Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.

49Él replicó:

—¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?

50Ellos no entendieron lo que les dijo. 51Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

52Yahshúa crecía en [el] saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.


Juan el Bautista

3

1El año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, tetrarca de Galilea Herodes, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y Traconítida, y Lisanio tetrarca de Abilene, 2bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, la Palabra del Señor se dirigió a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

 

(Mt 3,1-3; Mc 1,2-4; cfr. Jn 1,19-23)

3Juan recorrió toda [la] región del río Jordán predicando un bautismo de arrepentimiento para perdón de los pecados, 4como está escrito en el libro del profeta Isaías:

Una voz grita en el desierto:

Preparen el camino al Señor,

enderecen sus senderos.

5Todo barranco se rellenará,

montes y colinas se aplanarán,

lo torcido se enderezará

y lo disparejo será nivelado

6y todo mortal

verá la salvación de Dios.

 

(Mt 3,7-10)

7A la multitud que había salido a que la bautizara le decía:

—¡Raza de víboras! ¿Quién les ha enseñado a escapar de la condena que llega? 8Muestren frutos de un sincero arrepentimiento y no se conformen con decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo les digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos para Abrahán. 9El hacha ya está apoyada en la raíz del árbol: árbol que no produzca frutos buenos será cortado y arrojado al fuego.

10Entonces le preguntaba la multitud:

—¿Qué debemos hacer?

11Les respondía:

—El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; otro tanto el que tenga comida.

12Fueron también algunos recaudadores de impuestos a bautizarse y le preguntaban:

—Maestro, ¿qué debemos hacer?

13Él les contestó:

—No exijan más de lo que está ordenado.

14También los soldados le preguntaban:

—Y nosotros, ¿qué debemos hacer?

Les contestó:

—No maltraten ni denuncien a nadie y conténtense con su sueldo.

 

(Mt 3,11; Mc 1,7s; cfr. Jn 1,24-28)

15Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban por dentro si Juan no sería el Mesías, 16Juan se dirigió a todos:

—Yo los bautizo con agua; pero viene uno con más autoridad que yo, y yo no soy digno para soltarle la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.

 

(Mt 3,12)

17Ya empuña la horquilla para limpiar su cosecha y reunir el trigo en el granero, y quemará la paja en un fuego que no se apaga. 18Con otras muchas palabras anunciaba al pueblo la Buena Noticia.

Encarcelamiento de Juan el Bautista

(Mt 14,3-5; Mc 6,17-20)

19El tetrarca Herodes, a quien Juan le había echado en cara el que conviviera con su cuñada Herodías, además, de otros crímenes cometidos, 20llegó al colmo, metiendo a Juan en la cárcel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Bautismo de Yahshúa

(Mt 3,13-17; Mc 1,9-11; cfr. Jn 1,29-34)

21Todo el pueblo se bautizaba y también Yahshúa se bautizó; y mientras oraba, se abrió el cielo, 22bajó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó una voz del cielo:

—Tú eres mi Hijo querido, mi predilecto.

Genealogía de Yahshúa

(cfr. Mt 1,1-17)

23Cuando Yahshúa empezó su ministerio tenía treinta años y pasaba por hijo de José, que era hijo de Elí, 24Elí hijo de Matat, Matat hijo de Leví, Leví hijo de Melquí, Melquí hijo de Janay, Janay hijo de José, 25José hijo de Matatías, Matatías hijo de Amós, Amós hijo de Nahún, Nahún hijo de Esli, Esli hijo de Nagay, 26Nagay hijo de Maat, Maat hijo de Matatías, Matatías hijo de Semeín, Semeín hijo de Josec, Josec hijo de Jodá, 27Jodá hijo de Joanán, Joanán hijo de Resá, Resá hijo de Zorobabel, Zorobabel hijo de Salatiel, Salatiel hijo de Nerí, 28Nerí hijo de Melquí, Melquí hijo de Adí, Adí hijo de Cosán, Cosán hijo de Elmadán, Elmadán hijo de Er, 29Er hijo de Yahshúa, Yahshúa hijo de Eliezer, Eliezer hijo de Jorín, Jorín hijo de Matat, Matat hijo de Leví, 30Leví hijo de Simeón, Simeón hijo de Judá, Judá hijo de José, José hijo de Joná, Joná hijo de Eliacín, 31Eliacín hijo de Meleá, Meleá hijo de Mená, Mená hijo de Matatá, Matatá hijo de Natán, Natán hijo de David, 32David hijo de Jesé, Jesé hijo de Jobed, Jobed hijo de Booz, Booz hijo de Salá, Salá hijo de Naasón, 33Naasón hijo de Aminadab, Aminadab hijo de Admín, Admín hijo de Arní, Arní hijo de Esrón, Esrón hijo de Fares, Fares hijo de Judá, 34Judá hijo de Jacob, Jacob hijo de Isaac, Isaac hijo de Abrahán, Abrahán hijo de Tara, Tara hijo de Nacor, 35Nacor hijo de Saruc, Saruc hijo de Ragau, Ragau hijo de Fálec, Fálec hijo de Eber, Eber hijo de Salá, 36Salá hijo de Cainán, Cainán hijo de Arfaxad, Arfaxad hijo de Sem, Sem hijo de Noé, Noé hijo de Lamec, 37Lamec hijo de Matusalén, Matusalén hijo de Henoc, Henoc hijo de Jarec, Jarec hijo de Maleel, Maleel hijo de Cainán, 38Cainán hijo de Enós, Enós hijo de Set, Set hijo de Adán, Adán hijo de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


La prueba en el desierto

(Mt 4,1-11; cfr. Mc 1,12s)

4

1Yahshúa, lleno de Espíritu Santo, se alejó del Jordán y se dejó llevar por el Espíritu al desierto, 2donde permaneció cuarenta días, siendo tentado por el Diablo. En ese tiempo no comió nada, y al final sintió hambre. 3El Diablo le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.

4Le respondió Yahshúa:

—Está escrito:

No sólo de pan vive el hombre.

5Después lo llevó a un lugar muy alto y le mostró en un instante todos los reinos del mundo. 6El Diablo le dijo:

—Te daré todo ese poder y su gloria, porque a mí me lo han dado y lo doy a quien quiero. 7Por tanto, si te postras ante mí, todo será tuyo.

8Le replicó Yahshúa:

—Está escrito:

Al Señor tu Dios adorarás,

a él solo darás culto.

9Entonces lo condujo a Jerusalén, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo:

—Si eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí, 10porque está escrito:

Ha dado órdenes

a sus ángeles

para que te cuiden

11y te llevarán en sus manos,

para que tu pie

no tropiece en la piedra.

12Le respondió Yahshúa:

—Está dicho:

No pondrás a prueba

al Señor, tu Dios.

13Concluida la tentación, el Diablo se alejó de él hasta otra ocasión.

Comienza su proclamación

(Mt 4,12.17; Mc 1,14s)

14Impulsado por el Espíritu, Yahshúa volvió a Galilea, y su fama se extendió por toda la región. 15Enseñaba en sus sinagogas, y era respetado por todos.

 

 

En la sinagoga de Nazaret

(Mt 13,53-58; Mc 6,1-6)

16Fue a Nazaret, donde se había criado, y según su costumbre entró un sábado en la sinagoga y se puso en pie para hacer la lectura. 17Le entregaron el libro del profeta Isaías. Lo abrió y encontró el texto que dice:

18El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque él me ha ungido

para que dé

la Buena Noticia a los pobres;

me ha enviado a anunciar

la libertad a los cautivos

y la vista a los ciegos,

para poner en libertad a los oprimidos,

19para proclamar

el año de gracia del Señor.

20Lo cerró, se lo entregó al ayudante y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. 21Él empezó diciéndoles:

—Hoy, en presencia de ustedes, se ha cumplido este pasaje de la Escritura.

22Todos lo aprobaban, y estaban admirados por aquellas palabras de gracia que salían de su boca. Y decían:

—Pero, ¿no es éste el hijo de José?

23Él les contestó:

—Seguro que me dirán aquel refrán: médico, sánate a ti mismo. Lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún, hazlo aquí, en tu ciudad.

24Y añadió:

—Les aseguro que ningún profeta es aceptado en su patria. 25Ciertamente, les digo que había muchas viudas en Israel en tiempo de Elías, cuando el cielo estuvo cerrado tres años y medio y hubo una gran carestía en todo el país. 26A ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta en Sidonia. 27Muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno fue sanado, sino Naamán el sirio.

28Al oírlo, todos en la sinagoga se indignaron. 29Levantándose, lo sacaron fuera de la ciudad y lo llevaron a un barranco del monte sobre el que estaba edificada la ciudad, con intención de despeñarlo. 30Pero él, abriéndose paso entre ellos, se alejó.

Enseña y exorciza en Cafarnaún

(Mc 1,21-28)

31Bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. 32Estaban asombrados de su enseñanza porque hablaba con autoridad.

33Había en la sinagoga un hombre poseído por el espíritu de un demonio inmundo, que se puso a gritar:

34—¿Qué tienes contra nosotros, Yahshúa de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: ¡el Consagrado de Dios!

35Yahshúa le increpó diciendo:

—¡Calla y sal de él!

El demonio lo arrojó al medio y salió de él sin hacerle daño.

36Se quedaron todos desconcertados y comentaban entre sí:

—¿Qué significa esto? Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.

37Su fama se difundió por toda la región.

 

Sana y exorciza en torno a la casa

(Mt 8,14-16; Mc 1,29-34)

38Salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Pedro estaba con fiebre muy alta y le suplicaban que hiciera algo por ella. 39Él se inclinó sobre ella, increpó a la fiebre y se le fue. Inmediatamente se levantó y se puso a servirles.

40Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban. Él ponía las manos sobre cada uno y los sanaba. 41De muchos salían demonios gritando: ¡Tú eres el Hijo de Dios! Él los increpaba y no los dejaba hablar, pues sabían que era el Mesías.

Oración y misión de Yahshúa

(Mc 1,35-39)

42Por la mañana salió y se dirigió a un lugar despoblado. La multitud lo anduvo buscando, y cuando lo alcanzaron, lo retenían para que no se fuese. 43Pero él les dijo:

—También a las demás ciudades tengo que llevarles la Buena Noticia del reino de Dios, porque para eso he sido enviado.

44Y predicaba en las sinagogas de Judea.


Llama a sus primeros discípulos

(cfr. Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Jn 1,35-51)

5

1La gente se agolpaba junto a él para escuchar la Palabra de Dios, mientras él estaba a la orilla del lago de Genesaret.

2Vio dos barcas junto a la orilla, los pescadores se habían bajado y estaban lavando sus redes. 3Subiendo a una de las barcas, la de Simón, le pidió que se apartase un poco de tierra. Se sentó y se puso a enseñar a la multitud desde la barca. 4Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:

—Navega lago adentro y echa las redes para pescar.

5Le replicó Simón:

—Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos sacado nada; pero, ya que lo dices, echaré las redes.

6Lo hicieron y capturaron tal cantidad de peces que reventaban las redes. 7Hicieron señas a los socios de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Llegaron y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.

8Al verlo, Simón Pedro cayó a los pies de Yahshúa y dijo:

—¡Apártate de mí, Señor, que soy un pecador!

9Ya que el temor se había apoderado de él y de todos sus compañeros por la cantidad de peces que habían pescado. 10Lo mismo sucedía a Juan y Santiago, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón. Yahshúa dijo a Simón:

—No temas, en adelante serás pescador de hombres.

11Entonces, amarrando las barcas, lo dejaron todo y le siguieron.

Sana a un leproso

(Mt 8,1-4; Mc 1,40-45)

12Mientras Yahshúa se encontraba en un pueblo se presentó un leproso; el cual, viendo a Yahshúa, cayó rostro en tierra y le suplicaba:

—Señor, si quieres, puedes sanarme.

13Extendió la mano y le tocó, diciendo:

—Lo quiero, queda sano.

Al instante se le fue la lepra.

14Y Yahshúa le ordenó:

—No se lo digas a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés.

15Su fama se difundía, de suerte que una gran multitud acudía a escucharlo y a sanarse de sus enfermedades. 16Pero él se retiraba a lugares solitarios a orar.

Sana a un paralítico

(Mt 9,1-8; Mc 2,1-12; cfr. Jn 5,1-18)

17Un día estaba enseñando y entre los asistentes había unos fariseos y doctores de la ley llegados de los pueblos de Galilea y Judea y también de Jerusalén. Él poseía fuerza del Señor para sanar.

18Unos hombres, que llevaban en una camilla a un paralítico, intentaban meterlo y colocarlo delante de Yahshúa. 19Como no encontraban por donde meterlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, por el tejado, lo descolgaron con la camilla poniéndolo en medio, delante de Yahshúa.

20Viendo su fe, le dijo:

—Hombre, tus pecados te son perdonados.

21Los fariseos y los letrados se pusieron a discurrir:

—¿Quién es éste, que dice blasfemias? ¿Quién, fuera de Dios, puede perdonar pecados?

22Yahshúa, leyendo sus pensamientos, les respondió:

—¿Qué están pensando? 23¿Qué es más fácil? ¿Decir: se te perdonan los pecados, o decir: levántate y camina? 24Pero para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados –dijo al paralítico–, yo te digo: levántate, carga con tu camilla y vuelve a tu casa.

25Al instante se levantó delante de todos, cargó con lo que había sido su camilla, y se fue a su casa dando gloria a Dios. 26El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios; sobrecogidos decían:

—Hoy hemos visto cosas increíbles.

Llama a Leví:

comparte la mesa con pecadores

(Mt 9,9-13; Mc 2,13-17)

27Al salir vio a un recaudador de impuestos, llamado Leví, sentado junto a la mesa de recaudación de los impuestos. Le dijo:

—Sígueme.

28Dejándolo todo, se levantó y le siguió.

29Leví le ofreció un gran banquete en su casa. Había un gran número de recaudadores de impuestos y otras personas sentados a la mesa con ellos.

30Los fariseos y letrados murmuraban y preguntaban a los discípulos:

—¿Cómo es que comen y beben con recaudadores de impuestos y pecadores?

31Yahshúa les replicó:

—No tienen necesidad del médico los que tienen buena salud, sino los enfermos. 32No vine a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan.

Sobre el ayuno

(Mt 9,14-17; Mc 2,18-22)

33Ellos le dijeron:

—Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben.

34Yahshúa les contestó:

—¿Pueden los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? 35Llegará un día en que el novio les será quitado, y aquel día ayunarán.

36Y les propuso una comparación:

—Nadie corta un trozo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Porque sería arruinar el nuevo, y el trozo nuevo no quedará bien con el vestido viejo. 37Nadie echa vino nuevo en odres viejos; pues el vino nuevo reventaría los odres, se derramaría y los odres se echarían a perder. 38El vino nuevo se ha de echar en odres nuevos. 39Nadie que ha bebido el vino viejo quiere vino nuevo; porque dice: el añejo es mejor.


Sobre el sábado

(Mt 12,1-8; Mc 2,23-28)

6

1Un sábado cuando atravesaba unos campos de trigo, sus discípulos arrancaban espigas, las frotaban con las manos y comían el grano.

2Unos fariseos les dijeron:

—¿Por qué hacen en sábado una cosa prohibida?

3Yahshúa les contestó:

—¿No han leído lo que hizo David con sus compañeros cuando estaban hambrientos? 4Entró en la casa de Dios, tomó los panes consagrados, que pueden comer sólo los sacerdotes, comió y los compartió con sus compañeros.

5Y añadió:

—El Hijo del Hombre es Señor del sábado.

Sana en sábado

(Mt 12,9-14; Mc 3,1-6)

6Otro sábado entró en la sinagoga a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. 7Los letrados y los fariseos lo espiaban para ver si sanaba en sábado, para tener algo de qué acusarlo. 8Él, leyendo sus pensamientos, dijo al hombre de la mano paralizada:

—Levántate y ponte de pie en medio.

Él se puso en pie. 9Después se dirigió a ellos:

—Yo les pregunto qué está permitido en sábado: ¿Hacer el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla?

10Después, dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre:

—Extiende la mano.

Lo hizo y la mano quedó sana. 11Ellos se pusieron furiosos y discutían qué hacer con Yahshúa.

 

Los Doce

(Mt 10,1-4; Mc 3,13-19)

12Por aquel tiempo subió a una montaña a orar y se pasó la noche orando a Dios. 13Cuando se hizo de día, llamó a los discípulos, eligió entre ellos a doce y los llamó apóstoles: 14Simón, a quien llamó Pedro; Andrés, su hermano; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; 15Mateo y Tomás; Santiago hijo de Alfeo y Simón el rebelde; 16Judas hijo de Santiago y Judas Iscariote, el traidor.

Una gran multitud se le acerca

(Mc 3,7-12)

17Bajó con ellos y se detuvo en un llano. Había un gran número de discípulos y un gran gentío del pueblo, venidos de toda Judea, de Jerusalén, de la costa de Tiro y Sidón, 18para escucharlo y sanarse de sus enfermedades. Los atormentados por espíritus inmundos quedaban sanos, 19y toda la gente intentaba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Sermón del llano: dichosos y desdichados

(Mt 5,1-12)

20Dirigiendo la mirada a los discípulos, les decía:

Felices los pobres,

porque el reino de Dios les pertenece.

21Felices los que ahora pasan hambre,

porque serán saciados.

Felices los que ahora lloran,

porque reirán.

22Felices cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y desprecien su nombre a causa del Hijo del Hombre. 23Alégrense y llénense de gozo, porque el premio en el cielo es abundante. Del mismo modo los padres de ellos trataron a los profetas.

24Pero, ¡ay de ustedes, los ricos!,

porque ya tienen su consuelo.

25¡Ay de ustedes,

los que ahora están saciados!,

porque pasarán hambre.

¡Ay de los que ahora ríen!,

porque llorarán y harán duelo.

26¡Ay de ustedes cuando todos los alaben! Del mismo modo los padres de ellos trataron a los falsos profetas.

Amor a los enemigos

(Mt 5,38-48)

27A ustedes que me escuchan yo les digo:

—Amen a sus enemigos, traten bien a los que los odian; 28bendigan a los que los maldicen, recen por los que los injurian. 29Al que te golpee en una mejilla, ofrécele la otra, al que te quite el manto no le niegues la túnica; 30da a todo el que te pide, al que te quite algo no se lo reclames.

31Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. 32Si aman a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a sus amigos. 33Si hacen el bien a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen. 34Si prestan algo a los que les pueden retribuir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan para recobrar otro tanto.

35Por el contrario amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa y serán hijos del Altísimo, que es generoso con ingratos y malvados.

36Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes.

 

(Mt 7,1s)

37No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados. 38Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, sacudida y rebosante. Porque con la medida que ustedes midan serán medidos.

Ciego, guía de ciegos

39Y añadió una comparación:

—¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo?

40El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro.

 

(Mt 7,3-5)

41¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? 42¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.

El árbol y sus frutos — Roca y arena

(Mt 7,16-27)

43No hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. 44Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos.

45El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

46¿Por qué me llaman: ¡Señor, Señor!, si no hacen lo que les digo?

47Les voy a explicar a quién se parece el que acude a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica.

48Se parece a uno que iba a construir una casa: cavó, ahondó y colocó un cimiento sobre la roca. Vino una crecida, el caudal se precipitó contra la casa, pero no pudo sacudirla porque estaba bien construida.

49En cambio, el que escucha y no las pone en práctica se parece a uno que construyó la casa sobre la arena, sin cimiento. Se precipitó el caudal y la casa se derrumbó. Y fue una ruina colosal.


Sana al sirviente de un centurión

(Mt 8,5-13; cfr. Jn 4,46-54)

7

1Cuando concluyó su discurso al pueblo, entró en Cafarnaún. 2Un centurión tenía un sirviente a quien estimaba mucho, que estaba enfermo, a punto de morir. 3Habiendo oído hablar de Yahshúa, le envió unos judíos notables a pedirle que fuese a sanar a su sirviente. 4Se presentaron a Yahshúa y le rogaban insistentemente, alegando que se merecía ese favor:

5—Ama a nuestra nación y él mismo nos ha construido la sinagoga.

6Yahshúa fue con ellos. No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió unos amigos a decirle:

—Señor, no te molestes; no soy digno de que entres bajo mi techo. 7Por eso yo tampoco me consideré digno de acercarme a ti. Pronuncia una palabra y mi muchacho quedará sano. 8Porque también yo tengo un superior y soldados a mis órdenes. Si le digo a éste que vaya, va; al otro que venga, viene; a mi sirviente que haga esto, y lo hace.

9Al oírlo, Yahshúa se admiró y volviéndose dijo a la gente que le seguía:

—Una fe semejante no la he encontrado ni en Israel.

10Cuando los enviados volvieron a casa, encontraron sano al sirviente.

Resucita al hijo de una viuda

11A continuación se dirigió a una ciudad llamada Naín, acompañado de los discípulos y de un gran gentío. 12Justo cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a un muerto, hijo único de una viuda; la acompañaba un grupo considerable de vecinos. 13Al verla, el Señor sintió compasión y le dijo:

—No llores.

14Se acercó, tocó el féretro, y los portadores se detuvieron.

Entonces dijo:

—Muchacho, yo te lo ordeno, levántate.

15El muerto se incorporó y empezó a hablar. Yahshúa se lo entregó a su madre.

16Todos quedaron sobrecogidos y daban gloria a Dios diciendo:

—Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios se ha ocupado de su pueblo. 17La noticia de lo que había hecho se divulgó por toda la región y por Judea.

Sobre Juan el Bautista

(Mt 11,2-15)

18Los discípulos de Juan le informaron de todos estos sucesos. Juan llamó a dos de ellos 19y los envió al Señor a preguntarle:

—¿Eres tú el que había de venir o tenemos que esperar a otro?

20Los hombres se le presentaron y le dijeron:

—Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte si eres tú el que había de venir o si tenemos que esperar a otro.

21En ese momento Yahshúa sanó a muchos de enfermedades, achaques y malos espíritus; y devolvió la vista a muchos ciegos.

22Después les respondió:

—Vayan a informar a Juan de lo que han visto y oído: los ciegos recobran la vista, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres reciben la Buena Noticia. 23Y dichoso el que no tropieza por mi causa.

24Cuando se fueron los mensajeros de Juan, se puso a hablar de él a la multitud:

—¿Qué salieron a contemplar en el desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? 25¿Qué salieron a ver? ¿Un hombre elegantemente vestido? Miren, los que visten con elegancia y disfrutan de comodidades habitan en palacios reales. 26Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Les digo que sí, y más que profeta.

27A éste se refiere lo que está escrito:

Mira, envío por delante

a mi mensajero

para que te prepare el camino.

28Les digo que entre los nacidos de mujer ninguno es mayor que Juan. Y, sin embargo, el último en el reino de Dios es mayor que él.

29Todo el pueblo que escuchó y hasta los recaudadores de impuestos, dieron la razón a Dios aceptando el bautismo de Juan; 30en cambio, los fariseos y los doctores de la ley rechazaron lo que Dios quería de ellos, al no dejarse bautizar por él.

 

Niños caprichosos

(Mt 11,16-19)

31¿Con qué compararé a los hombres de esta generación? ¿A qué se parecen? 32Son como niños sentados en la plaza, que se dicen entre ellos:

Hemos tocado la flauta

y no bailaron,

hemos entonado cantos fúnebres

y no lloraron.

33Vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y dicen: está endemoniado. 34Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: miren qué comilón y bebedor, amigo de recaudadores de impuestos y pecadores.

 35Pero la Sabiduría ha sido reconocida por sus discípulos.

Perdona a la pecadora

(cfr. Mt 26,6-13; Mc 14,3-9; Jn 12,1-8)

36Un fariseo lo invitó a comer. Yahshúa entró en casa del fariseo y se sentó a la mesa. 37En esto, una mujer, pecadora pública, enterada de que estaba a la mesa en casa del fariseo, acudió con un frasco de perfume de mirra, 38se colocó detrás, a sus pies, y llorando se puso a bañarle los pies en lágrimas y a secárselos con el cabello; le besaba los pies y se los ungía con la mirra. 39Al verlo, el fariseo que lo había invitado, pensó: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer lo está tocando: una pecadora.

40Yahshúa tomó la palabra y le dijo:

—Simón, tengo algo que decirte.

Contestó:

—Dilo, maestro.

41Le dijo:

—Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientas monedas y otro cincuenta. 42Como no podían pagar, les perdonó a los dos la deuda. ¿Quién de los dos lo amará más?

43Contestó Simón:

—Supongo que aquél a quien más le perdonó.

Le replicó:

—Has juzgado correctamente.

44Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón:

—¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para lavarme los pies; ella me los ha bañado en lágrimas y los ha secado con su cabello. 45Tú no me diste el beso de saludo; desde que entré, ella no ha cesado de besarme los pies. 46Tú no me ungiste la cabeza con perfume; ella me ha ungido los pies con mirra. 47Por eso te digo que se le han perdonado numerosos pecados, por el mucho amor que demostró. Pero al que se le perdona poco, poco amor demuestra.

48Y a ella le dijo:

—Tus pecados te son perdonados.

49Los invitados empezaron a decirse entre sí:

—¿Quién es éste que hasta perdona pecados?

50Él dijo a la mujer:

—Tu fe te ha salvado. Vete en paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mujeres que siguen a Yahshúa

8

1A continuación fue recorriendo ciudades y pueblos proclamando la Buena Noticia del reino de Dios. Lo acompañaban los Doce 2y algunas mujeres que había sanado de espíritus inmundos y de enfermedades: María Magdalena, de la que habían salido siete demonios; 3Juana, mujer de Cusa, mayordomo de Herodes; Susana y otras muchas, que los atendían con sus bienes.

Parábola del sembrador

(Mt 13,1-23; Mc 4,1-20)

4Se reunió un gran gentío y se añadían los que iban acudiendo de una ciudad tras otra. Entonces les propuso una parábola:

5—Salió el sembrador a sembrar la semilla. Al sembrar, unas semillas cayeron junto al camino; las pisaron y las aves del cielo se las comieron. 6Otras cayeron sobre piedras; brotaron y se secaron por falta de humedad. 7Otras cayeron entre espinos, y al crecer los espinos con ellas, las ahogaron. 8Otras cayeron en tierra fértil y dieron fruto al ciento por uno.

Dicho esto, exclamó:

—El que tenga oídos que escuche.

9Los discípulos le preguntaron el sentido de la parábola, 10y él les respondió:

—A ustedes se les concede conocer los secretos del reino de Dios; pero a los demás se les habla en parábolas:

Para que viendo, no vean,

y escuchando, no comprendan.

11El sentido de la parábola es el siguiente:

La semilla es la Palabra de Dios. 12Lo que cayó junto al camino son los que escuchan; pero enseguida viene el Diablo y les arranca del corazón la palabra, para que no crean y se salven.

13Lo que cayó entre piedras son los que al escuchar acogen con gozo la palabra, pero no echan raíces; ésos creen por un tiempo, pero al llegar la prueba se echan atrás.

14Lo que cayó entre espinos son los que escuchan, pero con las preocupaciones, la riqueza y los placeres de la vida se van ahogando y no maduran.

15Lo que cae en tierra fértil son los que escuchan la palabra con un corazón bien dispuesto, la retienen y dan fruto gracias a su perseverancia.

 

La luz de la lámpara

(Mc 4,21)

16Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la mete debajo de la cama, sino que la coloca en el candelero para que los que entran vean la luz.

 

(Mt 10,26; Mc 4,22)

17No hay nada encubierto que no se descubra algún día, ni nada escondido que no se divulgue y se manifieste.

 

(Mt 13,12; 25;29; Mc 4,25)

18Presten atención y oigan bien: porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará aun lo que parece tener.

La madre y los hermanos de Yahshúa

(Mt 12,46-50; Mc 3,31-35)

19Se le presentaron su madre y sus hermanos, pero no lograban acercarse por el gentío. 20Le avisaron:

—Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte.

21Él les replicó:

—Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.

Calma una tempestad

(Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; cfr. Sal 107,21-30)

22Uno de aquellos días subió él a una barca con los discípulos y les dijo:

—Vamos a cruzar a la otra orilla del lago.

Zarparon 23y, mientras navegaban, él se quedó dormido. Se precipitó un temporal sobre el lago, la barca se llenaba de agua y peligraban. 24Entonces fueron a despertarlo y le dijeron:

—¡Maestro, que morimos!

Él se despertó e increpó al viento y al oleaje; el lago se apaciguó y sobrevino la calma.

25Les dijo:

—¿Dónde está la fe de ustedes?

Ellos llenos de temor y admiración se decían:

—¿Quién es éste que da órdenes al viento y al agua, y le obedecen?

Exorciza en Gerasa

(Mt 8,28-34; Mc 5,1-20)

26Navegaron hasta el territorio de los gerasenos, que queda enfrente de Galilea.

27Al desembarcar, le salió al encuentro un hombre de la ciudad, que estaba endemoniado. Llevaba bastante tiempo sin ponerse una túnica y no vivía en una casa, sino en los sepulcros. 28Al ver a Yahshúa, dio un grito, se echó ante él y dijo gritando:

—¿Qué tienes contra mí, Hijo del Dios Altísimo?, te suplico que no me atormentes.

29Es que Yahshúa estaba mandando al espíritu inmundo salir de aquel hombre; ya que muchas veces se apoderaba de él; y aunque lo ataban con cadenas y grillos, rompía las cadenas y el demonio lo empujaba a lugares despoblados.

30Yahshúa le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Contestó:

—Legión, porque habían entrado en él muchos demonios.

31Éstos le rogaban que no los mandase ir al abismo. 32Había allí una piara numerosa de cerdos pastando en el monte. Los demonios le suplicaron a Yahshúa que les permitiese entrar en los cerdos. Él se lo concedió; 33y los demonios, saliendo del hombre, se metieron en los cerdos. La piara, entonces, se abalanzó por un acantilado al lago y se ahogó.

34Al ver lo sucedido, los pastores escaparon y lo contaron en la ciudad y en los campos. 35Los vecinos salieron a ver lo sucedido y, llegando adonde estaba Yahshúa, encontraron al hombre del que habían salido los demonios, vestido y sentado, a los pies de Yahshúa y en su sano juicio. Y se asustaron. 36Los que lo habían visto les contaron cómo se había librado el endemoniado.

37Entonces todos los vecinos de la región de los gerasenos le rogaron a Yahshúa que se marchase; porque estaban muy atemorizados.

Yahshúa se embarcó de vuelta. 38El hombre del que habían salido los demonios pidió quedarse con él. Pero Yahshúa lo despidió diciendo:

39—Vuelve a tu casa y cuenta lo que te ha hecho Dios.

Él fue por toda la ciudad proclamando lo que había hecho Yahshúa.

Sana a una mujer y resucita a una niña

(Mt 9,18-26; Mc 5,21-43)

40Cuando volvió Yahshúa, lo recibió la gente, porque todos lo estaban esperando.

41En esto se acercó un hombre, llamado Jairo, jefe de la sinagoga; cayendo a los pies de Yahshúa, le rogaba que entrase en su casa, 42porque su hija única, de doce años, estaba muriéndose. Mientras caminaba, la multitud lo apretujaba.

43Una mujer que llevaba doce años padeciendo hemorragias, [que había gastado en médicos su entera fortuna] y que nadie le había podido sanar, 44se le acercó por detrás y le tocó el borde de su manto. Al instante se le cortó la hemorragia.

45Yahshúa preguntó:

—¿Quién me ha tocado?

Y, como todos lo negaban, Pedro dijo:

—Maestro, la multitud te cerca y te apretuja.

46Pero Yahshúa replicó:

—Alguien me ha tocado, yo he sentido que una fuerza salía de mí.

47Viéndose descubierta, la mujer se acercó temblando, se postró ante él y explicó delante de todos por qué lo había tocado y cómo se había mejorado inmediatamente.

48Yahshúa le dijo:

—Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz.

49Aún estaba hablando, cuando llegó uno de la casa del jefe de la sinagoga y le anuncia:

—Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.

50Lo oyó Yahshúa y respondió:

—No temas; basta que creas y se salvará.

51Cuando llegó a la casa no permitió entrar con él más que a Pedro, Juan, Santiago y los padres de la muchacha. 52Todos lloraban haciendo duelo por ella.

Pero él dijo:

—No lloren, que no está muerta, sino dormida.

53Se reían de él, porque sabían que estaba muerta. 54Pero él, tomándola de la mano, le ordenó:

—Muchacha, levántate.

55Le volvió el aliento y enseguida se puso de pie. Yahshúa mandó que le dieran de comer.

56Sus padres quedaron sobrecogidos de admiración y él les encargó que no contaran a nadie lo sucedido.


Misión de los Doce

(Mc 6,7-13)

9

1Convocó a los Doce y les dio poder y autoridad sobre todos los demonios y para sanar enfermedades. 2Y los envió a proclamar el reino de Dios y a sanar [enfermos]. 3Les dijo:

—No lleven nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero, ni dos túnicas. 4En la casa en que entren permanezcan hasta que se vayan. 5Si no los reciben, al salir de la ciudad sacudan el polvo de los pies como prueba contra ellos.

6Cuando salieron, recorrieron los pueblos anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos por todas partes.

El interés de Herodes

(Mt 14,1s; Mc 6,14-16)

7Herodes se enteró de todo lo sucedido y estaba desconcertado; porque unos decían que era Juan resucitado de entre los muertos, 8otros que era Elías aparecido, otros que había surgido un profeta de los antiguos.

9Herodes comentaba:

—A Juan yo lo hice decapitar. ¿Quién será éste de quien oigo tales cosas?

Y deseaba verlo.

Da de comer a cinco mil

(Mt 14,13-22; Mc 6,30-45; cfr. Jn 6,1-15)

10Los apóstoles volvieron y le contaron todo lo que habían hecho. Él los tomó aparte y se retiró por su cuenta a una ciudad llamada Betsaida.

11Pero la multitud se enteró y le siguió. Él los recibió y les hablaba del reino de Dios y sanaba a los que lo necesitaban.

12Como caía la tarde, los Doce se acercaron a decirle:

—Despide a la gente para que vayan a los pueblos y campos de los alrededores y busquen hospedaje y comida; porque aquí estamos en un lugar despoblado.

13Les contestó:

—Denle ustedes de comer.

Ellos contestaron:

—No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros a comprar comida para toda esa gente. 14–Los varones eran unos cinco mil–.

Él dijo a los discípulos:

—Háganlos sentar en grupos de cincuenta.

15Así lo hicieron y se sentaron todos. 16Entonces tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la vista al cielo, los bendijo, los partió y se los fue dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. 17Comieron todos y quedaron satisfechos, y recogieron los trozos sobrantes en doce canastas.

 

Confesión de Pedro

(Mt 16,13-20; Mc 8,27-30; cfr. Jn 6,67-71)

18Estando él una vez orando a so–las, se le acercaron los discípulos y él los interrogó:

—¿Quién dice la multitud que soy yo?

19Contestaron:

—Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha surgido un profeta de los antiguos.

20Les preguntó:

—Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Respondió Pedro:

—Tú eres el Mesías de Dios.

21Él les ordenó que no se lo dijeran a nadie.

Primer anuncio

de la pasión y resurrección

(Mt 16,21-28; Mc 8,31—9,1)

22Y añadió:

—El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, tiene que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Condiciones para ser discípulo

(Mt 16,24-28; Mc 8,34–9,1)

23Y a todos les decía:

—El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz cada día y sígame. 24El que quiera salvar su vida la perderá; pero quien pierda su vida por mí la salvará. 25¿De que le vale al hombre ganar el mundo entero si se pierde o se malogra él?

26Si uno se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con su gloria, la de su Padre y de los santos ángeles.

27Les aseguro que algunos de los que están aquí presentes no sufrirán la muerte antes de ver el reino de Dios.

Transfiguración de Yahshúa

(Mt 17,1-9; Mc 9,2-10)

28Ocho días después de estos discursos, tomó a Pedro, Juan y Santiago y subió a una montaña a orar. 29Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y su ropa resplandecía de blancura. 30De pronto dos hombres hablaban con él: eran Moisés y Elías, 31que aparecieron gloriosos y comentaban la partida de Yahshúa que se iba a consumar en Jerusalén. 32Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño. Al despertar, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33Cuando éstos se retiraron, dijo Pedro a Yahshúa:

—Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a armar tres chozas: una para ti, una para Moisés y una para Elías –no sabía lo que decía–.

34Apenas lo dijo, vino una nube que les hizo sombra. Al entrar en la nube, se asustaron. 35Y se escuchó una voz que decía desde la nube:

—Éste es mi Hijo elegido. Escúchenlo.

36Al escucharse la voz, se encontraba Yahshúa solo. Ellos guardaron silencio y por entonces no contaron a nadie lo que habían visto.

Sana a un niño epiléptico

(Mt 17,14-18; Mc 9,14-27)

37El día siguiente, al bajar ellos de la montaña, les salió al encuentro un gran gentío. 38Un hombre del gentío gritó:

—Maestro, te ruego que te fijes en mi hijo, que es único. 39Un espíritu lo agarra, de repente grita, lo retuerce, lo hace echar espuma por la boca y a duras penas se aparta dejándolo molido. 40He pedido a tus discípulos que lo expulsen y no han sido capaces.

41Yahshúa contestó:

—¡Qué generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.

42El muchacho se estaba acercando cuando el demonio lo tiró al suelo y lo retorció. Yahshúa increpó al espíritu inmundo, sanó al muchacho y se lo entregó a su padre.

43aY todos se maravillaron de la grandeza de Dios.

Segundo anuncio

de la pasión y resurrección

(Mt 17,22s; Mc 9,30-32)

43bComo todos se admiraban de lo que hacía, dijo a sus discípulos:

44—Presten atención a estas palabras: El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de hombres.

45Pero ellos no entendían este asunto; su sentido les resultaba encubierto; pero no se atrevían a hacerle preguntas respecto a esto.

¿Quién es el más importante?

(Mt 18,1-5; Mc 9,33-37)

46Surgió una discusión entre ellos sobre quién era el más grande.

47Yahshúa, sabiendo lo que pensaban, acercó un niño, lo colocó junto a sí 48y les dijo:

—Quien recibe a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y quien me recibe a mí recibe al que me envió. El más pequeño de todos ustedes, ése es el mayor.

El exorcista anónimo

(Mc 9,38-40)

49Juan le dijo:

—Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no sigue con nosotros. 50Yahshúa respondió:

—No se lo impidan. Quien no está contra ustedes está con ustedes.

 

 

 

 

 

Camino de Jerusalén

51Cuando se iba cumpliendo el tiempo de que se lo llevaran al cielo, emprendió decidido el viaje hacia Jerusalén, 52y envió por delante unos mensajeros. Ellos fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle alojamiento. 53Pero éstos no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. 54Al ver esto, Juan y Santiago, sus discípulos, dijeron:

—Señor, ¿quieres que mandemos que caiga un rayo del cielo y acabe con ellos?

55Él se volvió y los reprendió.

56Y se fueron a otro pueblo.

Exigencias del seguimiento

(Mt 8,19-22)

57Mientras iban de camino, uno le dijo:

—Te seguiré adonde vayas.

58Yahshúa le contestó:

—Las zorras tienen madrigueras, las aves del cielo nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

59A otro le dijo:

—Sígueme.

Le contestó:

—[Señor], déjame primero ir a enterrar a mi padre.

60Le dijo:

—Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el reino de Dios.

61Otro le dijo:

—Te seguiré, Señor, pero primero déjame despedirme de mi familia.

62Yahshúa [le] dijo:

—El que ha puesto la mano en el arado y mira atrás no es apto para el reino de Dios.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Misión de los setenta y dos

10

1Después de esto designó el Señor a otros setenta [y dos] y los envió por delante, de dos [en dos], a todas las ciudades y lugares adonde pensaba ir.

 

(Mt 9,37s)

2Les decía:

—La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha.

 

(Mt 10,9-16)

3Vayan, que yo los envío como ovejas entre lobos. 4No lleven bolsa ni alforja ni sandalias. Por el camino no saluden a nadie. 5Cuando entren en una casa, digan primero: Paz a esta casa. 6Si hay allí alguno digno de paz, la paz descansará sobre él. De lo contrario, la paz regresará a ustedes. 7Quédense en esa casa, comiendo y bebiendo lo que haya; porque el trabajador tiene derecho a su salario. No vayan de casa en casa. 8Si entran en una ciudad y los reciben, coman de lo que les sirvan.

9Sanen a los enfermos que haya y digan a la gente: El reino de Dios ha llegado a ustedes.

10Si entran en una ciudad y no los reciben, salgan a las calles y digan: 11Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies lo sacudimos y se lo devolvemos. Con todo, sepan que ha llegado el reino de Dios. 12Les digo que aquel día la suerte de Sodoma será menos rigurosa que la de aquella ciudad.

Recrimina a las ciudades de Galilea

(Mt 11,20-24)

13¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo habrían hecho penitencia vistiéndose humildemente y sentándose sobre cenizas. 14Y así, el juicio será más llevadero para Tiro y Sidón que para ustedes.

15Y tú, Cafarnaún, ¿pretendes encumbrarte hasta el cielo? Pues caerás hasta el abismo.

16Y dijo a sus discípulos:

—El que a ustedes escucha a mí me escucha; el que a ustedes desprecia a mí me desprecia; y quien a mí me desprecia, desprecia al que me envió.

Vuelven los setenta y dos

17Volvieron los setenta [y dos] muy contentos y dijeron:

—Señor, en tu nombre hasta los demonios se nos sometían.

18Les contestó:

—Estaba viendo a Satanás caer como un rayo del cielo. 19Miren, les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada los dañará. 20Con todo, no se alegren de que los espíritus se les sometan, sino de que sus nombres están escritos en el cielo.

El Padre y el Hijo

(Mt 11,25-27)

21En aquella ocasión, con el júbilo del Espíritu Santo, dijo:

—¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección. 22Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre, y quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo.

 

(Mt 13,16s)

23Volviéndose aparte a los discípulos, les dijo:

—¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven! 24Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.

Parábola del buen samaritano

(cfr. Mt 22,34-40; Mc 12,28-34)

25En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó:

—Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

26Yahshúa le contestó:

—¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?

27Respondió:

Amarás al Señor tu Dios

con todo tu corazón,

con toda tu alma,

con todas tus fuerzas,

con toda tu mente, y

al prójimo como a ti mismo.

28Entonces le dijo:

—Has respondido correctamente: obra así y vivirás.

29Él, queriendo justificarse, preguntó a Yahshúa:

—¿Y quién es mi prójimo?

30Yahshúa le contestó:

—Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. 31Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. 32Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. 33Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. 34Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. 35Al día siguiente sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta.

36¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?

37Contestó:

—El que lo trató con misericordia.

Y Yahshúa le dijo:

—Ve y haz tú lo mismo.

 

Marta y María

38Yendo de camino, entró Yahshúa en un pueblo. Una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. 39Tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras; 40Marta ocupada en los quehaceres de la casa dijo a Yahshúa:

—Maestro, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en los quehaceres? Dile que me ayude.

41El Señor le respondió:

—Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, 42cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán.

 


La oración: el Padrenuestro

(Mt 6,9-15)

11

1Una vez estaba en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió:

—Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos.

2Yahshúa les contestó:

—Cuando oren, digan:

Padre,

santificado sea tu nombre,

venga tu reino;

3el pan nuestro de cada día

danos hoy;

4perdona nuestros pecados

como también

nosotros perdonamos

a todos los que nos ofenden;

no nos dejes caer en la tentación.

5Y les añadió:

—Supongamos que uno tiene un amigo que acude a él a media noche y le pide: Amigo, préstame tres panes, 6que ha llegado de viaje un amigo mío y no tengo qué ofrecerle. 7El otro desde dentro le responde: No me vengas con molestias; estamos acostados yo y mis niños; no puedo levantarme a dártelo. 8Les digo que, si no se levanta a dárselo por amistad, se levantará a darle cuanto necesita para que deje de molestarlo.

 

(Mt 7,7-11)

9Y yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá, 10porque quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abre.

11¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? O, si le pide pescado, ¿le dará en vez de pescado una culebra? 12O, si pide un huevo, ¿le dará un escorpión? 13Pues si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

Yahshúa y Satanás

(Mt 12,22-30; Mc 3,20-27)

14Estaba echando un demonio [que era] mudo. Cuando salió el demonio, habló el mudo; y la multitud se admiró. 15Pero algunos dijeron:

—Expulsa los demonios con el poder de Belcebú, jefe de los demonios.

16Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo.

17Él, leyendo sus pensamientos, les dijo:

—Un reino dividido internamente va a la ruina y se derrumba casa tras casa. 18Si Satanás está dividido internamente, ¿cómo se mantendrá su reino? Porque ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belcebú. 19Si yo expulso los demonios con el poder de Belcebú, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso ellos los juzgarán. 20Pero si [yo] expulso los demonios con el dedo de Dios, es que ha llegado a ustedes el reino de Dios.

 21Mientras un hombre fuerte y armado guarda su casa, todo lo que posee está seguro. 22Pero si llega uno más fuerte y lo vence, le quita las armas en que confiaba y reparte sus bienes. 23El que no está conmigo está contra mí. El que no recoge conmigo desparrama.

 

(Mt 12,43-45)

24Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, recorre lugares áridos buscando descanso, y no lo encuentra. [Entonces] dice: Volveré a mi casa, de donde salí. 25Al volver, la encuentra barrida y arreglada. 26Entonces va, toma consigo otros siete espíritus peores que él, y se meten a habitar allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el comienzo.

27Cuando decía esto, una mujer de la multitud alzó la voz y dijo:

—¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron!

28Él replicó:

—¡Dichosos, más bien, los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen!

La señal de Jonás

(Mt 12,38-41)

29La multitud se aglomeraba y él se puso a decirles:

—Esta generación es malvada: reclama una señal, y no se le concederá más señal que la de Jonás. 30Como Jonás fue una señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del Hombre para esta generación. 31El día del juicio la reina del sur se alzará contra esta generación y la condenará; porque ella vino del extremo de la tierra para escuchar el saber de Salomón, y aquí hay alguien mayor que Salomón. 32El día del juicio los ninivitas se alzarán contra esta generación y la condenarán; porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás, y aquí hay alguien mayor que Jonás.

Luz y tinieblas

(Mt 5,15)

33No se enciende una lámpara para tenerla escondida [o bajo un cajón], sino que se pone en el candelero para que los que entran vean la luz.

 

(Mt 6,22s)

34La lámpara del cuerpo es el ojo: si tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz; pero si está enfermo, también tu cuerpo está lleno de oscuridad. 35Procura que la luz que hay en ti no se oscurezca. 36Si el cuerpo entero está en la luz, sin nada de sombra, tendrá tanta luz, como cuando una lámpara te ilumina con su resplandor.

Invectiva contra los fariseos y los doctores de la Ley

37Mientras hablaba, un fariseo lo invitó a comer en su casa. Yahshúa entró y se sentó a la mesa. 38El fariseo, que lo vio, se extrañó que no se lavase antes de comer. 39Pero el Señor le dijo:

—Ustedes los fariseos limpian por fuera la copa y el plato, y por dentro están llenos de robos y malicia. 40¡Insensatos! El que hizo lo de fuera, ¿no hizo también lo de dentro? 41Den, más bien, como limosna lo que tienen y todo será puro.

42¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el impuesto de la hierbabuena, de la ruda y de toda clase de verduras y descuidan la justicia y el amor de Dios! Eso es lo que hay que observar sin descuidar lo otro.

43¡Ay de ustedes, fariseos, que buscan los asientos de honor en las sinagogas y los saludos por la calle!

44¡Ay de ustedes, porque son como sepulcros sin señalar, que los hombres pisan sin darse cuenta!

45Un doctor de la ley tomó la palabra y le contestó:

—Maestro, al decir eso, nos ofendes.

46Yahshúa contestó:

—¡Ay de ustedes también, doctores de la ley, que imponen a los hombres cargas insoportables pero ustedes ni siquiera mueven un dedo para llevarlas!

47¡Ay de ustedes que construyen mausoleos a los profetas a quienes sus propios padres han asesinado! 48Así se convierten en testigos y cómplices de lo que hicieron sus padres; porque ellos los mataron y ustedes construyen los mausoleos.

49Por eso dice la Sabiduría de Dios: Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos los matarán y perseguirán. 50Así se pedirá cuenta a esta generación de toda la sangre de profetas derramada desde la creación del mundo: 51desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, asesinado entre el altar y el santuario.

Sí, les aseguro que a esta generación, se le pedirán cuentas de todo esto.

52¡Ay de ustedes, doctores de la ley, que se han quedado con la llave del saber: ustedes no han entrado y se lo impiden a los que quieren entrar!

53Cuando salió de allí, los letrados y los fariseos se pusieron a atacarlo violentamente y a hacerle preguntas malintencionadas. 54Le acosaban para ver si lo atrapaban en alguna palabra salida de su boca.


Contra la hipocresía

(Mt 16,6; Mc 8,15)

12

1Entre tanto, miles de personas se agolpaban pisándose unos a otros. Él se dirigió primero a los discípulos:

—Cuídense de la levadura –o sea, de la hipocresía– de los fariseos.

 

(Mt 10,26s)

2Nada hay encubierto que no se descubra, nada oculto que no se divulgue. 3Porque lo que digan de noche se escuchará en pleno día; lo que digan al oído en el sótano se proclamará desde las azoteas.

 

Exhortación al valor

(Mt 10,28-31)

4A ustedes mis amigos les digo que no teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. 5Yo les indicaré a quién deben temer: teman al que después de matar tiene poder para arrojar al infierno.

Sí, les repito, teman a ése. 6¿No se venden cinco gorriones por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. 7En cuanto a ustedes hasta los pelos de su cabeza están todos contados. No tengan miedo, que ustedes valen más que muchos gorriones.

Opción por Yahshúa

(Mt 10,32s)

8Les aseguro que a quien me reconozca abiertamente ante los hombres, el Hijo del Hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. 9Pero a quien me niegue ante los hombres, lo negará ante los ángeles de Dios. 10Al que diga una palabra contra el Hijo del Hombre se le perdonará; al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

11Cuando los conduzcan a las sinagogas, ante los jefes o autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir; 12el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que hay que decir.

Contra la ambición

13Uno de la gente dijo:

—Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo.

14Yahshúa le respondió:

—Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre ustedes?

15Y les dijo:

—¡Estén atentos y cuídense de cualquier codicia, que, por más rico que uno sea, la vida no depende de los bienes!

16Y les propuso una parábola:

—Las tierras de un hombre dieron una gran cosecha. 17Él se dijo: ¿qué haré, si no tengo dónde guardar toda la cosecha?

18Y dijo: Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros mayores en los cuales meteré mi trigo y mis bienes. 19Después me diré: Querido amigo, tienes acumulados muchos bienes para muchos años; descansa, come, bebe y disfruta.

20Pero Dios le dijo: ¡Necio, esta noche te reclamarán la vida! Lo que has preparado, ¿para quién será?

21Así le pasa al que acumula tesoros para sí y no es rico a los ojos de Dios.

Confianza en Dios

(Mt 6,25-33)

22A [sus] discípulos les dijo:

—Por eso les digo que no anden angustiados por la comida para conservar la vida o por la ropa para cubrir el cuerpo. 23La vida vale más que la comida y el cuerpo más que la ropa.

24Miren a los cuervos: no siembran ni cosechan, no tienen graneros ni despensas, y Dios los alimenta. Cuánto más valen ustedes que las aves. 25¿Quién de ustedes puede, por mucho que se inquiete, prolongar su vida un poco? 26Si no tienen poder en lo más pequeño, ¿por qué se preocupan de lo demás?

27Miren cómo crecen los lirios, sin trabajar ni hilar. Les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. 28Pues si a la hierba del campo, que hoy crece y mañana la echan al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a ustedes, hombres de poca fe!

29No anden buscando qué comer o qué beber; no se angustien. 30Todo eso son cosas que busca la gente del mundo. En cuanto a ustedes el Padre sabe que las necesitan. 31Basta que busquen su reino y lo demás lo recibirán por añadidura.

El verdadero tesoro

32No temas, pequeño rebaño, que el Padre de ustedes ha decidido darles el reino.

 

(Mt 6,19-21)

 33Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.

34Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.

Vigilancia

(cfr. Mt 25,1-13)

35Tengan la ropa puesta y las lámparas encendidas. 36Sean como aquellos que esperan que el amo vuelva de una boda, para abrirle en cuanto llegue y llame. 37Dichosos los sirvientes a quienes el amo, al llegar, los encuentre despiertos: les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentarse a la mesa y les irá sirviendo. 38Y si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.

 

(Mt 24,43s)

39Entiendan bien esto, si el dueño de casa supiera a qué hora iba a llegar el ladrón, no le dejaría abrir un boquete en su casa. 40Ustedes también estén preparados, porque cuando menos lo piensen llegará el Hijo del Hombre.

 

(Mt 24,45-51; cfr. Mc 13,33-37)

41Pedro le preguntó:

—Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?

42El Señor contestó:

—¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su personal, para que les reparta las raciones de comida a su tiempo? 43Dichoso aquel sirviente a quien su señor, al llegar, lo encuentre actuando así. 44Les aseguro que le encomendará administrar todos sus bienes.

45Pero si aquel sirviente, pensando que su señor tarda en llegar, se pone a pegar a los muchachos y muchachas, a comer y beber y emborracharse, 46llegará el señor de aquel sirviente el día y la hora menos esperados, lo castigará y lo tratará como a los traidores.

47Aquel sirviente que, conociendo la voluntad de su señor, no prepara las cosas ni cumple lo mandado, recibirá un castigo severo; 48pero aquel que sin saberlo, cometa acciones dignas de castigo, será castigado con menos severidad. A quien mucho se le dio mucho se le pedirá; a quien mucho se le confió mucho más se le exigirá.

Radicalidad del seguimiento

49Vine a traer fuego a la tierra, y, ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo!

50Tengo que pasar por un bautismo, y, ¡qué angustia siento hasta que esto se haya cumplido!

 

(cfr. Mt 10,34-36)

51¿Piensan que vine a traer paz a la tierra? No he venido a traer la paz sino la división.

52En adelante en una familia de cinco habrá división: tres contra dos, dos contra tres. 53Se opondrán padre a hijo e hijo a padre, madre a hija e hija a madre, suegra a nuera y nuera a suegra.

Las señales del tiempo

(cfr. Mt 16,2s)

54A la multitud le dijo:

—Cuando ven levantarse una nube en oriente, enseguida dicen que lloverá, y así sucede. 55Cuando sopla el viento sur, dicen que hará calor, y así sucede. 56¡Hipócritas! Saben interpretar el aspecto de la tierra y el cielo, ¿cómo pues no saben interpretar el momento presente?

Llegar a acuerdos

(Mt 5,25s)

57¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo? 58Cuando acudas con tu rival al juez, procura lograr un arreglo con él mientras vas de camino; no sea que te arrastre hasta el juez, el juez te entregue al guardia y el guardia te meta en la cárcel. 59Te digo que no saldrás de allí hasta haber pagado el último centavo.


Exhortación al arrepentimiento

13

1En aquella ocasión se presentaron algunos a informarle acerca de unos galileos cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios.

2Él contestó:

—¿Piensan que aquellos galileos, sufrieron todo eso porque eran más pecadores que los demás galileos? 3Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten, acabarán como ellos. 4¿O creen que aquellos dieciocho sobre los cuales se derrumbó la torre de Siloé y los mató, eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? 5Les digo que no; y si ustedes no se arrepienten acabarán como ellos.

La higuera sin higos

6Y les propuso la siguiente parábola:

—Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar fruto en ella y no lo encontró.

7Dijo al viñador:

—Hace tres años que vengo a buscar fruta en esta higuera y nunca encuentro nada. Córtala, que encima está malgastando la tierra.

8Él le contestó:

—Señor, déjala todavía este año; cavaré alrededor y la abonaré, 9a ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortarás.

Sana a una mujer encorvada

10Un sábado estaba enseñando en una sinagoga, 11cuando se presentó una mujer que llevaba dieciocho años padeciendo enfermedad por un espíritu. Andaba encorvada, sin poder enderezarse completamente.

12Yahshúa, al verla, la llamó y le dijo:

—Mujer, quedas libre de tu enfermedad.

13Le impuso las manos y al punto se enderezó y daba gloria a Dios.

14El jefe de la sinagoga, indignado porque Yahshúa había sanado en sábado, intervino para decir a la gente:

—Hay seis días en que se debe trabajar: Vengan a hacerse sanar esos días y no en sábado.

15El Señor le respondió:

—¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no suelta al buey o al asno del pesebre para llevarlo a beber? 16Y a esta hija de Abrahán, a quién Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no había que soltarle las ataduras en sábado?

17Cuando decía esto, sus adversarios se sentían confundidos, mientras que la gente se alegraba de las maravillas que realizaba.

Parábola de la semilla de mostaza

(Mt 13,31s; Mc 4,30-32)

18Les decía:

—¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?

19Se parece a una semilla de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y las aves anidan en sus ramas.

Parábola de la levadura

(Mt 13,33)

20Añadió:

—¿A qué compararé el reino de Dios?

21Se parece a la levadura que una mujer toma y mezcla con tres medidas de masa, hasta que todo fermenta.

La puerta estrecha

(Mt 7,13s)

22Yahshúa iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se dirigía a Jerusalén.

23Uno le preguntó:

—Señor, ¿son pocos los que se salvan?

Les contestó:

24—Procuren entrar por la puerta estrecha, porque les digo que muchos intentarán entrar y no podrán.

 

(Mt 7,22s)

25Apenas se levante el dueño de casa y cierre la puerta, ustedes desde afuera se pondrán a golpear diciendo: Señor, ábrenos. Él les contestará: No sé de dónde son ustedes. 26Entonces dirán: Hemos comido y bebido contigo, en nuestras calles enseñaste.

27Él responderá: les digo que no sé de dónde son ustedes. Apártense de mí, malhechores.

28Allí será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, mientras ustedes sean expulsados. 29Vendrán de oriente y occidente, del norte y el sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

30Porque, hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos.

Lamentación por Jerusalén

31En aquel momento se acercaron unos fariseos a decirle:

—Sal y retírate de aquí, porque Herodes intenta matarte.

32Yahshúa les contestó:

—Vayan a decir a ese zorro: mira, hoy y mañana expulso demonios y realizo sanaciones; pasado mañana terminaré. 33Con todo, hoy y mañana y pasado tengo que seguir mi viaje, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.

 

(Mt 23,37-39)

34¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados, cuántas veces quise reunir a tus hijos como la gallina reúne a los pollitos bajo sus alas; y tú no quisiste! 35Por eso, la casa de ustedes quedará desierta. Les digo que no me verán hasta [el momento] en que digan:

Bendito el que viene

en nombre del Señor.


Sana a un hidrópico

14

1Un sábado que entró a comer en casa de un jefe de fariseos, ellos lo vigilaban. 2Se le puso delante un hidrópico. 3Yahshúa tomó la palabra y preguntó a los doctores de la ley y fariseos:

—¿Está permitido sanar en sábado o no?

4Ellos callaron.

Yahshúa tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió. 5Después les dijo:

—Supongamos que a uno de ustedes se le cae un hijo o un buey a un pozo: ¿acaso no lo sacará enseguida, por más que sea sábado?

6Y ellos no supieron qué responderle.

Los primeros puestos

7Observando cómo elegían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola:

8—Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no sea que haya otro invitado más importante que tú 9y el que los invitó a los dos vaya a decirte que le cedas el puesto al otro. Entonces, lleno de vergüenza, tendrás que ocupar el último puesto.

10Cuando te inviten, ve y ocupa el último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, acércate más. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados.

11Porque quien se engrandece será humillado, y quien se humilla será engrandecido.

12Al que lo había invitado le dijo:

—Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y quedarás pagado.

13Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos. 14Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos.

El banquete de bodas

(Mt 22,1-10)

15Uno de los invitados, al oírlo, dijo:

—¡Dichoso el que se siente al banquete del reino de Dios!

16Yahshúa le contestó:

—Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos. 17Hacia la hora del banquete envió a su sirviente a decir a los invitados: Vengan, ya todo está preparado. 18Pero todos, uno tras otro se fueron disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo; te ruego me disculpes. 19El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos; te ruego me disculpes. 20El tercero dijo: Me acabo de casar y no puedo ir. 21El sirviente volvió a informar al dueño de casa. Éste, irritado, dijo al sirviente: Sal rápido a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos.

22Regresó el sirviente y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y todavía sobra lugar.

23El señor dijo al sirviente: Ve a los caminos y veredas y oblígalos a entrar hasta que se llene la casa. 24Porque les digo que ninguno de aquellos invitados probará mi banquete.

 

Presupuestos para ser discípulo

(Mt 10,37s)

25Le seguía una gran multitud. Él se volvió y les dijo:

26—Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre y su madre, a su mujer y sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27Quien no carga con su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo.

28Si uno de ustedes pretende construir una torre, ¿no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29No suceda que, habiendo echado los cimientos y no pudiendo completarla, todos los que miren se pongan a burlarse de él 30diciendo: éste empezó a construir y no puede concluir.

31Si un rey va a enfrentarse en batalla contra otro, ¿no se sienta primero a deliberar si podrá resistir con diez mil al que viene a atacarlo con veinte mil?

32Si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una delegación a pedir la paz.

33Lo mismo cualquiera de ustedes: quien no renuncie a sus bienes no puede ser mi discípulo.

 

(Mt 5,13; Mc 9,50)

34Buena es la sal; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? 35Ya no sirve ni para el campo ni para abono; hay que tirarla. El que tenga oídos para oír que escuche.

Parábola de la oveja perdida

(Mt 18,12-14)

15

1Todos los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a escuchar.

2Los fariseos y los doctores murmuraban:

—Éste recibe a pecadores y come con ellos.

3Él les contestó con la siguiente parábola:

4—Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? 5Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, 6se va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida.

7Les digo que, de la misma manera habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten arrepentirse.

Parábola de la moneda perdida

8Si una mujer tiene diez monedas y pierde una, ¿no enciende una lámpara, barre la casa y busca con mucho cuidado hasta encontrarla? 9Al encontrarla, llama a las amigas y vecinas y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la moneda perdida.

10Les digo que lo mismo se alegrarán los ángeles de Dios por un pecador que se arrepienta.

 

Parábola del hijo pródigo

11Añadió:

—Un hombre tenía dos hijos. 12El menor dijo al padre: Padre, dame la parte de la fortuna que me corresponde. Él les repartió los bienes.

13A los pocos días, el hijo menor reunió todo y emigró a un país lejano, donde derrochó su fortuna viviendo una vida desordenada. 14Cuando gastó todo, sobrevino una carestía grave en aquel país, y empezó a pasar necesidad. 15Fue y se puso al servicio de un hacendado del país, el cual lo envió a sus campos a cuidar cerdos. 16Deseaba llenarse el estómago de las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. 17Entonces recapacitando pensó: A cuántos jornaleros de mi padre les sobra el pan mientras yo me muero de hambre. 18Me pondré en camino a casa de mi padre y le diré: He pecado contra Dios y te he ofendido; 19ya no merezco llamarme hijo tuyo. Trátame como a uno de tus jornaleros.

20Y se puso en camino a casa de su padre. Estaba aún distante cuando su padre lo divisó y se enterneció. Corriendo, se le echó al cuello y le besó.

21El hijo le dijo:

—Padre, he pecado contra Dios y te he ofendido, ya no merezco llamarme hijo tuyo.

22Pero el padre dijo a sus sirvientes:

—Enseguida, traigan el mejor vestido y vístanlo; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23Traigan el ternero engordado y mátenlo. Celebremos un banquete. 24Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado. Y empezaron la fiesta.

25El hijo mayor estaba en el campo. Cuando se acercaba a casa, oyó música y danzas 26y llamó a uno de los sirvientes para informarse de lo que pasaba.

27Le contestó:

—Es que ha regresado tu hermano y tu padre ha matado el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo.

28Irritado, se negaba a entrar.

Su padre salió a rogarle que entrara.

29Pero él le respondió:

—Mira, tantos años llevo sirviéndote, sin desobedecer una orden tuya, y nunca me has dado un cabrito para comérmelo con mis amigos. 30Pero, cuando ha llegado ese hijo tuyo, que ha gastado tu fortuna con prostitutas, has matado para él el ternero engordado.

31Le contestó:

—Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo. 32Había que hacer fiesta porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido, se había perdido y ha sido encontrado.


Parábola del administrador astuto

16

1A los discípulos les decía:

—Un hombre rico tenía un administrador. Le llegaron quejas de que estaba derrochando sus bienes. 2Lo llamó y le dijo:

—¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuentas de tu administración, porque ya no podrás seguir en tu puesto.

3El administrador pensó: ¿Qué voy a hacer ahora que el dueño me quita mi puesto? Para cavar no tengo fuerzas, pedir limosna me da vergüenza. 4Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me despidan, alguno me reciba en su casa.

5Fue llamando uno por uno a los deudores de su señor y dijo al primero:

—¿Cuánto debes a mi señor?

6Contestó:

—Cien barriles de aceite.

Le dijo:

—Toma el recibo, siéntate enseguida y escribe cincuenta.

7Al segundo le dijo:

—Y tú, ¿cuánto debes?

Contestó:

—Cuarenta toneladas de trigo.

Le dice:

—Toma tu recibo y escribe treinta.

8El dueño alabó al administrador deshonesto por la astucia con que había actuado.

Porque los hijos de este mundo son más astutos con sus semejantes que los hijos de la luz.

 

El uso del dinero

9Y yo les digo que con el dinero sucio se ganen amigos, de modo que, cuando se acabe, ellos los reciban en la morada eterna.

10El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho; el que es deshonesto en lo poco, es deshonesto en lo mucho.

11Si con el dinero sucio no han sido de confianza, ¿quién les confiará el legítimo?

12Si con lo ajeno no han sido de confianza, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?

 

(Mt 6,24)

13Un empleado no puede estar al servicio de dos señores: porque odiará a uno y amará al otro o apreciará a uno y despreciará al otro. No pueden estar al servicio de Dios y del dinero.

La Ley y la Buena Noticia

14Los fariseos, que eran muy amigos del dinero, oían todo esto y se burlaban de él.

15Él les dijo:

—Ustedes pasan por justos ante los hombres, pero Dios los conoce por dentro. Porque lo que los hombres tienen por grande Dios lo aborrece.

16La ley y los profetas duraron hasta Juan. A partir de entonces se anuncia la Buena Noticia del reino de Dios y todos tienen que esforzarse para entrar en él.

17Es más fácil que el cielo y tierra dejen de existir que deje de cumplirse una sola letra de la ley.

18Quien se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio; quien se casa con una mujer divorciada comete adulterio.

El rico y Lázaro

19Había un hombre rico, que vestía de púrpura y lino y todos los días hacía espléndidos banquetes.

20Echado a la puerta del rico había un pobre cubierto de llagas llamado Lázaro, 21que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamerle sus heridas.

22Murió el pobre y los ángeles lo llevaron junto a Abrahán. Murió también el rico y lo sepultaron.

23Estando en el lugar de los muertos, en medio de tormentos, alzó la vista y divisó a Abrahán y a Lázaro a su lado.

24Lo llamó y le dijo:

—Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro, para que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua; pues me torturan estas llamas.

25Respondió Abrahán:

—Hijo, recuerda que en vida recibiste bienes y Lázaro por su parte desgracias. Ahora él es consolado y tú atormentado. 26Además, entre ustedes y nosotros se abre un inmenso abismo; de modo que, aunque se quiera, no se puede atravesar desde aquí hasta ustedes ni pasar desde allí hasta nosotros.

27Insistió el rico:

—Entonces, por favor, envíalo a casa de mi padre, 28donde tengo cinco hermanos; que les advierta no sea que también ellos vengan a parar a este lugar de tormentos.

29Le dice Abrahán:

—Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen.

30Respondió:

—No, padre Abrahán; si un muerto los visita, se arrepentirán.

31Le dijo:

—Si no escuchan a Moisés ni a los profetas, aunque un muerto resucite, no le harán caso.


Instrucciones a los discípulos

(Mt 18,6s.21s; Mc 9,42)

17

1A sus discípulos les dijo:

—Es inevitable que haya escándalos; pero, ¡ay del que los provoca! 2Más le valdría que le ataran en el cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños.

3Estén en guardia: si tu hermano peca, repréndelo; si se arrepiente, perdónalo. 4Si siete veces al día te ofende y siete veces vuelve a ti diciendo que se arrepiente, perdónalo.

5Los apóstoles dijeron al Señor:

—Auméntanos la fe.

6El Señor dijo:

—Si tuvieran fe como una semilla de mostaza, dirían a [esta] morera: Arráncate de raíz y plántate en el mar, y les obedecería.

El deber del discípulo

7Supongamos que uno de ustedes tiene un sirviente arando o cuidando los animales, cuando éste vuelva del campo, ¿le dirá que pase en seguida y se ponga a la mesa? 8¿No le dirá más bien: prepárame de comer, ponte el delantal y sírveme mientras como y bebo, después comerás y beberás tú? 9¿Tendrá aquel señor que agradecer al sirviente que haya hecho lo mandado? 10Así también ustedes: cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: Somos simples sirvientes, solamente hemos cumplido nuestro deber.

Sana a diez leprosos

11Yendo él de camino hacia Jerusalén, atravesaba Galilea y Samaría.

12Al entrar en un pueblo, le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a cierta distancia 13y alzando la voz, dijeron:

—Yahshúa, Maestro, ten piedad de nosotros.

14Al verlos, les dijo:

—Vayan a presentarse a los sacerdotes.

Mientras iban, quedaron sanos.

15Uno de ellos, viéndose sano, volvió glorificando a Dios en voz alta, 16y cayó a los pies de Yahshúa, rostro en tierra, dándole gracias. Era samaritano.

17Yahshúa tomó la palabra y dijo:

—¿No recobraron la salud los diez? ¿Y los otros nueve dónde están? 18¿Ninguno volvió a dar gloria a Dios, sino este extranjero?

19Y le dijo:

—Ponte de pie y vete, tu fe te ha salvado.

La llegada del reino de Dios

20Los fariseos le preguntaron cuándo iba a llegar el reino de Dios y él les respondió:

—La llegada del reino de Dios no está sujeta a cálculos; 21ni dirán: míralo aquí, míralo allí. Pues está entre ustedes.

22Después dijo a los discípulos:

—Llegarán días en que ustedes desearán ver uno de los días del Hijo del Hombre y no lo verán. 23Si les dicen: Míralo aquí, míralo allá, no vayan ni les sigan.

24Porque así como el relámpago brilla desde un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del Hombre [cuando llegue su día]. 25Pero primero tiene que padecer mucho y ser rechazado por esta generación.

 

(cfr. Mt 24,37-42)

26Lo que sucedió en tiempo de Noé sucederá en tiempo del Hijo del Hombre: 27comían, bebían, se casaban, hasta que Noé entró en el arca, vino el diluvio y acabó con todos.

28O como sucedió en tiempo de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban. 29Pero, cuando Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos.

30Así será el día en que se revele el Hijo del Hombre. 31Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en la casa, no baje a buscarlas; lo mismo, si uno está en el campo, no vuelva atrás. 32Acuérdense de la mujer de Lot.

33Quien trate de conservar la vida la perderá, pero quien la pierda la conservará. 34Les aseguro: esa noche estarán dos en una cama: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán; 35habrá dos mujeres moliendo juntas: a una la arrebatarán, a la otra la dejarán. 36[[Estarán dos en el campo: a uno lo arrebatarán, al otro lo dejarán.]]

37Le preguntaron:

—¿Dónde, Señor?

Yahshúa les contestó:

—Donde está el cadáver se reúnen los buitres.


Parábola del juez y la viuda

18

1Para inculcarles que hace falta orar siempre sin cansarse, les contó una parábola:

2—Había en una ciudad un juez que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. 3Había en la misma ciudad una viuda que acudía a él para decirle: Hazme justicia contra mi rival.

4Por un tiempo se negó, pero más tarde se dijo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, 5como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, así no seguirá molestándome.

6El Señor añadió:

—Fíjense en lo que dice el juez injusto; 7y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche? ¿Los hará esperar?

8Les digo que inmediatamente les hará justicia. Sólo que, cuando llegue el Hijo del Hombre, ¿encontrará esa fe en la tierra?

Parábola del fariseo

y el recaudador de impuestos

9Por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, les contó esta parábola:

10—Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el otro recaudador de impuestos.

11El fariseo, de pie, oraba así en voz baja:

—Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador de impuestos. 12Ayuno dos veces por semana y pago diezmos de cuanto poseo.

13El recaudador de impuestos, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:

—Oh Dios, ten piedad de este pecador.

14Les digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se alaba será humillado y quien se humilla será alabado.

Bendice a unos niños

(Mt 19,13-15; Mc 10,13-16)

15Le acercaron también unos niños para que los bendijera. Los discípulos al verlo les reprendían.

16Pero Yahshúa los llamó diciendo:

—Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el reino de Dios pertenece a los que son como ellos. 17Les aseguro que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

El joven rico

(Mt 19,16-30; Mc 10,17-31)

18Uno de los jefes le preguntó:

—Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?

19Yahshúa le contestó:

—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno fuera de Dios. 20Conoces los mandamientos:

no cometerás adulterio,

no matarás,

no robarás,

no darás falso testimonio,

honra a tu padre y a tu madre.

21Le contestó:

—Todo esto lo he cumplido desde la adolescencia.

22Al oírlo, Yahshúa le dijo:

—Una cosa te falta, vende cuanto tienes, repártelo a los pobres y tendrás un tesoro en [el] cielo; después sígueme.

23Al oírlo, se puso muy triste, porque era muy rico.

24Al verlo [ponerse muy triste,] Yahshúa dijo:

—Difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas. 25Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.

26Los que lo oían dijeron:

—Entonces, ¿quién podrá salvarse?

27Él contestó:

—Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios.

28Entonces Pedro dijo:

—Mira, nosotros hemos dejado todo lo que teníamos y te hemos seguido.

29Les contestó:

—Les aseguro que nadie que haya dejado casa o mujer o hermanos o parientes o hijos por el reino de Dios 30dejará de recibir mucho más en esta vida y en la edad futura la vida eterna.

Tercer anuncio

de la pasión y resurrección

(Mt 20,17-19; Mc 10,32-34)

31Llevándose aparte a los Doce, les dijo:

—Miren, estamos subiendo a Jerusalén y se cumplirá en el Hijo del Hombre todo lo que escribieron los profetas: 32será entregado a los paganos: se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán, 33lo azotarán y lo matarán; y al tercer día resucitará.

34Ellos no entendieron nada, el asunto les resultaba oscuro y no comprendían lo que decía.

Sana a un ciego

(Mt 20,29-34; Mc 10,46-52)

35Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. 36Al oír que pasaba la gente, preguntó qué sucedía. 37Le dijeron que pasaba Yahshúa de Nazaret.

38Él gritó:

—¡Yahshúa, Hijo de David, ten piedad de mí!

39Los que iban delante lo reprendían para que callase. Pero él gritaba más fuerte:

—Hijo de David, ten piedad de mí.

40Yahshúa se detuvo y mandó que se lo acercasen. Cuando lo tuvo cerca, le preguntó:

41—¿Qué quieres que te haga?

Contestó:

—Señor, que recobre la vista.

42Yahshúa le dijo:

—Recobra la vista, tu fe te ha salvado.

43Al instante recobró la vista y le seguía glorificando a Dios; y el pueblo, al verlo, alababa a Dios.


Yahshúa y Zaqueo

19

1Entró en Jericó y atravesó la ciudad, 2allí vivía un hombre llamado Zaqueo, jefe de recaudadores de impuestos y muy rico, 3intentaba ver quién era Yahshúa; pero a causa del gentío, no lo conseguía, porque era bajo de estatura. 4Se adelantó de una carrera y se subió a un árbol para verlo, pues iba a pasar por allí.

5Cuando Yahshúa llegó al sitio, alzó la vista y le dijo:

—Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa.

6Bajó rápidamente y lo recibió muy contento. 7Al verlo, murmuraban todos porque entraba a hospedarse en casa de un pecador.

8Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:

—Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres, y a quien haya defraudado le devolveré cuatro veces más.

9Yahshúa le dijo:

—Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también él es hijo de Abrahán. 10Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y salvar lo perdido.

 

Parábola del dinero encargado

(Mt 25,14-30)

11Como la gente lo escuchaba, añadió una parábola; porque estaban cerca de Jerusalén y ellos creían que el reino de Dios se iba a revelar de un momento a otro. 12Él les dijo:

—Un hombre noble se fue a un país lejano para ser nombrado rey y volver. 13Llamó a diez sirvientes suyos, les entregó una gran cantidad de dinero y les encargó: Háganla producir hasta que yo vuelva.

14Sus compatriotas, que lo odiaban, enviaron tras él una comisión encargada de decir: No queremos que ése sea nuestro rey.

15Volvió una vez nombrado rey y llamó a los sirvientes a quienes había entregado el dinero para ver cómo había negociado cada uno.

16Se presentó el primero y dijo: Señor, tu dinero ha producido diez veces más. 17Le respondió: Muy bien, sirviente diligente; por haber sido fiel en lo poco, administrarás diez ciudades.

18Se presentó el segundo y dijo: Señor, tu dinero ha producido cinco veces más. 19Le respondió: Pues tú administrarás cinco ciudades.

20Se presentó el tercero y dijo: Aquí tienes tu dinero, que he guardado en un pañuelo. 21Te tenía miedo porque eres riguroso: retiras lo que no has depositado, y cosechas lo que no has sembrado.

22Él le respondió: Por tu boca te condeno, sirviente indigno. Sabías que soy riguroso, que retiro lo que no he depositado y cosecho lo que no he sembrado. 23¿Por qué no pusiste mi dinero en un banco, para que, al volver yo, lo cobrara con los intereses?

24Después ordenó a los presentes: Quítenle el dinero y dénselo al que consiguió diez veces más. 25Le respondieron: Señor, ya tiene diez veces más. 26Yo les digo que a quien tiene se le dará y a quien no tiene se le quitará aun lo que tiene.

27En cuanto a esos enemigos, que no querían que fuera su rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia.

28Dicho esto, siguió adelante, subiendo hacia Jerusalén.

Entrada triunfal en Jerusalén

(Mt 21,1-11; Mc 11,1-11; cfr. Jn 12,12-19)

29Cuando se acercaban a Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, envió a dos discípulos 30diciéndoles:

—Vayan al pueblo de enfrente; al entrar, encontrarán un burrito atado, que nadie ha montado hasta ahora. Desátenlo y tráiganlo. 31Si alguien les pregunta para qué lo desatan, díganle que el Señor lo necesita.

32Fueron los enviados y lo encontraron como les había dicho. 33Mientras lo desataban, los dueños les dijeron:

—¿Por qué desatan el burrito?

34Contestaron:

—Porque el Señor lo necesita.

35Se lo llevaron a Yahshúa, echaron sus mantos sobre el burrito y lo hicieron montar.

36Mientras avanzaba, la gente alfombraba con sus mantos el camino.

37Cuando se acercaban a la cuesta del monte de los Olivos, los discípulos en masa y llenos de alegría se pusieron a alabar en voz alta a Dios por todos los milagros que habían presenciado.

38Y decían:

Bendito sea el rey

que viene en nombre del Señor.

Paz en el cielo, gloria al Altísimo.

39Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:

—Maestro, reprende a tus discípulos.

40Pero él respondió:

—Yo les digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.

Lamentación por Jerusalén

41Al acercarse y divisar la ciudad, dijo llorando por ella:

42—Ojalá tú también reconocieras hoy lo que conduce a la paz. Pero eso ahora está oculto a tus ojos. 43Te llegará un día en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán y te cercarán por todas partes. 44Te derribarán por tierra a ti y a tus hijos dentro de ti, y no te dejarán piedra sobre piedra; porque no reconociste el momento en que fuiste visitada por Dios.

Purifica el Templo

(Mt 21,12-17; Mc 11,15-19; cfr. Jn 2,13-16)

45Después entró en el templo y se puso a echar a los mercaderes 46diciéndoles:

—Está escrito que mi casa es casa de oración y ustedes la han convertido en cueva de asaltantes.

47A diario enseñaba en el templo. Los sumos sacerdotes, los letrados y los jefes del pueblo intentaban matarlo; 48pero no encontraban cómo hacerlo, porque todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.


La autoridad de Yahshúa

(Mt 21,23-27; Mc 11,27-33)

20

1Un día que estaba enseñando en el templo y anunciando la Buena Noticia al pueblo, se presentaron los sumos sacerdotes y los letrados con los ancianos 2y le dijeron:

—¿Con qué autoridad haces eso? ¿Quién te ha dado esa autoridad?

3Yahshúa les respondió:

—Yo a mi vez les haré una pregunta para que me respondan. 4El bautismo de Juan, ¿procedía del cielo o de los hombres?

5Ellos discutían entre sí: Si decimos que del cielo, nos dirá que por qué no le creímos; 6si decimos que de los hombres, el pueblo entero nos apedreará, porque están convencidos de que Juan era profeta. 7Por eso le contestaron que no sabían de dónde procedía.

8Y Yahshúa les replicó:

—Yo tampoco les digo con qué autoridad lo hago.

Parábola de los viñadores malvados

(Mt 21,33-46; Mc 12,1-12)

9Al pueblo le contó la siguiente parábola:

—Un hombre plantó una viña, se la arrendó a unos viñadores y se ausentó por bastante tiempo. 10A su debido tiempo envió un sirviente a los viñadores para que le entregasen la parte de la cosecha que le correspondía. Pero los viñadores lo apalearon y lo despidieron con las manos vacías. 11Envió otro sirviente. Pero ellos lo apalearon, lo insultaron y lo despidieron con las manos vacías. 12Envió un tercero, y ellos lo dejaron malherido. 13Entonces dijo el dueño de la viña: ¿Qué haré? Enviaré a mi hijo querido; quizás a él lo respeten. 14Pero los viñadores, al verlo, deliberaban entre ellos: Es el heredero; vamos a matarlo para quedarnos con la finca. 15Lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, ¿qué hará con ellos el dueño de la viña? 16Irá, acabará con aquellos viñadores y entregará la viña a otros.

Al oírlo, dijeron:

—¡Dios nos libre!

17Él, mirándolos fijamente, les dijo:

—Entonces, qué significa eso que está escrito:

La piedra

que desecharon los arquitectos

es ahora la piedra angular.

18Quien tropiece con esa piedra se estrellará, a quien le caiga encima lo aplastará.

19Los letrados y sumos sacerdotes intentaron detenerlo en aquel momento, porque habían comprendido que la parábola iba dirigida a ellos; pero temieron al pueblo.

Sobre el tributo al césar

(Mt 22,15-22; Mc 12,13-17)

20Así que ellos comenzaron a acecharlo y le enviaron unos espías, que fingían ser gente de bien, para atraparlo en sus palabras y poderlo entregar a la autoridad y jurisdicción del gobernador.

21Le preguntaron:

—Maestro, nos consta que hablas y enseñas rectamente, que no eres parcial, sino que enseñas sinceramente el camino de Dios. 22¿Tenemos que pagar impuestos al césar o no?

23Adivinando su mala intención, les dijo:

24—Muéstrenme una moneda. ¿De quién lleva la imagen y la inscripción?

Le contestaron:

—Del césar.

25Y él les dijo:

—Entonces den al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios.

26Y no lograron atraparlo en sus palabras delante del pueblo; al contrario, admirados de la respuesta, se callaron.

Sobre la resurrección

(Mt 22,23-33; Mc 12,18-27)

27Se acercaron entonces unos saduceos, los que niegan la resurrección, y le preguntaron:

28—Maestro, Moisés nos ordenó que si un hombre casado muere sin hijos, su hermano se case con la viuda, para dar descendencia al hermano difunto. 29Ahora bien, eran siete hermanos. El primero se casó y murió sin dejar hijos. 30Lo mismo el segundo 31y el tercero se casaron con ella; igual los siete, que murieron sin dejar hijos. 32Después murió la mujer. 33Cuando resuciten, ¿de quién será esposa la mujer? Porque los siete fueron maridos suyos.

34Yahshúa les respondió:

—Los que viven en este mundo toman marido o mujer. 35Pero los que sean dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no tomarán marido ni mujer; 36porque ya no pueden morir y son como ángeles; y, habiendo resucitado, son hijos de Dios.

37Y que los muertos resucitan lo indica también Moisés, en lo de la zarza, cuando llama al Señor Dios de Abrahán y Dios de Isaac y Dios de Jacob. 38No es Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven.

39Intervinieron algunos letrados y le dijeron:

—Maestro, qué bien has hablado.

40Y no se atrevieron a hacerle más preguntas.

Sobre el Mesías y David

(Mt 22,41-46; Mc 12,35-37)

41Entonces él les dijo:

—¿Cómo dicen que el Mesías es Hijo de David? 42Porque el mismo David dice en el libro de los Salmos:

Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi derecha,

43hasta que ponga a tus enemigos

debajo de tus pies.

44Si David lo llama Señor, ¿cómo puede ser su hijo?

Invectiva contra los letrados

(Mc 12,38-40)

45En presencia de todo el pueblo dijo a [sus] discípulos:

46—Cuídense de los letrados, que gustan de pasear con largas vestiduras, aman los saludos por la calle y los primeros puestos en sinagogas y banquetes; 47que devoran las fortunas de las viudas con pretexto de largas oraciones. Ellos serán juzgados con mayor severidad.


La ofrenda de la viuda

(Mc 12,41-44)

21

1Levantando la vista observó a unos ricos que depositaban sus donativos en el arca del templo. 2Observó también, a una viuda pobre que ponía unas moneditas; 3dijo:

—Les aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos. 4Porque todos ésos han depositado donativos de lo que les sobraba; pero ella en su pobreza, ha puesto cuanto tenía para vivir.

Sobre la destrucción del templo

(Mt 24,1-14; Mc 13,1-13)

5A unos que elogiaban las hermosas piedras del templo y la belleza de su ornamentación les dijo:

6—Llegará un día en que todo lo que ustedes contemplan será derribado sin dejar piedra sobre piedra.

7Le preguntaron:

—Maestro, ¿cuándo sucederá eso y cuál es la señal de que está para suceder?

8Respondió:

—¡Cuidado, no se dejen engañar! Porque muchos se presentarán en mi nombre diciendo: Yo soy; ha llegado la hora. No vayan tras ellos. 9Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, no se asusten. Primero ha de suceder todo eso; pero el fin no llega en seguida.

10Entonces les dijo:

—Se alzará pueblo contra pueblo, reino contra reino; 11habrá grandes terremotos, en diversas regiones habrá hambres y pestes, y en el cielo señales grandes y terribles.

12Pero antes de todo eso los detendrán, los perseguirán, los llevarán a las sinagogas y las cárceles, los conducirán ante reyes y magistrados a causa de mi nombre, 13y así tendrán la oportunidad de dar testimonio de mí. 14Háganse el propósito de no preparar su defensa; 15yo les daré una elocuencia y una prudencia que ningún adversario podrá resistir ni refutar.

16Hasta sus padres y hermanos, parientes y amigos los entregarán y algunos de ustedes serán ajusticiados; 17y todos los odiarán a causa de mi nombre.

18Sin embargo no se perderá ni un pelo de su cabeza. 19Gracias a la constancia salvarán sus vidas.

La gran tribulación

(Mt 24,15-21; Mc 13,14-19)

20Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que está cercana su destrucción.

21Entonces los que estén en Judea escapen a los montes; los que estén dentro de la ciudad salgan al campo; los que estén en el campo no vuelvan a la ciudad. 22Porque es el día de la venganza, cuando se cumplirá todo lo que está escrito.

23¡Ay de las embarazadas y de las que tengan niños de pecho aquel día! Sobre el país vendrá una gran desgracia y sobre este pueblo soplará la ira de Dios. 24Caerán a filo de espada y serán llevados prisioneros a todos los países.

Jerusalén será pisoteada por paganos, hasta que la época de los paganos se termine.

La parusía

(Mt 24,29-35; Mc 13,24-26)

25Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. 26Los hombres desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán.

27Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. 28Cuando comience a suceder todo eso, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación.

29Y les añadió una parábola:

—Observen la higuera y los demás árboles: 30cuando echan brotes, se dan cuenta de que el verano está cerca. 31Igual ustedes, cuando vean que sucede eso, sepan que se acerca el reino de Dios. 32Les aseguro que no pasará esta generación antes de que suceda todo eso. 33Cielo y tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.

Vigilancia y oración

34Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, 35porque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. 36Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuanto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre.

37De día enseñaba en el templo; de noche salía y se quedaba en el monte de los Olivos. 38Y todo el pueblo madrugaba para escucharlo en el templo.

 


Complot para matar a Yahshúa

(Mt 26,1-5; Mc 14,1s; cfr. Jn 11,47-57)

22

1Se acercaba la fiesta de los Ázimos, llamada Pascua. 2Los sumos sacerdotes y los letrados buscaban una forma de terminar con él, pero temían al pueblo.

 

(Mt 26,14-16; Mc 14,10s)

3Satanás entró en Judas, por sobrenombre Iscariote, uno de los Doce; 4quien acudió a discutir con los sumos sacerdotes y los guardias un modo de entregarlo. 5Se alegraron y se comprometieron a darle dinero. 6Él aceptó y andaba buscando una ocasión para entregárselo, lejos de la gente.

Pascua y Eucaristía

(Mt 26,17-19; Mc 14,12-16)

7Llegó el día de los Ázimos, cuando había que sacrificar la víctima pascual. 8Yahshúa envió a Pedro y a Juan encargándoles:

—Vayan a preparar lo necesario para que celebremos la cena de Pascua.

9Le dijeron:

—¿Dónde quieres que te la preparemos?

10Él les respondió:

—Cuando entren en la ciudad, les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa donde entre 11y digan al dueño de casa: el Maestro manda preguntarte, que dónde está la sala en la que comerá la cena de Pascua con sus discípulos. 12Él les mostrará un salón grande y amueblado en el piso superior; preparen allí lo necesario.

13Fueron, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

 

(Mt 26,26-29; Mc 14,22-25;

cfr. Jn 6,51-59; 1 Cor 11,23-25)

14Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles 15y les dijo:

—Cuánto he deseado comer con ustedes esta Pascua antes de mi pasión. 16Les aseguro que no volveré a comerla hasta que alcance su cumplimiento en el reino de Dios.

17Y tomando la copa, dio gracias y dijo:

—Tomen y compártanla entre ustedes. 18Les digo que en adelante no beberé del fruto de la vid hasta que no llegue el reino de Dios.

19Tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

—Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.

20Igualmente tomó la copa después de cenar y dijo:

—Ésta es la copa de la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes.

 

(Mt 26,20-25; Mc 14,17-21; cfr. Jn 13,21-30)

 21Pero, ¡cuidado!, que la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22El Hijo del Hombre sigue el camino que se le ha fijado; pero, ¡ay de aquél que lo entrega!

23Ellos comenzaron a preguntarse entre sí quién de ellos era el que iba a entregarlo.

 

Contra la ambición

(Mt 20,24-28; Mc 10,41-45)

24Luego surgió una disputa sobre quién de ellos se consideraba el más importante.

25Yahshúa les dijo:

—Los reyes de los paganos los tienen sometidos y los que imponen su autoridad se hacen llamar benefactores. 26Ustedes no sean así; al contrario, el más importante entre ustedes compórtese como si fuera el último y el que manda como el que sirve.

27¿Quién es mayor? ¿El que está a la mesa o el que sirve? ¿No lo es, acaso, el que está a la mesa? Pero yo estoy en medio de ustedes como quien sirve.

28Ustedes son los que han permanecido conmigo en las pruebas, 29por eso les encomiendo el reino como mi Padre me lo encomendó: 30para que coman y beban, a mi mesa, en mi reino, y se sienten en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Anuncia la negación de Pedro

(Mt 26,31-35; Mc 14,27-31; cfr. Jn 13,36-38)

31—Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para sacudirlos como se hace con el trigo. 32Pero yo he rezado por ti para que no falle tu fe. Y tú, una vez convertido, fortalece a tus hermanos. 33Pedro le respondió:

—Señor, yo estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte.

34Le respondió Yahshúa:

—Te digo, Pedro, que hoy antes de que cante el gallo habrás negado tres veces que me conoces.

35Y les dijo:

—Cuando los envié sin bolsa ni alforja ni sandalias, ¿les faltó algo?

Contestaron:

—Nada.

36Les dijo:

—Pero ahora quien tenga bolsa lleve también alforja, quien no la tiene, venda el manto y compre una espada. 37Les digo que se ha de cumplir en mí lo escrito: fue tenido por malhechor. Todo lo que se refiere a mí toca a su fin.

38Le dijeron:

—Señor, aquí hay dos espadas.

Les contestó:

—Basta ya.

Oración en el huerto

(Mt 26,36-46; Mc 14,32-42)

39Salió y se dirigió según costumbre al monte de los Olivos y le siguieron los discípulos. 40Al llegar al lugar, les dijo:

—Oren para no caer en la tentación.

41Se apartó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, se arrodilló y oraba:

42—Padre, si quieres, aparta de mí esta copa. Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

43[[Se le apareció un ángel del cielo que le dio fuerzas. 44Y, en medio de la angustia, oraba más intensamente. Le corría el sudor como gotas de sangre cayendo al suelo.]]

45Se levantó de la oración, se acercó a sus discípulos y los encontró dormidos de tristeza; 46y les dijo:

—¿Por qué están dormidos? Levántense y oren para no sucumbir en la tentación.

 

 

Arresto de Yahshúa

(Mt 26,47-56; Mc 14,43-50; cfr. Jn 18,1-11)

47Todavía estaba hablando, cuando llegó un gentío. El llamado Judas, uno de los Doce, se les adelantó, se acercó a Yahshúa y le besó. 48Yahshúa le dijo:

—Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?

49Viendo lo que iba a pasar, los que estaban con él dijeron:

—Señor, ¿usamos la espada?

50Uno de ellos dio un tajo al empleado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha.

51Yahshúa le dijo:

—Ya basta.

Y tocándole la oreja, lo sanó. 52Después dijo Yahshúa a los sumos sacerdotes, guardias del templo y ancianos que habían venido a arrestarlo:

—¿Como si se tratara de un asaltante, han salido armados de espadas y palos? 53Diariamente estaba con ustedes en el templo y no me detuvieron. Pero ésta es la hora de ustedes, ahora son las tinieblas las que dominan.

 

(Mt 26,57s; Mc 14,53s; cfr. Jn 18,12-16)

54Lo arrestaron, lo condujeron y lo metieron en casa del sumo sacerdote. Pedro le seguía a distancia. 55Habían encendido fuego en medio del patio y estaban sentados alrededor; Pedro se sentó entre ellos.

Negaciones de Pedro

(Mt 26,69s; Mc 14,66-68; cfr. Jn 18,17s)

56Una sirvienta lo vio sentado junto al fuego, lo miró fijamente y dijo:

—También éste estaba con él.

57Pedro lo negó diciendo:

—No lo conozco, mujer.

 

(Mt 26,71-75; Mc 14,69-72; cfr. Jn 18,25-27)

58Poco después otro lo vio y dijo:

—También tú eres uno de ellos.

Pedro respondió:

—No lo soy, hombre.

59Como una hora más tarde otro insistía:

—Realmente éste estaba con él, además, también es galileo.

60Pedro contestó:

—No sé lo que dices, hombre.

En ese momento, cuando aún estaba hablando, cantó el gallo. 61El Señor se volvió y miró a Pedro; éste recordó lo que le había dicho el Señor: Antes de que cante el gallo, me habrás negado tres veces. 62Salió afuera y lloró amargamente.

Yahshúa ante el Consejo

(Mt 26,67s; Mc 14,65; cfr. Jn 18,22s)

63Quienes habían arrestado a Yahshúa se burlaban de él y lo golpeaban.

64Tapándole los ojos le decían:

—Adivina quién te ha pegado.

65Y le decían otras muchas injurias.

 

(Mt 26,63b-66; Mc 14,61b-64; cfr. Jn 18,19-21)

66Al hacerse de día se reunieron los ancianos del pueblo, los sumos sacerdotes y letrados, lo condujeron ante el Consejo 67y le dijeron:

—Dinos si tú eres el Mesías.

Les respondió:

—Si se lo digo, no me creerán, 68y si pregunto, no me responderán. 69Pero en adelante el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha de la Majestad de Dios.

70Dijeron todos:

—Entonces, ¿eres tú el Hijo de Dios?

Contestó:

—Tienen razón: Yo soy.

71Ellos dijeron:

—¿Qué falta nos hacen los testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de su boca.


Yahshúa ante Pilato

(Mt 27,1s; Mc 15,1; cfr. Jn 18,28-32)

23

1Después se levantó toda la asamblea y, lo condujeron ante Pilato. 2Y empezaron la acusación:

—Hemos encontrado a éste incitando a la rebelión a nuestra nación, oponiéndose a que paguen tributo al césar y declarándose Mesías rey.

 

(Mt 27,11-14; Mc 15,2-15; cfr. Jn 18,33-38)

3Pilato le preguntó:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Yahshúa le respondió:

—Tú lo dices.

4Pero Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud:

—No encuentro culpa alguna en este hombre.

5Ellos insistían: Está alborotando a todo el pueblo enseñando por toda Judea; empezó en Galilea y ha llegado hasta aquí.

6Al oír esto, Pilato preguntó si aquel hombre era galileo; 7y, al saber que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo remitió a Herodes, que se encontraba por entonces en Jerusalén.

Yahshúa ante Herodes

8Herodes se alegró mucho de ver a Yahshúa. Hacía tiempo que tenía ganas de verlo, por lo que oía de él, y esperaba verlo hacer algún milagro. 9Le hizo muchas preguntas, pero él no le respondió.

10Los sumos sacerdotes y los letrados estaban allí, insistiendo en sus acusaciones.

11Herodes con sus soldados lo trataron con desprecio y burlas, y echándole encima un manto espléndido, lo envió de vuelta a Pilato.

12Aquel día Herodes y Pilato que hasta entonces habían estado enemistados, establecieron buenas relaciones.

 

Condena de Yahshúa

13Pilato convocó a los sumos sacerdotes, a los jefes y al pueblo, y 14les dijo:

—Me han traído a éste acusándolo de agitar al pueblo. Miren, lo interrogué personalmente delante de ustedes y no encuentro en este hombre ninguna culpa de las que lo acusan. 15Tampoco Herodes lo encontró culpable ya que me lo ha mandado de vuelta, como ven no ha cometido nada que merezca la muerte. 16Le daré un castigo y lo dejaré libre.

 

(Mt 27,15-26; Mc 15,6-15; cfr. Jn 18,39–19,1.4-16)

17[[Por la fiesta tenía que soltarles a un preso.]] 18Pero ellos se pusieron a gritar:

—¡Que muera este hombre! Déjanos libre a Barrabás.

19—Barrabás estaba preso por un homicidio cometido en un disturbio en la ciudad.

20Pilato, que quería dejar libre a Yahshúa, les dirigió de nuevo la palabra; 21pero ellos seguían gritando:

—¡Crucifícalo, crucifícalo!

22Por tercera vez les habló:

—Pero, ¿qué delito ha cometido este hombre? No encuentro en él nada que merezca la muerte. Le impondré un castigo y lo dejaré libre.

23Pero ellos insistían a gritos pidiendo que lo crucificara; y el griterío se hacía cada vez más violento.

24Entonces Pilato decretó que se hiciera lo que el pueblo pedía. 25Dejó libre al que pedían, que estaba preso por motín y homicidio, y entregó a Yahshúa al capricho de ellos.

Crucifixión y muerte de Yahshúa

(Mt 27,32-56; Mc 15,21-41; cfr. Jn 19,17-30)

26Cuando lo conducían, agarraron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le pusieron encima la cruz para que la llevara detrás de Yahshúa. 27Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres llorando y lamentándose por él.

 28Yahshúa se volvió y les dijo:

—Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29Porque llegará un día en que se dirá: ¡Dichosas las estériles, los vientres que no concibieron, los pechos que no amamantaron!

30Entonces se pondrán a decir a los montes: Caigan sobre nosotros; y a las colinas: Sepúltennos. 31Porque si así tratan al árbol verde, ¿qué no harán con el seco?

32Conducían con él a otros dos malhechores para ejecutarlos. 33Cuando llegaron al lugar llamado La Calavera, los crucificaron a él y a los malhechores: uno a la derecha y otro a la izquierda.

34[[Yahshúa dijo:

—Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.]]

Después se repartieron su ropa sorteándola entre ellos. 35El pueblo estaba mirando y los jefes se burlaban de él diciendo:

—Ha salvado a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías, el predilecto de Dios.

36También los soldados se burlaban de él. Se acercaban a ofrecerle vinagre 37y le decían:

—Si eres el rey de los judíos, sálvate.

38Encima de él había una inscripción que decía: Éste es el rey de los judíos.

39Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo:

—¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti y a nosotros.

40Pero el otro lo reprendió diciendo:

—¿No tienes temor de Dios, tú, que sufres la misma pena? 41Lo nuestro es justo, recibimos la paga de nuestros delitos; pero él, en cambio, no ha cometido ningún crimen.

42Y añadió:

—Yahshúa, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí.

43Yahshúa le contestó:

—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44Era mediodía; se ocultó el sol y todo el territorio quedó en tinieblas hasta media tarde. 45El velo del santuario se rasgó por el medio.

46Yahshúa gritó con voz fuerte:

Padre, en tus manos

encomiendo mi espíritu.

Dicho esto, expiró. 47Al ver lo que sucedía, el centurión glorificó a Dios diciendo:

—Realmente este hombre era inocente.

48Toda la multitud que se había congregado para el espectáculo, al ver lo sucedido, se volvía dándose golpes de pecho. 49Sus conocidos se mantenían a distancia, y las mujeres que lo habían seguido desde Galilea lo observaban todo.

Sepultura de Yahshúa

(Mt 27,57-61: Mc 15,42-47; cfr. Jn 19,38-42)

50Había un hombre llamado José, natural de Arimatea, ciudad de Judea. Pertenecía al Consejo, era justo y honrado 51y no había consentido en la decisión de los otros ni en su ejecución, y esperaba el reino de Dios. 52Acudió a Pilato y le pidió el cadáver de Yahshúa. 53Lo descolgó, lo envolvió en una sábana y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no habían enterrado a nadie. 54Era el día de la preparación y estaba por comenzar el sábado. 55Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea fueron detrás para observar el sepulcro y cómo habían puesto el cadáver.

56Se volvieron, prepararon aromas y ungüentos, pero el sábado guardaron el descanso ordenado por la ley.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Resurrección de Yahshúa

(Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; cfr. Jn 20,1-10)

24

1El primer día de la semana, de madrugada, fueron al sepulcro llevando los perfumes preparados. 2Encontraron corrida la piedra del sepulcro, 3entraron, pero no encontraron el cadáver del Señor Yahshúa. 4Estaban desconcertadas por el hecho, cuando se les presentaron dos hombres con vestidos brillantes. 5Como las mujeres, llenas de temor, miraban al suelo, ellos les dijeron:

—¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? 6No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba en Galilea: 7El Hijo del Hombre tiene que ser entregado a los pecadores y será crucificado; y al tercer día resucitará.

8Ellas entonces recordaron sus palabras, 9se volvieron del sepulcro y contaron todo a los Once y a todos los demás. 10Eran María Magdalena, Juana y María de Santiago. Ellas y las demás se lo contaron a los apóstoles. 11Pero ellos tomaron el relato de las mujeres por una fantasía y no les creyeron.

12Pedro, en cambio, se levantó y fue corriendo al sepulcro. Se asomó y sólo vio las sábanas; así que volvió a casa extrañado por lo ocurrido.

Camino de Emaús

(cfr. Mc 16,12s)

13Aquel mismo día, dos de ellos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, que está a unos diez kilómetros de Jerusalén. 14En el camino conversaban sobre todo lo sucedido.

15Mientras conversaban y discutían, Yahshúa en persona los alcanzó y se puso a caminar con ellos. 16Pero ellos tenían los ojos incapacitados para reconocerlo.

17Él les preguntó:

—¿De qué van conversando por el camino?

Ellos se detuvieron con rostro afligido, 18y uno de ellos, llamado Cleofás, le dijo:

—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que desconoce lo que ha sucedido allí estos días?

19Yahshúa preguntó:

—¿Qué cosa?

Le contestaron:

—Lo de Yahshúa de Nazaret, que era un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo. 20Los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. 21¡Nosotros esperábamos que él fuera el liberador de Israel!, pero ya hace tres días que sucedió todo esto.

22Es verdad que unas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado; ellas fueron de madrugada al sepulcro, 23y al no encontrar el cadáver, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles asegurándoles que él está vivo.

 24También algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como habían contado las mujeres; pero a él no lo vieron.

25Yahshúa les dijo:

—¡Qué duros de entendimiento!, ¡cómo les cuesta creer lo que dijeron los profetas! 26¿No tenía que padecer eso el Mesías para entrar en su gloria?

27Y comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que en toda la Escritura se refería a él.

28Se acercaban al pueblo adonde se dirigían, y él hizo ademán de seguir adelante.

 29Pero ellos le insistieron:

—Quédate con nosotros, que se hace tarde y el día se acaba.

Entró para quedarse con ellos; 30y, mientras estaba con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio.

 31Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.

32Se dijeron uno al otro:

—¿No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?

33Se levantaron al instante, volvieron a Jerusalén y encontraron a los Once con los demás compañeros, 34que afirmaban:

—Realmente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.

35Ellos por su parte contaron lo que les había sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Se aparece a los discípulos

(cfr. Mt 28,16-20; Mc 16,14-18; Jn 20,19-23; Hch 1,7s)

36Estaban hablando de esto, cuando se presentó Yahshúa en medio de ellos y les dijo:

—La paz esté con ustedes.

37Espantados y temblando de miedo, pensaban que era un fantasma.

38Pero él les dijo:

—¿Por qué se asustan tanto? ¿Por qué tantas dudas? 39Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean, un fantasma no tiene carne y hueso, como ven que yo tengo.

40Dicho esto, les mostró las manos y los pies. 41Era tal el gozo y el asombro que no acababan de creer.

Entonces les dijo:

—¿Tienen aquí algo de comer?

42Le ofrecieron un trozo de pescado asado. 43Lo tomó y lo comió en su presencia.

44Después les dijo:

—Esto es lo que les decía cuando todavía estaba con ustedes: que tenía que cumplirse en mí todo lo escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.

45Entonces les abrió la inteligencia para que comprendieran la Escritura.

46Y añadió:

—Así está escrito: que el Mesías tenía que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día; 47que en su nombre se predicaría penitencia y perdón de pecados a todas las naciones, empezando por Jerusalén.

 

(cfr. Hch 1,3-5)

48Ustedes son testigos de todo esto. 49Yo les enviaré lo que el Padre prometió. Por eso quédense en la ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene desde el cielo.

Ascensión de Yahshúa

(Mc 16,19s; Hch 1,9-11)

50Después los condujo [fuera,] hacia Betania y, alzando las manos, los bendijo. 51Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. 52Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén muy contentos. 53Y pasaban el tiempo en el templo bendiciendo a Dios.

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