EL EVANGELIO ETERNO - Clase 23: Los descendientes de Sem
EL EVANGELIO ETERNO
Es Eterno porque
es desde Siempre
y para siempre
LECCIÓN 23
Articulo tomado de ARTHUR C. CUSTANCE, M.A., Ph.D.
Miembro de la Afiliación Científica American
Miembro de la Asociación Americana de Antropología
Miembro del Real Instituto de Antropología
Título: EL ORIGEN DE LAS NACIONES
Continuamos compartiendo el excelente trabaja
investigativo de Arthur Custance, mediante el cual nos muestra como se
desarrolló el poblamiento del mundo, a partir de los hijos de Noé.
Importa acá poder distinguir como las 2 generaciones de
las cuales nos habla Génesis 3.15, se desarrollaron sin inconvenientes, después
del diluvio. Así pues, entendemos, que esto era la voluntad de Dios Padre
Creador del cielo y de la tierra.
Es pues, entonces, la familia de Noé la primera en donde
se ve claramente la mezcla de las 2 generaciones y, es a partir de ella que, se
puede comprobar, la manifestación de la gracia de Dios. Porque cuando dice Juan
3.16 que, Dios amo de una manera extraordinaria al mundo, que nos dio a su hijo
unigénito, para que TODO aquel que cree en él, no se pierda más tenga vida
eterna, Dios estaba pensando en todas las combinaciones que se producirían a
partir de Génesis 3.15, lo cual da existencia a las naciones que tenemos hoy
día, sobre la tierra.
Y aunque no era la voluntad de Dios que naciera una prole
de Satanás, no obstante, por cuanto los ángeles fueron creados en el Ungido, y
en consecuencia la progenie de ellos también estaba en él, la gracia que
alcanzó el Señor Yahshúa, después de resucitar de los muertos, les alcanzó a
ellos, a su descendencia y en consecuencia a todos los que no somos linaje
directo de los judíos y, por tanto, somos parte de la mezcla.
En las dos anteriores presentaciones del trabajo de
Custance, mostramos los descendientes que no son del pueblo semita y, en
consecuencia, son linaje de la mezcla; es decir, tienen del linaje de Set y del
de Caín. Hoy mostramos los descendientes directos de Adán, es decir de Sem, los
hijos de Dios.
Comencemos pues.
Los descendientes de Sem
A pesar de que en la línea de Sem iban a seguir los legisladores,
profetas, sacerdotes y reyes acerca de cuya historia trata el resto del Antiguo
Testamento, hay menos que decir acerca de esta parte de la genealogía. Pero hay
uno o dos puntos que vale la pena observar, en parte porque la autenticidad de
la Tabla también queda apoyada aquí, y en parte porque se presta una atención
particular a un personaje, Peleg, que es objeto de una mención especial, como
Nimrod en la sección precedente.
Primero, tenemos a Elam, relacionado como aparentemente
el primogénito de Sem. Se creyó durante muchos años que el país designado por
su nombre al este de la Mesopotamia meridional había sido colonizado por un
pueblo claramente no semita, y la declaración bíblica fue puesta aquí en tela
de juicio. Pero subsiguientes excavaciones han demostrado que el pueblo más
primitivo que se asentó allí fue desde luego el semita.
Es a menudo cierto que aparecen cosas que aparentemente
militan en contra de la Palabra de Dios al principio, pero al final una mayor
luz la vindica completamente. La persona que la acepta es como quien parece
estar perdiendo una batalla, pero que goza de la absoluta seguridad de alcanzar
la victoria final. Esta es una posición mucho más feliz en la que encontrarse,
a la larga, que estar gozando de una aparente victoria solo para encontrar al
final que uno es un perdedor.
Una autoridad como S. R. Driver, aunque resalta el hecho
de que en tiempos posteriores los elamitas eran racialmente totalmente
distintos de los semitas (con su lengua, por ejemplo, aglutinante), se vio
obligado a admitir que «inscripciones recientemente descubiertas» parecen haber
demostrado que, en tiempos muy remotos, Elam fue poblada por semitas.
No pudo dejar de añadir que, la aseveración bíblica,
probablemente se originó porque Elam dependió en tiempos muy posteriores de la
semita Babilonia; asegura él a sus lectores que «es muy improbable» que el
autor original de Génesis 10, pudiera haber sabido lo que ahora sabemos. Pero
desde la época de Driver, adicionales excavaciones han proporcionado evidencias
muy poderosas, de vínculos culturales directos entre algunas de las más
antiguas ciudades en Babilonia y los estratos más inferiores en Susa, la
capital de Elam.
La evidencia parece ahora indicar claramente la presencia
en Mesopotamia, en tiempos muy tempranos, de tres distintos grupos humanos, los
sumerios (camitas), los más antiguos babilonios (semitas), y un grupo humano a
quien tanto Childe como Mallowen designan propiamente como jafetitas (esto es,
indoeuropeos). Como lo expresó Childe.
A partir de escritos posteriores, los filólogos deducen
la presencia de tres grupos lingüísticos —«jafetitas» (conocidos solo por
inferencia a partir de unos pocos nombres de lugares); semitas (hablando una
lengua relacionada con el hebreo y el árabe); y los dominantes sumerios.
La dinámica como la presenta Childe en otro estudio,
desvela que el primer pueblo en entrar en Mesopotamia procedió del Este y que
no eran sumerios, sino de hecho elamitas semíticos, que fundaron unas ciudades
tan antiguas como Al-Ubaid y Jemdet Nasr.
Estas gentes se establecieron primero en el sur y se
extendieron gradualmente hacia el norte, pero sin perder los vínculos
culturales que nos devuelven a Elam. Childe propone luego que siguió una
segunda oleada de inmigrantes a Mesopotamia, que esta vez no eran semitas, sino
sumerios, esto es, elamitas. Esta gente introdujo nuevas influencias
civilizadoras que llevaron a un considerable avance cultural, hasta que, para
la época del período de Uruk, y aunque todavía eran una minoría, habían llegado
a tomar el poder. Mientras, más al norte, esto es, en Asiria, los semitas
prosiguieron su lento desarrollo hasta que surgió en el sur un hombre a quien
la Escritura designa como Nimrod, en la línea de Cam. Este se estableció como
señor del Sur y luego viajó hasta Asiria, o, como lo expresa la Escritura, «De
esta tierra salió para Asiria». Al mismo tiempo fundó una cantidad de ciudades
que se mencionan en Génesis 10 en relación con Nínive.
Mallowen resalta las distinciones entre estos dos tipos
dominantes, los sumerios y los acadios, esto es, los camitas y semitas, en este
temprano período del desarrollo del país. Al mismo tiempo, también resalta que
existía otro grupo, cuya existencia está bien establecida sobre bases
lingüísticas. Speiser propuso la designación de jafetita para este pueblo,
conocido en época muy temprana en el país montañoso al este del Tigris. Eran
conocidos especialmente por lo claro de su piel. Que habían entrado en la
Mesopotamia meridional al menos en algunos números en tiempos muy tempranos lo
ha observado Campbell Thompson, aparte de Speiser.
Así, la imagen general, aunque los detalles no son tan
claros como podríamos desear, apoya sin embargo las implicaciones de Génesis
10, incluso permitiéndonos detectar reverberaciones de las hazañas de Nimrod,
que por otra parte sigue sin identificar. Algunos han establecido un dominio
del sur sobre el norte: quizá debido a Nimrod.
El segundo punto a observar en esta sección de la
genealogía es la nota acerca de Peleg: «en sus días fue repartida la tierra».
Las interpretaciones de esta breve nota han sido a la vez amplias e interesantes.
Recientemente, ha comenzado a hacerse aparente que los pelasgos de la
antigüedad, que fueron grandes mercaderes navegantes y en ocasiones piratas,
pueden haber recibido su nombre de Peleg en los tiempos más remotos.
Superviviendo en una multitud de formas, aparece un
determinativo adjunto a muchas palabras que tiene el efecto de convertir la
palabra en un patronímico. Esto aparece por ejemplo con «–icus», en la palabra
«Germanicus»; también con «–ico», en la palabra «Británico», «–ski» en muchos
nombres rusos familiares, posiblemente «–cos» en la palabra «etruscos», y
«scion» en inglés. Otro término, que es el punto importante en este contexto,
es «skoi», puesto detrás del nombre más antiguo «Peleg», que da el compuesto
«Pelegskoi».
Estos son los «pelasgos». Los pelasgos constituyen un
gran misterio, porque aunque parecen haber sido muy poderosos, no está clara su
procedencia ni lo que les sucedió. Cuando los tracios descendieron al Egeo
desde el norte en el siglo 14 a.C., desplazaron a los pelasgos del territorio
que habían poseído entre el Hebrus y el Strymon.
Es curioso encontrar a los pelasgos ocupando un
territorio adyacente a un río, el Hebrus, con un nombre tan reminiscente de
Heber, que, según Génesis 10:25, era el padre de ellos. Después de haber sido
desplazadas, estas gentes parecen haber sido absorbidas por los pueblos
griegos, con los que quedaron posteriormente confundidas. Dice Munro:
La nación de los
pelasgos dejó de existir como tal, adoptándose el nombre de jonios,
probablemente entre las comunidades mezcladas en el lado asiático.
Quizá debido a que los pelasgos eran una nación no de
habla griega, fueron más fácilmente identificados por los griegos, que tenían
la tendencia a poner a todos los extranjeros en el mismo montón, con los
etruscos, que tampoco eran griegos. Sin embargo, parece que no eran, en
realidad, el mismo pueblo. Así, tenemos posiblemente a un grupo de «heberitas»
que adquirieron alguna notoriedad durante un tiempo en el mundo primitivo, solo
para desaparecer tras ser desplazados de su emplazamiento primero y absorbidos
en la mezcolanza de pueblos que habitaban en la región del Egeo.
Su antecesor, Peleg, recibió su nombre debido a un
acontecimiento que ha sido diversamente interpretado. En el Libro de Jaser
(2:11), que se atribuye a Alcuino y que es muy probablemente espúreo, hay una
interesante observación acerca de este hombre:
Fue Peleg quien
inventó el seto y el foso, la muralla y el baluarte; y quien repartió por
suertes las tierras entre sus hermanos.
En su Comentario, Jamieson expone su creencia de que este
acontecimiento fue una división formal de la tierra realizada por Noé, actuando
por impulso divino, entre sus tres hijos. Se propone que hay una referencia
adicional a este acontecimiento en Deuteronomio 32:8 y Hechos 17:24–26. Peter
Lange hace referencia a una obra de Fabri titulada «Origin of Heathenism [El
origen del paganismo]», publicada en 1859, en la que el autor interpreta la
expresión, como refiriéndose a un cataclismo que partió violentamente la tierra,
produciendo sus actuales masas continentales. Esto, naturalmente, fue mucho
antes que Wegener, Taylor y Du Toit publicasen sus ideas acerca del concepto de
la Deriva de Continentes, cuestión esta muy candente en la actualidad.
Una palabra más acerca de Peleg. En la obra de consulta
International Standard Biblical Encyclopedia, se hace referencia a un fragmento
de un documento geográfico procedente de Babilonia (80-6-17, 504), que muestra
una serie de ideogramas que se leen provisionalmente como Pulukky, quizá una
forma modificada de Peleg.
Esto va seguido de las palabras «Sha ebirti», que bien
podría significar «Pulukku que fue de Heber», o podría tratarse de una frase
compuesta, «Pulukku-del-Vado». Se podría concebir de un asentamiento de
pelegitas que se estableciese en el río en un punto donde se pudiera vadear,
siendo este río el que fue designado después como el Hebrus.
Sea cual fuere la verdad de este asunto, la palabra
«Peleg» parece habernos llegado de alguna forma a través del griego en la forma
de «pelagos», que significa «mar». Si hay una verdadera vinculación, esto
podría denotar otra idea, esto es, que la «división» tuvo lugar cuando los
hombres comenzaron a migrar por primera vez a través de las aguas. La frase «la
tierra fue repartida» podría interpretarse con el significado de «los pueblos
de la tierra quedaron divididos», esto es, por agua.
Esto es, desde luego, especulativo, pero en conjunto uno
abriga la impresión de que «Peleg» fue lo suficientemente importante, para que
su nombre fuese retenido en diversas formas que reflejan la breve anotación que
aparece en Génesis 10.
Ahora se debería hacer una mención de los hijos de
Joctán, trece en total, todos los cuales parecen haberse establecido en Arabia,
principalmente al sur. Almodad puede quizá seguirse a Al Mudad; Selef, en
Yemen, representado por Es Sulaf, y quizá los Salapeni de Tolomeo; Hazar-mavet,
en la actualidad Hadramawt; Jera, colindante con el anterior, se encuentra
posiblemente en el nombre de una fortaleza, Jeraj; Adoram, representado por los
adramitas en el sur de Arabia, mencionados por Plinio y Tolomeo; Uzal, que es
probablemente el antiguo nombre de la capital del Yemen; Dicla, un lugar de
cierta importancia en Yemen, conocido como Dakalah; Obal, preservado quizá en
diversas localidades en Arabia del sur con el nombre de Abil; Abimael está
totalmente sin identificar; Seba podría indicar a los sabeos; Ofir, quizá
representado por Afar, la capital sabea a la que se refiere Tolomeo con el
nombre de Sapfara (Geog. 6.7), y que quizá sea la moderna Zafar; Havila, el
distrito en Arabia Felix, conocida como Jawlan; y Jobab, generalmente
identificado con los jobaritas mencionados por Tolomeo entre las tribus árabes
del sur, y que se sugiere que lo leyó erróneamente como Iobabitai, en lugar de
un original Iobaritai.
El primer límite al que se hace referencia en Génesis
10:30 se refiere quizá a Massa (véase Génesis 25:14), una tribu del norte de
Arabia, a alrededor de mitad de camino entre el Golfo de Aqaba y el Golfo
Pérsico. Por otra parte, hay un puerto llamado Mousa, o Mouzda, mencionado por
Tolomeo, Plinio, Arriano y otros antiguos geógrafos y que quizá es el lugar que
se menciona aquí.
Esta era una ciudad de una cierta importancia en los
tiempos clásicos, pero desde entonces ha caído en decadencia, si la moderna
«Mousa» es el mismo lugar. Gesenius, por la latitud que da Tolomeo, sitúa Mesha
en Maushid, en la costa occidental del Yemen. Si esto último es cierto,
entonces la segunda localidad geográfica debe quizá encontrarse en Sefar, un
monte al este, que debe comprenderse como el Sipar, mencionado con Elam y Susa,
mencionado en un texto descubierto en Susa. Esta nota en Génesis 10
significaría entonces que los trece hijos de Joctán se establecieron entre
estos dos puntos, y el emplazamiento de Ofir parecería localizado dentro de la
península, no en la desembocadura del Indo, como algunos han pensado.
Ha habido muchas ocasiones en las anteriores
consideraciones para observar lo que es solo de esperar de esta época tan
temprana, esto es, la proximidad entre sí de representantes de las tres ramas
de la familia de Noé. No se debe pensar ni por un momento que los semitas,
camitas y jafetitas se fueron cada uno por su camino sin mezclas matrimoniales
y el consiguiente mestizaje.
Por ello, no debería sorprendernos encontrar en esta
Tabla que el mismo nombre pueda reaparecer en dos diferentes secciones de la
familia de Noé. Así, leemos de dos personas llamadas Seba, una en el versículo
7 como hijo de Cus, y otra en el versículo 28 como hijo de Joctán.
Rawlinson explica, cómo la evidencia lingüística,
demuestra la existencia temprana de al menos dos razas en Arabia: «una, en las
regiones septentrional y central, semítica, y hablando la lengua usualmente
conocida como árabe; y otra en las regiones más meridionales, que es no
semítica, y que por el parecido de su lengua con los dialectos de los
aborígenes de Abisinia, los descendientes de los antiguos etíopes, merece ser
llamada etiópica o cusita».
Por tanto, aquí no tenemos el caso de una duplicación
errónea, sino de una confirmación indirecta de la veracidad del registro,
porque hubiera sido cosa más sorprendente si en aquel tiempo no se hubieran
repetido nombres entre las diferentes familias.
Hasta ahora, por tanto, las evidencias que tenemos que
afecten directamente a esta antigua Tabla de las Naciones tienden de forma
consecuente hacia su vindicación como documento que es a la vez
etimológicamente sano y de gran importancia histórica.
Comentarios
Publicar un comentario