EL EVANGELIO ETERNO . Lección 28 - La Raza Negra
EL EVANGELIO ETERNO
Es Eterno porque es desde Siempre
y para siempre
LECCIÓN 28
LA RAZA NEGRA
Las
Sagradas Escrituras nos enseñan que, los hijos de Cam fueron: Cus, Mizraim, Fut
y Canaán.
Asimismo,
nos dice que los hijos de Cus fueron: Seba, Havila, Sabta, Raama y Sabteca.
Un
nieto de Noé, hijo de Cam, llamado Cus engendró a Nimrod, quien es mencionado como que llegó a ser el primer
poderoso en la tierra. Las Escrituras dicen, textualmente, que: Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual
se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová.
Nimrod
edificó algunas ciudades, las cuales fueron mencionadas así: “Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar. De
esta tierra salió para Asiria, y edificó Nínive, Rehobot, Cala, y Resén entre
Nínive y Cala, la cual es ciudad grande.
Otro
hijo de Cus, nieto de Noé, fue Mizraim, quien engendró a Ludim, a Anamim, a Lehabim, a Naftuhim, a Patrusim, a
Casluhim, de donde salieron los filisteos, y a Caftorim.
Otro
de los hijos de Cus, hijo de Cam, fue Canaán. Este engendró a Sidón su primogénito, a Het, al jebuseo, al amorreo, al
gergeseo, al heveo, al araceo, al sineo, al arvadeo, al zemareo y al hamateo; y
después se dispersaron las familias de los cananeos.
Otros datos tomados de las Sagradas Escrituras:
19 Y fue el
territorio de los cananeos desde Sidón, en dirección a Gerar, hasta Gaza; y en
dirección de Sodoma, Gomorra, Adma y Zeboim, hasta Lasa.
20 Estos son
los hijos de Cam por sus familias, por sus lenguas, en sus tierras, en sus
naciones.
La Región de Cus: Moisés se relacionó
con una mujer que habitaba la región de Cus. Por ejemplo, Números 12.1 dice:
María y Aarón hablaron contra Moisés a causa de la mujer
cusita que había tomado; porque él había tomado mujer cusita. (Números 12:1)
María
y Aaron se quejaron, porque Moisés había contraído matrimonio con una mujer de
esa región. Esto hizo enojar a Dios y les envió un castigo.
El término cusita tiene en el original
hebreo la palabraכּוּשִׁי . kush; que se define como descendiente de Cus; Es
decir, etíope, de Etiopía. La raza etíope es de piel negra como el ébano
y esto, quizá, pudo ser lo que hizo enojar a María y Aarón.
Jeremías hace mención de la piel del
etíope cuando dice: “¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis
vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal? (Jeremías 13:23)
LOS
DESCENDIENTES de Jafet y los descendientes de Sem se pueden seguir de forma
razonable en la historia subsiguiente, pero los descendientes de Cam presentan
problemas que no comparten los otros dos.
Es
verdad que un cierto número de los descendientes de la lista de Cam se pueden
seguir fácilmente, como por ejemplo Mizraim, Canaán y Het. Y varias de las
ciudades relacionadas con Cam en Génesis 10 no presentan problemas, habiendo
llegado a ser lugares comunes para los estudiosos de la Biblia. Pero hay muchos
nombres aquí acerca, de los que tenemos muy poca información, pero que pueden
haber sido antecesores de secciones muy sustanciales de la actual población del
mundo. Y esto es cosa cierta de los nombres que nos proponemos examinar, porque
tienen que ver con el origen de las llamadas «razas de color».
Ya
hemos propuesto que Jafet fue realmente «ensanchado» hasta un grado excepcional
en sus descendientes, no meramente en la cantidad de naciones que finalmente
derivaron de su familia, sino también en su gran expansión sobre la superficie
del globo. También, este agrandamiento fue lo suficientemente gradual, para que
sucediera sin perturbar el desarrollo natural de diferencias dialectales, que a
su debido tiempo llegaron a ser lenguas distintas dentro de la familia.
En
otro Artículo Doorway[96] se sugiere, que la confusión que tuvo lugar en Babel,
sirvió principalmente como una aflicción para los hijos de Cam, cuyas lenguas
han proliferado de forma desconcertante, desde los primeros tiempos hasta el
presente, proliferación que contribuyó en no pequeña medida, a la fragmentación
de la familia original.
Los
cambios que tuvieron lugar en la familia semítica de lenguas, fueron
notablemente pequeños. Y aunque los cambios que sucedieron en la familia
jafética de lenguas fueron algo mayores, siguieron sin embargo un orden tal que
permiten a los lingüistas reconstruir ambas familias con una considerable
certidumbre.
En
ninguna de estas dos familias de lenguas, hay una verdadera evidencia de
«confusión» en su desarrollo. Por otra parte, en las lenguas de la línea
camítica hay una gran cantidad de confusión, si por «confusión» queremos decir
que se desarrollaron rápidamente dialectos entre tribus colindantes y
relacionadas, al multiplicarse, haciendo ininteligible el habla entre ellas en
un período notablemente corto de tiempo.
Este
tema se trata en el Artículo Doorway mencionado más arriba, y no se examinará
aquí, pero es necesario introducirlo porque tiene que ver con la falta de la
persistencia de los nombres camíticos ancestrales, a través de los siglos en
contraste con los de las líneas de Jafet y de Sem. Esto hace que sea mucho más
difícil establecer líneas de conexión mediante nombres.
De
hecho, los miembros más importantes de la familia de Cam llevaban nombres que
desaparecieron completamente, excepto en antiguos documentos que han llegado
hasta nosotros. Los nombres de los hijos de Cam no nos han sido preservados en
tiempos modernos, ni siquiera en formas corrompidas. Los hijos de Cam fueron
Cus, Mizraim, Fut y Canaán, pero ninguno de estos lo mantiene ningún
representante viviente de ninguna forma que se pueda reconocer. Cus pasó
posteriormente a ser identificado con Etiopía, Mizraim con Egipto, Fut con
Libia y Canaán con Palestina, pero los viejos nombres quedaron totalmente fuera
de uso.
Por
otra parte, muchos de los nombres llegaron a destacar durante mucho tiempo, no
porque hubiera numerosos descendientes como en el caso de Jafet, sino más bien
debido a algún gran logro individual. Nimrod fue recordado por sus aptitudes
como cazador. Muchas de las ciudades que se mencionan como fundadas por los
descendientes de Cam, tuvieron historias dignas de mención. Pero también, la
mayor parte de ellas dejaron de tener importancia, mucho antes de los tiempos
modernos. Una excepción notable es la ciudad de Jerusalén, que, naturalmente,
no se menciona en absoluto en este pasaje, ni siquiera bajo su antiguo nombre
de Jebús.
Así,
¿cómo se puede proporcionar prueba sustancial para la aseveración de que las
razas de color descendieron de Cam? La respuesta es: solo mediante inferencias.
Por ejemplo, en tanto que hubo un Cus en o cerca de Mesopotamia al mismo
principio, el asentamiento más destacado establecido por descendientes de este
patriarca, estuvo en Etiopía. Los etíopes han sido generalmente considerados
como negros verdaderos, lo que se reconoce de forma indirecta en la Escritura
cuando el profeta pregunta: «¿mudará el etíope su piel?» (Jeremías 13:23). El primer hijo de Cus fue Seba, y
según Jervis este patriarca fue el supuesto fundador del Reino de Jemameh en
Arabia.
Su
tribu, que se extendió hacia el este, ocupó la costa de Omán, desde el Cabo
Musandam hasta las cercanías de Ras-el-Had, en el límite oriental de la
península; Tolomeo los menciona con el nombre de Asabi. La grandeza comercial
de esta nación se atribuye a su posesión de Littus Mammaeum o Costa de Oro, y
del puerto de Mascate, que, desde la infancia de la navegación, debe haber
atraído y dominado el comercio con la India.
Parece que desde allí se expandieron por
África, a través de los estrechos de Bab-el-Mandeb. Josefo atestigua que Saba
era una antigua metrópolis del reino de Meroe, en la feraz región entre el Nilo
y Astaboras (o Bahr-el-aswad); esta región recibió finalmente el nombre de
Meroe por una hermana de Cambises rey de Persia, aunque Meroe parece más bien
una palabra derivada del etiópico. Las ruinas de la antigua Meroe se encuentran
a 6 kilómetros al nordeste de Shendy, en Nubia.
Hay otras tribus nativas de África que se
reconoce tradicionalmente que descienden de Cam. Los negros yorubas, por
ejemplo, afirman descender de Nimrod, mientras que los libios, que tienen piel
«blanca», son generalmente vinculados con Lebahim, un hijo de Mizraim.
Y
los egipcios fueron descendientes directos de Mizraim. Por ello, es posible que
toda África, a pesar de los diferentes matices de color de sus poblaciones
nativas, fuese inicialmente ocupada por diversos miembros de esta única familia
camítica. Sin embargo, permanece una enorme multitud de pueblos que
generalmente se clasifican como mongoloides, que se instalaron en el Lejano
Oriente y en el Nuevo Mundo. ¿Aparecen realmente en este árbol genealógico, o
será necesario admitir que la Tabla de las Naciones no es inclusiva aquí?
Hay
dos nombres que creo que pueden darnos claves. Que tengan una mención tan breve
en la genealogía puede parecer sorprendente si —como proponemos aquí— dieron
origen a grupos humanos tan numerosos. Nos estamos refiriendo específicamente a
Het, un hijo de Canaán, y a los sinitas o sineos, tribu supuestamente
descendida de Sini, un hermano de Het.
Het
fue, sin duda alguna, el padre de los heteos o hititas. Sin embargo, excepto
por las investigaciones de los arqueólogos nunca hubiéramos sabido cuán
importantes fueron realmente los descendientes de este hombre en un punto de la
historia, porque el imperio hitita desapareció completamente de la vista —o
casi completamente.
Esta
salvedad es necesaria si admitimos alguna validez a una observación hecha por
C. R. Conder. Él sostenía que cuando el imperio hitita se hundió, todos los
hititas importantes o bien fueron muertos, o huyeron hacia el este. El punto de
vista de Conder era que la palabra «hitita», que aparece en cuneiforme como
«Jittae», fue llevado por el remanente de esta nación otrora poderosa en su
huida al Lejano Oriente, y que fue preservada a través de los siglos en la
forma más familiar de «Cathay».Él supone que llegaron a formar una proporción
no pequeña de la raza china primitiva.
Desde
luego, existen curiosas vinculaciones entre ellos, como su forma de vestir, su
calzado con la punta de los dedos hacia arriba, la disposición del cabello en
forma de coleta, etc. Las representaciones gráficas de los hititas muestran que
poseían pómulos elevados, y los que han estudiado sus cráneos han observado que
poseían no pocos rasgos de los mongoloides. Más recientemente, ha aparecido
otra posible vinculación corroborativa con el descubrimiento de que los hititas
habían dominado el arte de fundir hierro y de la doma de caballos, dos logros
de enorme importancia, y que recurren en una época muy temprana de la historia
de China, mucho antes que llegasen a Occidente.
Se
debería observar que existe evidencia lingüística de un componente jafético en
el Imperio Hitita. A la vista de que su expansión inicial tuvo lugar en Asia
Menor, no es demasiado sorprendente que se hubiera dado una mezcla de razas
dentro del Imperio. Bien podría ser que hubiese una aristocracia indoeuropea,
así como en un punto de la historia de Egipto hubo una aristocracia de los
Reyes-Pastores (semita).
George
Barton observó:
Algunas características de su habla se parecen claramente
a rasgos de la familia de lenguas indoeuropeas, pero otras características
parecen denotar afinidades tártaras (esto es, mongólicas). En algunos casos se
puede seguir claramente la influencia de la lengua asiria. La misma confusión se
presenta cuando estudiamos las imágenes de hititas que aparecen en los relieves
egipcios. Se presentan dos clases de rostros. Un tipo con pómulos elevados,
ojos oblicuos, y con coleta, como el pueblo mongol y chino. El otro presenta
una cabeza y rostro rasurados que se parecen algo a los primitivos griegos.
Esto
nos lleva al hermano de Het, que evidentemente se llamaba Sin. De este nombre
hay muchos ejemplos en formas variantes a través del Medio Oriente y hacia el
Lejano Oriente. Una de las características de los pueblos camitas —usando el
término «camita» en su sentido estrictamente bíblico, y no como los
antropólogos lo emplean en la actualidad —es una tendencia a deificar a sus
antecesores. Se ha sugerido que el Amón de los egipcios es un ejemplo de ello,
donde el mismo Cam había sido deificado. La combinación en aquel mismo país de
No-Amón puede ser una extensión de esta práctica al mismo Noé, que luego queda
asociado con su hijo en el doble título.
Lo
que nos interesa aquí es que la palabra «Sin» llegó a ser el nombre de una
deidad muy importante, que aparece desde tiempos muy tempranos y hasta épocas
tardías en la historia de Asiria. El último rey de la Ur sumeria se llamaba
«Abi-Sin». La palabra aparece, naturalmente, en el nombre Senaquerib (Sin-ahe-erba,
es decir, «Quiera el dios Sin multiplicar a [mis] hermanos»), y como Naran-Sin,
etc.
Sin
fue lo suficientemente importante no solo para ser deificado sino para que le
dieran el título de «Señor de las Leyes». En un himno de Ur se dice de él que
fue «él quien creó la ley y la justicia de modo que la humanidad ha establecido
leyes», y, otra vez, «el ordenador de las leyes del cielo y de la tierra». Otra
notable circunstancia puede desprenderse de esta, porque si algunos de sus
descendientes se trasladaron al sur a Arabia y se establecieron en una región
posteriormente conocida como el Sin-aí, entonces es posible que su reputación
como gran codificador de la ley llevase a una tradición que asociase el Sinaí
como un lugar donde se había originado la ley.
Es
posible que haya alguna relación entre esta circunstancia y la elección por
parte de Dios del Monte Sinaí como el lugar donde Él dio los Diez Mandamientos.
Además, según Boscawen, el título «Señor de las Leyes» atribuido al Sin
deificado es, en el himno original de Ur, Bel-Terite, y la primera sílaba es
una forma del término más conocido de «Baal». Y la palabra «Terite» es la forma
plural del término «tertu» que significa «ley», que es equivalente al hebreo
«Torá» («ley»).
Así,
a pesar de que el patriarca Sin recibe escasa mención en Génesis 10, fue un
personaje muy importante. Es posible también que su nombre quedase preservado
en el moderno término de «China». Aunque Perry adoptó una perspectiva de
desarrollo cultural que ha quedado generalmente desacreditada debido a su
excesiva simplificación, sin embargo puede estar esencialmente en lo cierto en
las aseveraciones que hace exponiendo que la civilización china procedió de
occidente. No pocos eruditos en cuneiforme han observado cuánta similitud
tenía, en ciertos respectos, el sumerio con el chino.
Ahora
bien, Perry dice:
Hay un dato significativo acerca del posible modo del
origen de la civilización china que desde luego merece que se le preste
atención. El lugar más estrechamente asociado por los mismos chinos con el
origen de su civilización es la capital de Shensi, esto es, Siang-fu (Padre
Sin), Siangfu, sobre el Wei, un afluente del Río Amarillo, está cerca de
importantes minas de oro y de jade.
Es desde luego significativo, que el Sinaí
fuese igualmente importante como lugar minero. El nombre «Sin», según Dillmann,
aparece en asirio en la forma «Sinau». No sería difícil que «Padre Sin» se
convirtiese en «Padre Sian», o, con una ligera nasalización, «Siang», en chino
«Sianfu». Los chinos tienen una tradición de que su primer rey, Fu-hi, apareció
en los Montes de Chin inmediatamente después que el mundo hubiera estado
cubierto de agua. El mismo Sin pertenecía a la tercera generación desde Noé,
circunstancia que, si la identificación se justifica, daría un intervalo
temporal aproximadamente apropiado.
Además,
el pueblo que comerciaba en época temprana con los escitas, y que procedía del
Lejano Oriente, se llamaba «Sinae», y su ciudad más importante era «Thinae», un
gran centro comercial en China occidental.[108] La ciudad se conoce actualmente
como «Thsin» o simplemente «Tin», y se encuentra en la provincia de Shensi.
Los
Sinae se hicieron independientes en China occidental, reinando allí sus
príncipes durante unos 650 años antes que finalmente consiguiesen el dominio
sobre toda la tierra. En el siglo tercero a.C. la dinastía Tsin se hizo suprema
en el Imperio. La palabra misma llegó a tener el sentido de «linaje puro». Esta
palabra fue adoptada como título por los Emperadores Manchúes, y se cree que
los malayos la cambiaron a la forma «Tchina», y que procedente de ellos los
portugueses la trajeron a Europa como «China». Hace algunos años los periódicos
llevaban titulares con respecto al conflicto entre los japoneses y los chinos,
donde el antiguo nombre volvió a aparecer en su forma original, porque se
referían comúnmente a la guerra sino-japonesa.
Arriano
hacía referencia, en el 140 d.C.,[109] a los Sinae o Thinae como un pueblo en
las partes más remotas de Asia. Esto trae a la mente la referencia a los Sinim
en Isaías 49:12, que vienen «de lejos», pero específicamente no del norte ni
del oeste.
Volviendo
de nuevo a la observación de Conder respecto a la «lejana Cathay» de las
referencias medievales, tendría sentido suponer que los remanentes de los
hititas tras la destrucción de su Imperio se dirigieron hacia el Este y se
asentaron entre los sinitas, que eran sus parientes, y que contribuyeron a su
civilización con ciertos artes, principalmente la metalurgia (especialmente la
fundición de hierro), y que fueron absorbidos tan totalmente que desaparecieron
posteriormente de la historia como pueblo individual.
El
hallazgo del hombre prehistórico en las cuevas de Chou-kou-tien con restos
esqueletales con una variancia suficiente para cubrir desde los límites
occidentales de tipos en China hasta tipos del Nuevo Mundo ha parecido para
muchos una clara evidencia de que los que se asentaron en el Nuevo Mundo
pasaron por China. Que el Nuevo Mundo fue poblado por un grupo humano
mongoloide es cosa en la que hay un acuerdo general, aunque hay alguna
evidencia de un pequeño componente negroide. La evidencia, es cierto, es
pequeña, pero la evidencia que tenemos me parece señalar en la misma dirección,
apoyando nuestra aseveración inicial de que no solo África con sus razas
negras, sino que también el Lejano Oriente y las Américas con sus razas de
color fueron todos descendientes de Cam.
Hay
una ilustración adicional acerca de cómo los descendientes de Cam pudieron
haber contribuido de forma singular a la civilización jafética, en este caso a
la romana. La contribución hecha a la cultura jafética por los sumerios, los
egipcios, los cretenses y posteriormente los chinos, y por los amerindios, se
explora de forma detallada en la Parte IV de Noah’s Three Sons, «The Technology
of Hamitic People [La tecnología del pueblo camita]». La contribución hecha por
los etruscos también se trata en dicho artículo. El origen de los etruscos,
aunque se ha estudiado y especulado sobre ellos de forma intensa a lo largo de
más de cien años, sigue siendo un misterio. Desearía sugerir que hay un nombre
en la lista de los descendientes de Cam que podría ser una referencia al
antecesor de ellos, Resen (versículo 19).
Se
dice que Resen era una ciudad. Es característico de las primeras poblaciones y
ciudades mencionadas en Génesis que recibieron los nombres de sus fundadores o
de los hijos de sus fundadores. Según Génesis 4:17, Caín edificó una ciudad y
la llamó del nombre de su hijo Enoc.
Hay
pocas dudas de que la Unuk y posteriormente Uruk de las inscripciones
cuneiformes es un reflejo de esto. Como hemos visto en otro artículo, este
antiguo asentamiento pasó posteriormente a llamarse Erec, y mucho más tarde
Warka. Luego dio origen a la palabra que significa «ciudad», y que ha venido al
inglés como «burg» y al castellano como «burgo».
Hemos
observado que Sidón es primero mencionado como el primogénito de Canaán, pero
pocos versículos después como nombre de la ciudad (versículos 15 y 19). Similarmente,
los jebuseos, que se suponen descendientes de un hombre llamado Jebús, vivían
en una fortaleza llamada originalmente según su antecesor. De modo que me
parece bien probable que cuando Nimrod pasó del sur de Babilonia a Asiria y
edificó Nínive y Resén, entre otras ciudades, nombrase la ciudad como Resén
bien por un antecesor, bien por un pariente inmediato.
No
es estrictamente necesario demostrar que los etruscos fueron una especie de
grupo colonizador que se originó de este concreto asentamiento fundado por
Nimrod. Todo lo que estoy proponiendo es que un antecesor llamado Resén no solo
adquirió suficiente importancia para que una ciudad antigua recibiese su nombre
en Asiria, sino que también fuese la cabeza de un pueblo que creció hasta tener
el suficiente poder y tamaño para migrar a Europa y al norte de Italia, desde
donde se multiplicaron y se enriquecieron y cultivaron lo suficiente como para
inspirar a los romanos jaféticos a apropiarse de una gran parte de su arte,
leyes, costumbres y tecnología, sin apenas introducir ninguna mejora.
La
pregunta es, ¿podemos justificar de manera razonable lo apropiado de derivar la
palabra más familiar «etrusco» desde una antigua Resén, de remontar este mismo
pueblo hasta el Oriente Medio y en estrecha proximidad con Asiria, y de
establecer su afinidad racial como no indoeuropea ni semítica? La respuesta a
todas estas tres preguntas puede darse en sentido afirmativo con una cierta
certidumbre sobre las siguientes bases.
Para
empezar, se puede decir de manera directa que el pueblo de Etruria o Toscana
era conocido por los primitivos griegos como los Tyrsenoi. Los primeros romanos
lo conocían como Etrusci. Pero en los tiempos clásicos latinos, ellos se
designaban a sí mismos como los Rasena.
Según
Herodoto, este pueblo procedía de Lidia. Afirmaban haber inventado, a lo largo
de una prolongada hambruna en la tierra, una serie de juegos, incluyendo el de
los dados. Posteriormente pasaron al norte de Italia y a Grecia como resultado
de la siguiente circunstancia. La situación se agravó hasta tal punto que se
decidió dividir a la nación en dos, con una mitad emigrando de Lidia con la
esperanza de salvar a la otra mitad.
El
hijo del rey se llamaba Tirreno, que devino el caudillo por designación de la
mitad de la nación que partió de Lidia. Después de haber navegado dejando a un
lado a muchos países, llegaron a un lugar que Herodoto llama «Umbría»
(aparentemente se designa con este término a todo el norte de Italia), donde se
edificaron ciudades. Dejaron su antiguo nombre de Lidios, y tomaron para sí el
nombre del hijo del rey, tirrenos.
Que
este pueblo, los etruscos, procedía de Asia Menor, queda confirmado por
criterios lingüísticos y otros. El profesor Joshua Whatmought dice:
«Difícilmente se pueden abrigar dudas de las afinidades anatólicas de los
etruscos». Raymond Bloch cree, en base a la evidencia lingüística, que los
etruscos pertenecían a una familia no muy estrechamente vinculada que habitaba
en las riberas del Mediterráneo, incluyendo el Asia Menor, antes que la
invasión indoeuropea trastornase la estructura de la región, y que tuvo lugar
en el segundo milenio a.C. Él considera que los etruscos eran una «bolsa» de
este pueblo desplazado, y que esto explica las semejanzas entre sus costumbres
sociales y religiosas y las de ciertos pueblos de Asia Menor.
Hace
muchos años, el profesor E. St. John Parry presentó evidencias para demostrar
que los pelasgos, que, como los etruscos, edificaban monumentos megalíticos,
pueden haber quedado trastornados al mismo tiempo por la misma circunstancia, y
que emigraron de Asia Menor de forma paralela, quedando posteriormente
confundidos por ellos por los primeros historiógrafos.
Una
cosa sí parece bien establecida, y es que su lengua no era indoeuropea ni
semítica. Parece bien fundamentado suponer (aunque el lenguaje no es en
absoluto una guía segura en esta cuestión) que ellos mismos eran racialmente
diferentes de los indoeuropeos. Se ha propuesto una relación con otras «bolsas»
—los vascos, por ejemplo.
Hemos
mencionado la tradición que atribuye a los etruscos o Racena la invención de
los dados. Hace años se encontraron un par de dados con los números
aparentemente escritos en lugar de meramente indicados mediante puntos. Poco
después de este descubrimiento, el Rev. Isaac Taylor presentó un artículo al
Instituto Victoria en Londres donde mostraba que la interpretación más probable
de los numerales se podía encontrar mediante referencia a términos semejantes
en finés, altaico y vasco.
Pocos
años después, mientras esta cuestión seguía viva —como sigue estándolo— un Mr.
R. Brown presentó un artículo ante este mismo Instituto donde, en un apéndice,
se comparan algunas otras palabras etruscas con ciertas palabras sumerias. Así,
quizá estamos acercándonos más a la antigua Resén de Génesis 10.
En
su obra Origin of Nations, Rawlinson llama la atención al hecho de que ciertos
bronces etruscos están decorados o adornados con figuras en hileras, que
exhiben esfinges y seres humanos que, sugiere él, no son desemejantes a procesiones
parecidas que se encontraron cerca de Nínive. Estos paralelos asirios los
descubrió Layard, y los comunicó en su célebre obra Discoveries in the Ruins of
Babylon and Nineveh.
De
dichos descubrimientos, Layard escribió lo que sigue:
Un segundo cuenco, de 7,5 pulgadas de diámetro y de una
profundidad de 3/4 pulgadas, tiene en el centro un medallón y a los lados en un
relieve muy elevado dos leones y dos esfinges ... que llevan un collar, plumas
y un tocado en la cabeza, formado por un disco con dos uraeus. Ambos cuencos
son dignos de mención por lo atrevido del relieve y por el arcaico tratamiento
de las figuras, semejantes a este respecto a los marfiles previamente
descubiertos en Nimrud.
Recuerdan poderosamente los antiguos
restos de Grecia, y en especial el trabajo en metal y la cerámica pintada
descubiertos en tumbas muy antiguas en Etruria, a los que se parecen tan
estrechamente no solo en designio sino en tema, con la introducción de los
mismos animales míticos y de los mismos ornamentos, que no podemos dejar de
atribuir a ambos el mismo origen.
Layard
resalta esta impresión ilustrando su argumento con tallas de madera en el
texto, que muestran que las figuras encontradas sobre un pedestal de bronce en
Powledrara en Etruria «son exactamente similares a las que aparecen sobre un
fragmento de un plato traído de Nínive». Así, un hilo conductor de evidencia
nos retrotrae hasta las mismas cercanías de Nínive, donde estaba situada la
ciudad de Resén.
Hay
otra evidencia adicional que nos lleva de vuelta a la misma antigua fuente. Es
de naturaleza distinta aunque igualmente sugerente. Los romanos celebraban
anualmente un festejo llamado «Fiesta de Saturno» o «Saturnalia», durante la
que los tribunales estaban cerrados, los escolares tenían vacaciones, y se
suspendían todas las actividades comerciales. Una costumbre a resaltar era la
«liberación» o «manumisión» de todos los esclavos, a los que se les permitía
decir lo que quisieran acerca de sus amos, y que tomaban parte en un banquete
revestidos de los ropajes de sus amos, los cuales les servían a la mesa. Este
período de libertad duraba alrededor de una semana.
El
origen de esta fiesta, según la obra de Smith Dictionary of Greek and Roman
Antiquities, no es seguro. Una leyenda lo atribuía a los pelasgos. En vista de
que tantos de los rasgos de la primitiva cultura romana, incluyendo sus
ceremonias, son atribuibles directamente a los etruscos, y de que los etruscos
y los pelasgos eran a veces confundidos entre sí, parece posible que esta
extraña práctica de dar a los esclavos una semana de total libertad, más aún,
de licencia, fuese originalmente introducida por los etruscos.
Por
ello, me parece sumamente significativo que cuando el profesor Pinches leyó un
artículo ante el Instituto Victoria titulado «Notes upon Some of the Recent
Discoveries in the Realm of Assyriology», hiciese referencia a una inscripción
del célebre Gudea donde exponía que después de haber edificado Eninnu (una casa
o templo), «liberó esclavitudes y confirmó beneficios. Durante siete días no se
exigió obediencia, la criada fue hecha como su ama, y el siervo como su señor».
Comentando acerca de ello, el profesor Pinches observa:
Naturalmente, los sumerios eran propietarios de esclavos,
pero parecen haber sido de disposición afable, y que daban buen trato a sus
esclavos. En este caso se dice que se les dio siete días de vacaciones, y este
es el único registro cuneiforme conocido con tal mención.
Es
desde luego cosa notable que haya un vacío de tantos siglos de ausencia de
referencia a esta costumbre desde Gudea hasta los tiempos romanos, pero es
evidente que la costumbre fue transmitida de una u otra forma, y parece bien
lógico suponer que los transmisores fueron los Racina, los descendientes de un
cierto Resen que estaban familiarizados con la cultura de Asiria.
En
suma, entonces, tenemos a un pueblo que se designaba como Rasena, por un
antecesor cuyo nombre podría ser una forma del más antiguo Resén, comenzando en
Asiria, estableciéndose en Lidia, desde donde posteriormente emigraron al norte
de Italia, y que hablaba un lenguaje ni semítico ni indoeuropeo, que eran de
forma especial constructores de ciudades (como prosiguiendo la tradición de su
antecesor), y que seguían produciendo obras de arte para las que se han
encontrado paralelos bien exactos en el mismo lugar donde Génesis 10 dice que
se edificó la ciudad de Resén.
Es
bien posible que así como Sidón fue recordado por una ciudad nombrada por él,
igualmente la ciudad de Resén conmemorase a un patriarca cuyos descendientes,
mucho después que la ciudad hubiera desaparecido, se multiplicaron y
prosiguieron sus tradiciones heredadas de vida urbana, así como el nombre de su
antecesor, y se asentasen en Etruria, donde hicieron una magna contribución al
fundamento de la civilización romana que, con el tiempo, ha llegado a ser la
nuestra.
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